El trigo y la agricultura chilena en el siglo XIX sufrían de una depresión debido a la estrechez del mercado local. La agricultura experimentó una recuperación pasajera en 1848 con la apertura del mercado californiano tras el descubrimiento de oro, y en 1851 con el mercado australiano, permitiendo que Chile abasteciera ambos. Además, mejoras tecnológicas en el transporte marítimo y altos precios mundiales del grano incentivaron las exportaciones de trigo y cebada chilenas a Europa