Octavio se convirtió en el primer emperador del Imperio Romano después de derrotar a Marco Antonio en la batalla de Actium. Como Augusto, recibió poderes tribunicios, censorios y religiosos que lo hicieron inviolable y le dieron derecho de veto sobre otros magistrados. Aunque mantuvo las magistraturas republicanas como cónsules y pretores, estableció nuevas dignidades y el sistema imperial se consolidó bajo sus sucesores a través de la ley regia que les otorgaba poder absoluto.