Los ecosistemas artificiales como la agricultura y las ciudades han reemplazado muchos ecosistemas naturales. Esto ha tenido consecuencias negativas como la degradación de suelos debido a la falta de nutrientes y la salinización por el riego excesivo. Los ecosistemas naturales son más resistentes porque tienen más diversidad de especies, mientras que los artificiales requieren más maquinaria y energía. Es importante implementar prácticas sostenibles para minimizar el impacto de los ecosistemas artificiales en el medio ambiente.