La Revolución Industrial en Europa generó excedentes de población y necesidades económicas como materias primas, nuevos mercados y mano de obra barata que llevaron a las potencias europeas a convertirse en potencias coloniales a finales del siglo XIX para controlar territorios ajenos, mientras que la superioridad técnica y científica europea así como ideologías como el nacionalismo y el racismo también contribuyeron al imperialismo.