El experimento de Tuskegee estudió la evolución de la sífilis en 400 hombres afroamericanos sin tratar su enfermedad, aun después de que la penicilina se convirtiera en el tratamiento estándar. El objetivo era comparar su salud y longevidad con un grupo de control sano. El estudio violó principios éticos como el consentimiento informado y la no maleficencia, y tuvo consecuencias como la desconfianza de la comunidad afroamericana en el sistema de salud.