El documento describe la vocación sacerdotal como una realidad innegable a pesar de los desafíos de la sociedad postmoderna. Explica que la Iglesia continúa formando sacerdotes para anunciar la presencia de Dios, a través del trabajo de los seminarios y los padres formadores. Finalmente, afirma que ser sacerdote no es fácil en estos tiempos pero que con la protección de Dios no hay que temer, pues Él es quien llama.