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Desconocemos las fuentes de su poder y las técnicas con
que las aplican, pero son capaces de curar de forma mila-
grosa enfermos condenados a muerte. Pachita fue uno de
los nombres propios de esta milenaria «medicina». Su bis-
turí, un cuchillo de monte; sus diagnósticos, una esperanza
para los que viven en la oscuridad; su filosofía, una aproxi-
mación hacia la luz.
Reportaje
/origen remoto de los trabajos que realizaba
Pachita hace suponer que nuestros antepasados
tenían conocimientos que nosotros desconocemos,
a pesar del aparente adelanto tecnológico en el
que vivimos
p
ersonalmente tuve la oportu-
nidad de observar directa-
mente el trabajo de una de las
más grandes chamanas de la ciudad
de México, Doña Pachita, y de com-
probar no solamente su capacidad
para afectar la materia con su mente,
sino la de utilizar esta capacidad para
realizar milagrosas operaciones qui-
rúrgicas.
Bárbara Guerrero era el nombre
de nacimiento de Pachita. La conocí
cuando estaba a punto de cumplir
80 años de edad, pero todavía mos-
traba una fuerza y poder envidiables.
La encontré en una reunión a la que
había sido invitado en la Residencia
Lázaro Cárdenas de Los Pinos. Una
semana antes, Margarita López
Portillo, hermana del presidente de
la República de México, me había
sido presentada y después de una
conversación acerca del estado de
la conciencia del país, me invitó a
esa reunión.
TODOS LOS PAJAROS
COMENZARON A TRINAR
El salón en el que nos encontrá-
bamos era amplio, soleado y lleno
de jaulas enormes, con pájaros traí-
dos de todas las regiones del país,
que permanecían plácidos y en rela-
tivo silencio. De pronto y al unísono,
todos los pájaros empezaron a trinar
y el volumen de sus sonidos, suma-
dos entre sí, nos ensordeció, hacién-
donos voltear en todas direcciones,
tratando de encontrar la razón de tan
estrepitoso acontecimiento.
Junto a la puerta de entrada al sa-
lón, una figura rechoncha, bajita yde
un andar simpático y risueño estaba
penetrando. No cabía duda alguna
que los cantos de los pájaros esta-
ban relacionados con esa mujer,
que vestida humildemente y cu-
bierta por un sueter viejo, se nos
acercaba sonriente. Era Pachita, y
los pájaros de México le habían
dado la bienvenida.
Yo estaba pasmado por el acon-
tecimiento y no podía apartar la vista
de esa mujer, que cada vez me pa-
recía más bella y profunda.
Pachita se sentó en una silla frente
a Margarita y, sin preámbulo alguno,
la interpelé.
—¿Porqué hay tantos impuestos,
Margarita? ¿No ves que el pueblo se
está muriendo de hambre?»
Yo noté que la expresión de Mar-
garita cambiaba y que miraba, como
yo, la manga raída del sueter de Pa-
chita. (Después supe que Pachita se
había vestido, a propósito, con su
ropa más vieja.) López Portillo le
contestó, en un susurro:
—<Te juro que yo no tengo nada
empleada por Pachit
era también realizada
por algunos príncipes
aztecas, como
Cuauhtémoc, el último
de sus emperadores
(en el grabado de la
derecha le vemos en
el momento de su
autismo). En el primer
^queológicos
plano, restos
de la
civilización azteca
(México).
:
Los enfermos no son anestesiados durante las
operaciones quirúrgicas; sin embargo, algún
mecanismo misterioso amortigua el dolor
que ver con los impuestos, pero te
prometo que se lo voy a decir a mi
hermano.»
Después, nos sirvieron café, Un
mayordomo de levita sosteniendo
una charola se acercó a Pachita y se
lo ofreció en una taza de porcelana.
Ella la vio, burlona, y dijo en voz alta,
como asegurándose de que todos
puidéramos oírla:
—<ciA mí tráigame café de olla!»
El mensaje era claro y yo empecé
a admirar a Pachita ya desear cono-
cerla mejor.
Como si ella hubiera oído mis
pensamientos, se me* acercó y me
invitó a ir a verla a su casa la si-
guiente semana.
DE UN LINAJE DESCONOCIDO
El origen del linaje de Pachita es
totalmente desconocido. Existe al-
guna indicación en el sentido de que
el trabajo realizado por esta cha-
mana-nahuala era también ejecu-
tado por algunos príncipes aztecas,
entre los que se encuentra Cuauh-
témoc, el último emperador azteca
(las razones para suponer esto se
verán más adelante).
Existen evidencias acerca de tra-
bajos similares a los que realizaba
Pachita, grabadas en las piedras de
lca, descubiertas por el Dr. Cabrera,
en Perú. Estas evidencias inscritas
en las piedras de Ica son altamente
especulativas, pero sugerentes de
que el origen de las habilidades que
manifestaba Pachita se remonta a
un pasado muy lejano de la Humani-
dad.
Pachita decía que su linaje pa-
saba de generación en generación
mediante parentesco directo. De
esta forma, Pachita afirmaba que
después de su muerte su trabajo
sería realizado por uno de sus hijos
del sexo masculino, que a su vez lo
heredaría una hija, y así sucesiva-
mente, hasta cumplir diez genera-
ciones.
Si es correcta la suposición de
que el origen de las habilidades de
esté linaje es remoto, habría que
cuestionar la concepción según la
cual nos encontramos en la actuali-
dad en un estado de superación tec-
nológica con respecto al pasado. En
otras palabras, el trabajo de Pachita,
como veremos enseguida, era tan
extraordinario (tecnológicamente
hablando), y si su origen es remoto,
habría que suponer que nuestros
antepasados tenían conocimientos
que nosotros desconocemos a pe-
sar del aparente adelanto tecnoló-
gico en el que vivimos.
EL AMANECER DE SUS
PODERES
Pachita nació en la ciudad de Pa-
rral, Estado de Chihuahua, al norte
de la República Mexicana, un día de
Diciembre del año 1900. Fue aban-
donada por sus padres, por ser hija
ilegítima, y adoptada por un perso-
naje extraño, el cual se llamaba
Charles, de origen africano y de tez
negroide. Según una descripción
hecha por la misma Pachita al autor
del presente estudio, Charles se de-
dicó a enseñarle una serie de proce-
dimientos de curación, manejo
energético, visiones acerca de las
estrellas y obtención de información
oracular.
Charles regresó a su país cuando
Pachita tenía 15 años de edad y a
partir de ese momento Bárbara
Guerrero vivió sola y con sus pro-
pios medios.
Cuenta Pachita que ella desco-
nocía sus propias capacidades cu-
rativas y que en una ocasión, al asis-
tir a un circo que se presentaba
cerca de donde vivía, en el norte del
país, se encontró con un elefante
bebé que estaba muy enfermo; Pa-
chita se acercó a este animal y lo
curó; a partir de ese momento co-
menzó su carrera de sanadora. Sin
embargo, la época (1915) era im-
propia para la manifestación abierta
de estas capacidades curativas y te-
miendo que la gente la considerara
bruja y, por tanto, la persiguiera, Pa-
chita ocultó sus habilidades.
Luchó junto a Villa durante la Re-
volución; fue soldado. Después se
dedicó a diferentes actividades: fue
bailarina, trabajó vendiendo billetes
de lotería y terminó cantando en los
camiones de la Ciudad de México, a
Reportaje
la que llegó en una fecha descono-
cida para el autor.
Ya en la edad adulta, se dedicó
abiertamente a la curación. Se esta-
bleció en la Ciudad de México y em-
pezó a recibir enfermos.
EL DIAGNOSTICO
Las modalidades de trabajo de
esta chamana-nahuala pueden ser
divididas en cuatro grandes cate-
gorías. En primer lugar, lo que podría
denominarse trabajo de diagnós-
tico; en segundo lugar, el trabajo
quirúrgico; en tercer lugar está el
manejo del espacio, la materia, la
energía, y, por último, el trabajo ¡ni-
ciático o místico. Intentaré describir
cada una de estas modalidades en
las siguientes secciones.
Pachita usaba diferentes procedi-
mientos, cada uno de ellos con una
maestría inigualable.
Una de las formas de diagnóstico
era la visualización de las palmas
de las manos de los pacientes. A
través de la decodificación de las
formas de las líneas de las palmas,
de su coloración, y de aspectos que
no fueron posibles de dilucidar, Pa-
chita diagnosticaba enfermedades
específicas. Localizaba abscesos,
tumores, úlceras o infecciones en
órganos particulares.
Otra de las modalidades era la de
tocar con sus manos zonas del
cuerpo de los enfermos y, a través
de algún mecanismo sensorial des-
conocido, detectar en esas zonas y
en las profundidades del cuerpo en-
fermedades, infecciones, tumores,
etc. Algunas veces la vi utilizar hue-
vos que frotaba contra la piel de los
enfermos para obtener información
acerca de los padecimientos que
sufrían.
Pachita tenía también la capaci-
dad sutil de poder diagnosticar al-
gunas enfermedades con sólo ver
al paciente. Estas habilidades la lle-
vaban inclusive a poder detectar en-
fermos a distancia y a diagnosticar
con exactitud sus alteraciones y pro-
cesos patológicos.
LAS INTERVENCIONES
QUIRURGICAS
La principal actividad de Pachita
era la de intervenir quirúrgicamente
a sus pacientes. Las operaciones
eran realizadas en un pequeño
cuarto iluminado tenuemente con
varias veladoras y adornado con un
altar de 7 peldaños en los cuales se
podían ver cuadros y estatuas de
Cuauhtémoc, de la Virgen de Gua-
dalupe y de otros santos.
Las operaciones se llevaban a
cabo en una de las esquinas del
cuarto, en una pequeña cama de
madera, sobre la cual se colocaba
un hule-espuma cubierto con un
plástico transparente.
Los enfermos eran acostados en
esa improvisada cama y una vez
descubierta la parte del cuerpo afec-
tada por la enfermedad, un ayu-
dante de Pachita mojaba un algo-
dón con alcohol y frotaba el líquido
sobre la piel. Después, Pachita pedía
su instrumento, que era un cuchillo
de monte de aproximadamente 15
centímetros de longitud; tomándolo
con su diestra, localizaba la zona de
incisión y, sin preámbulo, lo intro-
ducía y abría. La incisión general-
mente era grande, con una conse-
Según afirma Jacobo
Grynberg, Pachita
realizaba sus curaciones
canalizando «realidades
protectoras» de carácter
positivo, dependientes del
Dios Supremo, como ella
misma afirmaba.
Arriba, imagen de la
Virgen milagrosa de
Guadalupe, entre
peregrinos. Junto a esta
iglesia gótica en México,
en la fotografía aparece
Pachita (con el pelo cano)
al lado de un paciente.
cuente hemorragia natural. General-
mente, los enfermos se quejaban y
manifestaban dolor, aunque no
comparable con el que podría espe-
rarse sin (como era el caso) la apli-
cación de anestésicos. En otras pa-
labras, los enfermos no eran aneste-
siados; tampoco se les aplicaba
sustancias de aletargamiento que
permitieran explicar la ausencia de
dolor interno cuando Pachita hacía
las incisiones con su cuchillo. Algún
mecanismo misterioso, sin em-
bargo, amortiguaba el dolor. Des-
pués de la incisión, el cuchillo era in-
troducido en el interior del cuerpo.
Tras una maniobra rápida, era ex-
traído un tumor, cortando un pedazo
de órgano o simplemente colo-
Pachita era capaz de alterar los niveles de
organización del espacio para lograr la
materialización de un órgano que luego
trasplantará en el paciente
cando en su lugar algún tejido.
Tuve la oportunidad de hacer un
seguimiento de varios pacientes
operados por Pachita de tumores.
Recuerdo, por ejemplo, el caso de
dos mujeres norteamericanas a
quienes en Nueva York les habían
diagnosticado tumores cerca de la
matriz. Después de la operación, en
la que estuve presente, ambas en-
fermas se fueron a recuperar a mi
casa. Esto me permitió constatar los
resultados. En la zona de incisión se
observaba una pequeña cicatriz, pa-
recida a lo que podía ser un dimi-
nuto rasguño.
Dos años después, en un viaje
que hice a Nueva York, pude hablar
con estas dos pacientes de Pachita y
me confirmaron que sus tumores
habían desaparecido después de la
intervención y que no habían tenido
ninguna molestia ni secuela poste-
rior.
Pachita realizaba trasplantes de
órganos. En los casos en los que lle-
gaba un enfermo con alguna altera-
ción grave en uno de sus órganos,
por ejemplo un cáncer pulmonar,
Pachita, con su cuchillo de monte,
abría la piel, cortaba las costillas utili-
zando una sierra de plomero tipo
vernácula, extraía el pulmón afec-
tado y luego efectuaba el trasplante.
El órgano trasplantado era absor-
bido extrañamente desde dentro del
cuerpo y, después de hacer un ruido
característico, como si se inflara un
globo, la incisión se cerraba y el pa-
ciente era colocado en recupera-
ción. Después de las operaciones,
los pacientes eran vendados en la
zona tratada, y durante media hora
reposaban en el mismo cuarto (o
«quirófano») en el que se había reali-
zado la intervención. De acuerdo
con Pachita este lapso de descanso
servía para equilibrar los campos de
energía del cuerpo a fin de que el
paciente se recuperase; luego éste
era ayudado a reintegrarse a su ho-
gar, donde debía permanecer 72
horas en reposo absoluto.
Los trasplantes eran múltiples. Yo
vi decenas de casos de pulmón, por
lo menos cuatro de riñón, y otras in-
tervenciones que describo amplia-
mente en mi libro acerca de Pachita
(Grinberg-Zylberbaum, 1980).
En ocasiones, los órganos para
los trasplantes eran aportados por
los mismos pacientes, quienes los
conseguían en una morgue. Otras
veces era Pachita quien, mediante
una materialización, hacía aparecer
el órgano a ser trasplantado.
Estas operaciones de materializa-
ción pertenecen a la tercera modali-
dad del trabajo de Pachita, es decir,
el manejo del espacio-tiempo, cuyo
procedimiento describiré en se-
guida.
MATERIALIZACION DE
ORGANOS
En los casos de operaciones qui-
rúrgicas que implicaban trasplantes
en los que los pacientes no podían
conseguir el órgano a reponer, Pa-
chita realizaba unos movimientos
extraños con sus brazos y manos en
el aire, después de los cuales gene-
ralmente aparecía un tejido que era
utilizado para el trasplante.
Pachita realizaba materializacio-
nes en forma cotidiana y sin prestar-
les mayor atención. Era capaz de al-
terar diferentes niveles de organiza-
La enfermedad es la consecuencia del
enfrentamiento de dos poderes fundamentales en
el hombre: la luz y la oscuridad, cuya batalla
resulta todavía desconocida para la Ciencia
Reportaje
Existe un nivel en cada persona a partir del cual
todo es posible mediante un acto simple de
voluntad
ción del espacio de tal forma que lo-
graba que este espacio transpa-
rente sufriera un cambio en su es-
tructura fundamental, dando lugar a
un objeto. Yo tuve oportunidad de
ver esto docenas de veces. Un día,
inclusive, Pachita me entregó algo
que había recién materializado: era
un pequeño marco metálico cobrizo
en forma ovalada y con vidrio, que
contenía un óleo diminuto de un ar-
tista desconocido llamado Flo.
Un manejo también extraordinario
del espacio-materia era realizado
durante las operaciones. Por ejem-
plo, la utilización del cuchillo de
monte era casi simbólica: el cuchillo
realmente no era utilizado como bis-
turí, sino que parecía bastar el con-
tacto de su punta con la piel para
que ésta se abriese. De igual ma-
nera, cuando las heridas se sutura-
ban no se utilizaba hilo ni aguja, sino
un manejo similar del espacio-mate-
ria que, de alguna manera, hacía
que la apertura sufriera un proceso
de inversión y lo que antes se había
abierto, ahora se cerrara por sí solo.
Todas las situaciones de manejo
quirúrgico, diagnóstico, o de altera-
ción de la estructura del espacio es-
taban acompañadas de una mística
particular, en la que Pachita conti-
nuamente hacía referencia a Dios, al
Padre y a una serie de entidades
que le eran familiares. Esto nos lleva
a la cuarta modalidad de su trabajo.
PACHITA ENCARNA A
CUAUHTEMOC
Pachita afirmaba desconocer el
mecanismo mediante el cual reali-
zaba su trabajo. Inclusive afirmaba
no tener conciencia de lo que hacía
su cuerpo durante las intervencio-
nes quirúrgicas o durante el manejo
del espacio-materia. Decía que to-
das estas maniobras las realizaba su
protector, el que se introducía en su
cuerpo para manejar su materia y
realizar las milagrosas intervencio-
nes sin la conciencia normal de Pa-
chita.
Sobre esta conciencia, Pachita
decía que la sentía como localizada
en una especie de jardín, repo-
sando, mientras su cuerpo era ma-
nejado por su protector, quien reali-
zaba las operaciones.
El supuesto protector de Pachita
era Cuauhtémoc, último emperador
azteca. Aparecía en el momento en
que se iniciaba el trabajo quirúrgico,
cuando Pachita se sentaba en una
silla antes de iniciar las operaciones.
Ella cerraba los ojos, respiraba pro-
fundo y después de ejecutar una se-
rie de movimientos extraños, de
pronto aparecía una personalidad
alterna que se presentaba con el
nombre de Cuauhtémoc. Varias ve-
ces presenté este trance en el que
Pachita transformaba su personali-
dad.
Cuando Cuauhtémoc aparecía, la
voz de Pachita cambiaba, su cuerpo
mostrábase más fuerte, su actitud
pasaba de ser de una cualidad fe-
menina a otra masculina, su presen-
cia se volvía regia, en el sentido más
estricto de la palabra, y general-
mente saludaba a quienes presen-
ciábamos la metamorfosis diciéndo-
nos: «En el nombre del Padre yo os
saludo».
Cuauhtémoc —o al menos así se
identificaba— contaba que en su
época, durante su reinado, los em-
peradores aztecas como él, además
de aprender a dirigir el imperio
desde el punto de vista político,
aprendían a manejar la energía en
procesos quirúrgicos, similares a los
que he descrito. Cuauhtémoc consi-
deraba que su misión en la Tierra
había sido interrumpida por la con-
quista española y que Pachita, por
medio de su cuerpo, le ofrecía la
oportunidad de concluir su obra. A
este cuerpo de Pachita Cuauhtémoc
lo denominaba «la envoltura de ma-
teria», y hablaba de él como si fuera
un traje o herramienta que utilizaba
en forma directa para realizar las
maniobras quirúrgicas y las otras
modalidades de trabajo que han
sido descritas.
La aparición de esta personalidad
alterna era siempre acompañada de
un mensaje iniciático o místico, en el
que se mencionaba la existencia de
poderes sobrenaturales que guia-
ban el desarrollo de los aconteci-
mientos del mundo. Cuauhtémoc
contaba que él y un grupo de cola-
boradores de su nivel realizaban tra-
bajos de remodelación planetaria,
de equilibrio energético planetario,
de desviación de influencias negati-
vas y de prevención de crisis en al-
guna o varias zonas del mundo.
Esta última consideración nos
lleva hacia el cuestionamiento del
concepto de realidad de Pachita y
de su linaje.
LOS TRES NIVELES DE
EXISTENCIA
Como vimos antes, Pachita consi-
deraba que además del mundo coti-
diano del que ella era partícipe,
existían realidades alternativas en
las que convivían seres que tenían
mayor poder y capacidad de modifi-
cación de eventos que los seres hu-
manos. A estos seres, Pachita los lla-
mabaprotectores y manifestaba te-
ner uno propio, afirmando que la
mayor parte de los seres que com-
partían su trabajo también adquirían,
por tal hecho, un protector o guía es-
piritual.
Esta concepción de la realidad no
puede ser reducida a un solo nivel,
sino considerada más bien en varios
niveles, ocupados y vividos por dife-
rentes seres. Así, Cuauhtémoc,
como habitante del mundo espiri-
tual, y según esta concepción, vivía
en compañía de otros seres de la
misma categoría energética, con los
que laboraba y realizaba diferentes
operaciones, entre las cuales esta-
ban las quirúrgicas, utilizando como
medio el cuerpo de Pachita. En otro
nivel de realidad, estos seres espiri-
tuales eran, a su vez, comandados
por seres de otra categoría más cer-
cana a lo que Cuauhtémoc denomi-
naba El Padre Supremo o Dios.
En muchas ocasiones, durante las
operaciones quirúrgicas, cuando el
cuerpo de Pachita era ocupado por
Cuauhtémoc, él se despedía de sus
colaboradores para ir a consultar al
Padre sobre las decisiones a tomar,
o sobre qué maniobras-hacer con
sus enfermos. Cuauhtémoc decía, li-
teralmente, que iba a preguntarle al
Padre y que regresaría después de
recibir instrucciones.
En el concepto de realidad de Pa-
chita existían por lo menos tres nive-
les:
1. El nivel de los seres humanos
cotidianos.
2. El nivel de los protectores,
como el mismo Cuauhtémoc.
3. El nivel del Padre Supremo,
que comandaba a los otros dos ni-
veles.
Dentro de este concepto de reali-
dad, Pachita también incorporaba la
existencia de otro ser que llamaba
muerte. Este aparecía y se manifes-
taba cuando alguno de los enfermos
era diagnosticado como incurable.
La aparición de la muerte como ser
específico muchas veces estaba
acompañada de ruidos o palabras
que salían de la misma boca de Pa-
chita.
En ocasiones oía Pach ita mencio-
nar el nombre del profeta Elías
como guía de su linaje; en otras oí
hablar acerca de otros seres míticos
que parecían tener un contacto muy
cercano con el linaje de Pachita.
Paralelo al concepto de realidad
descrito, Pachita defendía un pro-
ceso de desarrollo de la conciencia,
que a continuación describo.
Sólo con la visualización de las palmas de las
manos, decodificando sus líneas, coloración y otros
aspectos, Pachita era capaz de diagnosticar
innumerables enfermedades
capaz de curar de
rma milagrosa»
ermos condenados a
erte. Muchas veces,
hita utilizaba un
hillo de monte como
o bisturí Junto a
s dos imágenes que
ogen los momentos
dos intervenciones,
rece el mural de
ueiros que
resenta a la
'olución Mexicana.
Reportaje
as operaciones quirúrgicas se verificaban en un
modesto cuarto, presidido por un altar de siete
peldaños con imágenes de Cuauhtémoc, la Virgen
de Guadalupe y algunos santos de la Iglesia
DESARROLLO DE LA
CONCIENCIA
Pachita consideraba que en el
mundo existían por lo menos dos
fuerzas o poderes fundamentales
que en ocasiones se enfrentaban en
batallas mortales yterribles: la luz y
la oscuridad. La luz era para Pachita
sinónimo de amor, de oración, de
curación, de buenas intenciones y
de trabajo sano. La oscuridad, en
cambio, era muerte, degeneración,
engaño, trabajos sucios, trabajos
diabólicos y brujerías.
Pachita hablaba de la existencia
de enfermedades provocadas por
«daños>'. Los «daños'> eran entida-
des de origen desconocido genera-
das en el cuerpo de los pacientes
por prácticas de brujería causadas
por hechiceros que eran pagados
para realizar trabajos de maldad en
otros seres humanos. Los «daños»
eran reconocidos por Pachita, por
un olor característico o una actitud
también característica. Cuando un
«daño» era detectado, Pachita anun-
ciaba que el siguiente paciente era
un paciente de «daño>' y que, por
tanto, debían tomarse precauciones
adecuadas para trabajar e intervenir
quirúrgicamente en este tipo de pa-
cientes.
Generalmente, cuando se anun-
ciaba un «daño'>, se hacían cadenas
de protección en las que los colabo-
radores se tomaban de las manos y
formaban un círculo alrededor del
campo operatorio. En otras ocasio-
nes, algunos colaboradores lanza-
ban al aire un líquido balsámico que,
según ellos, mantenía alejados a los
pacientes de las presencias negati-
vas que querían afectarlos.
El desarrollo de la conciencia,
para Pachita y su linaje, implicaba
vencer la oscuridad y fortalecer la
luz. Según ella, todos los seres
tenían como motivo primordial la
búsqueda de la luz, y esta motiva-
ción hacía que tales seres tuvieran
conductas dirigidas al logro de esta-
dos positivos de amor y de sana re-
lación con sus prójimos. De esta
forma, el concepto de desarrollo de
la conciencia que defendía Pachita
implicaba la existencia de un centro
esencial luminoso en cada ser hu-
mano, y la necesidad de activar este
centro, oponiéndose a cualquier ba-
rrera que dificultara la manifestación
del mismo. Pachita consideraba que
el arma más poderosa era el amor y
la luz y que no importaba la aparente
actitud destructiva de algún ser,
pues éste siempre viajaba en busca
de la luz.
La doctrina de Pachita era, pues,
la de acrecentar los estados lumino-
sos y la de trabajar en pos de una
mayor existencia de luz y amor en el
mundo.
En este sentido, yo asistí por lo
menos a cinco operaciones quirúr-
gicas, en las que del cuerpo de los
pacientes eran extraídos objetos y
animales que representaban la ma-
terialización de los «daños». A estos
objetos o animales se les trataba de
una forma muy especial.
LA LUCHA CON EL «DAÑO»
Pachita decía que, a veces, des-
pués de ejecutar una operación de
extracción de «daños», por la noche
se establecía una lucha mortal entre
ella misma y el causante del «daño»,
que aparecía para tratar de recupe-
rar el poder perdido sobre su pa-
ciente. Recuerdo el caso de un niño
de aproximadamente 7 años de
edad, que fue operado en la clínica
de Pachita, en Parral, de un «daño»
localizado cerca del corazón. Este
niño apareció acompañado de su
madre, la cual se quejaba de la mala
conducta, actitudes destructivas y
lenguaje obsceno de su hijo. Al estar
en presencia de Pachita, y después
de ser diagnosticado como de en-
fermedad por «daño», Pachita deci-
dió operario al día siguiente.
3113
El niño llegó a la clínica con su
madre y se sentaron a hacer ante-
sala. En determinado momento, una
de las camionetas que estaba esta-
cionada cerca de la clínica perdió
inesperadamente el freno de mano y
empezó a rodar en dirección hacia
donde estaba el niño. Un instante
antes de que el vehículo lo alcanzara
de lleno alguien apartó al pequeño,
quien inmediatamente fue introdu-
cido en el quirófano para ser interve-
nido. Recuerdo que este niño fue lle-
vado a rastras a la mesa de opera-
ciones y acostado en ella en contra
de su voluntad. Después de que Pa-
chita pidió paz para el pequeño, la
entidad o «daño» que ocupaba el
cuerpo del niño contestó que jamás
lo dejaría.
Pachita esgrimió el cuchillo de
monte contra el pequeño, quien con
voz ronca contestó que no le afecta-
ban las amenazas. Cuando el cuchi-
llo estaba a punto de ser introducido,
el niño empezó a gritar pidiendo au-
xilio.
Pachita abrió el pecho, extrajo un
objeto rectangular de color negro
carbón, y en seguida cerró la herida.
En ese momento, el paciente co-
menzó a llorar, Pachita lo tomó en
sus brazos y le dijo que por fin había
recuperado su ser íntegro y que ya
nadie lo molestaría más. El niño fue
entregado a la madre, que varios
días después se presentó diciendo
que su hijo estaba totalmente trans-
formado, se había convertido en un
niño normal, sin alteraciones con-
ductuales, sin actitudes agresivas y
que utilizaba el lenguaje que corres-
pondíaa su edad.
Este caso, como muchos otros
que pude atestiguar, indican que
Pachita tenía control sobre mecanis-
mos que se manifiestan en formas
objetivas y materiales, como por
ejemplo los objetos localizados en el
interior del cuerpo de sus pacientes.
Es evidente que estos mecanismos
afectan en grado sumo la conducta
del hombre, y, sin embargo, resultan
todavía desconocidoé para la Cien-
cia.
CAPAZ DE MODIFICAR LA
REALIDAD
Oonk ita nc. r'nnc.irinrarla , non ra_
los niveles de realidad alternos difí-
cilmente serán superados.
Un intento de explicación de lo
que Pachita hacía es necesario,
aunque de antemano sabemos que
tal intento está destinado al fracaso,
porque los fenómenos que se mani-
festaban a través de ella son dema-
siado complejos y desconocidos
como para poder ser integrados a
una concepción científica ade-
cuada. La inexistencia de esta con-
cepción, sin embargo, no es argu-
mento suficiente para invalidar las
observaciones realizadas en Pa-
chita, las cuales han sido verificadas
no solamente por este autor, sino
por otras personas que han estado
en contacto con esta mujer.
Pachita era capaz de modificar la
realidad en un grado total. Era capaz
de afectar campos energéticos, or-
ganizaciones corporales, tejidos, y
mecanismos fisiológicos, sobre los
que ejercía un poder de transforma-
ción.
¿Cómo y a través de qué medios
se realizaban estas maniobras? Es
imposible saberlo. Probablemente,
Pachita tenía la capacidad de visua-
lizar un determinado acontecimiento
quirúrgico y bastaba esta creación
mental para que el acontecimiento
ocurriera en la realidad. Si esto es
así, Pachita de alguna manera co-
nocía las leyes de organización del
espacio y la materia y las relaciones
que existían entre estas leyes y sus
propios procesos psíquicos. Esta
posibilidad es una de tantas tenta-
ciones de racionalización del pro-
ceso que ocurría siempre que Pa-
r'hiti fr KiK	rr'n Ql IQ fl'inttQ
Los enfermos eran operados con un prominente
cuchillo de monte. La incisión generalmente era
grande. No había anestesias; sin embargo, algún
misterioso mecanismo amortiguaba el dolor de los
pacientes
37
Reportaje
En las operaciones de sutura, Pachita no utilizaba
ni aguja, ni hilo. De la misma manera que se había
abierto, la incisión seguía un proceso inverso
cerrándose mágicamente
reconocido inmediatamente como
manifestación de problemas circu-
latorios intensos. Pachita invitó al jo-
ven a acostarse en la mesa de ope-
raciones y, sin mayor preámbulo,
abrió el pecho con su cuchillo de
monte; cortó después las costillas e
introdujo el cuchillo extrayendo el
corazón, todavía conectado con la
aorta y con las otras derivaciones
venosas. Palpitante, lo colocó a un
lado de la terrible incisión, sobre el
pecho del paciente. Durante esta
operación, yo trabajaba junto a Pa-
chita, y al observar el corazón la-
tiendo fuera del cuerpo que allí
yacía, me impresioné de tal grado
que repetí varias veces en voz alta
¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡Dios mío! Ante
esta manifestación de asombro, Pa-
chita ladeó la cabeza y llamando a
uno de sus colaboradores, le dijo al
oído, pero con suficiente intensidad
como para que yo pudiera oírla: «Ja-
cobo todavía no es uno de los nues-
tros». En efecto, yo todavía no acep-
taba lo que estaba sucediendo ante
mis ojos como una realidad coti-
diana y posible, sino que aún tenía la
concepción de que aquello era ex-
traordinario e imposible desde el
punto de vista de la Ciencia y la tec-
nología contemporáneas.
Esta experiencia me hizo com-
prender y me permitió asomarme un
instante al mundo de Pachita, en el
cual la realidad milagrosa resultaba
cotidiana y la idea más extraordina-
ria era convertida inmediatamente
en realidad fática, a través de un me-
canismo totalmente desconocido
para mí.
UNA OPERACION
ESPECTACULAR
La misma sensación de imposibi-
lidad y asombro ante lo que veía me
ocurrió durante las operaciones que
Pachita realizó en una niña de 13
años, que había sido descerebrada
durante una intervención practicada
en un hospital de la Ciudad de Mé-
xico. La niña era, prácticamente, un
vegetal; no controlaba esfínteres, no
hablaba, no caminaba y vivía en una
silla de ruedas totalmente inválida.
Pachita realizó en ella alrededor de
10o' peraciones, tratando de recons-
truirla masa encefálica que había
sido destruida por sobredosis de
anestesia. Asistí a cuatro de esas
operaciones, en las que Pachita
abría el cráneo dejando al descu-
bierto la corteza cerebral para luego,
con su cuchillo, cortar un pedazo del
cerebro. Después materializaba te-
jido cerebral para introducirlo en el
lugar del «dañado», que previa-
mente había extraído. Las heridas
ocasionadas en cada una de las
operaciones las cerraba utilizando
un procedimiento energético, que
consistía en colocar las manos so-
bre la herida y concentrarse en las
palmas, como si éstas irradiaran una
energía especial.
Cada quince días, la niña, acom-
pañada de sus padres, volvía para
control y ya no presentaba señales
de infección o las alteraciones que
generalmente suelen aparecer des-
pués de una intervención tan trau-
mática; en lugar de ello demostraba
una mejoría notable.
Años más tarde, tuve oportunidad
de visitar a la paciente, que se había
convertido en una joven de 19 años.
Pude observar que los procesos ac-
tivados por las operaciones de Pa-
chita, aunque parcialmente, tuvieron
éxito, ya que la muchacha, si bien
39
Pachita había sido adoptada por un extraño africano llamado 1Charles, quien le inició en los antiquísimos procedimientos
curativos de los chamanes. A la izquierda, el grabado
representa a unos indígenas participando en una ceremonia
chamánica. Arriba, intervención por el oído, sin anestesia.
era capaz de controlar sus movi-
mientos, tenía un vocabulario res-
tringido, entendía prácticamente
todo lo que se le decía, comía por sí
sola, manifestaba un estado de
alegría constante y con ayuda podía
caminar. Tales resultados muestran
que lo que hacía Pachita tenía un
efecto duradero y positivo en quie-
nes iban a verla en busca de ayuda y
alivio para sus desgracias.
MATERIALIZACION DE LOS
BUENOS DESEOS
Pachita poseía un control casi ab-
soluto sobre la materia y la energía.
Una posiblQ explicación de ese po-
der es que su conciencia estaba lo-
calizada en la fuente a partir de la
cual se construye la Realidad. De al-
guna forma sabía cómo modificar
esa fuente y, portanto, las manifesta-
ciones que de ella surgen.
Según Pachita, existe un nivel en
uno mismo a partir del cual todo es
posible y además lo es natural y di-
rectamente. Pachita me regañaba
cuando en mi asombro yo parecía
disociar su realidad de la realidad
cotidiana. Parecía decirme que
hasta que no aceptara como natural
lo que ella hacía, no podría com-
prenderlo. Su comprensión era el
hecho mismo. No había que buscar
mecanismos sofisticados ni funcio-
nes complejas, sino aceptar que,
cuando se llega a la fuente, todo es
posible, mediante un acto simple de
voluntad. Para Pachita todo tenía co-
nexión con la conciencia, todo era
conciencia. Bastaba el deseo de la
mente, localizada en la fuente de la
Realidad, para materializar el deseo.
A Pachita le gustaba la Teoría Sin-
térgica. Cada vez que yo le trans-
mitía las cogniciones de la misma,
se regocijaba. Me alentaba a seguir
pensando que existía una interac-
ción entre campos de energía y que
de ella provenía el mundo de nues-
tras imágenes visuales. Yo sentía
que ella veía los campos y sus inte-
racciones y que podía manejar su
focalización no solamente con
maestría, sino con la certeza que
proviene de la videncia directa.
La mente de Pachita estaba en
unión con la mente de sus pacientes
y colaboradores. No existe otra
forma de entender su poder de co-
nocimiento del otro, ni sus extraordi-
narias hazañas de diagnóstico.
Según la Teoría Sintérgica, Pa-
chita poseía un poder total de ma-
nejo de la focalización de su factor
de direccionalidad. Esto le permitía
hacer aparecer su experiencia en
cualquier localización sin tener que
trasladarse a ella. Por otro lado, su
manejo del campo cuántico o de la
red del espacio-tiempo, le permitía
materializar y desmaterializar obje-
tos o trasladarlos como si para ella
no existieran distancias.
En conclusión, Pachita fue uno de
los más portentosos seres humanos
que hayan existido; su poder le per-
mitía realizar hazañas increíbles. Era
una vidente que podía percibir la
Realidad desde una perspectiva o
nivel tales, que veía con claridad lo
que para el resto permanecía invisi-
ble. Esa capacidad de ver hacía que
pudiese diagnosticar, con una exac-
titud asombrosa, diferentes dolen.-
cias y enfermedades. A partir de su
conducta, podemos deducir que
existe un nivel de la realidad desde
el cual es posible ver.
Jacobo GRINBERG
Fotos cedidas al autor
por Pedro Romanluk.
Edesarrollo de la conciencia era para Pachita, y
para los poderes que ella representa, una vía por la
que es posible vencer a la oscuridad y fortalecer la
luz en nosotros

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REVISTA MAS ALLA-014 pachita-ma014

  • 2. Desconocemos las fuentes de su poder y las técnicas con que las aplican, pero son capaces de curar de forma mila- grosa enfermos condenados a muerte. Pachita fue uno de los nombres propios de esta milenaria «medicina». Su bis- turí, un cuchillo de monte; sus diagnósticos, una esperanza para los que viven en la oscuridad; su filosofía, una aproxi- mación hacia la luz.
  • 3. Reportaje /origen remoto de los trabajos que realizaba Pachita hace suponer que nuestros antepasados tenían conocimientos que nosotros desconocemos, a pesar del aparente adelanto tecnológico en el que vivimos p ersonalmente tuve la oportu- nidad de observar directa- mente el trabajo de una de las más grandes chamanas de la ciudad de México, Doña Pachita, y de com- probar no solamente su capacidad para afectar la materia con su mente, sino la de utilizar esta capacidad para realizar milagrosas operaciones qui- rúrgicas. Bárbara Guerrero era el nombre de nacimiento de Pachita. La conocí cuando estaba a punto de cumplir 80 años de edad, pero todavía mos- traba una fuerza y poder envidiables. La encontré en una reunión a la que había sido invitado en la Residencia Lázaro Cárdenas de Los Pinos. Una semana antes, Margarita López Portillo, hermana del presidente de la República de México, me había sido presentada y después de una conversación acerca del estado de la conciencia del país, me invitó a esa reunión. TODOS LOS PAJAROS COMENZARON A TRINAR El salón en el que nos encontrá- bamos era amplio, soleado y lleno de jaulas enormes, con pájaros traí- dos de todas las regiones del país, que permanecían plácidos y en rela- tivo silencio. De pronto y al unísono, todos los pájaros empezaron a trinar y el volumen de sus sonidos, suma- dos entre sí, nos ensordeció, hacién- donos voltear en todas direcciones, tratando de encontrar la razón de tan estrepitoso acontecimiento. Junto a la puerta de entrada al sa- lón, una figura rechoncha, bajita yde un andar simpático y risueño estaba penetrando. No cabía duda alguna que los cantos de los pájaros esta- ban relacionados con esa mujer, que vestida humildemente y cu- bierta por un sueter viejo, se nos acercaba sonriente. Era Pachita, y los pájaros de México le habían dado la bienvenida. Yo estaba pasmado por el acon- tecimiento y no podía apartar la vista de esa mujer, que cada vez me pa- recía más bella y profunda. Pachita se sentó en una silla frente a Margarita y, sin preámbulo alguno, la interpelé. —¿Porqué hay tantos impuestos, Margarita? ¿No ves que el pueblo se está muriendo de hambre?» Yo noté que la expresión de Mar- garita cambiaba y que miraba, como yo, la manga raída del sueter de Pa- chita. (Después supe que Pachita se había vestido, a propósito, con su ropa más vieja.) López Portillo le contestó, en un susurro: —<Te juro que yo no tengo nada empleada por Pachit era también realizada por algunos príncipes aztecas, como Cuauhtémoc, el último de sus emperadores (en el grabado de la derecha le vemos en el momento de su autismo). En el primer ^queológicos plano, restos de la civilización azteca (México).
  • 4. : Los enfermos no son anestesiados durante las operaciones quirúrgicas; sin embargo, algún mecanismo misterioso amortigua el dolor que ver con los impuestos, pero te prometo que se lo voy a decir a mi hermano.» Después, nos sirvieron café, Un mayordomo de levita sosteniendo una charola se acercó a Pachita y se lo ofreció en una taza de porcelana. Ella la vio, burlona, y dijo en voz alta, como asegurándose de que todos puidéramos oírla: —<ciA mí tráigame café de olla!» El mensaje era claro y yo empecé a admirar a Pachita ya desear cono- cerla mejor. Como si ella hubiera oído mis pensamientos, se me* acercó y me invitó a ir a verla a su casa la si- guiente semana. DE UN LINAJE DESCONOCIDO El origen del linaje de Pachita es totalmente desconocido. Existe al- guna indicación en el sentido de que el trabajo realizado por esta cha- mana-nahuala era también ejecu- tado por algunos príncipes aztecas, entre los que se encuentra Cuauh- témoc, el último emperador azteca (las razones para suponer esto se verán más adelante). Existen evidencias acerca de tra- bajos similares a los que realizaba Pachita, grabadas en las piedras de lca, descubiertas por el Dr. Cabrera, en Perú. Estas evidencias inscritas en las piedras de Ica son altamente especulativas, pero sugerentes de que el origen de las habilidades que manifestaba Pachita se remonta a un pasado muy lejano de la Humani- dad. Pachita decía que su linaje pa- saba de generación en generación mediante parentesco directo. De esta forma, Pachita afirmaba que después de su muerte su trabajo sería realizado por uno de sus hijos del sexo masculino, que a su vez lo heredaría una hija, y así sucesiva- mente, hasta cumplir diez genera- ciones. Si es correcta la suposición de que el origen de las habilidades de esté linaje es remoto, habría que cuestionar la concepción según la cual nos encontramos en la actuali- dad en un estado de superación tec- nológica con respecto al pasado. En otras palabras, el trabajo de Pachita, como veremos enseguida, era tan extraordinario (tecnológicamente hablando), y si su origen es remoto, habría que suponer que nuestros antepasados tenían conocimientos que nosotros desconocemos a pe- sar del aparente adelanto tecnoló- gico en el que vivimos. EL AMANECER DE SUS PODERES Pachita nació en la ciudad de Pa- rral, Estado de Chihuahua, al norte de la República Mexicana, un día de Diciembre del año 1900. Fue aban- donada por sus padres, por ser hija ilegítima, y adoptada por un perso- naje extraño, el cual se llamaba Charles, de origen africano y de tez negroide. Según una descripción hecha por la misma Pachita al autor del presente estudio, Charles se de- dicó a enseñarle una serie de proce- dimientos de curación, manejo energético, visiones acerca de las estrellas y obtención de información oracular. Charles regresó a su país cuando Pachita tenía 15 años de edad y a partir de ese momento Bárbara Guerrero vivió sola y con sus pro- pios medios. Cuenta Pachita que ella desco- nocía sus propias capacidades cu- rativas y que en una ocasión, al asis- tir a un circo que se presentaba cerca de donde vivía, en el norte del país, se encontró con un elefante bebé que estaba muy enfermo; Pa- chita se acercó a este animal y lo curó; a partir de ese momento co- menzó su carrera de sanadora. Sin embargo, la época (1915) era im- propia para la manifestación abierta de estas capacidades curativas y te- miendo que la gente la considerara bruja y, por tanto, la persiguiera, Pa- chita ocultó sus habilidades. Luchó junto a Villa durante la Re- volución; fue soldado. Después se dedicó a diferentes actividades: fue bailarina, trabajó vendiendo billetes de lotería y terminó cantando en los camiones de la Ciudad de México, a
  • 5. Reportaje la que llegó en una fecha descono- cida para el autor. Ya en la edad adulta, se dedicó abiertamente a la curación. Se esta- bleció en la Ciudad de México y em- pezó a recibir enfermos. EL DIAGNOSTICO Las modalidades de trabajo de esta chamana-nahuala pueden ser divididas en cuatro grandes cate- gorías. En primer lugar, lo que podría denominarse trabajo de diagnós- tico; en segundo lugar, el trabajo quirúrgico; en tercer lugar está el manejo del espacio, la materia, la energía, y, por último, el trabajo ¡ni- ciático o místico. Intentaré describir cada una de estas modalidades en las siguientes secciones. Pachita usaba diferentes procedi- mientos, cada uno de ellos con una maestría inigualable. Una de las formas de diagnóstico era la visualización de las palmas de las manos de los pacientes. A través de la decodificación de las formas de las líneas de las palmas, de su coloración, y de aspectos que no fueron posibles de dilucidar, Pa- chita diagnosticaba enfermedades específicas. Localizaba abscesos, tumores, úlceras o infecciones en órganos particulares. Otra de las modalidades era la de tocar con sus manos zonas del cuerpo de los enfermos y, a través de algún mecanismo sensorial des- conocido, detectar en esas zonas y en las profundidades del cuerpo en- fermedades, infecciones, tumores, etc. Algunas veces la vi utilizar hue- vos que frotaba contra la piel de los enfermos para obtener información acerca de los padecimientos que sufrían. Pachita tenía también la capaci- dad sutil de poder diagnosticar al- gunas enfermedades con sólo ver al paciente. Estas habilidades la lle- vaban inclusive a poder detectar en- fermos a distancia y a diagnosticar con exactitud sus alteraciones y pro- cesos patológicos. LAS INTERVENCIONES QUIRURGICAS La principal actividad de Pachita era la de intervenir quirúrgicamente a sus pacientes. Las operaciones eran realizadas en un pequeño cuarto iluminado tenuemente con varias veladoras y adornado con un altar de 7 peldaños en los cuales se podían ver cuadros y estatuas de Cuauhtémoc, de la Virgen de Gua- dalupe y de otros santos. Las operaciones se llevaban a cabo en una de las esquinas del cuarto, en una pequeña cama de madera, sobre la cual se colocaba un hule-espuma cubierto con un plástico transparente. Los enfermos eran acostados en esa improvisada cama y una vez descubierta la parte del cuerpo afec- tada por la enfermedad, un ayu- dante de Pachita mojaba un algo- dón con alcohol y frotaba el líquido sobre la piel. Después, Pachita pedía su instrumento, que era un cuchillo de monte de aproximadamente 15 centímetros de longitud; tomándolo con su diestra, localizaba la zona de incisión y, sin preámbulo, lo intro- ducía y abría. La incisión general- mente era grande, con una conse- Según afirma Jacobo Grynberg, Pachita realizaba sus curaciones canalizando «realidades protectoras» de carácter positivo, dependientes del Dios Supremo, como ella misma afirmaba. Arriba, imagen de la Virgen milagrosa de Guadalupe, entre peregrinos. Junto a esta iglesia gótica en México, en la fotografía aparece Pachita (con el pelo cano) al lado de un paciente. cuente hemorragia natural. General- mente, los enfermos se quejaban y manifestaban dolor, aunque no comparable con el que podría espe- rarse sin (como era el caso) la apli- cación de anestésicos. En otras pa- labras, los enfermos no eran aneste- siados; tampoco se les aplicaba sustancias de aletargamiento que permitieran explicar la ausencia de dolor interno cuando Pachita hacía las incisiones con su cuchillo. Algún mecanismo misterioso, sin em- bargo, amortiguaba el dolor. Des- pués de la incisión, el cuchillo era in- troducido en el interior del cuerpo. Tras una maniobra rápida, era ex- traído un tumor, cortando un pedazo de órgano o simplemente colo- Pachita era capaz de alterar los niveles de organización del espacio para lograr la materialización de un órgano que luego trasplantará en el paciente
  • 6. cando en su lugar algún tejido. Tuve la oportunidad de hacer un seguimiento de varios pacientes operados por Pachita de tumores. Recuerdo, por ejemplo, el caso de dos mujeres norteamericanas a quienes en Nueva York les habían diagnosticado tumores cerca de la matriz. Después de la operación, en la que estuve presente, ambas en- fermas se fueron a recuperar a mi casa. Esto me permitió constatar los resultados. En la zona de incisión se observaba una pequeña cicatriz, pa- recida a lo que podía ser un dimi- nuto rasguño. Dos años después, en un viaje que hice a Nueva York, pude hablar con estas dos pacientes de Pachita y me confirmaron que sus tumores habían desaparecido después de la intervención y que no habían tenido ninguna molestia ni secuela poste- rior. Pachita realizaba trasplantes de órganos. En los casos en los que lle- gaba un enfermo con alguna altera- ción grave en uno de sus órganos, por ejemplo un cáncer pulmonar, Pachita, con su cuchillo de monte, abría la piel, cortaba las costillas utili- zando una sierra de plomero tipo vernácula, extraía el pulmón afec- tado y luego efectuaba el trasplante. El órgano trasplantado era absor- bido extrañamente desde dentro del cuerpo y, después de hacer un ruido característico, como si se inflara un globo, la incisión se cerraba y el pa- ciente era colocado en recupera- ción. Después de las operaciones, los pacientes eran vendados en la zona tratada, y durante media hora reposaban en el mismo cuarto (o «quirófano») en el que se había reali- zado la intervención. De acuerdo con Pachita este lapso de descanso servía para equilibrar los campos de energía del cuerpo a fin de que el paciente se recuperase; luego éste era ayudado a reintegrarse a su ho- gar, donde debía permanecer 72 horas en reposo absoluto. Los trasplantes eran múltiples. Yo vi decenas de casos de pulmón, por lo menos cuatro de riñón, y otras in- tervenciones que describo amplia- mente en mi libro acerca de Pachita (Grinberg-Zylberbaum, 1980). En ocasiones, los órganos para los trasplantes eran aportados por los mismos pacientes, quienes los conseguían en una morgue. Otras veces era Pachita quien, mediante una materialización, hacía aparecer el órgano a ser trasplantado. Estas operaciones de materializa- ción pertenecen a la tercera modali- dad del trabajo de Pachita, es decir, el manejo del espacio-tiempo, cuyo procedimiento describiré en se- guida. MATERIALIZACION DE ORGANOS En los casos de operaciones qui- rúrgicas que implicaban trasplantes en los que los pacientes no podían conseguir el órgano a reponer, Pa- chita realizaba unos movimientos extraños con sus brazos y manos en el aire, después de los cuales gene- ralmente aparecía un tejido que era utilizado para el trasplante. Pachita realizaba materializacio- nes en forma cotidiana y sin prestar- les mayor atención. Era capaz de al- terar diferentes niveles de organiza- La enfermedad es la consecuencia del enfrentamiento de dos poderes fundamentales en el hombre: la luz y la oscuridad, cuya batalla resulta todavía desconocida para la Ciencia
  • 7. Reportaje Existe un nivel en cada persona a partir del cual todo es posible mediante un acto simple de voluntad ción del espacio de tal forma que lo- graba que este espacio transpa- rente sufriera un cambio en su es- tructura fundamental, dando lugar a un objeto. Yo tuve oportunidad de ver esto docenas de veces. Un día, inclusive, Pachita me entregó algo que había recién materializado: era un pequeño marco metálico cobrizo en forma ovalada y con vidrio, que contenía un óleo diminuto de un ar- tista desconocido llamado Flo. Un manejo también extraordinario del espacio-materia era realizado durante las operaciones. Por ejem- plo, la utilización del cuchillo de monte era casi simbólica: el cuchillo realmente no era utilizado como bis- turí, sino que parecía bastar el con- tacto de su punta con la piel para que ésta se abriese. De igual ma- nera, cuando las heridas se sutura- ban no se utilizaba hilo ni aguja, sino un manejo similar del espacio-mate- ria que, de alguna manera, hacía que la apertura sufriera un proceso de inversión y lo que antes se había abierto, ahora se cerrara por sí solo. Todas las situaciones de manejo quirúrgico, diagnóstico, o de altera- ción de la estructura del espacio es- taban acompañadas de una mística particular, en la que Pachita conti- nuamente hacía referencia a Dios, al Padre y a una serie de entidades que le eran familiares. Esto nos lleva a la cuarta modalidad de su trabajo. PACHITA ENCARNA A CUAUHTEMOC Pachita afirmaba desconocer el mecanismo mediante el cual reali- zaba su trabajo. Inclusive afirmaba no tener conciencia de lo que hacía su cuerpo durante las intervencio- nes quirúrgicas o durante el manejo del espacio-materia. Decía que to- das estas maniobras las realizaba su protector, el que se introducía en su cuerpo para manejar su materia y realizar las milagrosas intervencio- nes sin la conciencia normal de Pa- chita. Sobre esta conciencia, Pachita decía que la sentía como localizada en una especie de jardín, repo- sando, mientras su cuerpo era ma- nejado por su protector, quien reali- zaba las operaciones. El supuesto protector de Pachita era Cuauhtémoc, último emperador azteca. Aparecía en el momento en que se iniciaba el trabajo quirúrgico, cuando Pachita se sentaba en una silla antes de iniciar las operaciones. Ella cerraba los ojos, respiraba pro- fundo y después de ejecutar una se- rie de movimientos extraños, de pronto aparecía una personalidad alterna que se presentaba con el nombre de Cuauhtémoc. Varias ve- ces presenté este trance en el que Pachita transformaba su personali- dad. Cuando Cuauhtémoc aparecía, la voz de Pachita cambiaba, su cuerpo mostrábase más fuerte, su actitud pasaba de ser de una cualidad fe- menina a otra masculina, su presen- cia se volvía regia, en el sentido más estricto de la palabra, y general- mente saludaba a quienes presen- ciábamos la metamorfosis diciéndo- nos: «En el nombre del Padre yo os saludo». Cuauhtémoc —o al menos así se identificaba— contaba que en su época, durante su reinado, los em- peradores aztecas como él, además de aprender a dirigir el imperio desde el punto de vista político, aprendían a manejar la energía en procesos quirúrgicos, similares a los que he descrito. Cuauhtémoc consi- deraba que su misión en la Tierra había sido interrumpida por la con- quista española y que Pachita, por medio de su cuerpo, le ofrecía la oportunidad de concluir su obra. A este cuerpo de Pachita Cuauhtémoc lo denominaba «la envoltura de ma- teria», y hablaba de él como si fuera un traje o herramienta que utilizaba en forma directa para realizar las maniobras quirúrgicas y las otras modalidades de trabajo que han sido descritas. La aparición de esta personalidad alterna era siempre acompañada de un mensaje iniciático o místico, en el que se mencionaba la existencia de poderes sobrenaturales que guia- ban el desarrollo de los aconteci- mientos del mundo. Cuauhtémoc contaba que él y un grupo de cola- boradores de su nivel realizaban tra- bajos de remodelación planetaria, de equilibrio energético planetario, de desviación de influencias negati- vas y de prevención de crisis en al- guna o varias zonas del mundo. Esta última consideración nos lleva hacia el cuestionamiento del
  • 8. concepto de realidad de Pachita y de su linaje. LOS TRES NIVELES DE EXISTENCIA Como vimos antes, Pachita consi- deraba que además del mundo coti- diano del que ella era partícipe, existían realidades alternativas en las que convivían seres que tenían mayor poder y capacidad de modifi- cación de eventos que los seres hu- manos. A estos seres, Pachita los lla- mabaprotectores y manifestaba te- ner uno propio, afirmando que la mayor parte de los seres que com- partían su trabajo también adquirían, por tal hecho, un protector o guía es- piritual. Esta concepción de la realidad no puede ser reducida a un solo nivel, sino considerada más bien en varios niveles, ocupados y vividos por dife- rentes seres. Así, Cuauhtémoc, como habitante del mundo espiri- tual, y según esta concepción, vivía en compañía de otros seres de la misma categoría energética, con los que laboraba y realizaba diferentes operaciones, entre las cuales esta- ban las quirúrgicas, utilizando como medio el cuerpo de Pachita. En otro nivel de realidad, estos seres espiri- tuales eran, a su vez, comandados por seres de otra categoría más cer- cana a lo que Cuauhtémoc denomi- naba El Padre Supremo o Dios. En muchas ocasiones, durante las operaciones quirúrgicas, cuando el cuerpo de Pachita era ocupado por Cuauhtémoc, él se despedía de sus colaboradores para ir a consultar al Padre sobre las decisiones a tomar, o sobre qué maniobras-hacer con sus enfermos. Cuauhtémoc decía, li- teralmente, que iba a preguntarle al Padre y que regresaría después de recibir instrucciones. En el concepto de realidad de Pa- chita existían por lo menos tres nive- les: 1. El nivel de los seres humanos cotidianos. 2. El nivel de los protectores, como el mismo Cuauhtémoc. 3. El nivel del Padre Supremo, que comandaba a los otros dos ni- veles. Dentro de este concepto de reali- dad, Pachita también incorporaba la existencia de otro ser que llamaba muerte. Este aparecía y se manifes- taba cuando alguno de los enfermos era diagnosticado como incurable. La aparición de la muerte como ser específico muchas veces estaba acompañada de ruidos o palabras que salían de la misma boca de Pa- chita. En ocasiones oía Pach ita mencio- nar el nombre del profeta Elías como guía de su linaje; en otras oí hablar acerca de otros seres míticos que parecían tener un contacto muy cercano con el linaje de Pachita. Paralelo al concepto de realidad descrito, Pachita defendía un pro- ceso de desarrollo de la conciencia, que a continuación describo. Sólo con la visualización de las palmas de las manos, decodificando sus líneas, coloración y otros aspectos, Pachita era capaz de diagnosticar innumerables enfermedades capaz de curar de rma milagrosa» ermos condenados a erte. Muchas veces, hita utilizaba un hillo de monte como o bisturí Junto a s dos imágenes que ogen los momentos dos intervenciones, rece el mural de ueiros que resenta a la 'olución Mexicana.
  • 9. Reportaje as operaciones quirúrgicas se verificaban en un modesto cuarto, presidido por un altar de siete peldaños con imágenes de Cuauhtémoc, la Virgen de Guadalupe y algunos santos de la Iglesia DESARROLLO DE LA CONCIENCIA Pachita consideraba que en el mundo existían por lo menos dos fuerzas o poderes fundamentales que en ocasiones se enfrentaban en batallas mortales yterribles: la luz y la oscuridad. La luz era para Pachita sinónimo de amor, de oración, de curación, de buenas intenciones y de trabajo sano. La oscuridad, en cambio, era muerte, degeneración, engaño, trabajos sucios, trabajos diabólicos y brujerías. Pachita hablaba de la existencia de enfermedades provocadas por «daños>'. Los «daños'> eran entida- des de origen desconocido genera- das en el cuerpo de los pacientes por prácticas de brujería causadas por hechiceros que eran pagados para realizar trabajos de maldad en otros seres humanos. Los «daños» eran reconocidos por Pachita, por un olor característico o una actitud también característica. Cuando un «daño» era detectado, Pachita anun- ciaba que el siguiente paciente era un paciente de «daño>' y que, por tanto, debían tomarse precauciones adecuadas para trabajar e intervenir quirúrgicamente en este tipo de pa- cientes. Generalmente, cuando se anun- ciaba un «daño'>, se hacían cadenas de protección en las que los colabo- radores se tomaban de las manos y formaban un círculo alrededor del campo operatorio. En otras ocasio- nes, algunos colaboradores lanza- ban al aire un líquido balsámico que, según ellos, mantenía alejados a los pacientes de las presencias negati- vas que querían afectarlos. El desarrollo de la conciencia, para Pachita y su linaje, implicaba vencer la oscuridad y fortalecer la luz. Según ella, todos los seres tenían como motivo primordial la búsqueda de la luz, y esta motiva- ción hacía que tales seres tuvieran conductas dirigidas al logro de esta- dos positivos de amor y de sana re- lación con sus prójimos. De esta forma, el concepto de desarrollo de la conciencia que defendía Pachita implicaba la existencia de un centro esencial luminoso en cada ser hu- mano, y la necesidad de activar este centro, oponiéndose a cualquier ba- rrera que dificultara la manifestación del mismo. Pachita consideraba que el arma más poderosa era el amor y la luz y que no importaba la aparente actitud destructiva de algún ser, pues éste siempre viajaba en busca de la luz. La doctrina de Pachita era, pues, la de acrecentar los estados lumino- sos y la de trabajar en pos de una mayor existencia de luz y amor en el mundo. En este sentido, yo asistí por lo menos a cinco operaciones quirúr- gicas, en las que del cuerpo de los pacientes eran extraídos objetos y animales que representaban la ma- terialización de los «daños». A estos objetos o animales se les trataba de una forma muy especial. LA LUCHA CON EL «DAÑO» Pachita decía que, a veces, des- pués de ejecutar una operación de extracción de «daños», por la noche se establecía una lucha mortal entre ella misma y el causante del «daño», que aparecía para tratar de recupe- rar el poder perdido sobre su pa- ciente. Recuerdo el caso de un niño de aproximadamente 7 años de edad, que fue operado en la clínica de Pachita, en Parral, de un «daño» localizado cerca del corazón. Este niño apareció acompañado de su madre, la cual se quejaba de la mala conducta, actitudes destructivas y lenguaje obsceno de su hijo. Al estar en presencia de Pachita, y después de ser diagnosticado como de en- fermedad por «daño», Pachita deci- dió operario al día siguiente. 3113
  • 10. El niño llegó a la clínica con su madre y se sentaron a hacer ante- sala. En determinado momento, una de las camionetas que estaba esta- cionada cerca de la clínica perdió inesperadamente el freno de mano y empezó a rodar en dirección hacia donde estaba el niño. Un instante antes de que el vehículo lo alcanzara de lleno alguien apartó al pequeño, quien inmediatamente fue introdu- cido en el quirófano para ser interve- nido. Recuerdo que este niño fue lle- vado a rastras a la mesa de opera- ciones y acostado en ella en contra de su voluntad. Después de que Pa- chita pidió paz para el pequeño, la entidad o «daño» que ocupaba el cuerpo del niño contestó que jamás lo dejaría. Pachita esgrimió el cuchillo de monte contra el pequeño, quien con voz ronca contestó que no le afecta- ban las amenazas. Cuando el cuchi- llo estaba a punto de ser introducido, el niño empezó a gritar pidiendo au- xilio. Pachita abrió el pecho, extrajo un objeto rectangular de color negro carbón, y en seguida cerró la herida. En ese momento, el paciente co- menzó a llorar, Pachita lo tomó en sus brazos y le dijo que por fin había recuperado su ser íntegro y que ya nadie lo molestaría más. El niño fue entregado a la madre, que varios días después se presentó diciendo que su hijo estaba totalmente trans- formado, se había convertido en un niño normal, sin alteraciones con- ductuales, sin actitudes agresivas y que utilizaba el lenguaje que corres- pondíaa su edad. Este caso, como muchos otros que pude atestiguar, indican que Pachita tenía control sobre mecanis- mos que se manifiestan en formas objetivas y materiales, como por ejemplo los objetos localizados en el interior del cuerpo de sus pacientes. Es evidente que estos mecanismos afectan en grado sumo la conducta del hombre, y, sin embargo, resultan todavía desconocidoé para la Cien- cia. CAPAZ DE MODIFICAR LA REALIDAD Oonk ita nc. r'nnc.irinrarla , non ra_ los niveles de realidad alternos difí- cilmente serán superados. Un intento de explicación de lo que Pachita hacía es necesario, aunque de antemano sabemos que tal intento está destinado al fracaso, porque los fenómenos que se mani- festaban a través de ella son dema- siado complejos y desconocidos como para poder ser integrados a una concepción científica ade- cuada. La inexistencia de esta con- cepción, sin embargo, no es argu- mento suficiente para invalidar las observaciones realizadas en Pa- chita, las cuales han sido verificadas no solamente por este autor, sino por otras personas que han estado en contacto con esta mujer. Pachita era capaz de modificar la realidad en un grado total. Era capaz de afectar campos energéticos, or- ganizaciones corporales, tejidos, y mecanismos fisiológicos, sobre los que ejercía un poder de transforma- ción. ¿Cómo y a través de qué medios se realizaban estas maniobras? Es imposible saberlo. Probablemente, Pachita tenía la capacidad de visua- lizar un determinado acontecimiento quirúrgico y bastaba esta creación mental para que el acontecimiento ocurriera en la realidad. Si esto es así, Pachita de alguna manera co- nocía las leyes de organización del espacio y la materia y las relaciones que existían entre estas leyes y sus propios procesos psíquicos. Esta posibilidad es una de tantas tenta- ciones de racionalización del pro- ceso que ocurría siempre que Pa- r'hiti fr KiK rr'n Ql IQ fl'inttQ Los enfermos eran operados con un prominente cuchillo de monte. La incisión generalmente era grande. No había anestesias; sin embargo, algún misterioso mecanismo amortiguaba el dolor de los pacientes 37
  • 11. Reportaje En las operaciones de sutura, Pachita no utilizaba ni aguja, ni hilo. De la misma manera que se había abierto, la incisión seguía un proceso inverso cerrándose mágicamente reconocido inmediatamente como manifestación de problemas circu- latorios intensos. Pachita invitó al jo- ven a acostarse en la mesa de ope- raciones y, sin mayor preámbulo, abrió el pecho con su cuchillo de monte; cortó después las costillas e introdujo el cuchillo extrayendo el corazón, todavía conectado con la aorta y con las otras derivaciones venosas. Palpitante, lo colocó a un lado de la terrible incisión, sobre el pecho del paciente. Durante esta operación, yo trabajaba junto a Pa- chita, y al observar el corazón la- tiendo fuera del cuerpo que allí yacía, me impresioné de tal grado que repetí varias veces en voz alta ¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡Dios mío! Ante esta manifestación de asombro, Pa- chita ladeó la cabeza y llamando a uno de sus colaboradores, le dijo al oído, pero con suficiente intensidad como para que yo pudiera oírla: «Ja- cobo todavía no es uno de los nues- tros». En efecto, yo todavía no acep- taba lo que estaba sucediendo ante mis ojos como una realidad coti- diana y posible, sino que aún tenía la concepción de que aquello era ex- traordinario e imposible desde el punto de vista de la Ciencia y la tec- nología contemporáneas. Esta experiencia me hizo com- prender y me permitió asomarme un instante al mundo de Pachita, en el cual la realidad milagrosa resultaba cotidiana y la idea más extraordina- ria era convertida inmediatamente en realidad fática, a través de un me- canismo totalmente desconocido para mí. UNA OPERACION ESPECTACULAR La misma sensación de imposibi- lidad y asombro ante lo que veía me ocurrió durante las operaciones que Pachita realizó en una niña de 13 años, que había sido descerebrada durante una intervención practicada en un hospital de la Ciudad de Mé- xico. La niña era, prácticamente, un vegetal; no controlaba esfínteres, no hablaba, no caminaba y vivía en una silla de ruedas totalmente inválida. Pachita realizó en ella alrededor de 10o' peraciones, tratando de recons- truirla masa encefálica que había sido destruida por sobredosis de anestesia. Asistí a cuatro de esas operaciones, en las que Pachita abría el cráneo dejando al descu- bierto la corteza cerebral para luego, con su cuchillo, cortar un pedazo del cerebro. Después materializaba te- jido cerebral para introducirlo en el lugar del «dañado», que previa- mente había extraído. Las heridas ocasionadas en cada una de las operaciones las cerraba utilizando un procedimiento energético, que consistía en colocar las manos so- bre la herida y concentrarse en las palmas, como si éstas irradiaran una energía especial. Cada quince días, la niña, acom- pañada de sus padres, volvía para control y ya no presentaba señales de infección o las alteraciones que generalmente suelen aparecer des- pués de una intervención tan trau- mática; en lugar de ello demostraba una mejoría notable. Años más tarde, tuve oportunidad de visitar a la paciente, que se había convertido en una joven de 19 años. Pude observar que los procesos ac- tivados por las operaciones de Pa- chita, aunque parcialmente, tuvieron éxito, ya que la muchacha, si bien
  • 12. 39 Pachita había sido adoptada por un extraño africano llamado 1Charles, quien le inició en los antiquísimos procedimientos curativos de los chamanes. A la izquierda, el grabado representa a unos indígenas participando en una ceremonia chamánica. Arriba, intervención por el oído, sin anestesia. era capaz de controlar sus movi- mientos, tenía un vocabulario res- tringido, entendía prácticamente todo lo que se le decía, comía por sí sola, manifestaba un estado de alegría constante y con ayuda podía caminar. Tales resultados muestran que lo que hacía Pachita tenía un efecto duradero y positivo en quie- nes iban a verla en busca de ayuda y alivio para sus desgracias. MATERIALIZACION DE LOS BUENOS DESEOS Pachita poseía un control casi ab- soluto sobre la materia y la energía. Una posiblQ explicación de ese po- der es que su conciencia estaba lo- calizada en la fuente a partir de la cual se construye la Realidad. De al- guna forma sabía cómo modificar esa fuente y, portanto, las manifesta- ciones que de ella surgen. Según Pachita, existe un nivel en uno mismo a partir del cual todo es posible y además lo es natural y di- rectamente. Pachita me regañaba cuando en mi asombro yo parecía disociar su realidad de la realidad cotidiana. Parecía decirme que hasta que no aceptara como natural lo que ella hacía, no podría com- prenderlo. Su comprensión era el hecho mismo. No había que buscar mecanismos sofisticados ni funcio- nes complejas, sino aceptar que, cuando se llega a la fuente, todo es posible, mediante un acto simple de voluntad. Para Pachita todo tenía co- nexión con la conciencia, todo era conciencia. Bastaba el deseo de la mente, localizada en la fuente de la Realidad, para materializar el deseo. A Pachita le gustaba la Teoría Sin- térgica. Cada vez que yo le trans- mitía las cogniciones de la misma, se regocijaba. Me alentaba a seguir pensando que existía una interac- ción entre campos de energía y que de ella provenía el mundo de nues- tras imágenes visuales. Yo sentía que ella veía los campos y sus inte- racciones y que podía manejar su focalización no solamente con maestría, sino con la certeza que proviene de la videncia directa. La mente de Pachita estaba en unión con la mente de sus pacientes y colaboradores. No existe otra forma de entender su poder de co- nocimiento del otro, ni sus extraordi- narias hazañas de diagnóstico. Según la Teoría Sintérgica, Pa- chita poseía un poder total de ma- nejo de la focalización de su factor de direccionalidad. Esto le permitía hacer aparecer su experiencia en cualquier localización sin tener que trasladarse a ella. Por otro lado, su manejo del campo cuántico o de la red del espacio-tiempo, le permitía materializar y desmaterializar obje- tos o trasladarlos como si para ella no existieran distancias. En conclusión, Pachita fue uno de los más portentosos seres humanos que hayan existido; su poder le per- mitía realizar hazañas increíbles. Era una vidente que podía percibir la Realidad desde una perspectiva o nivel tales, que veía con claridad lo que para el resto permanecía invisi- ble. Esa capacidad de ver hacía que pudiese diagnosticar, con una exac- titud asombrosa, diferentes dolen.- cias y enfermedades. A partir de su conducta, podemos deducir que existe un nivel de la realidad desde el cual es posible ver. Jacobo GRINBERG Fotos cedidas al autor por Pedro Romanluk. Edesarrollo de la conciencia era para Pachita, y para los poderes que ella representa, una vía por la que es posible vencer a la oscuridad y fortalecer la luz en nosotros