1. Algunos privilegiados han conseguido realizar, y siguen
realizando, un sueño perenne en la historia de la Humani-
dad: elevarse del suelo y trasladarse por el aire; en definiti-
va, volar sin ayuda de artificio alguno. Los mecanismos de
carácter psicoquinésico que permiten este asombroso fe-
nómeno son un completo misterio, y sus constataciones, in-
contrastables.
prensadelmisterio.blogspot.com
2. R
AMOS Perera, presidente de
la Sociedad Española de Pa-
rapsicología, conserva una
impresionante grabación en vídeo,
realizada en el Sudán por un equipo
de la televisión alemana. Las imáge-
nes que en ella se ofrecen son bas-
tante más espectaculares que las de
la famosa superproducción cinema-
tográfica norteamericanaSupermán,
por una razón muy simple:
El chamán de una apartada tribu
africana aparece en un claro de la
selva, rodeado de un círculo de fue-
go, e inicia una extraña salmodia lle-
na de obsesivas repeticiones. Luego
permanece inmóvil, cruzando los
brazos sobre el pecho en forma de
equis y poniendo los ojos en blanco.
Unos segundos más tarde, las plan-
tas de sus pies se despegan del sue-
lo y el cuerpo inicia una lenta y pro-
gresiva ascensión hasta elevarse
unos veinte centímetros. Así perma-
nece durante varios minutos hasta
que finalmente recupera su contacto
con la tierra. ¿Se trata de la manifes-
tación fehaciente de un universo má-
gico, pero real, que a duras penas ha
logrado sobrevivir al avance de la ci-
vilización tecnológica? Si se trata, por
el contrario, del producto de una mix-
tificación, no es posible apreciarla
por ninguna parte, puesto que las
imágenes se suceden de una mane-
ra asombrosamente fluida. La impre-
sión que nos han producido en quie-
nes hemos tenido el privilegio de
contemplarlas es imborrable.
De lo que no se trata en modo al-
guno, naturalmente, es de una prue-
ba «científica». Los métodos de la
Ciencia occidental siguen constri-
ñéndose al conocido postulado de
Pavlov (el descubridor de los reflejos
condicionados), según el cual «de la
mera descripción de los fenómenos
no se puede obtener ciencia algu-
na». Es decir, sólo pueden probarse
aquellos fenómenos que es posible
reproducir en las condiciones de un
laboratorio. Y una cámara de vídeo
(dejando aparte, porque no parece
ser el caso, la posibilidad de un tru-
caje) lo único que puede hacer es
describir con pelos y señales lo que
ha «visto».
Esto tampoco impide que nos en-
contremos ante una de las eviden-
cias contemporáneas más impresio-
nantes de un fenómeno conocido, y
abundantemente descrito, a lo largo
de toda la Historia de la Humanidad.
Pero, sin duda, estamos ante un fe-
nómeno «maldito», es decir, difícil-
mente asimilable por quienes se em-
peñan en encarcelar la realidad por
medio de leyes y postulados preesta-
blecidos. Sólo el verdadero científico
es capaz de desprenderse en oca-
siones de esos corsés mentales. Se-
gún sostiene Luis CenciDo, profesor
de Psicología en la Universidad Autó-
noma de Madrid: «el fenómeno de la
gravedad puede ser una constante
que se da en la Naturaleza, pero no
necesariamente una ley natural».
Ningún razonamiento apriorístico
puede impedir que, de hecho, se
hayan dado y se den casos de levita-
ción, de los que existe, además,
abundante constancia escrita.
MISTICISMO Y LEVITACION
Los estados extáticos de concien-
cia, comunes a la experiencia de to-
das las religiones, son propicios a la
aparición de este curioso fenómeno.
En el caso de los místicos, la levita-
ción no parece susceptible de provo-
a levitación es un hecho «maldito». difícilmente
asimilable por quienes se empeñan en encarcelar
la realidad Dor medio de leves y oostulados
reestablecidos.
3. /Papa Urbano VIII fue testigo de excepción de
las proezas antigravitatorias de otro famoso
«volador» eclesiástico, San José de Cupertino.
carse a voluntad, sino que se produ-
ce, en muchas ocasiones, en contra
de la voluntad del sujeto. SantaTere-
sa de Jesús, sin duda la más conoci-
da levitadora del lector español,
solía elevarse por los aires general-
mente mientras rezaba, cuestión ésta
que no parecía satisfacerle demasia-
do. Tanto es así que a veces se re-
sistía a «volar», sobre todo en públi-
co, lo que, sin embargo, no fue un
obstáculo para que muchos testigos
la vieran elevarse y planear en varias
ocasiones a treinta o cuarenta centí-
metros del suelo. Como los místicos
suelen ser elocuentes y prolíficos es-
critores, la propia Santa Teresa nos
explica lo que sentía en aquellos mo-
mentos extraordinarios:«suele llegar
(el vuelo) como un choque brusco y
repentino, sin dar tiempo a concen-
trar el espíritu y/a atención». Su últi-
ma frase podríamos explicarla, en
lenguaje moderno, como un indicio
de que la levitación es la consecuen-
cia de un mecanismo inconsciente,
afín a lo que en psicología se estudia
con relación a los «tics» y actos falli-
dos.
Los místicos de la Iglesia católica
se muestran particularmente inclina-
dos a estas misteriosas manifesta-
ciones. Y es así que Pío VII, mientras
decía misa, se elevó considerable-
mente por los techos del Vaticano,
exactamente los de la Capilla Sixtina,
el viernes 13 de Septiembre de 1811.
Centenares de personas asistieron
estupefactas a una escena que fue
reproducida hasta la saciedad por
pintores y dibujantes de una época
inmediatamente anterior a la de la fo-
tografía.
EL EXTRAORDINARIO CASO DE
SAN JOSE DE CUPERTINO
Dos siglos antes, otro Papa, Urba-
no VII, fue testigo de excepción de
las proezas antigravitatorias de otro
famoso levitador, San José de Cu-
pertino. Muchos testigos de sus levi-
taciones, más modestos, pero más
numerosos que el Papa, fueron los
fieles de su parroquia, quienes le vie-
ron levitar en un trecho de unos vein-
ticinco metros dentro del templo, salir
después por una ventana y continuar
¡evitando a gran altura sobre unos ar-
bustos cercanos a la iglesia.
Si hay que tomar las hagiografías
al pie de la letra, San José de Cuperti-
no fue un hombre de poderes ex-
traordinarios que se manifestaban en
hechos absolutamente imposibles
de calificar. La imaginación del más
fértil de los novelistas jamás llegaría a
los extremos de la siguiente historia,
que se nos relata como cierta.
Cierto día le llevan al santo a un
padre confesor aquejado, según pa-
rece, de una perturbación mental. Se
desconocen los términos de la con-
versación que mantuvieron aunque,
a juzgar por los testigos, era de un al-
to contenido emocional. En un mo-
mento de ella, mientras el santo
cogía las manos de su interlocutor,
ambos se elevaron del suelo, ante el
indecible terror del demente, cuyos
gritos resonaban en la bóveda de la
iglesia. Ello ponía de relieve que la le-
vitación no es sólo una facultad mis-
teriosa e imprevisible, sino que en
determinadas circunstancias se pue-
de transmitir a otra persona.
Poco antes de su muerte, este san-
to desconcertante se encontraba en
un quirófano de la época, sometién-
dose a una intervención del cirujano.
Por toda anestesia se le había pro-
porcionado un buen trago de alco-
hol. Mientras el cuchillo rasgaba su
piel, el santo ¡evitó, lográndose de es-
te modo la más extraña operación
4. La levitación se presenta también
como fenómeno laico. Dos
levitantes famosos fueron Douglas
Home (abajo) y Eusapia Paladino
(en la página siguiente). Al lado de
esta última, vemos a Sir Williams
Crookes, el físico que dio fe del
hecho en un famoso informe.
quirúrgica que hayan conocido los
siglos.
Entre los «voladores» laicos se ha constatado el
LA LEVITACION COMO caso de la médium Eusapia Paladino, quien a
FENOMENO LAICO
principios de siglo levitaba sentada en una silla.
La levitación es también un fenó-
meno laico. Nos lo confirma el caso
de Eusapia Paladino, la famosa mé-
dium de principios de siglo, que ¡evi-
taba sentada en una silla (y la silla
también se elevaba), según testigos
presenciales. Sabido es que estos
mediums de la bel/e epoque recu-
rrían con cierta frecuencia a toda cla-
se de artimañas para simular las
apariciones de fantasmas y otros
efectos, pero nos resulta muy difícil
imaginar qué procedimiento mecá-
nico invisible es capaz de algo seme-
jante, y lograr con ello una mixtifica-
ción ante la atenta mirada de pr&sti-
giosos científicos del momento, cita-
dos para presenciar la experiencia.
Otro extraordinario caso de levita-
ción, que conmovió a todos los esta-
mentos de la ciencia victoriana, fue el
protagonizado por Daniel Douglas
Home, que más bien parecía un per-
sonaje salido de las páginas más de-
lirantes de Lovecraft. El hecho de
que este «escocés volador» fuera de
carne y hueso, y no el producto de
una fantasía desbordada, presta a su
historia caracteres absolutamente in-
quietantes.
A fines del siglo pasado, el presti-
gioso Quartely Journal of Science,
equivalente en rigor científico a la re-
vistaNature de hoy, convocó en Lon-
dres a investigadores de primera fila
con el fin de estudiar el caso de este
joven. De él se decía que podía des-
plazar los objetos a voluntad y sin to-
carlos, elevarse ytrasladarse él mis-
mo por el aire en cualquier lugar, a
plena luz e incluso en pleno día.
Los científicos convocados por la
mencionada revista asistieron a las
pruebas en un gran hotel de Londres,
donde se había reservado un aparta-
mento para esta finalidad. A razón de
dos o tres por día, Douglas Home
ofreció un total de 78 pruebas. Para
evitar la remota posibilidad de que
los testigos sufrieran una alucinación
colectiva, los científicos se fueron re-
levando, irrumpiendo, a veces, en
plena sesión. Entre estos prestigio-
sos testigos, que firmaron un extenso
y pormenorizado informe del caso,
se encontraba un ilustre físico de la
época cuyos trabajos de investiga-
ción le habían valido un título nobilia-
rio; se llamaba Sir William Croo-
kes. Varios periodistas asistieron
igualmente a las sesiones. El informe
final dio fe de la veracidad de los fe-
nómenos observados.
En dicho informe se especifica que
Douglas Home hizo levitar una gran
mesa de tres patas, cogió carbones
ardientes sin quemarse en absoluto y
se elevó varias veces consecutivas,
permaneciendo en el aire un tiempo
considerable allí donde le indicaban
los testigos. Varios de ellos pudieron
pasar la mano extendida bajo sus
pies cuando Home se encontraba a
sesenta centímetros del suelo; explo-
raron a su alrededor y hasta se su-
bieron a una mesa para poder ver y
tocar lo que hubiera —que no había
nada— sobre su cabeza. En una de
esas experiencias, Douglas Home
subió lentamente por el aire hasta
que sus pies quedaron al nivel del
pecho de los testigos. Se tendió en-
tonces horizontalmente y salió, pri-
mero con suavidad y luego brusca-
mente, hacia una ventana abierta. A
continuación se elevó todavía más y
finalmente entró en el edificio del ho-
tel donde se encontraba por una
ventana del quinto piso, ante el pas-
mo general. «Parecía estar en esta-
do de trance —se señala en el infor-
me científico antes aludido—, aunque
por lo demás, Daniel Douglas Home
se manifestaba completamente
normal. Oía, comprendía, realizaba
todo lo que le decían...» El informe
concluye con una afirmación tajante:
5. 1,r1
Entre los místicos, la levitación no parece
susceptible de provocarse a voluntad, sino que se
produce como fenómeno involuntario en la mayoría
de los casos.
«es de una indiscutible evidencia
que, empleando medios por noso-
tros ignorados, el señor Home es
capaz de separarse del suelo y
deambular por el espacio a volun-
tad».
La impresión que tal hecho produ-
jo en el prestigioso círculo de testigos
presenciales, queda resumida en el
comentario de uno de ellos, el conde
de Dunraven: «si alguien me hubie-
ra explicado semejante historia, le
habría creído irremediablemente lo-
co o borracho. Después de esta de-
mostración me veo obligado a ad-
mitir que todo es posible».
QUÉ DICE LA PARAPSICOLOGIA
La afirmación de lord Dunraven es
evidentemente exagerada y corres-
ponde al espíritu ingenuo y triunfalis-
ta de una época en la que el éxito de
la revolución industrial hacía creer
que «todo era posible». Hoy, cuando
los espectaculares avances de la
Ciencia nos amplían los límites de la
realidad hasta unos horizontes ini-
maginables para una mente decimo-
nónica, sabemos que no todo es po-
sible, aunque reconocemos que el
número de cosas probables es infini-
tamente mayor que hace cien años.
Freud nos ha abierto la puerta del in-
consciente y Jung ha probado que
los fantasmas que lo pueblan no son
meras fantasías, sino que en ocasio-
nes pueden dejar su impronta en el
mundo físico. La Parapsicología, en
la actualidad, puede emplear el tér-
mino Psi-kappa para englobar todos
aquellos fenómenos en los que la
mente influye presumiblemente so-
bre la materia de una manera directa
e inmediata, e incluso intentar una
serie de teorías que expliquen esos
fenómenos.
Con respecto a la levitación, los
parapsicólogos han constatado en
todos los casos la existencia en el su-
jeto de un estado de trance. Y es en
estado de trance cuando se produ-
cen, precisamente, todas las psico-
rragias (derrames incontenibles de
energía psíquica) conocidas. Otra in-
teresante constatación es la siguien-
te: casi siempre que se produce la le-
vitación parece como si previamente
el cuerpo se alargara varios centíme-
tros. Al regresar al suelo, por el con-
trario, el cuerpo parece concentrarse,
disminuir de tamaño. Nos encontra-
mos, en definitiva, ante un fenómeno
de origen oscuro, pero de manifesta-
ciones físicas evidentes.
¿A qué se deben estos hechos?
Ciertos parapsicólogos han recurri-
do a la teoría de las ideoplastias: las
imágenes mentales arquetípicas del
sujeto, nacidas de un contexto
ideológico o religioso determinado,
actuarían como «gatillos» para cana-
lizar las psicorragias hacia una forma
determinada. Por eso, las levitacio-
nes en santos adoptarían un modelo
perfectamente conectado con la
creencia cristiana (la levitación pue-
de producirse con las palmas de las
manos unidas, en actitud de oración,
como si el sujeto se acercase real-
mente a Dios —la cima de su pirámi-
de ideológica—, elevándose por el ai-
re). Esta capacidad de la mente hu-
mana para modular la energía podría
producir efectos mecánicos no sólo
sobre el propio sujeto generador sino
sobre otros objetos, de modo que la
diferencia entre la levitación de una
persona y la de una silla sería mera-
mente formal, mientras que el origen
de la fuerza que anula a la de la gra-
vedad sería el mismo. (A veces, en
presencia de un dotado, los objetos
parecen aumentar de peso, no hay
quien los levante; la energía Psi-kap-
pa actuaría, en ese caso, en el mismo
sentido de la gravedad, sumándose
a ella.) Se trata de un tipo de especu-
lación que también ha servido a los
6. 't! t
4
•Según
algunos se
Eextraordinario caso de Douglas Home fue trata de una
modulación
sometido a observación científica. El informe de los de energía.
científicos le fue favorable. Home movía objetos,
cogía carbones ardientes y ¡evitaba a gran altura.
ufólogos para tratar de explicar cómo
se desplaza un ovni, atribuyendo la
causa de su desplazamiento a la
creación de una energía antigravito-
ria que podría compensar la acelera-
ción de la gravedad en un punto de-
terminado.
La objeción que hacen los físicos a
esta hipótesis es el carácter no men-
surable de las pretendidas psicorra-
gias. «No es posible determinar la
naturaleza de esta energía —afir-
man— dado que hasta ahora no ha
podido medirse su flujo con instru-
mentos de laboratorio.»
Lo que sí parece existir es una vin-
culación cierta entre este tipo de fe-
nómenos parafísicos y el contexto re-
ligioso en que aparecen la mayoría
de ellos. Se produce previamente
una intensa vivencia emocional (éx-
tasis o posesión diabólica) y una
distorsión momentánea de la per-
cepción equivalente a la que se ge-
nera con la ingestión de ciertas dro-
gas: la voluntad se relaja o desapare-
ce, la mente abandona los armazo-
nes de la lógica, entra en una dimen-
sión «sobrenatural» (acorde con las
creencias del sujeto) y es entonces
cuando los hechos extraordinarios
se producen, como si al concebir el
mundo de una manera diferente éste
actuase también de forma distinta.
Entramos así en un terreno escu-
rridizo, el del estado mental del levi-
tante. Cabe recordar aquí que el pa-
dre Pío de Pietraichina, que ¡evitaba
delante de muchos testigos mientras
oficiaba la misa, era un estigmatiza-
do perenne, con todo lo que ello su-
pone de anormalidad. Y aunque no
parece existir relación alguna entre la
levitación y el carácter del sujeto que
levita (los hubo que ayunaban y ha-
cían toda clase de abstinencias, pero
también se han dado casos de mé-
diums incontinentes), el psiquismo
del levitador es neurótico en todo ca-
so. Es un hecho que los fenómenos
paranormales aparecen con mayor
frecuencia en sujetos neuróticos que
en sujetos mentalmente sanos. Aun
teniendo en cuenta que la psiquiatría
de hoy acepta la tesis de que todos
tenemos rasgos neuróticos, los de
Eusapia Paladino y los de Daniel
Douglas Home (murió alcoholizado)
lo eran en un grado extremo. La posi-
bilidad de que los grandes santos le-
vitadores fueran también grandes
neuróticos —como parece señalar el
psicoanálisis) es admitida hoy día in-
cluso por la propia Iglesia, de modo
que si la levitación se sigue presen-
tando como prueba de santidad en
las causas canónicas, los «aboga-
dos del Diablo» argumentan en con-
tra con tesis psiquiátricas y parapsi-
cológicas que enfocan este fenóme-
no desde un contexto más afín con la
contemporaneidad.
ENERGIA Y MENTE HUMANA
Pero el meollo de la cuestión no re-
side en el mayor o menor grado de
normalidad de la mente del levitador,
sino en esa relación directa que pa-
rece existir entre la energía y la mente
humana, relación cuya existencia
—de confirmarse con métodos de la-
boratorio— nos obligaría a adoptar
una nueva epistemología, tanto para
comprender las realidades de la físi-
ca como las de la psicología. El pro-
fesor Cencillo, citado al comienzo de
este artículo, está a favor de la crea-
ción de este nuevo enfoque. En su
opinión, la energía se podría tomar
como «patrón» de todo lo real, cosa
que está bastante de acuerdo con la
teoría de la relatividad y la mecánica
cuántica. Hay energía de muchas
clases, pero no existe una oposición
polar entre un tipo de energía y otro
—por ejemplo, la física, la mental y le
material— sino una tensión dialéctica
entre dos polos, el de la máxima con-
centración yel de la máxima difusión.
«El polo de la máxima concentra-
ción energética —afirma Luis Cenci-
Ib— sería lo mental, y el polo de la
máxima difusión, lo material. Entre
ambos, existirían muchos grados
intermedios, según los distintos
momentos dialécticos del paso del
estado mental al material, y vice ver-
7. 1
Sa.» Parece claro que la realidad ma-
terial que los seres humanos percibi-
mos sensorialmente no se nos apa-
rece como un ente sin solución de
continuidad, sino como una suce-
sión de cortes, que no son otra cosa
que la versión que nuestros sentidos
dan a esa realidad.
Siguiendo con la argumentación
del profesor Cencillo, si hubiera que
presentar la realidad material de una
manera más adecuada, habría que
trazar una serie de ondas en expan-
sión, de interferencias ondulatorias;
de fluidos, en suma, que según su
grado de incidencia irían creando
distintos campos energéticos, más o
menos densos, con unas propieda-
des específicas. Por ejemplo, de
mayor o menor gravedad, fuerza de
atracción o vibraciones de un tipo o
de otro.
La experiencia normal es una de
tantas maneras de comportarse este
mundo de ondas, pero no la única. Y
entonces puede ocurrir que en algu-
nos cuerpos, en ciertos sujetos o bien
en medios de carácter psíquico (por
ejemplo, el ambiente «especial» de
una casa) se produzcan, hasta ha-
cerse perceptibles, ciertas manifes-
taciones que son normales, si por es-
te término entendemos los efectos
que puede tener, dada su naturaleza,
un fluido determinado, pero que des-
de el punto de vista de la experiencia
normal resultan paranormales.
El fenómeno de la levitación se en-
cuadraría dentro de estos efectos.
¿Qué es, a fin de cuentas, la «ley» de
la gravedad? La física actual no habla
ya de leyes, sino de constantes de
mayor o menor grado de probabili-
dad. Hasta el punto de que algunos
científicos llegan a decir, en tono de
divulgación, que el que todos «los
graves» caigan es la media estadísti-
ca, pero que no está en absoluto físi-
camente excluido el que haya «gra-
ves» que no caigan, sino que se ele-
ven.
Todo lo que sabemos es que en
cierta ocasión le cayó una manzana
en la cabeza a un tal Newton y que
éste llegó a la conclusión de que el
pez grande se come al chico. Pero
ocurre que a veces, ya causa de me-
canismos que no acabamos de
comprender, el pez chico logra esca-
par de la poderosa atracción del
grande, aunque sea por breves mo-
mentos, y entonces las impresionan-
tes «leyes» newtonianas se desvane-
cen en el más puro de los incumpli-
mientos.
José-León CANO
No sólo
¡evitan las
personas;
también
pueden ser /
elevadas las
cosas. No
obstante,
nadie ha
conseguido
todavía
explicar
satisfactoria-
mente este
antiguo
fenómeno
Casi siempre que se produce la levitación
parece como si previamente el cuerpo se alargara
varios centímetros. Al regresar al suelo, por el
contrario, el cuerpo parece concentrarse y
disminuir de tamaño.
4
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