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cargados de representarlo en Jerusalén? Flotirlgo
nos sugiere reinterpretar el sacrificio llevado a cabo por Je-
sús de Nazaret desde una perspectiva poco frecuente. Y nos
invita a reflexionar sobre el hecho de si Occidente, después
de 2.000 años de Era Cristiana, ha sabido aplicar bien su
Mensaje.
_
prensadelmisterio.blogspot.com
mágenes de un Jesús desorientado y asustado
ante la inminencia del calvario, difundidas por
algunas obras teatrales, han contribuido a
distorsionar el verdadero drama vivido por Cristo.
Reportaje
S
OBRE Jesús de Nazaret se
han dicho ya tantas cosas que
añadir algo más parecería
ocioso. Pero en los acontecimientos
de la Historia siempre quedan ciertos
aspectos posteriormente analizados
que permiten ensayar su interpreta-
ción desde ópticas diferentes a las
empleadas habitualmente, y así ha-
llar nuevos elementos de convicción
que enriquezcan los conceptos o los
pasajes que la rutina intelectual ha
convertido en tópicos.
Interpretar correctamente la vida
de Jesús no es fácil. Analizar con ob-
jetividad las razones y motivos de su
misión desde una perspectiva natural
y humana, evitando la presión de los
prejuicios, o de los tabúes consen-
suados tácitamente por una buena
parte de los creyentes, es una verda-
dera osadía. Se ha creado tanta con-
fusión alrededor de su figura y tanto
adorno innecesario, que su protago-
nismo en la evolución de nuestra es-
pecie ha quedado como enterrado
entre montañas de ficción imaginaria
que, por supuesto, hay que intentar
despejar.
En más de una ocasión, en libros o
revistas especializadas en temas
esotéricos, he leído artículos que
planteaban serias dudas sobre si Je-
sús sabía lo que le esperaba en Jeru-
salén, sobre si conocía o no el drama
de dolor y sangre a que le condena-
rían las autoridades rabínicas en la
Ciudad Santa.
EL PROTAGONISMO DEL
DRAMA
Ala vista del testimonio evangélico,
la duda en principio no tiene solidez.
Ya que Cristo conocía al detalle las
Escrituras, no podía ignorar que la
muerte y el tormento le esperaban al
final de su camino, el mal aparecía
descrito al detalle en los profetas. De
hecho, él mismo aludió a ese final
más de una vez con suficiente antela-
ción.
Aunque a primera vista la persis-
tencia de esa duda en algunos pare-
ce una frivolidad sin importancia, en
el fondo plantea un verdadero absur-
do ante la inminencia del calvario que
presentaban ciertas obras teatrales,
(Jesucristo Superstar, por ejemplo),
no solo crea algunas confusiones de
fondo, sino que además recorta los
valores más importantes y trascen-
dentes de su proyecto.
El análisis profundo y objetivo de
los Evangelios diseña un programa
meditado. Según ese texto, Jesús no
sólo sabía lo que le iba a ocurrir, sino
que además provocó y dirigió los
acontecimientos que culminaron en
la cruz. Un griego, Lucas, y dos ju-
díos, Marcos y Mateo, han dejado
escrito el testimonio de esta certeza
con palabras diferentes, pero muy
significativas.
De todos es conocido el pasaje del
Getsemaní, el olivar en donde Jesús
se preparó en cuerpo y alma para en-
frentarse a lo que sabía bien que ocu-
rriría al día siguiente. ¿Cuál no sería
su certeza cuando, «su sudor —escri-
be Lucas— como gotas de sangre,
caía a /a tierra»?
Marcos y Mateo se refieren a las
angustias que provocaba esa seguri-
dad transcribiendo las palabras del
Maestro: «Mi alma está triste hasta la
muerte»... Cuando llegaron hasta él
los agentes del Sanedrín, su firme vo-
luntad había vencido los violentos
síntomas del instinto natural y se dejó
prender mansamente. Los actos en
que la palabra y la doctrina centraban
60
tagonista, a partir de ahora, seria la
persona.
Pero para poder llegar con certi-
dumbre al núcleo de su programa,
antes hay que debatir y despejar una
cuestión que Occidente no ha consi-
derado suficientemente, sobre todo
cuanto se ha presentado como el
principal promotor del cristianismo.
Durante los tres mil años anteriores
a Jesús, los hebreos vivieron entre
muchos pueblos; sin embargo, nin-
guno de éstos comulgó jamás con el
Curando en
sábado, hablando
como lo hizo con
la samaritana o
arrojando a los
mercaderes del
templo, Jesús
arremetía contra
las instituciones
hebreas de su
época a
sabiendas de que
las provocaba. La
pintura del
milagro del
paralítico es de
Murillo; al lado de
estas líneas,
cuadro de El
Greco.
pensamiento hebreo hasta el extre-
mo de hacerlo suyo. Por el contrario,
persiguieron, acosaron y esclaviza-
ron a Israel, destruyeron sus reliquias
y dispersaron a los hebreos.
Con estos antecedentes, hay que
preguntarse, ¿cómo fue posible que
un judío como Jesucristo, rompiendo
las barreras metafísicas que se inter-
ponían entre la ley mosaica y el mun-
do de los gentiles, lograra traspasar-
las? ¿Qué ingredientes, a primera vis-
ta invisibles, contenían los Evangelios
para lograr este milagro?
Occidente no se hubiera conmovi-
do nunca por la muerte más o menos
sangrienta de un judío si el relato no
llevara inmanentes las claves «ge-
nialmente» estimulantes para la aten-
ción de un pagano. Los Evangelios
nunca habrían llegado a Europa y el
Antiguo Testamento seguiría aislado
en el seno de un pueblo exclusivista,
si el mundo de los gentiles no les hu-
biera abierto las puertas.
¿Cómo logró Jesús de Nazareth
que un conflicto judío se convirtiera
con el tiempo en el principio activo de
un cambio de civilización en Europa?
Si volvemos a analizar los Evange-
lios atentamente, se podrá observar
que el escenario, el «atrezzo» y algu-
nos protagonistas del drama, son ro-
manos. La anécdota del centurión
que quería que Jesús curara a su
siervo, el interrogatorio llevado a cabo
por Pilatos, el Pretorio, los legionarios
y los tribunos van convirtiendo en ro-
mano esta historia judía. «Dad al Cé-
sar lo que es de/César ya Dios lo que
es de Dios», además de ingeniosa y
sabia, es una sentencia cuyo estilo li-
terario tiene identidad romana, hala-
ga a Roma y llama la atención de los
gentiles sobre su autor. No se debe
olvidar que Jesús —en cuanto me-
sías— no ha existido para los judíos.
Su nombre y sus circunstancias han
sido borrados de la historia hebrea.
Aunque el origen geográfico de los
Evangelios sea palestino, el «Evange-
lio de Jesús» es, por ello, romano. Y,
por tanto, universal.
EL ESCENARIO Y SUS
DECORADOS
En tiempos de Jesús la situación
política de los judíos era crítica. La an-
tigua esperanza de un libertador pro-
videncial había revivido con la inva-
sión romana de Palestina. El pueblo,
esperando al «Hijo de David», vió en
Jesús al Rey prometido, esperanza
que de forma muy indirecta éste fo-
mentó al hablar de «un Reino» inde-
terminado.
Para que el drama de Jerusalén se
desatara con la violencia popular que
llevó a preferir a Barrabás en lugar de
a Jesús, era necesario generar un po-
tencial de fanatismo, y ese potencial
se gestó cuando todos los protago-
nistas del acontecimiento permitieron
que el pueblo viera en Cristo al Hijo de
David que habían prometido los pro-
fetas.
Hay otra cuestión todavía, que
habría que tener en cuenta: el esce-
nario. Si para que el cristianismo en-
trara en Occidente no servía el estilo
literario del Antiguo Testamento, tam-
poco el «atrezzo» del escenario podía
ser judío. Jerusalén constituiría un es-
cenario ideal. La vistosidad de las ar-
mas romanas, la espectacularidad de
sus protocolos y la cultivada retórica
de cónsules y tribunos, proporcio-
narían los elementos necesarios para
romanizar los actos finales.
Cuando el clima popular había lle-
gado a un punto de suficiente ebulli-
ción, Jesús entró en Jerusalén. Iba
montado en un asno prestado, y se-
guido de doce hombres a pie. Jeru-
salén le recibió en triunfo, como «Hijo
de David». Después comenzaría la
campaña en su contra.
Estas precisiones muestran un
cuadro general en -el que Jesús no se
mostraba como empujado por una
fuerza mayor. Por el contrario, se exhi-
be como protagonista; dirige los
eventos previamente programados
como componentes necesarios al
Jesús no sólo sabía lo que le iba a ocurrir, sino
que además provoco y dirigió los acontecimientos
que culminaron en la Cruz.
61
En el conjunto gráfico, Jesús aparece en la Ultima Cena
(arriba); con el ciego de nacimiento en la piscina de Siloe
(abajo); a la derecha, durante la Oración del Huerto en
Getsemanf. No obstante, el nombre y la vida públicas de
Jesús fueron borrados de la historia hebrea, para terminar
siendo aceptados respetuosamente por el mundo romano
de los gentiles.
Reportaje
objeto de consagrar su figura ante el
inmediato futuro.
Pero al margen del pueblo, Jesús,
en realidad arremetió contra las insti-
tuciones para provocarlas. Sólo las
«instituciones» son capaces de enfo-
car y concentrar la ira popular sobre
una meta y de organizar aconteci-
mientos ejemplares y trascendentes.
Todo aquello que tenía algún po-
der en Jerusalén fue vejado. Los es-
cribas (abogados de aquel tiempo),
los cambistas (banqueros de aquella
economía), los fariseos, una secta re-
ligiosa influyente, o Caifás, yerno de
Anás —sumo sacerdote aquel año—,
fueron escarnecidos, irritados, provo-
cados de uno u otro modo por Jesús.
Sin embargo, con Roma no se metió...
lo romano fue cuidadosamente res-
petado porque necesitaba a Roma,
objetivo al que apuntaba su progra-
ma a corto y largo plazo.
Y Roma colaboró de forma rele-
vante apodando sus instrumentos.
La lapidación, como se ha dicho
antes, era la «muerte oficial» de la jus-
ticia judía, una ejecución que hubiera
vinculado el drama al estilo hebreo,
cuestión totalmente evitada en el plan
del Maestro galileo. Por el contrario, la
crucifixión sellaba sus Evangelios
con el símbolo de la justicia romana,
una señal de su identidad que los ro-
manos cuidaban, crucificando a los
condenados en oteros y al borde de
los caminos.
Aunque todos esos elementos en-
cajan con elegancia en el diseño del
cuadro general de la Pasión, se podía
suponer que han sido amañados por
el escritor en favor de una tesis subje-
tiva. Se podría pensar, también, que el
devenir de sus eventos y los detalles
escenográficos que ponen el toque
de color en cada acto, estaban pre-
viamente anunciados por los profetas
y que, por tanto, aquellos aconteci-
mientos estaban predeterminados
desde «el principio de todas las co-
sas», y esto significaría que Jesús se
«sometió» por obediencia a su desti-
no... Pero a lo largo de la tradición
bíblica hay antecedentes que des-
moronan este presupuesto, decan-
tando por completo el determinismo
que estaría implicado en una manse-
dumbre inhibitiva ante un destino
previamente adjudicado. Los profe-
tas de Israel fueron hombres elegidos
por Yahvéh, pero nunca condenados
a ser profetas. Disponían de albedrío
para aceptar o no el «llamamiento».
Tenían la misma libertad que han te-
nido millones de «elegidos y llama-
dos» por la misma voz que ellos para
ser agentes activos en la evolución de
la Humanidad.
Los grandes hombres de la Cien-
cia, los reformadores, muchos filóso-
fos y líderes religiosos y, en general,
quienes con generosidad han ofreci-
do sus vidas o sus talentos para la
evolución de la cultural colectiva ha-
cia la Nueva Conciencia, son profe-
tas. Pero cuando la misión que hay
que asumir ofrece pocos premios in-
mediatos o exige sacrificios de alto
precio, cualquier renuncia, desde el
punto de vista humano, está justifica-
da. Millones de hombres a lo largo de
la Historia recibieron esa misma Ila-
Los hebreos vivieron casi siempre en el seno de
otros pueblos; sin embargo, ninguno de estos
había aceptado jamás el pensamiento bíblico. ¿Qué
es lo que le ocurrió al mundo de los gentiles para
que aceptara «como suyo» el Antiguo Testamento y
el Evangelio de Cristo?.
62
mada, pero vendidos a otros intere-
ses mundanos se inhibieron y deso-
yeron la voz, renunciando a ofrendar
sus talentos por los demás, hacién-
dose estériles en el proceso de la
evolución positiva de la Humanidad,
para terminar explotando dichos ta-
lentos en su exclusivo beneficio per-
sonal y dedicándolos a la vanidad o al
hedonismo del gozo sensual. Todos
los profetas de la evolución positiva,
tanto en las ciencias, en las filosofías,
como en las religiones, han tenido
que sufrir y soportar vejaciones, me-
nosprecio e incomprensión. Y.esto lo
sabían de antemano. iSe necesitan
grandes dosis de amor al prójimo, de
mansedumbre y de humildad para
aceptar el oficio de profeta!
LA PASION
«No he venido a abrogar... sino a
cumplir». Estas palabras no significan
en absoluto que hubiera sido obliga-
do a cumplir las profecías de La Pa-
sión, sino que, conociendo el argu-
mento diseñado de antemano por los
profetas, y habiendo aceptado la «lla-
mada», estaba dispuesto y decidido a
prestar su persona y sus talentos a la
Misión.
Para que el «argumento» general
se cumplimentara al pie de la letra,
era preciso que los acontecimientos
estuviesen bajo su control y que los
detalles fueran apareciendo por pro-
vocación o por oportunidad.
Sólo una persona raramente inteli-
gente, sumamente astuta, («Sed astu-
tos como serpientes», recomendó a
los setenta) y con una férrea voluntad
podía llevar a término aquel progra-
ma. Solamente un «genio excepcio-
nal» podía convertir en históricamen-
te relevantes, unos acontecimientos
que en su tiempo eran habituales,-
adornándolos con ingredientes alta-
mente llamativos y espectaculares, y
sin cuya condición —como muchas
otras gestas— hubieran quedado en-
terrados en la Historia silenciada de la
Humanidad. Todo ello era necesario,
imprescindible, para conmover, para
crear expectación e interés que tras-
cendiera más allá de su tiempo; facto-
res activos necesarios, sin cuya asis-
tencia los componentes metafísicos e
invisibles de su propósito jamás
habrían alterado las formas de pen-
sar de muchas generaciones futuras,
ni habrían cambiado, de ese modo, el
«mundo del hombre», modificando el
sentido que había tomado su existen-
cia.
No es difícil comprobar que Jesús
ejercía un severo control sobre los
acontecimientos. Basta con analizar
su comportamiento en la economía
de los sucesos, cuando el acto final se
había hecho irreversible.
Desde el momento de su arresto en
el Huerto de los Olivos, sosegadas ya
con su férrea voluntad las protestas y
temores de su instinto de sobreviven-
cia, con plena conciencia de que la
inercia que habían tomado las cir-
cunstancias anteriores apuntaba a la
meta prevista, su actitud cambió sú-
bitamente.
La agresividad demostrada en el
Templo con los cambistas, el afilado
cuchillo de sus respuestas, y la astu-
cia para evadir situaciones compro-
metidas, fueron sustituidos por una
total mansedumbre. Humildad con
los aprehensores; palabras que no
argumentaban ante el Sanedrín, y an-
te Pilatos; inhibición a defenderse ea
atenuar la saña de sus verdugos, son
actitudes que describen con preci-
sión ese cambio radical de Jesús lo-
grado con el poder de su mente sobre
los instintos naturales; algo absoluta-
mente necesario para cumplir la pro-
fecía de Isaías: «como cordero fue
llevado al matadero; enmudeció y no
abrió la boca»... Es difícil que el deter-
minismo occidental acepte todas es-
tas premisas del mundo espiritual,
donde todo lo posible está en proyec-
to. La evolución del Hombre hacia
una Nueva Conciencia es un proyec-
to posible hacia el que apunta toda la
organización de la Vida en la Tierra,
pero las formas, el detalle, el carácter
de los eventos y de los tiempos, los
tiene que poner el Hombre de forma
voluntaria. Hay un margen importante
de libre albedrío en la selección de
esos detalles, condicionados por la
oportunidad histórica de cada mo-
mento del proceso evolutivo y por el
rol que pueden ejercer los elementos
culturales y sociales existentes en ca-
da época. Pero la elección de esos
elementos, organizarlos dentro de un
plan, y la previsión de sus efectos se-
cundarios a largo plazo, son respon-
sabilidad del profeta que acepta el lla-
mamiento, de su inteligencia y de su
generosidad y altruismo.
En el programa de Jesús, la «cari-
dad», el «amor al prójimo» y la humil-
dad no son doctrinas terminales. No
son metas definitivas, sino catalizado-
res de la impiedad del hombre hacia
el hombre; justificativos de las cruel-
dades de un «animal» desorientado,
atemorizado por sus ignorancias, de
una parte, y por las supersticiones
que se ve obligado a articular para
suplir esas ignorancias, de otra.
En último término, la REDENCION
es la JUSTIFICACION de los actos
irresponsables del «inocente» por ig-
norante, es un acto de «misericordia»
hacia los que, fanatizados porque no
son capaces de discernir ni escuchar
otras señales, «caminan ciegos tras
sus pensamientos», tras las conclu-
siones y conceptos que articulan
esas señales y tras las obras que se
realizan con esas formas de pensar.
Inmanente en el aspecto concreto
del plan de Jesús de Nazaret hay una
intención metafísica a largo plazo en-
Casi todos los profetas que han venido al
mundo para ayudar a la Humanidad han tenido
siempre que sufrir persecuciones o desprecios.
63
uchos hombres han rE
Historia la llamada de entrE
embargo, los intereses MUI
hedonismo han ahogado si
focado a destruir esa ignorancia,
creando una cultura paralela a la doc-
trinaria. Una dialéctica capaz de expli-
car ciertos fenómenos desconocidos
que eran fuente de superstición y de
temor. El programa de Jesús está en-
focado hacia el futuro de la Ciencia,
hacia la dialéctica concreta del Méto-
do Científico, cuyas primeras bases
estaba incubando Grecia y, por pa-
rentesco, el imperio de los gentiles.
«A unos se hablará en Ciencia y a
otros se dará a entender doctrina»,
escribe Isaías refiriéndose a los Ulti-
mos Días de la evolución; porque
habrá que juntar el palo de Judá y el
palo de José, y serán un sólo palo».
EL LIBRO DE LA CIENCIA Y EL
LIBRO DE LA DOCTRINA
Si entendemos que la doctrina se
encuentra «culturizada» en el Antiguo
Testamento o en otras religiones, y la
Ciencia se incubaba en Grecia*, po-
demos entender que la figura «pa/o
de Judá», (de cuya tribu era Jesús) y
«palo de José» (la tribu «perdida») se
refieren al libro de la Ciencia y al libro
de la doctrina. «Hacer de ambos un
solo palo», posiblemente sea la clave
de la Nueva Conciencia, el camino de
otras formas de pensar y concebir la
realidad distintas de las que se han te-
nido a lo largo de la Historia.
De todos es sabido que mientras la
cultura fue predominantemente doc-
trinaria, cualquier amago de ciencia
fue perseguido y acosado. Cualquie-
ra puede recordar los crímenes co-
metidos por las ideologías espiritua-
listas cuando lograron establecerse
como organismos de poder institu-
cionales. Y ahora mismo, leyendo la
crónica diaria, se puede comprobar
que la Ciencia, institucionalizada co-
mo religión intocable, está destruyen-
do la Tierra. Esto significa que la Doc-
trina y la Ciencia, por sí mismas, aisla-
* La Ciencia no podría prescindir
de las raíces griegas para explicar la
mayoría de los fenómenos que deter-
mina su lenguaje. Sin esa base verbal
preestablecida por su civilización,
ninguna inteligencia habría podido
pensar con certidumbre en dichos fe-
nómenos y, mucho menos todavía,
transmitir su conocimiento a otros ta-
lentos.
cidente y Europa son cristianas. n ia
galería de inventores y descubridores
hay muy pocos nombres que no per-
tenezcan al área cristiana. Se puede
afirmar que la Ciencia, aunque parez-
ca una paradoja en contradicción
con la historia del cristianismo institu-
cional, es cristiana; cristiano-depen-
diente o cristiano-reaccionaria, una
paradoja que deja de sedo si atene-
mos el juicio al canon del arancel cris-
tiano para arbitrar las cosas: «Por los
frutos los conoceréis»; «Por los efec-
tos sabréis el propósito de los pro-
gramas», podríamos añadir. Y ahí, an-
te los ojos, están esos efectos.
¿Por qué razón el cristianismo ha
sido principio activo en el desarrollo
de la Ciencia?
El encuentro frontal de los dogmas
creados a partir de los Evangelios con
la realidad material y física que nos
rodea ha generado una inquietud
mental inmensa. Ninguna otra cultura
ha tenido tantos filósofos, tantos refor-
madores religiosos, tantos cambios
teológicos, ni generado ideologías
64
Mantegna pintó de este modo la crucifixión de Jesús (a la
izquierda). Abajo, a la izquierda, una representación del
«Ecce Homo» de Murillo. Bajo estas líneas, la flagelación
de Cristo en el Pretorio de Pilatos. La Cruz de Jesús
trascendió el ámbito hebraico, romanizándole para los
siglos venideros.
tan diversas como Europa. Esa in-
quietud ha trascendido a un inconfor-
mismo total con lo establecido, esti-
mulando el talento de millones de
hombres a buscar, a suponer, teorizar
e investigar en todos los campos
donde había algo por descubrir. Co-
mo un inmenso hormiguero agitado,
las inteligencias cristianas han tan-
teado la realidad física, la suposición
intelectual, el dogma religioso, la
ideología política y la social, buscan-
do justificaciones a su inquietud y ex-
plicaciones a sus incertidumbres. Es-
te antagonismo entre lo que colecti-
vamente se creía y los síntomas con-
cretos que generaba la realidad, es el
factor de la inmensa energía mental
que ha participado en diseñar, articu-
lar y, en gran medida, determinar el
lenguaje del «palo de José», sin cuya
dialéctica precisa no se podría expli-
car el significado emocional del len-
guaje del «palo de Judá».
Y en este momento crítico nos en-
contramos. Por las mismas causas
que la dicotomía de nuestra «realidad
humana» fue disociada por el dualis-
mo cuando se inclinaba por la Doctri-
na, el dualismo persiste ahora, pero
inclinado hacia la Ciencia. Aquella fa-
se rechazaba la Ciencia y ésta, recha-
za la doctrina con la misma saña.
La realidad del Hombre es una di-
cotomía en la que lo concreto y lo
abstracto han de interactuar con una
perfecta simbiosis; lo concreto es la
materia física que nos hace extensos
en esa dimensión extensa, pero lo
abstracto, representado en las emo-
ciones, las sensaciones y las ideas,
son el material que nos da conciencia
del «estar» en esta dimensión. «So-
mos», por lo tanto, esas sustancias, y
aunque no podríamos «estar» sin lo
concreto, tampoco tendríamos con-
ciencia de ello sin ese material abs-
tracto; «seríamos» como vegetales...
Pero el «palo de Judá» todavía está
inconcluso. Del mismo modo que el
de José se ha completado cuando la
Ciencia puede explicar por las cau-
sas los fenómenos concretos, es pre-
ciso explicar las causas de lo abstrac-
to para no caer de nuevo en otra clase
de superstición. Y esta asignatura,
hoy por hoy, está pendiente. Nos ha-
ce falta otro profeta que desarrolle es-
te programa... «Sus frutos le descubri-
rán», como está profetizado.
«He aquí mi siervo.., he puesto so-
bre él mi espíritu; traerá justicia a las
naciones. No gritará ni alzará la voz ni
la hará oír en las plazas...». «No juzga-
rá por lo que ven los ojos, ni argüirá
por lo que se oye por los oídos...».
...Y es evidente que este hombre no
es Jesús de Nazareth, el cual alzó la
voz y clamó en las plazas; que juzgó
lo que se veía en su tiempo y arguyó
con lo que oyó que le decían escribas
y fariseos...
Jesús es el Demiurgo de la era de
las ciencias, creador de la cultura tec-
nológica actual y «mediador» entre el
«palo de José» y el «palo de Judá», sin
cuya intervención voluntaria jamás se
habrían encontrado juntos y la evolu-
ción habría continuado por el camino
de las supersticiones y de los mitos.
Enfrentados al cuadro general del
programa de Jesús y no olvidando en
absoluto que fue un hombre que ge-
nerosamente entregó sus derechos
naturales teniendo un incomprensi-
ble amor, un sentimiento cálido y
emocionado emerge del espíritu esti-
mulando cataratas de ideas nuevas,
al tiempo que, entre ellas, renace en la
memoria una vieja pregunta: ¿cierta-
mente fue Jesús de Nazareth el Dios
concreto que predican las iglesias?
Escépticos o ateos, los que no re-
conocen a Jesús como Profeta ex-
cepcional, tienen muchos argumen-
tos racionales que se oponen a la fe
de los que creen en él y le aman, pero
otros argumentos, igualmente racio-
nales, conducen a la convicción de
que si hay algo digno en nuestra His-
toria ha sido Jesús de Nazareth; que
aún negándole cualquier idea sobre-
natural —de forma natural— merece
ser nuestro Dios. Los que se sientan
incapaces de pensarlo como «Hijo de
un DIOS absoluto», que lo piensen
como Hombre Excepcional, que en
cualquiera de ambos casos —cum-
pliendo nuevamente las profecías—,
desde el corazón de los hombres,
«será levantado como estandarte por
pueblos y naciones»... Los unos por
admiración y los otros por reverencia,
si no olvidan su mansedumbre y su
generosidad, y establecen ese re-
cuerdo como «Camino de sus Vidas»,
harán que se extinga para siempre de
entre nosotros la malicia, la ambición,
la egolatría, la competitividad y la
agresividad, lacras todas ellas meta-
patogénicas que nos han convertido
en los «animales» más despiadados
Y crueles de la Tierra.
Se dice ahora que la «Historia ha
acabado». No es verdad. Es una in-
versión de los conceptos. Lo que está
por acabar es la «evolución»; la Histo-
ria está por comenzar.
Rodrigo DIAZ SITJAR
Al venir desde el Oriente al Occidente, Jesús
pretendió unir el espíritu doctrinario al espíritu
científico. ¿Fue Europa fiel a ese noble propósito?.
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REVISTA MAS ALLA-014-PROGRAMO JESUS EL DRAMA DE SU FINAL ?

  • 1. • 1 - - - --- - -- - /.' ,,, , ' / , s ---) - -''' cargados de representarlo en Jerusalén? Flotirlgo nos sugiere reinterpretar el sacrificio llevado a cabo por Je- sús de Nazaret desde una perspectiva poco frecuente. Y nos invita a reflexionar sobre el hecho de si Occidente, después de 2.000 años de Era Cristiana, ha sabido aplicar bien su Mensaje. _ prensadelmisterio.blogspot.com
  • 2. mágenes de un Jesús desorientado y asustado ante la inminencia del calvario, difundidas por algunas obras teatrales, han contribuido a distorsionar el verdadero drama vivido por Cristo. Reportaje S OBRE Jesús de Nazaret se han dicho ya tantas cosas que añadir algo más parecería ocioso. Pero en los acontecimientos de la Historia siempre quedan ciertos aspectos posteriormente analizados que permiten ensayar su interpreta- ción desde ópticas diferentes a las empleadas habitualmente, y así ha- llar nuevos elementos de convicción que enriquezcan los conceptos o los pasajes que la rutina intelectual ha convertido en tópicos. Interpretar correctamente la vida de Jesús no es fácil. Analizar con ob- jetividad las razones y motivos de su misión desde una perspectiva natural y humana, evitando la presión de los prejuicios, o de los tabúes consen- suados tácitamente por una buena parte de los creyentes, es una verda- dera osadía. Se ha creado tanta con- fusión alrededor de su figura y tanto adorno innecesario, que su protago- nismo en la evolución de nuestra es- pecie ha quedado como enterrado entre montañas de ficción imaginaria que, por supuesto, hay que intentar despejar. En más de una ocasión, en libros o revistas especializadas en temas esotéricos, he leído artículos que planteaban serias dudas sobre si Je- sús sabía lo que le esperaba en Jeru- salén, sobre si conocía o no el drama de dolor y sangre a que le condena- rían las autoridades rabínicas en la Ciudad Santa. EL PROTAGONISMO DEL DRAMA Ala vista del testimonio evangélico, la duda en principio no tiene solidez. Ya que Cristo conocía al detalle las Escrituras, no podía ignorar que la muerte y el tormento le esperaban al final de su camino, el mal aparecía descrito al detalle en los profetas. De hecho, él mismo aludió a ese final más de una vez con suficiente antela- ción. Aunque a primera vista la persis- tencia de esa duda en algunos pare- ce una frivolidad sin importancia, en el fondo plantea un verdadero absur- do ante la inminencia del calvario que presentaban ciertas obras teatrales, (Jesucristo Superstar, por ejemplo), no solo crea algunas confusiones de fondo, sino que además recorta los valores más importantes y trascen- dentes de su proyecto. El análisis profundo y objetivo de los Evangelios diseña un programa meditado. Según ese texto, Jesús no sólo sabía lo que le iba a ocurrir, sino que además provocó y dirigió los acontecimientos que culminaron en la cruz. Un griego, Lucas, y dos ju- díos, Marcos y Mateo, han dejado escrito el testimonio de esta certeza con palabras diferentes, pero muy significativas. De todos es conocido el pasaje del Getsemaní, el olivar en donde Jesús se preparó en cuerpo y alma para en- frentarse a lo que sabía bien que ocu- rriría al día siguiente. ¿Cuál no sería su certeza cuando, «su sudor —escri- be Lucas— como gotas de sangre, caía a /a tierra»? Marcos y Mateo se refieren a las angustias que provocaba esa seguri- dad transcribiendo las palabras del Maestro: «Mi alma está triste hasta la muerte»... Cuando llegaron hasta él los agentes del Sanedrín, su firme vo- luntad había vencido los violentos síntomas del instinto natural y se dejó prender mansamente. Los actos en que la palabra y la doctrina centraban 60
  • 3. tagonista, a partir de ahora, seria la persona. Pero para poder llegar con certi- dumbre al núcleo de su programa, antes hay que debatir y despejar una cuestión que Occidente no ha consi- derado suficientemente, sobre todo cuanto se ha presentado como el principal promotor del cristianismo. Durante los tres mil años anteriores a Jesús, los hebreos vivieron entre muchos pueblos; sin embargo, nin- guno de éstos comulgó jamás con el Curando en sábado, hablando como lo hizo con la samaritana o arrojando a los mercaderes del templo, Jesús arremetía contra las instituciones hebreas de su época a sabiendas de que las provocaba. La pintura del milagro del paralítico es de Murillo; al lado de estas líneas, cuadro de El Greco. pensamiento hebreo hasta el extre- mo de hacerlo suyo. Por el contrario, persiguieron, acosaron y esclaviza- ron a Israel, destruyeron sus reliquias y dispersaron a los hebreos. Con estos antecedentes, hay que preguntarse, ¿cómo fue posible que un judío como Jesucristo, rompiendo las barreras metafísicas que se inter- ponían entre la ley mosaica y el mun- do de los gentiles, lograra traspasar- las? ¿Qué ingredientes, a primera vis- ta invisibles, contenían los Evangelios para lograr este milagro? Occidente no se hubiera conmovi- do nunca por la muerte más o menos sangrienta de un judío si el relato no llevara inmanentes las claves «ge- nialmente» estimulantes para la aten- ción de un pagano. Los Evangelios nunca habrían llegado a Europa y el Antiguo Testamento seguiría aislado en el seno de un pueblo exclusivista, si el mundo de los gentiles no les hu- biera abierto las puertas. ¿Cómo logró Jesús de Nazareth que un conflicto judío se convirtiera con el tiempo en el principio activo de un cambio de civilización en Europa? Si volvemos a analizar los Evange- lios atentamente, se podrá observar que el escenario, el «atrezzo» y algu- nos protagonistas del drama, son ro- manos. La anécdota del centurión que quería que Jesús curara a su siervo, el interrogatorio llevado a cabo por Pilatos, el Pretorio, los legionarios y los tribunos van convirtiendo en ro- mano esta historia judía. «Dad al Cé- sar lo que es de/César ya Dios lo que es de Dios», además de ingeniosa y sabia, es una sentencia cuyo estilo li- terario tiene identidad romana, hala- ga a Roma y llama la atención de los gentiles sobre su autor. No se debe olvidar que Jesús —en cuanto me- sías— no ha existido para los judíos. Su nombre y sus circunstancias han sido borrados de la historia hebrea. Aunque el origen geográfico de los Evangelios sea palestino, el «Evange- lio de Jesús» es, por ello, romano. Y, por tanto, universal. EL ESCENARIO Y SUS DECORADOS En tiempos de Jesús la situación política de los judíos era crítica. La an- tigua esperanza de un libertador pro- videncial había revivido con la inva- sión romana de Palestina. El pueblo, esperando al «Hijo de David», vió en Jesús al Rey prometido, esperanza que de forma muy indirecta éste fo- mentó al hablar de «un Reino» inde- terminado. Para que el drama de Jerusalén se desatara con la violencia popular que llevó a preferir a Barrabás en lugar de a Jesús, era necesario generar un po- tencial de fanatismo, y ese potencial se gestó cuando todos los protago- nistas del acontecimiento permitieron que el pueblo viera en Cristo al Hijo de David que habían prometido los pro- fetas. Hay otra cuestión todavía, que habría que tener en cuenta: el esce- nario. Si para que el cristianismo en- trara en Occidente no servía el estilo literario del Antiguo Testamento, tam- poco el «atrezzo» del escenario podía ser judío. Jerusalén constituiría un es- cenario ideal. La vistosidad de las ar- mas romanas, la espectacularidad de sus protocolos y la cultivada retórica de cónsules y tribunos, proporcio- narían los elementos necesarios para romanizar los actos finales. Cuando el clima popular había lle- gado a un punto de suficiente ebulli- ción, Jesús entró en Jerusalén. Iba montado en un asno prestado, y se- guido de doce hombres a pie. Jeru- salén le recibió en triunfo, como «Hijo de David». Después comenzaría la campaña en su contra. Estas precisiones muestran un cuadro general en -el que Jesús no se mostraba como empujado por una fuerza mayor. Por el contrario, se exhi- be como protagonista; dirige los eventos previamente programados como componentes necesarios al Jesús no sólo sabía lo que le iba a ocurrir, sino que además provoco y dirigió los acontecimientos que culminaron en la Cruz. 61
  • 4. En el conjunto gráfico, Jesús aparece en la Ultima Cena (arriba); con el ciego de nacimiento en la piscina de Siloe (abajo); a la derecha, durante la Oración del Huerto en Getsemanf. No obstante, el nombre y la vida públicas de Jesús fueron borrados de la historia hebrea, para terminar siendo aceptados respetuosamente por el mundo romano de los gentiles. Reportaje objeto de consagrar su figura ante el inmediato futuro. Pero al margen del pueblo, Jesús, en realidad arremetió contra las insti- tuciones para provocarlas. Sólo las «instituciones» son capaces de enfo- car y concentrar la ira popular sobre una meta y de organizar aconteci- mientos ejemplares y trascendentes. Todo aquello que tenía algún po- der en Jerusalén fue vejado. Los es- cribas (abogados de aquel tiempo), los cambistas (banqueros de aquella economía), los fariseos, una secta re- ligiosa influyente, o Caifás, yerno de Anás —sumo sacerdote aquel año—, fueron escarnecidos, irritados, provo- cados de uno u otro modo por Jesús. Sin embargo, con Roma no se metió... lo romano fue cuidadosamente res- petado porque necesitaba a Roma, objetivo al que apuntaba su progra- ma a corto y largo plazo. Y Roma colaboró de forma rele- vante apodando sus instrumentos. La lapidación, como se ha dicho antes, era la «muerte oficial» de la jus- ticia judía, una ejecución que hubiera vinculado el drama al estilo hebreo, cuestión totalmente evitada en el plan del Maestro galileo. Por el contrario, la crucifixión sellaba sus Evangelios con el símbolo de la justicia romana, una señal de su identidad que los ro- manos cuidaban, crucificando a los condenados en oteros y al borde de los caminos. Aunque todos esos elementos en- cajan con elegancia en el diseño del cuadro general de la Pasión, se podía suponer que han sido amañados por el escritor en favor de una tesis subje- tiva. Se podría pensar, también, que el devenir de sus eventos y los detalles escenográficos que ponen el toque de color en cada acto, estaban pre- viamente anunciados por los profetas y que, por tanto, aquellos aconteci- mientos estaban predeterminados desde «el principio de todas las co- sas», y esto significaría que Jesús se «sometió» por obediencia a su desti- no... Pero a lo largo de la tradición bíblica hay antecedentes que des- moronan este presupuesto, decan- tando por completo el determinismo que estaría implicado en una manse- dumbre inhibitiva ante un destino previamente adjudicado. Los profe- tas de Israel fueron hombres elegidos por Yahvéh, pero nunca condenados a ser profetas. Disponían de albedrío para aceptar o no el «llamamiento». Tenían la misma libertad que han te- nido millones de «elegidos y llama- dos» por la misma voz que ellos para ser agentes activos en la evolución de la Humanidad. Los grandes hombres de la Cien- cia, los reformadores, muchos filóso- fos y líderes religiosos y, en general, quienes con generosidad han ofreci- do sus vidas o sus talentos para la evolución de la cultural colectiva ha- cia la Nueva Conciencia, son profe- tas. Pero cuando la misión que hay que asumir ofrece pocos premios in- mediatos o exige sacrificios de alto precio, cualquier renuncia, desde el punto de vista humano, está justifica- da. Millones de hombres a lo largo de la Historia recibieron esa misma Ila- Los hebreos vivieron casi siempre en el seno de otros pueblos; sin embargo, ninguno de estos había aceptado jamás el pensamiento bíblico. ¿Qué es lo que le ocurrió al mundo de los gentiles para que aceptara «como suyo» el Antiguo Testamento y el Evangelio de Cristo?. 62
  • 5. mada, pero vendidos a otros intere- ses mundanos se inhibieron y deso- yeron la voz, renunciando a ofrendar sus talentos por los demás, hacién- dose estériles en el proceso de la evolución positiva de la Humanidad, para terminar explotando dichos ta- lentos en su exclusivo beneficio per- sonal y dedicándolos a la vanidad o al hedonismo del gozo sensual. Todos los profetas de la evolución positiva, tanto en las ciencias, en las filosofías, como en las religiones, han tenido que sufrir y soportar vejaciones, me- nosprecio e incomprensión. Y.esto lo sabían de antemano. iSe necesitan grandes dosis de amor al prójimo, de mansedumbre y de humildad para aceptar el oficio de profeta! LA PASION «No he venido a abrogar... sino a cumplir». Estas palabras no significan en absoluto que hubiera sido obliga- do a cumplir las profecías de La Pa- sión, sino que, conociendo el argu- mento diseñado de antemano por los profetas, y habiendo aceptado la «lla- mada», estaba dispuesto y decidido a prestar su persona y sus talentos a la Misión. Para que el «argumento» general se cumplimentara al pie de la letra, era preciso que los acontecimientos estuviesen bajo su control y que los detalles fueran apareciendo por pro- vocación o por oportunidad. Sólo una persona raramente inteli- gente, sumamente astuta, («Sed astu- tos como serpientes», recomendó a los setenta) y con una férrea voluntad podía llevar a término aquel progra- ma. Solamente un «genio excepcio- nal» podía convertir en históricamen- te relevantes, unos acontecimientos que en su tiempo eran habituales,- adornándolos con ingredientes alta- mente llamativos y espectaculares, y sin cuya condición —como muchas otras gestas— hubieran quedado en- terrados en la Historia silenciada de la Humanidad. Todo ello era necesario, imprescindible, para conmover, para crear expectación e interés que tras- cendiera más allá de su tiempo; facto- res activos necesarios, sin cuya asis- tencia los componentes metafísicos e invisibles de su propósito jamás habrían alterado las formas de pen- sar de muchas generaciones futuras, ni habrían cambiado, de ese modo, el «mundo del hombre», modificando el sentido que había tomado su existen- cia. No es difícil comprobar que Jesús ejercía un severo control sobre los acontecimientos. Basta con analizar su comportamiento en la economía de los sucesos, cuando el acto final se había hecho irreversible. Desde el momento de su arresto en el Huerto de los Olivos, sosegadas ya con su férrea voluntad las protestas y temores de su instinto de sobreviven- cia, con plena conciencia de que la inercia que habían tomado las cir- cunstancias anteriores apuntaba a la meta prevista, su actitud cambió sú- bitamente. La agresividad demostrada en el Templo con los cambistas, el afilado cuchillo de sus respuestas, y la astu- cia para evadir situaciones compro- metidas, fueron sustituidos por una total mansedumbre. Humildad con los aprehensores; palabras que no argumentaban ante el Sanedrín, y an- te Pilatos; inhibición a defenderse ea atenuar la saña de sus verdugos, son actitudes que describen con preci- sión ese cambio radical de Jesús lo- grado con el poder de su mente sobre los instintos naturales; algo absoluta- mente necesario para cumplir la pro- fecía de Isaías: «como cordero fue llevado al matadero; enmudeció y no abrió la boca»... Es difícil que el deter- minismo occidental acepte todas es- tas premisas del mundo espiritual, donde todo lo posible está en proyec- to. La evolución del Hombre hacia una Nueva Conciencia es un proyec- to posible hacia el que apunta toda la organización de la Vida en la Tierra, pero las formas, el detalle, el carácter de los eventos y de los tiempos, los tiene que poner el Hombre de forma voluntaria. Hay un margen importante de libre albedrío en la selección de esos detalles, condicionados por la oportunidad histórica de cada mo- mento del proceso evolutivo y por el rol que pueden ejercer los elementos culturales y sociales existentes en ca- da época. Pero la elección de esos elementos, organizarlos dentro de un plan, y la previsión de sus efectos se- cundarios a largo plazo, son respon- sabilidad del profeta que acepta el lla- mamiento, de su inteligencia y de su generosidad y altruismo. En el programa de Jesús, la «cari- dad», el «amor al prójimo» y la humil- dad no son doctrinas terminales. No son metas definitivas, sino catalizado- res de la impiedad del hombre hacia el hombre; justificativos de las cruel- dades de un «animal» desorientado, atemorizado por sus ignorancias, de una parte, y por las supersticiones que se ve obligado a articular para suplir esas ignorancias, de otra. En último término, la REDENCION es la JUSTIFICACION de los actos irresponsables del «inocente» por ig- norante, es un acto de «misericordia» hacia los que, fanatizados porque no son capaces de discernir ni escuchar otras señales, «caminan ciegos tras sus pensamientos», tras las conclu- siones y conceptos que articulan esas señales y tras las obras que se realizan con esas formas de pensar. Inmanente en el aspecto concreto del plan de Jesús de Nazaret hay una intención metafísica a largo plazo en- Casi todos los profetas que han venido al mundo para ayudar a la Humanidad han tenido siempre que sufrir persecuciones o desprecios. 63
  • 6. uchos hombres han rE Historia la llamada de entrE embargo, los intereses MUI hedonismo han ahogado si focado a destruir esa ignorancia, creando una cultura paralela a la doc- trinaria. Una dialéctica capaz de expli- car ciertos fenómenos desconocidos que eran fuente de superstición y de temor. El programa de Jesús está en- focado hacia el futuro de la Ciencia, hacia la dialéctica concreta del Méto- do Científico, cuyas primeras bases estaba incubando Grecia y, por pa- rentesco, el imperio de los gentiles. «A unos se hablará en Ciencia y a otros se dará a entender doctrina», escribe Isaías refiriéndose a los Ulti- mos Días de la evolución; porque habrá que juntar el palo de Judá y el palo de José, y serán un sólo palo». EL LIBRO DE LA CIENCIA Y EL LIBRO DE LA DOCTRINA Si entendemos que la doctrina se encuentra «culturizada» en el Antiguo Testamento o en otras religiones, y la Ciencia se incubaba en Grecia*, po- demos entender que la figura «pa/o de Judá», (de cuya tribu era Jesús) y «palo de José» (la tribu «perdida») se refieren al libro de la Ciencia y al libro de la doctrina. «Hacer de ambos un solo palo», posiblemente sea la clave de la Nueva Conciencia, el camino de otras formas de pensar y concebir la realidad distintas de las que se han te- nido a lo largo de la Historia. De todos es sabido que mientras la cultura fue predominantemente doc- trinaria, cualquier amago de ciencia fue perseguido y acosado. Cualquie- ra puede recordar los crímenes co- metidos por las ideologías espiritua- listas cuando lograron establecerse como organismos de poder institu- cionales. Y ahora mismo, leyendo la crónica diaria, se puede comprobar que la Ciencia, institucionalizada co- mo religión intocable, está destruyen- do la Tierra. Esto significa que la Doc- trina y la Ciencia, por sí mismas, aisla- * La Ciencia no podría prescindir de las raíces griegas para explicar la mayoría de los fenómenos que deter- mina su lenguaje. Sin esa base verbal preestablecida por su civilización, ninguna inteligencia habría podido pensar con certidumbre en dichos fe- nómenos y, mucho menos todavía, transmitir su conocimiento a otros ta- lentos. cidente y Europa son cristianas. n ia galería de inventores y descubridores hay muy pocos nombres que no per- tenezcan al área cristiana. Se puede afirmar que la Ciencia, aunque parez- ca una paradoja en contradicción con la historia del cristianismo institu- cional, es cristiana; cristiano-depen- diente o cristiano-reaccionaria, una paradoja que deja de sedo si atene- mos el juicio al canon del arancel cris- tiano para arbitrar las cosas: «Por los frutos los conoceréis»; «Por los efec- tos sabréis el propósito de los pro- gramas», podríamos añadir. Y ahí, an- te los ojos, están esos efectos. ¿Por qué razón el cristianismo ha sido principio activo en el desarrollo de la Ciencia? El encuentro frontal de los dogmas creados a partir de los Evangelios con la realidad material y física que nos rodea ha generado una inquietud mental inmensa. Ninguna otra cultura ha tenido tantos filósofos, tantos refor- madores religiosos, tantos cambios teológicos, ni generado ideologías 64
  • 7. Mantegna pintó de este modo la crucifixión de Jesús (a la izquierda). Abajo, a la izquierda, una representación del «Ecce Homo» de Murillo. Bajo estas líneas, la flagelación de Cristo en el Pretorio de Pilatos. La Cruz de Jesús trascendió el ámbito hebraico, romanizándole para los siglos venideros. tan diversas como Europa. Esa in- quietud ha trascendido a un inconfor- mismo total con lo establecido, esti- mulando el talento de millones de hombres a buscar, a suponer, teorizar e investigar en todos los campos donde había algo por descubrir. Co- mo un inmenso hormiguero agitado, las inteligencias cristianas han tan- teado la realidad física, la suposición intelectual, el dogma religioso, la ideología política y la social, buscan- do justificaciones a su inquietud y ex- plicaciones a sus incertidumbres. Es- te antagonismo entre lo que colecti- vamente se creía y los síntomas con- cretos que generaba la realidad, es el factor de la inmensa energía mental que ha participado en diseñar, articu- lar y, en gran medida, determinar el lenguaje del «palo de José», sin cuya dialéctica precisa no se podría expli- car el significado emocional del len- guaje del «palo de Judá». Y en este momento crítico nos en- contramos. Por las mismas causas que la dicotomía de nuestra «realidad humana» fue disociada por el dualis- mo cuando se inclinaba por la Doctri- na, el dualismo persiste ahora, pero inclinado hacia la Ciencia. Aquella fa- se rechazaba la Ciencia y ésta, recha- za la doctrina con la misma saña. La realidad del Hombre es una di- cotomía en la que lo concreto y lo abstracto han de interactuar con una perfecta simbiosis; lo concreto es la materia física que nos hace extensos en esa dimensión extensa, pero lo abstracto, representado en las emo- ciones, las sensaciones y las ideas, son el material que nos da conciencia del «estar» en esta dimensión. «So- mos», por lo tanto, esas sustancias, y aunque no podríamos «estar» sin lo concreto, tampoco tendríamos con- ciencia de ello sin ese material abs- tracto; «seríamos» como vegetales... Pero el «palo de Judá» todavía está inconcluso. Del mismo modo que el de José se ha completado cuando la Ciencia puede explicar por las cau- sas los fenómenos concretos, es pre- ciso explicar las causas de lo abstrac- to para no caer de nuevo en otra clase de superstición. Y esta asignatura, hoy por hoy, está pendiente. Nos ha- ce falta otro profeta que desarrolle es- te programa... «Sus frutos le descubri- rán», como está profetizado. «He aquí mi siervo.., he puesto so- bre él mi espíritu; traerá justicia a las naciones. No gritará ni alzará la voz ni la hará oír en las plazas...». «No juzga- rá por lo que ven los ojos, ni argüirá por lo que se oye por los oídos...». ...Y es evidente que este hombre no es Jesús de Nazareth, el cual alzó la voz y clamó en las plazas; que juzgó lo que se veía en su tiempo y arguyó con lo que oyó que le decían escribas y fariseos... Jesús es el Demiurgo de la era de las ciencias, creador de la cultura tec- nológica actual y «mediador» entre el «palo de José» y el «palo de Judá», sin cuya intervención voluntaria jamás se habrían encontrado juntos y la evolu- ción habría continuado por el camino de las supersticiones y de los mitos. Enfrentados al cuadro general del programa de Jesús y no olvidando en absoluto que fue un hombre que ge- nerosamente entregó sus derechos naturales teniendo un incomprensi- ble amor, un sentimiento cálido y emocionado emerge del espíritu esti- mulando cataratas de ideas nuevas, al tiempo que, entre ellas, renace en la memoria una vieja pregunta: ¿cierta- mente fue Jesús de Nazareth el Dios concreto que predican las iglesias? Escépticos o ateos, los que no re- conocen a Jesús como Profeta ex- cepcional, tienen muchos argumen- tos racionales que se oponen a la fe de los que creen en él y le aman, pero otros argumentos, igualmente racio- nales, conducen a la convicción de que si hay algo digno en nuestra His- toria ha sido Jesús de Nazareth; que aún negándole cualquier idea sobre- natural —de forma natural— merece ser nuestro Dios. Los que se sientan incapaces de pensarlo como «Hijo de un DIOS absoluto», que lo piensen como Hombre Excepcional, que en cualquiera de ambos casos —cum- pliendo nuevamente las profecías—, desde el corazón de los hombres, «será levantado como estandarte por pueblos y naciones»... Los unos por admiración y los otros por reverencia, si no olvidan su mansedumbre y su generosidad, y establecen ese re- cuerdo como «Camino de sus Vidas», harán que se extinga para siempre de entre nosotros la malicia, la ambición, la egolatría, la competitividad y la agresividad, lacras todas ellas meta- patogénicas que nos han convertido en los «animales» más despiadados Y crueles de la Tierra. Se dice ahora que la «Historia ha acabado». No es verdad. Es una in- versión de los conceptos. Lo que está por acabar es la «evolución»; la Histo- ria está por comenzar. Rodrigo DIAZ SITJAR Al venir desde el Oriente al Occidente, Jesús pretendió unir el espíritu doctrinario al espíritu científico. ¿Fue Europa fiel a ese noble propósito?. 65