El documento describe la historia de Maguy y Daniel Lebrun, un matrimonio francés que se dedica a la curación espiritual y el cuidado de enfermos durante más de 25 años. Se les apareció una entidad llamada Mamy que les ofreció esta misión a través de Daniel cuando estaba dormido. Desde entonces han adoptado 18 niños y ayudado a miles de pacientes guiados por entidades que se manifiestan a través de Daniel.
1. 'Entrevista a yaguy rebrun
MEDICOS
DEL
CIELOUn matrimonio francés, desconocido incluso para la
mayoría de sus compatriotas, viene realizando desde hace
ya veinticinco años una abnegada labor de ayuda al prójimo
completamente insólita: con la colaboración de entidades ya
fallecidas —a las que ellos denominan «médicos del cielo»—
se dedican a la curación espiritual de enfermos y a servir de
guía y consuelo para quienes van a atravesar el umbral de la
muerte. Una labor admirable totalmente gratuita en una vida
de servicio a los demás que merece ser conocida. Sus nom-
bres, Maguy y Daniel Lebrun. Su herramienta: el amor y la
oración. Su meta: ayudar a quien lo necesita.
D
aniel se quedó dormido pro-
fundamente nada más meter-
se en la cama Maguy, des-
pués de cerciorarse de que los niños
dormían, decidió hojear un rato una re-
vista mientras vigilaba el sueño inquie-
to de su marido. Hacía días que le en-
contraba extrañamente fatigado. Le
miró preocupada. De improviso oyó
que de la boca de su marido, comple-
tamente dormido, una voz desconoci-
da, una voz femenina, se dirigía a ella:
«No tengas miedo, Maguy. No es tu
marido quien habla sino un guía espiri-
tual que ha escogido este medio para
comunicarse, a través de él, contigo.
Tu marido es un poderoso medium ya
partir de ahora recurriré a él para ha-
blarte. Os propongo una misión que
sois libres de aceptar o rehusar. Si
aceptais, tu marido y tu encontraréis
después de la muerte lo que Ilamais el
"reino de los cielos". Si os negais, no
importa, será en otra vida, porque aquí
abajo cada uno dispone de libre al-
bedrío. Tu, Maguy, has recibido el don
de cuidar y sanar por magnetismo. A
través de Daniel te enseñaremos a ser-
virte de él. Solamente curarás el cuer-
po curando el alma, pues esa es la fina-
lidad que perseguimos: elevar e/ nivel
espiritual de aquellos que llegarán
hasta tí y conducir las almas hacia
Dios>.
Así empezaría la increible historia
del matrimonio Lebrun, hace casi trein-
ta años. Ese día aquella voz se dirigiría
a Mag uy durante tres horas, tiempo en
el que le dió explicaciones sobre lavida
que llevarían ella y su marido si acepta-
ban la misión, a la parque la instruíaso-
bre la muerte, la reencarnación y las
fuerzas espirituales. Resulta obvio de-
cir que aquel inaudito reto sería acep-
tado. En presencia de su marido, Ma-
guy recuerda en Madrid con nosotros
aquel momento:
—«Me quedé estupefacta Yo no me
había interesado nunca por estas co-
sas. Ni por la religión, ni por la metafísi-
ca. Ni siquiera era católica practicante.
Y lo mismo puede decirse de mi mari-
do, así que no sabía qué hacer. La voz
me dijo que le explicase lo que había
pasado a Daniel y discutiéramos el te-
ma. Cuando dejó de hablar, Daniel res-
piró profundamente y se despertó.»
«¿Pero aún note has dormido?, me di-
jo. ¿Has visto qué hora es?». «No sabía
que hacer, pero finalmente le conté lo
que había pasado. Discutimos durante
horas.»
—Pero ¿usted no tenía dudas so-prensadelmisterio.blogspot.com
2. Reportaje
Con la oración —según me explicaron mis
guías— «creamos» el material espiritual energético
del que se valen los «médicos del cielo» para tratar
al enfermo aquí en la Tierra.
bre la autenticidad de lo que acaba-
ba de sucederle?
—«Por supuesto, pero la voz me
había dicho que al día siguiente de-
bería ir aVersalles, a casa de unos ami-
gos, porque les amenazaba una des-
gracia y mi presencia tal vez lo podría
evitar. Confundidos, acordamos acer-
carnos, después de llamarles con una
excusa tonta. Una vez allí nos invitaron
a cenar. Evidentemente mi amiga se
dió cuenta de inmediato de que algo
me pasaba y me llevó aparte. Turbada
aún, le expliqué la parte de la experien-
cia de la noche anterior que tenía que
ver con ella. Al oirlo se le demudó el
rostro y desmoronándose brusca-
mente, me abrazó entre sollozos. Y en-
tonces me confesó que al día siguiente
pensaba fugarse a Colombia con otro
hombre, también casado y con hijos
como ella, abandonando ambos a sus
familias. Estaban desesperadamente
enamorados e iban a escaparse. Mi
amiga me hizo repetirla varias veces lo
suced ido... ytomó entonces la decisión
de quedarse. No se marchó. Hoy es
una abuela feliz.»
—Yen ese momento usted dejó de
dudar...
—«Lo cierto es que desde aquel hecho
hasta que la voz volvió a manifestarse a
través de Daniel trascurrieron varios
meses, durante los que meditamos
qué hacer. Cuando ella volvió, y digo
"ella" porque era una entidad femeni-
na que se identificaría como Mamy, le
di nuestra aquiescencia a su oferta. En-
tonces me explicó que deberíamos
dejar nuestras actividades —yo como
enfermera y Daniel como contable—
para que yo pudiera dedicarme por
entero al cuidado de los enfermos que
irían viniendo a nosotros, sin necesi-
dad de hacer publicidad alguna. Y que
nunca debería pedir nada, aunque si
aceptar los donativos que quisieran
darnos, "considerando por igual los
diez francos del pobre que los cien
francos de/rico"».
«Se me dijo igualmente que sería
iniciada en la práctica de la sanación
por magnetismo y que comprendería
la fuerza de la oración para lograr cura-
ciones espirituales. Se nos adelantó
además que adoptaríamos muchos
niños, a los que habríamos de educar
según los valores espirituales, y que
acogeríamos a muchos amigos pres-
cindiendo de su medio social, de sus
creencias, de su religión, de su filosofía
o de su raza, con los cuales formaría-
mos grupos de oración y búsqueda
espiritual. Lo que nunca pude sospe-
char es que la iniciación duraría diez
años.»
Maguy se explaya contando multi-
tud de anécdotas acaecidas en estos
dos lustros, que me veo obligado, por
razones de espacio, a omitir. Anécdo-
tas que salpican la vida de quienes su-
pieron con entereza afrontar sus com-
promisos. Ahora, casi treinta años des-
pués, Maguy y Daniel pueden dar fe de
ello: dieciocho hijos adoptados, cua-
renta apadrinados y miles de pacien-
tes y amigos asi lo atestig uan. Hoy, des-
pués de veinticinco años de trabajo en
silencio, dan testimonio de su extraor-
dinaria labor desde el cura-párroco de
Saint-Nazaire-les-Eymes, Jean Go-
del, hasta el magistrado presidente de
la Audiencia del Tribunal de Apelación,
Roger Masse-Navette, pasando por
varias decenas de médicos que desde
hace años colaboran con ellos.
—¿Por qué, después de tantos
años de anonimato, han decidido
salir ustedes a la luz pública?
—«Nos lo "ordenaron" nuestros
guías para dar testimonio de todo lo
ocurrido en estos años y servir de ayu-
da a quienes han perdido el norte en el
horizonte. Así que un día me senté de-
bajo de un árbol y me puse a escribir.
No tuve que volver hacia atrás en nin-
gún momento ni se precisó hacer co-
rrección alguna. Me limité a plasmarto-
do lo que llevaba dentro.»
—Si usted me lo permite, me gus-
taría profundizar en su experiencia
paranormal, en sus vivencias en es-
te terreno...
—«Por supuesto.»
—Después de la «prueba» que su-
puso la confesión de su amiga, ex-
plicándola que iba a marcharse de
su casa, ¿tuvo alguna otra?
—«Muchísimas. De hecho, la si-
guiente fue para mi definitiva. Verá us-
ted, mi suegro siempre me decía:
«Cuando esté en el mundo invisible del
que me hablas, si existe y lo que dices
es cierto, me manifestaré». Y añadía
humildemente: «Si puedo». Bien, lo
cierto es que su deseo le fue concedi-
do. Un día, al salir de la cocina a las
ocho de la mañana, le falló el corazón.
Al día siguiente, cuando su cuerpo aún
estaba en casa, oímos a las dos de la
madrugada unos golpes de martillo en
su taller de bricolage. Toda la familia se
despertó y, descalzos, nos dirigimos a
su mesa de trabajo. Entonces se hizo el
silencio otra vez. Y vaya si tuvo ocasión
de cumplir su promesa: se dedicó a
hacernos todo tipo de travesuras. Des-
de dejar encerrado en su cuarto a uno
de mis hijos hasta dedicarse a abrir
puertas yventanas para regocijo de los
chavales, que no tenían duda de que
se trataba de él. Pero debo decir que ni
a mi, ni a Daniel, nos han interesado
nunca los fenómenos paranormales.»
—Según entiendo, las entidades
que se manifiestan a través de su
marido son personas que fallecie-
ron...
—«Así es. Yo no sé muy bien quienes
son los guías que se manifiestan. Sólo
lo que me han contado ellos y no es
mucho. Se que varios fueron médicos
en alguna de sus últimas encarnacio-
nes en la Tierra. Pero desconozco cuá-
les eran sus nombres. Salvo en el caso
de mi primer guía, de Mamy, de quien
nos inició en todo esto durante los pri-
meros diez años, quien me enseñó a
magnetizar y me hizo comprender
el valor enorme de la oración, sin la cual
los médicos del cielo no pueden hacer
nada.»
—Y eso ¿por qué razón?
—«Porque —según me explicaron—
con las oraciones "creamos" el mate-
rial espiritual, que no es sino energía a
fin de cuentas, que les permite "traba-
jar" con el enfermo. Sin ese "material
energético o espiritual" no pueden ac-
tuar.»
—Hace un momento me indicaba
que sí conoce hoy la identidad de su
primer «guía», de «Mamy»...
—«Bueno, de su nueva identidad,
porque hoy está entre nosotros. Está
reencarnada en una joven que hoy tie-
ne 19 años, una chica extraordinaria.»
—¿Recuerda ella algo? ¿Sabe que
fue su primer «guía»?
—«En absoluto. Yo sabía algo de su
vida anterior porque me lo había con-
tado cuando estaba en el otro plano.
Así que no hace mucho, sin decirle na-
da, la llevé al lugar donde había vivido
en su encarnación anterior. La puse
delante de su antigua casa Ni vibró, ni
3. Arriba, a la izquierda, Maguy Lebrun con José Antonio Campoy
durante la entrevista que mantuvieron, Arriba, a la derecha,
aparece la autora del libro junto al padre José María Pilón, que
intervino en el acto de presentación del mismo. Abajo, Daniel
Lebrun, a través de quien Maguy recibe sus mensajes.
sintió nada de nada. Cuando le pre-
gunté a Ety mi segundo "guía espiri-
tual" cuál era la razón, dijo que ahora se
encontraba muy bien dentro de su piel,
muy equilibrada. No sé, en mi opinión
no hay que buscar mucho en eseterre-
no. Si el buen Dios hubiera querido que
supieramos, nos habría permitido la
memoria, el recuerdo.»
—¿E ignora usted entonces la
identidad de su segundo «guía», de
«Ety»?
---«La verdad es que no. Ety, antes de
morir, fue enfermera durante la Segun-
da Guerra Mundial. Resultó capturada
cuando se encontraba con la Resis-
tencia, con los maquis del Vercors, en
julio de 1944, en la cueva de la Luire.
Terminó siendo llevada al campo de
Ravensbrück tras varias peripecias
horrorosas y murió en el horno crema-
torio. La pregunté qué hizo al «desper-
tar», al dejar el cuerpo físico, y me res-
/ doctor «Laénnec»
pondió: «Nada; nada durante tres me-
ses de vuestro tiempo, más o menos,
porque era preciso que perdonara pri-
mero».
—¿Cómo está tan segura de ello?
Porque no parece usted albergar
ninguna duda...
—«Es que... bueno, cuando supe su
última identidad antes de morir, me pa-
só un poco como a Santo Tomás. Vaya,
que me puse a averiguar si la historia
que me había contado se podía corro-
borar o no. Y lo cierto es que terminé
encontrando a su madre, a sus primos,
a compañeros de cautiverio... Contaté
que toda la historia era auténtica Su
propia madre —a la que conocí— me
contó que el día en que había muerto
—lo que supo mucho después— Ely se
apareció en su casa. Cuando fue a
abrazarla loca de contenta, gritando
"iestás viva, vivar, oyó que su hija res-
pondía "no de/todo, mamá", desvane-
ciéndose en el acto.»
—¿Recuerda alguna otra expe-
riencia paranormal en la que haya
habido varios testigos?
--«Mi madre murió de cáncer. Su en-
fermedad era irreversible. Bien, pues
no había pasado aún una hora desde
su óbito cuando pudo tomar "pose-
sión" de Daniel y me dijo: «No llores, hi-
ja mía, todo va bien, estoy bien». Le ase-
guro que resulta espeluznante oir la
voz de tu propia madre que acaba de
morir, hablando por boca de tu esposo.
lesde el más allá— me
explicó que hay enfermedades de origen kármico,
lesiones en el cuerpo etéreo que se proyectan
tarde o temprano en el cuerpo físico.
4. Abajo, el
matrimonio
Lebrun junto a
uno de sus hijos.
A la derecha, un
momento del
acto celebrado
el año pasado
en Grenoble,
que reunió a
6.000 personas
junto a Maguy
Lebrun.
«Nuestra misión
—nos dice—
consistía en
dedicarnos por
entero al
ruirlarin rip
GRUPOS
EN
ESPAÑA
Desde que Maguy y Daniel Lebrun
se decidieran a narrar en público sus
experiencias con el mundo espiritual y
la sanación, publicando el libro «Médi-
cos del cielo, médicos de la Tierra»,
(con 120.000 ejemplares vendidos,
está traducido en francés, español, ita-
liano, alemán, holandés, brasileño y,
próximamente, en inglés) cientos de
personas de distintos países han for-
mado grupos de oración para ayudar,
tal como ellos explicaron y pidieron, a
hombres y mujeres que sufren.
En España funcionan actualmente
dos. Uno en Barcelona, que se reúne
cada jueves desde hace dos años a las
20,00 horas y al que se puede escribir
al Apdo. de Correos 14.327 de la Ciu-
dad Condal (Telt.: (93) 2046341. Y el
segundo en Madrid, los mismos días y
a las mismas horas, en la calle Bailén,
15, 1.0 izqda.
«Sería muy feliz—nos manifestó Ma-
guy Lebrun— si en todas las ciudades
de España hubiera grupos de gente de
buena voluntad que, al margen de reli-
giones y creencias políticas, pudieran
reunirse —aunque sólo fuera media
hora al mes—para echar una mano a
quienes estan sufriendo. Creo que los
españoles se tienen que ayudar alián-
dose entre ellos.»
«No pretendemos constituir una
secta, ni crear una nueva religión, aña-
dió. A nosotros nos escribe gente de
muchas partes y nos limitamos a citar-
la el mismo día y en el mismo sitio. Es
decir, el último domingo de Junio. El
pasado año nos reunimos en Greno-
ble. Fue impresionante. Acudieron
cerca de seis mil personas de varios
países. Yen ese acto de recogimiento
no hay fórmulas, no hay una oración
prefigurada Solo haysilencio y recogi-
miento interior. Algo válido para todas
las creencias religiosas. Y ese momen-
to de recogimiento común es el único
acto que se celebra Pero es suficiente
para el que de verdad ha comprendi-
do.»
Pero, probablemente —añade--, és-
te sea el último año en que nos reuni-
mos todos en Francia. Creo que es
más positivo que los grupos que se
formen, lo hagan anualmente en su
país. Así crearán un alma conjunta de
ayuda a los demás.»
Pero el hecho más maravilloso se pro-
dujo después. Cuando ibamos a ente-
rrarla, y mientras todo el cortejo iba de-
trás del féretro, caminando, a unos
cuatro kilómetros del nicho se oyó de
improviso la voz de mi madre. Su voz
cantando mientras acompañaba su
propio cuerpo físico para ser enterra-
do. Y aquellos cantos, se lo aseguro, los
oyeron todos los que nos acompaña-
ban.»
—Además de las plegarias que re-
zan en grupo para proporcionar
«material espiritual» a los médicos
del cielo, usted actúa por magnetis-
mo mediante la imposición de ma-
nos. ¿Cuál es su forma de entender
este tipo de actuación?
—«Según lo entiendo yo, la enferme-
dad es una disfunción, un desequili-
brio, una falta de energía. Creo que to-
das las enfermedades —o casi todas—
nacen en el cuerpo astral, aunque al-
gunas puedan tener su origen en el
cuerpo espiritual o alma. El cuerpo físi-
co es el vehículo, el soporte de los otros
cuerpos. En caso de conflicto, las
energías se bloquean y pueden gene-
/ sufrimiento no es una desgracia impuesta
desde el exterior, sino la consecuencia de nuestros
propios errores, de nuestra propia responsabilidad.
5. .<,
it
1
La oración es una fuerza tan real como el viento
o el sol; su poder supera todos los obstáculos,
actuando claramente sobre el mundo de la materia.
rar la enfermedad física. Pues bien, Ma-
my me enseñó a canalizar algunas
fuentes de energía y a eliminar los fe-
nómenos perturbadores para resta-
blecer las frecuencias afectadas. Con
el magnetismo, siempre por supuesto
como coadyudante del tratamiento
médico, ayudo a regularizar, equilibrar,
estimular las funciones orgánicas.
Podría compararse la radiación mag-
nética con la radiación solar. Si la pri-
mera impregna al hombre de energía,
la segunda da vida a la flor, al árbol, a
toda la Creación. El tratramiento médi-
co actúa sobre el plano físico, y el mag-
netismo sobre el psicosomático. Aten-
demos así al ser humano en "cuerpo y
alma". Este mismo magnetismo,
acompañado por la fuerza de la ora-
ción y del pensamiento, practicados en
grupo para aunar esfuerzos, para su-
mar energías, se convierte en una ver-
dadera fuerza de sanación espiritual.
Un magnetizador no deja de ser, pues,
un instrumento através del cual pasa la
corriente energética.»
—idk su juicio hay enfermedades
de origen kármico?
—«Si; precisamente uno de los mé-
dicos del cielo, que se presentó como
el doctor Laénnec, me explicó que hay
enfermedades de origen kármico. Es
como una lesión del cuerpo etéreo que
se proyecta sobre el cuerpo físico.»
—Y desde su punto de vista, ¿no
hay un punto de crueldad en la rela-
ción kármica?
—«El sufrimiento no es una desgra-
cia, sino la consecuencia de nuestros
errores de conducta, y nos ayuda a
comprender que somos nosotros, y no
los demás, los únicos responsables de
nuestras dificultades. El que haya he-
cho sufrir, sufrirá a su vez, pero ese cas-
tigo no será en vano. Servirá para com-
prender, para no volver a hacer más
daño. Ya dijo Buda que somos el resul-
tado de lo que hemos pensado y he-
cho en nuestras vidas anteriores, y ya
advirtióJesús:"Nojuzguéisyno seréis
juzgados". Por eso quien entiende este
hecho sabe que sólo puede compren-
derse de verdad una enfermedad
cuando se conoce su causa profunda
Y muchas veces esta puede difumi-
narse en el tiempo.»
—¿Hasta qué punto tiene usted fe
en la fuerza curativa de la oración?
—«Los hombres, en su mayoría, no
sospechan el poder de la plegaria, la
cual, encomendada junto con el cono-
cimiento y la fuerza del pensamiento,
su pera todos los obstáculos. El espíritu
puede actuar con la oración sobre la
materia. En el Cosmos no hay secretos
o milagros para los que conocen: sólo
grandes leyes cósmicas que es preci-
so respetar. La oración, se crea o no, es
una fuerza tan real como el viento o el
sol. El acto de amor y el acto desintere-
sados son, en sí mismos, una oración.
La mano tendida, aunque no se quiera
tender, es una oración. Rezar es supe-
rar el tiempo y el espacio para reen-
contrar la integridad del ser original,
reencontrar la luz y la liberación total.»
—La oración. ¿Qué oración?. ¿La
de qué religión o credo?
—«Muchos jóvenes me preguntan
qué técnica deben emplear para co-
menzar a evolucionar espiritualmente
o a desarrollar los poderes latentes.
¿Practicar la meditación? ¿El yoga?
¿Irse a la India? Yo creo que si Dios nos
hubiese querido hindúes nos habría
hecho nacer hindúes. No hay más téc-
nica que la que explica el Evangelio: el
amor y la caridad. Es simple y está al al-
cance de todos. Pero también es la
más difícil, porque exige del Hombre
mucha humildad. Incluso los santostu-
vieron que luchar contra el orgullo. To-
das las religiones, a lo largo de los tiem-
pos, han predicado las mismas verda-
des con palabras distintas. La oración
es universal. Sólo hay que dirigirse a
6. RAFAEL MARQUEZ
Dios con amor y humildad. No importa
qué nombre le pongamos. Por otra
parte, siento que nos acercamos rápi-
damente a la religión universal. Una re-
ligión basada en la tolerancia, donde
se predicará que es necesario com-
prender y ayudar a los demás para
comprenderse y ayudarse a uno mis-
mo.»
—¿Y cuál será el discurso de esa
nueva religión?
—«El único posible, el del ejemplo.
Predicar con el ejemplo es más impor-
tante y efectivo que cualquier discurso.
El mundo está podrido de materialis-
mo cuando la vida terrestre no es más
que una ilusión y lo que ofrece es enga-
ñoso. Todos los bienes de la Tierra se
dejan un día, de buen grado o a la fuer-
za, y solo dejan sabor de ceniza y re-
mordimientos, sensación de amargu-
ra. Nuestra sociedad está llena de gen-
te que dice pertenecer a una Iglesia o a
una religión, pero cuyos actos des-
mienten diariamente sus supuestas
creencias. Se labran futuros dolorosos
y, por desgracia, se los labran también
de alguna manera a sus hijos por no
haber sabido darles un buen ejemplo.
Felices los padres que pueden ver la
admiración en los ojos de sus hijos.»
—Con el renacer espiritual que vi-
ve el mundo ha surgido también un
fenómeno controvertido: la apari-
formas de orar.
ción de todo tipo de profetas y gu-
rús. ¿Cuál es su opinión sobre este
punto?
—«Mi guía me decía: "El que sabe,
calla El que habla, no sabe nada Des-
confiad de/os que hablan demasiado,
de los maestros y gurús que pululan
por ahi; que lo saben todo, que se
creen en posesión del conocimiento.
Fíjate en sus actos, en su vida ¿Han
asumido sus responsabilidades?
¿Son consecuentes con lo que predi-
can? ¿Están orgullosos sus hijos de
ellos? En caso afirmativo puedes con-
fiar en ellos, sobre todo si saben callar
humildemente"».
—Permítame que me introduzca
de nuevo en el tema de los contactos
de una manera directa. ¿Cuándo se
producen las comunicaciones a tra-
vés de su marido? ¿Por petición
suya o de manera espontánea?
, Durante mis primeros diez años
de iniciación, Mamy, mi guía, acudió
casi a diario para proseguir lo que yo
denomino mi "formación". Pues bien,
nos prohibió cualquier intento de en-
trar en contacto con ella, explicándo-
nos que sabía mejor que nosotros
cuándo, cómo y por qué debía mani-
festársenos. En esas ocasiones sona-
ban tres golpes en la biblioteca de
nuestra habitación y, acto seguido, nos
poniamos mi marido yyo a rezar.AI po-
co rato Daniel entraba en trance y
nuestro "guía" se manifestaba.»
—Disculpe si lo considera una
impertinencia, pero diferentes doc-
trinas, especialmente algunas
orientales, enseñan que cuando una
persona muere pasa a un plano de
existencia más o menos elevado en
función de su grado de elevación es-
piritual. Y se indica que las personas
más densas, más materialistas, son
las que permanecen más cerca de
nuestro plano físico. Incluidos los
llamados seres del bajo astral. Los
Los actos de amor hacia los demás, las actitudes
desinteresadas, la mano tendida hacia alguien que
nos desagrada, todas esas actitudes son también
7. IlArACL M"IlIdUCL
«Se me dijo —afirma Maguy
Lebrun— que sería iniciada en la
sanación por magnetismo y que
comprendería la fuerza de la
oración.»
«guías» con los que usted contacta
¿no podrían pertenecer a entidades
de este tipo? ¿O son seres muy ele-
vados, por el contrario, a los que se
les ha asignado alguna misión espi-
ritual?
—«Yo no soy ni el buen Dios ni orien-
talista. Pero si creo que, bajo palabras
distintas, como ya dije antes, todas las
religiones coinciden básicamente en
sus enseñanzas. En la religión católica
se dice que si uno ha vivido sabiamen-
te, va al Paraíso; y, si no, al Infierno. Yo
creo que el infierno está en nosotros,
nos lo creamos nosotros a nivel perso-
nal. Y creo que cuando abandonamos
nuestra envoltura corporal y nos da-
mos cuenta de que el alma sobrevive,
debemos sentirmos muy desgracia-
dos por las malas acciones que come-
timos. Quizá peor que eso. Debemos
tener muy mala conciencia de todo
aquello que pudimos haber hecho y no
hicimos. Por pereza, por inconscien-
cia, quizá por materialismo. Y yo creo
que ese es nuestro infierno y nuestro
purgatorio. Que nosotros nos juzga-
mos a nosotros mismos porque en ese
momento, después de la muerte, tene-
mos más conocimiento. Eso es lo que a
mi me parece haber comprendido de
lo que me han enseñado. Yo no digo
que esa sea la verdad. La verdad pue-
de ser múltiple. Por eso hay que tener
muchísima tolerancia con el prójimo.»
No quise insistir sobre este punto.
Pero me pareció interesante conocer
su parecer sobre la reencarnación.
—Es evidente que cree en la reen-
carnación. Tengo curiosidad por sa-
ber algo. En sus comunicados ¿le
han dicho si los grandes avatares de
la Humanidad, como Cristo o Buda,
se han reencarnado también otras
veces?
—«Soy muy reservada en lo referen-
te a mis ideas sobre la reencarnación.
Es cierto que creo. Y que no me preo-
cupa en absoluto, respecto a lo que di-
ce el Evangelio, si en la Tierra se vive 30
o 300 años. Pienso que venimos a la
Tierra como el que va al colegio: a
aprender. Pero también creo que en el
caso de los grandes espíritus, de las
grandes almas, éstas vienen a ayudar,
a enseñar a los hombres, por amor, a
imagen de lo que hizo Jesús. Y me lla-
ma la atención que, casi siempre, to-
dos los grandes hombres que han ve-
nido a dar un mensaje a los humanos,
especialmente con el ejemplo de su vi-
da, hayan tenido que terminar aquí de
manera trágica Como si fueran nece-
sarios impactos fuertes para que sus
mensajes lleguen al corazón de los
hombres.»
—De alguna manera, usted podría
ser encuadrada dentro del fenóme-
no espiritista. ¿,Qué opina de los gru-
pos y movimientos espiritistas que
hay por todo el mundo?
—«No conozco el tema lo suficiente
para dar una opinión. Si se refiere a los
mediums, creo que los hay buenos y
otros que son peligrosos. Y supongo
que hay mucho fraude y mucho afán
de notoriedad. Nosotros, mi marido y
yo, hemos estado iniciándonos duran-
te diez años y trabajando en silencio
quince más. Cuando los médicos del
cielo nos autorizaron a hablar, a salir a
la luz pública, nos precipitamos a co-
nocer a aquellos otros grupos que nos
decían que actuaban en el mismo
campo que nosotros. Nos llevamos
tremendas decepciones. Era para llo-
rar. Es increíble la sed de poder y de di-
nero que encontramos. Casi siempre
nos hallábamos con que sus miem-
bros pretendían simplemente enrique-
cerse con la ingenuidad de la gente.
Nosotros no hemos cobrado jamás.
Ahí se puede ver la diferencia. Lo vuel-
vo a repetir: se predica con el ejemplo.»
—¿Se siente usted importante?
¿No es la popularidad una compen-
sación?
—«Yo creo—dice suavemente—que
cuando se está en contacto diario con
el sufrimiento, con padres desespera-
dos porque saben que su hijo va a mo-
rir y que uno no puede hacer nada, no
se me pueden hinchar ni el "ego" ni los
tobillos. Porque esa es la realidad que
yo he vivido cada día desde hace casi
treinta años. Y mi recompensa, nuestra
recompensa porque somos un equi-
po, sólo es una: aquella que nos con-
cede el Señor cuando realiza una cu-
ración.
Mire, todos nosotros sabemos que
se recoge lo que se siembra. Y que en
el mundo no hay nada más bello ni
mayor riqueza que el amor. Es, ade-
más, la vía de evolución más rápida
Acaso la única.»
Jose Antonio CAMPOY.
Emundo está podrido de materialismo; la vida
en él no es más que una vana y engañosa ilusión.