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420 Endocrinol Nutr. 2008;55(9):420-32
Obesidad abdominal:
un estandarte del riesgo
cardiometabólico
JAVIER SALVADORa,b
, CAMILO SILVAa,b
, PEDRO PUJANTEa
Y GEMA FRÜHBECKa,b
a
Departamento de Endocrinología y Nutrición. Clínica
Universitaria de Navarra. Pamplona. Navarra. España.
b
CIBER Fisiopatología de la Obesidad y Nutrición (CIBEROBN).
España.
La obesidad abdominal (OA) constituye, junto con la resistencia
insulínica, la base fisiopatológica del síndrome metabólico. El exceso de
tejido adiposo visceral (TAV) desempeña un papel clave en las
comorbilidades de la OA. La esteatosis multiorgánica promociona la
resistencia insulínica, el estrés oxidativo y la inflamación, lo que da lugar
a disfunción endotelial y arteriosclerosis. El exceso de TAV conduce a un
perfil metabólico de riesgo independientemente de la cifra de índice de
masa corporal. Los recientes estudios epidemiológicos defienden que es
necesario medir sistemáticamente el perímetro de cintura (PC) en la
valoración de la obesidad, así como incluir el valor del PC y los
parámetros de síndrome metabólico en las escalas de valoración del
riesgo cardiometabólico. La potencial capacidad patógena de la OA debe
ser tenida en cuenta en la valoración de cualquier cuadro en que el riesgo
cardiometabólico sea un objetivo de acción preventiva o terapéutica.
Palabras clave: Obesidad abdominal. Tejido adiposo visceral. Perímetro de cintura.
Síndrome metabólico.
INTRODUCCIÓN
Que la obesidad se acompaña de un aumento de la mortalidad y
de la comorbilidad cardiovascular y metabólica es un hecho sobra-
damente demostrado que ha llevado a considerarla un factor de
riesgo de gran trascendencia, tanto en sí mismo como en su papel
promotor de enfermedades prevalentes generadoras de riesgo car-
diometabólico1
. Una de las causas de que la obesidad no haya sido
reconocida desde el inicio como un factor de riesgo cardiovascular
clásico es la heterogeneidad de su impacto clínico, en parte deriva-
da de la participación de otros elementos diferentes del índice de
masa corporal (IMC), como son el exceso de masa grasa y espe-
cialmente su distribución anatómica. En los últimos años se ha
otorgado a la obesidad abdominal (OA) un papel trascendental en
la fisiopatología del riesgo cardiovascular y metabólico. Conocer
los factores implicados en su desarrollo y los mecanismos fisiopa-
tológicos que de ella se derivan puede aportar claves esenciales en
el control y el manejo del riesgo cardiometabólico (RCM).
Revisiones
ABDOMINAL OBESITY:
AN INDICATOR OF
CARDIOMETABOLIC RISK
Abdominal obesity (AO), together with
insulin resistance, forms the
pathophysiological basis of metabolic
syndrome. Excess visceral adipose tissue
(VAT) plays a key role in the comorbidity
associated with AO. Multiorgan steatosis
promotes insulin resistance, oxidative
stress and inflammation, giving rise to
endothelial dysfunction and
atherosclerosis. Excess VAT leads to a
metabolic risk profile regardless of body
mass index. Recent epidemiological
studies confirm the need to measure waist
circumference when evaluating obese
patients and to include this value and
metabolic syndrome parameters in scales
to assess cardiometabolic risk. The
pathogenic capacity of AO should be taken
into account when evaluating any
condition in which reducing
cardiometabolic risk is a preventive or
therapeutic goal.
Key words: Abdominal obesity. Visceral adipose
tissue. Waist circumference. Metabolic syndrome.
Correspondencia: Dr. J. Salvador.
Departamento de Endocrinología y Nutrición. Clínica Universitaria de Navarra.
Avda. Pío XII, 36. 31008 Pamplona. Navarra. España.
Correo electrónico: jsalvador@unav.es
Manuscrito recibido el 14-4-2008 y aceptado para su publicación el 15-9-2008
252.847
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EVOLUCIÓN CRONOLÓGICA DE LA
OBESIDAD ABDOMINAL HACIA EL
NÚCLEO DEL SÍNDROME METABÓLICO
La capacidad de elevar el riesgo cardiovascular que
tiene la relación entre algunos hallazgos clinicoanalíti-
cos sentó las bases para la propuesta del concepto de
síndrome metabólico. Desde la propuesta inicial de
este síndrome llevada a cabo por Reaven2
en 1988, ba-
sada en el papel central de la resistencia insulínica
(IR), se ha evolucionado hacia la adopción de nuevos
criterios, pasando por el del Grupo Europeo de Estudio
de la Resistencia Insulínica (EGIR) y el del Programa
Nacional de Educación para el colesterol (NCEP-ATP
III)3
hasta el más moderno propuesto por la Federación
Internacional de Diabetes (IDF)4
. El consenso NCEP-
ATP III, que es de momento el más empleado en la
práctica clínica, alude a la presencia de obesidad cen-
tral medida por el perímetro de la cintura (PC), mien-
tras que el establecido por la IDF considera la OA
como condición sine qua non para determinar que hay
síndrome metabólico. Adicionalmente, la propuesta de
la IDF reduce las medidas de PC y les otorga un um-
bral distinto según el origen racial4
. Por lo tanto, con el
paso del tiempo hemos asistido a un viraje conceptual
que evoluciona desde la perspectiva insulinocéntrica
inicial a la obesocéntrica actual como clave diagnósti-
ca del síndrome metabólico5
(fig. 1).
Aun cuando la oportunidad del término y su signifi-
cado clínico son controvertidos6
, la conexión OA-IR
se propone como el eje central de la fisiopatología del
síndrome metabólico y sus complicaciones7
. En este
contexto, la medida del PC como valoración indirecta
de OA se presenta como un elemento esencial en la
valoración clínica de la obesidad.
LOS COMPONENTES DE LA GRASA
ABDOMINAL: DIFERENCIAS E
INTERACCIONES ENTRE TEJIDO ADIPOSO
SUBCUTÁNEO Y TEJIDO ADIPOSO
VISCERAL
La medida del PC se ve influida tanto por el tejido
adiposo subcutáneo (TAS) como por el tejido adiposo
visceral (TAV). Estos compartimentos poseen caracte-
rísticas biológicas muy diferenciadas, y aunque man-
tengan relaciones funcionales bilaterales, su papel en
la fisiopatología de las complicaciones derivadas de la
obesidad es muy distinto. El TAV comprende hasta el
20% del total del tejido graso en el varón y hasta el
8% en la mujer, que posee proporcionalmente mayor
magnitud de TAS. El TAS se encuentra predominante-
mente localizado en las regiones femoral y glútea8
, si
bien se sitúa también en el compartimento subcutáneo
abdominal.
Existen numerosas diferencias entre los adipocitos
del TAV y los del TAS. Clásicamente se ha considera-
do que los adipocitos del TAV poseen mayor actividad
lipolítica que los del TAS9
. Sin embargo, observacio-
Salvador J et al. Obesidad abdominal: un estandarte del riesgo cardiometabólico
Hiperglucemia Hipertensión arterial
Hipertrigliceridemia
Obesidad
HDL bajo
Hiperinsulinismo
Resistencia
insulínica
Síndrome X
Cuarteto mortal
OMS
EGIR
Obesidad
abdominal
Hiperglucemia Hipertensión arterial
HipertrigliceridemiaHDL bajo
NCEP-ATP III
AACE
IDF
Adiponectina
Proteína C reactiva
PAI-1
LDL pequeñas y densas
Apnea del sueño
Disfunción endotelial
Estrés oxidativo
Otros
Síndrome metabólico
Fig. 1. Evolución de la hipótesis insulinocéntrica a la obesocéntrica del síndrome metabólico con la posible incorporación de otros ele-
mentos propios del cuadro. AACE: American Association of Clinical Endocrinologists; EGIR: Grupo Europeo de Estudio de la Resistencia
Insulínica; HDL: lipoproteínas de alta densidad; IDF: Federación Internacional de Diabetes; LDL: lipoproteínas de baja densidad;
NCEP-ATP III: Programa Nacional de Educación para el colesterol; OMS: Organización Mundial de la Salud; PAI-1: activador del plas-
minógeno tipo 1.
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07 REVISION 2473 (420-432).qxp 18/11/08 07:50 Página 421
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nes recientes muestran que los adipocitos del TAS en
términos absolutos tienen mayor actividad de lipopro-
teinlipasa y superior efecto lipolítico tras estimulación
farmacológica10
. No obstante, la capacidad de respues-
ta lipolítica relativa respecto al nivel basal es superior
en los adipocitos del TAV. Estos hallazgos son compa-
tibles con una mayor sensibilidad del TAV a estímulos
lipolíticos10
. En este sentido, el posible papel de una
sensibilidad diferente de la regulación de la lipólisis
por catecolaminas que explique las diferencias entre
TAS y TAV es controvertido10,11
. La producción de ci-
tocinas proinflamatorias y generadoras de IR como la
interleucina (IL) 6 y el factor de necrosis tumoral alfa
(TNF␣), así como del inhibidor del activador del plas-
minógeno tipo 1 (PAI-1), es superior en el TAV que en
el TAS12
, mientras que éste genera más leptina y adi-
ponectina. La producción de leptina aumenta confor-
me lo hace el tamaño del adipocito, lo que representa
un mecanismo de autorregulación, ya que la hiperlep-
tinemia reduce la ingesta, aumenta la actividad simpá-
tica y favorece la oxidación de ácidos grasos en los
músculos13
.
Los adipocitos del TAV tienen mayor capacidad de
captación de glucosa que los del TAS, en probable re-
lación con una mayor expresión de GLUT-414
, lo que
es un sustrato para alcanzar un almacenamiento de tri-
glicéridos superior al del TAS.
El mayor grado de lipólisis del TAV favorece el flu-
jo aumentado de ácidos grasos libres al hígado por vía
portal, donde contribuyen a generar IR, esteatosis he-
pática y sus complicaciones metabólicas.
La densidad de receptores de andrógenos y gluco-
corticoides en el TAV es superior a la del TAS8
, lo que
es la base de su regulación endocrina. El tono estrogé-
nico favorece la acumulación gluteofemoral de TAS,
mientras que su desaparición en la menopausia pro-
mueve la de TAV15
. La menopausia incrementa el ta-
maño de los adipocitos del TAV y su actividad lipolíti-
ca como consecuencia de la IR, mientras que en el
TAS no se producen cambios respecto a la situación
premenopáusica16
. Así pues, la proporción entre las
magnitudes de TAV y TAS aumenta tras la menopau-
sia y la aproxima a la situación del varón8
. El efecto
inhibidor de los estrógenos sobre la producción de IL-
617
también se reduce tras la menopausia, a pesar de
que el adipocito se convierta en una fuente estrogénica
a través de la aromatización de andrógenos. Conse-
cuentemente los estrógenos, por este y otros mecanis-
mos, pueden contribuir al efecto protector contra la
enfermedad cardiovascular que presentan las mujeres
premenopáusicas cuando se las compara con los varo-
nes de su misma edad18
, lo que explicaría que el trata-
miento hormonal sustitutivo en la menopausia ejerza
un efecto protector contra la acumulación de TAV.
La actividad de la 11-betahidroxiesteroide deshidro-
genasa tipo 1, que convierte la inactiva cortisona en
cortisol, es más elevada en el TAV19
, y da soporte a la
hipótesis según la cual el hipercortisolismo tisular fa-
vorece el desarrollo de TAV y de síndrome metabóli-
co, que muestra algunas características comparables
con las del síndrome de Cushing.
Hay indicios de que la magnitud del TAV influye en
la sensibilidad a la lipólisis de los adipocitos del TAS,
que se ve elevada en pacientes con obesidad visceral20
,
lo que contribuiría a aumentar el contingente circulante
de ácidos grasos libres (AGL). Por otra parte, algunos
factores de transcripción presentes en el TAV se en-
cuentran también en adipocitos del TAS. Los preadipo-
citos del TAS poseen mayor capacidad que los del TAV
para diferenciarse en adipocitos pequeños, que mues-
tran alta insulinosensibilidad y acumulan triglicéridos
y AGL, evitando su depósito en otros tejidos como
músculo, hígado, páncreas o miocardio, por lo que
ejercen un papel protector contra la esteatosis orgánica
y la lipotoxicidad, que son esenciales en el desarrollo
de las complicaciones de la obesidad. Posiblemente,
cuando los adipocitos del TAS ven superada su capaci-
dad de almacenamiento, se vuelven insulinorresisten-
tes, aumenta su capacidad lipolítica, liberan AGL y
permiten el aumento del TAV y sus complicaciones.
En concordancia con estos aspectos, algunas obser-
vaciones clínicas otorgan al TAS un papel protector
contra la enfermedad cardiovascular, estableciendo
una relación negativa entre el TAS gluteofemoral y la
arteriosclerosis21
. Sin embargo, otros autores conside-
ran que el TAS contribuye al desarrollo de inflama-
ción y estrés oxidativo22
. Es posible que, dependiendo
de las características de sus adipocitos, en un momen-
to determinado el TAS traduzca uno u otro efecto.
La sensibilidad del TAV es superior a la del TAS en
la respuesta a la restricción calórica, que induce au-
mentos en la expresión de genes que codifican me-
canismos promotores de la lipólisis como la lipasa
sensible a hormonas, receptores beta-3 y proteína de-
sacoplante 2 (UCP-2) en TAV, pero no en TAS23
. Estos
hallazgos justifican la gran mejoría de factores de ries-
go cardiovascular que se produce en la obesidad con
pérdidas ponderales relativamente escasas.
Las citocinas proinflamatorias y generadoras de IR
como TNF␣ e IL-6 muestran interacciones con los
AGL y la adiponectina. La adiponectina inhibe el fac-
tor de transcripción NF-␬B y contrarresta los efectos
proiinflamatorios de TNF e IL-624
.
Los estudios comparativos de expresión génica en
TAS y TAV llevados a cabo en pacientes con obesidad
contribuyen a esclarecer la función de ambos compar-
timentos de tejido adiposo. Tanto el TAV como el
TAS muestran sobreexpresión de genes relacionados
con la inflamación en pacientes obesos25
. Otros estu-
dios revelan que algunas quimiocinas de la familia
CC relacionadas con la atracción de células mononu-
cleares a los tejidos inflamados, como son CCL5 y
CCL11, se expresan más en TAV que en TAS, mien-
tras CCL8 se expresa más en TAS26
. La expresión del
marcador de macrófagos CD68, así como la de TNF␣,
es similar en el TAS y el TAV de pacientes obesos26
.
Otros genes, como los que codifican los receptores de
adiponectina, se expresan por igual en TAS y TAV27
.
Salvador J et al. Obesidad abdominal: un estandarte del riesgo cardiometabólico
422 Endocrinol Nutr. 2008;55(9):420-32
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En general, el TAS y el TAV muestran una alteración
en la expresión de genes implicados en la señaliza-
ción insulínica, la lipogénesis y la inflamación, lo que
indica que ambos compartimentos participan en las
complicaciones metabólicas de la obesidad28
. La au-
sencia de expresión de resistina en adipocitos aisla-
dos, en contraste con los resultados obtenidos en el
análisis de TAS y TAV total, es indicio de su origen
extraadipocitario25
.
Así pues, tanto el TAV como el TAS poseen caracte-
rísticas anatómicas y funcionales particulares (fig. 2),
que determinan su papel clave en el desarrollo del sín-
drome metabólico.
FACTORES ETIOLÓGICOS IMPLICADOS
EN EL AUMENTO DE GRASA VISCERAL
La causa que subyace en el aumento del comparti-
mento graso visceral reconoce un origen multifacto-
rial (fig. 3). Aunque el desequilibrio en el balance
energético a favor de la ingesta posee un protagonis-
mo fundamental, se han descrito alteraciones genéti-
cas que afectan al comportamiento alimentario. Hay
indicios de que existen determinantes genéticos para
la magnitud de la grasa visceral que afectan tanto a la
secreción de adipocinas como a los receptores hormo-
nales29,30
. Obviamente hay influencias nutricionales y
de hábitos de vida que promueven la acumulación de
grasa y más concretamente de la visceral, como se de-
duce de los efectos del sedentarismo31
.
Tanto la edad como el sexo y las hormonas sexuales
son factores reguladores de la masa grasa visceral y de
su efecto en la promoción de diferentes factores de
riesgo cardiovascular32
. El entorno hormonal es un
elemento modulador de primer nivel que explica el
aumento de grasa visceral en la mujer menopáusica
respecto a la edad fértil y la mayor tendencia a la obe-
sidad abdominal en el varón. En la mujer el patrón hi-
perandrogénico, que incluye la reducción de globulina
transportadora de hormonas sexuales (SHBG), favore-
ce la obesidad visceral33
. Así, en las mujeres premeno-
páusicas se ha observado asociación entre ovario poli-
quístico, hiperandrogenismo y síndrome metabólico34
,
mientras que en las posmenopáusicas la concentración
de testosterona, el índice androgénico libre y el estra-
diol se encuentran más elevados y la concentración de
SHBG es más baja en las pacientes con síndrome me-
tabólico33
. El patrón androgénico se asocia con todos
los factores individuales propios del síndrome según
criterios diagnósticos ATP-III.
La deficiencia de somatotropina (GH) favorece la
obesidad visceral, aspecto reversible con tratamiento
sustitutivo35
. La reducción en la secreción de GH que
se produce con el paso de los años puede favorecer el
aumento de la adiposidad visceral y el aumento en la
tasa de síndrome metabólico que ocurre en edades
avanzadas. Asimismo, la hiperactividad del eje hipota-
lamohipofisoadrenal (HPA) y la consiguiente hiper-
cortisolemia que se ha demostrado relacionada con
la obesidad visceral favorecen la acumulación grasa
centrípeta y la obesidad abdominal36
. Además, se ha
descrito una sobreexpresión de 11-␤-hidroesteroide
deshidrogenasa tipo 1, que convierte en las células la
inactiva cortisona en cortisol en adipocitos de grasa
visceral37
, lo que amplificaría aún más el efecto gluco-
corticoideo y favorecería la obesidad visceral.
El papel del estrés debe subrayarse especialmente38,39
.
Uno de los mecanismos postulados implica a la activa-
ción del eje HPA, que además de producir hipercortiso-
lemia, inhibe los ejes somatotropo y gonadal, lo que es-
timula el desarrollo de la grasa visceral. La simultánea
activación del sistema nervioso simpático favorece la li-
pólisis del tejido omental y la síntesis de IL-6. Los adi-
pocitos de la grasa visceral son muy sensibles al efecto
lipolítico de las catecolaminas, lo que favorece la gene-
ración de AGL. La exposición al estrés genera aumento
de grasa visceral en adultos jóvenes sanos38
, y ello con-
Salvador J et al. Obesidad abdominal: un estandarte del riesgo cardiometabólico
Endocrinol Nutr. 2008;55(9):420-32 423
Tejido adiposo
visceral
Capacidad
lipolítica
aumentada
Adipocitos
resistentes a
la insulina
Elevada densidad
de receptores
adrenérgicos
Producción de
adipocinas
inflamatorias
Producción de AGL
con drenaje portal
Elevada densidad
de receptores
de glucocorticoides
Determinación genética
Sensibilidad a la
restricción calórica
Fig. 2. Características
propias del tejido adi-
poso visceral que parti-
cipan en la fisiopatolo-
gía de la obesidad
abdominal y el síndro-
me metabólico. AGL:
ácidos grasos libres.
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firma la relación entre el estrés y el desarrollo de obesi-
dad visceral y síndrome metabólico.
El descubrimiento del sistema endocannabinoide, en
el que se incluyen ligandos endógenos como ananda-
mida y 2-araquidonilglicerol y receptores específicos
para estas moléculas, como CB-1 y CB-2, con amplia
distribución en diferentes tejidos del organismo, y su
posible implicación en la regulación del comporta-
miento alimentario y en el desarrollo de OA y sus
complicaciones ha aportado un nuevo elemento en la
fisiopatología de la obesidad40
. La activación del re-
ceptor CB-1 en el hipotálamo y el sistema límbico se
asocia a aumento de la ingesta calórica41
. Además, la
sobreexpresión de este receptor en los adipocitos inhi-
be la síntesis de adiponectina42
mientras que en el hí-
gado favorece la expresión de enzimas estimuladoras
de la síntesis de ácidos grasos43
y en los músculos in-
hibe la captación de glucosa y promueve la resistencia
insulínica44
. Su activación en el tubo digestivo inter-
fiere con las señales de saciedad y favorece la inges-
tión de alimentos. Así pues, el aumento del tono endo-
cannabinoide a través de la síntesis de sus principales
mediadores45
y de la expresión y la activación de re-
ceptores CB-1 se asocia al desarrollo de OA y efectos
relacionados con sus complicaciones metabólicas,
como la resistencia insulínica, la intolerancia a los hi-
dratos de carbono y la dislipemia. La implicación de
este sistema en la fisiopatología de la obesidad abre
una ventana terapéutica muy importante que tiene re-
percusión potencial en diversos mecanismos que parti-
cipan en el desarrollo de OA y sus complicaciones.
CAPACIDAD PATÓGENA DE LA OBESIDAD
ABDOMINAL
El RCM derivado de la OA y visceral se encuentra
íntimamente ligado al síndrome metabólico, en el que
la adiposidad central tiene un papel fundamental.
Existen diversos mecanismos que explican la capaci-
dad patógena de la obesidad visceral. La generación
de un estado proinflamatorio y su relación bidireccio-
nal con la IR, frecuente en el síndrome metabólico,
contribuye a generar hipertensión, dislipemia, disglu-
cosis y una situación protrombótica que contribuye a
aumentar la morbimortalidad cardiovascular. El au-
mento de producción de elementos implicados en el
tono presor, como el angiotensinógeno, contribuye a
activar el sistema renina-angiotensina, lo que —junto
con otros factores46
como el aumento del tono simpáti-
co en el que participa la hiperinsulinemia, que a su
vez promociona la reabsorción de sodio en el túbulo
contorneado proximal de la nefrona47
— constituye el
sustrato de la hipertensión arterial.
Los efectos de la reducción de la grasa abdominal, y
más específicamente visceral, en las citocinas proin-
flamatorias y el consiguiente aumento de insulinosen-
sibilidad confirman que el exceso de TAV y sus me-
diadores son elementos clave en la inflamación y la
consiguiente IR48
.
Aunque ocupe otra localización anatómica, el tejido
adiposo epicárdico (TAE) también es una fuente de
ácidos grasos libres, adipocinas y citocinas proinfla-
matorias49,50
. Su relación funcional con el TAV y su
asociación con alteraciones funcionales cardíacas, po-
siblemente en parte debido a su proximidad anatómi-
ca, y otros factores de riesgo cardiovascular han hecho
que este parámetro medible radiológicamente esté
emergiendo como un elemento de interés en la estrati-
ficación del riesgo cardiometabólico49,50
. Reciente-
mente se han propuesto puntos de corte del grosor de
TAE de 9,5 y 7,5 mm en varones y mujeres, respecti-
vamente, como valores predictores de síndrome meta-
bólico51
. Por la facilidad de su medición mediante
ecografía y su significado funcional, la valoración del
Salvador J et al. Obesidad abdominal: un estandarte del riesgo cardiometabólico
424 Endocrinol Nutr. 2008;55(9):420-32
Obesidad
visceral
Sexo
↑ Tono
endocannabinoide
Factores gestacionales
y perinatales
Edad
Factores nutricionales
Genes
Estrés
Sedentarismo
↓ GH
↑ 11 OH ST DHasa
Hiperandrogenismo
↓ Estrógenos
Hipogonadismo
Fig. 3. Factores etiológicos implica-
dos en el desarrollo de obesidad vis-
ceral. 11 OH ST DHasa: 11-b-hi-
droxiesteroide deshidrogenasa; GH:
hormona de crecimento.
07 REVISION 2473 (420-432).qxp 18/11/08 07:50 Página 424
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TAE puede ser un método alternativo a la estimación
de grasa visceral. Así pues, los resultados publicados
avalan un papel significativo del TAE en la fisiopato-
logía de las complicaciones de la obesidad que posee
connotaciones tanto diagnósticas como de seguimien-
to terapéutico.
Adipocitocinas, inflamación
e insulinorresistencia
Hoy está plenamente demostrado que el tejido adipo-
so, que incluye adipocitos, macrófagos, fibroblastos y
otros tipos celulares, es una fuente de numerosas molé-
culas de diverso perfil de acción52
. Muchas de ellas tie-
nen carácter proinflamatorio; otras, efecto proagregante
o favorecedor de hipertensión, son proangiogénicas, in-
munomoduladoras y potenciadoras de resistencia insu-
línica, y algunas tienen acción insulinosensibilizante53
.
Algunas adipocinas como leptina y adiponectina son
producidas preferentemente por adipocitos, mientras
otras de carácter inflamatorio, como TNF␣ e IL-6 que
participan en los fenómenos de inflamación e IR, son
segregadas predominantemente por los macrófagos.
En la obesidad, la secreción de moléculas como la
proteína quimiotáctica de monocitos (MCP-1 o CCL-
2) por el adipocito favorece la infiltración por células
inflamatorias en un ejemplo de interacción bilateral
(cross-talk) entre adipocitos, macrófagos, células en-
doteliales y monocitos, de importancia clave en la fi-
siopatología de la obesidad abdominal54-56
. La eleva-
ción de marcadores biológicos como proteína C
reactiva (PCR), alfa-1-glucoproteína, ácido siálico y
amiloide A en pacientes con obesidad abdominal ca-
racteriza al patrón de inflamación de bajo grado pro-
pio de este trastorno. Tanto el TNF␣ como las IL, es-
pecialmente la IL-6 producida por los macrófagos,
fibroblastos, células endoteliales y adipocitos y esti-
mulada por el sistema nervioso simpático, son de los
principales mediadores del aumento de proteínas in-
flamatorias. Su concentración elevada se asocia con
resistencia insulínica y disfunción endotelial y predice
diabetes mellitus tipo 2 e infarto de miocardio57,58
.
Aunque la administración de IL-6 inhibe la respuesta
de insulina a la estimulación por glucosa, el efecto
diabetógeno proviene sobre todo de su efecto inhibi-
dor de la señalización intracelular del receptor de in-
sulina en hepatocitos59
. También promueve el aumento
de AGL y la reducción de adiponectina, circunstancias
ambas que favorecen la IR60,61
.
La observación de que la neutralización del TNF␣
induce un aumento de la insulinosensibilidad62
en la
rata obesa sentó la base de su efecto promotor de IR,
aspecto confirmado en estudios clínicos63
. Tanto la
disminución de adiponectina como el aumento de
AGL y la interferencia con la señalización intracelular
de insulina, a través de reducir la actividad de la tiro-
sincinasa, son mecanismos potenciales del efecto en la
IR del TNF␣64
. El TNF␣ da lugar a cambios proinfla-
matorios en células endoteliales y de músculo liso
vascular65
y estimula la producción de moléculas de
acción vasoconstrictora como endotelina-1 y angio-
tensinógeno, lo que contribuye al desarrollo de hiper-
tensión arterial. De hecho, la concentración de TNF␣
se relaciona con la presión arterial y la IR en
humanos66
, por lo que constituye un elemento humo-
ral clave en la fisiopatología del síndrome metabólico.
Además, estimula la producción de IL-6 y PCR, con
lo que se cierra un circuito reverberante generador de
inflamación e IR67
.
Uno de los mecanismos por los que las adipocinas
promueven la inflamación es estimulando la produc-
ción hepática de PCR. Además de ser un marcador de
inflamación, la PCR contribuye directamente a gene-
rar daño vascular, activación endotelial y trombosis68
.
Se ha demostrado su capacidad de inhibir la sintetasa
del óxido nítrico y aumentar las moléculas de adhe-
sión y el NF-␬B, el estrés oxidativo y la apoptosis en-
dotelial, por lo que es un factor proarteriosclerótico69
.
Otra adipocitocina de gran importancia es la adipo-
nectina, también identificada como Acrp30, AdipoQ,
apM1 o GBP28. La producen exclusivamente los adi-
pocitos, tanto del tejido adiposo blanco como del par-
do, y su secreción, en contraste con el resto de las adi-
pocinas, se encuentra reducida en la obesidad. Tiene
efecto insulinosensibilizante, antiinflamatorio y antia-
terogénico70
. Su papel en las complicaciones derivadas
de la OA es muy probable, dado que la hipoadiponec-
tinemia se asocia con la existencia de síndrome meta-
bólico con mayor fuerza que cualquier marcador infla-
matorio71
. Tanto el sexo (más reducida en varones)
como la dieta rica en hidratos de carbono y el estrés
oxidativo reducen su concentración70
. Su efecto insuli-
nosensibilizador se relaciona con la activación de la
cinasa AMPK, que además favorece el catabolismo de
AGL y el gasto energético, en parte a través de la acti-
vación de receptores PPAR␣. La concentración circu-
lante de adiponectina en humanos es muy elevada y se
correlaciona negativamente con el IMC y la grasa vis-
ceral72
. El mecanismo implicado en el efecto reductor
de adiponectina que sucede en la obesidad no se cono-
ce bien, aunque se ha propuesto que la hiperproduc-
ción de TNF␣ por el tejido adiposo visceral tiene
efecto inhibidor de la síntesis de adiponectina por los
adipocitos del tejido subcutáneo73
, lo que justifica los
hallazgos en plasma. Tanto la IL-6 como los glucorti-
coides también inhiben la secreción de adiponectina.
La hipoadiponectinemia se asocia a resistencia insulí-
nica. De hecho, el ratón knock-out para adiponectina
muestra resistencia insulínica corregible mediante tra-
tamiento sustitutivo74
. Su concentración elevada pare-
ce ejercer un efecto protector contra el desarrollo de
diabetes mellitus tipo 275
, mientras que los pacientes
con enfermedad coronaria muestran valores en plasma
disminuidos76
. Diversos estudios indican un papel pro-
tector de la adiponectina contra el desarrollo de enfer-
medad cardiovascular72,76
, que es un factor clave en las
comorbilidades del síndrome metabólico. Asimismo,
la hipoadiponectinemia acompaña con frecuencia a la
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disfunción endotelial y a la hipertensión arterial77,78
.
En cuanto a su papel antiaterogénico, se acumula en el
espacio subendotelial del vaso dañado, donde inhibe
la adhesión monocitaria, la expresión de moléculas de
adhesión como la molécula de adhesión intercelular 1
(ICAM-1) y selectina-E79
y la proliferación de células
musculares lisas inhibiendo la AMPK80
.
Otras adipocinas como la visfatina también se en-
cuentran implicadas en la patogenia del síndrome me-
tabólico. Aun cuando se la considera un origen prefe-
rencial por parte del tejido adiposo visceral, la
expresión de ARNm de visfatina en tejido visceral y
subcutáneo es similar81
. A pesar de que tiene efecto
insulinosensibilizador actuando sobre el propio recep-
tor de insulina, estimula la producción de IL-1, IL-6 y
TNF␣, por lo que se debe considerarla una citocina
proinflamatoria82
. El papel que la visfatina desempeña
en la fisiopatología de la OA y el síndrome metabólico
está aún por esclarecerse.
La leptina, además de su efecto inhibidor del apetito
y estimulador del gasto calórico, tiene efectos promo-
tores de la migración de monocitos y macrófagos y
estimuladores de otras citocinas, genera efectos proli-
ferativos, proinflamatorios, protrombóticos y favore-
cedores del estrés oxidativo, por lo que se la considera
uno de los mediadores entre tejido adiposo e inflama-
ción83,84
.
La resistina no es una verdadera adipocina pues,
aunque se produce en el tejido adiposo85
, su origen se
relaciona con la fracción estromal y no con los adipo-
citos25
. Aunque en animales de experimentación se ha
visto implicada en la fisiopatología de la IR86
, no hay
tal evidencia en humanos, y se la observa relacionada
con la inflamación y sus marcadores biológicos87,88
. El
PAI-1 también se produce en exceso por los adipo-
citos en la obesidad visceral y contribuye al estableci-
miento de un estado protrombótico que caracteriza la
obesidad visceral89
.
Otras citocinas también participan en la fisiopatolo-
gía de la inflamación. La IL-10, secretada por células
inmunitarias, parece tener efecto protector contra la dis-
función endotelial y la arteriosclerosis90,91
. La disminu-
ción de IL-10 facilita la inestabilidad de la placa arte-
riosclerótica y el desarrollo de síndrome metabólico92
.
De otras adipocinas de identificación más reciente,
como omentina93
y lipocalina 294
, aún no se ha concre-
tado su papel en la fisiopatología de la obesidad y la
IR, al igual que otras moléculas como la proteína
transportadora de retinol 4 y la caveolina-195,96
.
El papel de los ácidos grasos libres
Diversas alteraciones metabólicas relacionadas con
la obesidad abdominal pueden explicarse por una pro-
ducción excesiva y el consiguiente aporte al hígado, a
través de la vena porta, de AGL procedentes del
TAV97
. En principio, la magnitud de la grasa visceral y
el flujo de AGL que alcanza el hígado son proporcio-
nales. La concentración plasmática de AGL es un 20%
mayor en obesos que en no obesos, y la contribución
de la lipólisis esplácnica a la llegada de AGL al híga-
do es función del volumen de grasa visceral, aspecto
más significativo en mujeres98
. Ésta es una de las razo-
nes por las que el tejido adiposo visceral es un predic-
tor de las complicaciones metabólicas de las comorbi-
lidades de la obesidad más importante que el
subcutáneo. Los adipocitos hipertróficos del comparti-
mento visceral son resistentes al efecto antilipolítico
de la insulina, lo que favorece el aumento de la salida
de AGL vía portal y origina en el hepatocito un au-
mento de secreción de lipoproteínas ricas en triglicéri-
dos y reducción de la degradación de apoproteína B y
de la extracción hepática de insulina. La transferencia
de triglicéridos a partículas de lipoproteínas de baja
densidad (LDL) y lipoproteínas de alta densidad
(HDL) y su ulterior lipólisis por la lipasa hepática da
lugar a partículas HDL y LDL pequeñas y a disminu-
ción de la concentración de HDL, configurando la dis-
lipemia aterogénica que acompaña al síndrome meta-
bólico5
. El flujo aumentado de AGL participa en la
fisiopatología de la esteatosis no sólo hepática y mus-
cular, sino también cardíaca y pancreática, lo que pro-
duce las consiguientes alteraciones funcionales.
Disfunción endotelial y estrés oxidativo
La OA se asocia a disfunción endotelial99
, manifies-
ta por alteración de marcadores bioquímicos como
moléculas de adhesión, trombomodulina y endotelina-
1100
. La disfunción endotelial, un marcador inicial del
desarrollo de arteriosclerosis, se manifiesta ya en ni-
ños y adolescentes obesos99
y es reversible con la re-
ducción ponderal obtenida mediante dieta hipocalóri-
ca y ejercicio físico90
.
La obesidad se ha demostrado asociada con marca-
dores de estrés oxidativo. Concentraciones elevadas
de AGL aumentan el estrés oxidativo, que a su vez
produce alteraciones en la regulación de adipocinas
proinflamatorias y protrombóticas, como IL-6, TNF␣,
PAI-1 y MCP-1, así como antiinflamatorias y de efec-
to insulinosensibilizador, como adiponectina101
. Las
relaciones funcionales del estrés oxidativo con la acti-
vación del factor de transcripción NF-␬B configuran
uno de los mecanismos más importantes en la fisiopa-
tología del riesgo cardiovascular propio del síndrome
metabólico102
.
TRADUCCIÓN CLÍNICA DE LA OBESIDAD
ABDOMINAL
La OA, evaluada por el PC, se asocia a una mayor
probabilidad de adquirir factores de riesgo cardiovas-
cular y de muerte de cualquier causa cuando se ajusta
por el valor de IMC103,104
, con un riesgo 1,44 y 2,26
veces superior respectivamente105
. Un estudio pros-
pectivo reciente106
permite establecer que la obesidad
visceral estimada mediante tomografía computarizada
(TC) es un predictor independiente de mortalidad.
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Los pacientes con síndrome metabólico, para cuyo
diagnóstico la OA es un factor consustancial, tienen
hasta 3 veces más riesgo de enfermedad coronaria y
accidente cerebrovascular107
. Una publicación reciente
agrupa 37 estudios, que totalizan 43 cohortes y mues-
tran un riesgo de enfermedad cardiovascular y muerte
1,78 veces superior al de la población normal; obser-
van que la asociación es más intensa en mujeres108
.
Aunque la obesidad en sí misma es causa de hiper-
tensión arterial, los cambios evolutivos en el PC son
predictivos de la cifra futura de presión arterial y de la
incidencia de hipertensión, independientemente del
IMC109
. Es bien conocida la capacidad predictiva del
desarrollo de diabetes mellitus, dislipemia aterogénica
y otras complicaciones que la OA tiene110
que los re-
sultados del estudio IDEA confirman111
. Estos datos
indican que la OA se asocia a factores de riesgo car-
diovascular, y permiten otorgar a la evaluación del PC
un valor pronóstico significativo y, por ende, es posi-
ble una intervención preventiva.
Además de promover la inflamación de bajo grado
y la IR, la excesiva producción de AGL y de adipoci-
nas por el TAV participa en otros mecanismos fisiopa-
tológicos que contribuyen a incrementar el riesgo car-
diovascular (fig. 4).
La OA se asocia a hepatopatía grasa no etílica
(HGNE), que se produce por infiltración adiposa de
los hepatocitos, en la que el flujo incrementado de
AGL procedente de la grasa visceral tiene un papel
significativo112
. Independientemente de su asociación
con el síndrome metabólico, la HGNE puede contri-
buir por sí sola a favorecer el riesgo cardiovascular y
metabólico generando IR, dislipemia, inflamación y
estrés oxidativo, que a su vez se ven implicados en el
deterioro de la función hepática, con lo que se cierra
un círculo vicioso113
. La reducción de adiponectina se
relaciona con la gravedad histológica independiente-
mente de la OA o de los componentes del síndrome
metabólico114
.
Análogamente al depósito de grasa en el hígado, el
páncreas y el músculo esquelético, la frecuente dis-
función cardíaca que acompaña a la obesidad puede
estar, al menos parcialmente, relacionada con el depó-
sito intramiocárdico de triglicéridos, que es 5-6 veces
superior que en sujetos no obesos115
, y favorecer la
aparición de insuficiencia cardíaca. En consonancia
con estos datos, el tratamiento de la obesidad median-
te bypass gástrico reduce la masa ventricular y mejora
su función116
.
El depósito adiposo centrípeto se asocia a síndrome
de apneas obstructivas del sueño, que es otro elemento
potenciador del RCM porque favorece la activación
del sistema nervioso simpático, la hipertensión arterial
y el aumento de citocinas proinflamatorias y protrom-
bóticas.
La OA se ha mostrado ligada a otros procesos pato-
lógicos como diferentes tipos cáncer117,118
y la infertili-
dad119
.
Salvador J et al. Obesidad abdominal: un estandarte del riesgo cardiometabólico
Inflamación
IR
Obesidad
visceral
Hipercortisolismo
Hipogonadismo
Hiperandrogenismo
SAOS
SNS
eRAA
AGL - adipocinas
Esteatosis
Estrés oxidativo
Hígado
Miocardio
Páncreas
Músculo
HipertensiónDislipemiaDiabetesEstado protrombótico
Inflamación
IR
Riesgo cardiovascular aumentado
Estrés oxidativo
Disfunción endotelial
Fig. 4. Fisiopatología del riesgo cardiovascular aumentado inducido por la obesidad visceral. AGL: ácidos grasos libres; eRAA: eje reni-
na-angiotensina-aldosterona; IR: resistencia insulínica; SAOS: síndrome de apnea obstructiva del sueño; SNS: sistema nervioso.
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Salvador J et al. Obesidad abdominal: un estandarte del riesgo cardiometabólico
428 Endocrinol Nutr. 2008;55(9):420-32
La condición metabólica de la obesidad
es función del tejido adiposo visceral
Asumiendo que el TAV es fundamental en el desarro-
llo del síndrome metabólico y sus complicaciones, es
factible que haya disociación entre la magnitud de la
obesidad y la dimensión del TAV, de modo que existan
pacientes con aumento de TAV e IMC normal. A este
tipo de pacientes se los denomina normoponderales me-
tabólicamente obesos (NPMO)120
y en ellos se observa
aumento de TAV > 100 cm2
medido con TC y rasgos
analíticos de IR. Su prevalencia puede alcanzar un 13-
18%121
. Tanto el bajo peso al nacer como la raza (fre-
cuente en japoneses y estadounidenses asiáticos) son
factores que favorecen el desarrollo de este trastorno.
El cuadro opuesto, es decir, los obesos metabólica-
mente normales (OMN), son individuos con IMC > 30
que no muestran signos de IR y tienen valores bajos
de TAV. Suelen iniciar la obesidad en la infancia y su
perfil metabólico es favorable, con HDL elevadas, tri-
glicéridos normales y ausencia de signos de IR. Pue-
den alcanzar al 20% de la población obesa121
. En este
contexto, se ha observado una relación entre el estado
de salud cardiorrespiratoria y la magnitud del TAV in-
dependientemente del IMC o del PC122
.
Los resultados obtenidos tras extirpación quirúrgica
del TAV tanto en modelos experimentales como en
humanos sustentan su contribución a la comorbilidad
inflamatoria y metabólica123
.
Lugar de la obesidad abdominal en el concepto
y la valoración del riesgo cardiometabólico total
El papel de la OA como contribuyente directo al
riesgo metabólico y cardiovascular aún no está siste-
máticamente incorporado a la valoración clásica del
RCM. Por una parte, los puntos de corte de la PC para
las diferentes razas son controvertidos4
. Por otro lado,
el debate surgido en relación con el papel del síndro-
me metabólico en la predicción del riesgo de diabetes
mellitus y enfermedad cardiovascular aún persiste6
.
Esencialmente, se cuestiona la contribución al riesgo
cardiovascular del síndrome metabólico y sus compo-
nentes cuando se tiene en cuenta los factores de riesgo
clásicos incluidos en sistemas tradicionales como el
de Framingham. Sin embargo, recientemente ha emer-
gido el concepto de RCM propuesto por la Asociación
Americana de Diabetes y la Asociación Americana del
Corazón124
para determinar el riesgo de diabetes melli-
tus y enfermedad cardiovascular aunando los factores
de riesgo tradicionales y los incluidos en el síndrome
metabólico, cuyo valor predictivo de las alteraciones
citadas está demostrado. Despres et al125
han propues-
to la valoración del RCM total añadiendo a los facto-
res tradicionales el estado de síndrome metabólico.
Por lo tanto, tratar de sustituir los sistemas tradiciona-
les de predicción del riesgo cardiovascular por el con-
cepto de síndrome metabólico es inadecuado, pero
considerar los factores de riesgo incluidos en los crite-
rios del síndrome metabólico parece correcto (fig. 5),
dado que estos trastornos no se incluyen en las escalas
clásicas de valoración y su capacidad predictiva de en-
fermedad cardiovascular es, cuando menos, similar a
la de la hipertensión o el tabaquismo126
.
Dado que la OA sin alteraciones metabólicas acom-
pañantes no puede considerarse necesariamente como
un factor de riesgo cardiovascular o de diabetes, es ne-
cesario fenotipificar a los individuos con OA para es-
tablecer cuál es su riesgo real. De este modo, la hiper-
trigliceridemia, que junto con el aumento del PC
predice la resistencia insulínica, se constituye en un
elemento de interés a la hora de evaluar la trascenden-
cia de la OA125
. Un consenso reciente127
, elaborado
para establecer la importancia clínica del PC, conside-
ra que este parámetro puede ser especialmente útil en
pacientes con IMC normales o indicativos de sobrepe-
so, dado que pueden mostrar un RCM aumentado que
no se sospecharía midiendo sólo el IMC.
No obstante, es imprescindible contar cuanto antes
con estudios prospectivos que informen sobre el ca-
rácter predictivo del desarrollo de diabetes y enferme-
dad cardiovascular que tienen los puntos de corte de
PC asignados actualmente a las distintas poblaciones
étnicas y así conocer si la OA en sí misma constituye
un elemento predictor y un heraldo del desarrollo de
síndrome metabólico y consecuentemente de diabetes
y enfermedad cardiovascular. En tal caso, la interven-
ción terapéutica en fases iniciales previas a la apari-
¿Otros?
¿Adipocinas?Apnea del sueño
TabaquismoFactores genéticos
Sexo masculinoEdad
DiabetesHipertensión
Síndrome metabólicoColesterol
Perímetro cintura
Triglicéridos/HDL
Hipertensión
Hiperglucemia
¿PCR?¿Microalbuminuria?
Riesgo cardiometabólico total
Fig. 5. Concepto de riesgo cardiometabólico total, en el que que-
dan nuevos elementos por considerar para incrementar el valor
predictivo de enfermedad metabólica y cardiovascular. PCR: pro-
teína C reactiva.
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Salvador J et al. Obesidad abdominal: un estandarte del riesgo cardiometabólico
Endocrinol Nutr. 2008;55(9):420-32 429
ción de complicaciones metabólicas podría tener una
relación de coste-beneficio favorable. Asimismo, la in-
corporación de otros marcadores como el tamaño de
las partículas LDL, índices de resistencia insulínica,
adiponectina o PCR puede mejorar la actual capacidad
predictiva de RCM (fig. 5).
En resumen, la obesidad abdominal desempeña un
papel clave en el desarrollo de síndrome metabólico y
las complicaciones cardiovasculares y metabólicas. El
compartimento visceral, a través de la secreción portal
de AGL y citocinas, parece ser el más relacionado con
el desarrollo de diabetes mellitus, dislipemia, esteato-
sis hepática, inflamación y estado protrombótico. Aun
cuando no disponemos de elementos precisos de me-
dida, la estimación del PC es un procedimiento senci-
llo y universalmente aplicable para establecer los ries-
gos de la obesidad y vigilar su evolución.
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Obesidad abdominal

  • 1. 420 Endocrinol Nutr. 2008;55(9):420-32 Obesidad abdominal: un estandarte del riesgo cardiometabólico JAVIER SALVADORa,b , CAMILO SILVAa,b , PEDRO PUJANTEa Y GEMA FRÜHBECKa,b a Departamento de Endocrinología y Nutrición. Clínica Universitaria de Navarra. Pamplona. Navarra. España. b CIBER Fisiopatología de la Obesidad y Nutrición (CIBEROBN). España. La obesidad abdominal (OA) constituye, junto con la resistencia insulínica, la base fisiopatológica del síndrome metabólico. El exceso de tejido adiposo visceral (TAV) desempeña un papel clave en las comorbilidades de la OA. La esteatosis multiorgánica promociona la resistencia insulínica, el estrés oxidativo y la inflamación, lo que da lugar a disfunción endotelial y arteriosclerosis. El exceso de TAV conduce a un perfil metabólico de riesgo independientemente de la cifra de índice de masa corporal. Los recientes estudios epidemiológicos defienden que es necesario medir sistemáticamente el perímetro de cintura (PC) en la valoración de la obesidad, así como incluir el valor del PC y los parámetros de síndrome metabólico en las escalas de valoración del riesgo cardiometabólico. La potencial capacidad patógena de la OA debe ser tenida en cuenta en la valoración de cualquier cuadro en que el riesgo cardiometabólico sea un objetivo de acción preventiva o terapéutica. Palabras clave: Obesidad abdominal. Tejido adiposo visceral. Perímetro de cintura. Síndrome metabólico. INTRODUCCIÓN Que la obesidad se acompaña de un aumento de la mortalidad y de la comorbilidad cardiovascular y metabólica es un hecho sobra- damente demostrado que ha llevado a considerarla un factor de riesgo de gran trascendencia, tanto en sí mismo como en su papel promotor de enfermedades prevalentes generadoras de riesgo car- diometabólico1 . Una de las causas de que la obesidad no haya sido reconocida desde el inicio como un factor de riesgo cardiovascular clásico es la heterogeneidad de su impacto clínico, en parte deriva- da de la participación de otros elementos diferentes del índice de masa corporal (IMC), como son el exceso de masa grasa y espe- cialmente su distribución anatómica. En los últimos años se ha otorgado a la obesidad abdominal (OA) un papel trascendental en la fisiopatología del riesgo cardiovascular y metabólico. Conocer los factores implicados en su desarrollo y los mecanismos fisiopa- tológicos que de ella se derivan puede aportar claves esenciales en el control y el manejo del riesgo cardiometabólico (RCM). Revisiones ABDOMINAL OBESITY: AN INDICATOR OF CARDIOMETABOLIC RISK Abdominal obesity (AO), together with insulin resistance, forms the pathophysiological basis of metabolic syndrome. Excess visceral adipose tissue (VAT) plays a key role in the comorbidity associated with AO. Multiorgan steatosis promotes insulin resistance, oxidative stress and inflammation, giving rise to endothelial dysfunction and atherosclerosis. Excess VAT leads to a metabolic risk profile regardless of body mass index. Recent epidemiological studies confirm the need to measure waist circumference when evaluating obese patients and to include this value and metabolic syndrome parameters in scales to assess cardiometabolic risk. The pathogenic capacity of AO should be taken into account when evaluating any condition in which reducing cardiometabolic risk is a preventive or therapeutic goal. Key words: Abdominal obesity. Visceral adipose tissue. Waist circumference. Metabolic syndrome. Correspondencia: Dr. J. Salvador. Departamento de Endocrinología y Nutrición. Clínica Universitaria de Navarra. Avda. Pío XII, 36. 31008 Pamplona. Navarra. España. Correo electrónico: jsalvador@unav.es Manuscrito recibido el 14-4-2008 y aceptado para su publicación el 15-9-2008 252.847 07 REVISION 2473 (420-432).qxp 18/11/08 07:50 Página 420 Documento descargado de http://www.elsevier.es el 12/04/2010. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato.
  • 2. EVOLUCIÓN CRONOLÓGICA DE LA OBESIDAD ABDOMINAL HACIA EL NÚCLEO DEL SÍNDROME METABÓLICO La capacidad de elevar el riesgo cardiovascular que tiene la relación entre algunos hallazgos clinicoanalíti- cos sentó las bases para la propuesta del concepto de síndrome metabólico. Desde la propuesta inicial de este síndrome llevada a cabo por Reaven2 en 1988, ba- sada en el papel central de la resistencia insulínica (IR), se ha evolucionado hacia la adopción de nuevos criterios, pasando por el del Grupo Europeo de Estudio de la Resistencia Insulínica (EGIR) y el del Programa Nacional de Educación para el colesterol (NCEP-ATP III)3 hasta el más moderno propuesto por la Federación Internacional de Diabetes (IDF)4 . El consenso NCEP- ATP III, que es de momento el más empleado en la práctica clínica, alude a la presencia de obesidad cen- tral medida por el perímetro de la cintura (PC), mien- tras que el establecido por la IDF considera la OA como condición sine qua non para determinar que hay síndrome metabólico. Adicionalmente, la propuesta de la IDF reduce las medidas de PC y les otorga un um- bral distinto según el origen racial4 . Por lo tanto, con el paso del tiempo hemos asistido a un viraje conceptual que evoluciona desde la perspectiva insulinocéntrica inicial a la obesocéntrica actual como clave diagnósti- ca del síndrome metabólico5 (fig. 1). Aun cuando la oportunidad del término y su signifi- cado clínico son controvertidos6 , la conexión OA-IR se propone como el eje central de la fisiopatología del síndrome metabólico y sus complicaciones7 . En este contexto, la medida del PC como valoración indirecta de OA se presenta como un elemento esencial en la valoración clínica de la obesidad. LOS COMPONENTES DE LA GRASA ABDOMINAL: DIFERENCIAS E INTERACCIONES ENTRE TEJIDO ADIPOSO SUBCUTÁNEO Y TEJIDO ADIPOSO VISCERAL La medida del PC se ve influida tanto por el tejido adiposo subcutáneo (TAS) como por el tejido adiposo visceral (TAV). Estos compartimentos poseen caracte- rísticas biológicas muy diferenciadas, y aunque man- tengan relaciones funcionales bilaterales, su papel en la fisiopatología de las complicaciones derivadas de la obesidad es muy distinto. El TAV comprende hasta el 20% del total del tejido graso en el varón y hasta el 8% en la mujer, que posee proporcionalmente mayor magnitud de TAS. El TAS se encuentra predominante- mente localizado en las regiones femoral y glútea8 , si bien se sitúa también en el compartimento subcutáneo abdominal. Existen numerosas diferencias entre los adipocitos del TAV y los del TAS. Clásicamente se ha considera- do que los adipocitos del TAV poseen mayor actividad lipolítica que los del TAS9 . Sin embargo, observacio- Salvador J et al. Obesidad abdominal: un estandarte del riesgo cardiometabólico Hiperglucemia Hipertensión arterial Hipertrigliceridemia Obesidad HDL bajo Hiperinsulinismo Resistencia insulínica Síndrome X Cuarteto mortal OMS EGIR Obesidad abdominal Hiperglucemia Hipertensión arterial HipertrigliceridemiaHDL bajo NCEP-ATP III AACE IDF Adiponectina Proteína C reactiva PAI-1 LDL pequeñas y densas Apnea del sueño Disfunción endotelial Estrés oxidativo Otros Síndrome metabólico Fig. 1. Evolución de la hipótesis insulinocéntrica a la obesocéntrica del síndrome metabólico con la posible incorporación de otros ele- mentos propios del cuadro. AACE: American Association of Clinical Endocrinologists; EGIR: Grupo Europeo de Estudio de la Resistencia Insulínica; HDL: lipoproteínas de alta densidad; IDF: Federación Internacional de Diabetes; LDL: lipoproteínas de baja densidad; NCEP-ATP III: Programa Nacional de Educación para el colesterol; OMS: Organización Mundial de la Salud; PAI-1: activador del plas- minógeno tipo 1. Endocrinol Nutr. 2008;55(9):420-32 421 07 REVISION 2473 (420-432).qxp 18/11/08 07:50 Página 421 Documento descargado de http://www.elsevier.es el 12/04/2010. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato.
  • 3. nes recientes muestran que los adipocitos del TAS en términos absolutos tienen mayor actividad de lipopro- teinlipasa y superior efecto lipolítico tras estimulación farmacológica10 . No obstante, la capacidad de respues- ta lipolítica relativa respecto al nivel basal es superior en los adipocitos del TAV. Estos hallazgos son compa- tibles con una mayor sensibilidad del TAV a estímulos lipolíticos10 . En este sentido, el posible papel de una sensibilidad diferente de la regulación de la lipólisis por catecolaminas que explique las diferencias entre TAS y TAV es controvertido10,11 . La producción de ci- tocinas proinflamatorias y generadoras de IR como la interleucina (IL) 6 y el factor de necrosis tumoral alfa (TNF␣), así como del inhibidor del activador del plas- minógeno tipo 1 (PAI-1), es superior en el TAV que en el TAS12 , mientras que éste genera más leptina y adi- ponectina. La producción de leptina aumenta confor- me lo hace el tamaño del adipocito, lo que representa un mecanismo de autorregulación, ya que la hiperlep- tinemia reduce la ingesta, aumenta la actividad simpá- tica y favorece la oxidación de ácidos grasos en los músculos13 . Los adipocitos del TAV tienen mayor capacidad de captación de glucosa que los del TAS, en probable re- lación con una mayor expresión de GLUT-414 , lo que es un sustrato para alcanzar un almacenamiento de tri- glicéridos superior al del TAS. El mayor grado de lipólisis del TAV favorece el flu- jo aumentado de ácidos grasos libres al hígado por vía portal, donde contribuyen a generar IR, esteatosis he- pática y sus complicaciones metabólicas. La densidad de receptores de andrógenos y gluco- corticoides en el TAV es superior a la del TAS8 , lo que es la base de su regulación endocrina. El tono estrogé- nico favorece la acumulación gluteofemoral de TAS, mientras que su desaparición en la menopausia pro- mueve la de TAV15 . La menopausia incrementa el ta- maño de los adipocitos del TAV y su actividad lipolíti- ca como consecuencia de la IR, mientras que en el TAS no se producen cambios respecto a la situación premenopáusica16 . Así pues, la proporción entre las magnitudes de TAV y TAS aumenta tras la menopau- sia y la aproxima a la situación del varón8 . El efecto inhibidor de los estrógenos sobre la producción de IL- 617 también se reduce tras la menopausia, a pesar de que el adipocito se convierta en una fuente estrogénica a través de la aromatización de andrógenos. Conse- cuentemente los estrógenos, por este y otros mecanis- mos, pueden contribuir al efecto protector contra la enfermedad cardiovascular que presentan las mujeres premenopáusicas cuando se las compara con los varo- nes de su misma edad18 , lo que explicaría que el trata- miento hormonal sustitutivo en la menopausia ejerza un efecto protector contra la acumulación de TAV. La actividad de la 11-betahidroxiesteroide deshidro- genasa tipo 1, que convierte la inactiva cortisona en cortisol, es más elevada en el TAV19 , y da soporte a la hipótesis según la cual el hipercortisolismo tisular fa- vorece el desarrollo de TAV y de síndrome metabóli- co, que muestra algunas características comparables con las del síndrome de Cushing. Hay indicios de que la magnitud del TAV influye en la sensibilidad a la lipólisis de los adipocitos del TAS, que se ve elevada en pacientes con obesidad visceral20 , lo que contribuiría a aumentar el contingente circulante de ácidos grasos libres (AGL). Por otra parte, algunos factores de transcripción presentes en el TAV se en- cuentran también en adipocitos del TAS. Los preadipo- citos del TAS poseen mayor capacidad que los del TAV para diferenciarse en adipocitos pequeños, que mues- tran alta insulinosensibilidad y acumulan triglicéridos y AGL, evitando su depósito en otros tejidos como músculo, hígado, páncreas o miocardio, por lo que ejercen un papel protector contra la esteatosis orgánica y la lipotoxicidad, que son esenciales en el desarrollo de las complicaciones de la obesidad. Posiblemente, cuando los adipocitos del TAS ven superada su capaci- dad de almacenamiento, se vuelven insulinorresisten- tes, aumenta su capacidad lipolítica, liberan AGL y permiten el aumento del TAV y sus complicaciones. En concordancia con estos aspectos, algunas obser- vaciones clínicas otorgan al TAS un papel protector contra la enfermedad cardiovascular, estableciendo una relación negativa entre el TAS gluteofemoral y la arteriosclerosis21 . Sin embargo, otros autores conside- ran que el TAS contribuye al desarrollo de inflama- ción y estrés oxidativo22 . Es posible que, dependiendo de las características de sus adipocitos, en un momen- to determinado el TAS traduzca uno u otro efecto. La sensibilidad del TAV es superior a la del TAS en la respuesta a la restricción calórica, que induce au- mentos en la expresión de genes que codifican me- canismos promotores de la lipólisis como la lipasa sensible a hormonas, receptores beta-3 y proteína de- sacoplante 2 (UCP-2) en TAV, pero no en TAS23 . Estos hallazgos justifican la gran mejoría de factores de ries- go cardiovascular que se produce en la obesidad con pérdidas ponderales relativamente escasas. Las citocinas proinflamatorias y generadoras de IR como TNF␣ e IL-6 muestran interacciones con los AGL y la adiponectina. La adiponectina inhibe el fac- tor de transcripción NF-␬B y contrarresta los efectos proiinflamatorios de TNF e IL-624 . Los estudios comparativos de expresión génica en TAS y TAV llevados a cabo en pacientes con obesidad contribuyen a esclarecer la función de ambos compar- timentos de tejido adiposo. Tanto el TAV como el TAS muestran sobreexpresión de genes relacionados con la inflamación en pacientes obesos25 . Otros estu- dios revelan que algunas quimiocinas de la familia CC relacionadas con la atracción de células mononu- cleares a los tejidos inflamados, como son CCL5 y CCL11, se expresan más en TAV que en TAS, mien- tras CCL8 se expresa más en TAS26 . La expresión del marcador de macrófagos CD68, así como la de TNF␣, es similar en el TAS y el TAV de pacientes obesos26 . Otros genes, como los que codifican los receptores de adiponectina, se expresan por igual en TAS y TAV27 . Salvador J et al. Obesidad abdominal: un estandarte del riesgo cardiometabólico 422 Endocrinol Nutr. 2008;55(9):420-32 07 REVISION 2473 (420-432).qxp 18/11/08 07:50 Página 422 Documento descargado de http://www.elsevier.es el 12/04/2010. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato.
  • 4. En general, el TAS y el TAV muestran una alteración en la expresión de genes implicados en la señaliza- ción insulínica, la lipogénesis y la inflamación, lo que indica que ambos compartimentos participan en las complicaciones metabólicas de la obesidad28 . La au- sencia de expresión de resistina en adipocitos aisla- dos, en contraste con los resultados obtenidos en el análisis de TAS y TAV total, es indicio de su origen extraadipocitario25 . Así pues, tanto el TAV como el TAS poseen caracte- rísticas anatómicas y funcionales particulares (fig. 2), que determinan su papel clave en el desarrollo del sín- drome metabólico. FACTORES ETIOLÓGICOS IMPLICADOS EN EL AUMENTO DE GRASA VISCERAL La causa que subyace en el aumento del comparti- mento graso visceral reconoce un origen multifacto- rial (fig. 3). Aunque el desequilibrio en el balance energético a favor de la ingesta posee un protagonis- mo fundamental, se han descrito alteraciones genéti- cas que afectan al comportamiento alimentario. Hay indicios de que existen determinantes genéticos para la magnitud de la grasa visceral que afectan tanto a la secreción de adipocinas como a los receptores hormo- nales29,30 . Obviamente hay influencias nutricionales y de hábitos de vida que promueven la acumulación de grasa y más concretamente de la visceral, como se de- duce de los efectos del sedentarismo31 . Tanto la edad como el sexo y las hormonas sexuales son factores reguladores de la masa grasa visceral y de su efecto en la promoción de diferentes factores de riesgo cardiovascular32 . El entorno hormonal es un elemento modulador de primer nivel que explica el aumento de grasa visceral en la mujer menopáusica respecto a la edad fértil y la mayor tendencia a la obe- sidad abdominal en el varón. En la mujer el patrón hi- perandrogénico, que incluye la reducción de globulina transportadora de hormonas sexuales (SHBG), favore- ce la obesidad visceral33 . Así, en las mujeres premeno- páusicas se ha observado asociación entre ovario poli- quístico, hiperandrogenismo y síndrome metabólico34 , mientras que en las posmenopáusicas la concentración de testosterona, el índice androgénico libre y el estra- diol se encuentran más elevados y la concentración de SHBG es más baja en las pacientes con síndrome me- tabólico33 . El patrón androgénico se asocia con todos los factores individuales propios del síndrome según criterios diagnósticos ATP-III. La deficiencia de somatotropina (GH) favorece la obesidad visceral, aspecto reversible con tratamiento sustitutivo35 . La reducción en la secreción de GH que se produce con el paso de los años puede favorecer el aumento de la adiposidad visceral y el aumento en la tasa de síndrome metabólico que ocurre en edades avanzadas. Asimismo, la hiperactividad del eje hipota- lamohipofisoadrenal (HPA) y la consiguiente hiper- cortisolemia que se ha demostrado relacionada con la obesidad visceral favorecen la acumulación grasa centrípeta y la obesidad abdominal36 . Además, se ha descrito una sobreexpresión de 11-␤-hidroesteroide deshidrogenasa tipo 1, que convierte en las células la inactiva cortisona en cortisol en adipocitos de grasa visceral37 , lo que amplificaría aún más el efecto gluco- corticoideo y favorecería la obesidad visceral. El papel del estrés debe subrayarse especialmente38,39 . Uno de los mecanismos postulados implica a la activa- ción del eje HPA, que además de producir hipercortiso- lemia, inhibe los ejes somatotropo y gonadal, lo que es- timula el desarrollo de la grasa visceral. La simultánea activación del sistema nervioso simpático favorece la li- pólisis del tejido omental y la síntesis de IL-6. Los adi- pocitos de la grasa visceral son muy sensibles al efecto lipolítico de las catecolaminas, lo que favorece la gene- ración de AGL. La exposición al estrés genera aumento de grasa visceral en adultos jóvenes sanos38 , y ello con- Salvador J et al. Obesidad abdominal: un estandarte del riesgo cardiometabólico Endocrinol Nutr. 2008;55(9):420-32 423 Tejido adiposo visceral Capacidad lipolítica aumentada Adipocitos resistentes a la insulina Elevada densidad de receptores adrenérgicos Producción de adipocinas inflamatorias Producción de AGL con drenaje portal Elevada densidad de receptores de glucocorticoides Determinación genética Sensibilidad a la restricción calórica Fig. 2. Características propias del tejido adi- poso visceral que parti- cipan en la fisiopatolo- gía de la obesidad abdominal y el síndro- me metabólico. AGL: ácidos grasos libres. 07 REVISION 2473 (420-432).qxp 18/11/08 07:50 Página 423 Documento descargado de http://www.elsevier.es el 12/04/2010. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato.
  • 5. firma la relación entre el estrés y el desarrollo de obesi- dad visceral y síndrome metabólico. El descubrimiento del sistema endocannabinoide, en el que se incluyen ligandos endógenos como ananda- mida y 2-araquidonilglicerol y receptores específicos para estas moléculas, como CB-1 y CB-2, con amplia distribución en diferentes tejidos del organismo, y su posible implicación en la regulación del comporta- miento alimentario y en el desarrollo de OA y sus complicaciones ha aportado un nuevo elemento en la fisiopatología de la obesidad40 . La activación del re- ceptor CB-1 en el hipotálamo y el sistema límbico se asocia a aumento de la ingesta calórica41 . Además, la sobreexpresión de este receptor en los adipocitos inhi- be la síntesis de adiponectina42 mientras que en el hí- gado favorece la expresión de enzimas estimuladoras de la síntesis de ácidos grasos43 y en los músculos in- hibe la captación de glucosa y promueve la resistencia insulínica44 . Su activación en el tubo digestivo inter- fiere con las señales de saciedad y favorece la inges- tión de alimentos. Así pues, el aumento del tono endo- cannabinoide a través de la síntesis de sus principales mediadores45 y de la expresión y la activación de re- ceptores CB-1 se asocia al desarrollo de OA y efectos relacionados con sus complicaciones metabólicas, como la resistencia insulínica, la intolerancia a los hi- dratos de carbono y la dislipemia. La implicación de este sistema en la fisiopatología de la obesidad abre una ventana terapéutica muy importante que tiene re- percusión potencial en diversos mecanismos que parti- cipan en el desarrollo de OA y sus complicaciones. CAPACIDAD PATÓGENA DE LA OBESIDAD ABDOMINAL El RCM derivado de la OA y visceral se encuentra íntimamente ligado al síndrome metabólico, en el que la adiposidad central tiene un papel fundamental. Existen diversos mecanismos que explican la capaci- dad patógena de la obesidad visceral. La generación de un estado proinflamatorio y su relación bidireccio- nal con la IR, frecuente en el síndrome metabólico, contribuye a generar hipertensión, dislipemia, disglu- cosis y una situación protrombótica que contribuye a aumentar la morbimortalidad cardiovascular. El au- mento de producción de elementos implicados en el tono presor, como el angiotensinógeno, contribuye a activar el sistema renina-angiotensina, lo que —junto con otros factores46 como el aumento del tono simpáti- co en el que participa la hiperinsulinemia, que a su vez promociona la reabsorción de sodio en el túbulo contorneado proximal de la nefrona47 — constituye el sustrato de la hipertensión arterial. Los efectos de la reducción de la grasa abdominal, y más específicamente visceral, en las citocinas proin- flamatorias y el consiguiente aumento de insulinosen- sibilidad confirman que el exceso de TAV y sus me- diadores son elementos clave en la inflamación y la consiguiente IR48 . Aunque ocupe otra localización anatómica, el tejido adiposo epicárdico (TAE) también es una fuente de ácidos grasos libres, adipocinas y citocinas proinfla- matorias49,50 . Su relación funcional con el TAV y su asociación con alteraciones funcionales cardíacas, po- siblemente en parte debido a su proximidad anatómi- ca, y otros factores de riesgo cardiovascular han hecho que este parámetro medible radiológicamente esté emergiendo como un elemento de interés en la estrati- ficación del riesgo cardiometabólico49,50 . Reciente- mente se han propuesto puntos de corte del grosor de TAE de 9,5 y 7,5 mm en varones y mujeres, respecti- vamente, como valores predictores de síndrome meta- bólico51 . Por la facilidad de su medición mediante ecografía y su significado funcional, la valoración del Salvador J et al. Obesidad abdominal: un estandarte del riesgo cardiometabólico 424 Endocrinol Nutr. 2008;55(9):420-32 Obesidad visceral Sexo ↑ Tono endocannabinoide Factores gestacionales y perinatales Edad Factores nutricionales Genes Estrés Sedentarismo ↓ GH ↑ 11 OH ST DHasa Hiperandrogenismo ↓ Estrógenos Hipogonadismo Fig. 3. Factores etiológicos implica- dos en el desarrollo de obesidad vis- ceral. 11 OH ST DHasa: 11-b-hi- droxiesteroide deshidrogenasa; GH: hormona de crecimento. 07 REVISION 2473 (420-432).qxp 18/11/08 07:50 Página 424 Documento descargado de http://www.elsevier.es el 12/04/2010. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato.
  • 6. TAE puede ser un método alternativo a la estimación de grasa visceral. Así pues, los resultados publicados avalan un papel significativo del TAE en la fisiopato- logía de las complicaciones de la obesidad que posee connotaciones tanto diagnósticas como de seguimien- to terapéutico. Adipocitocinas, inflamación e insulinorresistencia Hoy está plenamente demostrado que el tejido adipo- so, que incluye adipocitos, macrófagos, fibroblastos y otros tipos celulares, es una fuente de numerosas molé- culas de diverso perfil de acción52 . Muchas de ellas tie- nen carácter proinflamatorio; otras, efecto proagregante o favorecedor de hipertensión, son proangiogénicas, in- munomoduladoras y potenciadoras de resistencia insu- línica, y algunas tienen acción insulinosensibilizante53 . Algunas adipocinas como leptina y adiponectina son producidas preferentemente por adipocitos, mientras otras de carácter inflamatorio, como TNF␣ e IL-6 que participan en los fenómenos de inflamación e IR, son segregadas predominantemente por los macrófagos. En la obesidad, la secreción de moléculas como la proteína quimiotáctica de monocitos (MCP-1 o CCL- 2) por el adipocito favorece la infiltración por células inflamatorias en un ejemplo de interacción bilateral (cross-talk) entre adipocitos, macrófagos, células en- doteliales y monocitos, de importancia clave en la fi- siopatología de la obesidad abdominal54-56 . La eleva- ción de marcadores biológicos como proteína C reactiva (PCR), alfa-1-glucoproteína, ácido siálico y amiloide A en pacientes con obesidad abdominal ca- racteriza al patrón de inflamación de bajo grado pro- pio de este trastorno. Tanto el TNF␣ como las IL, es- pecialmente la IL-6 producida por los macrófagos, fibroblastos, células endoteliales y adipocitos y esti- mulada por el sistema nervioso simpático, son de los principales mediadores del aumento de proteínas in- flamatorias. Su concentración elevada se asocia con resistencia insulínica y disfunción endotelial y predice diabetes mellitus tipo 2 e infarto de miocardio57,58 . Aunque la administración de IL-6 inhibe la respuesta de insulina a la estimulación por glucosa, el efecto diabetógeno proviene sobre todo de su efecto inhibi- dor de la señalización intracelular del receptor de in- sulina en hepatocitos59 . También promueve el aumento de AGL y la reducción de adiponectina, circunstancias ambas que favorecen la IR60,61 . La observación de que la neutralización del TNF␣ induce un aumento de la insulinosensibilidad62 en la rata obesa sentó la base de su efecto promotor de IR, aspecto confirmado en estudios clínicos63 . Tanto la disminución de adiponectina como el aumento de AGL y la interferencia con la señalización intracelular de insulina, a través de reducir la actividad de la tiro- sincinasa, son mecanismos potenciales del efecto en la IR del TNF␣64 . El TNF␣ da lugar a cambios proinfla- matorios en células endoteliales y de músculo liso vascular65 y estimula la producción de moléculas de acción vasoconstrictora como endotelina-1 y angio- tensinógeno, lo que contribuye al desarrollo de hiper- tensión arterial. De hecho, la concentración de TNF␣ se relaciona con la presión arterial y la IR en humanos66 , por lo que constituye un elemento humo- ral clave en la fisiopatología del síndrome metabólico. Además, estimula la producción de IL-6 y PCR, con lo que se cierra un circuito reverberante generador de inflamación e IR67 . Uno de los mecanismos por los que las adipocinas promueven la inflamación es estimulando la produc- ción hepática de PCR. Además de ser un marcador de inflamación, la PCR contribuye directamente a gene- rar daño vascular, activación endotelial y trombosis68 . Se ha demostrado su capacidad de inhibir la sintetasa del óxido nítrico y aumentar las moléculas de adhe- sión y el NF-␬B, el estrés oxidativo y la apoptosis en- dotelial, por lo que es un factor proarteriosclerótico69 . Otra adipocitocina de gran importancia es la adipo- nectina, también identificada como Acrp30, AdipoQ, apM1 o GBP28. La producen exclusivamente los adi- pocitos, tanto del tejido adiposo blanco como del par- do, y su secreción, en contraste con el resto de las adi- pocinas, se encuentra reducida en la obesidad. Tiene efecto insulinosensibilizante, antiinflamatorio y antia- terogénico70 . Su papel en las complicaciones derivadas de la OA es muy probable, dado que la hipoadiponec- tinemia se asocia con la existencia de síndrome meta- bólico con mayor fuerza que cualquier marcador infla- matorio71 . Tanto el sexo (más reducida en varones) como la dieta rica en hidratos de carbono y el estrés oxidativo reducen su concentración70 . Su efecto insuli- nosensibilizador se relaciona con la activación de la cinasa AMPK, que además favorece el catabolismo de AGL y el gasto energético, en parte a través de la acti- vación de receptores PPAR␣. La concentración circu- lante de adiponectina en humanos es muy elevada y se correlaciona negativamente con el IMC y la grasa vis- ceral72 . El mecanismo implicado en el efecto reductor de adiponectina que sucede en la obesidad no se cono- ce bien, aunque se ha propuesto que la hiperproduc- ción de TNF␣ por el tejido adiposo visceral tiene efecto inhibidor de la síntesis de adiponectina por los adipocitos del tejido subcutáneo73 , lo que justifica los hallazgos en plasma. Tanto la IL-6 como los glucorti- coides también inhiben la secreción de adiponectina. La hipoadiponectinemia se asocia a resistencia insulí- nica. De hecho, el ratón knock-out para adiponectina muestra resistencia insulínica corregible mediante tra- tamiento sustitutivo74 . Su concentración elevada pare- ce ejercer un efecto protector contra el desarrollo de diabetes mellitus tipo 275 , mientras que los pacientes con enfermedad coronaria muestran valores en plasma disminuidos76 . Diversos estudios indican un papel pro- tector de la adiponectina contra el desarrollo de enfer- medad cardiovascular72,76 , que es un factor clave en las comorbilidades del síndrome metabólico. Asimismo, la hipoadiponectinemia acompaña con frecuencia a la Salvador J et al. Obesidad abdominal: un estandarte del riesgo cardiometabólico Endocrinol Nutr. 2008;55(9):420-32 425 07 REVISION 2473 (420-432).qxp 18/11/08 07:50 Página 425 Documento descargado de http://www.elsevier.es el 12/04/2010. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato.
  • 7. disfunción endotelial y a la hipertensión arterial77,78 . En cuanto a su papel antiaterogénico, se acumula en el espacio subendotelial del vaso dañado, donde inhibe la adhesión monocitaria, la expresión de moléculas de adhesión como la molécula de adhesión intercelular 1 (ICAM-1) y selectina-E79 y la proliferación de células musculares lisas inhibiendo la AMPK80 . Otras adipocinas como la visfatina también se en- cuentran implicadas en la patogenia del síndrome me- tabólico. Aun cuando se la considera un origen prefe- rencial por parte del tejido adiposo visceral, la expresión de ARNm de visfatina en tejido visceral y subcutáneo es similar81 . A pesar de que tiene efecto insulinosensibilizador actuando sobre el propio recep- tor de insulina, estimula la producción de IL-1, IL-6 y TNF␣, por lo que se debe considerarla una citocina proinflamatoria82 . El papel que la visfatina desempeña en la fisiopatología de la OA y el síndrome metabólico está aún por esclarecerse. La leptina, además de su efecto inhibidor del apetito y estimulador del gasto calórico, tiene efectos promo- tores de la migración de monocitos y macrófagos y estimuladores de otras citocinas, genera efectos proli- ferativos, proinflamatorios, protrombóticos y favore- cedores del estrés oxidativo, por lo que se la considera uno de los mediadores entre tejido adiposo e inflama- ción83,84 . La resistina no es una verdadera adipocina pues, aunque se produce en el tejido adiposo85 , su origen se relaciona con la fracción estromal y no con los adipo- citos25 . Aunque en animales de experimentación se ha visto implicada en la fisiopatología de la IR86 , no hay tal evidencia en humanos, y se la observa relacionada con la inflamación y sus marcadores biológicos87,88 . El PAI-1 también se produce en exceso por los adipo- citos en la obesidad visceral y contribuye al estableci- miento de un estado protrombótico que caracteriza la obesidad visceral89 . Otras citocinas también participan en la fisiopatolo- gía de la inflamación. La IL-10, secretada por células inmunitarias, parece tener efecto protector contra la dis- función endotelial y la arteriosclerosis90,91 . La disminu- ción de IL-10 facilita la inestabilidad de la placa arte- riosclerótica y el desarrollo de síndrome metabólico92 . De otras adipocinas de identificación más reciente, como omentina93 y lipocalina 294 , aún no se ha concre- tado su papel en la fisiopatología de la obesidad y la IR, al igual que otras moléculas como la proteína transportadora de retinol 4 y la caveolina-195,96 . El papel de los ácidos grasos libres Diversas alteraciones metabólicas relacionadas con la obesidad abdominal pueden explicarse por una pro- ducción excesiva y el consiguiente aporte al hígado, a través de la vena porta, de AGL procedentes del TAV97 . En principio, la magnitud de la grasa visceral y el flujo de AGL que alcanza el hígado son proporcio- nales. La concentración plasmática de AGL es un 20% mayor en obesos que en no obesos, y la contribución de la lipólisis esplácnica a la llegada de AGL al híga- do es función del volumen de grasa visceral, aspecto más significativo en mujeres98 . Ésta es una de las razo- nes por las que el tejido adiposo visceral es un predic- tor de las complicaciones metabólicas de las comorbi- lidades de la obesidad más importante que el subcutáneo. Los adipocitos hipertróficos del comparti- mento visceral son resistentes al efecto antilipolítico de la insulina, lo que favorece el aumento de la salida de AGL vía portal y origina en el hepatocito un au- mento de secreción de lipoproteínas ricas en triglicéri- dos y reducción de la degradación de apoproteína B y de la extracción hepática de insulina. La transferencia de triglicéridos a partículas de lipoproteínas de baja densidad (LDL) y lipoproteínas de alta densidad (HDL) y su ulterior lipólisis por la lipasa hepática da lugar a partículas HDL y LDL pequeñas y a disminu- ción de la concentración de HDL, configurando la dis- lipemia aterogénica que acompaña al síndrome meta- bólico5 . El flujo aumentado de AGL participa en la fisiopatología de la esteatosis no sólo hepática y mus- cular, sino también cardíaca y pancreática, lo que pro- duce las consiguientes alteraciones funcionales. Disfunción endotelial y estrés oxidativo La OA se asocia a disfunción endotelial99 , manifies- ta por alteración de marcadores bioquímicos como moléculas de adhesión, trombomodulina y endotelina- 1100 . La disfunción endotelial, un marcador inicial del desarrollo de arteriosclerosis, se manifiesta ya en ni- ños y adolescentes obesos99 y es reversible con la re- ducción ponderal obtenida mediante dieta hipocalóri- ca y ejercicio físico90 . La obesidad se ha demostrado asociada con marca- dores de estrés oxidativo. Concentraciones elevadas de AGL aumentan el estrés oxidativo, que a su vez produce alteraciones en la regulación de adipocinas proinflamatorias y protrombóticas, como IL-6, TNF␣, PAI-1 y MCP-1, así como antiinflamatorias y de efec- to insulinosensibilizador, como adiponectina101 . Las relaciones funcionales del estrés oxidativo con la acti- vación del factor de transcripción NF-␬B configuran uno de los mecanismos más importantes en la fisiopa- tología del riesgo cardiovascular propio del síndrome metabólico102 . TRADUCCIÓN CLÍNICA DE LA OBESIDAD ABDOMINAL La OA, evaluada por el PC, se asocia a una mayor probabilidad de adquirir factores de riesgo cardiovas- cular y de muerte de cualquier causa cuando se ajusta por el valor de IMC103,104 , con un riesgo 1,44 y 2,26 veces superior respectivamente105 . Un estudio pros- pectivo reciente106 permite establecer que la obesidad visceral estimada mediante tomografía computarizada (TC) es un predictor independiente de mortalidad. 426 Endocrinol Nutr. 2008;55(9):420-32 07 REVISION 2473 (420-432).qxp 18/11/08 07:50 Página 426 Documento descargado de http://www.elsevier.es el 12/04/2010. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato.
  • 8. Los pacientes con síndrome metabólico, para cuyo diagnóstico la OA es un factor consustancial, tienen hasta 3 veces más riesgo de enfermedad coronaria y accidente cerebrovascular107 . Una publicación reciente agrupa 37 estudios, que totalizan 43 cohortes y mues- tran un riesgo de enfermedad cardiovascular y muerte 1,78 veces superior al de la población normal; obser- van que la asociación es más intensa en mujeres108 . Aunque la obesidad en sí misma es causa de hiper- tensión arterial, los cambios evolutivos en el PC son predictivos de la cifra futura de presión arterial y de la incidencia de hipertensión, independientemente del IMC109 . Es bien conocida la capacidad predictiva del desarrollo de diabetes mellitus, dislipemia aterogénica y otras complicaciones que la OA tiene110 que los re- sultados del estudio IDEA confirman111 . Estos datos indican que la OA se asocia a factores de riesgo car- diovascular, y permiten otorgar a la evaluación del PC un valor pronóstico significativo y, por ende, es posi- ble una intervención preventiva. Además de promover la inflamación de bajo grado y la IR, la excesiva producción de AGL y de adipoci- nas por el TAV participa en otros mecanismos fisiopa- tológicos que contribuyen a incrementar el riesgo car- diovascular (fig. 4). La OA se asocia a hepatopatía grasa no etílica (HGNE), que se produce por infiltración adiposa de los hepatocitos, en la que el flujo incrementado de AGL procedente de la grasa visceral tiene un papel significativo112 . Independientemente de su asociación con el síndrome metabólico, la HGNE puede contri- buir por sí sola a favorecer el riesgo cardiovascular y metabólico generando IR, dislipemia, inflamación y estrés oxidativo, que a su vez se ven implicados en el deterioro de la función hepática, con lo que se cierra un círculo vicioso113 . La reducción de adiponectina se relaciona con la gravedad histológica independiente- mente de la OA o de los componentes del síndrome metabólico114 . Análogamente al depósito de grasa en el hígado, el páncreas y el músculo esquelético, la frecuente dis- función cardíaca que acompaña a la obesidad puede estar, al menos parcialmente, relacionada con el depó- sito intramiocárdico de triglicéridos, que es 5-6 veces superior que en sujetos no obesos115 , y favorecer la aparición de insuficiencia cardíaca. En consonancia con estos datos, el tratamiento de la obesidad median- te bypass gástrico reduce la masa ventricular y mejora su función116 . El depósito adiposo centrípeto se asocia a síndrome de apneas obstructivas del sueño, que es otro elemento potenciador del RCM porque favorece la activación del sistema nervioso simpático, la hipertensión arterial y el aumento de citocinas proinflamatorias y protrom- bóticas. La OA se ha mostrado ligada a otros procesos pato- lógicos como diferentes tipos cáncer117,118 y la infertili- dad119 . Salvador J et al. Obesidad abdominal: un estandarte del riesgo cardiometabólico Inflamación IR Obesidad visceral Hipercortisolismo Hipogonadismo Hiperandrogenismo SAOS SNS eRAA AGL - adipocinas Esteatosis Estrés oxidativo Hígado Miocardio Páncreas Músculo HipertensiónDislipemiaDiabetesEstado protrombótico Inflamación IR Riesgo cardiovascular aumentado Estrés oxidativo Disfunción endotelial Fig. 4. Fisiopatología del riesgo cardiovascular aumentado inducido por la obesidad visceral. AGL: ácidos grasos libres; eRAA: eje reni- na-angiotensina-aldosterona; IR: resistencia insulínica; SAOS: síndrome de apnea obstructiva del sueño; SNS: sistema nervioso. Endocrinol Nutr. 2008;55(9):420-32 427 07 REVISION 2473 (420-432).qxp 18/11/08 07:50 Página 427 Documento descargado de http://www.elsevier.es el 12/04/2010. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato.
  • 9. Salvador J et al. Obesidad abdominal: un estandarte del riesgo cardiometabólico 428 Endocrinol Nutr. 2008;55(9):420-32 La condición metabólica de la obesidad es función del tejido adiposo visceral Asumiendo que el TAV es fundamental en el desarro- llo del síndrome metabólico y sus complicaciones, es factible que haya disociación entre la magnitud de la obesidad y la dimensión del TAV, de modo que existan pacientes con aumento de TAV e IMC normal. A este tipo de pacientes se los denomina normoponderales me- tabólicamente obesos (NPMO)120 y en ellos se observa aumento de TAV > 100 cm2 medido con TC y rasgos analíticos de IR. Su prevalencia puede alcanzar un 13- 18%121 . Tanto el bajo peso al nacer como la raza (fre- cuente en japoneses y estadounidenses asiáticos) son factores que favorecen el desarrollo de este trastorno. El cuadro opuesto, es decir, los obesos metabólica- mente normales (OMN), son individuos con IMC > 30 que no muestran signos de IR y tienen valores bajos de TAV. Suelen iniciar la obesidad en la infancia y su perfil metabólico es favorable, con HDL elevadas, tri- glicéridos normales y ausencia de signos de IR. Pue- den alcanzar al 20% de la población obesa121 . En este contexto, se ha observado una relación entre el estado de salud cardiorrespiratoria y la magnitud del TAV in- dependientemente del IMC o del PC122 . Los resultados obtenidos tras extirpación quirúrgica del TAV tanto en modelos experimentales como en humanos sustentan su contribución a la comorbilidad inflamatoria y metabólica123 . Lugar de la obesidad abdominal en el concepto y la valoración del riesgo cardiometabólico total El papel de la OA como contribuyente directo al riesgo metabólico y cardiovascular aún no está siste- máticamente incorporado a la valoración clásica del RCM. Por una parte, los puntos de corte de la PC para las diferentes razas son controvertidos4 . Por otro lado, el debate surgido en relación con el papel del síndro- me metabólico en la predicción del riesgo de diabetes mellitus y enfermedad cardiovascular aún persiste6 . Esencialmente, se cuestiona la contribución al riesgo cardiovascular del síndrome metabólico y sus compo- nentes cuando se tiene en cuenta los factores de riesgo clásicos incluidos en sistemas tradicionales como el de Framingham. Sin embargo, recientemente ha emer- gido el concepto de RCM propuesto por la Asociación Americana de Diabetes y la Asociación Americana del Corazón124 para determinar el riesgo de diabetes melli- tus y enfermedad cardiovascular aunando los factores de riesgo tradicionales y los incluidos en el síndrome metabólico, cuyo valor predictivo de las alteraciones citadas está demostrado. Despres et al125 han propues- to la valoración del RCM total añadiendo a los facto- res tradicionales el estado de síndrome metabólico. Por lo tanto, tratar de sustituir los sistemas tradiciona- les de predicción del riesgo cardiovascular por el con- cepto de síndrome metabólico es inadecuado, pero considerar los factores de riesgo incluidos en los crite- rios del síndrome metabólico parece correcto (fig. 5), dado que estos trastornos no se incluyen en las escalas clásicas de valoración y su capacidad predictiva de en- fermedad cardiovascular es, cuando menos, similar a la de la hipertensión o el tabaquismo126 . Dado que la OA sin alteraciones metabólicas acom- pañantes no puede considerarse necesariamente como un factor de riesgo cardiovascular o de diabetes, es ne- cesario fenotipificar a los individuos con OA para es- tablecer cuál es su riesgo real. De este modo, la hiper- trigliceridemia, que junto con el aumento del PC predice la resistencia insulínica, se constituye en un elemento de interés a la hora de evaluar la trascenden- cia de la OA125 . Un consenso reciente127 , elaborado para establecer la importancia clínica del PC, conside- ra que este parámetro puede ser especialmente útil en pacientes con IMC normales o indicativos de sobrepe- so, dado que pueden mostrar un RCM aumentado que no se sospecharía midiendo sólo el IMC. No obstante, es imprescindible contar cuanto antes con estudios prospectivos que informen sobre el ca- rácter predictivo del desarrollo de diabetes y enferme- dad cardiovascular que tienen los puntos de corte de PC asignados actualmente a las distintas poblaciones étnicas y así conocer si la OA en sí misma constituye un elemento predictor y un heraldo del desarrollo de síndrome metabólico y consecuentemente de diabetes y enfermedad cardiovascular. En tal caso, la interven- ción terapéutica en fases iniciales previas a la apari- ¿Otros? ¿Adipocinas?Apnea del sueño TabaquismoFactores genéticos Sexo masculinoEdad DiabetesHipertensión Síndrome metabólicoColesterol Perímetro cintura Triglicéridos/HDL Hipertensión Hiperglucemia ¿PCR?¿Microalbuminuria? Riesgo cardiometabólico total Fig. 5. Concepto de riesgo cardiometabólico total, en el que que- dan nuevos elementos por considerar para incrementar el valor predictivo de enfermedad metabólica y cardiovascular. PCR: pro- teína C reactiva. 07 REVISION 2473 (420-432).qxp 18/11/08 07:50 Página 428 Documento descargado de http://www.elsevier.es el 12/04/2010. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato.
  • 10. Salvador J et al. Obesidad abdominal: un estandarte del riesgo cardiometabólico Endocrinol Nutr. 2008;55(9):420-32 429 ción de complicaciones metabólicas podría tener una relación de coste-beneficio favorable. Asimismo, la in- corporación de otros marcadores como el tamaño de las partículas LDL, índices de resistencia insulínica, adiponectina o PCR puede mejorar la actual capacidad predictiva de RCM (fig. 5). En resumen, la obesidad abdominal desempeña un papel clave en el desarrollo de síndrome metabólico y las complicaciones cardiovasculares y metabólicas. El compartimento visceral, a través de la secreción portal de AGL y citocinas, parece ser el más relacionado con el desarrollo de diabetes mellitus, dislipemia, esteato- sis hepática, inflamación y estado protrombótico. Aun cuando no disponemos de elementos precisos de me- dida, la estimación del PC es un procedimiento senci- llo y universalmente aplicable para establecer los ries- gos de la obesidad y vigilar su evolución. BIBLIOGRAFÍA 1. Yusuf S, Hawken S, Ounpuu S, Bautista L, Franzosi MG, Commerford P, et al. Obesity and the risk of myocardial in- farction in 27,000 participants from 52 countries: a case-con- trol study. Lancet. 2005;366:1640-49. 2. Reaven GM. Banting lecture 1988. Role of insulin resistance in human disease. Diabetes. 1988;37:1595-07. 3. Expert panel on detection, evaluation and treatment of high blood cholesterol in adults, executive summary of the third re- port of the National Cholesterol Education Program (NCEP) expert panel on detection, evaluation and treatment of high blood cholesterol in adults (Adult Treatment Panel III). JAMA. 2001;285:2486-97. 4. Alberti KG, Zimmet P, Shaw J; IDF Epidemiology Task For- ce Consensus Group. 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