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Maquiavelo. El Príncipe. Resumen
Maquiavelo, pensador e historiador, nació en el año 1469 en Florencia, redactó su
máxima obra "El Príncipe" en 1532; obra que inmortalizó al autor y que dedica a
Lorenzo de Medici: La misma trata sobre las estrategias y cualidades que debe poner en
práctica un príncipe para la conservación del poder.
Se puede atestiguar que esa metrópoli se instauró en el núcleo del nuevo sistema
político y cultural. Maquiavelo residió unido desde muy joven a la administración
política de esa ciudad y previno como arquitecto de la política exterior de la república.
El vínculo más decisivo de Maquiavelo con su lugar de origen fue su indeclinable y
permanente decisión de defender la libertad republicana. Bajo ese deseo logró modelar
su obra y ligar su vida al destino político de Florencia, aportando de manera sólida sus
conocimientos de gran valor histórico.
Su tiempo histórico es real y corresponde al proceso de transito de la Europa medieval a
los tiempos modernos, sobre cuyas bases surgió posteriormente el modelo capitalista de
organización de la economía. La libertad mental conquistada por el hombre del
Renacimiento y que lo apartaba de dogmas para enfrentar de manera más creadora la
realidad material, representa el nuevo espíritu con el que la burguesía ascendente
organizó las relaciones sociales en la Europa de los siglos XIV, XV, XVI.
La liberación de la individualidad en el Renacimiento contrastó con el estancamiento de
la economía y de la persona disuelta en el marco del grupo feudal.
Durante el Feudalismo el arte, el pensamiento y el comercio alcanzaron un nivel de
estancamiento extremo. La individualidad logró sobrevivir a través del misticismo.
Éste fue el único escape de las ansias de pensamiento y acción.
No toda Europa logro ser cobijada por ese movimiento espiritual y económico
renovador. En la Europa central el Feudalismo se mantuvo por varios siglos.
El desarrollo de la ciencia permitió la libre investigación de los problemas humanos y
de la naturaleza. La realidad se confronta a partir de la razón y de la experiencia
concreta con el mundo, desmitificando el método escolástico.
Si la política debía ser el arte de lo posible, para Maquiavelo ello significaba que ésta
debía de basarse en realidades. Las necesidades de cambio que él formuló para su
tiempo, fueron extraídas de su observación del mundo material y del estado de ánimo
colectivo de sus compatriotas. Sin embargo en la médula de “El Príncipe” se encuentra
la reivindicación del Estado moderno como articulador de las relaciones sociales y la
necesidad de que los hombres vivan en libertad.
Dicha obra esta compuesta por veintiséis partes o capítulos, que se resumen a
continuación:
CAPITULO I CLASES DE PRINCIPADOS Y COMO SE ADQUIEREN
En el presente capitulo el autor hace una distinción entre las clases de principados,
señalando que existen los heredados y los nuevos. Los primeros son los que se heredan
de la familia, el príncipe hereda derechos dinásticos. No tienen mayor problema
para ser gobernados y conservar -se el poder, porque siguen la tradición y ya están
estabilizados, por decirlo así. Ahora bien, los nuevos, son más frágiles debido que estos
normalmente surgen de conquistas que se hacen en otros Estados, y tienen que hacer el
trabajo para imponerse y así, poder conservar el poder. Los dominios así adquiridos
están acostumbrados a vivir bajo un príncipe o a ser libres; y se adquieren por las armas
propias o por las ajenas, por la suerte o por la virtud.
Todos los Estados, todas las dominaciones que han ejercido y ejercen soberanía sobre
los hombres, fueron y son repúblicas o principados. Los principados son o hereditarios o
como miembros agregados al estado hereditario del príncipe que los adquiere.
CAPITULO II DE LOS PRINCIPADOS HEREDITARIOS
Este capítulo señala como pueden y deben y deben gobernarse los principados. Es más
fácil conservar un Estado hereditario, acostumbrado a una familia y basta con no alterar
el orden establecido por príncipes anteriores, y con temporalizar después con los
cambios que pueden producirse. Es lógico que sea más amado y a que menos vicios
excesivos le traigan el odio es razonable que le quieran con naturalidad los suyos.
CAPÍTULO III LOS PRINCIPADOS MIXTOS
En esta parte de su obra, Maquiavelo trata sobre los principados mixtos. El principado
mixto es aquel que no es enteramente nuevo y posee un miembro añadido a un
principado antiguo ya poseído; este se asemeja mucho a los principados nuevos, y tiene,
prácticamente, las mismas dificultades para conservar el poder. Esto resulta de otra
necesidad natural y común que hace que el príncipe se vea obligado a ofender a sus
nuevos súbditos, con tropas o con mil vejaciones que el acto de la conquista lleva
consigo de modo que tiene por enemigos a todos los que se ha ofendido al ocupar el
principado, y no se puede conservar como amigos a los que les han ayudado a
conquistarlo porque no se pueden satisfacer las necesidades como ellos esperaban.
Los territorios revoltosos se pierden con más dificultad cuando se conquistan por
segunda vez. Se consideran varias estrategias para conservar este principado: la primera,
eliminar el linaje del príncipe anterior y no alterar las leyes, ni aumentar los impuestos.
Las dificultades que existen en los nuevos principados como miembro agregado a un
conjunto anterior, sus incertidumbres nacen de una simple dificultad que se encuentra
en todos los principados nuevos, dificultad que consiste en que los hombres cambian
con gusto de señor, creyendo mejorar, impulsados a tomar armas contra él en lo cual se
engañan pues luego han empeorado.
Estos estados que al adquirirse se agrega a uno más antiguo, de la misma provincia y de
la misma lengua es muy fácil conservados, sobre todo cuando están acostumbrados a
vivir libres; y para afianzarse en el poder, siempre que se conserven sus costumbres y
las ventajas que gozaban permanecerán tranquilos y pueden permanecer en total
armonía. Se deben tener dos cuidados: que la descendencia del príncipe anterior
desaparezca y que ni sus leyes ni sus atributos sean alterados.
Cuando se adquieren Estados en una provincia con idioma, costumbres
y organización diferentes, surgen dificultades y uno de los remedios que la persona que
los adquiera es que fuera a vivir en ellos, así se ven nacer los desórdenes y se pueden
reprimir con prontitud, de este modo también adquieren más respeto y con mucha
dificultad suelen perderlo.
Otro buen remedio es enviar a algunas colonias a alguno de los lugares que sean como
llaves para aquel Estado; las colonias no cuestan, son más fieles y entrañan menos
peligro, los damnificados no pueden causar molestias porque son pobres y están
demasiado aislados.
El príncipe que anexe una provincia con organización y costumbres diferentes a la suya
debe convertirse en defensor de los vecinos menos poderosos para debilitar a los de
mayor imperio y cuidarse de que entre a su estado un extranjero tan poderoso cómo él
ya que se le adhieren todos los que sienten envidia del que es más fuerte ya que
enseguida y de buena gana forman un bloque con el Estado invasor. El ansia de
conquista es, sin duda, un sentimiento muy natural y común, y siempre que lo hagan
los que pueden, antes serán alabados que censurados; pero cuando intentan hacerlo a
toda costa los que no pueden, la censura es lícita.
CAPÍTULO IV POR QUÉ EL REINO DE DARÍO, OCUPADO POR ALEJANDRO,
NO SE SUBLEVÓ CONTRA LOS SUCESORES DE ÉSTE DESPUÉS DE SU
MUERTE
Consideradas las dificultades que encierra el conservar un Estado
recientemente adquirido, alguien podría preguntarse con asombro a qué se debe
que, hecho Alejandro Magno dueño de Asia en pocos años, y muerto apenas
ocupada, sus sucesores, en circunstancias en que hubiese sido muy natural que el
Estado se rebelase, lo retuvieron on sus manos, sin otros obstáculos que los que
por ambición surgieron entre ellos.
En esta parte el autor señala que los principados conocidos son gobernados de dos
modos: El primero, consiste en que lo haga un príncipe asistido por otros, que vienen a
ser súbditos que tienen la gracia del príncipe; el segundo, se compone de un príncipe,
asistido de varones, que tienen su puesto por antigüedad en la familia y no por la gracia
del príncipe.
Un príncipe elige de entre sus siervos, que o son todos, los ministros que lo ayudarán a
gobernar, o por un príncipe asistido por nobles que, a la antigüedad de su linaje, deben
la posición que ocupan. Estos nobles tienen estados y súbditos propios, que los
reconocen por señores y les tienen natural inclinación. Mientras que en los Estados que
eran gobernados por un príncipe asistido por siervos, el príncipe goza de
mayor autoridad por que en toda la provincia no se reconoce a otro soberano, sino a él,
y si se obedece a otro, sólo se le hace por tratarse de un ministro o magistrado del
príncipe.
CAPÍLULO V DE QUÉ MODO HAY QUE GOBERNAR LAS CIUDADES O
PRINCIPADOS QUE, ANTES DE SER OCUPADOS, SE REGÍAN POR SUS
PROPIAS LEYES
En este escenario, el autor señala que existen tres formas de conservar este tipo de
gobiernos, como lo son: llevarlos a la ruina, ir a vivir con ellos y/o dejarlos con sus
leyes, pero creando un control en el ámbito tributario y judicial, para así conservar la
fidelidad y asumir el control del poder, obligándolo a pagar tributo y establecer
un gobierno compuesto por un pequeño número de personas para que se encarguen de
velar por la conquista.
Nada hay mejor para conservar una ciudad acostumbrada a vivir libre que hacerla
gobernar por los mismos ciudadanos. El único sistema seguro de dominar una ciudad
acostumbrada a vivir libre es destruirla. Quien se haga dueño de una ciudad así y no la
aplaste, debe esperar a ser aplastado por ella. Sus rebeliones siempre serán
representadas con el nombre de libertad. El recuerdo de su antigua liberad no les
concede ni un momento de reposo si los habitantes no se separan ni se dispersan,
inmediatamente recurren a cualquier contingencia.
Cuando las ciudades o provincias están acostumbradas a vivir bajo un príncipe, y por la
extinción de este y su linaje queda vacante el gobierno, por un lado los habitantes están
acostumbrados a obedecer y por otro no tienen a quién, y no se ponen de acuerdo para
elegir a uno entre ellos, ni saben vivir en libertad, y por último tampoco se deciden a
tomar armas contra el invasor.
CAPÍTULO VI DE LOS PRINCIPADOS NUEVOS QUE SE ADQUIEREN
CON LAS ARMAS PROPIAS Y EL TALENTO PERSONAL
Aquí el autor hace referencia a las soberanías nuevas que se adquieren con las propias
armas y valor. En este sentido señala que, los que adquieren el principado por medio del
valor experimentan dificultades con relación a las nuevas leyes o estatutos que
impongan para fundar el nuevo Estado y la seguridad.
Los hombres siguen casi siempre el camino abierto por otros y se empeñan en limitar
las acciones de los demás. Todo hombre que sea prudente debe imitar a los que han sido
excelsos, para que, si no los iguala en virtud, por lo menos se les acerque.
Los principados de nueva creación, son más o menos difíciles de conservar según que
sea más o menos hábil e inteligente el príncipe que los adquiere. El que menos ha
confiado en el azar es el que siempre se ha conservado en su conquista. También facilita
enormemente las cosas el que un príncipe, al no poseer otros Estados, se vea obligado a
establecerse en el que ha adquiridos es decir aquellos que no se convirtieron en
príncipes por azar, sino por sus virtudes.
Las dificultades nacen de las nuevas leyes y costumbres que se ven obligados a
implantar para fundar el Estado y proveer sus seguridad. No hay nada más fácil de
emprender, ni más dudoso de triunfar, ni más peligroso de manejar que el introducir
nuevas leyes. El innovador se transforma en enemigo de todos los que se benefician con
las leyes antiguas, se consigue la amistad tibia de los que se benefician con las leyes
nuevas.
Es preciso ver si esos innovadores lo son por sí mismos, o si dependen de otros; si
necesita recurrir a la súplica para su obra, o si pueden imponerla por la fuerza, entonces,
rara vez dejan de conseguir sus propósitos. Los rublos volubles, si es fácil convencerlos
de algo, es difícil mantenerlos fieles a la convicción, por lo que conviene estar
preparados.
CAPÍTULO VII DE LOS PRINCIPADOS NUEVOS QUE SE ADQUIEREN
CON ARMAS Y FORTUNA DE OTROS
En este sentido Maquiavelo manifiesta que aquellos particulares que han sido elevados a
un principado por la sola fortuna, llegan a él sin mucho trabajo, pero tienen que hacer
gran esfuerzo para conservarlo.
Los que sólo por suerte se convierten en príncipes y poco esfuerzo necesitan para llegar
a serlo, se mantienen pero con muchísimo trabajo. los que compran un Estado o a los
que lo obtienen como regalo, tal cual sucedió a muchos en Grecia, en las ciudades
de Jonia y del Helesponto, donde fueron hechos príncipes por Darío a fin de que le
conservasen dichas ciudades para su seguridad y gloria; y como sucedió a
muchos emperadores que llegaban al trono corrompiendo los soldados. Estos príncipes
no se sostienen sino por la voluntad y la fortuna
Las dificultades se presentan una vez instaladas. Estos príncipes no se sostienen más
que por la voluntad y la fortuna de quienes los elevaron y no saben ni pueden conservar
aquella dignidad. No es factible que conozca el arte del mando. Ya que han vivido
siempre como simples ciudadanos.
CAPÍTULO VIII DE LOS QUE LLEGARON AL PRINCIPADO MEDIANTE
CRÍMENES
El autor se refiere a aquellos que llegaron al principado por medio de maldades, como la
matanza, la traición, la absoluta falta de fe, entre otras; en este caso se considera que no
se alcanza ninguna gloria, cuando los actos de severidad son mal usados ya que van
siempre en aumento y se multiplican día a día, en vez de disminuirse.
Está el caso en el que se asciende al principado por un camino de perversidades
y delitos y en el que se llega a ser príncipe por favor de otros ciudadanos. Los
ciudadanos no tienen entonces más remedio que someterse y constituir un gobierno del
cual alguien se hace nombrar jefe. Muertos todos los que pudiesen significar u peligro
para él se preocupa por reforzar su poder con nuevas leyes civiles y militares, de manera
que mientras gobierne, no sólo está seguro, sino que se hace temer por todos los
vecinos.
Al apoderarse de un Estado todo usurpador debe considerar todos los crímenes que le es
preciso cometer, y ejecutarlos todos a la vez, para que no tenga que renovarlos día a día.
Quien procede de otra manera, por timidez o por haber sido mal aconsejado, se ve
siempre obligado a conserva el cuchillo en la mano, y mal puede contar con súbditos a
quienes sus ofensas continúas y todavía recientes llenan de desconfianza. Por que las
defensas deben inferirse de una sola vez, para que durando menos; mientras que los
beneficios deben procurarse poco a poco, con fin de que se deben saborear mejor.
Y, sobre todas las cosas, un príncipe vivirá con sus súbditos de manera tal,
que ningún acontecimiento, favorable o adverso, lo haga variar; pues la necesidad
que se presenta en los tiempos difíciles y que no se ha previsto, tú no puedes
remediarla; y el bien que tú hagas ahora de nada sirve ni nadie te lo agradece,
porque se considera hecho a la fuerza.
CAPÍTULO IX DEL PRINCIPADO CIVIL
El Estado así constituido puede llamarse principado civil. El llegar a él no depende por
completo de los méritos o de la suerte; depende, más bien, de una cierta habilidad
propiciada por la fortuna, y que necesita, o bien del apoyo del pueblo, o bien del de
los nobles. Porque en toda ciudad se encuentran estas dos fuerzas contrarias, una de
las cuales lucha por mandar y oprimir a la otra
Aquí expone el autor el caso en que un particular se haga príncipe sin valerse de
crímenes y violencias intolerables, sino del auxilio de sus conciudadanos, combinado
con una astucia acertada; es importante señalar que, un príncipe que tiene a favor su
pueblo, y que conserva su afecto, tiende a consolidar el poder, a diferencia del que tiene
en su contra al pueblo, quebranta la seguridad y la del Estado.
Un ciudadano gracias al favor de sus compatriotas, se convierte en príncipe. El Estado
así constituido puede llamarse principado civil. El legar a él no depende de una cierta
habilidad propiciada por la fortuna, o bien del apoyo del pueblo, o bien del de los
nobles. En toda ciudad se encuentran dos fuerzas contrarias, una lucha por mandar y
oprimir a la otra, que no quiere ser mandada ni oprimida. Y del choque de las dos
corrientes surge uno de estos tres efectos: principado, libertad o licencia.
Los nobles cuando comprueban que no pueden resistir al pueblo, concentran toda la
autoridad en uno de ellos y lo hacen príncipe para poder, a su sombra, dar rienda suelta
a sus apetitos. El pueblo cuando no puede hacer fuerte a sus grandes, cede su autoridad
a uno y lo hace príncipe para que lo defienda. El que llega al principado con ayuda de
los nobles se mantiene con más dificultad que el sí o hombre que ha legado con el
apoyo del pueblo, porque los que o rodean se sientes sus iguales.
Un príncipe jamás podrá dominar al pueblo cuando tenga por enemigo. Lo peor que un
príncipe puede esperar de un pueblo que no o ame es el ser abandonado por él; de los
nobles, si los tiene por enemigos, es que se rebelen contra él. Es una necesidad del
príncipe vivir siempre con el mismo pueblo, pero no con os mismos nobles, puede crear
nuevos o deshacerse de lo que tenía a su conveniencia.
El que llegue a ser príncipe mediante el favor del pueblo debe esforzarse por conservar
su afecto, pues el pueblo sólo pide no ser oprimido. El que se convierta en príncipe por
ayuda de los nobles perecerá si se empeña en conquistarlo, lo que sólo será fácil si lo
toma bajo su protección.
Un príncipe necesita contar con la amistad del pueblo, pues de lo contrario no tiene
remedio en la adversidad. Estos principados peligran cuando quieren pasar de un
principado civil a un principado absoluto.
CAPÍTULO X COMO DEBEN MEDIRSE LAS FUERZAS DE TODOS LOS
PRINCIPADOS
Al examinar la naturaleza de estos principados, hacer una consideración más, a
saber; si un príncipe posee un Estado tal que pueda, en caso necesario, sostenerse
por sí mismo, o sí tiene, en tal caso, que recurrir a la ayuda de otros.
En este capítulo se trata la forma como deben medirse las fuerzas de los principados,
donde él da a conocer dos escenarios: El primero, donde el príncipe cuenta con la fuerza
suficiente para gobernar por sí mismo, en este caso se presume que tiene las suficientes
armas y dinero, el apoyo del pueblo; y el segundo caso, es cuando tiene que pedir
auxilio a los demás, debido, entre otras causas, aquí se ven obligados a encerrarse
dentro de sus muros y resguardarse.
Son capaces de sostenerse a sí mismos los que, o por abundancia de los hombres o
de dinero, pueden levantar un ejército respetable y presentar batalla a quien quiera que
se atreva a atacarlos. Los que no son capaces de presentar batalla al enemigo en campo
abierto. Del segundo caso lo se puede aconsejar a los príncipes que fortifiquen y
establezcan la ciudad en que vivan y se despreocupen por la campaña. Quien tenga bien
fortificada su ciudad difícilmente será asaltado; porque los hombres son enemigos de
las empresas demasiado arriesgadas.
Un príncipe que obtiene una plaza fuerte, y a quien el pueblo no odie, no puede ser
atacado. Si fuese el atacado se vería obligado a retirarse sin gloria, son tan vitales las
cosas de este mundo que es imposible que alguien permanezca con sus ejércitos un año
situando ociosamente una ciudad.
CAPÍTULO XI DE LOS PRINCIPADOS ECLESIÁSTICOS
Resalta su desprecio por la política temporal de la iglesia, manifestando que no hay
dificultad alguna para adquirirlo como posesión suya, y que no hay necesidad del valor
o de la fortuna para conservarlos. Igualmente, considera que estos príncipes tienen
Estados sin estar obligados a defenderlos, y súbditos, sin tomarse la molestia de
defenderlos.
Estos son los únicos que tienen Estados y no los defienden; súbditos, y no los
gobiernan. Y los Estados, a pesar de hallarse indefensos, no les son arrebatados,
y los súbditos, a pesar de carecer de gobierno, no se preocupan, ni piensan, ni
podrían sustraerse a su soberanía.
En los principados eclesiásticos existen dificultades antes de poseerlos, se adquieren o
por valor o por suerte, mantiene a sus príncipes en el poder sea cual fuere el modo que
estos procedan o vivan.
CAPÍTULO XII DE LAS DISTINTAS CLASES DE MILICIAS Y DE LOS
SOLDADOS MERCENARIOS
Aquí aborda el problema de la seguridad y las armas, afirmando que, un Estado sólo es
libre y seguro si dispone de un ejército propio bien organizado sobre la base del
reclutamiento del ciudadano; De igual forma, señala que las fuerzas mercenarias y
auxiliares muestran la dependencia y la debilidad de un Estado; y en este mismo sentido
expone, que un príncipe no debe tener otro objeto, otro pensamiento, ni cultivar otro
arte más que la guerra, el orden y la disciplina de los ejércitos. Las formas de ataque y
de defensa pueden ser necesarias un cada uno de los Estados antes mencionados.
Las tropas con las que un príncipe defiende a sus Estados son propias, mercenarias,
auxiliares o mixtas. Las auxiliares y mercenarias son útiles y peligrosas; el príncipe que
descanse en mercenarios nunca estará seguro ni tranquilo, porque están desunidos,
ambiciosos y desleales, violentos entre los amigos y cobardes cuando se encuentran
frente al enemigo por que no tienen disciplina y durante la paz despoja a su príncipe
tanto como los enemigos durante la guerra. Quieren ser soldados mientras el príncipe no
hace guerra.
Los capitanes mercenarios o son hombres de mérito o no lo son; no se puede confiar en
ellos sí lo son porque aspirarán siempre a forjar su propia grandeza, ya tratando de
someter al príncipe su señor, ya tratando de oprimir a otros al margen de los designios
del príncipe; y mucho menos si no lo son, pues con toda seguridad
llevarán al príncipe a la ruina.
CAPÍTULO XIII DE LOS SOLDADOS AUXILARES, MIXTOS Y PROPIOS.
Las tropas auxiliares son aquellas que se pide a un príncipe poderoso para que os
socorra y los defienda. Pueden ser útiles y buenas para sus amos, pero para quien las
llama son casi siempre funestas pues si pierden queda derrotado, pero si gana, se
convierte en prisionero.
Todo el que no quiera vencer no tiene más que servirse de esa tropas, muchísimo más
peligrosas que las mercenarias, porque están perfectamente unidas y obedecen
ciegamente a sus jefes, con o cual la ruina es inmediata; mientras que las mercenarias,
someten al príncipe una vez que han triunfado. En ellas un tercero al que el príncipe
haya hecho jefe no puede cobrar enseguida tanta autoridad como para perjudicarlo. Por
ello, todo el príncipe prudente ha desechado estas tropas y se ha refugiado en las
propias, y ha preferido vencer con las suyas a hacerlo con otras.
Sucede siempre que las armas ajenas no se caen de los hombros del príncipe o le pesan,
solo oprimen. Sin milicias propias no esta seguro, está por completo en las manos del
azar. Aquel que en un principado no descubre los males antes mencionados una vez
nacidos, no es verdaderamente sabio, pero esta virtud la tienen pocos.
Se concluye de esto que todo el que no quiera vencer no tiene más que servirse de
esas tropas, muchísimo más peligrosas que las mercenarias, porque están
perfectamente unidas y obedecen ciegamente a sus jefes, con lo cual la ruina es
inmediata; mientras que las mercenarias, para someter al príncipe, una vez que han
triunfado, necesitan esperar tiempo y ocasión, pues no constituyen un cuerpo unido y,
por añadidura, están a sueldo del príncipe
CAPÍTULO XIV DE LOS DEBERES DE UN PRÍNCIPE PARA CON LA MILICIA.
Un príncipe no debe tener más objeto ni pensamiento que se fuera del arte de la guerra y
lo que a su orden y disciplina corresponde, pues es lo único que compete a quien
manda. No sólo conserva en su puesto a los que han nacido príncipes , sino que muchas
veces eleva a esta dignidad a hombres de condición modesta, por el contrario, ha hecho
perder el Estado a príncipes que han pensado más en las diversiones que en las armas, la
pérdida del Estado se haya siempre en el olvido de este arte.
Un príncipe durante los tiempos de paz debe ejercerse más que en los tiempos de
guerra; lo cual puede hacer de dos modos: con la acción y con el estudio. La acción,
debe, de ejercitar y tener bien organizadas sus tropas, dedicarse constantemente a la
caza con el doble objeto de acostumbrar el cuerpo a las fatigas y a conocer
la naturaleza de los terrenos; primero, se aprende a conocer la región donde se vive, en
virtud del conocimiento práctico de una comarca, se hace más fácil el conocimiento de
otra donde sea necesario actuar.
En cuanto al ejercicio de la mente, el príncipe debe estudiar la historia, examinar las
acciones de los hombres ilustres, ver como se ha conducido en la guerra, analizar el
porqué de sus victorias y derrotas para evitar estas y tratar de lograr aquellas; un
príncipe prudente: no permanece inactivo nunca en tiempos de paz, hacer acopio de
enseñanzas para valerse de ellas en la adversidad, a fin de que, lo halle preparado para
resistirle.
CAPÍTULO XV DE AQUELLAS COSAS POR LAS CUALES LOS HOMBRES
Y ESPECIALMENTE LOS PRÍNCIPES, SON ALABADOS O CENSURADOS
El autor trata de las cosas por las que un príncipe es alabado o censurado, dando
especial importancia al concepto de virtud política de un príncipe, que es la que va a
indicar la forma de conservar el poder, y de manipular dicho conocimiento según la
conveniencia y la necesidad.
Un príncipe no debe tener más objeto ni pensamiento que se fuera del arte de la guerra y
lo que a su orden y disciplina corresponde, pues es lo único que compete a quien
manda. No sólo conserva en su puesto a los que han nacido príncipes , sino que muchas
veces eleva a esta dignidad a hombres de condición modesta, por el contrario, ha hecho
perder el Estado a príncipes que han pensado más en las diversiones que en las armas, la
pérdida del Estado se haya siempre en el olvido de este arte.
Un príncipe durante os tiempos de paz debe ejercerse más que en los tiempos de guerra;
lo cual puede hacer de dos modos: con la acción y con el estudio. La acción, debe, de
ejercitar y tener bien organizadas sus tropas, dedicarse constantemente a la caza con el
doble objeto de acostumbrar el cuerpo a las fatigas y a conocer la naturaleza de los
terrenos; primero, se aprende a conocer la región donde se vive, en virtud del
conocimiento práctico de una comarca, se hace más fácil el conocimiento de otra donde
sea necesario actuar.
CAPÍTULO XVI DE LA PRODIGALIDAD Y DE LA AVARICIA
En este sentido, Maquiavelo expone el pro y el contra de dar a conocer la virtud de la
liberalidad ante su pueblo, de forma exagerada, por lo que considera que se debe ser
moderado o prudente en cuanto a ejercer esta virtud, para así evitar el odio y repudio de
sus gobernados.
Estaría bien ser tenido por pródigo de manera que se sepa que uno es, perjudica; y por
otra parte, si se le practica como se le debe practicar no será conocida y se le
considerará como el vicio contrario. Un príncipe así acostumbrado a proceder
consumirá en tales obras todas sus riquezas y se verá obligado, si desea conservar su
reputación, a imponer excesivos tributos, a ser riguroso en el cobro y hacer todas las
cosas que hay que hacer para procurarse dinero. Lo cual comenzará a tornarlo odioso.
Ya que el príncipe no puede practicar públicamente esta virtud sin que se le perjudique,
convendrá que no se preocupe si es tachado de tacaño porque con el tiempo será tenido
siempre como más pródigo
Sólo hemos visto hacer grandes cosas a los hombres considerados tacaños; los demás
siempre han fracasado. Un príncipe debe reparar poco, con tal de que ello le permita
defenderse, no robar a los súbditos, no volverse pobre y despreciable, no mostrarse
ladrón, en incurrir en el vicio de tacaño; porque este es uno de los vicios que le hacen
posible reinar.
CAPÍTULO XVII DE LA CRUELDAD Y LA CLEMENCIA; Y SI ES MEJOR SER
AMADO QUE TEMIDO, O SER TEMIDO QUE AMADO
Desde este punto de vista, el autor afirma que, todo príncipe debe ser tenido como un
hombre compasivo, y no cruel. Considera que el príncipe debe ser amado y temido, mas
nunca odiado, y antes de ser amado lo más importante es ser temido; en este sentido,
debe cuidar que el temor no lleve al odio de su pueblo. Hay dos maneras de combatir:
una, con las leyes, otra, con la fuerza. La primera es distintiva del hombre; la segunda
de la bestia.
Un príncipe debe saber comportarse como bestia y como hombre. Como el receptor es
mitad bestia y mitad hombre, un príncipe debe saber emplear las cualidades de ambas
naturalezas, ya que una no puede durar mucho tiempo sin la otra.
Como bestia conviene que el príncipe se transforme en zorro y en león; porque el león
no sabe protegerse de las trampas y el zorro no se protege de los lobos.
Un príncipe prudente no debe observar la fe jurada cuando semejante observancia vaya
en contra de sus intereses y cuando hayan desaparecido las razones que le hicieron
prometer ya que los hombres son perversos.
Se podrían citar innumerables ejemplos modernos de tratados de paz y promesas vueltas
inútiles por la infidelidad de los príncipes. Hay que saber disfrazarse bien y ser más
hábil en el fingir y el disimular
Es preciso que un príncipe posea todas las virtudes mencionadas, pero es indispensable
que aparente poseerlas. Hay ocasiones que el tenerlas y practicarlas siempre es
perjudicial, y el aparentar tenerlas es útil. Esta bien mostrarse piadoso, fiel, recto,
humano y religioso, así mismo serlo efectivamente; pero se debe estar dispuesto irse al
otro extremo si ello, fuera necesario.
Un príncipe debe tener muchísimo cuidado de que no le brote nunca de los labios algo
que no esté empapado de las cinco virtudes antes citadas. Y en las acciones de los
hombres, particularmente de los príncipes, donde no hay apelación posible, se atiene a
los resultados.
Sin embargo, debe ser cauto en el creer y el obrar, no tener miedo de sí
mismo y proceder con moderación, prudencia y humanidad, de modo que una
excesiva confianza no lo vuelva imprudente, y una desconfianza exagerada,
intolerable.
CAPÍTULO XVIII DE QUE MODO LOS PRÍNCIPES DEBEN CUMPLIR SUS
PROMESAS
Nadie deja de comprender cuán digno de alabanza es el príncipe que cumple
la palabra dada, que obra con rectitud y no con doblez; pero la experiencia nos
demuestra, por lo que sucede en nuestros tiempos, que son precisamente los
príncipes que han hecho menos caso de la fe jurada
Comienza por decir que el príncipe que cumple con la palabra dada es digno, pero luego
aclara que la experiencia ha demostrado que estos no han sido fieles su palabra y que
han recurrido a la astucia para engañar a sus gobernados, y así lograr sus fines.
Asimismo señala que hay dos modos de combatir: por la fuerza y por la ley; considera
que, primero hay que recurrir a las leyes pero hay oportunidades en que hay que aplicar
la fuerza, dependiendo de las situaciones, y si dichas circunstancias lo favorecen o lo
perjudican.
No es preciso que un príncipe posea todas las virtudes citadas, pero es
indispensable que aparente poseerlas. Y hasta me atreveré a decir esto: que el
tenerlas y practicarlas siempre es perjudicial, y el aparentar tenerlas, útil. Está bien
mostrarse piadoso, fiel, humano, recto y religioso, y asimismo serlo efectivamente;
pero se debe estar dispuesto a irse al otro extremo si ello fuera necesario
.
CAPÍTULO XIX DE QUE MODO DEBE EVITARSE SER DESPRECIADO Y
ODIADO
Aquí el autor expresa que el príncipe debe por todos los medios evitar ser despreciado y
odiado por sus gobernados, cumpliendo así con su obligación de respetar por ejemplo:
La propiedad ajena, entre otras cosas, que lo haría él más odioso. Asimismo, debe evitar
la mala reputación, pasando por ligero, afeminado, pusilánime, calificativos estos que lo
llevarían al menosprecio. Contrario a lo anteriormente planteado, el príncipe debe tener
mucha astucia, y preservarse como un hombre con grandeza y fortaleza. Trate el
príncipe de huir de las cosas que no lo hagan odioso y despreciable y una vez logrado
no tendrá nada que temer de los otros vicios.
Alude que el príncipe debe evitar odioso el ser ladrón y apoderarse de los bienes y de
las mujeres de los súbditos, de todo lo cual convendrá abstenerse. La mayoría de los
hombres mientras no se vean privados de sus bienes y de su honor, viven contentos.
Lo cual lo hace despreciable el ser considerado frívolo, voluble, afeminado, pusilánime
e irresoluto de defectos de los cuales debe alejarse e ingeniarse para que en sus actos se
reconozca grandeza, valentía, seriedad y fuerza. Con respecto a los asuntos privados de
sus súbditos, procurar que sus fallos sean irrevocables y empeñarse en adquirir tal
autoridad.
Para ser respetado, el príncipe, tiene necesariamente que ser bueno y querido por los
suyos. Un príncipe debe temer dos cosas: que se le subleven los súbditos y que lo
ataquen potencias extranjeras. En el interior estarán aseguradas las cosas cuando lo
estén en el exterior. En lo que se refiere a los súbditos, ha de cuidar que no conspiren
secretamente. El no ser odiado por el pueblo es uno de los remedios más eficaces de que
dispone un príncipe, ya que el conspirador siempre cree que el pueblo quedará contento
con la muerte del príncipe. Los Estados bien organizados y los sabios siempre han
procurado no exasperar a los nobles y, a la vez, tener satisfecho y contento al pueblo.
CAPÍTULO XX SI LAS FORTALEZAS, Y MUCHAS OTRAS COSAS QUE LOS
PRÍNCIPES HACEN CON FRECUENCIA SON ÚTILES O NO
Considera el autor algunas acciones que emprende el príncipe para mantener seguros
sus Estados, como lo son: el desarme de sus súbditos, la división de las tierras, entre
otras; acciones que él crítica enérgicamente, señalando los beneficios y las negativas
que traen como consecuencia la ejecución de las mismas. Asimismo, el autor afirma
que, la mejor fortaleza es no ser odiado por el pueblo, porque por muchas fortalezas que
tengas, si el pueblo lo odia, no se salvará.
Hubo príncipes que, para conservar sin inquietudes el Estado, desarmaron a sus
súbditos, que dividieron sus territorios conquistados, que favorecieron a sus mismos
enemigos, que se esforzaron por atraerse a aquellos que les inspiraban recelo al
comienzo de su gobierno, que construyeron fortalezas y que las arrasaron.
Nunca sucedió que un príncipe nuevo desarmase a sus súbditos, más bien los armó cada
vez que los encontró desarmados. De este modo las armas del pueblo se convirtieron en
las del príncipe. Los súbditos a quienes el príncipe arma, son deudores del príncipe y se
consideran más obligados a él.
Cuando un príncipe adquiere un Estado nuevo que se añade al que ya poseía conviene
que desarme a sus nuevos súbditos, excepción hecha de aquellos que se declararon
partidarios suyos durante la conquista.
En las ciudades conquistadas, aunque no se dejaba llegar al derramamiento de sangre,
alimentaban discordias entre ellos, a fin d que, ocupados en sus diferencias no se
uniesen contra el enemigo común.
Un príncipe nuevo al que le es más necesario adquirir fama, la fortuna le suscita
enemigos y guerras en su contra para poder darle la oportunidad de que las supere y
pueda elevarse a mayor altura.
Los hombres que al principio del reinado han sido enemigos, si su carácter es tal que
para continuar la lucha necesitan apoyo ajeno, el príncipe podrá fácilmente
conquistarlos a su causa, y lo servirán con más facilidad. Los príncipes para poder
conservarse acostumbraron a construir fortalezas que fuesen rienda y freno para quienes
se atraviesen a obrar en su contra. Las fortalezas son útiles si en unas ocasiones
favorecen y en otras perjudican. No hay mejor fortaleza que él no sr odiado por el
pueblo.
CAPÍTULO XXI COMO DEBE COMPORTARSE UN PRÍNCIPE PARA SER
ESTIMADO
El autor discurre que el príncipe para ser estimado debe dar su ejemplo con su propia
persona sus hazañas, que por más deben ser raras y maravillosas; debe conseguir que el
pueblo tenga una sensación de seguridad con respecto a él; deme darle a conocer a sus
gobernados el reconocimiento de sus talentos y honrarlos, entre otras cosas. Nada hace
más estimable a un príncipe como las grandes empresas.
Se estima al príncipe ser capaz de ser amigo o enemigo franco, al que, sin temores de
ninguna índole, se declarase abiertamente a favor de uno y en contra de otro. El abrazar
un partido es siempre más conveniente que el permanecer neutral. Porque si dos vecinos
poderosos se declaran la guerra, se tendrá que temer a cualquiera de los dos que gane la
guerra.
Aquel que no es t amigo te exigirá neutralidad, y aquel que es amigo tuyo te exigirá que
demuestres tus sentimientos con armas. Los príncipes irresolutos, para evitar peligros
presente, siguen la neutralidad y la mayoría de las veces fracasan.
Un príncipe nunca debe aliarse con otro más poderoso para atacar a terceros. El príncipe
también debe mostrarse amante de la virtud y honrará a los que se distingan en las artes.
Dará seguridades a los ciudadanos para que puedan dedicarse a sus profesiones; y que
unos no se abstengan de embellecer sus posesiones por temor a ser robados, y otros de
abrir una tienda por miedo a los impuestos.
También concurre en beneficio del príncipe el hallar medidas sorprendentes en lo que
se refiere a la administración, como se cuenta que las hallaba Bernabé de Milán. Y
cuando cualquier súbdito hace algo notable, bueno o malo, en la vida civil, hay que
descubrir un modo de recompensarlo o castigarlo que dé amplio tema de
conversación a la gente.
CAPÍTULO XXII DE LOS SECRETARIOS DE LOS PRÍNCIPES
En es capitulo el autor cree que es de gran importancia para el príncipe el escoger a sus
ministros Y los aduladores, y que la posibilidad de que sean buenos o malos va a
depender de la prudencia del príncipe. Principalmente, considera que los ministros
deben ser leales y sus acciones deben ir dirigidas al bienestar de su señor, todo esto
fortalecerá la imagen del principado y su consolidación. Para conocer a un ministro hay
un modo que no falla nunca. Cuando se ve que un ministro piensa más en él que en uno
y que en toda no busca sino su provecho, estamos en presencia de un ministro que
nunca será bueno y en quien el príncipe nunca podrá confiar. Porque el que tiene en
sus manos el Estado de otro jamás
La elección de los ministros, será buena o mala según la cordura del príncipe. La
primera opinión que se tiene del juicio de un príncipe se funda en los hombres que lo
rodea. No si son capaces y fieles, cuando no lo son, no podrá considerarse a un príncipe
que el primer error lo cometa en esta elección. Para que el príncipe mantenga constante
la fidelidad de un ministro, debe pensar en él, así pueden confiar unos en otros.
CAPÍTULO XXIII COMO HUIR DE LOS ADULADORES
Los aduladores abundan en todas las corte. Los hombres se complacen tanto en sus
propias acciones de tal modo que se engañan y cuando quieren defenderse, se exponen
al peligro de hacerse despreciables. No hay otra manera de evitar la adulación que el
hacer comprender a los hombres que no ofenden al decir la verdad; y resulta que,
cuando todos pueden decir la verdad, faltan al respeto.
Un príncipe debe preferir un tercer modo: rodearse de los hombres de buen juicio de su
Estado, únicos a los que dará libertad para decirle la verdad. Debe interrogarlos sobre
yodos los tópicos, y fuera de ellos no escuchar a ningún otro.
Un príncipe debe pedir un consejo siempre que él lo considere conveniente y no cuando
lo consideren los demás. Y si pide consejo a más de uno, los consejos serán siempre
distintos y a un príncipe que no sea sabio no le será posible conciliarlos.
CAPÍTULO XXIV POR QUE: LOS PRÍNCIPES DE ITALIA PERDIERON SUS
ESTADOS
En el presente capítulo Maquiavelo plantea las causas de la ruina de Italia, la pérdida de
los Estados, y la posibilidad de reordenar el Estado, siendo la orientación de su obra el
estudio de los principados nuevos. Por otra parte, analiza la virtud y a la fortuna, con el
objeto de demostrar que la virtud y la audacia tienen un lugar muy importante en el
desarrollo y conclusión de la lucha política.
Si se examina el comportamiento de los príncipes de Italia que en nuestros
tiempos perdieron sus Estados, como el rey de Nápoles, el duque de Milán y
algunos otros, se advertirá, en primer lugar, en lo que se refiere a las armas, una
falta común a todos: la de haberse apartado de las reglas antes expuestas.
Después se verá que unos tuvieron al pueblo por enemigo, y que el que lo tuvo
por amigo no supo asegurarse de los nobles.
En consecuencia a lo anteriormente expuesto, es posible concluir que, Maquiavelo en
esta obra resalta una serie de pensamientos, un poco astutos y sagaces, pero que en
realidad fueron y son de gran importancia en el mundo político; aparte, se considera que
dichos postulados, sostenidos por el autor en esa época, tienen vigencia en el mundo
actual, y pienso que la seguirá teniendo en el transcurrir de los años.
CAPÍTULO XXV DEL PODER DE LA FORTUNA EN LAS COSAS HUMANAS Y
DE LOS MEDIOS PARA OPONÉRSELE
La fortuna es la juez de la mitad de nuestras acciones, pero nos deja gobernar la otra
mitad. Y aunque esto sea inevitable, no basta para que los hombres, tomen sus
precauciones con diques y reparos.
Con la fortuna se manifiesta todo suponer allí donde no hay virtud preparada para
resistirle y dirigirse sus arrebatos. Un príncipe q hoy vive en la prosperidad y mañana en
la desgracia se debe a que confía ciegamente en la fortuna. Es feliz el que se concilie
con su manera de obrar con liándole de las circunstancias.
Los hombres para lograr el fin que se proponen proceden de manera distinta: con
cautela, con ímpetu, por violencia o por astucia. Dos que actúan de distinta manera
obtienen el mismo resultado y de otros dos que actúan d igual manera uno alcanza
su objetivo y el otro no. No existe hombre lo suficientemente flexible como para
adaptarse a todas las circunstancias.
Se concluye entonces que, como la fortuna varía y los hombres se obstinan en
proceder de un mismo modo, serán felices mientras vayan de acuerdo con la
suerte e infelices cuando estén en desacuerdo con ella. Sin embargo, considero
que es preferible ser impetuoso y no cauto, porque la fortuna es mujer y se hace
preciso, si se la quiere tener sumisa, golpearla y zaherirla.
CAPÍTULO XVI EXHORTACIÓN A LIBERAR A ITALIA DE LOS BARBAROS
Después de meditar en todo lo expuesto, las circunstancias son propicias para que un
nuevo príncipe pueda adquirir gloria, y si se encuentra en ella cuanto es necesario a un
hombre prudente y virtuoso para instaurar una nueva forma de gobierno , por lo cual se
honraría a sí mismo , haciendo la felicidad a los italianos.
No es asombroso que ninguno de los italianos a quien he citado haya podido
hacer lo que es de esperar que haga vuestra ilustre casa, ni es extraño que
después de tantas revoluciones y revueltas guerreras parezca extinguido el valor
militar de nuestros compatriotas. Pero se debe a que la antigua organización
militar no era buena y a que nadie ha sabido modificarla.
Si vuestra ilustre casa quiere emular a aquellos eminentes varones que
libertaron a sus países, es preciso, ante todo, y como preparativo indispensable a
toda empresa, que se rodee de armas propias; porque no puede haber soldados
más fieles, sinceros y mejores que los de uno. Y si cada uno de ellos es bueno,
todos juntos, cuando vean que quien los dirige, los honra y los trata paternalmente
es un príncipe en persona, serán mejores.
Conclusiones
 En este sentido, se puede decir que la enseñanza que deja la obra puede ser
positiva o negativa, dependiendo de la óptica en que se aprecie la misma. Desde
el plano histórico, se considera que el criterio y análisis realizado por el autor
tiene una gran trascendencia en el mundo actual; si se enfoca desde el punto de
vista humanístico, la posición del autor era poco ética, bastante cruda y
exagerada, pero en muchas ocasiones no escapa de la cruda realidad; y en el
ámbito político, no se puede negar que su obra encierra un profundo análisis
político, que para muchos expertos ha sido una importante herramienta de
estudio y de análisis, en el transcurrir de los años.
 EL PRINCIPE, de Maquiavelo, es una obra fundamental dentro de la historia,
filosofía y lo político, que para analizarla debemos remontarnos a su época
histórica filosófica y política, ya que de eso trata la obra. Después de la Edad
Media, en las primeras décadas del siglo XVI se vivió una catarsis colectiva. Se
tomaba conciencia de los problemas sociales, aunque su estudio y la búsqueda
de soluciones no se consolidaron hasta siglos después.
 Los intelectuales empezaban a entender que el pueblo era "algo más" que una
masa anónima sólo para trabajar y que la ociosidad de los nobles y clérigos era
tan perniciosa como la de mendigos y vagabundos.
 El Renacimiento, por otra parte, no fué solo una época de grandes pintores y
escultores; de grandilocuentes arquitectos y de nuevas teorías científicas que
cambiaron el concepto del mundo y la mentalidad de las personas. También fué
una época de una nueva visión política que volvía los ojos al pasado para
aprender. Muchos trabajadores vivieron en aquéllos años convulsos y
cambiantes, pero sólo los nombres de unos pocos han llegado hasta nosotros.
Uno de ellos, fué Nicolás Maquiavelo, nacido en Florencia en el año 1469, el
mismo año que ascendía al poder Lorenzo de Médicis, con quien renació el
platonismo, rama hermetizarte, mágica y astrológica con una orientación hacia el
cosmos.
 Las clases acomodadas eran optimistas y convencidas de que Dios es el origen
de la revolución. Por ende, se comenzaron a utilizar las teorías de Aristóteles
para explicar sus ideas.
 Maquiavelo crece en medio de una época tumultuosa en la que conviven el
profetismo, las expectativas renovadoras y la individualización del Anticristo, lo
cual va adquiriendo distintos rostros: el papa Alejandro VI cede el puesto al
Turco, quien es sustituido por un príncipe cristiano. Lógicamente, el pueblo
comienza a reclamar una reforma.
 Una idea análoga se encuentra en "El Príncipe III", cuando aconseja que se
deban respetar las normas y las costumbres del territorio conquistado para
ganarse la voluntad del pueblo.
 Durante la dinastía Borgia, Maquiavelo terminó de perfilar su teoría de que el
dirigente debe: "saber comportarse a veces como una bestia; de entre ellas ha de
elegir a la zorra y al león, porque el león no sabe defenderse de las trampas ni la
zorra de los lobos. Es pues, necesario, ser zorra para conocer las trampas y león
hará atemorizar a los lobos". A diferencia de otros humanistas, Maquiavelo
observa una escisión entre "ser" es decir las cosas como son; Y es desde ésta
disidencia desde donde se mira los hechos políticos de su época.
Glosario
Maquiavelo: El concepto procede de las éticas inmorales u acciones consideradas
negativas en la sociedad en general. Deriva de la doctrina política e ideas de Nicolás
Maquiavelo a través de su obra "El Príncipe" y los discursos. El florentino, considerado
humanista, padre de las ciencias políticas y filósofo, es el autor de esta gran polémica al
desligar la política del dominio de la moral y la religión.
Absolutismo moderno: Es un poder único desde el punto de vista formal, indivisible,
inalienable, intranscriptible y libre. Los actos positivos del ejercicio del poder
(legislación, administración y jurisdicción), es moderno ya que se efectuó en Europa
occidental en el siglo XVII.
Nacionalismo: Ideología y un movimiento social y político que surgió junto con el
concepto de nación propio de la Edad contemporánea en las circunstancias históricas de
la Era de las Revoluciones, el nacionalismo pone a una determinada nación como el
único referente identitario, dentro de una comunidad política; y parte de
dos principios básicos con respecto a la relación entre la nación y el estado
Maquiavelismo: Término con el que nos referimos a las teorías defendidas por el
político y escritor italiano Nicolás Maquiavelo (Florencia, 1469-1527) o con el que
adjetivamos determinadas prácticas políticas que, real o supuestamente, estarían
inspiradas por sus teorías.
La teoría política de Maquiavelo parte del análisis de los problemas que plantea la
creación y mantenimiento de un Estado moderno, proponiendo soluciones prácticas,
basadas en un nuevo concepto de virtud (al margen de la moral cristiana de la época),
que le lleva a considerar válido todo recurso que permita sacar provecho de la fuerza y
habilidad del gobernante, pudiendo recurrir incluso a la crueldad y al engaño para
imponerse a sus enemigos.
En "El Príncipe", escrita entre los años 1513 y 1520, pero publicada póstumamente en
1531, se recogen los elementos más significativos de su pensamiento político.
Republicanismo: Es una teoría política que propone y defiende la república como el
modelo de gobierno óptimo para un Estado, en oposición a las otras formas clásicas de
gobierno: la monarquía y la aristocracia
Paradigma: Modelo fundamental desde el cual se piensa o se realizan hechos y teorías
predominantes. En nuestros días se hace necesario retomar nuevos paradigmas.
Política: Al margen de las circunstancias históricas y políticas de los escritos de Nicolás
Maquiavelo (1469-1527) y aún de sus intenciones particulares, El Príncipe se ha
constituido en un momento clave de la teoría política. A partir de aquí no se trata de
pensar lo político desde el horizonte metafísico, ético o incluso teológico (que fue ya
pensado por Platón) sino como un orden autónomo cuyo eje son las relaciones de poder
y su conservación, la política como un conjunto de técnicas, tácticas y estrategias en
función del poder; el discurso político es autónomo, secularizado, pragmático, anti
utópico y acorde con el realismo de las ciencias modernas.
Se inaugura el realismo político que era la condición primera de la futura ciencia
política. La secularización de la teoría política operaba no como ruptura filosófica
pensada respecto a la filosofía política clásica, aún cuando puede sospecharse de una
cierta filosofía implícita en El Príncipe. El realismo de Maquiavelo es de orden histórico
y sicológico, se trataba de codificar la experiencia de los hombres cuando luchan por el
poder, de ofrecer una radiografía de lo que puede ser capaz el hombre cuando está de
por medio la conservación del poder por el poder. La perspectiva del poder por el poder
es, sin embargo, sin quererlo, una real muestra sicológica de las honduras de lo político
en la psique humana y aún cuando escandalice a muchos (la exposición de Maquiavelo)
es un diagnóstico certero de la lucha por el poder político.
Este realismo asumirá diversos caminos y versiones: El realismo pragmático que
comprende lo político como actividad puramente práctica referida a la consecución y
mantención de las estructuras de poder. Es el realismo de las políticas imperiales, es la
dinámica de la política como dominación y subyugación. El realismo positivista del cual
surge la sociología y las ciencias políticas encaminadas, según la expresión de Maurice
Duverger (1917- ), al análisis del ser social, de las estructuras de poder y que no
implican para nada el deber ser social propio de la filosofía, distanciamiento por tanto
del horizonte ético, valorativo, metafísico. El realismo marxista que supone una ciencia
de la historia y la sociedad (materialismo histórico) desde la cual lo político es visto y
analizado al interior de la estructura social y su dinámica específica ya sea como
ideología o como ciencia política.
La teoría política desde los griegos hasta el Renacimiento ve lo político en relación con
la teología, la ética, la metafísica. Desde el Renacimiento con Maquiavelo, o mejor a
través de él, lo político es un discurso autónomo, secularizado, pragmático, anti utópico,
acorde con el realismo de las ciencias modernas. Es cierto que la filosofía política si
quiere seguir siéndolo debe reafirmar su carácter normativo respecto a lo político, y en
última instancia, esta modalidad tendrá referencias en lo ético y lo metafísico, pero sería
un error suponer que la praxis política de por sí no supone ninguna referencia
valorativa. Entonces se instaura una dialéctica entre las dos instancias que reintroducen
la instancia política filosófica desde la misma praxis, pero esta misma puede ser
analizada con cierta autonomía por la ciencia positiva.
La política en ese sentido no se reduciría a un conjunto de tácticas y estrategias sino que
seguiría siendo una forma de vida que implica una visión determinada del hombre y de
la sociedad, un modelo de valores desde donde se pueda realizar una visión crítica de las
políticas concretas.
Populismo: El año 1853, el padre Tapparelli d'Azeglio, en las páginas de la "Civiltà
Cattolica", acusaba todavía a Montalembert de haber cedido a las nuevas doctrinas de la
soberanía popular. Pero en 1919, Luis Sturzo y los redactores del manifiesto titulado
Llamada a los libres y fuertes, con que el Partido Popular Italiano se presentaba a la
opinión pública, reconocía en la soberanía popular y en la colaboración social las
fuentes de la nueva autoridad política, oponiendo al Estado centralizador "un Estado
verdaderamente popular, que reconozca los límites de su actividad, que tenga en cuenta
a los grupos y organismos naturales - la familia, las clases, los municipios -, que respete
la personalidad individual y que promueva las iniciativas privadas".
Ideología particular de América Latina cuya doctrina es difusa aunque supone un
caudillismo y una expectación mesiánica de cambio social.
Positivismo: Orientación filosófica del siglo pasado que cifra en la ciencia la
conducción ideal del conocimiento seguro y verdadero.

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Resumen tres

  • 1. Maquiavelo. El Príncipe. Resumen Maquiavelo, pensador e historiador, nació en el año 1469 en Florencia, redactó su máxima obra "El Príncipe" en 1532; obra que inmortalizó al autor y que dedica a Lorenzo de Medici: La misma trata sobre las estrategias y cualidades que debe poner en práctica un príncipe para la conservación del poder. Se puede atestiguar que esa metrópoli se instauró en el núcleo del nuevo sistema político y cultural. Maquiavelo residió unido desde muy joven a la administración política de esa ciudad y previno como arquitecto de la política exterior de la república. El vínculo más decisivo de Maquiavelo con su lugar de origen fue su indeclinable y permanente decisión de defender la libertad republicana. Bajo ese deseo logró modelar su obra y ligar su vida al destino político de Florencia, aportando de manera sólida sus conocimientos de gran valor histórico. Su tiempo histórico es real y corresponde al proceso de transito de la Europa medieval a los tiempos modernos, sobre cuyas bases surgió posteriormente el modelo capitalista de organización de la economía. La libertad mental conquistada por el hombre del Renacimiento y que lo apartaba de dogmas para enfrentar de manera más creadora la realidad material, representa el nuevo espíritu con el que la burguesía ascendente organizó las relaciones sociales en la Europa de los siglos XIV, XV, XVI. La liberación de la individualidad en el Renacimiento contrastó con el estancamiento de la economía y de la persona disuelta en el marco del grupo feudal. Durante el Feudalismo el arte, el pensamiento y el comercio alcanzaron un nivel de estancamiento extremo. La individualidad logró sobrevivir a través del misticismo. Éste fue el único escape de las ansias de pensamiento y acción. No toda Europa logro ser cobijada por ese movimiento espiritual y económico renovador. En la Europa central el Feudalismo se mantuvo por varios siglos. El desarrollo de la ciencia permitió la libre investigación de los problemas humanos y de la naturaleza. La realidad se confronta a partir de la razón y de la experiencia concreta con el mundo, desmitificando el método escolástico. Si la política debía ser el arte de lo posible, para Maquiavelo ello significaba que ésta debía de basarse en realidades. Las necesidades de cambio que él formuló para su tiempo, fueron extraídas de su observación del mundo material y del estado de ánimo colectivo de sus compatriotas. Sin embargo en la médula de “El Príncipe” se encuentra la reivindicación del Estado moderno como articulador de las relaciones sociales y la necesidad de que los hombres vivan en libertad. Dicha obra esta compuesta por veintiséis partes o capítulos, que se resumen a continuación:
  • 2. CAPITULO I CLASES DE PRINCIPADOS Y COMO SE ADQUIEREN En el presente capitulo el autor hace una distinción entre las clases de principados, señalando que existen los heredados y los nuevos. Los primeros son los que se heredan de la familia, el príncipe hereda derechos dinásticos. No tienen mayor problema para ser gobernados y conservar -se el poder, porque siguen la tradición y ya están estabilizados, por decirlo así. Ahora bien, los nuevos, son más frágiles debido que estos normalmente surgen de conquistas que se hacen en otros Estados, y tienen que hacer el trabajo para imponerse y así, poder conservar el poder. Los dominios así adquiridos están acostumbrados a vivir bajo un príncipe o a ser libres; y se adquieren por las armas propias o por las ajenas, por la suerte o por la virtud. Todos los Estados, todas las dominaciones que han ejercido y ejercen soberanía sobre los hombres, fueron y son repúblicas o principados. Los principados son o hereditarios o como miembros agregados al estado hereditario del príncipe que los adquiere. CAPITULO II DE LOS PRINCIPADOS HEREDITARIOS Este capítulo señala como pueden y deben y deben gobernarse los principados. Es más fácil conservar un Estado hereditario, acostumbrado a una familia y basta con no alterar el orden establecido por príncipes anteriores, y con temporalizar después con los cambios que pueden producirse. Es lógico que sea más amado y a que menos vicios excesivos le traigan el odio es razonable que le quieran con naturalidad los suyos. CAPÍTULO III LOS PRINCIPADOS MIXTOS En esta parte de su obra, Maquiavelo trata sobre los principados mixtos. El principado mixto es aquel que no es enteramente nuevo y posee un miembro añadido a un principado antiguo ya poseído; este se asemeja mucho a los principados nuevos, y tiene, prácticamente, las mismas dificultades para conservar el poder. Esto resulta de otra necesidad natural y común que hace que el príncipe se vea obligado a ofender a sus nuevos súbditos, con tropas o con mil vejaciones que el acto de la conquista lleva consigo de modo que tiene por enemigos a todos los que se ha ofendido al ocupar el principado, y no se puede conservar como amigos a los que les han ayudado a conquistarlo porque no se pueden satisfacer las necesidades como ellos esperaban. Los territorios revoltosos se pierden con más dificultad cuando se conquistan por segunda vez. Se consideran varias estrategias para conservar este principado: la primera, eliminar el linaje del príncipe anterior y no alterar las leyes, ni aumentar los impuestos. Las dificultades que existen en los nuevos principados como miembro agregado a un conjunto anterior, sus incertidumbres nacen de una simple dificultad que se encuentra en todos los principados nuevos, dificultad que consiste en que los hombres cambian
  • 3. con gusto de señor, creyendo mejorar, impulsados a tomar armas contra él en lo cual se engañan pues luego han empeorado. Estos estados que al adquirirse se agrega a uno más antiguo, de la misma provincia y de la misma lengua es muy fácil conservados, sobre todo cuando están acostumbrados a vivir libres; y para afianzarse en el poder, siempre que se conserven sus costumbres y las ventajas que gozaban permanecerán tranquilos y pueden permanecer en total armonía. Se deben tener dos cuidados: que la descendencia del príncipe anterior desaparezca y que ni sus leyes ni sus atributos sean alterados. Cuando se adquieren Estados en una provincia con idioma, costumbres y organización diferentes, surgen dificultades y uno de los remedios que la persona que los adquiera es que fuera a vivir en ellos, así se ven nacer los desórdenes y se pueden reprimir con prontitud, de este modo también adquieren más respeto y con mucha dificultad suelen perderlo. Otro buen remedio es enviar a algunas colonias a alguno de los lugares que sean como llaves para aquel Estado; las colonias no cuestan, son más fieles y entrañan menos peligro, los damnificados no pueden causar molestias porque son pobres y están demasiado aislados. El príncipe que anexe una provincia con organización y costumbres diferentes a la suya debe convertirse en defensor de los vecinos menos poderosos para debilitar a los de mayor imperio y cuidarse de que entre a su estado un extranjero tan poderoso cómo él ya que se le adhieren todos los que sienten envidia del que es más fuerte ya que enseguida y de buena gana forman un bloque con el Estado invasor. El ansia de conquista es, sin duda, un sentimiento muy natural y común, y siempre que lo hagan los que pueden, antes serán alabados que censurados; pero cuando intentan hacerlo a toda costa los que no pueden, la censura es lícita. CAPÍTULO IV POR QUÉ EL REINO DE DARÍO, OCUPADO POR ALEJANDRO, NO SE SUBLEVÓ CONTRA LOS SUCESORES DE ÉSTE DESPUÉS DE SU MUERTE Consideradas las dificultades que encierra el conservar un Estado recientemente adquirido, alguien podría preguntarse con asombro a qué se debe que, hecho Alejandro Magno dueño de Asia en pocos años, y muerto apenas ocupada, sus sucesores, en circunstancias en que hubiese sido muy natural que el Estado se rebelase, lo retuvieron on sus manos, sin otros obstáculos que los que por ambición surgieron entre ellos. En esta parte el autor señala que los principados conocidos son gobernados de dos modos: El primero, consiste en que lo haga un príncipe asistido por otros, que vienen a ser súbditos que tienen la gracia del príncipe; el segundo, se compone de un príncipe,
  • 4. asistido de varones, que tienen su puesto por antigüedad en la familia y no por la gracia del príncipe. Un príncipe elige de entre sus siervos, que o son todos, los ministros que lo ayudarán a gobernar, o por un príncipe asistido por nobles que, a la antigüedad de su linaje, deben la posición que ocupan. Estos nobles tienen estados y súbditos propios, que los reconocen por señores y les tienen natural inclinación. Mientras que en los Estados que eran gobernados por un príncipe asistido por siervos, el príncipe goza de mayor autoridad por que en toda la provincia no se reconoce a otro soberano, sino a él, y si se obedece a otro, sólo se le hace por tratarse de un ministro o magistrado del príncipe. CAPÍLULO V DE QUÉ MODO HAY QUE GOBERNAR LAS CIUDADES O PRINCIPADOS QUE, ANTES DE SER OCUPADOS, SE REGÍAN POR SUS PROPIAS LEYES En este escenario, el autor señala que existen tres formas de conservar este tipo de gobiernos, como lo son: llevarlos a la ruina, ir a vivir con ellos y/o dejarlos con sus leyes, pero creando un control en el ámbito tributario y judicial, para así conservar la fidelidad y asumir el control del poder, obligándolo a pagar tributo y establecer un gobierno compuesto por un pequeño número de personas para que se encarguen de velar por la conquista. Nada hay mejor para conservar una ciudad acostumbrada a vivir libre que hacerla gobernar por los mismos ciudadanos. El único sistema seguro de dominar una ciudad acostumbrada a vivir libre es destruirla. Quien se haga dueño de una ciudad así y no la aplaste, debe esperar a ser aplastado por ella. Sus rebeliones siempre serán representadas con el nombre de libertad. El recuerdo de su antigua liberad no les concede ni un momento de reposo si los habitantes no se separan ni se dispersan, inmediatamente recurren a cualquier contingencia. Cuando las ciudades o provincias están acostumbradas a vivir bajo un príncipe, y por la extinción de este y su linaje queda vacante el gobierno, por un lado los habitantes están acostumbrados a obedecer y por otro no tienen a quién, y no se ponen de acuerdo para elegir a uno entre ellos, ni saben vivir en libertad, y por último tampoco se deciden a tomar armas contra el invasor. CAPÍTULO VI DE LOS PRINCIPADOS NUEVOS QUE SE ADQUIEREN CON LAS ARMAS PROPIAS Y EL TALENTO PERSONAL Aquí el autor hace referencia a las soberanías nuevas que se adquieren con las propias armas y valor. En este sentido señala que, los que adquieren el principado por medio del valor experimentan dificultades con relación a las nuevas leyes o estatutos que impongan para fundar el nuevo Estado y la seguridad.
  • 5. Los hombres siguen casi siempre el camino abierto por otros y se empeñan en limitar las acciones de los demás. Todo hombre que sea prudente debe imitar a los que han sido excelsos, para que, si no los iguala en virtud, por lo menos se les acerque. Los principados de nueva creación, son más o menos difíciles de conservar según que sea más o menos hábil e inteligente el príncipe que los adquiere. El que menos ha confiado en el azar es el que siempre se ha conservado en su conquista. También facilita enormemente las cosas el que un príncipe, al no poseer otros Estados, se vea obligado a establecerse en el que ha adquiridos es decir aquellos que no se convirtieron en príncipes por azar, sino por sus virtudes. Las dificultades nacen de las nuevas leyes y costumbres que se ven obligados a implantar para fundar el Estado y proveer sus seguridad. No hay nada más fácil de emprender, ni más dudoso de triunfar, ni más peligroso de manejar que el introducir nuevas leyes. El innovador se transforma en enemigo de todos los que se benefician con las leyes antiguas, se consigue la amistad tibia de los que se benefician con las leyes nuevas. Es preciso ver si esos innovadores lo son por sí mismos, o si dependen de otros; si necesita recurrir a la súplica para su obra, o si pueden imponerla por la fuerza, entonces, rara vez dejan de conseguir sus propósitos. Los rublos volubles, si es fácil convencerlos de algo, es difícil mantenerlos fieles a la convicción, por lo que conviene estar preparados. CAPÍTULO VII DE LOS PRINCIPADOS NUEVOS QUE SE ADQUIEREN CON ARMAS Y FORTUNA DE OTROS En este sentido Maquiavelo manifiesta que aquellos particulares que han sido elevados a un principado por la sola fortuna, llegan a él sin mucho trabajo, pero tienen que hacer gran esfuerzo para conservarlo. Los que sólo por suerte se convierten en príncipes y poco esfuerzo necesitan para llegar a serlo, se mantienen pero con muchísimo trabajo. los que compran un Estado o a los que lo obtienen como regalo, tal cual sucedió a muchos en Grecia, en las ciudades de Jonia y del Helesponto, donde fueron hechos príncipes por Darío a fin de que le conservasen dichas ciudades para su seguridad y gloria; y como sucedió a muchos emperadores que llegaban al trono corrompiendo los soldados. Estos príncipes no se sostienen sino por la voluntad y la fortuna Las dificultades se presentan una vez instaladas. Estos príncipes no se sostienen más que por la voluntad y la fortuna de quienes los elevaron y no saben ni pueden conservar aquella dignidad. No es factible que conozca el arte del mando. Ya que han vivido siempre como simples ciudadanos.
  • 6. CAPÍTULO VIII DE LOS QUE LLEGARON AL PRINCIPADO MEDIANTE CRÍMENES El autor se refiere a aquellos que llegaron al principado por medio de maldades, como la matanza, la traición, la absoluta falta de fe, entre otras; en este caso se considera que no se alcanza ninguna gloria, cuando los actos de severidad son mal usados ya que van siempre en aumento y se multiplican día a día, en vez de disminuirse. Está el caso en el que se asciende al principado por un camino de perversidades y delitos y en el que se llega a ser príncipe por favor de otros ciudadanos. Los ciudadanos no tienen entonces más remedio que someterse y constituir un gobierno del cual alguien se hace nombrar jefe. Muertos todos los que pudiesen significar u peligro para él se preocupa por reforzar su poder con nuevas leyes civiles y militares, de manera que mientras gobierne, no sólo está seguro, sino que se hace temer por todos los vecinos. Al apoderarse de un Estado todo usurpador debe considerar todos los crímenes que le es preciso cometer, y ejecutarlos todos a la vez, para que no tenga que renovarlos día a día. Quien procede de otra manera, por timidez o por haber sido mal aconsejado, se ve siempre obligado a conserva el cuchillo en la mano, y mal puede contar con súbditos a quienes sus ofensas continúas y todavía recientes llenan de desconfianza. Por que las defensas deben inferirse de una sola vez, para que durando menos; mientras que los beneficios deben procurarse poco a poco, con fin de que se deben saborear mejor. Y, sobre todas las cosas, un príncipe vivirá con sus súbditos de manera tal, que ningún acontecimiento, favorable o adverso, lo haga variar; pues la necesidad que se presenta en los tiempos difíciles y que no se ha previsto, tú no puedes remediarla; y el bien que tú hagas ahora de nada sirve ni nadie te lo agradece, porque se considera hecho a la fuerza. CAPÍTULO IX DEL PRINCIPADO CIVIL El Estado así constituido puede llamarse principado civil. El llegar a él no depende por completo de los méritos o de la suerte; depende, más bien, de una cierta habilidad propiciada por la fortuna, y que necesita, o bien del apoyo del pueblo, o bien del de los nobles. Porque en toda ciudad se encuentran estas dos fuerzas contrarias, una de las cuales lucha por mandar y oprimir a la otra Aquí expone el autor el caso en que un particular se haga príncipe sin valerse de crímenes y violencias intolerables, sino del auxilio de sus conciudadanos, combinado con una astucia acertada; es importante señalar que, un príncipe que tiene a favor su pueblo, y que conserva su afecto, tiende a consolidar el poder, a diferencia del que tiene en su contra al pueblo, quebranta la seguridad y la del Estado.
  • 7. Un ciudadano gracias al favor de sus compatriotas, se convierte en príncipe. El Estado así constituido puede llamarse principado civil. El legar a él no depende de una cierta habilidad propiciada por la fortuna, o bien del apoyo del pueblo, o bien del de los nobles. En toda ciudad se encuentran dos fuerzas contrarias, una lucha por mandar y oprimir a la otra, que no quiere ser mandada ni oprimida. Y del choque de las dos corrientes surge uno de estos tres efectos: principado, libertad o licencia. Los nobles cuando comprueban que no pueden resistir al pueblo, concentran toda la autoridad en uno de ellos y lo hacen príncipe para poder, a su sombra, dar rienda suelta a sus apetitos. El pueblo cuando no puede hacer fuerte a sus grandes, cede su autoridad a uno y lo hace príncipe para que lo defienda. El que llega al principado con ayuda de los nobles se mantiene con más dificultad que el sí o hombre que ha legado con el apoyo del pueblo, porque los que o rodean se sientes sus iguales. Un príncipe jamás podrá dominar al pueblo cuando tenga por enemigo. Lo peor que un príncipe puede esperar de un pueblo que no o ame es el ser abandonado por él; de los nobles, si los tiene por enemigos, es que se rebelen contra él. Es una necesidad del príncipe vivir siempre con el mismo pueblo, pero no con os mismos nobles, puede crear nuevos o deshacerse de lo que tenía a su conveniencia. El que llegue a ser príncipe mediante el favor del pueblo debe esforzarse por conservar su afecto, pues el pueblo sólo pide no ser oprimido. El que se convierta en príncipe por ayuda de los nobles perecerá si se empeña en conquistarlo, lo que sólo será fácil si lo toma bajo su protección. Un príncipe necesita contar con la amistad del pueblo, pues de lo contrario no tiene remedio en la adversidad. Estos principados peligran cuando quieren pasar de un principado civil a un principado absoluto. CAPÍTULO X COMO DEBEN MEDIRSE LAS FUERZAS DE TODOS LOS PRINCIPADOS Al examinar la naturaleza de estos principados, hacer una consideración más, a saber; si un príncipe posee un Estado tal que pueda, en caso necesario, sostenerse por sí mismo, o sí tiene, en tal caso, que recurrir a la ayuda de otros. En este capítulo se trata la forma como deben medirse las fuerzas de los principados, donde él da a conocer dos escenarios: El primero, donde el príncipe cuenta con la fuerza suficiente para gobernar por sí mismo, en este caso se presume que tiene las suficientes armas y dinero, el apoyo del pueblo; y el segundo caso, es cuando tiene que pedir auxilio a los demás, debido, entre otras causas, aquí se ven obligados a encerrarse dentro de sus muros y resguardarse.
  • 8. Son capaces de sostenerse a sí mismos los que, o por abundancia de los hombres o de dinero, pueden levantar un ejército respetable y presentar batalla a quien quiera que se atreva a atacarlos. Los que no son capaces de presentar batalla al enemigo en campo abierto. Del segundo caso lo se puede aconsejar a los príncipes que fortifiquen y establezcan la ciudad en que vivan y se despreocupen por la campaña. Quien tenga bien fortificada su ciudad difícilmente será asaltado; porque los hombres son enemigos de las empresas demasiado arriesgadas. Un príncipe que obtiene una plaza fuerte, y a quien el pueblo no odie, no puede ser atacado. Si fuese el atacado se vería obligado a retirarse sin gloria, son tan vitales las cosas de este mundo que es imposible que alguien permanezca con sus ejércitos un año situando ociosamente una ciudad. CAPÍTULO XI DE LOS PRINCIPADOS ECLESIÁSTICOS Resalta su desprecio por la política temporal de la iglesia, manifestando que no hay dificultad alguna para adquirirlo como posesión suya, y que no hay necesidad del valor o de la fortuna para conservarlos. Igualmente, considera que estos príncipes tienen Estados sin estar obligados a defenderlos, y súbditos, sin tomarse la molestia de defenderlos. Estos son los únicos que tienen Estados y no los defienden; súbditos, y no los gobiernan. Y los Estados, a pesar de hallarse indefensos, no les son arrebatados, y los súbditos, a pesar de carecer de gobierno, no se preocupan, ni piensan, ni podrían sustraerse a su soberanía. En los principados eclesiásticos existen dificultades antes de poseerlos, se adquieren o por valor o por suerte, mantiene a sus príncipes en el poder sea cual fuere el modo que estos procedan o vivan. CAPÍTULO XII DE LAS DISTINTAS CLASES DE MILICIAS Y DE LOS SOLDADOS MERCENARIOS Aquí aborda el problema de la seguridad y las armas, afirmando que, un Estado sólo es libre y seguro si dispone de un ejército propio bien organizado sobre la base del reclutamiento del ciudadano; De igual forma, señala que las fuerzas mercenarias y auxiliares muestran la dependencia y la debilidad de un Estado; y en este mismo sentido expone, que un príncipe no debe tener otro objeto, otro pensamiento, ni cultivar otro arte más que la guerra, el orden y la disciplina de los ejércitos. Las formas de ataque y de defensa pueden ser necesarias un cada uno de los Estados antes mencionados. Las tropas con las que un príncipe defiende a sus Estados son propias, mercenarias, auxiliares o mixtas. Las auxiliares y mercenarias son útiles y peligrosas; el príncipe que descanse en mercenarios nunca estará seguro ni tranquilo, porque están desunidos, ambiciosos y desleales, violentos entre los amigos y cobardes cuando se encuentran
  • 9. frente al enemigo por que no tienen disciplina y durante la paz despoja a su príncipe tanto como los enemigos durante la guerra. Quieren ser soldados mientras el príncipe no hace guerra. Los capitanes mercenarios o son hombres de mérito o no lo son; no se puede confiar en ellos sí lo son porque aspirarán siempre a forjar su propia grandeza, ya tratando de someter al príncipe su señor, ya tratando de oprimir a otros al margen de los designios del príncipe; y mucho menos si no lo son, pues con toda seguridad llevarán al príncipe a la ruina. CAPÍTULO XIII DE LOS SOLDADOS AUXILARES, MIXTOS Y PROPIOS. Las tropas auxiliares son aquellas que se pide a un príncipe poderoso para que os socorra y los defienda. Pueden ser útiles y buenas para sus amos, pero para quien las llama son casi siempre funestas pues si pierden queda derrotado, pero si gana, se convierte en prisionero. Todo el que no quiera vencer no tiene más que servirse de esa tropas, muchísimo más peligrosas que las mercenarias, porque están perfectamente unidas y obedecen ciegamente a sus jefes, con o cual la ruina es inmediata; mientras que las mercenarias, someten al príncipe una vez que han triunfado. En ellas un tercero al que el príncipe haya hecho jefe no puede cobrar enseguida tanta autoridad como para perjudicarlo. Por ello, todo el príncipe prudente ha desechado estas tropas y se ha refugiado en las propias, y ha preferido vencer con las suyas a hacerlo con otras. Sucede siempre que las armas ajenas no se caen de los hombros del príncipe o le pesan, solo oprimen. Sin milicias propias no esta seguro, está por completo en las manos del azar. Aquel que en un principado no descubre los males antes mencionados una vez nacidos, no es verdaderamente sabio, pero esta virtud la tienen pocos. Se concluye de esto que todo el que no quiera vencer no tiene más que servirse de esas tropas, muchísimo más peligrosas que las mercenarias, porque están perfectamente unidas y obedecen ciegamente a sus jefes, con lo cual la ruina es inmediata; mientras que las mercenarias, para someter al príncipe, una vez que han triunfado, necesitan esperar tiempo y ocasión, pues no constituyen un cuerpo unido y, por añadidura, están a sueldo del príncipe CAPÍTULO XIV DE LOS DEBERES DE UN PRÍNCIPE PARA CON LA MILICIA. Un príncipe no debe tener más objeto ni pensamiento que se fuera del arte de la guerra y lo que a su orden y disciplina corresponde, pues es lo único que compete a quien manda. No sólo conserva en su puesto a los que han nacido príncipes , sino que muchas veces eleva a esta dignidad a hombres de condición modesta, por el contrario, ha hecho
  • 10. perder el Estado a príncipes que han pensado más en las diversiones que en las armas, la pérdida del Estado se haya siempre en el olvido de este arte. Un príncipe durante los tiempos de paz debe ejercerse más que en los tiempos de guerra; lo cual puede hacer de dos modos: con la acción y con el estudio. La acción, debe, de ejercitar y tener bien organizadas sus tropas, dedicarse constantemente a la caza con el doble objeto de acostumbrar el cuerpo a las fatigas y a conocer la naturaleza de los terrenos; primero, se aprende a conocer la región donde se vive, en virtud del conocimiento práctico de una comarca, se hace más fácil el conocimiento de otra donde sea necesario actuar. En cuanto al ejercicio de la mente, el príncipe debe estudiar la historia, examinar las acciones de los hombres ilustres, ver como se ha conducido en la guerra, analizar el porqué de sus victorias y derrotas para evitar estas y tratar de lograr aquellas; un príncipe prudente: no permanece inactivo nunca en tiempos de paz, hacer acopio de enseñanzas para valerse de ellas en la adversidad, a fin de que, lo halle preparado para resistirle. CAPÍTULO XV DE AQUELLAS COSAS POR LAS CUALES LOS HOMBRES Y ESPECIALMENTE LOS PRÍNCIPES, SON ALABADOS O CENSURADOS El autor trata de las cosas por las que un príncipe es alabado o censurado, dando especial importancia al concepto de virtud política de un príncipe, que es la que va a indicar la forma de conservar el poder, y de manipular dicho conocimiento según la conveniencia y la necesidad. Un príncipe no debe tener más objeto ni pensamiento que se fuera del arte de la guerra y lo que a su orden y disciplina corresponde, pues es lo único que compete a quien manda. No sólo conserva en su puesto a los que han nacido príncipes , sino que muchas veces eleva a esta dignidad a hombres de condición modesta, por el contrario, ha hecho perder el Estado a príncipes que han pensado más en las diversiones que en las armas, la pérdida del Estado se haya siempre en el olvido de este arte. Un príncipe durante os tiempos de paz debe ejercerse más que en los tiempos de guerra; lo cual puede hacer de dos modos: con la acción y con el estudio. La acción, debe, de ejercitar y tener bien organizadas sus tropas, dedicarse constantemente a la caza con el doble objeto de acostumbrar el cuerpo a las fatigas y a conocer la naturaleza de los terrenos; primero, se aprende a conocer la región donde se vive, en virtud del conocimiento práctico de una comarca, se hace más fácil el conocimiento de otra donde sea necesario actuar.
  • 11. CAPÍTULO XVI DE LA PRODIGALIDAD Y DE LA AVARICIA En este sentido, Maquiavelo expone el pro y el contra de dar a conocer la virtud de la liberalidad ante su pueblo, de forma exagerada, por lo que considera que se debe ser moderado o prudente en cuanto a ejercer esta virtud, para así evitar el odio y repudio de sus gobernados. Estaría bien ser tenido por pródigo de manera que se sepa que uno es, perjudica; y por otra parte, si se le practica como se le debe practicar no será conocida y se le considerará como el vicio contrario. Un príncipe así acostumbrado a proceder consumirá en tales obras todas sus riquezas y se verá obligado, si desea conservar su reputación, a imponer excesivos tributos, a ser riguroso en el cobro y hacer todas las cosas que hay que hacer para procurarse dinero. Lo cual comenzará a tornarlo odioso. Ya que el príncipe no puede practicar públicamente esta virtud sin que se le perjudique, convendrá que no se preocupe si es tachado de tacaño porque con el tiempo será tenido siempre como más pródigo Sólo hemos visto hacer grandes cosas a los hombres considerados tacaños; los demás siempre han fracasado. Un príncipe debe reparar poco, con tal de que ello le permita defenderse, no robar a los súbditos, no volverse pobre y despreciable, no mostrarse ladrón, en incurrir en el vicio de tacaño; porque este es uno de los vicios que le hacen posible reinar. CAPÍTULO XVII DE LA CRUELDAD Y LA CLEMENCIA; Y SI ES MEJOR SER AMADO QUE TEMIDO, O SER TEMIDO QUE AMADO Desde este punto de vista, el autor afirma que, todo príncipe debe ser tenido como un hombre compasivo, y no cruel. Considera que el príncipe debe ser amado y temido, mas nunca odiado, y antes de ser amado lo más importante es ser temido; en este sentido, debe cuidar que el temor no lleve al odio de su pueblo. Hay dos maneras de combatir: una, con las leyes, otra, con la fuerza. La primera es distintiva del hombre; la segunda de la bestia. Un príncipe debe saber comportarse como bestia y como hombre. Como el receptor es mitad bestia y mitad hombre, un príncipe debe saber emplear las cualidades de ambas naturalezas, ya que una no puede durar mucho tiempo sin la otra. Como bestia conviene que el príncipe se transforme en zorro y en león; porque el león no sabe protegerse de las trampas y el zorro no se protege de los lobos. Un príncipe prudente no debe observar la fe jurada cuando semejante observancia vaya en contra de sus intereses y cuando hayan desaparecido las razones que le hicieron prometer ya que los hombres son perversos.
  • 12. Se podrían citar innumerables ejemplos modernos de tratados de paz y promesas vueltas inútiles por la infidelidad de los príncipes. Hay que saber disfrazarse bien y ser más hábil en el fingir y el disimular Es preciso que un príncipe posea todas las virtudes mencionadas, pero es indispensable que aparente poseerlas. Hay ocasiones que el tenerlas y practicarlas siempre es perjudicial, y el aparentar tenerlas es útil. Esta bien mostrarse piadoso, fiel, recto, humano y religioso, así mismo serlo efectivamente; pero se debe estar dispuesto irse al otro extremo si ello, fuera necesario. Un príncipe debe tener muchísimo cuidado de que no le brote nunca de los labios algo que no esté empapado de las cinco virtudes antes citadas. Y en las acciones de los hombres, particularmente de los príncipes, donde no hay apelación posible, se atiene a los resultados. Sin embargo, debe ser cauto en el creer y el obrar, no tener miedo de sí mismo y proceder con moderación, prudencia y humanidad, de modo que una excesiva confianza no lo vuelva imprudente, y una desconfianza exagerada, intolerable. CAPÍTULO XVIII DE QUE MODO LOS PRÍNCIPES DEBEN CUMPLIR SUS PROMESAS Nadie deja de comprender cuán digno de alabanza es el príncipe que cumple la palabra dada, que obra con rectitud y no con doblez; pero la experiencia nos demuestra, por lo que sucede en nuestros tiempos, que son precisamente los príncipes que han hecho menos caso de la fe jurada Comienza por decir que el príncipe que cumple con la palabra dada es digno, pero luego aclara que la experiencia ha demostrado que estos no han sido fieles su palabra y que han recurrido a la astucia para engañar a sus gobernados, y así lograr sus fines. Asimismo señala que hay dos modos de combatir: por la fuerza y por la ley; considera que, primero hay que recurrir a las leyes pero hay oportunidades en que hay que aplicar la fuerza, dependiendo de las situaciones, y si dichas circunstancias lo favorecen o lo perjudican. No es preciso que un príncipe posea todas las virtudes citadas, pero es indispensable que aparente poseerlas. Y hasta me atreveré a decir esto: que el tenerlas y practicarlas siempre es perjudicial, y el aparentar tenerlas, útil. Está bien mostrarse piadoso, fiel, humano, recto y religioso, y asimismo serlo efectivamente; pero se debe estar dispuesto a irse al otro extremo si ello fuera necesario .
  • 13. CAPÍTULO XIX DE QUE MODO DEBE EVITARSE SER DESPRECIADO Y ODIADO Aquí el autor expresa que el príncipe debe por todos los medios evitar ser despreciado y odiado por sus gobernados, cumpliendo así con su obligación de respetar por ejemplo: La propiedad ajena, entre otras cosas, que lo haría él más odioso. Asimismo, debe evitar la mala reputación, pasando por ligero, afeminado, pusilánime, calificativos estos que lo llevarían al menosprecio. Contrario a lo anteriormente planteado, el príncipe debe tener mucha astucia, y preservarse como un hombre con grandeza y fortaleza. Trate el príncipe de huir de las cosas que no lo hagan odioso y despreciable y una vez logrado no tendrá nada que temer de los otros vicios. Alude que el príncipe debe evitar odioso el ser ladrón y apoderarse de los bienes y de las mujeres de los súbditos, de todo lo cual convendrá abstenerse. La mayoría de los hombres mientras no se vean privados de sus bienes y de su honor, viven contentos. Lo cual lo hace despreciable el ser considerado frívolo, voluble, afeminado, pusilánime e irresoluto de defectos de los cuales debe alejarse e ingeniarse para que en sus actos se reconozca grandeza, valentía, seriedad y fuerza. Con respecto a los asuntos privados de sus súbditos, procurar que sus fallos sean irrevocables y empeñarse en adquirir tal autoridad. Para ser respetado, el príncipe, tiene necesariamente que ser bueno y querido por los suyos. Un príncipe debe temer dos cosas: que se le subleven los súbditos y que lo ataquen potencias extranjeras. En el interior estarán aseguradas las cosas cuando lo estén en el exterior. En lo que se refiere a los súbditos, ha de cuidar que no conspiren secretamente. El no ser odiado por el pueblo es uno de los remedios más eficaces de que dispone un príncipe, ya que el conspirador siempre cree que el pueblo quedará contento con la muerte del príncipe. Los Estados bien organizados y los sabios siempre han procurado no exasperar a los nobles y, a la vez, tener satisfecho y contento al pueblo. CAPÍTULO XX SI LAS FORTALEZAS, Y MUCHAS OTRAS COSAS QUE LOS PRÍNCIPES HACEN CON FRECUENCIA SON ÚTILES O NO Considera el autor algunas acciones que emprende el príncipe para mantener seguros sus Estados, como lo son: el desarme de sus súbditos, la división de las tierras, entre otras; acciones que él crítica enérgicamente, señalando los beneficios y las negativas que traen como consecuencia la ejecución de las mismas. Asimismo, el autor afirma que, la mejor fortaleza es no ser odiado por el pueblo, porque por muchas fortalezas que tengas, si el pueblo lo odia, no se salvará.
  • 14. Hubo príncipes que, para conservar sin inquietudes el Estado, desarmaron a sus súbditos, que dividieron sus territorios conquistados, que favorecieron a sus mismos enemigos, que se esforzaron por atraerse a aquellos que les inspiraban recelo al comienzo de su gobierno, que construyeron fortalezas y que las arrasaron. Nunca sucedió que un príncipe nuevo desarmase a sus súbditos, más bien los armó cada vez que los encontró desarmados. De este modo las armas del pueblo se convirtieron en las del príncipe. Los súbditos a quienes el príncipe arma, son deudores del príncipe y se consideran más obligados a él. Cuando un príncipe adquiere un Estado nuevo que se añade al que ya poseía conviene que desarme a sus nuevos súbditos, excepción hecha de aquellos que se declararon partidarios suyos durante la conquista. En las ciudades conquistadas, aunque no se dejaba llegar al derramamiento de sangre, alimentaban discordias entre ellos, a fin d que, ocupados en sus diferencias no se uniesen contra el enemigo común. Un príncipe nuevo al que le es más necesario adquirir fama, la fortuna le suscita enemigos y guerras en su contra para poder darle la oportunidad de que las supere y pueda elevarse a mayor altura. Los hombres que al principio del reinado han sido enemigos, si su carácter es tal que para continuar la lucha necesitan apoyo ajeno, el príncipe podrá fácilmente conquistarlos a su causa, y lo servirán con más facilidad. Los príncipes para poder conservarse acostumbraron a construir fortalezas que fuesen rienda y freno para quienes se atraviesen a obrar en su contra. Las fortalezas son útiles si en unas ocasiones favorecen y en otras perjudican. No hay mejor fortaleza que él no sr odiado por el pueblo. CAPÍTULO XXI COMO DEBE COMPORTARSE UN PRÍNCIPE PARA SER ESTIMADO El autor discurre que el príncipe para ser estimado debe dar su ejemplo con su propia persona sus hazañas, que por más deben ser raras y maravillosas; debe conseguir que el pueblo tenga una sensación de seguridad con respecto a él; deme darle a conocer a sus gobernados el reconocimiento de sus talentos y honrarlos, entre otras cosas. Nada hace más estimable a un príncipe como las grandes empresas. Se estima al príncipe ser capaz de ser amigo o enemigo franco, al que, sin temores de ninguna índole, se declarase abiertamente a favor de uno y en contra de otro. El abrazar un partido es siempre más conveniente que el permanecer neutral. Porque si dos vecinos poderosos se declaran la guerra, se tendrá que temer a cualquiera de los dos que gane la guerra.
  • 15. Aquel que no es t amigo te exigirá neutralidad, y aquel que es amigo tuyo te exigirá que demuestres tus sentimientos con armas. Los príncipes irresolutos, para evitar peligros presente, siguen la neutralidad y la mayoría de las veces fracasan. Un príncipe nunca debe aliarse con otro más poderoso para atacar a terceros. El príncipe también debe mostrarse amante de la virtud y honrará a los que se distingan en las artes. Dará seguridades a los ciudadanos para que puedan dedicarse a sus profesiones; y que unos no se abstengan de embellecer sus posesiones por temor a ser robados, y otros de abrir una tienda por miedo a los impuestos. También concurre en beneficio del príncipe el hallar medidas sorprendentes en lo que se refiere a la administración, como se cuenta que las hallaba Bernabé de Milán. Y cuando cualquier súbdito hace algo notable, bueno o malo, en la vida civil, hay que descubrir un modo de recompensarlo o castigarlo que dé amplio tema de conversación a la gente. CAPÍTULO XXII DE LOS SECRETARIOS DE LOS PRÍNCIPES En es capitulo el autor cree que es de gran importancia para el príncipe el escoger a sus ministros Y los aduladores, y que la posibilidad de que sean buenos o malos va a depender de la prudencia del príncipe. Principalmente, considera que los ministros deben ser leales y sus acciones deben ir dirigidas al bienestar de su señor, todo esto fortalecerá la imagen del principado y su consolidación. Para conocer a un ministro hay un modo que no falla nunca. Cuando se ve que un ministro piensa más en él que en uno y que en toda no busca sino su provecho, estamos en presencia de un ministro que nunca será bueno y en quien el príncipe nunca podrá confiar. Porque el que tiene en sus manos el Estado de otro jamás La elección de los ministros, será buena o mala según la cordura del príncipe. La primera opinión que se tiene del juicio de un príncipe se funda en los hombres que lo rodea. No si son capaces y fieles, cuando no lo son, no podrá considerarse a un príncipe que el primer error lo cometa en esta elección. Para que el príncipe mantenga constante la fidelidad de un ministro, debe pensar en él, así pueden confiar unos en otros. CAPÍTULO XXIII COMO HUIR DE LOS ADULADORES Los aduladores abundan en todas las corte. Los hombres se complacen tanto en sus propias acciones de tal modo que se engañan y cuando quieren defenderse, se exponen al peligro de hacerse despreciables. No hay otra manera de evitar la adulación que el hacer comprender a los hombres que no ofenden al decir la verdad; y resulta que, cuando todos pueden decir la verdad, faltan al respeto.
  • 16. Un príncipe debe preferir un tercer modo: rodearse de los hombres de buen juicio de su Estado, únicos a los que dará libertad para decirle la verdad. Debe interrogarlos sobre yodos los tópicos, y fuera de ellos no escuchar a ningún otro. Un príncipe debe pedir un consejo siempre que él lo considere conveniente y no cuando lo consideren los demás. Y si pide consejo a más de uno, los consejos serán siempre distintos y a un príncipe que no sea sabio no le será posible conciliarlos. CAPÍTULO XXIV POR QUE: LOS PRÍNCIPES DE ITALIA PERDIERON SUS ESTADOS En el presente capítulo Maquiavelo plantea las causas de la ruina de Italia, la pérdida de los Estados, y la posibilidad de reordenar el Estado, siendo la orientación de su obra el estudio de los principados nuevos. Por otra parte, analiza la virtud y a la fortuna, con el objeto de demostrar que la virtud y la audacia tienen un lugar muy importante en el desarrollo y conclusión de la lucha política. Si se examina el comportamiento de los príncipes de Italia que en nuestros tiempos perdieron sus Estados, como el rey de Nápoles, el duque de Milán y algunos otros, se advertirá, en primer lugar, en lo que se refiere a las armas, una falta común a todos: la de haberse apartado de las reglas antes expuestas. Después se verá que unos tuvieron al pueblo por enemigo, y que el que lo tuvo por amigo no supo asegurarse de los nobles. En consecuencia a lo anteriormente expuesto, es posible concluir que, Maquiavelo en esta obra resalta una serie de pensamientos, un poco astutos y sagaces, pero que en realidad fueron y son de gran importancia en el mundo político; aparte, se considera que dichos postulados, sostenidos por el autor en esa época, tienen vigencia en el mundo actual, y pienso que la seguirá teniendo en el transcurrir de los años. CAPÍTULO XXV DEL PODER DE LA FORTUNA EN LAS COSAS HUMANAS Y DE LOS MEDIOS PARA OPONÉRSELE La fortuna es la juez de la mitad de nuestras acciones, pero nos deja gobernar la otra mitad. Y aunque esto sea inevitable, no basta para que los hombres, tomen sus precauciones con diques y reparos. Con la fortuna se manifiesta todo suponer allí donde no hay virtud preparada para resistirle y dirigirse sus arrebatos. Un príncipe q hoy vive en la prosperidad y mañana en la desgracia se debe a que confía ciegamente en la fortuna. Es feliz el que se concilie con su manera de obrar con liándole de las circunstancias.
  • 17. Los hombres para lograr el fin que se proponen proceden de manera distinta: con cautela, con ímpetu, por violencia o por astucia. Dos que actúan de distinta manera obtienen el mismo resultado y de otros dos que actúan d igual manera uno alcanza su objetivo y el otro no. No existe hombre lo suficientemente flexible como para adaptarse a todas las circunstancias. Se concluye entonces que, como la fortuna varía y los hombres se obstinan en proceder de un mismo modo, serán felices mientras vayan de acuerdo con la suerte e infelices cuando estén en desacuerdo con ella. Sin embargo, considero que es preferible ser impetuoso y no cauto, porque la fortuna es mujer y se hace preciso, si se la quiere tener sumisa, golpearla y zaherirla. CAPÍTULO XVI EXHORTACIÓN A LIBERAR A ITALIA DE LOS BARBAROS Después de meditar en todo lo expuesto, las circunstancias son propicias para que un nuevo príncipe pueda adquirir gloria, y si se encuentra en ella cuanto es necesario a un hombre prudente y virtuoso para instaurar una nueva forma de gobierno , por lo cual se honraría a sí mismo , haciendo la felicidad a los italianos. No es asombroso que ninguno de los italianos a quien he citado haya podido hacer lo que es de esperar que haga vuestra ilustre casa, ni es extraño que después de tantas revoluciones y revueltas guerreras parezca extinguido el valor militar de nuestros compatriotas. Pero se debe a que la antigua organización militar no era buena y a que nadie ha sabido modificarla. Si vuestra ilustre casa quiere emular a aquellos eminentes varones que libertaron a sus países, es preciso, ante todo, y como preparativo indispensable a toda empresa, que se rodee de armas propias; porque no puede haber soldados más fieles, sinceros y mejores que los de uno. Y si cada uno de ellos es bueno, todos juntos, cuando vean que quien los dirige, los honra y los trata paternalmente es un príncipe en persona, serán mejores.
  • 18. Conclusiones  En este sentido, se puede decir que la enseñanza que deja la obra puede ser positiva o negativa, dependiendo de la óptica en que se aprecie la misma. Desde el plano histórico, se considera que el criterio y análisis realizado por el autor tiene una gran trascendencia en el mundo actual; si se enfoca desde el punto de vista humanístico, la posición del autor era poco ética, bastante cruda y exagerada, pero en muchas ocasiones no escapa de la cruda realidad; y en el ámbito político, no se puede negar que su obra encierra un profundo análisis político, que para muchos expertos ha sido una importante herramienta de estudio y de análisis, en el transcurrir de los años.  EL PRINCIPE, de Maquiavelo, es una obra fundamental dentro de la historia, filosofía y lo político, que para analizarla debemos remontarnos a su época histórica filosófica y política, ya que de eso trata la obra. Después de la Edad Media, en las primeras décadas del siglo XVI se vivió una catarsis colectiva. Se tomaba conciencia de los problemas sociales, aunque su estudio y la búsqueda de soluciones no se consolidaron hasta siglos después.  Los intelectuales empezaban a entender que el pueblo era "algo más" que una masa anónima sólo para trabajar y que la ociosidad de los nobles y clérigos era tan perniciosa como la de mendigos y vagabundos.  El Renacimiento, por otra parte, no fué solo una época de grandes pintores y escultores; de grandilocuentes arquitectos y de nuevas teorías científicas que cambiaron el concepto del mundo y la mentalidad de las personas. También fué una época de una nueva visión política que volvía los ojos al pasado para aprender. Muchos trabajadores vivieron en aquéllos años convulsos y cambiantes, pero sólo los nombres de unos pocos han llegado hasta nosotros. Uno de ellos, fué Nicolás Maquiavelo, nacido en Florencia en el año 1469, el mismo año que ascendía al poder Lorenzo de Médicis, con quien renació el platonismo, rama hermetizarte, mágica y astrológica con una orientación hacia el cosmos.  Las clases acomodadas eran optimistas y convencidas de que Dios es el origen de la revolución. Por ende, se comenzaron a utilizar las teorías de Aristóteles para explicar sus ideas.  Maquiavelo crece en medio de una época tumultuosa en la que conviven el profetismo, las expectativas renovadoras y la individualización del Anticristo, lo cual va adquiriendo distintos rostros: el papa Alejandro VI cede el puesto al Turco, quien es sustituido por un príncipe cristiano. Lógicamente, el pueblo comienza a reclamar una reforma.
  • 19.  Una idea análoga se encuentra en "El Príncipe III", cuando aconseja que se deban respetar las normas y las costumbres del territorio conquistado para ganarse la voluntad del pueblo.  Durante la dinastía Borgia, Maquiavelo terminó de perfilar su teoría de que el dirigente debe: "saber comportarse a veces como una bestia; de entre ellas ha de elegir a la zorra y al león, porque el león no sabe defenderse de las trampas ni la zorra de los lobos. Es pues, necesario, ser zorra para conocer las trampas y león hará atemorizar a los lobos". A diferencia de otros humanistas, Maquiavelo observa una escisión entre "ser" es decir las cosas como son; Y es desde ésta disidencia desde donde se mira los hechos políticos de su época. Glosario Maquiavelo: El concepto procede de las éticas inmorales u acciones consideradas negativas en la sociedad en general. Deriva de la doctrina política e ideas de Nicolás Maquiavelo a través de su obra "El Príncipe" y los discursos. El florentino, considerado humanista, padre de las ciencias políticas y filósofo, es el autor de esta gran polémica al desligar la política del dominio de la moral y la religión. Absolutismo moderno: Es un poder único desde el punto de vista formal, indivisible, inalienable, intranscriptible y libre. Los actos positivos del ejercicio del poder (legislación, administración y jurisdicción), es moderno ya que se efectuó en Europa occidental en el siglo XVII. Nacionalismo: Ideología y un movimiento social y político que surgió junto con el concepto de nación propio de la Edad contemporánea en las circunstancias históricas de la Era de las Revoluciones, el nacionalismo pone a una determinada nación como el único referente identitario, dentro de una comunidad política; y parte de dos principios básicos con respecto a la relación entre la nación y el estado Maquiavelismo: Término con el que nos referimos a las teorías defendidas por el político y escritor italiano Nicolás Maquiavelo (Florencia, 1469-1527) o con el que adjetivamos determinadas prácticas políticas que, real o supuestamente, estarían inspiradas por sus teorías. La teoría política de Maquiavelo parte del análisis de los problemas que plantea la creación y mantenimiento de un Estado moderno, proponiendo soluciones prácticas, basadas en un nuevo concepto de virtud (al margen de la moral cristiana de la época), que le lleva a considerar válido todo recurso que permita sacar provecho de la fuerza y habilidad del gobernante, pudiendo recurrir incluso a la crueldad y al engaño para imponerse a sus enemigos.
  • 20. En "El Príncipe", escrita entre los años 1513 y 1520, pero publicada póstumamente en 1531, se recogen los elementos más significativos de su pensamiento político. Republicanismo: Es una teoría política que propone y defiende la república como el modelo de gobierno óptimo para un Estado, en oposición a las otras formas clásicas de gobierno: la monarquía y la aristocracia Paradigma: Modelo fundamental desde el cual se piensa o se realizan hechos y teorías predominantes. En nuestros días se hace necesario retomar nuevos paradigmas. Política: Al margen de las circunstancias históricas y políticas de los escritos de Nicolás Maquiavelo (1469-1527) y aún de sus intenciones particulares, El Príncipe se ha constituido en un momento clave de la teoría política. A partir de aquí no se trata de pensar lo político desde el horizonte metafísico, ético o incluso teológico (que fue ya pensado por Platón) sino como un orden autónomo cuyo eje son las relaciones de poder y su conservación, la política como un conjunto de técnicas, tácticas y estrategias en función del poder; el discurso político es autónomo, secularizado, pragmático, anti utópico y acorde con el realismo de las ciencias modernas. Se inaugura el realismo político que era la condición primera de la futura ciencia política. La secularización de la teoría política operaba no como ruptura filosófica pensada respecto a la filosofía política clásica, aún cuando puede sospecharse de una cierta filosofía implícita en El Príncipe. El realismo de Maquiavelo es de orden histórico y sicológico, se trataba de codificar la experiencia de los hombres cuando luchan por el poder, de ofrecer una radiografía de lo que puede ser capaz el hombre cuando está de por medio la conservación del poder por el poder. La perspectiva del poder por el poder es, sin embargo, sin quererlo, una real muestra sicológica de las honduras de lo político en la psique humana y aún cuando escandalice a muchos (la exposición de Maquiavelo) es un diagnóstico certero de la lucha por el poder político. Este realismo asumirá diversos caminos y versiones: El realismo pragmático que comprende lo político como actividad puramente práctica referida a la consecución y mantención de las estructuras de poder. Es el realismo de las políticas imperiales, es la dinámica de la política como dominación y subyugación. El realismo positivista del cual surge la sociología y las ciencias políticas encaminadas, según la expresión de Maurice Duverger (1917- ), al análisis del ser social, de las estructuras de poder y que no implican para nada el deber ser social propio de la filosofía, distanciamiento por tanto del horizonte ético, valorativo, metafísico. El realismo marxista que supone una ciencia de la historia y la sociedad (materialismo histórico) desde la cual lo político es visto y analizado al interior de la estructura social y su dinámica específica ya sea como ideología o como ciencia política. La teoría política desde los griegos hasta el Renacimiento ve lo político en relación con la teología, la ética, la metafísica. Desde el Renacimiento con Maquiavelo, o mejor a través de él, lo político es un discurso autónomo, secularizado, pragmático, anti utópico, acorde con el realismo de las ciencias modernas. Es cierto que la filosofía política si
  • 21. quiere seguir siéndolo debe reafirmar su carácter normativo respecto a lo político, y en última instancia, esta modalidad tendrá referencias en lo ético y lo metafísico, pero sería un error suponer que la praxis política de por sí no supone ninguna referencia valorativa. Entonces se instaura una dialéctica entre las dos instancias que reintroducen la instancia política filosófica desde la misma praxis, pero esta misma puede ser analizada con cierta autonomía por la ciencia positiva. La política en ese sentido no se reduciría a un conjunto de tácticas y estrategias sino que seguiría siendo una forma de vida que implica una visión determinada del hombre y de la sociedad, un modelo de valores desde donde se pueda realizar una visión crítica de las políticas concretas. Populismo: El año 1853, el padre Tapparelli d'Azeglio, en las páginas de la "Civiltà Cattolica", acusaba todavía a Montalembert de haber cedido a las nuevas doctrinas de la soberanía popular. Pero en 1919, Luis Sturzo y los redactores del manifiesto titulado Llamada a los libres y fuertes, con que el Partido Popular Italiano se presentaba a la opinión pública, reconocía en la soberanía popular y en la colaboración social las fuentes de la nueva autoridad política, oponiendo al Estado centralizador "un Estado verdaderamente popular, que reconozca los límites de su actividad, que tenga en cuenta a los grupos y organismos naturales - la familia, las clases, los municipios -, que respete la personalidad individual y que promueva las iniciativas privadas". Ideología particular de América Latina cuya doctrina es difusa aunque supone un caudillismo y una expectación mesiánica de cambio social. Positivismo: Orientación filosófica del siglo pasado que cifra en la ciencia la conducción ideal del conocimiento seguro y verdadero.