1. Anatomía funcional de los organos reproductivos en animales menores
RUIDO
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Ruido
ELIZABETH GONZÁLEZ
Aunque muchas veces se vincula el
ruido con los avances tecnológicos
de las últimas décadas, la historia
muestra que casi desde los inicios
de la vida sedentaria ha sido causa
de conflictos y problemas de
convivencia.
En los escritos acadios del Atrahasis (siglo XVII
a.C.) se relata cómo los dioses deciden crear a la hu-
manidad para que trabaje en su beneficio; así dan
vida a siete hombres y siete mujeres, mezclando arci-
lla con la sangre del dios Geshtu-E, sacrificado para
ello. Es interesante anotar que el nombre de este
dios significa “el oído” o “la sabiduría”. Sin entrar
en las conexiones entre lo oído, lo relatado, la expe-
riencia, la longevidad y entonces la sabiduría, y que
su sacrificio sea necesario –según los sumerios- para
que surja la humanidad, una interpretación reciente
de las tablaturas de la Epopeya de Gilgamesh indica
que los Dioses enviaron el Diluvio Universal como
castigo divino a los hombres debido a su ruidoso es-
tilo de vida.
En efecto Enlil, “rey del Diluvio y el señor de
los Destinos” en la mitología sumeria que “ejercía la
supremacía sobre el resto de las divinidades locales”
(González, 2006), intentó arrasar con la humanidad
en tres oportunidades, molesto por sus hábitos rui-
dosos: primero les envió la peste, luego una intensa
sequía y, por último, el Diluvio Universal.
Pero ¿a qué se referirían las expresiones?:
“Elpaíseratanruidosocomountoroquebramaba.
Los dioses crecían agitados y sin paz, con los disturbios
ensordecedores(…)”
¿Por qué el ruido de los hombres podría desatar la
ira de los dioses al extremo de desear exterminarlos?
Mucho más tarde, unos 600 años a. C., surgen al-
gunas de las más antiguas normas de gestión am-
biental (González, 2012): en la ciudad de Sibaris
estaba prohibido a herreros y carpinteros instalar-
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se en el casco urbano para no causar molestias a
los vecinos; tampoco se podía tener gallos. Otras
disposiciones para preservar el descanso nocturno
incluían la prohibición de circular en carro en la
antigua Roma y de castigar a las mujeres en Lon-
dres en el Medioevo.
El poeta Marco Valerio Marcial (siglo I d.C.)
escribió: “a mí gozar del sueño no me dejan las ri-
sotadas de la turba transeúnte y toda Roma se halla
próxima a mi cabecera. Así, cuando lleno de ansias
quiero dormir, marcho al punto a mi casa de la cam-
piña nomentana.”
Fallas de Valencia.
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De la misma época son las cartas de Séneca a Lu-
cilio; el filósofo describe así los sonidos que lo in-
vadían (Querol i Noguera, 1994): “Vedme aquí en-
vuelto en un fuerte griterío: vivo detrás de unos baños
(...) sufro el sonido del ladrón sorprendido en el delito,
el cantor que encuentra en el baño que su voz es mejor
(…) el depilador que hace sonar una voz aguda y es-
tridente para hacerse notar y que no calla nunca, más
que cuando depila unas axilas y en vez de gritar él,
hace gritar a otros (…) los proveedores de las tabernas,
que venden sus mercaderías con una cantinela carac-
terística (...) Creo que la voz humana distrae más que
los ruidos (…) mientras que los ruidos sólo hieren las
orejas (...) ¿Qué necesidad hay de torturarse los tímpa-
nos cuando Ulises encontró tan fácilmente un remedio
a las sirenas?”
El filósofo alemán Immanuel Kant tenía una pro-
funda aversión al ruido (Fisher, 1875): “Para que
la habitación le fuera agradable, había de ser lo más
silenciosa posible. Mas como esta condición era difícil
satisfacerla (…) cambiaba frecuentemente de casa.
(…) Una vez se mudó de casa porque cantaba de-
masiado el gallo de un vecino; intentó primero com-
prárselo, y no consiguiéndolo, tuvo que abandonar
su habitación. Por último, compró una casa modesta
cerca de los fosos del castillo. Pero aquí tampoco se
vio libre de molestias desagradables. Próxima a su
casa, estaba la prisión de la ciudad, en donde hacían
cantar a los presos ritos religiosos a fin de mejorarlos
y corregirlos, y que iban a parar cuando abrían las
ventanas a los mismos oídos de Kant”.
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“
”
Fallas de Valencia.
Schopenhauer era también muy crítico al respecto:
“La inteligencia es una facultad humana inversa-
mente proporcional a la capacidad para soportar el
ruido.” Milan Kundera se refiere al paisaje sonoro
urbano de fines del siglo XX: “La transformación de
la música en ruido es un proceso planetario mediante
el cual la humanidad entra en la fase histórica de la
fealdad total. El carácter total de la fealdad se ma-
nifestó en primer término como omnipresente fealdad
acústica: coches, motos, guitarras eléctricas, taladros,
altavoces, sirenas. La omnipresencia de la fealdad
visual llegará pronto.” Y agrega: “El ruido tiene una
ventaja. No se oyen las palabras”. Lo que en principio
parece una conexión casual entre ruido e incomu-
nicación toma luego la dimensión de la incomu-
nicación buscada, impregnada de autoexclusión y
agresividad: “(...) sintió el anhelo, oscuro y poderoso,
de una música inmensa, de un ruido absoluto, un bu-
llicio hermoso y alegre que lo abrace, lo inunde y lo
ensordezca todo (...)”
Vale la pena detenerse a pensar por qué desde
hace4.000añoselruidodesataviolencia;losdioses
antropomórficos de los sumerios llegaron a la ira
descontrolada, a la intolerancia extrema debido
al ruido y Kundera invoca la transformación de
música en ruido como el preludio de “la fealdad
total”, la debacle extrema de la sociedad. Quizás
la vertiginosa, omnisonora sociedad actual no
nos ha permitido escuchar las advertencias que
muestran la comprobada conexión fisiológica
Schopenhauer era también muy crítico al
respecto: “La inteligencia es una facultad
humana inversamente proporcional a la
capacidad para soportar el ruido.”
PIXABAY
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entre exposición a elevados niveles de presión
sonora, depresión, incomunicación, pérdida de
solidaridad e incremento de la agresividad que se
anticipaban ya hace dos décadas:
“La situación ambiental es la que ocasiona en el
hombre normal un continuo stress que desemboca en
la agresividad, como ondas sonoras, música estriden-
te, ruidos de los vehículos (…) provocando cambios
conductuales, además de dificultades en las relaciones
personales” (Benítez et al., 1996).
“Un componente de la escalada de la violencia y de
la criminalidad podría ser la exposición a la violencia
acústica social” (Velis, 2000).
A menos de los avances tecnológicos, las fuentes
de ruido en la sociedad no han cambiado demasia-
do en los últimos 2.000 años. En las referidas cartas
de Séneca a Lucilio, el filósofo describe su entorno
sonoro cotidiano: “Entre los ruidos que hay a mi
alrededor sin distraerme, están los carros de la calle,
el aserrador vecino y aquel que cerca de la fuente de
Meta Sudans afina sus flautas y trompetas y más que
cantar, berrea.” Hoy se podría decir algo similar en
términos de motos, fábricas, o de “aquel que al lado
de mi casa escucha su musiqueta a todo volumen hasta
que se va a bailar a los boliches de moda”.
La OMS, que definió “salud” en 1948 como “un es-
tado de completo bienestar físico, mental y social, y no
sólo la ausencia de enfermedad o dolencia”, recién en
2004 aceptó que la molestia ocasionada por el ruido
afecta la salud de quienes la padecen. Y pueden ocu-
rrir efectos adversos aun si el receptor no se siente
molesto (Lam et al., 2012).
Así la calidad acústica ambiental se integra a los
llamados “condicionantes ambientales de la salud” y
al cuantificar sus efectos, emerge como un problema
de Salud Pública (WHO, 2011): “por lo menos un
millón de años de vida sana se pierden cada año por
el ruido de tránsito en la parte occidental de Europa”.
Más aún: “se estima que los ‘años de vida ajustados por
discapacidad’ perdidos (…) debido al ruido ambiental
son 61.000 años por cardiopatía isquémica, 45.000
años por deterioro cognitivo en niños, 903.000 años
por trastornos del sueño, 22.000 años por tinnitus y
587.000 años por molestia.”
No es poco: equivale a quitarle, cada tres años,
un año a la “esperanza de vida sana” de los habitantes
de nuestro país.
Porlogeneralnosepiensaenlacontaminaciónso-
nora como un problema ambiental evitable o al menos
mitigable. Es como si se asumiera que es inherente a las
Fallas de Valencia
PIXABAY
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vida cada vez más egocéntrico y agresivo, en su
más amplio sentido…
Es hora de priorizar el control y abatimiento
de la contaminación sonora, no sólo para mejorar
la calidad ambiental sino la calidad de vida. Hoy, el
ruido es no sólo causa de severas afectaciones a la
salud pública: es un factor esencial sobre el que se
debe actuar si verdaderamente se desea detener la
creciente agresividad de las sociedades actuales.
“
”
FUENTES
• Benítez de Fornerón, A. et al. (1996) La agresividad en el ambiente: su detección y nuevo modelo terapéutico.
Revista de Ciencia y Tecnología V.1 Nº2, 2000 119. Universidad Nacional de Asunción, Paraguay.
• Fisher, K. (1876) Vida de Kant. Revista Contemporánea, tomo I, volumen III, pp. 370-382. Madrid, España.
• González, A.E. (2012) Contaminación Sonora y Derechos Humanos, Serie Investigaciones N°2, 2012.
www.defensordelvecino.gub.uy
• González Fernández, B. (2006) Valor literario y lingüístico de los Himnos Sumerios, 56 pp.
ISBN 978-9974-98-752-4
• Lam, K.C. et al. A large scale study of the health effects of transportation noise in Hong Kong.
Acoustics 2012, Hong Kong.
• Querol i Noguera, J.M. Manual de Mesurament i avaluació del soroll. Generalitat de Catalunya.
132 pp. 1994.
• Velis, A. Comunicación a la red virtual de investigadores en ruido urbano. Febrero, 2000.
• World Health Organization (2011). Burden of disease from environmental noise.
Quantification of healthy life years lost in Europe. ISBN: 978 92 890 0229
comodidades de la sociedad moderna y no algo que
muchos padecemos pero a lo que todos aportamos.
Cuando el generador de ruido no asume que puede
perjudicar a otros, alguien está pagando por esa exter-
nalidad y por lo general lo paga con su salud.
El anonimato de las grandes ciudades, que
promueve la falta de compromiso con el ambien-
te pero sobre todo con el prójimo; la ansiedad
que nos hace correr sin descanso para llegar a
donde no queremos ir; la vida en un mundo “des-
cartable”; la urgencia como objetivo; el estilo de
Por lo general no se piensa en la
contaminación sonora como un problema
ambiental evitable o al menos mitigable.
Es como si se asumiera que es inherente a
las comodidades de la sociedad moderna
y no algo que muchos padecemos pero a lo
que todos aportamos