San Agustín argumenta que el lenguaje es un instrumento para enseñar o aprender, pero que en realidad no hay enseñanza ni aprendizaje, sino sólo recuerdo de la verdad interior. Aunque las palabras tienen significado, la referencia es más importante. El verdadero conocimiento proviene de consultar la verdad interior mediante la iluminación divina, no del lenguaje externo. El maestro guía pero el alumno debe tener voluntad para aprender desde su interior.