1. Juana I la Loca
Reina de Castilla (Toledo, 1479 - Tordesillas, Valladolid, 1555). Era la tercera hija de los
Reyes Católicos, que la casaron con el archiduque austriaco Felipe el Hermoso (1496). La
muerte de sus hermanos mayores y de un sobrino la convirtieron en heredera de las
Coronas de Castilla y Aragón desde 1500. El mismo año en que fue jurada como heredera
por las Cortes de Castilla (1502) empezó a manifestársele una enfermedad mental,
determinada según algunos por la infidelidad de su marido, hacia quien sentía un amor
apasionado.
Al morir Isabel la Católica, Juana I y Felipe I fueron proclamados reyes de Castilla (1504);
pero, dada la locura de la reina, se acordó que gobernarían conjuntamente en Castilla su
marido y su padre el rey de Aragón, Fernando el Católico. Las malas relaciones entre el
yerno (apoyado por la nobleza castellana) y el suegro hicieron que éste renunciara al poder
en Castilla para evitar un enfrentamiento armado (1506). Pero aquel mismo año murió el rey
Felipe, recuperando don Fernando la regencia en Castilla en nombre del hijo de Juana y
Felipe (el futuro Carlos I de España y V de Alemania).
La demencia de la reina se agravó, permaneciendo recluida en Tordesillas desde 1509 hasta
su muerte. En 1516 murió Fernando el Católico y Carlos I fue proclamado rey de Castilla y
de Aragón, de modo que doña Juana no llegó a suceder a su padre en la Corona aragonesa;
pero nunca fue declarada incapaz por las Cortes castellanas ni se le retiró el título de
reina. Durante la Guerra de las Comunidades de Castilla (1520), los jefes comuneros
alzados en armas contra su hijo intentaron ponerla de su parte; pero ella se negó a
intervenir en el conflicto en ningún sentido.
2. Felipe I el Hermoso
Rey de Castilla, primero de la Casa de Habsburgo (Brujas, Flandes, 1478 - Burgos, 1506).
Su padre, el emperador Maximiliano I de Austria pactó su matrimonio con Juana I, la hija
de los Reyes Católicos, en el marco de la Liga Santa que unió a la monarquía castellano -
aragonesa con el Imperio, Inglaterra, Nápoles, Génova y Milán contra las pretensiones
hegemónicas de Francia en Italia (1496). La muerte de tres infantes hizo que las Cortes
reconocieran como sucesores al Trono castellano a don Felipe y doña Juana en 1502.
Las relaciones de Felipe con su suegro Fernando fueron malas, sobre todo desde que éste
desautorizó las concesiones que Felipe había hecho a los franceses al negociar el Tratado
de Lyon (1503). Ello no impidió que, al morir la reina Isabel en 1504, don Fernando
proclamara a los duques de Borgoña (título que hasta entonces habían ostentado don Felipe
y doña Juana) reyes de Castilla, manteniéndose él como regente mientras los reyes se
hallaran en Flandes. Entretanto, doña Juana había enloquecido, según algunos por los celos
que le producían las infidelidades de su marido, hacia el que sentía un amor ta n apasionado
como no correspondido.
La Concordia de Salamanca (1505), que estableció en Castilla un gobierno tripartito de
Fernando, Felipe y Juana, no zanjó la disputa entre suegro y yerno. Don Felipe llegó a La
Coruña en 1506 encabezando un ejército alemán y enseguida agrupó a su alrededor a los
nobles castellanos descontentos; con el fin de evitar la guerra, el rey católico admitió su
retirada como regente de Castilla.
Aunque las Cortes reunidas en Valladolid se negaron a declarar la incapacidad de la reina
Juana, Felipe I ejerció el poder en solitario, repartiendo dádivas y prebendas entre los
nobles para buscar su apoyo. Pero murió sin haber iniciado apenas su reinado, al beber un
vaso de agua helada para refrescarse después de jugar a la pelota. Le sucedió su hijo,
Carlos I de España y V de Alemania.
3. Isabel I la Católica
(También llamada Isabel I de Castilla; Madrigal de las Altas Torres, España, 1451 - Medina
del Campo, id., 1504) Reina de Castilla y León (1474-1504) y de la Corona de Aragón (1479-
1504). Hija de Juan II de Castilla y de Isabel de Portugal, Isabel la Catól ica tenía sólo tres
años cuando su hermano Enrique IV ciñó la corona castellana (1454).
En 1468, el monarca, hombre de carácter débil e indeciso, reconoció a la princesa Isabel
como heredera al trono en el pacto de los Toros de Guisando, con lo cual privó de sus
derechos sucesorios a su propia hija, la princesa Juana, llamada la Beltraneja, a quien la
maledicencia suponía hija de Enrique Beltrán de la Cueva, duque de Alburquerque.
Las líneas maestras de la política conjunta que desarrollaron Isabel I y Fernando II fueron
el afianzamiento y la expansión del poder real, el estímulo de la economía, la conclusión de
la reconquista total a los musulmanes del territorio peninsular y el fortalecimiento de la fe
católica.
Para consolidar y prestigiar la monarquía, la reina implantó la Santa Hermandad, institución
encargada de garantizar la estabilidad del orden público y la administración de justicia
(1476), abolió las prerrogativas otorgadas a la nobleza por Enrique IV (1480) y convirtió el
Consejo Real en el principal órgano de gobierno del reino, en detrimento de las Cortes.
En el aspecto económico, Isabel la Católica saneó la hacienda pública merced a un estricto
sistema fiscal e incentivó el desarrollo de la ganadería ovina y del comercio lanero. Además,
supo canalizar la tradición militar y expansiva de Castilla hacia la conquista del reino nazarí
de Granada, último bastión islámico en la Península (1492), y la guerra contra los
musulmanes norteafricanos, a los que arrebató Melilla (1497). Con todo, el mayor l ogro de
la política exterior isabelina fue, sin duda, la financiación de la expedición que culminaría
con el descubrimiento de América por Cristóbal Colón (1492).
En materia religiosa, por último, Isabel la Católica llevó a cabo una profunda reforma
eclesiástica con la ayuda del cardenal Cisneros, creó el tribunal de la Inquisión para velar
por la ortodoxia católica (1478) y culminó el proceso de unificación religiosa con la
expulsión de los judíos (1492) y los mudéjares (1502). A su muerte, acaecida el 26 de
noviembre de 1504, el trono castellano pasó a su hija Juana, llamada la Loca, madre del
futuro monarca Carlos I de España.
4. Fernando II el Católico
(Sos, 1452 - Madrigalejo, Cáceres, 1516) Rey de Castilla (1474-1504), junto con su esposa
Isabel I, de Aragón (1479-1516), de Sicilia (1468-1516) y de Nápoles (1504-1516). Hijo de
Juan II de Aragón y de su segunda esposa Juana Enríquez, hija del almirante de Castilla. A
la muerte de su hermanastro, Carlos de Viana (1461), pasó a ser el heredero de la corona
aragonesa. En 1462 fue nombrado lugarteniente general de Cataluña y, en 1468, rey de
Sicilia. Durante la guerra civil catalana (1462-1472), en la que tomó parte activa, se
familiarizó con los negocios de Estado a instancias de su padre.
Al morir el infante Alfonso de Castilla (1468) y ser reconocida la infanta Isabel, hermana
de Enrique IV, como heredera de Castilla, Juan II puso toda la habilidad posible para
conseguir el matrimonio de Fernando con la princesa castellana, que se produjo en octubre
de 1469. Cuando murió Enrique IV de Castilla (1474), Isabel fue proclamada reina por sus
seguidores, menospreciando los posibles derechos de la infanta Juana la Beltraneja, que
era apoyada por Portugal. Fernando, tras arduas discusiones con la recelosa nobl eza
castellana, consiguió ser reconocido rey con los mismos derechos que Isabel.
La guerra civil castellana fue prioritaria en las intenciones de Fernando, que contribuyó de
una manera definitiva, sobre todo con la victoria de Paleagonzalo (1476), al éxito de la
causa isabelina. En 1479 fallecía Juan II, y Fernando heredaba el trono de Aragón.
En los años siguientes, Isabel y Fernando se dedicaron a afianzar su autoridad sobre sus
reinos: de este modo en Castilla se institucionalizó la figura del corregidor (1480), se creó
la Inquisición (1481), se sancionó a los nobles rebeldes y se reorganizó la hacienda real.
Fernando puso fin en sus Estados al problema de los remensas catalanes mediante la
abolición de los malos usos y la consolidación de los contratos de enfiteusis (sentencia
arbitral de Guadalupe, 1486).
Lograda la paz interior, dedicó sus esfuerzos a completar la Reconquista, con la mirada
puesta en la unificación política de todos los reinos bajo la dirección de Castilla. En este
empeño emprendió una larga guerra contra el reino nazarí de Granada (1481 -1492), que
acabó con su integración a la corona castellana. Logró la unidad religiosa del reino con la
expulsión de los judíos (1492) y la conversión forzosa de los moriscos (1503). Abrió unas
insospechables puertas con el descubrimiento de América (1492). Libró el Rosellón de la
influencia francesa e intervino en las guerras de Italia, que dieron como resultado la
conquista del reino de Nápoles (1503).
Casado en segundas nupcias con Germana de Foix (1505) y regente de Castilla (1507), tomó
parte en la Liga de Cambrai contra Venecia (1511). A su muerte designó heredera del reino
de Aragón a su hija Juana y gobernador a su nieto Carlos.
5. Cristóbal Colón
Descubridor de América (Génova, 1451 - Valladolid, 1506). El origen de este navegante,
probablemente italiano, está envuelto en el misterio por obra de él mismo y de su primer
biógrafo, su hijo Hernando. Parece ser que Cristóbal Colón empezó como artesano y
comerciante modesto y que tomó contacto con el mar a través de la navegación de cabotaje
con fines mercantiles.
En 1476 naufragó la flota genovesa en la que viajaba, al ser atacada por corsarios
franceses cerca del cabo de San Vicente (Portugal); desde entonces Colón se estableció en
Lisboa como agente comercial de la casa Centurione, para la que realizó viajes a Madeira,
Guinea, Inglaterra e incluso Islandia (1477).
Luego se dedicó a hacer mapas y a adquirir una formación autodidacta: aprendió las lenguas
clásicas que le permitieron leer los tratados geográficos antiguos (tomando conocimiento
de la idea de la esfericidad de la Tierra, defendida por Aristóteles); y empezó a tomar
contacto con los grandes geógrafos de la época (como el florentino Toscanelli).
De unos y otros le vino a Cristóbal Colón la idea de que la Tierra era esférica y de que la
costa oriental de Asia podía alcanzarse fácilmente navegando hacia el oeste (ya que una
serie de cálculos erróneos le habían hecho subestimar el perímetro del Globo y suponer,
por tanto, que Japón se encontraba a 2.400 millas marinas de Canarias, aproximadamente la
situación de las Antillas). Marineros portugueses versados en la navegación atlántica le
informaron seguramente de la existencia de islas que permitían hacer escala en la
navegación transoceánica; e incluso es posible que, como aseguran teorías menos
contrastadas, tuviera noticia de la existencia de tierras por explorar al otro lado del
Océano, procedentes de marinos portugueses o nórdicos (o de los papeles de su propio
suegro, colonizador de Madeira).
Con todo ello, Colón concibió su proyecto de abrir una ruta naval hacia Asia por el oeste,
basado en la acertada hipótesis de que la Tierra era redonda y en el doble error de
suponerla más pequeña de lo que es e ignorar la existencia del continente americano, que se
interponía en la ruta proyectada. El interés económico del proyecto era indudable en
aquella época, ya que el comercio europeo con Extremo Oriente era extremadamente
lucrativo, basado en la importación de especias y productos de lujo; dicho comercio se
realizaba por tierra a través de Oriente Medio, controlado por los árabes; los portugueses
llevaban años intentando abrir una ruta marítima a la India bordeando la costa africana
(empresa que culminaría Vasco da Gama en 1498).
6. Colón ofreció su proyecto al rey Juan II de Portugal, quien lo sometió al examen de un
comité de expertos. Aunque terminó acepando la propuesta, el monarca portugués puso
como condición que no se zarpase desde las Canarias, pues en caso de que el viaje tuviera
éxito, la Corona de Castilla podría reclamar las tierras conquistadas en virtud del Tratado
de Alcaçobas. Colón encontró demasiado arriesgado partir de Madeira (sólo confiaba en los
cálculos que había trazado desde las Canarias) y probó suerte en España con el duque de
Medina Sidonia y con los Reyes Católicos, que rechazaron su propuesta por considerarla
inviable y por las desmedidas pretensiones de Colón.
Finalmente, la reina Isabel aprobó el proyecto de Colón por mediación del tesorero del rey,
Luis de Santángel, a raíz de la toma de Granada, que ponía fin a la reconquista cristiana de
la Península frente al Islam (1492). La reina otorgó las Capitulaciones de Santa Fe, por las
que concedía a Colón una serie de privilegios como contrapartida a su arriesgada empresa; y
financió una flotilla de tres carabelas -la Pinta, la Niña y la Santa María-, con las que Colón
partió de Palos el 3 de agosto de 1492.
Navegó hasta Canarias y luego hacia el oeste, alcanzando la isla de Guanahaní (San
Salvador, en las Bahamas) el 12 de octubre; en aquel viaje descubrió también Cuba y La
Española (Santo Domingo) e incluso construyó allí un primer establecimiento español con los
restos del naufragio de la Santa María (el fuerte Navidad). Persuadido de que había
alcanzado las costas asiáticas, regresó a España con las dos naves restantes en 1493.