3. Ella necesitaba escapar de
amores tóxicos, de mentiras, de
manipulaciones, de engaños, de
tanta dependencia, de los
hombres equivocados.
Necesitaba vivir por ella misma,
quererse, gustarse, no necesitar.
Por eso se fue de improviso a
pasar unos días a otra ciudad.
Un lugar para perderse entre
monumentos y callejuelas
estrechas que le devolvieran las
ganas de hacer cosas, de
interesarse por otras cosas.
Él estaba agotado, vacío de
amores intrascendentes, de
historias sin finales felices y
tristes, de historias de amor que
ni siquiera empezaban. El miedo
a amar, la imposibilidad de
entregarse a una persona era su
obstáculo para sentir esa
ansiedad del amor que te
mantiene vivo. Por eso se fue de
improviso a pasar unos días a
otra ciudad. Un lugar para
perderse entre monumentos y
callejuelas estrechas, en donde
dejar enterrados sus miedos y
empezar una nueva vida.
4. Y entonces, ambos se
encontraron para vivir una
historia de amor tan breve que
nadie se dio cuenta. Ella estaba
sentada en las escaleras de
aquel museo, pensando, con la
mirada perdida en no se sabe
qué recuerdos.
Lo que él vio, mientras se
acercaba, fue a la mujer más
maravillosa derramando
lágrimas. No podía ser.
Él secó sus lágrimas con una
sonrisa y de repente
desapareció. Tardó un instante
en volver con la misma sonrisa
de antes y una flores robadas al
jardín del museo. Ella seguía
llorando porque sus sentidos le
dieron la voz de alarma cuando él
la rozó. Y así juntaron sus
miradas y luego sus bocas en un
5. Un beso entre dos
desconocidos que se
necesitaban urgentemente.
Ninguno de los dos quería
separar sus labios del otro,
sintiendo cómo los temores
desaparecían, cómo las
inseguridades se convertían en
confianza, disfrutando del placer
sin obstáculos.
Y así estuvieron una eternidad.