Caja de herramientas de inteligencia artificial para la academia y la investi...
Reflexion
1. Ramiro Fernando Serrato Alfaro, estudiante de la
Maestría en docencia por la Universidad Continente Americano de la ciudad de
León Guanajuato, México:
En el año de 1998 contaba entre mis alumnos a uno de nombre Eliot
Pedroza Vázquez, había sido mi alumno en las materias de Civismo,
Geografía e Historia. Durante el primer, segundo y tercer grado de
secundaria, por ello lo conocía bien. El grupo en el que Eliot se
encontraba era especialmente querido por mi, pues había sido el
primer grupo en el que trabajé como docente, y si bien trabajé, y
batallé mucho con ellos, al final se había generado un sentimiento de
genuina amistad entre los alumnos y el docente. Los alumnos eran
participativos, críticos y muy entusiastas.
Siempre que entraba al grupo lo hacía con gusto, y me sentía
respetado y estimado por los alumnos, huelga decir que trasmitía lo
mismo a ellos.
Yo había observado que Eliot tenía facultades para ser orador, tales
como una voz pausada, grave y con una excelente inflexión, un
dominio del auditorio cuando hablaba, la capacidad de expresarse
correctamente entre otras, por ello no dudé en invitarlo a participar en
el concurso de oratoria que cada año se organiza en la escuela en la
que presto mis servicios, a fin de que sean escogidos los dos mejores
alumnos en esta disciplina que representan en la escuela en el
concurso de zona.
Eliot acometió su tarea con entusiasmo, escribió una pieza oratoria
que después de ser revisada por el que esto escribe, y corregida,
parecía una de las de mayor potencial, Eliot se preparó, logró
aprenderse la pieza oratoria en una semana, comenzamos los
ensayos de la misma, escuchó con atención los consejos que le
proporcionaba acerca de la mímica y expresión corporal, en fin, trabajó
arduamente.
Sin embargo un día como tantos que nos encontrábamos ensayando
se acercó una maestra de la misma área que la mía (Ciencias
Sociales), y al ver a Eliot ensayando no pudo, ni quiso, reprimirse y le
dijo:
2. -¡Pero Eliot! Si tú no eres capaz de escribir bien tu nombre, ¿Cómo
crees que puedes participar en el concurso de oratoria, donde solo van
los alumnos destacados?
Por supuesto que la aseveración era falsa, sin embargo fue notorio
que el comentario pesó mucho sobre Eliot, quién de inmediato decidió
suspender el ensayo, y una semana después aún se encontraba
abatido por el comentario de la maestra. Eliot había creído la mentira,
y concluido que era cierto, y que su participación estaba fuera de
lugar.
Tuve que hacer un trabajo intenso para lograrlo convencer
nuevamente de reiniciar los ensayos, finalmente lo hizo, y participó en
el concurso, si bien no obtuvo el primer lugar (quedó en el tercero), lo
más importante fue que se demostró a si mismo que era capaz de ser
orador.
¡Cuánta influencia tiene el que los docentes expresemos un
comentario, positivo o negativo, a nuestros alumnos! La calidez, la
empatía, el mostrarnos no sólo como o docentes efectivos, sino
además preocuparnos por nuestros alumnos, saber quiénes son,
dónde viven y en qué sentido se desarrollan sus vidas, es un aliciente
muy grande para ellos. Es increíble lo que la simple pregunta de
¿Cómo estás?, hecha con genuino interés puede impulsar a los
alumnos.