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ESCRITOS DE FORMACIÓN
Número 58 – Agosto de de 2015
E A S
EL DESARROLLO HUMANO Y LAS ENFERMEDADES
DE LOS LÍDERES
A propósito del discurso del Papa Francisco “La curia romana y el
cuerpo de Cristo”
Foto tomada de http://www.aleteia.org/image/es/article/el-papa-francisco-invita-a-un-apostolado-de-la-amistad-y-la-
sonrisa-5901972095893504/pope-francis-4-catholic-fraternity-of-charismatic-covenant-communities-and-
fellowships_es/topic
El comité de Formación genera documentos periódicamente para
beneficio de los EAS y su formación. Estos escritos se basan en
recopilaciones de documentos de diversos autores, incluyendo personas
de los EAS, sometidos en algunos casos a adaptaciones que los hagan
más afines y prácticos para los EAS, bajo la responsabilidad del comité.
Son bienvenidos los comentarios y los aportes.
Hoy vamos les vamos a presentar un documento elaborado por el
profesor Guillermo Guillermo Salas-Banuet , de la Facultad de Química,
Universidad Nacional Autónoma de México, a propósito del discurso del
Papa Francisco “La curia romana y el cuerpo de Cristo” . Enrique
1
Posada lo ha ilustrado con dibujos y notas. Incluye comentarios de Gary
Hamel.
EL DESARROLLO HUMANO Y LAS ENFERMEDADES DE LOS
LÍDERES
A propósito del discurso del Papa Francisco “La curia romana y el
cuerpo de Cristo”
Todos funcionamos como líderes en algún momento o aspecto, lo queramos o no, con
consciencia o sin ella. La diferencia está en el nivel de liderazgo que tengamos ya que, a
mayor nivel, menor enfermedad.
Guillermo Salas-Banuet salasb@unam.mx
Facultad de Química, Universidad Nacional Autónoma de México.
Ilustraciones de Enrique Posada-Restrepo V enrique.posada@indisa.com
INDISA S.A. Medellín Colombia
I. Antecedentes.
El lunes 22 de diciembre de 2014, al finalizar el adviento y durante la presentación
de las felicitaciones navideñas de la Curia Romana en la sala Clementina del
Vaticano, Francisco, el actual Papa de la Iglesia Católica, leyó su discurso titulado
La Curia Romana y el Cuerpo de Cristo, publicado en el Boletín Cotidiano del
Vaticano [1]. En él, el Papa hizo una analogía entre la Curia y el cuerpo humano, al
decir que ella es como un cuerpo dinámico, un organismo complejo… [que] no puede
vivir sin alimentarse y cuidarse… [y que] como todo cuerpo, también está expuesta a los
males, al mal funcionamiento, a la enfermedad. Y aquí quisiera mencionar algunos de estos
posibles males, males curiales. Son los males más habituales en nuestra vida de Curia. Son
enfermedades y tentaciones que debilitan nuestro servicio al Señor. Esta analogía fue el
preámbulo para presentar un catálogo de 15 enfermedades que más abajo se
transcriben.
Meses después, el 14 de abril, Gary Hamel -quien ha sido reconocido
recientemente por The Wall Street Journal como el pensador de negocios más influyente
del mundo y a quien la revista Fortune ha llamado el mayor experto del mundo en
estrategia de negocios- escribió el artículo Las 15 enfermedades del liderazgo, de acuerdo
al papa Francisco, en la Harvard Business Review [2]. En él comenta, A través de los
años, he escuchado a decenas de expertos en gestión enumerar las cualidades de los grandes
2
líderes. Rara vez, sin embargo, hablan claramente sobre las enfermedades del líder. El Papa
es más directo. Él entiende que como seres humanos tenemos ciertas inclinaciones -no todas
ellas nobles-. Sin embargo, los líderes deben mantenerse a un alto nivel, ya que su ámbito
de influencia hace que sus dolencias sean particularmente infecciosas. La Iglesia Católica es
una burocracia: una jerarquía poblada por buenos corazones, pero de almas imperfectas. En
ese sentido, no es muy diferente de tu organización. Es por eso que el consejo del Papa es
relevante para los líderes de todo el mundo. Con esta idea en mente, me pasé un par de
horas traduciendo el discurso del Papa en algo un poco más próximo a la jerga corporativa.
(No sé si existe una prohibición por parafrasear los pronunciamientos papales, pero como
yo no soy católico, estoy dispuesto a asumir el riesgo.)
Con ambas visiones -la religiosa del Papa y la de liderazgo de Hamel- pensé en la
conveniencia de ofrecer algunas interpretaciones y significados de esas
enfermedades de los líderes desde el enfoque del desarrollo humano, sin un interés
religioso, ya que no profeso o ejerzo alguna religión. El objetivo es incitar a una
reflexión que ayude a comprender el origen de las enfermedades, las
consecuencias de su agravación y propagación y su posible curación o vacunación,
y plantear caminos para alcanzar un mayor crecimiento, para ser líderes de más
nivel.
Debo confesar que la tarea me tomó mucho más tiempo que a Hamel la suya y que
yo no veo algún riesgo al utilizar la versión del Papa -y mucho menos la de Hamel-
para proponer esas interpretaciones y significados. La importancia de trabajar en el
tema está señalada por el mismo Papa, cuando escribe que el equipo de liderazgo [la
Curia] está llamado constantemente a mejorar y a crecer en armonía y sabiduría, a fin de
llevar a cabo plenamente su misión; y también por Hamel, quien afirma que los líderes
deben de mantenerse a un alto nivel o son susceptibles a adquirir enfermedades debilitantes,
incluidas la arrogancia, la intolerancia, la miopía, la mezquindad. Cuando esas
enfermedades no se tratan, la organización se debilita.
II. Introducción.
Nuestros actos, conductas y comportamientos se originan y están determinados,
entre otros factores personales y circunstanciales, por las actitudes que
presentamos y los hábitos que hemos adquirido, ya que una actitud repetida
muchas veces se transforma en un hábito. La mayoría de nuestras actitudes y
hábitos están arraigados en los grupos sociales donde nacemos y nos
desarrollamos, y se relacionan entre sí, con lo que en muchos casos es difícil
establecer una clara línea divisoria entre ellos. De niños las aprendemos en el seno
familiar, al convivir con sus integrantes durante el proceso de "educación", por la
presión que ejercen nuestros familiares para que nos comportemos en formas que
ellos consideran correctas, al imitar las que vemos en los mismos, así como a la
repetición de creencias aprendidas de generación en generación, que contienen
prejuicios -opiniones o juicios anticipados sobre alguna cosa o persona, que
3
distorsionan la percepción y el pensamiento-, estereotipos -generalizaciones
inflexibles de tipo racial, religioso, social, étnico, económico, intelectual, de género,
etcétera, sobre una persona o grupo de ellas, en forma de opiniones generalmente
negativas, concebidas sin evidencias, irracionalmente conservadas, cargadas de
preferencias, impregnadas de afectos y desagrados, unidas a temores, a fuertes
deseos y a conceptos como el orgullo, el honor o la esperanza- y
convencionalismos -ideas, valores, opiniones, actitudes y hábitos, usos y
costumbres, que se consideran verdaderos, basados en acuerdos implícitos o
explícitos, más que en realidades, valorados dentro de los grupos sociales, que
rigen el comportamiento personal y social-. Sobra decir que la mayoría de las tres
creencias son parciales o están equivocadas, son comunes a los todos los seres
humanos, aunque cada uno los tiene en diferentes tipo, amplitud, intensidad o
gravedad. Lo importante es que provocan muchos de los errores que cometemos al
pensar y actuar, lo que afecta nuestra calidad de vida.
La observación, la que nos permite apreciarnos y apreciar nuestro entorno, llenos de objetos
visibles, imaginados y escondidos, es la mejor herramienta para descubrir los planos de una
vida plena y útil.
Las actitudes y hábitos se refuerzan o cambian bajo la influencia recibida de los
grupos sociales con los que interactuamos durante nuestra vida, porque sus
integrantes desean que nos comportemos de acuerdo a sus reglas. Para lograr una
vida satisfactoria y plena es muy útil:
4
- Realizar introspección, observar nuestra propia conciencia y nuestros estados de
ánimo para reflexionar sobre ellos y así adquirir conocimiento sobre nosotros.
- Prestar atención a nuestros actos, conductas y comportamientos, para aprender a
reconocer los inadecuados, sus orígenes y posibles consecuencias en los ambientes
social y natural, y la manera de repararlas, iniciando, así, un proceso de
reeducación para cambiarlos o evitarlos.
- Elegir un sistema de principios -normas de conducta que han evidenciado tener
un valor universal y que funcionan como faros para orientar nuestro desarrollo y
felicidad.
- Definir una escala personal de valores -bienes que descubrimos y elegimos de
forma consciente y libre, que buscamos poder realizar y que queremos que sean
reconocidos por los demás-.
- Y determinar un conjunto de virtudes -altas cualidades personales, que nos
permiten tener la propensión, facilidad y prontitud para reconocer el bien y hacer
lo correcto, proporcionándonos ventajas para hacerlo-, que sirvan para enriquecer
nuestra vida y permitan mostrar a los demás, a través de nuestros actos, lo que
somos y valemos. En el extremo contrario a una virtud está un vicio, y entre los
dos existen infinidad de comportamientos intermedios.
Durante nuestro desarrollo sufriremos tropiezos y caídas que, bien reflexionados,
serán las experiencias que servirán para adquirir conocimientos valiosos y útiles
para ser mejores personas, mejores líderes. En este mismo sentido, lograremos
establecer visiones -imágenes deseables del futuro para los entornos que queremos
mejorar- cada vez más amplias, profundas y de mayor impacto para, con ellas,
definir nuestras misiones -lo que pensamos que nos toca hacer para lograr nuestra
visión, lo que nos hace sentir vivos, nuestra razón de ser- y los objetivos y metas
para alcanzarlas, que son las acciones planeadas y decididas a través de la
creatividad, la reflexión, la crítica y el juicio, que le darán un propósito y un
sentido a nuestras vidas y, con él, un significado1
, dándonos la convicción de que
nosotros dirigimos nuestra vida. Además, a través de estos procesos
aumentaremos nuestros niveles de pensamiento crítico y creativo, aprendizaje
exacto y profundo, autenticidad personal, desarrollo humano y liderazgo, que
retroalimentarán y fortalecerán nuestras capacidades de introspección, autocrítica
y autoconocimiento, con lo que iremos alcanzando un mayor nivel de los primeros,
creando un ciclo virtuoso basado en nuestro pensamiento. Aprender a pensar es
1
Esto es válido para la mayoría de las personas; no para aquellas que han escogido dedicarse a la vida de
religioso ya que, en principio, no necesitarían darle un sentido a su vida, pues su amor a Dios, a ellos mismos
y a sus semejantes, sería suficiente para dársela. No obstante, muchas personas que han ingresado a ese
tipo de vida no lo hicieron por esta vocación, sino porque no tuvieron acceso a una mejor alternativa al
"prepararse" para enfrentar la vida y encontrar un medio de supervivencia; de ahí que nunca tuvieron una
visión que alcanzar y menos una misión que cumplir, que para los religiosos está clara, o debería estarlo.
5
fundamental; esto se aprecia en un comentario de Richard Paul y Linda Elder,
mucho de nuestro pensar, por sí solo, es arbitrario, distorsionado, parcializado,
desinformado o prejuiciado. Sin embargo, nuestra calidad de vida y de lo que producimos,
hacemos o construimos depende, precisamente, de la calidad de nuestro pensamiento. El
pensamiento de mala calidad cuesta tanto en dinero como en calidad de vida [3].
Un líder de alto nivel es quien alcanzó un alto nivel de desarrollo y, con él, las
capacidades para imaginar vívidamente los efectos futuros de sus acciones,
sentirse cómodo con el cambio y la incertidumbre, tolerar el conflicto,
comprometerse con los múltiples aspectos de la vida, enfocarse al bien común y no
sólo al suyo o al de su grupo, resolver conflictos que beneficien a todas las partes
involucradas, tener un profundo significado y un alto propósito de vida, balancear
sus creencias con las necesidades de otros, establecer y conjuntar visiones que
incluyan ámbitos diferentes al suyo, preocuparse por las necesidades humanas y
tener un fuerte compromiso hacia la sociedad y el ambiente.
III. Planteamiento y discusión.
Primero se transcriben las 15 enfermedades o males de los integrantes de la Curia,
señalados por el Papa Francisco (P. F.); después de cada uno, se presenta la
traducción de Gary Hamel (G. H.) a la jerga corporativa quien usa, con frecuencia,
citas textuales del Papa; al último y en el mismo orden, están los conceptos que yo,
Guillermo Salas (G. S.) atraigo y presento desde el ámbito del desarrollo humano.
Las 15 enfermedades, su traducción y posibles significados.
P. F. 1. La enfermedad de sentirse "inmortal", "inmune", e incluso
"indispensable", descuidando los controles necesarios y normales. Una curia que
no se autocritica, que no se actualiza, que no busca mejorarse, es un cuerpo
enfermo. Una simple visita a los cementerios podría ayudarnos a ver los nombres
de tantas personas, alguna de las cuales pensaba quizás ser inmortal, inmune e
indispensable. Es la enfermedad del rico insensato del evangelio, que pensaba vivir
eternamente, y también de aquellos que se convierten en amos, y se sienten
superiores a todos, y no al servicio de todos. Esta enfermedad se deriva a menudo
de la patología del poder, del complejo de elegidos, del narcisismo que mira
apasionadamente la propia imagen y no ve la imagen de Dios impresa en el rostro
de los otros, especialmente de los más débiles y necesitados. El antídoto contra esta
epidemia es la gracia de sentirse pecadores y decir de todo corazón: "Somos siervos
inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer".
G. H. Y por tanto, el rechazo a la necesidad de comprobarlo regularmente. Un
equipo líder que no es crítico consigo mismo, que no está al día de las cosas y que
6
no busca adecuarse, es un cuerpo enfermo. Un simple vistazo al cementerio podría
ayudarnos a ver los nombres de muchas personas que pensaban que eran
inmortales, inmunes, e indispensables. Es la enfermedad de los que se convierten
en amos y señores, que piensan de sí mismos que están por encima de los demás y
no a su servicio. Es la patología del poder y viene de un complejo de superioridad,
de un narcisismo que mira apasionadamente la propia imagen y no ve el rostro de
los otros, especialmente de los más débiles y de los más necesitados. El antídoto a
esta plaga es la humildad, para decirlo con el corazón: "Soy simplemente un
servidor. He hecho lo que era mi deber".
G. S. Sentirse y comportarse como superior a los demás es un hábito egocéntrico,
inculcado por la familia y reforzado por la sociedad, el cual hace sentirnos
orgullosos, los mejores, superiores a cualquiera. De manera casi natural, sin
pensar, hacemos extensivo ese sentimiento de superioridad a todas las personas,
instituciones y creencias cercanas a nosotros, haciéndolas las mejores y, por lo
tanto, las "verdaderas" (nación, familia, religión, pensamiento, raza, origen,
conocimientos, valores, grupos sociales, amigos, escuelas, filosofías, ideologías,
etc.), llevándonos a creer que “los que no son como nosotros" son inferiores, menos
humanos, haciendo que "todo lo suyo" sea falso. Cuando tenemos que enfrentar
realidades que contradicen nuestras "verdades", sentimos tal desagrado que las
evadimos utilizando la auto-adulación, con la cual dificultamos más la objetividad
e imparcialidad de nuestro pensamiento. La máxima expresión de superioridad
está en la soberbia, que es la verdadera enfermedad; los síntomas son sentirse
inmortal, inmune o indispensable, aunque hay muchas otras maneras y caminos
para expresarla, como a través del deporte, la academia, el estudio, el dinero, la
fama, etcétera. La soberbia, el vicio, puede combatirse con la modestia, que
significa moderar nuestras acciones externas y anular la vanidad y el engreimiento;
y con la virtud de la humildad, que significa tener conciencia de que nuestro
conocimiento y lógica tienen límites, ser congruentes con nuestro pensar al actuar,
no pretender ser y saber más de lo que realmente somos y sabemos, permanecer
abiertos a la crítica y a la ayuda de los demás, reconocer los fundamentos lógicos o
la falta de ellos en nuestras acciones, creencias y pensamientos y valorar el servicio
a los demás.
Por otro lado, es obvio que sentirnos superiores se debe a un autoengaño, otro mal
hábito egocéntrico, que aumenta conforme recibimos grados, puestos, premios,
distinciones, alabanzas, etcétera, y con ellos sentimos que los merecemos y somos
lo máximo, con lo cual los sentimientos de superioridad, orgullo y soberbia
aumentan, y con ellos el autoengaño, en un círculo vicioso que nos marea y nos
impide percibir y reflexionar adecuadamente; tanto puede hacerlo, que podemos
llegar a sentir, de manera extrema, que somos indispensables y merecedores de
trascendencia e inmortalidad. El autoengaño es muy común y nos tienta a todos a
través múltiples facetas. Acostumbramos mentirnos por inseguridad, porque no
hemos crecido, por inmadurez. En otros aspectos, sólo auto engañándonos
podemos cambiar de parecer, olvidándonos de cualquier cosa que hayamos
7
afirmado en el pasado, si no apoya o confirma nuestro actual punto de vista; no
aceptamos que somos culpables, adictos o enfermos o que no somos tan
competentes y expertos como intentamos hacer creer. El autoengaño es uno de los
hábitos más molestos, pero se puede combatir con la honestidad e integridad,
desarrolladas a través de la introspección. Ser honesto e íntegro -genuino y
auténtico- significa conservar nuestras características naturales, ser lo que
parecemos, ser verdaderos y no simular por conveniencia; tener un apego a la
verdad y a la justicia, más allá de las buenas intenciones; actuar pensando en el
bien común; respetarse a sí mismo y a los demás, sin distinción; y expresarse
con sinceridad, aunque al principio no nos sintamos perspicaces.
Sentirse único e irrepetible está bien, pero sin quedar aislado por la coraza dorada del ego,
que no cae en cuenta del otro.
P. F. 2. Otro: La enfermedad del "martalismo" (que viene de Marta), de la
excesiva laboriosidad, es decir, el de aquellos enfrascados en el trabajo, dejando de
lado, inevitablemente, "la mejor parte": el estar sentados a los pies de Jesús. Por
eso, Jesús llamó a sus discípulos a "descansar un poco", porque descuidar el
necesario descanso conduce al estrés y la agitación. Un tiempo de reposo, para
quien ha completado su misión, es necesario, obligado, y debe ser vivido en serio:
en pasar algún tiempo con la familia y respetar las vacaciones como un momento
de recarga espiritual y física; hay que aprender lo que enseña el Eclesiastés: "Todo
tiene su tiempo, cada cosa su momento".
8
G. H. Afecta a los que están inmersos en el trabajo y se niegan a sí mismos la
oportunidad del descanso, lo que conduce al estrés y a la agitación. Un tiempo de
descanso para los que han completado su trabajo es necesario, obligatorio y debe
ser tomado seriamente: pasando tiempo con la familia y respetando los días
festivos como momentos para recargarse.
G. S. El significado de ésta enfermedad es el mismo que para la número 3.
El trabajo es vital, pero no se lo puede mirar como un monumento que domina la totalidad
de la vida. Hay tiempo para todo y los alrededores son amplios y atractivos, pero hay que
observarlos y disfrutarlos.
P. F. 3. También existe la enfermedad de la "petrificación" mental y espiritual, es
decir, el de aquellos que tienen un corazón de piedra y son "duros de cerviz"; de
los que, a lo largo del camino, pierden la serenidad interior, la vivacidad y la
audacia, y se esconden detrás de los papeles, convirtiéndose en "máquinas de
legajos", en vez de en "hombres de Dios". Es peligroso perder la sensibilidad
humana necesaria para hacernos llorar con los que lloran y alegrarnos con quienes
se alegran. Es la enfermedad de quien pierde "los sentimientos propios de Cristo
Jesús", porque su corazón, con el paso del tiempo, se endurece y se hace incapaz de
amar incondicionalmente al Padre y al prójimo. Ser cristiano, en efecto, significa
tener "los sentimientos propios de Cristo Jesús", sentimientos de humildad y
entrega, de desprendimiento y generosidad.
G. H. Los líderes de corazón de piedra, la dura cerviz. Aquellos que con el tiempo
pierden su serenidad interior, ya no están alertas ni son desafiantes, y se esconden
bajo una pila de papeles, convirtiéndose en administradores de papeles y no en
hombres y mujeres compasivos ¡Es peligroso perder la sensibilidad humana que
9
permite llorar con los que lloran y alegrarse con los que se alegran! Debido al paso
del tiempo, nuestros corazones se endurecen y se vuelven incapaces de amar a
todos los que nos rodean. Ser un líder humano significa tener sentimientos de
humildad y filantropía, de desprendimiento y generosidad.
G. S. Las personas que sufren de las enfermedades 2 y 3 tienen el hábito de
desgastarse -ya que se ocupan mucho del trabajo- o de enfrascarse en una sola
actividad, lo que les impide ejercitarse intelectual, física, emocional y
espiritualmente para renovarse o superarse, separándose así de cualquier fuente de
inspiración que permitiera su desarrollo integral. Por pereza -el vicio, la verdadera
enfermedad-, se mantienen en su zona de confort, evitando la virtud de la
diligencia y, con ella, la renovación y el crecimiento, lo que los desconecta de los
múltiples aspectos del mundo y de la vida, petrificándolos, perdiendo la
flexibilidad, que les impide tener cualquier capacidad de cambio, que puedan
comprometerse afectivamente con las personas y que se enfoquen al bien común.
No disfrutan de la compañía humana; tienen una vida vacía, que al no saber cómo
llenar, lo hacen con actividades y otras cosas; como el trabajo es algo que
inevitablemente deben hacer, le dan la máxima importancia a la productividad y
así van llenando su vida y quedando encerrados en un duro caparazón. Sin
embargo, sentir que su trabajo es importante le da un sentido a su vida, sin pensar
y entender que transitando por este camino van perdiendo humanidad,
convirtiéndose en máquinas frías con corazón de mármol, duras e insatisfechas,
incapaces de tener la mínima empatía hacia los otros. El peligro está en que pueden
desarrollar una incapacidad para conmoverse ante cualquier sentimiento, con lo
que sus prioridades y decisiones nada tendrán que ver con cualquier tipo de vida,
pudiendo llegar a cometer actos contrarios a la naturaleza y al humanismo, lo
fundamental en la vida.
Es bueno organizar las cosas y registrarlas en ideas y papeles, pero sin que el árbol o las
personas sean meras representaciones, perdiendo su verde esencia el uno y su profunda
espiritualidad las otras.
10
P. F. 4. La enfermedad de la planificación excesiva y el funcionalismo. Cuando el
apóstol programa todo minuciosamente y cree que, con una perfecta planificación,
las cosas progresan efectivamente, se convierte en un contable o gestor. Es
necesario preparar todo bien, pero sin caer nunca en la tentación de querer
encerrar y pilotar la libertad del Espíritu Santo, que sigue siendo más grande, más
generoso que todos los planes humanos. Se cae en esta enfermedad porque
"siempre es más fácil y cómodo instalarse en las propias posiciones estáticas e
inamovibles. En realidad, la Iglesia se muestra fiel al Espíritu Santo en la medida
en que no pretende regularlo ni domesticarlo... ¡domesticar al espíritu Santo!, él es
frescura, fantasía, novedad" El entrecomillado es porque cita a Benedicto XVI [4].
Vale la pena mirar las cosas desde arriba y planear, pero sin ponerse una corona real que dé
lugar a un poder absoluto, declarando que como ya está decidido y planeado, así es y no se
diga más.
G. H. Afecta al líder que planea todo hasta el último detalle y cree que con el
planeamiento perfecto todo estará bien. Ese líder se vuelve un “contabilizador” o
un administrador de una oficina. Las cosas deben prepararse bien, pero sin caer en
la tentación de eliminar toda forma de espontaneidad, que es siempre más flexible
que cualquier planeación humana. Contraemos esta enfermedad porque es fácil y
cómodo instalarse en nuestras propias puntos de vista sedentarios e inmutables.
G. S. Aunque no existe la perfección en el Universo, algunas personas creen que sí
y que con una planeación exacta todo funcionará perfectamente. Son individuos
que tienen la necesidad de controlarlo todo y a todos; como el control excesivo se
origina en el miedo, fácilmente dejan fuera a la libertad, al amor y al humanismo;
los planificadores y funcionalistas se vuelven burócratas inflexibles y rígidos, que
creen que con el pensamiento crítico pueden solucionarlo todo, olvidando que la
11
lógica, la razón y el conocimiento tienen fuertes limitaciones y que sus propios
prejuicios tienen preferencias, como todo lo humano. Sin embargo, sienten el deseo
de domesticar la imperfecta realidad del mundo, cerrándose a la flexibilidad, al
cambio, a la adaptación, a las ideas novedosas, a la imaginación, ficción y fantasía,
que son intrínsecas en los cambios en el Universo y por ende, en la vida.
P. F. 5. La enfermedad de una falta de coordinación. Cuando los miembros
pierden la comunión entre ellos, el cuerpo pierde su armoniosa funcionalidad y su
templanza, convirtiéndose en una orquesta que produce ruido, porque sus
miembros no cooperan y no viven el espíritu de comunión y de equipo. Como
cuando el pie dice al brazo: "No te necesito", o la mano a la cabeza: "Yo soy la que
mando", causando así malestar y escándalo.
G. H. Se evidencia cuando los líderes pierden el sentido de comunidad entre ellos.
El cuerpo pierde su funcionamiento armonioso y su equilibrio. Entonces la
organización es como una orquesta que hace ruido. Sus miembros no trabajan
juntos y pierden el espíritu de camaradería y de trabajo en equipo. Cuando el pie le
dice al brazo: ¡No te necesito!; o la mano le dice a la cabeza: ¡Yo estoy al mando!
Crean incomodidad y estrechez de miras.
Hay que cultivar la colaboración, la co-creación, el trabajo conjunto, para que nuestra vida
funcione como un árbol que da frutos de trabajo en red, de manos y brazos unidos, cada uno
con sus colores especiales.
12
G. S. Estas personas tienen dos malos hábitos egocéntricos, nunca cooperar y creer
que cuando otro gana, ellos pierden. Son soberbios y egoístas, condicionados para
ver la vida como una competencia perversa y con la idea de que, para sobresalir,
hay que pasar por encima de cualquiera. Se sienten mejores que los demás; son
individualistas incapacitados para percibir las diversas y enormes cualidades
humanas y la satisfacción que representa aportarlas para trabajar en equipo y con
sinergia, durante la búsqueda y encuentro de soluciones a problemas donde todos
los involucrados pueden ganar. Hacerlo requiere del conocimiento de los demás,
de sus necesidades y deseos y, para ello, de las actitudes relativas a la empatía,
tales como lograr involucrarse en diálogos creativos, donde las personas puedan
expresarse auténticamente; escuchar activamente a todos los interlocutores, porque
se tiene el deseo genuino de conocerlos y comprenderlos; ser receptivo a diferentes
puntos de vista y opiniones; tener interés por la calidad de vida, el proceso de la
experiencia humana y el mejoramiento de las relaciones; tener una curiosidad real
acerca de los marcos de referencia de los otros, más si difieren de los nuestros;
crear profundas relaciones interdependientes y colaboraciones compartidas, donde
el compromiso mutuo y el respeto a la autonomía individual se vivan como
opuestos complementarios; y ser capaz de imaginar ser otra persona enfrentando
situaciones, al tiempo que se perciben sus pensamiento y sentimientos. Un líder de
alto nivel requiere de estos logros.
P. F. 6. También existe la enfermedad del "Alzheimer espiritual", es decir, el
olvido de la "historia de la salvación", de la historia personal con el Señor, del
"primer amor". Es una disminución progresiva de las facultades espirituales que,
en un período de tiempo más largo o más corto, causa una grave discapacidad de
la persona, por lo que se hace incapaz de llevar a cabo cualquier actividad
autónoma, viviendo un estado de dependencia absoluta de su manera de ver, a
menudo imaginaria. Lo vemos en los que han perdido el recuerdo de su encuentro
con el Señor; en los que no tienen sentido "deuteronómico" de la vida; en los que
dependen completamente de su presente, de sus pasiones, caprichos y manías; en
los que construyen muros y costumbres en torno a sí, haciéndose cada vez más
esclavos de los ídolos que han fraguado con sus propias manos.
G. H. Consiste en perder la memoria de los que nos nutrieron, fueron nuestros
mentores y nos apoyaron en nuestro camino. Esto lo vemos en aquellos que han
perdido la memoria de sus encuentros con los grandes líderes que los inspiraron;
en los que están completamente atrapados en el momento presente, en sus
pasiones, caprichos y obsesiones; en los que construyen muros y rutinas alrededor
de sí mismos, y así terminan convirtiéndose cada vez más en los esclavos de los
ídolos tallados por sus propias manos.
G. S. Cuando el P.F. menciona el sentido deuteronómico de la vida, el que viene
del enamoramiento de una persona con Dios durante su primer encuentro, se está
refiriendo a vivir de acuerdo a las enseñanzas de Dios. Es posible que las personas
13
que sufren de esta enfermedad espiritual no hayan perdido ni el enamoramiento
con Dios ni el sentido deuteronómico de la vida porque, posiblemente, nunca los
tuvieron, con lo que nunca pudieron darle un sentido y significado a su vida.
Sin un sentido ni un significado para nuestra vida, nuestras decisiones estarán en
función de nuestras conveniencias inmediatas, de lo que dicten nuestros deseos y
ambiciones, muchos de ellos vicios. Con ello habremos olvidado a los grandes
humanos que pueden inspirarnos, nuestros padres, abuelos, maestros y líderes que
nos enriquecieron, y habremos anulado cualquier posibilidad de congruencia entre
el pensar y el hacer. Es decir, nos dedicaremos a hacer actividades no
reflexionadas, aquellas a las que nos empuje nuestra caprichosa personalidad o a
las que nos aconseje nuestro desordenado y prejuiciado pensamiento, sin que nos
importen las consecuencias.
Hay que reconocer a los grandes líderes que nos han inspirado y nos inspiran, hay que
apreciar a los otros, sus valores. Hay que resaltar al otro.
P. F. 7. La enfermedad de la rivalidad y la vanagloria. Es cuando la apariencia, el
color de los atuendos y las insignias de honor se convierten en el objetivo principal
de la vida, olvidando las palabras de san Pablo: "No obréis por vanidad ni por
ostentación, considerando a los demás por la humildad como superiores. No os
encerréis en vuestros intereses, sino buscad todos el interés de los demás". Es la
enfermedad que nos lleva a ser hombres y mujeres falsos, y vivir un falso
"misticismo" y un falso "quietismo". El mismo san Pablo los define "enemigos de la
cruz de Cristo", porque su gloria "está en su vergüenza; y no piensan más que en
las cosas de la tierra".
14
G. H. Cuando las apariencias, nuestras gratificaciones y nuestros títulos se
convierten en el objeto primario de la vida, nos olvidamos de nuestro deber
fundamental como líderes, -”Nada hagáis por egoísmo o por vanagloria, sino con
humildad, estimando los demás como superiores a nosotros mismos.”-. Como
líderes tenemos que mirar no solo nuestros propios intereses sino también los
intereses de los demás.
G. S. La vanidad es el orgullo de las personas que tienen en muy alto concepto sus
méritos, posesiones y atributos, y la necesidad excesiva de ser y sentirse admirado
y estimado por tenerlos; y la ostentación es hacer un alarde excesivo de lujo y
poder, de riqueza y dominio, atributos o méritos, que intenta mostrar nuestra
mayor valía respecto a los demás. Las personas se exhiben públicamente por
vanidad o presunción, síntomas que expresan las verdaderas enfermedades, los
vicios de soberbia y avaricia, las cuales se combaten con humildad y generosidad;
esta es ayudar y dar a los demás lo que necesiten sin nada a cambio. Ser humilde
significa carecer de pretensiones, jactancia, orgullo o engreimiento, que se tienen
cuando uno desea mostrar superioridad. Nos auto engañamos al sentirnos
superiores. Pretendemos ser y tener más de lo que somos y tenemos porque, en
realidad, no hemos crecido, somos inmaduros, tenemos miedo y nos sentimos
inseguros. La principal arma de la humildad es la valentía, sobre todo para abrirse
a la posibilidad de aceptar que podemos ser falsos o estar equivocados. Ser
valiente es ser imparcial, para no aceptar pasivamente lo que hemos aprendido,
buscar la falsedad o la distorsión en las opiniones que tenemos afianzadas y
consideramos verdaderas, y tener una gran entereza para aceptar los riesgos que
conlleva enfrentar las consecuencias de no ser conformistas, subordinados o
sumisos.
Hay que buscar la autoestima y la capacidad de auto-referencia…sin olvidar que somos
seres comunitarios
15
P. F. 8. La enfermedad de la esquizofrenia existencial. Es la enfermedad de quien
tiene una doble vida, fruto de la hipocresía típica de los mediocres y del progresivo
vacío espiritual, que grados o títulos académicos no pueden colmar. Es una
enfermedad que afecta a menudo a quien, abandonando el servicio pastoral, se
limita a los asuntos burocráticos, perdiendo así el contacto con la realidad, con las
personas concretas. De este modo, crea su mundo paralelo, donde deja de lado
todo lo que enseña severamente a los demás y comienza a vivir una vida oculta y
con frecuencia disoluta. Para esta enfermedad gravísima, la conversión es más bien
urgente e indispensable.
G. H. De los que viven una doble vida, el fruto de la típica hipocresía del mediocre
y del vacío emocional progresivo que ningún logro o título puede llenar. Es una
enfermedad que con frecuencia golpea a los que no están directamente en relación
con los clientes y los empleados ‘ordinarios’ y se limitan a los asuntos burocráticos,
perdiendo así contacto con la realidad, con la gente concreta.
Hay que ir unificando nuestro ser, para que no haya dos caras. Eso lo logramos a través del
contacto con la realidad, por medio de la propia observación, de la práctica de las virtudes y
los valores, para pulir nuestros aspectos mejorables
16
G. S. Quienes llevan una doble vida carecen de integridad; son simuladores que no
tienen la capacidad de reconocer la necesidad de ser íntegros en el pensar, de
someterse al mismo rigor de evidencia y prueba que le exigen a los demás, de
practicar lo que predican y de admitir las incongruencias entre su pensar y su
actuar. Si se vive una vida disoluta las enfermedades serían la lujuria y la gula. Ser
íntegro se relaciona al deseo consciente de recordar las veces en que se ha estado
equivocado, cuando se creía estar en lo correcto, y a la capacidad de imaginar que
se está en esa misma situación. No llevar una vida hipócrita requiere de prudencia,
para anular nuestros deseos, y de templanza, para que la razón controle los
propios cuerpo y mente, nos impida ser arrastrados por la pasión y mantenga
nuestros deseos dentro de la honestidad. La virtud de la templanza significa tener
una auto regulación eficiente, con la que conocemos y controlamos nuestras
emociones, motivaciones y comportamientos, sin necesidad de una ayuda externa;
es una especie de humildad, de negación de una parte de nosotros mismos para
poder obrar bien, que termina siendo generosa con nosotros y los demás. Con ella
combatimos todos los excesos, sin ella, tenemos serios problemas personales y
sociales.
P. F. 9. La enfermedad de la cháchara, de la murmuración y del chismorreo. De
esta enfermedad ya he hablado muchas veces, pero nunca será bastante. Es una
enfermedad grave, que tal vez comienza simplemente por charlar, pero que luego
se va apoderando de la persona hasta convertirla en "sembradora de cizaña" (como
Satanás), y muchas veces en "homicida a sangre fría" de la fama de sus propios
colegas y hermanos. Es la enfermedad de los bellacos que, no teniendo valor para
hablar directamente, hablan a sus espaldas. San Pablo nos amonesta: "Hacedlo
todo sin murmuraciones ni discusiones, para ser irreprensibles e inocentes".
Hermanos, ¡guardémonos del terrorismo de las habladurías!
Hay que evitar que se formen enredos en las comunicaciones y evitar que se establezcan
relaciones de víctima-victimario-salvador, no importa qué tan coloridos y entretenidos se
vean las acusaciones, los chismes y las habladurías.
17
G. H. Esta es una enfermedad grave que comienza simplemente o incluso con una
pequeña conversación y toma a una persona, haciéndola ‘sembradora de mala
hierba’ y en muchos casos, un asesino a sangre fría del buen nombre de los colegas.
Es la enfermedad de los cobardes que no tienen la valentía de hablar directamente,
sino que hablan a espaldas de los demás. ¡Estemos en guardia contra el terrorismo
de los chismes!
G. S. Envidiar significa tener una mezcla imprecisa de sentimientos personales de
tristeza, enojo, frustración o pesar por los bienes ajenos, que impide la paz interior.
Hablar mal del prójimo, difamarlo por envidia -un vicio-, es una de las reacciones
cobardes más comunes que nos provoca el sentimiento, cuya consecuencia grave
para el difamado es perder el prestigio y la reputación, algunos de sus más
importantes posesiones y, para el difamador, el aumento de la inquietud interior y
la pérdida de su autoestima y prestigio, cuando es sorprendido difamando. Quien
difama lo hace por impulso, al reaccionar ante el sentimiento de envidia; los
difamadores sólo pueden reaccionar porque no han aprendido a pensar, con lo que
podrían controlar su propia vida. La integridad y la humanidad son los correctivos
de la envidia; la integridad significa que se debe pensar primero en someterse al
mismo rigor de conducta que se le exige a los demás y admitir que sus acciones
son inconsistentes; y la humanidad significa conformarse, hacer más por las
personas que lo simplemente justo, ser altruista, caritativo y tener un
comportamiento pro-social.
P. F. 10. La enfermedad de divinizar a los jefes: es la enfermedad de quienes
cortejan a los superiores, esperando obtener su benevolencia. Son víctimas del
arribismo y el oportunismo, honran a las personas y no a Dios. Son personas que
viven el servicio pensando sólo en lo que pueden conseguir y no en lo que deben
dar. Son seres mezquinos, infelices e inspirados únicamente por su egoísmo fatal.
Esta enfermedad también puede afectar a los superiores, cuando halagan a algunos
colaboradores para conseguir su sumisión, lealtad y dependencia psicológica, pero
el resultado final es una auténtica complicidad.
G. H. Esta es la enfermedad de los que cortejan a sus superiores con la esperanza
de ganar su favor. Son víctimas del arribismo y del oportunismo, dan honores a
personas (en vez de a la misión más amplia de la organización). Piensan solamente
en lo que pueden obtener y no en lo que pueden dar, son personas de mente
pequeña, infelices e inspiradas solo en su propio egoísmo letal. Los mismos
superiores pueden verse afectados por esta enfermedad, cuando tratan de obtener
la sumisión, la lealtad y la dependencia psicológica de sus subordinados, pero el
resultado final es una complicidad malsana.
18
Hay que respetar y apoyar a los que tienen responsabilidades de mando. Pero no ponerlos
en un pedestal de poder absoluto del cual dependemos, renunciando a nuestra
independencia y creatividad.
G. S. Significa que muchas personas se someten a las costumbres y opiniones de
quienes tienen el poder o de la mayoría. Hacen las cosas por lo que dicen o hacen
los demás y no por lo que ellas lo piensen; sacrifican su pensamiento buscando
aceptación o no piensan por pereza. Son personas que tienen baja autoestima y
poco amor propio, a las cuales les da miedo ser diferentes, independientes o libres.
Aunque la mayoría de la gente es sensible al poder, algunos se someten más al
poderoso porque no han ejercido su facultad de pensamiento y no pueden apreciar
las ventajas de hacerlo, o porque son plenamente conscientes de su sumisión, pero
buscan las prebendas que del poder pueden obtener, sin que les importe sacrificar
su propio pensamiento; los poderosos lo saben bien y se aprovechan, creando una
simbiosis perversa entre ambos, poderoso y sumiso. No hay que olvidar que mi
pensamiento soy yo y al venderlo me estoy vendiendo. El sometimiento a otros de
mi pensamiento es el síntoma, la verdadera enfermedad, el vicio, es la pereza, que
es la falta de ganas o disposición para hacer lo que se debe; esta se debe combatir
con la diligencia.
P. F. 11. La enfermedad de la indiferencia hacia los demás. Se da cuando cada
uno piensa sólo en sí mismo y pierde la sinceridad y el calor de las relaciones
humanas. Cuando el más experto no pone su saber al servicio de los colegas con
menos experiencia. Cuando se tiene conocimiento de algo y lo retiene para sí, en
lugar de compartirlo positivamente con los demás. Cuando, por celos o pillería, se
alegra de la caída del otro, en vez de levantarlo y animarlo.
G. H. Cuando el líder piensa solo en sí mismo y pierde la sinceridad y la calidez de
las relaciones humanas genuinas. Cuando la persona con más conocimientos no se
19
pone al servicio de los colegas que menos saben, cuando se aprende algo y se
guarda solo para uno mismo en vez de compartirlo de manera que ayude a otros,
cuando por los celos o el engaño uno se alegra por ver caer a otros en vez de
ayudarlos o alentarlos.
G. S. El egoísmo significa el amor excesivo que una persona siente hacia sí misma,
su propio interés y conveniencia; al egoísta no le importa el beneficio del prójimo y
es incapaz de cooperar, por lo que no puede trabajar en equipo. El egoísta es un
individualista; el individualismo es el resultado del fascismo, del totalitarismo y
del absolutismo, donde el Estado lo favoreció, aunque se haya sacrificado el
bienestar del resto de la sociedad. Su difusión y aceptación mundial originó la
destrucción de toda la confianza en las relaciones interpersonales. La posibilidad
de cura para los egoístas está en las fortalezas interpersonales, en la empatía y el
humanismo.
Hay que apostar por la colaboración y la unidad, desterrando la indiferencia y dando color a
nuestros apretones de manos.
P. F. 12. La enfermedad de la cara fúnebre. Es decir, el de las personas rudas y
sombrías, que creen que, para ser serias, es preciso untarse la cara de melancolía,
de severidad, y tratar a los otros -especialmente a los que considera inferiores- con
rigidez, dureza y arrogancia. En realidad, la severidad teatral y el pesimismo
20
estéril son frecuentemente síntomas de miedo e inseguridad de sí mismos. El
apóstol debe esforzarse por ser una persona educada, serena, entusiasta y alegre,
que transmite alegría allá donde esté. Un corazón lleno de Dios es un corazón feliz
que irradia y contagia la alegría a cuantos están a su alrededor: se le nota a simple
vista. No perdamos, pues, ese espíritu alegre, lleno de humor, e incluso auto
irónico, que nos hace personas afables, aun en situaciones difíciles ¡Cuánto bien
hace una buena dosis de humorismo! Nos hará bien recitar a menudo la oración de
santo Tomás Moro: yo la rezo todos los días, me va bien.
Hay que suavizar la dureza de los gestos, sonreír, dejar que surjan la belleza y la ternura.
21
Dame, Señor, un poco de sol, algo de trabajo y un poco de alegría. Dame el pan de cada
día, un poco de mantequilla, una buena digestión y algo para digerir. Dame una manera
de ser que ignore el aburrimiento, los lamentos y los suspiros.
No permitas que me preocupe demasiado por esta cosa embarazosa que soy yo.
Dame, Señor, la dosis de humor suficiente como para encontrar la felicidad en esta vida
y ser provechoso para los demás. Que siempre haya en mis labios una canción, una
poesía o una historia para distraerme.
Enséñame a comprender los sufrimientos y a no ver en ellos una maldición.
Concédeme tener buen sentido, pues tengo mucha necesidad de él.
Señor, concédeme la gracia, en este momento supremo de miedo y angustia, de recurrir
al gran miedo y a la asombrosa angustia que tú experimentaste en el Monte de los Olivos
antes de tu pasión.
Haz que a fuerza de meditar tu agonía, reciba el consuelo espiritual necesario para
provecho de mi alma. Concédeme, Señor, un espíritu abandonado, sosegado, apacible,
caritativo, benévolo, dulce y compasivo.
Que en todas mis acciones, palabras y pensamientos experimente el gusto de tu Espíritu
santo y bendito. Dame, Señor, una fe plena, una esperanza firme y una ardiente caridad.
Que yo no ame a nadie contra tu voluntad, sino a todas las cosas en función de tu querer.
Rodéame de tu amor y de tu favor.
G. H. Esta enfermedad se ve en las personas sombrías y adustas que piensan que
para ser serios hay que poner cara de melancolía o severidad, y tratar a otros –
especialmente a los que se considera inferiores – con rigor, brusquedad y
arrogancia. De hecho, una muestra de gravedad y pesimismo estéril son
frecuentemente síntomas de miedo e inseguridad. Un líder debe esforzarse por ser
cortés, sereno, entusiasta y alegre, una persona que transmite alegría por donde
pasa. ¡Un corazón feliz irradia una alegría contagiosa: es evidente de inmediato!
Así que un líder nunca debe perder el sentido del humor, alegre e incluso
autocrítico, que hace a la gente amable incluso en las situaciones difíciles. ¡Qué
beneficiosa es una buena dosis de humor!
G. S. Dado que esta enfermedad está determinada por la soberbia, se aplica el
mismo significado de la enfermedad número 7 y la primera parte del significado
de la enfermedad número 1. Cabe añadir que la alegría de vivir y el humorismo
sano se desprenden del ejercicio del humanismo; la soberbia seca y agria a la gente.
P. F. 13. La enfermedad de acumular: se produce cuando el apóstol busca colmar
un vacío existencial en su corazón acumulando bienes materiales, no por
necesidad, sino sólo para sentirse seguro. En realidad, no podremos llevarnos nada
material con nosotros, porque "el sudario no tiene bolsillos", y todos nuestros
tesoros terrenos – aunque sean regalos – nunca podrán llenar ese vacío, es más, lo
harán cada vez más exigente y profundo. A estas personas el Señor les repite: "Tú
dices: Soy rico; me he enriquecido; nada me falta. Y no te das cuenta de que eres un
desgraciado, digno de compasión, pobre, ciego y desnudo... Sé, pues, ferviente y
arrepiéntete". La acumulación solamente hace más pesado el camino y lo frena
inexorablemente. Me viene a la mente una anécdota: en tiempos pasados, los
jesuitas españoles describían la Compañía de Jesús como la "caballería ligera de la
Iglesia". Recuerdo el traslado de un joven jesuita, que mientras cargaba en un
camión sus numerosos haberes: maletas, libros, objetos y regalos, oyó decir a un
viejo jesuita de sabia sonrisa que lo estaba observando: ¿Y esta sería la “caballería
ligera” de la Iglesia? Nuestros traslados son una muestra de esta enfermedad.
G. H. Del líder que trata de llenar un vacío existencial acumulando bienes
materiales, no por necesidad sino para sentirse seguro. El hecho es que no vamos a
poder llevarlos con nosotros cuando dejemos esta vida ya que "la mortaja no tiene
bolsillos" y todos nuestros tesoros nunca podrán llenar ese vacío. En vez de eso
solo lo harán más profundo y más exigente. ¡Acumular bienes solo carga e
inexorablemente ralentiza el camino!
G. S. Como se mencionó en el significado de la enfermedad número 6, encontrarle
un sentido a nuestra vida para darle un significado es muy importante. Una vida
sin sentido ni significado se siente vacía y, por tanto, tratamos de llenarla
principalmente con bienes materiales o acciones relativas a su adquisición o, si
tenemos riqueza, creemos que ella lo hará; esto va en contra del principal consejo
que ofrecen todas las religiones para alcanzar la felicidad: dejar de lado lo material.
22
Además, el excesivo deseo y logro de concentración de riqueza va de la mano del
egoísmo, comentado en el significado de la enfermedad número 11, y la avaricia,
cuya cura está en la generosidad, que significa ayudar a los demás de un modo
honesto sin esperar nada a cambio. Otro remedio está en la humildad, comentada
en el significado de la enfermedad número 7.
Hay que dar frutos de sabiduría, más que esperar del árbol de la vida acumulaciones de
riquezas y de fama.
P. F. 14. La enfermedad de los círculos cerrados, donde la pertenencia al grupo se
hace más fuerte que la pertenencia al Cuerpo y, en algunas situaciones, a Cristo
mismo. También esta enfermedad comienza siempre con buenas intenciones, pero
con el paso del tiempo esclaviza a los miembros, convirtiéndose en un cáncer que
amenaza la armonía del Cuerpo y causa tantos males -escándalos- especialmente a
nuestros hermanos más pequeños. La autodestrucción o el "fuego amigo" de los
camaradas es el peligro más engañoso. Es la enfermedad que ataca desde dentro;
es, como dice Cristo, "Todo reino dividido contra sí mismo queda asolado".
G. H. Cuando pertenecer a un grupo se hace más poderoso que la identidad
compartida. Esta enfermedad comienza con buenas intenciones, pero con el paso
del tiempo esclaviza a sus miembros y se hace un cáncer que amenaza la armonía
de las organizaciones y causa un gran daño, especialmente a los que tratamos
23
como externos a los círculos. “Fuego amigo” de nuestros compañeros de armas,
este es el peligro más insidioso. Es la enfermedad que ataca desde dentro. Como se
dice en la Biblia: “Todo reino dividido contra sí mismo es asolado”.
Hay que formar grupos abiertos, grupos de amistad para siempre, basada en el compartir,
en la evolución. Grupos iluminados por la pureza de las intenciones y el compromiso de
servicio comunitario.
G. S. Son los púberes y adolescentes quienes más tienen la necesidad de pertenecer
a un grupo, porque allí encuentran lo que les falta, identidad, fortaleza y estima;
una de las principales cualidades que distingue a los adultos es que ampliaron su
autoestima, que viene de diferenciarse de los otros por haber desarrollado sus
propias creencias, nivel logrado al aplicar el pensamiento en su vida y, con él, su
crecimiento mental y emocional. Así, lo que están evidenciando las personas que
pertenecen a un grupo cerrado es su inseguridad y falta de crecimiento, sin
importar la edad física que tengan; son como niños que muestran su sumisión a las
personas de mayor jerarquía en el grupo y que tienen el deseo oculto de tener lo
que tienen y ser como ellas. La pertenencia a un grupo, a una cofradía, también
indica soberbia, ya que no "cualquiera" puede ser admitido, porque "pocos son
como ellos"; la manifestación de soberbia puede llevar al establecimiento de
estereotipos, que llevan a realizar actos inadecuados, como la discriminación y la
intolerancia, o abominables, como la esclavitud y el exterminio.
P. F. 15. La última: la enfermedad de la ganancia mundana y del exhibicionismo,
cuando el apóstol transforma su servicio en poder, y su poder en mercancía para
obtener beneficios mundanos o más poder. Es la enfermedad de las personas que
24
buscan insaciablemente multiplicar poderes y, para ello, son capaces de calumniar,
difamar y desacreditar a los otros, incluso en los periódicos y en las revistas.
Naturalmente para exhibirse y mostrar que son más entendidos que los otros.
También esta enfermedad hace mucho daño al cuerpo, porque lleva a las personas
a justificar el uso de cualquier medio con tal de conseguir dicho objetivo, con
frecuencia ¡en nombre de la justicia y la transparencia! Y aquí me viene a la mente
el recuerdo de un sacerdote que llamaba a los periodistas para contarles -e
inventar- asuntos privados y reservados de sus hermanos y parroquianos. Para él
solamente contaba aparecer en las primeras páginas, porque así se sentía
"poderoso y atractivo", causando mucho mal a los otros y a la Iglesia. ¡Pobrecito!
Está bien desarrollar habilidades para manejar y conducir los asuntos, ejerciendo un
liderazgo basado en el servicio. Pero hay que evitar la manipulación del otro, como si fuera
un objeto.
G. H. Cuando un líder convierte su servicio en poder y lo usa para ganar cosas
materiales o para adquirir más poder. Esta es la enfermedad de personas que
insaciablemente tratan de acumular poder y para este fin están dispuestas a
engañar, difamar y desacreditar a otros, y se exhiben para mostrar que son más
capaces que otros. Esta enfermedad hace mucho daño, lleva a la gente a justificar el
uso de cualquier medio para alcanzar su objetivo, a menudo ¡en nombre de la
justicia y la transparencia! Aquí me acuerdo de un líder que acostumbraba a llamar
a los periodistas para contar e inventar asuntos privados y confidenciales
25
relacionados con sus colegas. Lo único que le preocupaba era poder verse a sí
mismo en la primera página, esto le hacía sentirse poderoso y lleno de glamour,
mientras causaba un gran daño a los demás y a la organización.
G. S. Igual que para las enfermedades número 6 y 13, la cura de esta enfermedad
está en la necesidad de darle un sentido a nuestra vida y, con él, un significado; y
en la generosidad, que combate la avaricia. La necesidad de dedicarse a una
actividad para sólo poseer poder, bienes materiales y fama de forma desmedida, a
exhibirse o a consumir constantemente alguna substancia, son algunos de los
síntomas de poseer una adicción. Una adicción se origina, entre otras cosas, en
sentir que se tiene una vida vacía, la cual se intenta llenar con ella. La adicción es
una enfermedad insaciable que crea el creciente deseo de tener una mayor
cantidad de aquello a lo que se es adicto, como con el poder y la riqueza; quien la
sufre es capaz de recurrir a cualquier medio para satisfacerla. Además, percibir
ganancias por hacer algo que es nuestra obligación, es corrupción, lo que significa
que la persona no logró hacerse de principios, tener una escala de valores y, menos
aún, identificar virtudes.
IV. Comentarios, interpretaciones y significados finales.
Parece que las enfermedades señaladas por el Papa son más bien síntomas de
enfermedades; por eso, en los significados se señalan aquellas que causan los
síntomas; tienen que ver con la falta de virtudes o con la existencia de vicios. No
sólo el cuerpo curial ha adolecido de las enfermedades y síntomas que señala el
Papa Francisco, siempre han existido en todos los seres humanos, aunque con
diferentes niveles de gravedad y consecuencias. Sin embargo, aplicando la
introspección a nuestros comportamientos, podemos decidir sanar y transformar
nuestra vida en una saludable, favoreciendo nuestro desarrollo humano y
liderazgo; esto es importante ya que, antes que ser cualquier cosa, somos humanos
y sólo el humano con un nivel de adulto es capaz de comprometerse con los
demás.
Se puede inferir que si existen enfermedades graves en personas de vida religiosa
es porque sus miembros no tuvieron o mantuvieron una vocación para esa vida o
porque no pudieron aplicar el pensamiento a sus vidas; con cualquiera de las dos
o, mejor con ambas, hubieran logrado un cambio de enfoque en su vida, se
hubieran desarrollado como humanos saludables y líderes de alto nivel y hubieran
logrado que la Iglesia Católica tuviera una mayor fortaleza para poder enfrentar
más fácilmente los retos que le ha planteado la transformación de la humanidad.
Una forma de entender la historia de la humanidad es verla como el
enfrentamiento entre personas y grupos que tienen dos enfoques divergentes; uno,
el individualista -para quienes tienen muchas de las enfermedades mencionadas y
otras más- que favorece el enriquecimiento de unos pocos a costa de la mayoría,
con lo cual se facilitan los conflictos porque, en vez de buscar el desarrollo humano
26
y el beneficio de la colectividad, sólo se deseará tener cada vez más riqueza y, con
ella, más poder y, en ocasiones, fama -que las personas comúnmente confunden
con el éxito y que fácilmente se convierten en adicciones- y los privilegios que estas
ambiciones traen consigo; y otro, el humanista, donde se alienta a que los
individuos humanamente desarrollados logren sus fines y, con ellos, el bienestar
de la mayoría, con lo cual se facilita la eliminación de las enfermedades del
liderazgo, reduciendo la posibilidad del conflicto.
En la actualidad, la enorme acumulación de riqueza en las manos de unos pocos
individualistas -las 80 personas más ricas del mundo (entre ellas algunos
mexicanos que tienen en conjunto el 7% de la riqueza mundial, que los ubica en el
3er. lugar de concentración de la riqueza mundial) tienen una fortuna igual a la
que posee el 50% más pobre de la población mundial (más de 3500 millones de
personas)- ha propiciado que su poder de compra y, con él, su poder político, haya
convertido a las democracias mundiales, establecidas y emergentes, en nuevas
oligarquías, en donde poseen los medios de comunicación, son capaces de decidir
quiénes aparentarán tener el poder político y el destino del capital, que va mucho
más a la especulación que a la inversión y el comercio, lo que explica la falta de
empleos y con lo que está determinando una nueva forma de esclavitud para la
mayoría de la población. Es claro que hoy está ganando el grupo del primer
enfoque, lo que explica el aumento de los conflictos y tensiones que vivimos.
Cuando se favoreció el individualismo y la oligarquía en Europa, con el apoyo del
absolutismo, el totalitarismo y el fascismo existentes entre el final del siglo XIX y el
inicio del XX, se dio lugar a un conflicto mundial que duró 31 años (1914-1945).
Éste presentó dos periodos bélicos, distinguidos por un coste incuantificable en
mortandad humana, a veces masiva, y una multibillonaria pérdida económica,
civil y militar; con ellos finalizó ese periodo individualista. Hoy ¿Surgirá un mega
conflicto mundial, resultado del abuso de unos cuantos sobre la mayoría de los
humanos?
Por todo lo anterior, se hace necesaria una gran oposición mundial al estatus quo y
también una enorme presión hacia las cámaras de representantes de cada país para
que se revisen y modifiquen las leyes que favorecen la oligarquía, buscando una
real igualdad de derechos y una genuina equidad humana, así como también la
inclusión de los aspectos del desarrollo humano durante todo el proceso educativo,
para que cada persona pueda conocerlos, se dé cuenta de la oportunidad que tiene
para contribuir al bienestar humano y pueda escoger lo que considere conveniente
para su vida; tal vez así se pueda equilibrar la balanza del enfrentamiento entre los
dos enfoques, porque el verdadero equilibrio entre fuerzas diferentes impide la
supremacía de una sola, permitiendo la posibilidad de convivencia entre ellas.
V. Un ejercicio enriquecedor.
27
En su escrito, Gary Hamel hace una afirmación, para luego plantear una pregunta:
Estas enfermedades son un peligro para cada líder y en cada organización, que pueden
darse a nivel comunitario y a nivel individual. Así que, ¿eres un líder saludable? Y
sugiere: Utiliza el inventario de enfermedades de liderazgo del Papa para averiguarlo.
Pregúntate a ti mismo, en una escala de 1 a 5, en qué medida yo. . .
¿Me siento superior a los que trabajan conmigo y para mí?
¿Demuestro un desequilibrio entre el trabajo y los otros ámbitos de la vida?
¿Soy demasiado formal en mis relaciones humanas cercanas?
¿Confío demasiado en los planes y no lo suficiente en la intuición y la
improvisación?
¿Paso muy poco tiempo destruyendo silos peligrosos y construyendo puentes?
¿Dejo de reconocer regularmente la deuda que le debo a mis mentores y a los
demás?
¿Estoy demasiado satisfecho de mis beneficios y privilegios?
¿Me aíslo de los compañeros de trabajo y de quienes debo atender, a quienes me
debo?
¿Denigro los motivos y los logros de los demás?
¿Muestro o pretendo una deferencia indebida y servilismo?
¿Pongo mi propio éxito por arriba del éxito de los demás?
¿Dejo de cultivar un ambiente de trabajo lleno de alegría y diversión?
¿Exhibo egoísmo cuando se trata de compartir las recompensas y alabanzas?
¿Animo la protección de mi grupo en vez la de la comunidad?
¿Me comporto de maneras que parecen egocéntricas a los que me rodean?
Por último, Hamel propone: al igual que en todas las cuestiones de salud, es bueno tener
una segunda o tercera opinión. Pida a sus colegas que lo califiquen sobre los mismos quince
conceptos. No se sorprenda si dicen, "Caramba, no luces bien hoy." Al igual que un
conjunto de pruebas médicas, estas preguntas pueden ayudarle a concentrarse en las
oportunidades para prevenir enfermedades y mejorar su salud. Una evaluación de liderazgo
papal puede parecer un poco exagerada. Pero recuerde: las responsabilidades que tiene como
líder, y la influencia que tiene sobre la vida de otros, pueden ser profundos. ¿Por qué no
voltear hacia el Papa -un líder espiritual de los líderes- por sabiduría y consejo?
VI. Referencias
[1] Bollettino Quotidiano N. 0979, Udienza del Santo Padre alla Curia Romana in
occasione della presentazione degli auguri natalizi, Sala Stampa della Santa Sede,
22.12.2014.
28
Puede leerse el texto completo traducido al español en:
https://w2.vatican.va/.../papa-francesco_20141222_curia-romana.html,
consultado el 13 de agosto del 2015.
[2] Hamel, Gary, The 15 Diseases of Leadership, According to Pope Francisco,
Digital Article, Harvard Business Review, April 14, 2015.
[3] Paul, Richard and Elder, Linda, The Miniature Guide to The Foundation for
Critical Thinking, https://www.criticalthinking.org/files/Concepts_Tools.pdf,
consulta del 4 de agosto del 2015.
[4] Benedetto XVI Udienza Generale, 01 Giugno 2005.
29

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Enfermedades líderes y desarrollo humano

  • 1. ESCRITOS DE FORMACIÓN Número 58 – Agosto de de 2015 E A S EL DESARROLLO HUMANO Y LAS ENFERMEDADES DE LOS LÍDERES A propósito del discurso del Papa Francisco “La curia romana y el cuerpo de Cristo” Foto tomada de http://www.aleteia.org/image/es/article/el-papa-francisco-invita-a-un-apostolado-de-la-amistad-y-la- sonrisa-5901972095893504/pope-francis-4-catholic-fraternity-of-charismatic-covenant-communities-and- fellowships_es/topic El comité de Formación genera documentos periódicamente para beneficio de los EAS y su formación. Estos escritos se basan en recopilaciones de documentos de diversos autores, incluyendo personas de los EAS, sometidos en algunos casos a adaptaciones que los hagan más afines y prácticos para los EAS, bajo la responsabilidad del comité. Son bienvenidos los comentarios y los aportes. Hoy vamos les vamos a presentar un documento elaborado por el profesor Guillermo Guillermo Salas-Banuet , de la Facultad de Química, Universidad Nacional Autónoma de México, a propósito del discurso del Papa Francisco “La curia romana y el cuerpo de Cristo” . Enrique 1
  • 2. Posada lo ha ilustrado con dibujos y notas. Incluye comentarios de Gary Hamel. EL DESARROLLO HUMANO Y LAS ENFERMEDADES DE LOS LÍDERES A propósito del discurso del Papa Francisco “La curia romana y el cuerpo de Cristo” Todos funcionamos como líderes en algún momento o aspecto, lo queramos o no, con consciencia o sin ella. La diferencia está en el nivel de liderazgo que tengamos ya que, a mayor nivel, menor enfermedad. Guillermo Salas-Banuet salasb@unam.mx Facultad de Química, Universidad Nacional Autónoma de México. Ilustraciones de Enrique Posada-Restrepo V enrique.posada@indisa.com INDISA S.A. Medellín Colombia I. Antecedentes. El lunes 22 de diciembre de 2014, al finalizar el adviento y durante la presentación de las felicitaciones navideñas de la Curia Romana en la sala Clementina del Vaticano, Francisco, el actual Papa de la Iglesia Católica, leyó su discurso titulado La Curia Romana y el Cuerpo de Cristo, publicado en el Boletín Cotidiano del Vaticano [1]. En él, el Papa hizo una analogía entre la Curia y el cuerpo humano, al decir que ella es como un cuerpo dinámico, un organismo complejo… [que] no puede vivir sin alimentarse y cuidarse… [y que] como todo cuerpo, también está expuesta a los males, al mal funcionamiento, a la enfermedad. Y aquí quisiera mencionar algunos de estos posibles males, males curiales. Son los males más habituales en nuestra vida de Curia. Son enfermedades y tentaciones que debilitan nuestro servicio al Señor. Esta analogía fue el preámbulo para presentar un catálogo de 15 enfermedades que más abajo se transcriben. Meses después, el 14 de abril, Gary Hamel -quien ha sido reconocido recientemente por The Wall Street Journal como el pensador de negocios más influyente del mundo y a quien la revista Fortune ha llamado el mayor experto del mundo en estrategia de negocios- escribió el artículo Las 15 enfermedades del liderazgo, de acuerdo al papa Francisco, en la Harvard Business Review [2]. En él comenta, A través de los años, he escuchado a decenas de expertos en gestión enumerar las cualidades de los grandes 2
  • 3. líderes. Rara vez, sin embargo, hablan claramente sobre las enfermedades del líder. El Papa es más directo. Él entiende que como seres humanos tenemos ciertas inclinaciones -no todas ellas nobles-. Sin embargo, los líderes deben mantenerse a un alto nivel, ya que su ámbito de influencia hace que sus dolencias sean particularmente infecciosas. La Iglesia Católica es una burocracia: una jerarquía poblada por buenos corazones, pero de almas imperfectas. En ese sentido, no es muy diferente de tu organización. Es por eso que el consejo del Papa es relevante para los líderes de todo el mundo. Con esta idea en mente, me pasé un par de horas traduciendo el discurso del Papa en algo un poco más próximo a la jerga corporativa. (No sé si existe una prohibición por parafrasear los pronunciamientos papales, pero como yo no soy católico, estoy dispuesto a asumir el riesgo.) Con ambas visiones -la religiosa del Papa y la de liderazgo de Hamel- pensé en la conveniencia de ofrecer algunas interpretaciones y significados de esas enfermedades de los líderes desde el enfoque del desarrollo humano, sin un interés religioso, ya que no profeso o ejerzo alguna religión. El objetivo es incitar a una reflexión que ayude a comprender el origen de las enfermedades, las consecuencias de su agravación y propagación y su posible curación o vacunación, y plantear caminos para alcanzar un mayor crecimiento, para ser líderes de más nivel. Debo confesar que la tarea me tomó mucho más tiempo que a Hamel la suya y que yo no veo algún riesgo al utilizar la versión del Papa -y mucho menos la de Hamel- para proponer esas interpretaciones y significados. La importancia de trabajar en el tema está señalada por el mismo Papa, cuando escribe que el equipo de liderazgo [la Curia] está llamado constantemente a mejorar y a crecer en armonía y sabiduría, a fin de llevar a cabo plenamente su misión; y también por Hamel, quien afirma que los líderes deben de mantenerse a un alto nivel o son susceptibles a adquirir enfermedades debilitantes, incluidas la arrogancia, la intolerancia, la miopía, la mezquindad. Cuando esas enfermedades no se tratan, la organización se debilita. II. Introducción. Nuestros actos, conductas y comportamientos se originan y están determinados, entre otros factores personales y circunstanciales, por las actitudes que presentamos y los hábitos que hemos adquirido, ya que una actitud repetida muchas veces se transforma en un hábito. La mayoría de nuestras actitudes y hábitos están arraigados en los grupos sociales donde nacemos y nos desarrollamos, y se relacionan entre sí, con lo que en muchos casos es difícil establecer una clara línea divisoria entre ellos. De niños las aprendemos en el seno familiar, al convivir con sus integrantes durante el proceso de "educación", por la presión que ejercen nuestros familiares para que nos comportemos en formas que ellos consideran correctas, al imitar las que vemos en los mismos, así como a la repetición de creencias aprendidas de generación en generación, que contienen prejuicios -opiniones o juicios anticipados sobre alguna cosa o persona, que 3
  • 4. distorsionan la percepción y el pensamiento-, estereotipos -generalizaciones inflexibles de tipo racial, religioso, social, étnico, económico, intelectual, de género, etcétera, sobre una persona o grupo de ellas, en forma de opiniones generalmente negativas, concebidas sin evidencias, irracionalmente conservadas, cargadas de preferencias, impregnadas de afectos y desagrados, unidas a temores, a fuertes deseos y a conceptos como el orgullo, el honor o la esperanza- y convencionalismos -ideas, valores, opiniones, actitudes y hábitos, usos y costumbres, que se consideran verdaderos, basados en acuerdos implícitos o explícitos, más que en realidades, valorados dentro de los grupos sociales, que rigen el comportamiento personal y social-. Sobra decir que la mayoría de las tres creencias son parciales o están equivocadas, son comunes a los todos los seres humanos, aunque cada uno los tiene en diferentes tipo, amplitud, intensidad o gravedad. Lo importante es que provocan muchos de los errores que cometemos al pensar y actuar, lo que afecta nuestra calidad de vida. La observación, la que nos permite apreciarnos y apreciar nuestro entorno, llenos de objetos visibles, imaginados y escondidos, es la mejor herramienta para descubrir los planos de una vida plena y útil. Las actitudes y hábitos se refuerzan o cambian bajo la influencia recibida de los grupos sociales con los que interactuamos durante nuestra vida, porque sus integrantes desean que nos comportemos de acuerdo a sus reglas. Para lograr una vida satisfactoria y plena es muy útil: 4
  • 5. - Realizar introspección, observar nuestra propia conciencia y nuestros estados de ánimo para reflexionar sobre ellos y así adquirir conocimiento sobre nosotros. - Prestar atención a nuestros actos, conductas y comportamientos, para aprender a reconocer los inadecuados, sus orígenes y posibles consecuencias en los ambientes social y natural, y la manera de repararlas, iniciando, así, un proceso de reeducación para cambiarlos o evitarlos. - Elegir un sistema de principios -normas de conducta que han evidenciado tener un valor universal y que funcionan como faros para orientar nuestro desarrollo y felicidad. - Definir una escala personal de valores -bienes que descubrimos y elegimos de forma consciente y libre, que buscamos poder realizar y que queremos que sean reconocidos por los demás-. - Y determinar un conjunto de virtudes -altas cualidades personales, que nos permiten tener la propensión, facilidad y prontitud para reconocer el bien y hacer lo correcto, proporcionándonos ventajas para hacerlo-, que sirvan para enriquecer nuestra vida y permitan mostrar a los demás, a través de nuestros actos, lo que somos y valemos. En el extremo contrario a una virtud está un vicio, y entre los dos existen infinidad de comportamientos intermedios. Durante nuestro desarrollo sufriremos tropiezos y caídas que, bien reflexionados, serán las experiencias que servirán para adquirir conocimientos valiosos y útiles para ser mejores personas, mejores líderes. En este mismo sentido, lograremos establecer visiones -imágenes deseables del futuro para los entornos que queremos mejorar- cada vez más amplias, profundas y de mayor impacto para, con ellas, definir nuestras misiones -lo que pensamos que nos toca hacer para lograr nuestra visión, lo que nos hace sentir vivos, nuestra razón de ser- y los objetivos y metas para alcanzarlas, que son las acciones planeadas y decididas a través de la creatividad, la reflexión, la crítica y el juicio, que le darán un propósito y un sentido a nuestras vidas y, con él, un significado1 , dándonos la convicción de que nosotros dirigimos nuestra vida. Además, a través de estos procesos aumentaremos nuestros niveles de pensamiento crítico y creativo, aprendizaje exacto y profundo, autenticidad personal, desarrollo humano y liderazgo, que retroalimentarán y fortalecerán nuestras capacidades de introspección, autocrítica y autoconocimiento, con lo que iremos alcanzando un mayor nivel de los primeros, creando un ciclo virtuoso basado en nuestro pensamiento. Aprender a pensar es 1 Esto es válido para la mayoría de las personas; no para aquellas que han escogido dedicarse a la vida de religioso ya que, en principio, no necesitarían darle un sentido a su vida, pues su amor a Dios, a ellos mismos y a sus semejantes, sería suficiente para dársela. No obstante, muchas personas que han ingresado a ese tipo de vida no lo hicieron por esta vocación, sino porque no tuvieron acceso a una mejor alternativa al "prepararse" para enfrentar la vida y encontrar un medio de supervivencia; de ahí que nunca tuvieron una visión que alcanzar y menos una misión que cumplir, que para los religiosos está clara, o debería estarlo. 5
  • 6. fundamental; esto se aprecia en un comentario de Richard Paul y Linda Elder, mucho de nuestro pensar, por sí solo, es arbitrario, distorsionado, parcializado, desinformado o prejuiciado. Sin embargo, nuestra calidad de vida y de lo que producimos, hacemos o construimos depende, precisamente, de la calidad de nuestro pensamiento. El pensamiento de mala calidad cuesta tanto en dinero como en calidad de vida [3]. Un líder de alto nivel es quien alcanzó un alto nivel de desarrollo y, con él, las capacidades para imaginar vívidamente los efectos futuros de sus acciones, sentirse cómodo con el cambio y la incertidumbre, tolerar el conflicto, comprometerse con los múltiples aspectos de la vida, enfocarse al bien común y no sólo al suyo o al de su grupo, resolver conflictos que beneficien a todas las partes involucradas, tener un profundo significado y un alto propósito de vida, balancear sus creencias con las necesidades de otros, establecer y conjuntar visiones que incluyan ámbitos diferentes al suyo, preocuparse por las necesidades humanas y tener un fuerte compromiso hacia la sociedad y el ambiente. III. Planteamiento y discusión. Primero se transcriben las 15 enfermedades o males de los integrantes de la Curia, señalados por el Papa Francisco (P. F.); después de cada uno, se presenta la traducción de Gary Hamel (G. H.) a la jerga corporativa quien usa, con frecuencia, citas textuales del Papa; al último y en el mismo orden, están los conceptos que yo, Guillermo Salas (G. S.) atraigo y presento desde el ámbito del desarrollo humano. Las 15 enfermedades, su traducción y posibles significados. P. F. 1. La enfermedad de sentirse "inmortal", "inmune", e incluso "indispensable", descuidando los controles necesarios y normales. Una curia que no se autocritica, que no se actualiza, que no busca mejorarse, es un cuerpo enfermo. Una simple visita a los cementerios podría ayudarnos a ver los nombres de tantas personas, alguna de las cuales pensaba quizás ser inmortal, inmune e indispensable. Es la enfermedad del rico insensato del evangelio, que pensaba vivir eternamente, y también de aquellos que se convierten en amos, y se sienten superiores a todos, y no al servicio de todos. Esta enfermedad se deriva a menudo de la patología del poder, del complejo de elegidos, del narcisismo que mira apasionadamente la propia imagen y no ve la imagen de Dios impresa en el rostro de los otros, especialmente de los más débiles y necesitados. El antídoto contra esta epidemia es la gracia de sentirse pecadores y decir de todo corazón: "Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer". G. H. Y por tanto, el rechazo a la necesidad de comprobarlo regularmente. Un equipo líder que no es crítico consigo mismo, que no está al día de las cosas y que 6
  • 7. no busca adecuarse, es un cuerpo enfermo. Un simple vistazo al cementerio podría ayudarnos a ver los nombres de muchas personas que pensaban que eran inmortales, inmunes, e indispensables. Es la enfermedad de los que se convierten en amos y señores, que piensan de sí mismos que están por encima de los demás y no a su servicio. Es la patología del poder y viene de un complejo de superioridad, de un narcisismo que mira apasionadamente la propia imagen y no ve el rostro de los otros, especialmente de los más débiles y de los más necesitados. El antídoto a esta plaga es la humildad, para decirlo con el corazón: "Soy simplemente un servidor. He hecho lo que era mi deber". G. S. Sentirse y comportarse como superior a los demás es un hábito egocéntrico, inculcado por la familia y reforzado por la sociedad, el cual hace sentirnos orgullosos, los mejores, superiores a cualquiera. De manera casi natural, sin pensar, hacemos extensivo ese sentimiento de superioridad a todas las personas, instituciones y creencias cercanas a nosotros, haciéndolas las mejores y, por lo tanto, las "verdaderas" (nación, familia, religión, pensamiento, raza, origen, conocimientos, valores, grupos sociales, amigos, escuelas, filosofías, ideologías, etc.), llevándonos a creer que “los que no son como nosotros" son inferiores, menos humanos, haciendo que "todo lo suyo" sea falso. Cuando tenemos que enfrentar realidades que contradicen nuestras "verdades", sentimos tal desagrado que las evadimos utilizando la auto-adulación, con la cual dificultamos más la objetividad e imparcialidad de nuestro pensamiento. La máxima expresión de superioridad está en la soberbia, que es la verdadera enfermedad; los síntomas son sentirse inmortal, inmune o indispensable, aunque hay muchas otras maneras y caminos para expresarla, como a través del deporte, la academia, el estudio, el dinero, la fama, etcétera. La soberbia, el vicio, puede combatirse con la modestia, que significa moderar nuestras acciones externas y anular la vanidad y el engreimiento; y con la virtud de la humildad, que significa tener conciencia de que nuestro conocimiento y lógica tienen límites, ser congruentes con nuestro pensar al actuar, no pretender ser y saber más de lo que realmente somos y sabemos, permanecer abiertos a la crítica y a la ayuda de los demás, reconocer los fundamentos lógicos o la falta de ellos en nuestras acciones, creencias y pensamientos y valorar el servicio a los demás. Por otro lado, es obvio que sentirnos superiores se debe a un autoengaño, otro mal hábito egocéntrico, que aumenta conforme recibimos grados, puestos, premios, distinciones, alabanzas, etcétera, y con ellos sentimos que los merecemos y somos lo máximo, con lo cual los sentimientos de superioridad, orgullo y soberbia aumentan, y con ellos el autoengaño, en un círculo vicioso que nos marea y nos impide percibir y reflexionar adecuadamente; tanto puede hacerlo, que podemos llegar a sentir, de manera extrema, que somos indispensables y merecedores de trascendencia e inmortalidad. El autoengaño es muy común y nos tienta a todos a través múltiples facetas. Acostumbramos mentirnos por inseguridad, porque no hemos crecido, por inmadurez. En otros aspectos, sólo auto engañándonos podemos cambiar de parecer, olvidándonos de cualquier cosa que hayamos 7
  • 8. afirmado en el pasado, si no apoya o confirma nuestro actual punto de vista; no aceptamos que somos culpables, adictos o enfermos o que no somos tan competentes y expertos como intentamos hacer creer. El autoengaño es uno de los hábitos más molestos, pero se puede combatir con la honestidad e integridad, desarrolladas a través de la introspección. Ser honesto e íntegro -genuino y auténtico- significa conservar nuestras características naturales, ser lo que parecemos, ser verdaderos y no simular por conveniencia; tener un apego a la verdad y a la justicia, más allá de las buenas intenciones; actuar pensando en el bien común; respetarse a sí mismo y a los demás, sin distinción; y expresarse con sinceridad, aunque al principio no nos sintamos perspicaces. Sentirse único e irrepetible está bien, pero sin quedar aislado por la coraza dorada del ego, que no cae en cuenta del otro. P. F. 2. Otro: La enfermedad del "martalismo" (que viene de Marta), de la excesiva laboriosidad, es decir, el de aquellos enfrascados en el trabajo, dejando de lado, inevitablemente, "la mejor parte": el estar sentados a los pies de Jesús. Por eso, Jesús llamó a sus discípulos a "descansar un poco", porque descuidar el necesario descanso conduce al estrés y la agitación. Un tiempo de reposo, para quien ha completado su misión, es necesario, obligado, y debe ser vivido en serio: en pasar algún tiempo con la familia y respetar las vacaciones como un momento de recarga espiritual y física; hay que aprender lo que enseña el Eclesiastés: "Todo tiene su tiempo, cada cosa su momento". 8
  • 9. G. H. Afecta a los que están inmersos en el trabajo y se niegan a sí mismos la oportunidad del descanso, lo que conduce al estrés y a la agitación. Un tiempo de descanso para los que han completado su trabajo es necesario, obligatorio y debe ser tomado seriamente: pasando tiempo con la familia y respetando los días festivos como momentos para recargarse. G. S. El significado de ésta enfermedad es el mismo que para la número 3. El trabajo es vital, pero no se lo puede mirar como un monumento que domina la totalidad de la vida. Hay tiempo para todo y los alrededores son amplios y atractivos, pero hay que observarlos y disfrutarlos. P. F. 3. También existe la enfermedad de la "petrificación" mental y espiritual, es decir, el de aquellos que tienen un corazón de piedra y son "duros de cerviz"; de los que, a lo largo del camino, pierden la serenidad interior, la vivacidad y la audacia, y se esconden detrás de los papeles, convirtiéndose en "máquinas de legajos", en vez de en "hombres de Dios". Es peligroso perder la sensibilidad humana necesaria para hacernos llorar con los que lloran y alegrarnos con quienes se alegran. Es la enfermedad de quien pierde "los sentimientos propios de Cristo Jesús", porque su corazón, con el paso del tiempo, se endurece y se hace incapaz de amar incondicionalmente al Padre y al prójimo. Ser cristiano, en efecto, significa tener "los sentimientos propios de Cristo Jesús", sentimientos de humildad y entrega, de desprendimiento y generosidad. G. H. Los líderes de corazón de piedra, la dura cerviz. Aquellos que con el tiempo pierden su serenidad interior, ya no están alertas ni son desafiantes, y se esconden bajo una pila de papeles, convirtiéndose en administradores de papeles y no en hombres y mujeres compasivos ¡Es peligroso perder la sensibilidad humana que 9
  • 10. permite llorar con los que lloran y alegrarse con los que se alegran! Debido al paso del tiempo, nuestros corazones se endurecen y se vuelven incapaces de amar a todos los que nos rodean. Ser un líder humano significa tener sentimientos de humildad y filantropía, de desprendimiento y generosidad. G. S. Las personas que sufren de las enfermedades 2 y 3 tienen el hábito de desgastarse -ya que se ocupan mucho del trabajo- o de enfrascarse en una sola actividad, lo que les impide ejercitarse intelectual, física, emocional y espiritualmente para renovarse o superarse, separándose así de cualquier fuente de inspiración que permitiera su desarrollo integral. Por pereza -el vicio, la verdadera enfermedad-, se mantienen en su zona de confort, evitando la virtud de la diligencia y, con ella, la renovación y el crecimiento, lo que los desconecta de los múltiples aspectos del mundo y de la vida, petrificándolos, perdiendo la flexibilidad, que les impide tener cualquier capacidad de cambio, que puedan comprometerse afectivamente con las personas y que se enfoquen al bien común. No disfrutan de la compañía humana; tienen una vida vacía, que al no saber cómo llenar, lo hacen con actividades y otras cosas; como el trabajo es algo que inevitablemente deben hacer, le dan la máxima importancia a la productividad y así van llenando su vida y quedando encerrados en un duro caparazón. Sin embargo, sentir que su trabajo es importante le da un sentido a su vida, sin pensar y entender que transitando por este camino van perdiendo humanidad, convirtiéndose en máquinas frías con corazón de mármol, duras e insatisfechas, incapaces de tener la mínima empatía hacia los otros. El peligro está en que pueden desarrollar una incapacidad para conmoverse ante cualquier sentimiento, con lo que sus prioridades y decisiones nada tendrán que ver con cualquier tipo de vida, pudiendo llegar a cometer actos contrarios a la naturaleza y al humanismo, lo fundamental en la vida. Es bueno organizar las cosas y registrarlas en ideas y papeles, pero sin que el árbol o las personas sean meras representaciones, perdiendo su verde esencia el uno y su profunda espiritualidad las otras. 10
  • 11. P. F. 4. La enfermedad de la planificación excesiva y el funcionalismo. Cuando el apóstol programa todo minuciosamente y cree que, con una perfecta planificación, las cosas progresan efectivamente, se convierte en un contable o gestor. Es necesario preparar todo bien, pero sin caer nunca en la tentación de querer encerrar y pilotar la libertad del Espíritu Santo, que sigue siendo más grande, más generoso que todos los planes humanos. Se cae en esta enfermedad porque "siempre es más fácil y cómodo instalarse en las propias posiciones estáticas e inamovibles. En realidad, la Iglesia se muestra fiel al Espíritu Santo en la medida en que no pretende regularlo ni domesticarlo... ¡domesticar al espíritu Santo!, él es frescura, fantasía, novedad" El entrecomillado es porque cita a Benedicto XVI [4]. Vale la pena mirar las cosas desde arriba y planear, pero sin ponerse una corona real que dé lugar a un poder absoluto, declarando que como ya está decidido y planeado, así es y no se diga más. G. H. Afecta al líder que planea todo hasta el último detalle y cree que con el planeamiento perfecto todo estará bien. Ese líder se vuelve un “contabilizador” o un administrador de una oficina. Las cosas deben prepararse bien, pero sin caer en la tentación de eliminar toda forma de espontaneidad, que es siempre más flexible que cualquier planeación humana. Contraemos esta enfermedad porque es fácil y cómodo instalarse en nuestras propias puntos de vista sedentarios e inmutables. G. S. Aunque no existe la perfección en el Universo, algunas personas creen que sí y que con una planeación exacta todo funcionará perfectamente. Son individuos que tienen la necesidad de controlarlo todo y a todos; como el control excesivo se origina en el miedo, fácilmente dejan fuera a la libertad, al amor y al humanismo; los planificadores y funcionalistas se vuelven burócratas inflexibles y rígidos, que creen que con el pensamiento crítico pueden solucionarlo todo, olvidando que la 11
  • 12. lógica, la razón y el conocimiento tienen fuertes limitaciones y que sus propios prejuicios tienen preferencias, como todo lo humano. Sin embargo, sienten el deseo de domesticar la imperfecta realidad del mundo, cerrándose a la flexibilidad, al cambio, a la adaptación, a las ideas novedosas, a la imaginación, ficción y fantasía, que son intrínsecas en los cambios en el Universo y por ende, en la vida. P. F. 5. La enfermedad de una falta de coordinación. Cuando los miembros pierden la comunión entre ellos, el cuerpo pierde su armoniosa funcionalidad y su templanza, convirtiéndose en una orquesta que produce ruido, porque sus miembros no cooperan y no viven el espíritu de comunión y de equipo. Como cuando el pie dice al brazo: "No te necesito", o la mano a la cabeza: "Yo soy la que mando", causando así malestar y escándalo. G. H. Se evidencia cuando los líderes pierden el sentido de comunidad entre ellos. El cuerpo pierde su funcionamiento armonioso y su equilibrio. Entonces la organización es como una orquesta que hace ruido. Sus miembros no trabajan juntos y pierden el espíritu de camaradería y de trabajo en equipo. Cuando el pie le dice al brazo: ¡No te necesito!; o la mano le dice a la cabeza: ¡Yo estoy al mando! Crean incomodidad y estrechez de miras. Hay que cultivar la colaboración, la co-creación, el trabajo conjunto, para que nuestra vida funcione como un árbol que da frutos de trabajo en red, de manos y brazos unidos, cada uno con sus colores especiales. 12
  • 13. G. S. Estas personas tienen dos malos hábitos egocéntricos, nunca cooperar y creer que cuando otro gana, ellos pierden. Son soberbios y egoístas, condicionados para ver la vida como una competencia perversa y con la idea de que, para sobresalir, hay que pasar por encima de cualquiera. Se sienten mejores que los demás; son individualistas incapacitados para percibir las diversas y enormes cualidades humanas y la satisfacción que representa aportarlas para trabajar en equipo y con sinergia, durante la búsqueda y encuentro de soluciones a problemas donde todos los involucrados pueden ganar. Hacerlo requiere del conocimiento de los demás, de sus necesidades y deseos y, para ello, de las actitudes relativas a la empatía, tales como lograr involucrarse en diálogos creativos, donde las personas puedan expresarse auténticamente; escuchar activamente a todos los interlocutores, porque se tiene el deseo genuino de conocerlos y comprenderlos; ser receptivo a diferentes puntos de vista y opiniones; tener interés por la calidad de vida, el proceso de la experiencia humana y el mejoramiento de las relaciones; tener una curiosidad real acerca de los marcos de referencia de los otros, más si difieren de los nuestros; crear profundas relaciones interdependientes y colaboraciones compartidas, donde el compromiso mutuo y el respeto a la autonomía individual se vivan como opuestos complementarios; y ser capaz de imaginar ser otra persona enfrentando situaciones, al tiempo que se perciben sus pensamiento y sentimientos. Un líder de alto nivel requiere de estos logros. P. F. 6. También existe la enfermedad del "Alzheimer espiritual", es decir, el olvido de la "historia de la salvación", de la historia personal con el Señor, del "primer amor". Es una disminución progresiva de las facultades espirituales que, en un período de tiempo más largo o más corto, causa una grave discapacidad de la persona, por lo que se hace incapaz de llevar a cabo cualquier actividad autónoma, viviendo un estado de dependencia absoluta de su manera de ver, a menudo imaginaria. Lo vemos en los que han perdido el recuerdo de su encuentro con el Señor; en los que no tienen sentido "deuteronómico" de la vida; en los que dependen completamente de su presente, de sus pasiones, caprichos y manías; en los que construyen muros y costumbres en torno a sí, haciéndose cada vez más esclavos de los ídolos que han fraguado con sus propias manos. G. H. Consiste en perder la memoria de los que nos nutrieron, fueron nuestros mentores y nos apoyaron en nuestro camino. Esto lo vemos en aquellos que han perdido la memoria de sus encuentros con los grandes líderes que los inspiraron; en los que están completamente atrapados en el momento presente, en sus pasiones, caprichos y obsesiones; en los que construyen muros y rutinas alrededor de sí mismos, y así terminan convirtiéndose cada vez más en los esclavos de los ídolos tallados por sus propias manos. G. S. Cuando el P.F. menciona el sentido deuteronómico de la vida, el que viene del enamoramiento de una persona con Dios durante su primer encuentro, se está refiriendo a vivir de acuerdo a las enseñanzas de Dios. Es posible que las personas 13
  • 14. que sufren de esta enfermedad espiritual no hayan perdido ni el enamoramiento con Dios ni el sentido deuteronómico de la vida porque, posiblemente, nunca los tuvieron, con lo que nunca pudieron darle un sentido y significado a su vida. Sin un sentido ni un significado para nuestra vida, nuestras decisiones estarán en función de nuestras conveniencias inmediatas, de lo que dicten nuestros deseos y ambiciones, muchos de ellos vicios. Con ello habremos olvidado a los grandes humanos que pueden inspirarnos, nuestros padres, abuelos, maestros y líderes que nos enriquecieron, y habremos anulado cualquier posibilidad de congruencia entre el pensar y el hacer. Es decir, nos dedicaremos a hacer actividades no reflexionadas, aquellas a las que nos empuje nuestra caprichosa personalidad o a las que nos aconseje nuestro desordenado y prejuiciado pensamiento, sin que nos importen las consecuencias. Hay que reconocer a los grandes líderes que nos han inspirado y nos inspiran, hay que apreciar a los otros, sus valores. Hay que resaltar al otro. P. F. 7. La enfermedad de la rivalidad y la vanagloria. Es cuando la apariencia, el color de los atuendos y las insignias de honor se convierten en el objetivo principal de la vida, olvidando las palabras de san Pablo: "No obréis por vanidad ni por ostentación, considerando a los demás por la humildad como superiores. No os encerréis en vuestros intereses, sino buscad todos el interés de los demás". Es la enfermedad que nos lleva a ser hombres y mujeres falsos, y vivir un falso "misticismo" y un falso "quietismo". El mismo san Pablo los define "enemigos de la cruz de Cristo", porque su gloria "está en su vergüenza; y no piensan más que en las cosas de la tierra". 14
  • 15. G. H. Cuando las apariencias, nuestras gratificaciones y nuestros títulos se convierten en el objeto primario de la vida, nos olvidamos de nuestro deber fundamental como líderes, -”Nada hagáis por egoísmo o por vanagloria, sino con humildad, estimando los demás como superiores a nosotros mismos.”-. Como líderes tenemos que mirar no solo nuestros propios intereses sino también los intereses de los demás. G. S. La vanidad es el orgullo de las personas que tienen en muy alto concepto sus méritos, posesiones y atributos, y la necesidad excesiva de ser y sentirse admirado y estimado por tenerlos; y la ostentación es hacer un alarde excesivo de lujo y poder, de riqueza y dominio, atributos o méritos, que intenta mostrar nuestra mayor valía respecto a los demás. Las personas se exhiben públicamente por vanidad o presunción, síntomas que expresan las verdaderas enfermedades, los vicios de soberbia y avaricia, las cuales se combaten con humildad y generosidad; esta es ayudar y dar a los demás lo que necesiten sin nada a cambio. Ser humilde significa carecer de pretensiones, jactancia, orgullo o engreimiento, que se tienen cuando uno desea mostrar superioridad. Nos auto engañamos al sentirnos superiores. Pretendemos ser y tener más de lo que somos y tenemos porque, en realidad, no hemos crecido, somos inmaduros, tenemos miedo y nos sentimos inseguros. La principal arma de la humildad es la valentía, sobre todo para abrirse a la posibilidad de aceptar que podemos ser falsos o estar equivocados. Ser valiente es ser imparcial, para no aceptar pasivamente lo que hemos aprendido, buscar la falsedad o la distorsión en las opiniones que tenemos afianzadas y consideramos verdaderas, y tener una gran entereza para aceptar los riesgos que conlleva enfrentar las consecuencias de no ser conformistas, subordinados o sumisos. Hay que buscar la autoestima y la capacidad de auto-referencia…sin olvidar que somos seres comunitarios 15
  • 16. P. F. 8. La enfermedad de la esquizofrenia existencial. Es la enfermedad de quien tiene una doble vida, fruto de la hipocresía típica de los mediocres y del progresivo vacío espiritual, que grados o títulos académicos no pueden colmar. Es una enfermedad que afecta a menudo a quien, abandonando el servicio pastoral, se limita a los asuntos burocráticos, perdiendo así el contacto con la realidad, con las personas concretas. De este modo, crea su mundo paralelo, donde deja de lado todo lo que enseña severamente a los demás y comienza a vivir una vida oculta y con frecuencia disoluta. Para esta enfermedad gravísima, la conversión es más bien urgente e indispensable. G. H. De los que viven una doble vida, el fruto de la típica hipocresía del mediocre y del vacío emocional progresivo que ningún logro o título puede llenar. Es una enfermedad que con frecuencia golpea a los que no están directamente en relación con los clientes y los empleados ‘ordinarios’ y se limitan a los asuntos burocráticos, perdiendo así contacto con la realidad, con la gente concreta. Hay que ir unificando nuestro ser, para que no haya dos caras. Eso lo logramos a través del contacto con la realidad, por medio de la propia observación, de la práctica de las virtudes y los valores, para pulir nuestros aspectos mejorables 16
  • 17. G. S. Quienes llevan una doble vida carecen de integridad; son simuladores que no tienen la capacidad de reconocer la necesidad de ser íntegros en el pensar, de someterse al mismo rigor de evidencia y prueba que le exigen a los demás, de practicar lo que predican y de admitir las incongruencias entre su pensar y su actuar. Si se vive una vida disoluta las enfermedades serían la lujuria y la gula. Ser íntegro se relaciona al deseo consciente de recordar las veces en que se ha estado equivocado, cuando se creía estar en lo correcto, y a la capacidad de imaginar que se está en esa misma situación. No llevar una vida hipócrita requiere de prudencia, para anular nuestros deseos, y de templanza, para que la razón controle los propios cuerpo y mente, nos impida ser arrastrados por la pasión y mantenga nuestros deseos dentro de la honestidad. La virtud de la templanza significa tener una auto regulación eficiente, con la que conocemos y controlamos nuestras emociones, motivaciones y comportamientos, sin necesidad de una ayuda externa; es una especie de humildad, de negación de una parte de nosotros mismos para poder obrar bien, que termina siendo generosa con nosotros y los demás. Con ella combatimos todos los excesos, sin ella, tenemos serios problemas personales y sociales. P. F. 9. La enfermedad de la cháchara, de la murmuración y del chismorreo. De esta enfermedad ya he hablado muchas veces, pero nunca será bastante. Es una enfermedad grave, que tal vez comienza simplemente por charlar, pero que luego se va apoderando de la persona hasta convertirla en "sembradora de cizaña" (como Satanás), y muchas veces en "homicida a sangre fría" de la fama de sus propios colegas y hermanos. Es la enfermedad de los bellacos que, no teniendo valor para hablar directamente, hablan a sus espaldas. San Pablo nos amonesta: "Hacedlo todo sin murmuraciones ni discusiones, para ser irreprensibles e inocentes". Hermanos, ¡guardémonos del terrorismo de las habladurías! Hay que evitar que se formen enredos en las comunicaciones y evitar que se establezcan relaciones de víctima-victimario-salvador, no importa qué tan coloridos y entretenidos se vean las acusaciones, los chismes y las habladurías. 17
  • 18. G. H. Esta es una enfermedad grave que comienza simplemente o incluso con una pequeña conversación y toma a una persona, haciéndola ‘sembradora de mala hierba’ y en muchos casos, un asesino a sangre fría del buen nombre de los colegas. Es la enfermedad de los cobardes que no tienen la valentía de hablar directamente, sino que hablan a espaldas de los demás. ¡Estemos en guardia contra el terrorismo de los chismes! G. S. Envidiar significa tener una mezcla imprecisa de sentimientos personales de tristeza, enojo, frustración o pesar por los bienes ajenos, que impide la paz interior. Hablar mal del prójimo, difamarlo por envidia -un vicio-, es una de las reacciones cobardes más comunes que nos provoca el sentimiento, cuya consecuencia grave para el difamado es perder el prestigio y la reputación, algunos de sus más importantes posesiones y, para el difamador, el aumento de la inquietud interior y la pérdida de su autoestima y prestigio, cuando es sorprendido difamando. Quien difama lo hace por impulso, al reaccionar ante el sentimiento de envidia; los difamadores sólo pueden reaccionar porque no han aprendido a pensar, con lo que podrían controlar su propia vida. La integridad y la humanidad son los correctivos de la envidia; la integridad significa que se debe pensar primero en someterse al mismo rigor de conducta que se le exige a los demás y admitir que sus acciones son inconsistentes; y la humanidad significa conformarse, hacer más por las personas que lo simplemente justo, ser altruista, caritativo y tener un comportamiento pro-social. P. F. 10. La enfermedad de divinizar a los jefes: es la enfermedad de quienes cortejan a los superiores, esperando obtener su benevolencia. Son víctimas del arribismo y el oportunismo, honran a las personas y no a Dios. Son personas que viven el servicio pensando sólo en lo que pueden conseguir y no en lo que deben dar. Son seres mezquinos, infelices e inspirados únicamente por su egoísmo fatal. Esta enfermedad también puede afectar a los superiores, cuando halagan a algunos colaboradores para conseguir su sumisión, lealtad y dependencia psicológica, pero el resultado final es una auténtica complicidad. G. H. Esta es la enfermedad de los que cortejan a sus superiores con la esperanza de ganar su favor. Son víctimas del arribismo y del oportunismo, dan honores a personas (en vez de a la misión más amplia de la organización). Piensan solamente en lo que pueden obtener y no en lo que pueden dar, son personas de mente pequeña, infelices e inspiradas solo en su propio egoísmo letal. Los mismos superiores pueden verse afectados por esta enfermedad, cuando tratan de obtener la sumisión, la lealtad y la dependencia psicológica de sus subordinados, pero el resultado final es una complicidad malsana. 18
  • 19. Hay que respetar y apoyar a los que tienen responsabilidades de mando. Pero no ponerlos en un pedestal de poder absoluto del cual dependemos, renunciando a nuestra independencia y creatividad. G. S. Significa que muchas personas se someten a las costumbres y opiniones de quienes tienen el poder o de la mayoría. Hacen las cosas por lo que dicen o hacen los demás y no por lo que ellas lo piensen; sacrifican su pensamiento buscando aceptación o no piensan por pereza. Son personas que tienen baja autoestima y poco amor propio, a las cuales les da miedo ser diferentes, independientes o libres. Aunque la mayoría de la gente es sensible al poder, algunos se someten más al poderoso porque no han ejercido su facultad de pensamiento y no pueden apreciar las ventajas de hacerlo, o porque son plenamente conscientes de su sumisión, pero buscan las prebendas que del poder pueden obtener, sin que les importe sacrificar su propio pensamiento; los poderosos lo saben bien y se aprovechan, creando una simbiosis perversa entre ambos, poderoso y sumiso. No hay que olvidar que mi pensamiento soy yo y al venderlo me estoy vendiendo. El sometimiento a otros de mi pensamiento es el síntoma, la verdadera enfermedad, el vicio, es la pereza, que es la falta de ganas o disposición para hacer lo que se debe; esta se debe combatir con la diligencia. P. F. 11. La enfermedad de la indiferencia hacia los demás. Se da cuando cada uno piensa sólo en sí mismo y pierde la sinceridad y el calor de las relaciones humanas. Cuando el más experto no pone su saber al servicio de los colegas con menos experiencia. Cuando se tiene conocimiento de algo y lo retiene para sí, en lugar de compartirlo positivamente con los demás. Cuando, por celos o pillería, se alegra de la caída del otro, en vez de levantarlo y animarlo. G. H. Cuando el líder piensa solo en sí mismo y pierde la sinceridad y la calidez de las relaciones humanas genuinas. Cuando la persona con más conocimientos no se 19
  • 20. pone al servicio de los colegas que menos saben, cuando se aprende algo y se guarda solo para uno mismo en vez de compartirlo de manera que ayude a otros, cuando por los celos o el engaño uno se alegra por ver caer a otros en vez de ayudarlos o alentarlos. G. S. El egoísmo significa el amor excesivo que una persona siente hacia sí misma, su propio interés y conveniencia; al egoísta no le importa el beneficio del prójimo y es incapaz de cooperar, por lo que no puede trabajar en equipo. El egoísta es un individualista; el individualismo es el resultado del fascismo, del totalitarismo y del absolutismo, donde el Estado lo favoreció, aunque se haya sacrificado el bienestar del resto de la sociedad. Su difusión y aceptación mundial originó la destrucción de toda la confianza en las relaciones interpersonales. La posibilidad de cura para los egoístas está en las fortalezas interpersonales, en la empatía y el humanismo. Hay que apostar por la colaboración y la unidad, desterrando la indiferencia y dando color a nuestros apretones de manos. P. F. 12. La enfermedad de la cara fúnebre. Es decir, el de las personas rudas y sombrías, que creen que, para ser serias, es preciso untarse la cara de melancolía, de severidad, y tratar a los otros -especialmente a los que considera inferiores- con rigidez, dureza y arrogancia. En realidad, la severidad teatral y el pesimismo 20
  • 21. estéril son frecuentemente síntomas de miedo e inseguridad de sí mismos. El apóstol debe esforzarse por ser una persona educada, serena, entusiasta y alegre, que transmite alegría allá donde esté. Un corazón lleno de Dios es un corazón feliz que irradia y contagia la alegría a cuantos están a su alrededor: se le nota a simple vista. No perdamos, pues, ese espíritu alegre, lleno de humor, e incluso auto irónico, que nos hace personas afables, aun en situaciones difíciles ¡Cuánto bien hace una buena dosis de humorismo! Nos hará bien recitar a menudo la oración de santo Tomás Moro: yo la rezo todos los días, me va bien. Hay que suavizar la dureza de los gestos, sonreír, dejar que surjan la belleza y la ternura. 21 Dame, Señor, un poco de sol, algo de trabajo y un poco de alegría. Dame el pan de cada día, un poco de mantequilla, una buena digestión y algo para digerir. Dame una manera de ser que ignore el aburrimiento, los lamentos y los suspiros. No permitas que me preocupe demasiado por esta cosa embarazosa que soy yo. Dame, Señor, la dosis de humor suficiente como para encontrar la felicidad en esta vida y ser provechoso para los demás. Que siempre haya en mis labios una canción, una poesía o una historia para distraerme. Enséñame a comprender los sufrimientos y a no ver en ellos una maldición. Concédeme tener buen sentido, pues tengo mucha necesidad de él. Señor, concédeme la gracia, en este momento supremo de miedo y angustia, de recurrir al gran miedo y a la asombrosa angustia que tú experimentaste en el Monte de los Olivos antes de tu pasión. Haz que a fuerza de meditar tu agonía, reciba el consuelo espiritual necesario para provecho de mi alma. Concédeme, Señor, un espíritu abandonado, sosegado, apacible, caritativo, benévolo, dulce y compasivo. Que en todas mis acciones, palabras y pensamientos experimente el gusto de tu Espíritu santo y bendito. Dame, Señor, una fe plena, una esperanza firme y una ardiente caridad. Que yo no ame a nadie contra tu voluntad, sino a todas las cosas en función de tu querer. Rodéame de tu amor y de tu favor.
  • 22. G. H. Esta enfermedad se ve en las personas sombrías y adustas que piensan que para ser serios hay que poner cara de melancolía o severidad, y tratar a otros – especialmente a los que se considera inferiores – con rigor, brusquedad y arrogancia. De hecho, una muestra de gravedad y pesimismo estéril son frecuentemente síntomas de miedo e inseguridad. Un líder debe esforzarse por ser cortés, sereno, entusiasta y alegre, una persona que transmite alegría por donde pasa. ¡Un corazón feliz irradia una alegría contagiosa: es evidente de inmediato! Así que un líder nunca debe perder el sentido del humor, alegre e incluso autocrítico, que hace a la gente amable incluso en las situaciones difíciles. ¡Qué beneficiosa es una buena dosis de humor! G. S. Dado que esta enfermedad está determinada por la soberbia, se aplica el mismo significado de la enfermedad número 7 y la primera parte del significado de la enfermedad número 1. Cabe añadir que la alegría de vivir y el humorismo sano se desprenden del ejercicio del humanismo; la soberbia seca y agria a la gente. P. F. 13. La enfermedad de acumular: se produce cuando el apóstol busca colmar un vacío existencial en su corazón acumulando bienes materiales, no por necesidad, sino sólo para sentirse seguro. En realidad, no podremos llevarnos nada material con nosotros, porque "el sudario no tiene bolsillos", y todos nuestros tesoros terrenos – aunque sean regalos – nunca podrán llenar ese vacío, es más, lo harán cada vez más exigente y profundo. A estas personas el Señor les repite: "Tú dices: Soy rico; me he enriquecido; nada me falta. Y no te das cuenta de que eres un desgraciado, digno de compasión, pobre, ciego y desnudo... Sé, pues, ferviente y arrepiéntete". La acumulación solamente hace más pesado el camino y lo frena inexorablemente. Me viene a la mente una anécdota: en tiempos pasados, los jesuitas españoles describían la Compañía de Jesús como la "caballería ligera de la Iglesia". Recuerdo el traslado de un joven jesuita, que mientras cargaba en un camión sus numerosos haberes: maletas, libros, objetos y regalos, oyó decir a un viejo jesuita de sabia sonrisa que lo estaba observando: ¿Y esta sería la “caballería ligera” de la Iglesia? Nuestros traslados son una muestra de esta enfermedad. G. H. Del líder que trata de llenar un vacío existencial acumulando bienes materiales, no por necesidad sino para sentirse seguro. El hecho es que no vamos a poder llevarlos con nosotros cuando dejemos esta vida ya que "la mortaja no tiene bolsillos" y todos nuestros tesoros nunca podrán llenar ese vacío. En vez de eso solo lo harán más profundo y más exigente. ¡Acumular bienes solo carga e inexorablemente ralentiza el camino! G. S. Como se mencionó en el significado de la enfermedad número 6, encontrarle un sentido a nuestra vida para darle un significado es muy importante. Una vida sin sentido ni significado se siente vacía y, por tanto, tratamos de llenarla principalmente con bienes materiales o acciones relativas a su adquisición o, si tenemos riqueza, creemos que ella lo hará; esto va en contra del principal consejo que ofrecen todas las religiones para alcanzar la felicidad: dejar de lado lo material. 22
  • 23. Además, el excesivo deseo y logro de concentración de riqueza va de la mano del egoísmo, comentado en el significado de la enfermedad número 11, y la avaricia, cuya cura está en la generosidad, que significa ayudar a los demás de un modo honesto sin esperar nada a cambio. Otro remedio está en la humildad, comentada en el significado de la enfermedad número 7. Hay que dar frutos de sabiduría, más que esperar del árbol de la vida acumulaciones de riquezas y de fama. P. F. 14. La enfermedad de los círculos cerrados, donde la pertenencia al grupo se hace más fuerte que la pertenencia al Cuerpo y, en algunas situaciones, a Cristo mismo. También esta enfermedad comienza siempre con buenas intenciones, pero con el paso del tiempo esclaviza a los miembros, convirtiéndose en un cáncer que amenaza la armonía del Cuerpo y causa tantos males -escándalos- especialmente a nuestros hermanos más pequeños. La autodestrucción o el "fuego amigo" de los camaradas es el peligro más engañoso. Es la enfermedad que ataca desde dentro; es, como dice Cristo, "Todo reino dividido contra sí mismo queda asolado". G. H. Cuando pertenecer a un grupo se hace más poderoso que la identidad compartida. Esta enfermedad comienza con buenas intenciones, pero con el paso del tiempo esclaviza a sus miembros y se hace un cáncer que amenaza la armonía de las organizaciones y causa un gran daño, especialmente a los que tratamos 23
  • 24. como externos a los círculos. “Fuego amigo” de nuestros compañeros de armas, este es el peligro más insidioso. Es la enfermedad que ataca desde dentro. Como se dice en la Biblia: “Todo reino dividido contra sí mismo es asolado”. Hay que formar grupos abiertos, grupos de amistad para siempre, basada en el compartir, en la evolución. Grupos iluminados por la pureza de las intenciones y el compromiso de servicio comunitario. G. S. Son los púberes y adolescentes quienes más tienen la necesidad de pertenecer a un grupo, porque allí encuentran lo que les falta, identidad, fortaleza y estima; una de las principales cualidades que distingue a los adultos es que ampliaron su autoestima, que viene de diferenciarse de los otros por haber desarrollado sus propias creencias, nivel logrado al aplicar el pensamiento en su vida y, con él, su crecimiento mental y emocional. Así, lo que están evidenciando las personas que pertenecen a un grupo cerrado es su inseguridad y falta de crecimiento, sin importar la edad física que tengan; son como niños que muestran su sumisión a las personas de mayor jerarquía en el grupo y que tienen el deseo oculto de tener lo que tienen y ser como ellas. La pertenencia a un grupo, a una cofradía, también indica soberbia, ya que no "cualquiera" puede ser admitido, porque "pocos son como ellos"; la manifestación de soberbia puede llevar al establecimiento de estereotipos, que llevan a realizar actos inadecuados, como la discriminación y la intolerancia, o abominables, como la esclavitud y el exterminio. P. F. 15. La última: la enfermedad de la ganancia mundana y del exhibicionismo, cuando el apóstol transforma su servicio en poder, y su poder en mercancía para obtener beneficios mundanos o más poder. Es la enfermedad de las personas que 24
  • 25. buscan insaciablemente multiplicar poderes y, para ello, son capaces de calumniar, difamar y desacreditar a los otros, incluso en los periódicos y en las revistas. Naturalmente para exhibirse y mostrar que son más entendidos que los otros. También esta enfermedad hace mucho daño al cuerpo, porque lleva a las personas a justificar el uso de cualquier medio con tal de conseguir dicho objetivo, con frecuencia ¡en nombre de la justicia y la transparencia! Y aquí me viene a la mente el recuerdo de un sacerdote que llamaba a los periodistas para contarles -e inventar- asuntos privados y reservados de sus hermanos y parroquianos. Para él solamente contaba aparecer en las primeras páginas, porque así se sentía "poderoso y atractivo", causando mucho mal a los otros y a la Iglesia. ¡Pobrecito! Está bien desarrollar habilidades para manejar y conducir los asuntos, ejerciendo un liderazgo basado en el servicio. Pero hay que evitar la manipulación del otro, como si fuera un objeto. G. H. Cuando un líder convierte su servicio en poder y lo usa para ganar cosas materiales o para adquirir más poder. Esta es la enfermedad de personas que insaciablemente tratan de acumular poder y para este fin están dispuestas a engañar, difamar y desacreditar a otros, y se exhiben para mostrar que son más capaces que otros. Esta enfermedad hace mucho daño, lleva a la gente a justificar el uso de cualquier medio para alcanzar su objetivo, a menudo ¡en nombre de la justicia y la transparencia! Aquí me acuerdo de un líder que acostumbraba a llamar a los periodistas para contar e inventar asuntos privados y confidenciales 25
  • 26. relacionados con sus colegas. Lo único que le preocupaba era poder verse a sí mismo en la primera página, esto le hacía sentirse poderoso y lleno de glamour, mientras causaba un gran daño a los demás y a la organización. G. S. Igual que para las enfermedades número 6 y 13, la cura de esta enfermedad está en la necesidad de darle un sentido a nuestra vida y, con él, un significado; y en la generosidad, que combate la avaricia. La necesidad de dedicarse a una actividad para sólo poseer poder, bienes materiales y fama de forma desmedida, a exhibirse o a consumir constantemente alguna substancia, son algunos de los síntomas de poseer una adicción. Una adicción se origina, entre otras cosas, en sentir que se tiene una vida vacía, la cual se intenta llenar con ella. La adicción es una enfermedad insaciable que crea el creciente deseo de tener una mayor cantidad de aquello a lo que se es adicto, como con el poder y la riqueza; quien la sufre es capaz de recurrir a cualquier medio para satisfacerla. Además, percibir ganancias por hacer algo que es nuestra obligación, es corrupción, lo que significa que la persona no logró hacerse de principios, tener una escala de valores y, menos aún, identificar virtudes. IV. Comentarios, interpretaciones y significados finales. Parece que las enfermedades señaladas por el Papa son más bien síntomas de enfermedades; por eso, en los significados se señalan aquellas que causan los síntomas; tienen que ver con la falta de virtudes o con la existencia de vicios. No sólo el cuerpo curial ha adolecido de las enfermedades y síntomas que señala el Papa Francisco, siempre han existido en todos los seres humanos, aunque con diferentes niveles de gravedad y consecuencias. Sin embargo, aplicando la introspección a nuestros comportamientos, podemos decidir sanar y transformar nuestra vida en una saludable, favoreciendo nuestro desarrollo humano y liderazgo; esto es importante ya que, antes que ser cualquier cosa, somos humanos y sólo el humano con un nivel de adulto es capaz de comprometerse con los demás. Se puede inferir que si existen enfermedades graves en personas de vida religiosa es porque sus miembros no tuvieron o mantuvieron una vocación para esa vida o porque no pudieron aplicar el pensamiento a sus vidas; con cualquiera de las dos o, mejor con ambas, hubieran logrado un cambio de enfoque en su vida, se hubieran desarrollado como humanos saludables y líderes de alto nivel y hubieran logrado que la Iglesia Católica tuviera una mayor fortaleza para poder enfrentar más fácilmente los retos que le ha planteado la transformación de la humanidad. Una forma de entender la historia de la humanidad es verla como el enfrentamiento entre personas y grupos que tienen dos enfoques divergentes; uno, el individualista -para quienes tienen muchas de las enfermedades mencionadas y otras más- que favorece el enriquecimiento de unos pocos a costa de la mayoría, con lo cual se facilitan los conflictos porque, en vez de buscar el desarrollo humano 26
  • 27. y el beneficio de la colectividad, sólo se deseará tener cada vez más riqueza y, con ella, más poder y, en ocasiones, fama -que las personas comúnmente confunden con el éxito y que fácilmente se convierten en adicciones- y los privilegios que estas ambiciones traen consigo; y otro, el humanista, donde se alienta a que los individuos humanamente desarrollados logren sus fines y, con ellos, el bienestar de la mayoría, con lo cual se facilita la eliminación de las enfermedades del liderazgo, reduciendo la posibilidad del conflicto. En la actualidad, la enorme acumulación de riqueza en las manos de unos pocos individualistas -las 80 personas más ricas del mundo (entre ellas algunos mexicanos que tienen en conjunto el 7% de la riqueza mundial, que los ubica en el 3er. lugar de concentración de la riqueza mundial) tienen una fortuna igual a la que posee el 50% más pobre de la población mundial (más de 3500 millones de personas)- ha propiciado que su poder de compra y, con él, su poder político, haya convertido a las democracias mundiales, establecidas y emergentes, en nuevas oligarquías, en donde poseen los medios de comunicación, son capaces de decidir quiénes aparentarán tener el poder político y el destino del capital, que va mucho más a la especulación que a la inversión y el comercio, lo que explica la falta de empleos y con lo que está determinando una nueva forma de esclavitud para la mayoría de la población. Es claro que hoy está ganando el grupo del primer enfoque, lo que explica el aumento de los conflictos y tensiones que vivimos. Cuando se favoreció el individualismo y la oligarquía en Europa, con el apoyo del absolutismo, el totalitarismo y el fascismo existentes entre el final del siglo XIX y el inicio del XX, se dio lugar a un conflicto mundial que duró 31 años (1914-1945). Éste presentó dos periodos bélicos, distinguidos por un coste incuantificable en mortandad humana, a veces masiva, y una multibillonaria pérdida económica, civil y militar; con ellos finalizó ese periodo individualista. Hoy ¿Surgirá un mega conflicto mundial, resultado del abuso de unos cuantos sobre la mayoría de los humanos? Por todo lo anterior, se hace necesaria una gran oposición mundial al estatus quo y también una enorme presión hacia las cámaras de representantes de cada país para que se revisen y modifiquen las leyes que favorecen la oligarquía, buscando una real igualdad de derechos y una genuina equidad humana, así como también la inclusión de los aspectos del desarrollo humano durante todo el proceso educativo, para que cada persona pueda conocerlos, se dé cuenta de la oportunidad que tiene para contribuir al bienestar humano y pueda escoger lo que considere conveniente para su vida; tal vez así se pueda equilibrar la balanza del enfrentamiento entre los dos enfoques, porque el verdadero equilibrio entre fuerzas diferentes impide la supremacía de una sola, permitiendo la posibilidad de convivencia entre ellas. V. Un ejercicio enriquecedor. 27
  • 28. En su escrito, Gary Hamel hace una afirmación, para luego plantear una pregunta: Estas enfermedades son un peligro para cada líder y en cada organización, que pueden darse a nivel comunitario y a nivel individual. Así que, ¿eres un líder saludable? Y sugiere: Utiliza el inventario de enfermedades de liderazgo del Papa para averiguarlo. Pregúntate a ti mismo, en una escala de 1 a 5, en qué medida yo. . . ¿Me siento superior a los que trabajan conmigo y para mí? ¿Demuestro un desequilibrio entre el trabajo y los otros ámbitos de la vida? ¿Soy demasiado formal en mis relaciones humanas cercanas? ¿Confío demasiado en los planes y no lo suficiente en la intuición y la improvisación? ¿Paso muy poco tiempo destruyendo silos peligrosos y construyendo puentes? ¿Dejo de reconocer regularmente la deuda que le debo a mis mentores y a los demás? ¿Estoy demasiado satisfecho de mis beneficios y privilegios? ¿Me aíslo de los compañeros de trabajo y de quienes debo atender, a quienes me debo? ¿Denigro los motivos y los logros de los demás? ¿Muestro o pretendo una deferencia indebida y servilismo? ¿Pongo mi propio éxito por arriba del éxito de los demás? ¿Dejo de cultivar un ambiente de trabajo lleno de alegría y diversión? ¿Exhibo egoísmo cuando se trata de compartir las recompensas y alabanzas? ¿Animo la protección de mi grupo en vez la de la comunidad? ¿Me comporto de maneras que parecen egocéntricas a los que me rodean? Por último, Hamel propone: al igual que en todas las cuestiones de salud, es bueno tener una segunda o tercera opinión. Pida a sus colegas que lo califiquen sobre los mismos quince conceptos. No se sorprenda si dicen, "Caramba, no luces bien hoy." Al igual que un conjunto de pruebas médicas, estas preguntas pueden ayudarle a concentrarse en las oportunidades para prevenir enfermedades y mejorar su salud. Una evaluación de liderazgo papal puede parecer un poco exagerada. Pero recuerde: las responsabilidades que tiene como líder, y la influencia que tiene sobre la vida de otros, pueden ser profundos. ¿Por qué no voltear hacia el Papa -un líder espiritual de los líderes- por sabiduría y consejo? VI. Referencias [1] Bollettino Quotidiano N. 0979, Udienza del Santo Padre alla Curia Romana in occasione della presentazione degli auguri natalizi, Sala Stampa della Santa Sede, 22.12.2014. 28
  • 29. Puede leerse el texto completo traducido al español en: https://w2.vatican.va/.../papa-francesco_20141222_curia-romana.html, consultado el 13 de agosto del 2015. [2] Hamel, Gary, The 15 Diseases of Leadership, According to Pope Francisco, Digital Article, Harvard Business Review, April 14, 2015. [3] Paul, Richard and Elder, Linda, The Miniature Guide to The Foundation for Critical Thinking, https://www.criticalthinking.org/files/Concepts_Tools.pdf, consulta del 4 de agosto del 2015. [4] Benedetto XVI Udienza Generale, 01 Giugno 2005. 29