TCA Trastornos de la Conducta Alimentaria
Los trastornos de la conducta alimentaria, constituidos principalmente por la anorexia y la bulimia, son enfermedades caracterizadas por un patrón irregular de alimentación asociado a sentimientos, pensamientos y acciones irracionales en cuanto al peso y la forma corporal. Esto genera sintomatología física secundaria a la desnutrición, a patrones dietéticos desordenados y a otras vulnerabilidades a nivel personal. Estas enfermedades tienen alta prevalencia en la adolescencia. Uno de los aspectos que representa un reto al tratar un adolescente con un trastorno de la conducta alimentaria es el de los deseos del adolescente enfermo, ya que en muchas oportunidades éste se encuentra en conflicto con el equipo tratante y su familia
Revisión de Tema sobre Psiquiatria Infantil, por parte de los residentes de Pediatria de la Universidad de Antioquia, Medellin – Colombia, Durante su rotacion por Psiquiatria Infantil con el Dr. Juan David Palacio
Aunque las complicaciones agudas provocan una gran preocupación entre los familiares y profesionales de la salud, La anorexia y la bulimia son generalmente condiciones crónicas, con altas secuelas a largo plazo, físicas y sociales (efectos negativos en el trabajo, fertilidad, relaciones y crianza de los hijos), de difícil recuperación Durante las últimas décadas la epidemiología de los desordenes alimentarios ha cambiado, la incidencia y prevalencia de estos trastornos en los niños y adolescentes ha incrementado, siendo cada vez más frecuente a menores edades, además, existe un incremento en la prevalencia en hombres, poblaciones minoritarias y países en los que previamente no eran comunes. Por esto, es indispensable que el pediatra conozca cómo abordar estos pacientes, diagnostique, inicie tratamiento y refiera a otros especialistas de una forma oportuna
Cerca de 1 de cada 250 mujeres y 1 de cada 2000 hombres sufrirá anorexia nerviosa, la bulimia es 5 veces más frecuente y otros trastornos de la conducta alimentaria son mucho más comunes, aunque generalmente no reciben tratamiento. (1) En estados Unidos 0.5% de las Adolescentes tiene anorexia, 1-5% cumplen criterios para bulimia y se estima que la prevalencia de otros trastornos alimentarios varía entre 0.8-14% dependiendo de la definición que se use. Estos últimos, generan las mismas consecuencias físicas y psicológicas que aquellos que cumplen con los criterios diagnósticos de anorexia o bulimia. Aproximadamente 5-10% de los trastornos de la conducta alimentaria ocurren en hombres (2–4). Aunque existe evidencia creciente de la existencia de estos trastornos en las diferentes culturas, se desconoce la incidencia y prevalencia en África, Asia y Sur América. . La relación hombre: mujer es de 1:9, con una mayor proporción de niños en los menores de 14 años. La relación hombre: mujer es un poco más equilibrada en la bulimia, aproximadamente 20% a 30% de los afectados son varones. trastorno de atracones, en el que existen episodios de pérdida de control sobre lo que se come sin conductas compensatorias posteriores. Este es el trastorno de la conducta alimentaria más común entre los adultos. La prevalencia de este trastorno a lo largo de la vida es de 3.5% en las mujeres y 2% en los hombres. Es más común en adultos pero cada vez es más frecuente en niños y adolescentes. Aproximadamente 30% de los niños y adolescentes con sobrepeso reportan episodios de pérdida de control sobre lo que se come, siendo afectados por igual los niños y las niñas.
Los pacientes con trastornos de la conducta alimentaria presentan comorbilidades psiquiátricas en un alto porcentaje, principalmente depresión, trastorno obsesivo compulsivo y otros trastornos de ansiedad(2,5,6). Entre 50-68% de los pacientes con anorexia presentan depresión y 30-65% trastornos de ansiedad (especialmente trastorno obsesivo-compulsivo y fobia social), estos trastornos pueden persistir incluso después de la recuperación del trastorno alimentario.(1,5) Las alteraciones del estado de ánimo usualmente aumentan con el tiempo y conllevan a incapacidad para el autocuidado, reducción o cese de actividades placenteras, interrupción de las metas educativas y pérdida de la autonomía. Aproximadamente un 80% de los pacientes con bulimia tienen comorbilidad psiquiátrica: 50-70% presentan trastornos del humor, 13-65% trastornos de ansiedad, 25% abuso de sustancias y 20-80% tienen trastornos de personalidad. Los pacientes con bulimia tienden a ser impulsivos y pueden participar en actividades de alto riesgo como la promiscuidad sexual y conductas delictivas y autolesivas En los pacientes menores de 13 años es más común la presencia de psicopatología asociada, son menos frecuentes las conductas purgativas, no existe predominancia del sexo femenino y tienden a perder peso de una manera más rápida.
La etiología de estos trastornos es multifactorial(1,2,4). El hecho de que una persona desarrolle un trastorno de la conducta alimentaria va a depender de su vulnerabilidad individual, determinada por la presencia de factores biológicos y otros factores predisponentes, la exposición a factores de riesgo provocadores y su interacción con factores protectores.(1) Cada vez existe más evidencia de la participación de un componente genético, cuyo mecanismo aún no ha sido aclarado.(1,2) Ciertas características de la personalidad como la rigidez del comportamiento, el perfeccionismo y evitar el daño, parecen tener un componente genético más importante que el comer, el hambre o la saciedad(2). Los efectos genéticos son moldeados por el ambiente y parecen activarse con la pubertad. Los trastornos de la imagen corporal y la preocupación excesiva por la forma del cuerpo son comunes entre los adolescentes, sin embargo la prevalencia de los trastornos de la alimentación sigue siendo relativamente baja. Esto refuerza la existencia de factores epigenéticos. Para el desarrollo de estos trastornos sería necesaria la predisposición genética, asociada a factores ambientales desencadenantes y la experiencia personal La historia de obesidad así como ser de constitución delgada podrían ser factores de riesgo tanto para anorexia como para bulimia, ya que predisponen a insatisfacción con el cuerpo, conductas dietarias y una mayor evaluación de sí mismo en términos del peso. Sin embargo, existe poca evidencia prospectiva de que esto incremente la patología alimentaria. Hacer dieta ha sido identificado en varios estudios como un factor de riesgo para desarrollar alteraciones de la conducta alimentaria. En un estudio de cohorte las personas que realizaban dieta tenían 5 veces más riesgo de desarrollar un desorden alimentario y si la dieta era severa el riesgo incrementaba a 18 veces Aproximadamente 70% de los casos pueden ser precipitados por un evento severo de la vida. Un cuarto de los adolescentes tuvieron un evento negativo en la vida en el año anterior al diagnóstico del trastorno; la presencia de un factor estresante se asocia con un mejor pronóstico. Las alteraciones neuroendocrinas también han sido implicadas en la etiología de estos trastornos y se cree que la leptina podría jugar un papel importante en los efectos endocrinos de la anorexia nervosa. (2) Sin embargo la evidencia sugiere que las alteraciones endocrinas son secundarias y no una causa del trastorno alimentario
Es un síndrome en el que el individuo mantiene un peso bajo para la edad y la talla, como resultado de una preocupación por el peso corporal, ya sea por temor a la gordura o por la búsqueda de la delgadez. El peso se mantiene al menos 15% debajo de lo esperado o en los adultos se mantiene un IMC por debajo de 17,5. En los niños el diagnóstico puede sospecharse por la falta de ganancia de peso adecuada durante un periodo de tiempo La pérdida o falta de ganancia de peso es lograda con dietas restrictivas, evitando “alimentos que engordan”, generalmente comienzan con modificaciones leves que no son preocupantes, pero que avanzan a medida que pasa el tiempo. En algunas ocasiones, se acompaña también de ejercicio excesivo o conductas purgativas (vomito auto-inducido o uso de laxantes). De forma secundaria se generan una serie de dificultades que incluyen alteraciones físicas, aislamiento social y compromiso de la educación y planes futuros. Las alteraciones nutricionales conllevan a alteraciones endocrinológicas, principalmente del eje hipotálamo-hipofisis-gonadal, causando amenorrea en las mujeres, disminución del deseo sexual en los hombres, retraso del desarrollo puberal y detención del crecimiento en los niños Aunque en ocasiones el paciente busca ayuda por sí mismo al observar los efectos nocivos del trastorno, por lo general son motivados por miembros de la familia, personal educativo o de salud bien sea por preocupación por las consecuencias físicas o la pérdida de peso; Esto se debe a que el paciente se encuentra convencido sobre lo importante y deseable de perder peso y considera que los demás están equivocados al creer que necesita ganar peso, por lo que niegan la severidad de la condición dificultando el tratamiento
Los pacientes suelen negar o esconder estas alteraciones lo que se convierte en el principal obstáculo para el diagnóstico. Por esto es de suma importancia desarrollar una relación empática y de confianza con el paciente para que pueda revelar sus miedos y preocupaciones acerca del peso y sus comportamientos alimentarios. El diagnóstico se basa en la historia clínica obtenida tanto del paciente como de algún familiar o amigo. El examen físico, incluyendo datos de peso, talla e índice de masa corporal (IMC) sirven para establecer el grado de emanciación y la presencia de complicaciones.(1)
La bulimia se caracteriza por episodios de atracones con una sensación subjetiva de pérdida de control sobre lo que se come, seguidos de una conducta compensatoria para evitar la ganancia de peso, lo que se convierte en un círculo vicioso. Al igual que en la anorexia la evaluación personal está altamente influenciada por el peso y la imagen corporal. El IMC se mantiene en rangos normales o incluso puede estar aumentado. A medida que estas conductas comienzan a dominar la vida diaria, la persona se torna preocupada con pensamientos acerca de comida y reorganiza su vida en torno a la comida y conductas purgativas Inicialmente los pacientes con bulimia mantienen en secreto su conducta, sin embargo pueden dejar signos obvios de su trastorno como empaques de comida vacios y ocasionalmente bolsas de vomito para que sean descubiertas por sus familiares. Los episodios de atracones suelen ser planeados o preparados con la intención de poder comer sin interrupciones. Los individuos tienden a evitar situaciones donde se expongan a comida y la posibilidad de perder el control, lo que adiciona dificultades en las relaciones interpersonales. El síndrome completo es raro en menores de 14 años, presentándose en menos del 5% de los niños con trastorno de la conducta alimentaria; la edad media de aparición es a los 18-19 años.
Los niños y adolescentes con trastornos de la conducta alimentaria no siempre cumplen todos los criterios de anorexia o bulimia, bien sea porque no son capaces de expresar la insatisfacción con su imagen corporal o porque más que pérdida de peso existe una dificultad para la ganancia de peso en un periodo determinado. Estos niños presentan las mismas consecuencias médicas y psicológicas que los pacientes que cumplen todos los criterios, además por encontrarse en un periodo de crecimiento las consecuencias podrían ser aún más preocupantes, por lo que algunos proponen una mayor flexibilidad de los criterios diagnósticos en esta población.(1,2) La preocupación excesiva por el peso y la figura están generalmente presentes, sin embargo en algunos trastornos el eje principal es mantener un estricto control sobre lo que se come.
El comienzo del trastorno generalmente es entre los 10-20 años, sin embargo tienden a consultar a los 30 o 40 años cuando presentan sobrepeso u obesidad. Las características depresivas y la insatisfacción con la figura corporal son comunes. Las consecuencias físicas y psicológicas son similares a las de los pacientes con anorexia o bulimia, sin embargo las conductas purgativas tienen mayor riesgo de complicaciones físicas. También pueden derivarse complicaciones secundarias a la obesidad como discapacidades psicológicas o físicas, baja autoestima, diabetes, hipertensión, enfermedad cardiovascular e infartos