El célebre principio o criterio moral formulado por Cicerón ‘mínima de malis eligenda’, (entre dos males se ha de elegir el menor) significa que se puede hacer cualquier cosa, con tal de que se haga para evitar un mal mayor y siempre que se respete el carácter inviolable de la dignidad humana.
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TIPOS ALTOS PARA MUCHO TIEMPO.
Manfred Nolte
El célebre principio o criterio moral formulado por Cicerón ‘mínima de malis eligenda’,
(entre dos males se ha de elegir el menor) significa que se puede hacer cualquier cosa,
con tal de que se haga para evitar un mal mayor y siempre que se respete el carácter
inviolable de la dignidad humana. Santo Tomás agrega en términos similares que cuando
es forzoso escoger entre dos cosas que representan un determinado peligro se debe
elegir aquella de la que se siga menos mal. La doctrina ha ido matizando que nunca, ni
aun por situaciones o razones límite, puede acometerse un mal para conseguir un bien.
El mal menor adquiere el rango de bien en relación con un mal mayor, porque el bien
que se vulneraría con la perdida del mal mayor es más valioso. El talón de Aquiles de
este viejo principio no es otro que el subjetivismo, ya que la elección se emprenderá en
numerosas ocasiones sin garantías objetivas de éxito y, por lo tanto, en algunas de ellas,
con errores.
Viene esto a cuento de las nuevas subidas de tipos de interés oficiales que ha dictado el
jueves 14 de setiembre, el Banco Central Europeo (BCE). Se trata de un peldaño más, el
décimo, sobre los nueve anteriores, en diez reuniones consecutivas. Se inició a mediados
de 2022 con una de 50 puntos básicos, seguida de dos de 75, tres de 50 y las restantes
de 25 puntos básicos. Se trata también del máximo de todos los tiempos desde la
apertura del banco.
El Consejo de Gobierno ha decidido aumentar los tres tipos de interés oficiales del BCE
en 25 puntos básicos. En consecuencia, el tipo de interés de las operaciones principales
de financiación y los tipos de interés de la facilidad marginal de crédito y de la facilidad
de depósito se incrementarán hasta el 4,50%, 4,75% y 4,00% respectivamente, con
efectos a partir del 20 de septiembre de 2023.
La continuidad en la política antiinflacionista no se ha limitado al retoque al alza de los
tipos de interés oficiales. También ha expresado su intención de regular los activos
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totales de la entidad, con la consiguiente incidencia en la liquidez del sistema. La cartera
de activos genéricos (APP) disminuye a un ritmo mesurado y predecible, ya que no se
reinvierte el importe de los títulos a su vencimiento. En lo que respecta al PEPP (Compras
de emergencia pandémica), el Consejo de Gobierno tiene la intención de reinvertir los
pagos de principal de los valores adquiridos en el marco del programa que venzan al
menos hasta finales de 2024. Con ello la liquidez del sistema del euro se sigue
contrayendo. En cuanto a las operaciones de refinanciación, y a medida que los bancos
reembolsan los importes prestados en el marco de las operaciones de financiación a más
largo plazo, el Consejo de Gobierno evaluará periódicamente cómo están contribuyendo
a la política monetaria en curso.
El BCE no está ciego. Es perfectamente consciente de la incidencia de su política
monetaria contractiva sobre la actividad económica, aunque gradualmente se esté
logrando una contención de los precios de consumo. Pero, regresando al
encabezamiento, está aplicando de forma no unánime sino mayoritaria, tras un
acalorado debate, y con la discrecionalidad y subjetivismo que le confieren sus estatutos
y el acervo comunitario, el principio o la estrategia del mal menor. Cuando es forzoso
escoger entre dos cosas que representan un determinado peligro se debe elegir aquella
de la que se siga menos mal. De mantenerse o rebajarse los tipos de interés, el impulso
sobre la economía real, en estos momentos visiblemente afectado, sería positivo y a la
larga notable. Pero ello a costa de un elemento altamente distorsionador del sistema,
socialmente reprobable, y auto generador de más trastornos en el tiempo, que se
considera un mal superior a la ralentización temporal del sistema productivo.
Es obvio que esta decisión es discutible y en algunos entornos, como es el caso de la
economía española, con una inflación general del 2,6%, la mitad del 5,3% de la media
de la eurozona, inequívocamente reprobable. Y es asimismo discutible porque, como el
propio BCE reconoce, la persistencia de la inflación se debe más a los precios de la
energía que a un exceso de demanda agregada, que no existe.
Mientras tanto la financiación se encarece para los bancos, los tipos crediticios
promedio para los préstamos comerciales y las hipotecas continuarán aumentando
sobre los de julio, el 4,9% y el 3,8%, respectivamente. La dinámica crediticia seguirá su
senda de debilidad. En términos anualizados los préstamos a los hogares disminuyeron
un 0,8 por ciento, que es la contracción más fuerte desde la aparición del euro, y a
medida que los préstamos se encarecen, las familias y las empresas se endeudan manos
o tienen que tirar de sus ahorros. Las empresas invierten poco y sus exportaciones han
disminuido. La industria manufacturera está pasando apuros y los servicios comienzan
a tambalearse. De proseguir esta tendencia y de seguir rebajándose gradualmente las
tasas inflacionarias, los tipos reales (tipos oficiales menos inflación) pueden entrar en
zona positiva, suceso que en la historia de la eurozona ha precedido en ocasiones a la
recesión.
La medida, aunque parcialmente esperada, no deja de descubrir las notorias lagunas de
la construcción de la eurozona tanto en su vertiente fiscal, como en la que aquí
señalamos, la vertiente monetaria.
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Según el consenso de mercado, es posible que sea esta la última subida, y el inicio de
una larga pausa, lo cual no implica que nos hallemos en la antesala de las bajadas.Las
futuras decisiones dependerán de los datos. Pero la discrecionalidad monetaria siempre
será aleatoria.