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Ramos maria elena.reflexionando el perfil
1. ANEXO 16
RAMOS, María Elena e Iris Peruga (1997): Temas de Museología. "Museos de arte:
reflexiones sobre el perfil". Págs. 5-17.-
Museos de arte: reflexiones sobre el perfil
E1 perfil, la forma
Tener un perfil es, en general, tender a un perfil.
Es pretender tener, en definitiva, una forma.
Una, forma que identifique y particularice. Una forma en la cual reconocerse y
gracias a la cual encontrar orden, medida, organización.
Así visto, el perfil necesario es una búsqueda de unidad entre los infinitos posibles.
El museo se va haciendo según el llamado de su perfil, de su forma ideal. El perfil, la
forma, es la elección que un grupo social hace, y con la cual progresivamente se va
comprometiendo.
Pero también el perfil, la forma ideal a la que se tiende, va progresivamente
armándose, inventándose desde lo concreto, materializándose todos los días en el
museo, ese que vamos haciendo, ese que se quiere.
Pero ¿.quién lo quiere? ¿.Quién quiere que el museo tenga esta o aquella forma?
¿Quiénes dibujan el contorno de ese perfil que se quiere llenar con la plenitud de
una acción? ¿Quiénes por fin hacen luego que el perfil sea nítido y que la forma de
ese museo sea plena?
Si observamos, dentro de cada uno de nosotros encontramos cuando menos un
triple carácter:
1. somos miembros de la sociedad de un país y una época determinados.
2. somos miembros del público que exige.
3. somos miembros profesionales de la especifica comunidad cultural-intelectual
El quien, y los quiénes inventamos, hacemos, exigimos el perfil -la forma de los
museos- vienen pues dados en esas cuando menos tres zonas de lo cotidiano en
las que nos movemos nosotros mismos, desempeñando a veces el grato papel de
miembros del publico; otras veces el papel genérico (y casi inconscientemente
representado) de miembros de la colectividad social; y otras veces en nuestro
carácter de especializados, atentos, puntualizadores activistas culturales, o, quien
más específicamente, especializados hacedores de la forma del museo.
Desde cualquiera de esos ámbitos buscamos definición y particularidad, Carácter.
Perfil. Límite y Forma.
María Elena Ramos
Iris Peruga
2. Se informará sobre qué puede complementarle el museo de lo que aprende en la
escuela, el liceo, la universidad.
Se informará sobre cómo puede el museo estimularle, en sus relaciones de
sensibilidad y de conocimiento, con los otros ámbitos: con la naturaleza, con la
historia, con, particularmente, la universal capacidad creadora que anida
potencialmente en cada ser humano.
El público puede conocer el perfil de un museo por medio de sus publicaciones, sus
videos, sus campañas de imagen, la participación de sus investigadores en foros y
encuentros dentro o fuera del museo, pero no hay duda de que el contacto con las
obras es lo imprescindible. Por ello el museo debería estar en capacidad de mostrar
permanentemente, o por lo menos anualmente, selecciones de obras de sus
colecciones, bien sea como colecciones en sí, bien como parte de exposiciones
instaladas con el propósito de estudiar diferentes problemas. Y bien sea que se trate
de temas relacionados directamente con el lenguaje, la percepción y el contenido del
arte, o con relación a la historia, al pensamiento, a las actitudes vitales, al gusto o a
cualquier aspecto del mundo, la cultura, y la vida.
Las estrategias
Para lograr definir cada vez más nítidamente el perfil (es decir, los límites y la forma
del museo), la comunicación ha de ser un hecho central. Pero no sólo una
comunicación hacia afuera, como parte de la imagen y como urgencia por atraer a
los distintos públicos, sino una comunicación que empiece, en rigor, por casa.
Primero por la casa propia, es decir, el museo mismo y toda su gente, Y después por
la casa grande constituida por todos los demás museos y centros similares.
Con relación a los propios miembros del museo, parece imprescindible que desde
aquellos que hacen los trabajos más rutinarios hasta los que se ocupan de estudiar y
conservar sus colecciones, deberían tener un conocimiento lo más completo posible
de las mismas y un conocimiento, asimismo, del modo como se organiza el trabajo,
de los objetivos de cada uno de los grupos y de los proyectos que se desarrollan, y
sus razones.
Definir los perfiles, crecer con ellos al hacerlos crecer, enfocar qué es lo esencial
para este museo específico, qué es accesorio o francamente intrascen-
En fin, todo un proceso educativo y de comunicación debe ser desplegado para que
3. el público, los miembros del propio museo, y los de otros museos, estén en
condiciones de reconocer lo uno y lo otro. De mirar y de ver. De sentir. De percibir.
Allí entran las funciones de un departamento de educación, de los eventos, de las
publicaciones, entran también, en especial, los criterios de los curadores y la
creatividad y la visión espacial de los museógrafos. Las mejores obras pueden pasar
desapercibidas si no están bien instaladas. El mejor perfil puede desdibujarse si no
está ex-puesto para ser visto. Y mirado.
E1 perfil: ¿cierre o apertura?
La especialización estricta, la de aquellos museos que se ocupan de una sola técnica
(por ejemplo, los que se dedican a la numismática, o a la fotografía), es escasa en
Venezuela y en América Latina en general. Los museos dedicados al arte moderno y
contemporáneo (Museo de Arte Contemporáneo de Caracas Sofía Imber), los
dedicados a la historia del arte de un país (Galería de Arte Nacional), los dedicados
al arte colonial (Museo de Arte Colonial), debido a la cantidad de técnicas que deben
asumir, en primer lugar, o a los contextos históricos que pueden tener que abarcar,
no son tan especializados como se podría suponer.
Tampoco creemos que se podría hablar en Venezuela o en Latinoamérica de
museos enciclopédicos en el sentido estricto de la palabra. No hay museos de arte
en nuestro continente que tengan colecciones de arte desde Egipto o Mesopotamia
hasta la contemporaneidad, en continuidad y sin significativas lagunas.
La conciencia de un perfil obliga a los museos a la coherencia. Hoy en día ya no es
posible que los museos estén dispuestos a aceptar piezas en donación, por más
interesantes que sean, si no van a, aportar algo a sus colecciones, si no van a poder
ser usadas para hacer más significativo lo que ya existe. La coherencia implica
también la profundización, el afinar cada vez mejor hacia dónde deben dirigirse sus
esfuerzos para enriquecer las colecciones. También obliga a hacer cada vez un
mejor uso de ellas, para que el público pueda captar el o los mensajes que el museo
propone. Y el o los perfiles a que aspira.
Y la coherencia en el coleccionar puede implicar asimismo muchas posibilidades
de apertura, pues cuanto más coherente sea lo que se muestra, en mayor medida
puede enriquecerse la visión de la gente del museo y la visión
do. Y para hacerlo, debe enfocarse, puntualizarse, profundizarse en cada una de las
4. colecciones.
d. Como en el caso del museo de una única colección que se abría al relacionarse
con otros campos del hacer y saber humano, en el caso del museo general cada una
de sus específicas colecciones ha de ahondarse y abrirse al producir también ese
tipo de relaciones interdisciplinarias.
Tres casos de perfil, en los museos de arte en Venezuela
De todo ello deriva la tendencia de un museo como este nuestro, el Museo de Bellas
Artes de Caracas, a irse especializando según sus colecciones mediante la creación
de su Centro de Curadurías. Visto lo anterior, cada curador jefe de una colección
deberá tener la disposición del especialista en arte, y del especialista en el arte
específico que cuida, con lo cual ayuda a una focalización y a un
redimensionamiento de su colección, por pequeña que ella sea. Pero, por otra parte,
debe estar en capacidad tanto de llenar las lagunas de su colección a través de vías
alternas (videos, textos, fotografías. carteleras didácticas, foros, charlas con
maestros, etc.), como de saber encontrar las múltiples relaciones posibles entre su
colección y los otros saberes, con afinidad epocal o temática, entre otras afinidades.
Con todo ello colabora a ahondar el perfil global del museo como un, llamémoslo así,
especializado en lo general. Como un museo abierto, y abierto a los distintos
saberes, por su propia naturaleza.
El Museo de Bellas Artes de Caracas es sin duda el más enciclopédico de los
museos de arte del país, o el que podríamos considerar como dedicado en mayor
medida a una visión general del arte.
Frente a la población, el Museo de Bellas Artes tiene, o debe tener, la posibilidad de
mostrar cómo la creación artística es una en todas las épocas y lugares, y, a la vez,
cómo es capaz de incorporar ese anhelo permanente de expresar al hombre, y al
mundo que lo rodea, de mil modos diferentes. Dado que el Museo de Bellas Artes no
está condicionado por la necesidad de llenar todos y cada uno de los períodos de la
historia, creemos que puede muy bien basar el principio general de sus colecciones
en el rigor selectivo.
Mostrar qué es el arte, qué puede dar, cuáles son sus riquezas, venga de donde
venga y sea de la época que sea. Esto, por supuesto, no debe llevarnos a
descontextualizar las producciones artísticas, sino, muy al contrario, a encontrar las
5. bases de su calidad, con relación a su contexto, a su medio histórico y social. Porque
allí, en ese medio social, es donde adquieren s entido.
En cuanto al Museo de Arte Contemporáneo de Caracas Sofía Imber, la primera idea
era crear una galería no comercial que pudiera desplegar las visiones que, debido a
las muchas limitaciones que acosaban para la época al Museo de Bellas Artes, éste
no podía desarrollar adecuadamente. Pero aquella idea no se materializó y, en su
lugar, se optó por crear un museo de arte moderno. Habría por lo tanto que invertir
en colecciones de arte de este siglo tanto de Europa como de América (incluida
Venezuela).
El Museo de Arte Contemporáneo de Caracas Sofía Imber, dedicado por sus
colecciones al arte de este siglo, ha de hacer hincapié en los lenguajes del siglo y
poner todo su esfuerzo en que sean comprendidos. Abrirse a todo lo nuevo y, al
mismo tiempo, estar en capacidad de dar una visión lo más plena posible de cómo
ha sido el siglo en cuanto a sus lenguajes, sus ideas, sus formas de pensamiento,
sus modos de ver, sus problemas, sus logros.
En cuanto a la Galería de Arte Nacional, uno de sus énfasis ha de ser el
enriquecimiento de su patrimonio, porque no en vano tiene la atribución de guardar
para la posteridad los testimonios de las realizaciones artísticas que se han
producido en el país desde los primeros pobladores hasta hoy. Pero, por otra parte,
siendo un museo de arte que es a la vez un museo de historia del arte, ha de
vérselas con cierta dificultad al definir un perfil.
A un museo de armas o de mapas, de tradiciones o de vestidos, la historicidad le
resulta casi su condición suficiente. Ello no es igual en un museo de historia del arte.
Por más que tenga una función histórica de peso, un museo que se especializa en
artes plásticas es, primaria e implícitamente, un lugar de visión, de lenguaje
específico, de conocimiento y de creación de valor artístico.
Siempre hemos pensado, y ante el tema que hoy tratamos aún más, en la
importancia de lo educativo en un museo. Y no simplemente como el apoyo
didáctico complementario, secundario, consecuencial, ni siquiera como el objetivo
de un solo departamento específico. Más que ninguno, un museo histórico, para, ser
un museo-aventura, un museo-vivero, debe superar con la claridad investigativa y la
riqueza educativa aquellos peligros que por su
estructura y objetivos hemos visto tiene un museo de tal tipo: en el caso de la Galería
6. de Arte Nacional, un museo de historia del arte, el peligro de la obligatoriedad a
mostrar lo excelente y lo menos excelente desde el punto de vista formal.
Interesa notar la relación sucesiva y cronológica entre estos tres museos y cómo el
orden en el que surgen dentro de la escena del país viene marcado por las
condiciones y necesidades de época. Interesa notar cómo ellas exigen determinado
carácter al museo, con lo cual marcan también un efectivo o potencial perfil.
Cuando comienza, en 1938, a funcionar el Museo de Bellas Artes en su sede del
Parque Los Caobos (con las colecciones que le fueron asignadas desde su creación
en 1917), el país requiere de un museo referencias culturales generales. No existe
otro museo de arte y, al ser éste el primero, cumple bien con un llamado al
generalismo. En ello colaboran dos hechos, una razón de época: el mundo no ha
dejado aún de lado, para 1917 o para 1938, el enciclopedismo museológico tan del
siglo pasado. Y, por otra parte, el país cuenta, de hecho, con una colección
heterogénea (digamos con una razón práctica) que necesita organizar, mostrar,
incrementar. Es la colección que se inicia en 1917 con obras académicas de artistas
europeos (como le cuadra en esos años iniciales a un museo anexo a una
academia), y luego con obras de los artistas académicos y, como una excepción, los
paisajistas de nuestro fin y principio de siglo.
Cuando en 1974 nace el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas, ya hay
tradición en la museología del mundo con relación a museos especializados. Ya, por
otra parte, ha corrido bastante más de la mitad del siglo, con lo cual el acervo de lo
moderno y lo contemporáneo en arte es notable. Ya, un museo de vocación
generalista y con enclaves en los más distintos y distantes siglos, como lo era el
Museo de Bellas Artes, aparecía como insuficiente para la ciudad y el país. Cierto
que esa insuficiencia del Museo de Bellas Artes se debió en gran parte a la carencia
de visión de los dirigentes políticos y culturales del país, al poquísimo apoyo
gubernamental recibido por un museo que, como éste, era, paradójicamente, el gran
museo nacional, y el museo de arte del Estado venezolano.
El Museo de Arte Contemporáneo marcó entonces un perfil importante para la
época. Por sus colecciones, era un museo especializado en el arte del siglo
XX. Por su sentido de la proyección, se planteó la comunicación y la educación en
general, la apertura a los públicos. Era en ese sentido, y visto como asunto de
época, muy contemporáneo. Pues la época exigía ya a estas instituciones una
7. dinámica comunicativa bien diferente a la de los museos del siglo XIX.
En cuanto a la Galería de Arte Nacional, que nace en 1976, su perfil y su existencia
se entienden como esos modos en que la historia lucha, a veces con violencia, en su
urgencia de crecer. Nace con la colección venezolana que hasta ese momento era
parte del patrimonio del Museo de Bellas Artes. Nace de la necesidad que tiene el
arte venezolano de ser conocido y estudiado, desde las piezas prehispánicas hasta
nuestros días.
Nace como un desprendimiento, desde el punto de vista museológico. Y tiende a un
reforzamiento de la cultura venezolana, desde el punto de vista social.
Por último y de nuevo, el Museo de Bellas Artes, este museo del que se desprenden,
o en referencia y complemento al cual se crean los otros dos, ha debido redefinirse al
nacer ellos, en especial la Galería de Arte Nacional. Y el Museo de Bellas Artes se
redefinió, entonces, como un museo de arte internacional con énfasis en el arte
latinoamericano.
Hoy en día en el Museo de Bellas Artes ahondamos en los varios perfiles, dentro del
gran perfil general. En parte, por ello, nuestra lucha por el espacio: sólo mostrando la
diversidad que tenemos, desde el milenario Egipto hasta los cubitas del siglo XX;
desde el arte de la antigua cultura china y europea hasta el más reciente arte de la
acción, el concepto, la computadora, el multimedia; sólo mostrando lo que somos, el
perfil, y los perfiles, se ponen a la luz. Y sólo así el público sabe qué puede buscar, y
exigir. Y en que el museo puede complementar sus otras zonas de acción y vida.
La percepción estética, los lenguajes y la búsqueda de la belleza
Hemos hablado del museo como de algo particular, un tipo de museo de arte, o un
museo concreto, con nombre y fecha de nacimiento. Parece más lógico y hasta fácil,
al referirnos a ellos, hablar de perfil y de forma. Pero en realidad, cuando se nos
invitó a presentar una ponencia se nos dijo que con ella se: abriría el ciclo sobre los
museos de arte, eso que parece un campo mucho más general y heterogéneo; eso
que por lógica no puede tener, en tanto que
8. múltiple, un cierto perfil. Y, sin embargo, vamos a referirnos, como parte final de este
trabajo, a una condición que debería dar perfil y forma al conjunto todo de los
museos de arte.
Se trata de una vocación que tendría que ser subyacente y común en todos los
casos:
- su vocación estética
- su responsabilidad ante el conocimiento de los lenguajes
- su conciencia ante las necesidades del hombre por la belleza y las trans-
formaciones que tal necesidad ha tenido a lo largo de la historia.
No hay duda de que un museo de arte tiene que ver con historia, pensamiento, vida,
gusto, pero tampoco hay duda de que tiene que ver principal y esencialmente con el
arte. Y si el arte es un lenguaje, poner al público en capacidad de comprender ese
lenguaje es una de sus atribuciones principales. Las obras hablan de su tiempo y de
su espacio geográfico, a veces mucho mejor y a otra profundidad que lo que pueden
hacerlo los elementos de los cuales están rodeadas. Por ello, aunque una de las
obligaciones de los museos de arte sea la de no descontextualizarlas, la de hacer
que sean apreciadas en su marco histórico y social original y apropiado, es
importante que el museo haga lo posible para que las obras se expresen, por sí
mismas, de la mejor manera.
El museo debe hacer lo posible para que las obras sean realmente miradas y para
que sean realmente vistas.
El arte es, dijimos, lenguaje. Como tal, con unos elementos que le son propios. Con
una estructura, con sintaxis, con códigos, con cánones. Con una necesidad de ser
leídos, seguidos, y aprehendidos, además, naturalmente, de ser gozados y de ser
sentidos.
El arte es parte fundamental en la creación humana, en la percepción humana. Con
la naturaleza, el arte es el otro gran foco que atrae la percepción estética del hombre,
y uno de los centros de la formación de su sensibilidad. Es, por otra parte, uno de los
núcleos de estudio de la Estética y la Filosofía.
De manera aún más específica, el arte es una de las zonas del mundo donde más se
ha evidenciado la necesidad de armonía, perfección y belleza que el hombre tiene y
ha tenido a lo largo de los siglos. Cierto que los conceptos de belleza han cambiado
y hemos llegado a una época en la cual el solo nombrar
la belleza es un riesgo para la comunicación y para el sentido. Pero aun aceptado
así, el solo hecho de ahondar y de mostrar cómo han sido esos cambios del ideal de
belleza y armonía a lo largo de la historia, o de una colección a otra tratándose, por
ejemplo, de un museo general, ya son modos de enriquecer tanto el conocimiento
del lenguaje como la visión estética. Y de enriquecer también el conocimiento de los
distintos modos de ser del hombre en la historia y, por tanto, el conocimiento del
mundo y de sí mismo. Esas son, para nosotros, condiciones básicas para ese perfil
que debería estar subyacente en todos los museos de arte, es decir, las que
apuntan a la percepción estética, al conocimiento de los lenguajes, y al encuentro
con los distintos modos de la belleza.
9. Pero el museo de arte, con todo y este perfil de validador de las categorías
específicamente artísticas, se abre necesariamente a las otras realidades. Y, sin
paradoja, se abre más aún en la medida en que más claras estén sus espe-
cificidades: las de esa búsqueda de la armonía, la perfección y la belleza que puede
también traducirse en búsqueda de un mundo mejor, búsqueda de mayor calidad
de vida o como quiera hoy en día llamársele.
En todo caso, la necesidad estética a la que nos referimos no es cerrada sobre sí
misma, sino que es, fundamentalmente, necesidad difusiva. Sale de sí misma, se
extiende y alcanza mucho más allá de esos a quienes nos referíamos al principio:
esos, nosotros, quienes vamos realizando en la vida concreta, el perfil, la forma del
museo.
Pero queremos además agregar que la búsqueda misma de un perfil es un acto
orientado por nuestra propia necesidad de belleza. El perfil, la forma, son
diferenciadores, limitadores, definidores, modélicos, organizadores, tendientes a un
orden. Estas características del perfil son ya en sí mismas búsquedas de perfección,
que llenan también un placer estético: el de los museólogos, el de la comunidad
toda.
Aquello por lo cual una cosa llega a ser lo que es, no sólo es razón de perfección
sino razón de plenitud formal, de excelencia organizativa, de coincidencia con el
modelo, de estructuración y definición de un área (espacio, campo o figura).
Así vemos que el perfil mismo, la búsqueda afanosa de la forma, es un acto
orientado por el sentido que el hombre tiene de armonía, de perfección y de
belleza. Y, particularmente, por la necesidad humana de un hacer-bien, de un completar, para
que las cosas y seres que somos, o se nos vinculen, alcancen su plena existencia.
Cuando el perfil se logra y la razón de ser se desarrolla intensamente, entonces vemos que la
forma es plena; que el sentido es irradiante; y que el alcance del museo puede llegar a ser, en
verdad, conmovedor.
10. *En 1992 se realizó en la sede del Museo de Bellas Artes el Seminario Internacional
La misión del museo en Latinoamérica hoy: nuevos retos, organizado por UNESCO.
ICOM, Museo de Barquisimeto y Museo de Bellas Artes. La ponencia “Museos de arte:
reflexiones sobre el perfil" analizó entonces un tema de gran vigencia para el Museo
de Bellas Artes en ese momento: ¿cuál era el verdadero perfil de un museo con
colecciones de arte universal y de muy diversas épocas y culturas?, ¿por qué ese
perfil de este museo no había estado tan claro para la comunidad? Y, más en
general, planteaba la necesidad de que cada museo no sólo tuviera un claro perfil
sino que lo concientizara y lo profundizara, tanto en su teoría como en su acción
cotidiana.