1. Río Cuarto . Río Tercero . San Francisco . Villa María
DE ORILLA A ORILLA
LA SANTÍSIMA
TRINIDAD
ES ARGENTINA
POR J. RODRÍGUEZ HIDALGO
PÁG. 8
UN CONTRAVIRUS
FILOSÓFICO
POR JOSÉ E. OVIEDO
PÁG. 4 Y 5
ESTATERRIBLE
LUMINISCENCIA
DE CAROL GÓMEZ PELEGRÍN
POR RUBÉN D. FERNÁNDEZ
PÁG. 7
Miércoles 13 de mayo de 2020 . Año 20 Nº 903
Aunque precursor del manierismo y uno de los artistas florentinos más geniales del Quatrocentto italiano, tras su
muerte, víctima de la peste en 1522, fue incomprensiblemente olvidado y apartado de la historia del arte durante
cuatrocientos años hasta que los surrealistas lo redescubrieron en las primeras décadas del siglo XX.
PÁG. 2 y 3
PIERO DI COSIMO,
EL GENIO y EL OLVIDO
LENGUAJE
SOBRE
EL USO
DELVERBO
HABER
POR MARGARITA BELANDRIA
PÁG. 6
Piero di Cosimo . Retrato de hombre joven
2. El Corredor Mediterráneo / Página 2
PIERODICOSIMO,
EL GENIO
y EL OLVIDO
Por Redacción ECM-AT
Cuando Piero Ubaldini nació en 1462,
su Florencia natal vivía la que más tarde
sería considerada su Edad de Oro bajo
la poderosa influencia de Lorenzo de
Médicis o Lorenzo el Magnífico. El pai-
saje urbano de esta ciudad estado que
representaba la República de Florencia
ya contaba con la imponente cúpula
de la catedral de Santa María del Fio-
re, construida por el arquitecto Filippo
Brunelleschi y frente a ella la bellísima
“Puerta del Paraíso”, como fue llamada
popularmente la puerta Este del Baptis-
terio, obra del escultor y orfebre Loren-
zo Ghiberti.
Uno de los talleres más renombrados
de la época era el del escultor y pin-
tor Andrea del Verrochio, quien conta-
ba entre sus discípulos con Leonardo
da Vinci, Filippino Lippi, Domenico
Ghuirlandaio, Pietro Perugino y, entre
otros, Sandro Botticelli. También con-
taba con renombre, aunque menor, el
taller de Cosimo di Lorenzo Roselli,
pintor que había asimilado las técni-
cas formativas de Verrochio y que sería
contratado por elVaticano para interve-
nir en la decoración de la Capilla Six-
tina. Para este trabajo Cosimo Roselli
llevó a Roma como ayudante al joven
Piero Ubaldini, quien no sólo era uno
de sus discípulos más aventajados sino
también uno de sus sinceros y devotos
admiradores hasta el punto de que por
él cambió su nombre por el de Piero
di Cosimo. En el monumental fresco
del palacio vaticano Di Cosimo trabajó
junto a Ghirlandaio, Boticelli y Perugi-
no, entre otros magníficos artistas. Sin
embargo, este sería el único trabajo al
fresco que hizo y esta salida a Roma en
1481 la única que el prometedor artista
haría de Florencia, donde realizó una
de las obras más personales, imaginati-
vas y excesivas del Alto Renacimiento.
Probablemente una de las enseñan-
zas que Piero di Cosimo recibió de
su maestro Roselli fue el de pintar “a
la manera” del Renacimiento, es decir,
con el estilo de los grandes maestros
de la época aunque sin perder la im-
pronta personal. Piero di Cosimo hizo
suya esta premisa y asimiló con buen
gusto y exquisita técnica los modos de
pintar de, entre otros, Leonardo, Pol-
laiulo, Signorelli, Rafael y de la escuela
flamenca, en particular de Hugo van
der Goes. Con su contemporáneo An-
drea Mantegna compartió el interés por
la perspectiva y el escorzo (la mirada
desde abajo), recursos claves junto a las
líneas serpentinata y la alteración de los
elementos arquitectónicos de lo que
será el “manierismo”. Años más tarde
este movimiento será fruto de la reac-
ción de algunos artistas frente al equili-
brio de las líneas y las formas clasicistas
que, más adelante, abrirán las puertas
a los excesos del barroco. Precisamen-
te estas formas rebeldes darán cuerpo
a la obra plástica de Piero di Cosimo,
caracterizada por la extravagancia, la
imaginación y la poesía.
El interés del pintor florentino por los
elementos constructivos y la perspecti-
va son evidentes en el cuadro “Cons-
trucción de un edificio”, que data de
1490 y del cual Gretehen Hirschauer,
especialista en pintura española e italia-
na, dijo que es “un profundo estudio de
la perspectiva” y “un auténtico testimo-
nio del proceso de edificación”. Pero
la versatilidad de Di Cosimo parece no
tener límites según se aprecia en retra-
tos donde sobresale la hondura psico-
lógica de los personajes. Uno de estos
magníficos retratos es el de Simonetta
Vespucci a la que pintó como Cleopa-
tra y la convirtió en un ideal de belleza
capaz de atravesar todas las capas del
tiempo. Quien observe la maravillosa
pintura de Simonetta si bien evocará
algunos retratos de Sandro Botticelli,
no podrá escapar a la fascinación que
se desprende de esta imagen póstuma
de la joven. Cabe acotar que Simonetta
Cattaneo, casada con Marco Vespuc-
ci a los dieciséis años, era tenida por
entonces como la mujer más hermosa
de Florencia y fue la musa de muchos
artistas, entre ellos Botticelli, quien se
enamoró de ella y la retrató en varias
ocasiones, incluso tras la muerte de la
muchacha a los veintitrés años por tu-
berculosis, la eternizó en “Venus y Mar-
te”, en la que aparecen ambos, y en el
célebre “Nacimiento de Venus”. Algu-
nos críticos sostienen que la serpiente
que rodea el cuello de Simonetta en el
retrato de Piero di Cosimo alude a la
enfermedad que acabó con ella.
Di Cosimo al parecer también le dio el
rostro de la muchacha a la ninfa de “Sá-
tiro que llora la muerte de una ninfa”.
Según los expertos este cuadro está ins-
pirado en la muerte de Procris a manos
de su marido Cefalo, que el pintor toma
de uno de los relatos de la “Metamor-
fosis”, de Ovidio. Los críticos señalan
el extraño atractivo de este cuadro cuya
atmósfera onírica, característica de mu-
chas de sus creaciones, tanto fascinó a
los surrealistas, considerados redescu-
bridores del artista florentino.
Probablemente esa atmósfera propia de
los sueños proceda del estrecho víncu-
lo espiritual que el pintor renacentista
tenía con los poetas de la Antigüedad.
Piero di Cosimo, afirma Rafael Japón en
la revista “Descubrir el Arte 199”, era
un creador capaz de “materializar una
conmovedora y etérea poética de los
afectos”, mientras que Gretehen Hirs-
chauer dijo a propósito de una mues-
tra celebrada hace unos años en Was-
hington y titulada “Piero di Cosimo: la
poesía de la pintura en la Florencia del
Renacimiento”, que sus narraciones
plásticas “competían con los versos
de los poetas clásicos”, cuyos mitos y
alegorías tomaba para “transformarlos
en un extraño y maravilloso lenguaje
propio”.
Igualmente atractivos son los retratos
de los hermanos Giuliano y Franco
Giamberto da Sangallo, un soberbio
díptico, que es uno de los primeros de
la historia de la pintura occidental en
valerse de elementos simbólicos, en
este caso de una pluma y un compás
de la arquitectura y una partitura de la
música, para distinguir las profesiones
de los retratados, y al mismo tiempo
darle continuidad al paisaje de fondo,
según los recursos técnicos aprendidos
del maestro flamenco, Hugo van der
Groes, a cuyo “Tríptico Portinari”, de la
iglesia de San Egidio del hospital Santa
Maria Nuova, en Florencia, recuerda.
Pero Piero di Cosimo no se limitó al re-
Genial, imaginativo, extravagante y
poseedor de una técnica exquisita,
este genial artista florentino consu-
mó una obra tan libre como original
que ha llevado a muchos críticos a
considerarlo un poeta de la pintura
y a pesar de ello durante siglos su
nombre fue injustamente ignorado
en la historia del arte.
3. El Corredor Mediterráneo / Página 3
trato ni siquiera a un estilo determinado
como se comprueba en la diversidad
de los temas –religiosos, paisajísticos,
mitológicos y costumbristas- y en la
habilidad técnica, especialmente en
el uso del color al óleo. El mecenazgo
de la rica familia Vespucci y su com-
plicidad con ella le permitieron realizar
diversos encargos, entre los que sobre-
sale la que puede considerarse su obra
maestra, el cuadro conocido como “El
descubrimiento de la miel”.
La familia Vespucci, cuyo patriarca de
nombre Amerigo había hecho fortuna
con el tráfico de piedras preciosas, no
sólo estaba vinculada comercialmente
a los Médicis, sino que pertenecía al cír-
culo dorado de las nobles, adineradas y
diletantes familias florentinas. Además,
en tanto familia mercantil, contaba con
delegaciones en los principales puer-
tos de la Europa mediterránea. Tal cir-
cunstancia ha hecho pensar a no pocos
historiadores que el Amerigo Vespucci
asentado en Sevilla, era nieto de aquel
Amerigo y primo segundo de Marco,
el esposo de Simonetta, y que, dada su
influencia como rico comerciante, su
posición en la Casa de Contratación de
Sevilla y sus conocimientos cartográfi-
cos intervino en los primeros viajes de
exploración del nuevo continente con-
tribuyendo a precisar sus costas. A raíz
de esto, los geógrafos alemanes Martin
Waldseemüller y Mathias Ringmann
dieron al “Nuevo Mundo” el nombre
de América en detrimento del cartógra-
fo español Juan de la Cosa.
“El descubrimiento de la miel”, cuadro
que era un regalo de bodas destinado
a las estancias personales de Giovanni
Vespucci, formaba parte de un jocun-
do conjunto titulado “Las bacanales”
que completaba “Las desventuras de
Sileno”. Al parecer y según han podido
establecer los investigadores el cuadro
resultó tan escandalosamente obsceno,
que el mismo creador disimuló un en-
cuentro amoroso entre un personaje y
un asno y borró las enormes erecciones
de unos sátiros.
En “El descubrimiento de la miel”, Pie-
ro de Cosimo pinta una genial broma
jugando con el apellido de su mecenas,
las abejas y la miel, ya que Vespucci
procede de la palabra italiana “vespa”,
que significa avispa. Por otro lado, las
abejas con su aguijón y su miel vienen
a representar el dolor y la dulzura del
amor.
Aquí también el excéntrico pintor flo-
rentino recurre a Ovidio, un fragmento
de cuyos “Fastos” le sirve para esceni-
ficar cómo Baco y su séquito al descu-
brir un panal de rica miel ahuyentan a
las abejas con ollas, platos y otros arti-
lugios metálicos comunes de la cocina
florentina de la época en lugar de los
clásicos címbalos y otros instrumentos
musicales. Precisamente una plancha
de cocina es usada a modo de tapa-
rrabo, mientras otros lo hacen con una
concha gigante u otros extraños objetos
cuando no van simplemente desnudos.
El centro del cuadro está ocupado por
un enorme árbol humanoide de cuyo
tronco parece salir a la luz un sátiro
niño. Abajo, a la izquierda, una hem-
bra de sátiro amamanta a su hija, lo
que supone una provocación ya que
era así como se pintaba por entonces
en las iglesias a las “vírgenes de leche”.
Equidistante a la derecha, también en
primer plano, un dios Pan borracho ex-
hibe un manojo de cebollas, las cua-
les, según el imaginario popular, tenían
propiedades afrodisiacas.
Lo poco que se sabe de la vida de este
pintor genial, injustamente olvidado
durante cuatro siglos, casi los mismos
que lo estuvo el gran Caravaggio, y de
quien no se tiene ni siquiera constancia
de su aspecto físico, procede de “Las
vidas de los más excelentes pintores,
escultores y arquitectos”, escrito por
GiorgioVasari sobre artistas contempo-
ráneos. Según él, Piero di Cosimo era
un individuo que veía figuras por todas
parte, pues “no conocía otro placer
que el de quedarse absorto en sus pen-
samientos, dejando vagar su fantasía y
construyendo castillos en el aire”. De
él también diceVasari que era un hom-
bre excéntrico que detestaba el trato
con sus semejantes, razón por la cual
se pregunta cómo un artista así “crea-
se inestimables obras en las que el ser
humano es captado en su más excelsa
condición”.
Piero di Cosimo era una persona de
“espíritu noble”, pero de conducta
muy extraña para quienes lo conocían.
Amaba la soledad –afirma Vasari- y no
hacía “nada de su propia comodidad”
limitándose a comer huevos cocidos,
que hervía en gran cantidad junto con
el pegamento y luego los guardaba en
una cesta para consumirlos cuando
le apetecía. Entre las rarezas, Giorgio
Vasari apunta que “no podía soportar
el llanto de los niños, las toses de los
hombres, el sonido de las campanas ni
el canto llano de los frailes. Le aterra-
ban los relámpagos y cuando oía algu-
no se envolvía en su manto y, tras haber
cerrado las ventanas y la puerta de su
habitación con llave, se agazapaba en
un rincón hasta que pasara la tormenta.
Era muy variado y original en su con-
versación y a veces decía cosas tan ex-
traordinarias que los que le oían se par-
tían de risa. Pero de viejo era tan raro y
excéntrico que no se podía hacer nada
con él. No aguantaba la presencia de
los ayudantes, y su necedad le privaba
de todo posible auxilio. Cuando que-
ría trabajar y no podía, por causa de su
perlesía, se enfurecía y quería obligar
a sus manos a dejar de temblar, pero,
mientras refunfuñaba, se le caía el tien-
to del pintor, o incluso sus pinceles. Era
un espectáculo lastimoso. Las moscas
le hacían rabiar y hasta las sombras le
molestaban”. Tampoco dejaba que po-
daran las plantas ni los árboles porque
le gustaba verlas crecer silvestres. Tales
rarezas, concluye Vasari, hacían que
llevara “la vida de un hombre que era
menos hombre que una bestia”.
Piero Ubaldini, hijo de un orfebre y dis-
cípulo de Cosimo Roselli, por quien se
hizo llamar Piero di Cosimo nació en
Florencia, el 2 de enero de 1462 y no
murió en 1521 a causa de “sus gustos
extravagantes”, como afirmaba Giorgio
Vasari, sino el 12 de abril de 1522, víc-
tima de la peste.
Piero di Cosimo . El descubrimiento de la miel
4. El Corredor Mediterráneo / Página 4
UN CONTRAVIRUS
FILOSÓFICO
Por José Eduardo Oviedo*
FILOSOFÍA
Una primera y rápida impresión que
puede generar la pregunta por el pa-
pel de la filosofía, en medio de esta
pandemia, puede ser de sorpresa.
Incluso, uno puede llegar a pensar
que ponerse a filosofar, teniendo el
coronavirus entre nosotros, resulta
algo extravagante, estrafalario, qui-
jotesco. Esto quiere decir, que no
resulta esperable que alguien quiera
formular algunas consideraciones
sobre el papel de la filosofía, ha-
biendo tantas urgencias y priorida-
des en la agenda impuesta por el
Covid 19 y, por esta razón, me pare-
ce que es una invitación que sale de
lo común, que sale de lo trivial, que
es una pregunta algo inesperada.
Sin perjuicio de lo antes dicho,
haciendo oportuna la cuarentena
domiciliaria y considerando que
pensar y/o reflexionar es una activi-
dad fácilmente realizable en modo
personal, individual; porque con-
lleva una mayor carga de ensimis-
mamiento, en contraposición a las
actividades grupales con mayores
interacciones personales, como los
deportes de conjunto; entonces, in-
tentaremos hacer algún comentario
y/o alguna consideración filosófica
sobre el papel de la filosofía en me-
dio de estas circunstancias inusua-
les o excepcionales, sanitaria y so-
cialmente hablando.
Lo primero que hay que decir o re-
conocer, es que no tiene nada de
extravagante, ni de quijotesco una
invitación a pensar el papel y/o la
función de la filosofía en esta o en
cualquier otra circunstancia. Con-
siderar que la filosofía es una acti-
vidad propia de personajes extrava-
gantes y/o quijotescos es un acto de
control que opera desde el sentido
común dominante que no solo blo-
quea el filosofar, sino que pretende
dictaminar, decir y decidir qué es lo
que se piensa, qué es lo que vale,
qué es lo que se hace o se dice en
un lugar y tiempo determinados.
Obviamente, que la construcción/
deconstrucción del sentido común
dominante y/o la hegemonía o ba-
talla cultural son tareas que exceden
el quehacer de la filosofía; pero, ad-
mitir que todos estamos inmersos en
un sentido común dominante y un
modelo cultural hegemónico es el
primer acto de distanciamiento para
romper con esa dependencia.
Por otra parte, es necesario recono-
cer la existencia de una actividad
filosófica académico-profesional,
centrada en instituciones fuerte-
mente regimentadas al interior de
su campo técnico-específico. Esta
trayectoria milenaria de la filosofía
occidental está asociada a una pers-
pectiva profesional, elitista y, sesga-
damente, clasista de la filosofía. Lo
perjudicial en esta simplificación
esquemática es que ignora y/o in-
visibiliza la complejidad de las in-
teracciones de la filosofía y de los
filósofos con su tiempo. Oculta los
conflictos, los enfrentamientos de
las escuelas filosóficas, sus motiva-
ciones y sus protagonistas, además,
de sus intereses de clase. Es una
abstracción donde las ideas filosófi-
cas subsisten con independencia de
sus condiciones de producción, sin
considerar los contextos de descu-
brimiento, de validación, aplicación
y/o dominación.
Esta idea de la filosofía, con carácter
restrictivo, tiene también una pers-
pectiva de filosofía “oficial”, acom-
pañada de una galería de filósofos
importantes, serios, notables en de-
trimento de pensadores “menores”.
Además, la versión “oficial” de la
filosofía establece conceptos o te-
mas dominantes, regionalismos y
jerarquías, etc. Por ejemplo la “su-
perioridad” del pensamiento filosó-
fico europeo, en comparación con
otras culturas; o la inexistencia de
la reflexión filosófica en culturas no
europeas y/o en continentes o en
lugares inhabitados, considerados
como “desiertos” o “naturales”. En
una concepción eurocéntrica sim-
plificada América no es tierra de
filósofos. La idea de un continente
americano como un “bello jardín”
expresa la idealización de una cos-
movisión eurocéntrica, donde Eu-
ropa es el espíritu o la cultura por
excelencia y América es la naturale-
za,… No son conceptualizaciones
que puedan ser vistas con beneplá-
cito, ni con una ingenuidad cómpli-
ce o ideas que no debamos someter
a la sospecha de enmascaramiento
ideológico de la conquista y de la
explotación.
También debemos decir que existen
numerosas, importantes y potentes
escuelas críticas en el pensamiento
filosófico contemporáneo, con lo
cual el panorama es bastante más
equilibrado de lo que parecería, pri-
ma facie.
No obstante lo dicho hasta ahora y
corriendo el riesgo de incurrir en al-
gunas impertinencias de las cuales
ahora no soy consciente, debería-
mos pensar en una idea de la filo-
sofía/filosofar en un sentido amplio.
Un concepto ampliado de la filoso-
fía, como transversalidad filosófica,
popular, como una tarea que con-
tiene, pero que al mismo tiempo
excede a los filósofos profesionales.
Es una idea que implica la presencia
y la tarea del Estado en un proceso
de alfabetización básica y universal
de la filosofía, es decir, una alfabe-
tización filosófica universal a cargo
del Estado, equiparando el derecho
a la alfabetización filosófica como
un ejercicio ciudadano, como el
ejercicio de un derecho político
en la condición ciudadana de una
democracia popular. Esto es, una
democracia sustantiva, además de,
participativa y procedimental.
Esta idea amplia de la filosofía/filo-
sofar, propone realizar un recorrido
político semejante al recorrido polí-
tico realizado por la alfabetización
5. El Corredor Mediterráneo / Página 5
básica universal, de la enseñanza/
aprendizaje de la lectoescritura y
las matemáticas. La humanidad en
su conjunto hizo un recorrido mile-
nario donde saber leer y escribir era
un privilegio en manos de grupos
minoritarios, ricos y poderosos para
llegar a un presente donde saber
leer y escribir es un derecho univer-
sal público, gratuito y obligatorio a
cargo de un Estado democrático y
popular.
La idea de una filosofía/filosofar en
un sentido amplio es una idea más
política que filosófica, está más rela-
cionada con ejercicio de un derecho
político que al restringido manejo
de un conocimiento técnico profe-
sional o al desempeño de destrezas
intelectuales y/o argumentativas.
Entonces; en este entendimiento y
en esta tarea de la filosofía/filoso-
far en sentido amplio, popular, el
papel de la filosofía, el sentido y la
función de la filosofía es y, debería
ser, la vacunación. Sí, como una va-
cuna. Del mismo modo que la al-
fabetización se convirtió en una de
las vacunas más poderosas en con-
tra de la ignorancia de las mayorías
populares; de esa misma manera la
filosofía/filosofar debería convertir-
se en una vacuna cuyos anticuer-
pos fortalecen nuestras defensas y
nos previenen de la manipulación
político mediática que opera en la
creación de un sentido común do-
minante que defiende los intereses
de las minorías poderosas y asume
ingenua y acríticamente su repre-
sentación. La dominación puesta
en ideas y operando en el sentido
común de la sociedad, colaborando
con la derrota cultural de los secto-
res populares, propiciando el triunfo
de los intereses de las minorías con-
centradas, con la aprobación cultu-
ral, más la aprobación electoral que
periódicamente se regenera y se im-
pone en Argentina y en otros países
de América Latina.
Como cierre, quiero comentar bre-
ve y sintéticamente apenas dos in-
tervenciones de la infinidad de in-
terlocutores televisivos y radiales
escuchados en este encuarentenado
mes. Intervención uno. Un notorio
dirigente político afirmaba que el
éxito obtenido en Venezuela en el
control de la pandemia ocasionada
por el Coronavirus se debía a que
tomaron decisiones acertadas sin
perder el tiempo en estériles discu-
siones filosóficas. Intervención dos.
Graciana Peñafort, entrevistada en
un programa radial de la AM 750,
aseguraba que después de esta pan-
demia se van a producir importan-
tes y profundos cambios en nuestras
sociedades. Ante la pregunta del
periodista en qué fundamentaba su
certeza, Graciana esbozó una jus-
tificación filosófica, diciendo que
la presencia de la muerte en todos
los hogares de las grandes capitales
y ciudades europeas, americanas
y del resto del mundo de la socie-
dad actual occidental, era insosla-
yable, era una presencia palpable,
cercana, inminente. Agregó, que en
oportunidades anteriores la muerte
no tenía presencia; porque se visua-
lizaba distante, puso como ejemplo
los jóvenes soldados muertos en
una lejana Vietnam o en exóticos
continentes casi desconocidos no
impactaron masivamente en las so-
ciedades de la cual provenían esos
jóvenes.
La enfermedad y la muerte son si-
tuaciones límites, que posibilitan la
reflexión filosófica. Cualquiera pue-
de pensar, argumentar y reflexionar
filosóficamente sin necesidad de
conocer y/o citar autores. Los cam-
bios que se avecinan auguran el re-
nacimiento de un Estado Democrá-
tico, auguran un renacimiento de la
Salud Pública como el ejercicio de
un derecho político ciudadano ga-
rantizado por el Estado y los cam-
bios que se avecinan auguran la de-
rrota de la supremacía del mercado
inherente al neoliberalismo salvaje.
Finalmente, cualquiera puede inferir
el sentido político de una reflexión
filosófica no profesional.
* José Eduardo Oviedo es filósofo,
trabajador de la Educación Pública y
delegado departamental de la UEPC
(Unión de Educadores de la Provincia
de Córdoba), delegación Río Cuarto.
6. El Corredor Mediterráneo / Página 6
SOBRE EL USO
DELVERBO HABER
Por Margarita Belandria
No hay otro verbo en la lengua castella-
na que nos dé tantos quebraderos de ca-
beza como el verbo “haber”. Este verbo
deriva del latín “habére”, cuyo significa-
do —en latín— es “tener”.
Conocer el uso correcto del verbo ha-
ber no es tarea que se pueda emprender
casuísticamente. Ninguna disciplina se
puede aprender así. Toda ciencia tiene
unos principios generales y fundamen-
tales que orientan y posibilitan la expli-
cación de lo particular. Quien esté en
posesión del porqué de un determinado
conocimiento, estará en capacidad de
discernir el cómo, el cuándo y el dónde.
En realidad, las dificultades que suelen
presentarse con el uso del verbo haber
provienen de que este verbo se usa en
castellano con tres funciones distintas:
1) como verbo transitivo, 2) como verbo
impersonal, 3) como auxiliar en los tiem-
pos compuestos.
1) “Haber” como verbo activo y transi-
tivo, cuya significación es la de “tener”,
“obtener” o “poseer”. En este sentido
reza el adagio popular que “lo mal habi-
do se lo lleva el diablo”.
Con este significado de “tener” el verbo
haber fue profusamente usado —con
todos sus accidentes— a través de la
historia del habla castellana y amplia-
mente registrado en obras literarias (le-
yes y otras materias), como puede verse
en el Libro de buen amor de Juan Ruiz,
el arcipreste de Hita: “…el mundo por
dos cosas trabaja: la primera, por haber
mantenencia; la otra cosa era por haber
juntamiento con fenbra plazentera”. En
el curso del tiempo fue decayendo este
uso al extremo de que en la actualidad
solo se conservan algunas de sus formas,
especialmente en lenguaje jurídico. Así,
el participio pasivo “habido” se usa en
expresiones como “los hijos habidos en
el matrimonio”, “los bienes habidos en
la sociedad conyugal”, etc. El participio
activo “habiente” (1), generalmente se
usa para la formación de términos como
causahabiente, derechohabiente que
son dos manera de designar a la perso-
na que tiene derecho a adquirir de otra
(llamada causante) un derecho o una
obligación. También el infinitivo haber
se usa en expresiones tales como “el ha-
ber intelectual”, “el haber espiritual”, “el
haber cultural”; esto es, el conjunto de
valores, conocimientos, etc., de una per-
sona o de un pueblo. Fuera de las formas
señaladas, el verbo haber como verbo
transitivo ha caído en desuso en nuestro
idioma.
2) “Haber” como verbo impersonal.
“¡Hay amores que matan!”
Como verbo impersonal, tiene una leve
denotación de presencia, existencia, si-
tuaciónoacaecimiento,análogaalaque
corresponde a los verbos “ser” y “estar”.
Al igual que todo verbo impersonal (ne-
var, llover, tronar, amanecer, etc.), en uso
estrictamente gramatical, es intransitivo y
defectivo. Intransitivo porque su acción
no recae sobre nada y por consiguiente
carece de complemento directo la ora-
ción que lo contenga. Defectivo porque
carece de todas sus conjugaciones (2).
El verbo haber como impersonal no se
usa en plural, sólo se conjuga en tercera
persona del singular de todos los mo-
dos y tiempos verbales. Es por ello que
en este caso son incorrectas las formas:
habían, hubieron, hubieran o hubiesen,
habrían, hayan, habrán, habemos, etc.
Veamos los siguientes ejemplos con sus
respectivas correcciones entre parénte-
sis: “habían muchos alumnos en el aula”
(“había muchos”), “hubieron fiestas”
(“hubo fiestas”), “para que no hubieran
reclamos les dio a todos inmerecidas ca-
lificaciones” (“para que no hubiera”), “si
hubiesen inconvenientes, avísame” (“si
hubiese inconvenientes”), “para que no
hayan problemas” (“para que no haya”),
“habrán sanciones para los que incurrie-
ron en fraudes” (“habrá sanciones”), etc.
Las expresiones: “habemos muchos que
no somos idólatras” o “habemos pocas
personas aquí”, se resuelven con el ver-
bo ser o estar (“somos muchos”, “esta-
mos pocas”) (3).
Debido a que la mayoría de la gente
aprende a detectar de manera casuísti-
ca las formas incorrectas del verbo ha-
ber más conocidas, se cuidan bien de
usarlas; sin embargo, suelen decir, por
ejemplo, “habíamos allí unas doscientas
personas”, “con más educación habrían
menos crímenes”, “pronto habremos
tantos en el planeta que la vida se tornará
insostenible”, “por si hubiesen dificulta-
des”, “traiga todas las flores que hayan”,
formas estas igualmente incorrectas por
la misma razón ya explicada.
3) “Haber” como verbo auxiliar en los
tiempos compuestos.
En esta función de auxiliar para la forma-
ción de los tiempos compuestos se nos
presentan dos situaciones distintas con el
verbo haber: 3.1) como auxiliar de otros
verbos, 3.2) como auxiliar del mismo
verbo haber.
3.1) Con la función de auxiliar de otros
verbos, el verbo haber entra en la forma-
ción de los tiempos compuestos y se usa
en todos los modos, tiempos, números
y personas. En esta función de auxiliar
de otros verbos sí son correctas las for-
mas: habían, hubieron, habrán, habrían,
hubieran (o hubiesen). Ejemplos: “ha-
bían llegado las horas del dolor infame”,
“una vez que hubieron descansado, em-
prendieron el largo viaje”, “cuando el
médico venga ya se habrán muerto los
enfermos”, “habrían aprobado el curso
si hubiesen estudiado”, “es muy loable
que hayan razonado” (4), etc.
3.2) Como auxiliar del mismo “haber”.
En este caso no se usa nunca en plural.
O dicho de otro modo: si el verbo haber
es auxiliar de un verbo haber, entonces
se usa solamente en singular; por ejem-
plo: “ha habido muchas penurias en los
últimos tiempos”, en vez de “han habido
muchas penurias en los últimos tiem-
pos”, “¿habrá habido buenas intencio-
nes en eso?”, en vez de “¿habrán habido
buenas intenciones en eso?”.
Para concluir, es aconsejable tener en la
memoria la siguiente regla que sirve para
todos los casos: «el verbo haber se usa
en plural únicamente cuando es auxiliar
de cualquier otro verbo que no sea el
mismo verbo haber».
1. La Academia de la Lengua Española lo
considera como un adjetivo.
2. Claro está que, metafóricamente, estos
verbos impersonales pueden ser conjugados:
“amanecí de bala”, “la voz del padre tronó
desde la sala”, “llovieron flores desde los bal-
cones”, etc.
3. La forma “habemos” no existe en la gramá-
tica actual; en su lugar existe “hemos”, pues
el presente del verbo haber se conjuga así: yo
he, tú has, él/ella ha, nosotros hemos, vosotros
habéis, ellos/ellas han.
4. En este caso lo verbos auxiliados son: llegar,
descansar, morir, estudiar, razonar.
LENGUAJE
7. El Corredor Mediterráneo / Página 7
ESTA TERRIBLE
LUMINISCENCIA
Carol Gómez Pelegrín
Marisma, Madrid, 2019
Esta terrible luminiscencia es de
esta clase de poemarios que te
permiten adentrarte en un nuevo
universo, explorar emociones dis-
tintas a las acostumbradas, y en
parte, de eso trata su poesía, de
resquebrajar los moldes que nos
han construido socialmente, y
además, todo aliñado con un fuer-
te sabor que nos trae al recuerdo a
Pizarnik, a Plath e incluso al des-
caro pero en prosa de Beauvoir.
Ese es el tacto que nos ha dejado,
y nos encanta, porque hay muchí-
sima fuerza en sus palabras, con
un sabor clásico mezclado con un
sabor auténtico y nuevo.
Carol Gómez Pelegrín es absoluta-
mente lúcida para mostrarnos las
cadenas subterráneas de la convi-
vencia, las ataduras de la vida en
sociedad y de la vida en familia,
con una absorbente densidad con-
ceptual.
A lo largo del poemario, poema
tras poema, verso tras verso, ire-
mos recorriendo cierto amenaza-
dor desencanto con la vida, las
fuertes sensaciones que se tienen
al ser madre, el cansancio por las
máscaras que parece que hay que
ponerse para estar en sociedad y
ser aceptados, aprobados, como
en espera del visto bueno, cum-
pliendo roles determinados. Pero
nos va mostrando muchísimas
más facetas de las emociones: la
sensación de estar herido desde la
infancia, la rudeza y la tristeza de
camuflar la agonía, la permanente
mirada de los demás, que nos juz-
gan, sin saber, sin conocernos.
Hay muchísima intensidad emo-
cional. Confrontación con lo co-
múnmente aceptado, buscando
una identidad singular que se im-
ponga a los convencionalismos: la
búsqueda de franqueza, de hones-
tidad. “Siempre existe este modo
terrible de limitarnos”. Y vamos
surcando poemas y encontrándo-
nos con la dificultad del amor, de
que cuaje, de que se consolide y,
en cierto modo, también nos re-
mite al absurdo de la vida. Nos
indica por otro camino la búsque-
da del sentido de escribir, qué nos
conduce a ello, siempre con la mi-
rada puesta en los muros que nos
rodean: “Nos negamos a nosotros
con una reiteración que debería
estar condenada”.
No cesa su travesía de marinera
fiera de los versos y llegamos a la
sutil crueldad de lo cotidiano, a la
insignificancia de nuestras vidas, a
su inercia sin sentido, asomando a
veces el grito de quien ha perdido
mucho, tal vez demasiado. Y nos
quedamos entonces parados de
frente mirando el temblor ante la
vida: “Digamos que el verdadero
terror aguarda bajo todo lo dulce
que habita la tierra”.
Es éste su primer poemario, que
sin embargo está escrito con mano
experta. Os ofrecerá múltiples lec-
turas y muy variadas emociones,
pues estaréis descubriendo nuevos
territorios por muy pocos explora-
dos.
Adéntrense en él, es toda una sel-
va y os va a encantar, os va a llover
poesía.
Rubén Darío Fernández
8. El Corredor Mediterráneo / Página 8
DE ORILLA A ORILLA
LA SANTÍSIMATRINIDAD
ES ARGENTINA
Por Jorge Rodríguez Hidalgo
“Nada hay más argentino que el cielo de los católicos”, me
decía un hincha del fútbol mucho antes de que hubiéramos
de confinarnos a causa de la pandemia del coronavirus. Lo re-
cordé en la soledad de mi domicilio, durante los primeros días
de aislamiento, mientras extrañaba poder ver por televisión un
partido, aunque fuera de esos que hasta quienes lo disputan
procuran olvidar cuanto antes. Ese aficionado, a la sazón gran
amigo desde nuestra primera juventud, fue una brillante pro-
mesa balompédica que cambió a tiempo la cancha por el aula
docente, el balón por los libros, los gritos de los estadios por
las disputaciones académicas. Él, como yo, amaba la escuela
brasileña. A ella pertenecían, con algunas excepciones, y sin-
gularmente la de Alfredo Di Stéfano, los mejores practicantes
de este deporte reglamentado por los ingleses. Si bien había-
mos oído hablar de la selección “canarinha” que, en Suecia y
ante los anfitriones, ganó en 1958 la primera copa del mundo
para Brasil, equipo en el que destacaban Didí,Vavá y Zagallo,
pero sobre todo Garrincha y el jovencísimo Pelé, mi amigo y
yo éramos incondicionales de la de 1970. En México, Carlos
Alberto, Clodoaldo, Gérson, Jairzinho, Rivelino, Tostão y un
deslumbrante Pelé, entre otros, golearon a Italia con lo que “O
Rei”, como fue llamado Edson Arantes do Nascimento por la
prensa francesa en 1961, llamaba el “jogo bonito”, en que la
creatividad primaba sobre la fuerza física.
Sin embargo, todo cambia, como sentenciaba Heráclito. Des-
pués de la primacía brasileña,Argentina, que había visto a don
Alfredo marcharse lejos de sus lares, conquistó su primer título
mundial, y en suelo patrio, en 1978, en plena dictadura. En el
terreno estrictamente deportivo, la selección nacional obtuvo
un triunfo colectivo con excelentes jugadores, como el “mata-
dor” Kempes, pero sin una estrella universal, como aún lo eran
el holandés Cruyff o el alemán Beckenbauer. Pero en la fragua
estaba el jugador excepcional, pues al año siguiente Diego Ar-
mando Maradona lideró en Japón al equipo que ganó el mun-
dial juvenil. El de Lanús, el hombre de los milagros (“la mano
de Dios” que mató dos o más pájaros de un tiro; el “scudetto”
del Napoli en la Serie A de Italia), se convirtió en la figura
futbolística por excelencia, el “summum”, para la generación
X de los albores de la posmodernidad. Su fulguración fue tal
que propició su entrada en el cielo después de ilusionar a los
niños, envanecer a los mayores y cautivar a los incautos, quie-
nes llegaron a erigir una iglesia en su nombre pese a llevar una
vida licenciosa rayana en la criminalidad. La degeneración del
hombre Diego Maradona no ocultaba el recuerdo de las fili-
granas, en la cancha, del “Pelusa”, quien parecía marcar el alfa
y omega del deporte más practicado en el mundo (no en vano
también era apodado “Dios”). Sin embargo, la generaciónY, o
milénica, iba a aportar su ídolo inimaginable en las postrime-
rías del siglo y del milenio. Lionel Andrés Messi, “La Pulga”, el
hombre que todavía hoy le pone carne a los dibujos animados
y a los viedojuegos, vino a discutir el cetro de su compatrio-
ta. “Leo/Lío/El Mesías/Dios” ha atesorado la mayor cantidad
de galardones individuales a que puede aspirar un futbolista,
pero, a diferencia del otro pibe, el de Oro, no ha conquistado
la copa del mundo, lo que para muchos le impide ser conside-
rado el mejor jugador argentino, y de la historia, de este juego.
En resumen, a día de hoy, el mundo católico cuenta con dos
dioses de las canchas que se disputan el lugar preeminente en
el cielo; ambos son argentinos, como también lo es el vicario
de Cristo, Jorge Mario Bergoglio, el papa Francisco, o el pa-
dre Jorge, como le gusta que lo llamen, futbolero e hincha de
San Lorenzo.Tenemos, pues, una muy viva y peculiar trinidad,
una Santísima Trinidad argentina con ascendencia italiana en
la que cada cual pone rostros al Padre, al Hijo y al Espíritu
Santo, pero sin olvidar que hay otro pueblo elegido a este lado
del Atlántico que es capaz de dejar en el banco a Di Stéfano
y a dos Pelés brasileños, el negro, “O Rei” y “zico”, el blanco.
La Columna