Este documento describe cuatro razones principales que pueden conducir a un "desastre de la filosofía": 1) El no reconocimiento de la ignorancia, 2) Las imposturas intelectuales, 3) El desaprender lo enseñado incorrectamente, y 4) Una ética protocolizada en lugar de reflexiva. El autor argumenta que estos factores pueden socavar los cimientos del pensamiento filosófico y conducir al error y sinsentido.
1. Desastres de la filosofía: el no reconocimiento de la ignorancia,
las imposturas, el desaprender y la Ética protocolizada como
las razones que llevan a su derrumbamiento
Cristian Camilo Hurtado Blandónccamilo.hurtado@udea.edu.co
Son un montón las alusiones a qué debe o no debe atender la enseñanza de la filosofía, y
aunque existan tantas proclamaciones, hay una que puede alzarse como común y es:
forjar personajes críticos, autónomos, y en cuanto tales, morales. Aparte de ello, las
acepciones del deber ser de la filosofía y la enseñanza de la filosofía son tan diferentes
que encontrar una similar a otra termina siendo una tarea ardua, ya que son tantas las
tradiciones de la pedagogía, tantos los campos del conocimiento, tan extenso el uso de
la razón en un inmenso telar tejido sobre un ingente telón que es el mundo, que al fin y
al cabo, cada quien hace uso de su propia interpretación sobre la enseñanza y la filosofía
misma. Pero, ello no quiere decir que no se deba estudiar las propuestas ajenas o que
simplemente baste con darse a una comprensión propia. No, darse a la idea de cómo
otros conciben lo que por convicción propia se quiere forjar, enmarca una ayuda
esencial en la comprensión propia. Por eso, aquí se pretenderá enunciar las ideas que
Juan Cuartas enmarca en su texto Los Desastres De La Filosofía, mostrando que un
desastre natural, tal como un derrumbamiento, puede otorgar una analogía clara de un
desastre de la filosofía. Mientras que en el derrumbamiento natural al perderse las bases
o debilitarse las mismas el terreno cede y se produce la catástrofe, en la filosofía es
igual; mientras una base sobre la que se monta un pensar la filosofía y la enseñanza
termina siendo falseada, todo lo que sobre ella se forjó, se derrumba hasta llegar a la
desazón y el sinsentido. Lo que se debe anunciar aquí, es que se utiliza la analogía del
desastre de la misma forma como en el romanticismo se hace uso de la idea de caos.
¿Cómo así? En el romanticismo asevera que lo importante de encontrarse fragmentario,
desolado, angustiado, i.e., encontrarse en el caos; es saberse en el lugar equivocado, lo
cual es justamente, el motivante de encontrar el absoluto por medio de la reconciliación
del mundo y el yo, o del encuentro de la subjetividad más pura en la posibilidad misma
que cerca el caos en el que se encontraba (Hölderlin) (Schlegel) (Shiller). Así mismo, es
el uso del desastre y el derrumbamiento, lo que queda después de descubrir cuáles son
las razones del desastre, qué es lo que lleva al derrumbamiento catastrófico que lleva el
conocimiento humano al sinsentido, es no caer de nuevo en él y saber que de allí no se
puede partir, saberse en el estado de error y buscar la salida. Es como decir, lo
importante de conocer lo negativo es no caer en él, lo cual, llevará efectivamente al
direccionamiento de lo positivo.
Por todo ello es que el autor retrata en su texto 4 razones por las cuales se cae en el
desastre de la filosofía, aunque en la introducción enmarca una quinta que es la petición
de principio - colateralmente expuesta, pues, si la base es falseada “se desencadena un
desastre filosófico, la primera verdad se ha resquebrajado y ha arrastrado en su caída
otras tantas verdades que han mostrado carecer de soporte” (Cuartas 2011, 129)- en
sentido estricto no está incluido en los capítulos, por lo que se ceñirá a Cuartas . Así las
cosas, el texto formalmente se verá así: 1) Ignorancia, 2) Imposturas, 3) Desaprender; y
finalmente, 4) Ética.
1) Reconocimiento de la Ignorancia
Es muy diciente afirmar que es un desastre total el permitir que las presunciones,
arrogancias, desatinos e imposturas corran por auténticas descripciones y análisis del
problema, ello es justo lo que da la calve del desequilibrio de la ignorancia, pues, ello es
justo lo que encuadra un maestro que no se da a la tarea de considerar su falta de
conocimiento y experiencia y, aun así, se dispone a enseñar. Lo único que hará, será
2. crear un entorno en el que el conocimiento se ponga en evidencia en medio de una
improvisación, no sólo del acto educativo, sino de la transmisión misma del
conocimiento, es decir, la álgida proclamación de la penuria de la ignorancia. Pero, ¿qué
es lo que se debe hacer entonces para no caer en el desastre? Se debe reconocer en la
ignorancia, un poco a lo que hace alusión la famosa e inmortal frase socrática: “solo sé
que no se nada” (Platón 1871); o la muy diciente afirmación popperiana, “tenemos que
estar al acecho de nuestros propios errores, con el fin de comprender por qué se
cometieron” (Popper 2001).
Ahora bien, ¿por qué el ignorante puede desencadenar un desastre? Otra vez a escena
entra K. Popper, aseverando que es justo porque no generan un examen de sí mismo, y
lo que queda, es una despreocupación de la aplicación del conocimiento que ellos
pueden entregarle el motivante de desastre. Pero, entiéndase eso, ¿cómo es que se crea
desastre? El ignorante no es el que no sabe nada, sino aquel que siendo conocedor es un
mero reproductor, por ejemplo un intérprete de piano que se dedica a reproducir la
partitura sin tener claro cuáles son los usos propios de la interpretación misma, que
siendo una dinámica de piano disminuye su intensidad, o siendo un forte se da mayor
expresión, y así, lo único que hace es reproducir sin mayor aplicación de su
conocimiento. De igual forma sucede en Filosofía, el ignorante no es causa de desastre
por su malinterpretación, sino por la trivialización y desordenamiento. En filosofía, esta
distinción atiende a la concepción de un filósofo y un rumiante académico. El filósofo
se comprenderá en la medida que se entienda el rumiante, es decir, se entiende de forma
contraria. El rumiante es aquel que mastica la misma sustancia sin sabor de falso
conocimiento, no le hace digestión y no disfruta de los sabores de los saberes, esto es, el
rumiante es aquel que no tiene noticia de la responsabilidad que trae el ejercicio de la
filosofía.
2) Imposturas intelectuales
Cuando se pone en ejecución un tipo de exposición académica fundada en
artimañas retóricas o en el fingimiento de saberes que se ofrecen de manera abstrusa o
incongruente, el resultado de ello es la manipulación de los saberes, o en otra palabra,
engaño, lo cual, encamina al error y al desastre. Ahora bien, como maestro se está en la
responsabilidad de llevar al correcto vínculo con el conocimiento a las nuevas
generaciones. Por esto es que las imposturas, el ser un impostor del conocimiento, se
convierte en un desastre que se anuncia con estruendo porque en manos de los
impostores queda el conocimiento y cuando se destapa la caja hermética donde guardan
su conocimiento, no encuentran nada. Las imposturas a las que no se pueden caer son:
1) Saber siempre de qué se está hablando, es decir, hablar siempre sobre lo que se esté
seguro y no crear conocimiento infundado, ni auto-imputarse lo ajeno.
2) Un conocimiento por ser presentado en un discurso oscuro, no lo determina a ser
profundo. EL discurso puede ser un galimatías horrible, pero el tema ser abierto y
completamente comprensible.
3) La ciencia es otra visión de la realidad, no es como un texto que se pueda citar
literalmente, es decir, una concepción de mundo y de revisión de una o más teorías.
4) Copiar el método de las ciencias naturales decanta un problema, dado que se adopta la
terminología falsa que desfigura cualquier conocimiento de la filosofía.
5) No hay autoridades. Un argumento no puede darse como certero por remisión a la
autoridad, es decir, este o aquel argumento es válido porque lo dijo este o aquel. Ello
trae consigo, la imposibilidad de un pensamiento de nuevos tiempos y de creación de
autonomía.
6) No caer en el escepticismo radical. Es que se vence a toda aspiración de conocimiento.
3. 7) La ambigüedad no es ninguna virtud del discurso es una excusa para seguir en la
participación alternativa.
Todo ello, deviene en una imposibilidad ética para la enseñanza de la filosofía. Lo que
se debe hacer es salir de esas imposturas para permitirle a la filosofía avanzar.
3) Desaprender, o la mala enseñanza de la filosofía
Cuando la enseñanza no da forma ni transforma es que se abre el telón y entra el
des-aprendizaje al rescate, pero que asunto tan tenaz ello, pues claro, es que si el
aprendizaje es la adquisición de lo fundamental por medio del estudio, su negación sería
el des-aprendizaje como olvidar lo fundante, severo problema. Además, en este sentido
el maestro aparecería aquí como fuente de aprendizaje y como fuente de sabiduría. De
él se toman no solo contenidos, sino hábitos, prácticas pedagógicas, procedimientos
éticos... Pero, ¿podría llevar eso al desastre? Sí, porque el que aprende mala doctrina
cuenta con dos trabajos inoficiosos, el aprender mal y el desaprender lo aprendido, es
que de lo que se trata es de aprender más allá del mero conocimiento. La didáctica de la
filosofía no puede fracasar en ello, pues, fomentar el análisis, distinguir problemas e
interactuar con otras disciplinas es la tarea propia de la enseñanza de la filosofía.
El problema (desastre) radica entonces en la respuesta insincera a la pregunta del valor
del conocimiento, el quedarse en el redundar retórico en vez de ocuparse del desarrollo
de las capacidades de entendimiento e interpretación, el fortalecimiento ético de la
persona y el fortalecimiento de valores éticos orientados a la convivencia, i.e., no solo
enseñar el conocimiento, sino hacer intervenir el proceso de conocimiento, un poco la
propuesta de Estanislao Zuleta cuando afirma que el mayor desastre de la educación es
que se enseña el conocimiento sin permitirle a la filosofía intervenir y demarcar el
proceso de conocimiento, es decir, se enseña biología sin filosofía, ciencias sociales sin
filosofía y filosofía sin filosofía… “Cuando la enseñanza de la filosofía se vuelve en
una acumulación de conocimiento no deja posibilidad de reflexionar, […] la filosofía es
construcción de una competencia analítica, hermenéutica, dialéctica y retórica dirigida
a la comprensión de la vida social y cultural” (Cuartas 2011, 135).
4) Ética
“La enseñanza reclama no faltar al deber, cabe decir, no ignorar la condición ética de
la comunicación, sencillamente porque se tiene entre manos construir un tiempo nuevo”
(ibíd. 136). Resulta que una filosofía sin ética se puede comprender como la falta de
consistencia y responsabilidad a la hora de comunicar un proceso cómo lo exige la
filosofía. Ello sustentado en una hermosa (al modo de ver de este escrito) concepción de
filosofía: “La filosofía es un proyecto de reconstrucción paulatina de un futuro
percibido como cosa común que parte de la subjetividad de quien la idea, pero que
necesariamente ha de ser extensible a los demás” (ibídem.). Por todo esto es que
cuartas piensa que, si bien no la solución, sino el evento para recuperar las fuerzas
perdidas por tanto desastre filosófico y, a la vez, la entidad prestadora del servicio de
atención a los desastres mismos, es la responsabilidad. Aunque no entendida bajo las
cartillas de valores de las clases de ética de la escuela de Inés; no, sino comprendida
bajo 4 tesis fundamentales:
1) La responsabilidad es un verdadero compromiso de quien enseña filosofía, la cual
consiste en que toda enseñanza, en tanto que es una respuesta al orden del mundo, debe
satisfacer, ser un acto reparativo, atender al cumplimiento de un gusto y a la confianza
en el intercambio.
2) Hay responsabilidad en la correspondencia. En este sentido, la enseñanza ha de buscar
guardar proporción e igualdad entre una cosa y otra.
3) La enseñanza en tanto mutua y transparente debe ser llevada a cabo por un agente que
vele por el otro.
4. 4) La enseñanza se debe asumir de principio a fin, esto es, la responsabilidad y la
enseñanza se dejan vivir en el conocimiento y el intercambio: Cuando no se responde ni
se da razón, la ética del filósofo no ha emprendido aún la tarea de evaluar los riesgos
de desastre antes de que se precipite.
Ahora bien, ello por un lado; pero hay que tener claro que la ética puede ser concebida
de forma distinta a esta alusión de la responsabilidad y terminar respondiendo, en el
transporte del conocimiento a la acción, a un protocolo. Justo lo que hace la filosofía
aquí es encaminar la reflexión al lado ya expuesto de la ética y así no permitirle a la
ética protocolizada marginar la reflexión propia de la filosofía y hacerla propensa a un
desastre más.
Bibliografía
Cuartas, Juan Manuel (2011). “Desastres de la filosofía” en: Didácticas de la filosofía
Vol. I. Editores: Luz Gloria Cárdenas y Carlos Enrique Restrepo. Bogotá: San Pablo.
Págs. 127-137.
Platón (1871). Apología de Sócrates. Madrid: Platón obras completas.
Popper, K (2001). “El conocimiento de la ignorancia” en: Polis. Revista de la
universidad bolivariana, Santiago de Chile.