El trauma de las glándulas salivales es poco frecuente y puede ser el resultado de traumatismos penetrantes o cerrados y no incluye injurias crónicas como la terapia radiante. Las lesiones de las glándulas parótidas y sus conductos, debido a su posición anatómica, son más comunes que las lesiones de las glándulas submandibulares y sublinguales. Se han propuesto varios métodos de tratamiento de las lesiones en los conductos salivales y de sus complicaciones. Los resultados óptimos de tratamiento se pueden lograr con el diagnóstico precoz, la evaluación correcta y un manejo adecuado. Se revisa brevemente la anatomía de las glándulas salivales y se desarrolla los protocolos actuales de diagnóstico con las opciones de tratamiento.
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HOSPITAL “LA CALETA”
CHIMBOTE-PERU
DEPARTAMENTO DE CIRUGIA
SERVICIO DE CIRUGIA DE CABEZA, CUELLO Y MAXILOFACIAL
TRAUMATISMO DE LAS GLANDULAS SALIVALES: REVISION DE LA LITERATURA
Dr. Edwin José Calderón Flores
Cirujano de Cabeza, Cuello y Maxilofacial
CMP: 23884 RNE: 18918
Resumen
El trauma de las glándulas salivales es poco frecuente y puede ser el resultado de traumatismos
penetrantes o cerrados y no incluye injurias crónicas como la terapia radiante. Las lesiones de
las glándulas parótidas y sus conductos, debido a su posición anatómica, son más comunes que
las lesiones de las glándulas submandibulares y sublinguales. Se han propuesto varios métodos
de tratamiento de las lesiones en los conductos salivales y de sus complicaciones. Los
resultados óptimos de tratamiento se pueden lograr con el diagnóstico precoz, la evaluación
correcta y un manejo adecuado. Se revisa brevemente la anatomía de las glándulas salivales y
se desarrolla los protocolos actuales de diagnóstico con las opciones de tratamiento.
Introducción
El trauma a los tejidos blandos faciales y las fracturas del complejo maxilofacial puede involucrar
las glándulas salivales, pero la incidencia es relativamente baja. Las lesiones de las glándulas
salivales se producen generalmente por lesiones penetrantes o fracturas complejas de los
huesos de la cara y en ocasiones se asocian con lesiones de las estructuras faciales
adyacentes, tales como los nervios facial y lingual, el oído y la articulación temporomandibular.
Otras causas de trauma son las lesiones cerradas, que a menudo pasan desapercibidas y son
reconocidas por sus complicaciones debido a la obstrucción crónica del sistema excretor de las
glándulas y la posterior sialoadenitis.
Las lesiones de las glándulas parótidas y sus conductos, aunque raras, son mucho más
comunes que las lesiones de las glándulas submandibulares y sublinguales. Esto fácilmente se
puede explicar por la posición anatómica de las glándulas submandibulares y sublinguales que
están protegidas por la mandíbula, mientras que la glándula parótida está más expuesto a un
trauma penetrante. Lewis y Knottenbelt reportaron que la incidencia de lesiones de la glándula
parótida es ~0.21% de los casos de trauma. Sólo la mitad de estas lesiones son reconocidas
como trauma agudo de la parótida mientras que el resto aparece más tardíamente como
sialoceles o fístulas. Sin embargo, en todos los casos se puede esperar resultados óptimos
cuando se hace un diagnóstico temprano y cuando se proporciona un manejo adecuado.
El tratamiento de las lesiones de las glándulas salivales puede variar de acuerdo con factores
tales como el mecanismo de la lesión, sitio de la lesión, el grado de contaminación, lesiones
asociadas y el estado general del paciente.
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Lesiones de la glándula parótida y su conducto
Anatomía
La glándula parótida es la más grande de todas las glándulas salivales mayores y es de
secreción exclusivamente serosa. Alrededor del 75% o más de la glándula parótida cubre el
músculo masetero, mientras que el resto de la misma se encuentra detrás de la rama
ascendente de la mandíbula (Fig. 1). Por detrás de la glándula parótida se encuentra el meato
auditivo externo así como el músculo esternocleidomastoideo, mientras que posteromedialmente
a la glándula se delimita por el vientre posterior del músculo digástrico y el músculo estilohioídeo.
Anteriormente, la glándula parótida cubre el músculo masetero y más medial es confinado por la
rama de la mandíbula y el músculo pterigoideo medial. Inferiormente, la glándula cubre la parte
superior y anterior del músculo esternocleidomastoideo y el arco cigomático determina el borde
superior de la glándula parótida. La glándula parótida está cubierto por la capa de revestimiento
de la fascia cervical profunda (lo que contribuye a la formación de la cápsula de la glándula),
grasa subcutánea y la piel.
El conducto parotídeo, de Stensen o Stenon emerge de la parte anterior y superior de la
glándula. Pasan superficial al músculo masetero y 1 cm más allá del borde anterior del músculo
masetero, penetra en la almohadilla grasa bucal y el músculo buccinador, para salir en la
cavidad oral, frente al segundo molar superior (Fig. 2). Su curso es paralelo al arco cigomático y
con frecuencia paralela a la rama bucal del nervio facial.
Figura 1. Glándula parótida y su conducto Figura 2. Papila oral del conducto de Stenon
El nervio facial sale del agujero estilomastoideo, pasa entre el músculo estilohioideo y el vientre
posterior del músculo digástrico y dentro de la sustancia de la glándula parótida se divide en
tronco temporofacial y cervicofacial. Estos troncos dan lugar a cinco ramas principales: temporal,
cigomático, bucal, mandibular y cervical. Las ramas bucales y cigomáticas del nervio facial
forman un bucle anastomotico sobre el conducto parotídeo. Es absolutamente esencial evaluar
la función del nervio facial cada vez que hay un traumatismo en la glándula parótida o su
conducto (Fig. 3).
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Figura 3. Relaciones del nervio facial y la glándula parótida.
La arteria carótida externa asciende postero-superiormente a la mandíbula y entra en la glándula
parótida a través de su cara inferior. Dentro de la glándula se divide en las arterias temporal
superficial y maxilar interna. La arteria facial transversal surge de la arteria temporal superficial
dentro de la glándula. La vena retromandibular (o temporomaxilar) también surge dentro de la
glándula. Está formado por la unión de la vena temporal superficial y la vena maxilar interna y
desciende superficial a la arteria carótida externa (Fig. 4). Cualquier traumatismo penetrante a la
glándula parótida conlleva el riesgo de dañar estas estructuras vasculares. Se hace evidente que
la región parotídea es una región compleja. El cirujano que es llamado para tratar lesiones de la
glándula parótida debe tener un conocimiento profundo de la anatomía de las estructuras
circundantes.
Diagnóstico
La evaluación del paciente debe comenzar mediante la obtención de tanta información como sea
posible, por el paciente y/o la familia. Al igual que en todo trauma, el mecanismo y el tiempo de
intervalo entre la lesión y la presentación son información vital que puede llevar al cirujano a un
plan de tratamiento adecuado. La historia clínica del paciente es siempre necesaria. Cuando se
sospecha de un traumatismo en las glándulas salivales, se debe preguntar si el paciente ingirió
comida después del trauma, dado que comer estimula la función de la glándula salival y es
posible observar salir saliva por la herida o edema de la parótida.
El siguiente paso es evaluar clínicamente al paciente. Si existe una lesión penetrante a lo largo
de una línea que une el trago de la oreja y la parte media del labio superior, entonces hay una
gran posibilidad de lesión de la glándula parótida, el conducto parotídeo o ambos (Fig. 5). Otro
punto de referencia útil es el borde anterior del músculo masetero. Cualquier lesión detrás de él
debe ser meticulosamente inspeccionada. Una manera fácil de diagnosticar lesiones en la
glándula parótida es palpar y masajear la glándula. Si hay daño a las estructuras ductales, la
saliva discurrirá por la herida. Es una maniobra sencilla, pero en ocasiones no se llega a
conclusiones seguras. Otra manera simple para confirmar la presencia de lesión ductal es
canular el conducto en su apertura oral con un catéter intravenoso pediátrico después de la
dilatación con una sonda lagrimal e inyectar solución salina o azul de metileno. Si el líquido
inyectado no aparece en la herida, el sistema ductal está intacto. A pesar de ello, se aconseja
mantener el catéter durante al menos 1 semana para evitar la obstrucción del conducto debido al
edema.
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Figura 4. Corte axial de la region parotidea
Figura 5. Si la lesión penetrante se encuentra en relación con la línea que une la parte media del labio
superior con el trago de la oreja, existe una gran probabilidad de lesión del conducto parotídeo o de la
glándula. Otro punto de referencia útil es una línea que une el canto externo del ojo con el agujero
mentoniano. Se debe explorar cualquier lesión detrás de esta línea imaginaria.
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Figura 6. Paciente con trauma penetrante profundo de su mejilla izquierda.
Si aparece líquido en la herida, se puede concluir que existe una lesión ductal y necesita ser
reparada. El azul de metileno puede colorear el campo y plantear dificultades en las maniobras
posteriores. Es por eso que debe inyectarse una cantidad muy limitada o debe ser diluido en
solución salina antes de inyectar.
Siempre que hay un trauma penetrante sobre la región parotídea, deben ser examinadas las
estructuras adyacentes. Si el paciente está consciente, se evaluara la integridad del nervio facial
solicitándole que levante las cejas, cierre los ojos, sople sus mejillas y enseñe los dientes. La
lesión del nervio facial se produce en el 20% de los pacientes con lesiones aisladas de las
glándulas parótidas y en más de la mitad de los pacientes con lesiones del conducto de Stensen.
La rama bucal del nervio facial es más frecuentemente lesionada porque cursa paralela al
conducto, superficial al músculo masetero, y a veces incluso puede cruzar el conducto. Cuando
se lesiona la rama bucal del nervio facial el paciente presenta debilidad del labio superior al
movimiento. Las laceraciones del nervio facial o del conducto parotídeo deben ser reparadas. La
electroneurografía y electromiografía son complementos importantes para evaluar la
recuperación de los nervios. La regla general dicta que cuando la lesión del nervio facial se
encuentra anterior a una línea imaginaria que une el canto externo del ojo con el gonion de la
mandíbula no es necesario la reparación del nervio. Para las lesiones del nervio, posterior a esta
línea, está indicada la identificación y la reparación primaria del nervio.
La lesión vascular a menudo se diagnostica con facilidad porque produce hemorragia o conduce
a la formación de grandes hematomas, pero también puede conducir a la formación de
pseudoaneurismas. Se sospecha la formación de un pseudoaneurisma cuando está presente un
soplo palpable o audible. Se debe aplicar presión para controlar la hemorragia hasta que se
pueda realizar una exploración exhaustiva de la herida en el quirófano. Los principales vasos
que cursan a través de la glándula parótida se encuentran profundas en relación a las ramas del
nervio facial y los intentos a ciegas por ligar los vasos pueden llevar a lesiones permanentes de
las ramas del nervio facial. Por otra parte, el conducto auditivo externo también puede estar
involucrado y en ese caso está presente la otorragia. Los movimientos mandibulares anormales
pueden indicar un traumatismo de la articulación temporomandibular. Siempre deben ser
examinados los movimientos mandibulares y la oclusión cuando se evalúa un traumatismo sobre
la región parotídea.
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El diagnóstico de trauma de parótida es más una conclusión clínica. Las imágenes por
resonancia magnética y la tomografía computarizada no son útiles en la evaluación de trauma de
parótida. La sialografía puede confirmar la integridad del sistema ductal, pero es útil en las
obstrucciones crónicas. En un evento agudo no ofrece más que la evaluación clínica. Sin
embargo, es útil cuando la lesión ductal se ha pasado por alto o para evaluar la permeabilidad
del conducto salival después del tratamiento. La sialoendoscopia ofrece información más precisa
sobre la anatomía intraductal, pero por lo general no es necesario, ya que hay métodos más
sencillos para confirmar lesiones ductales. La lesión vascular puede ser evaluada por
angiografía, angioresonancia y Doppler. La angiografía, aunque más invasiva, es el estándar de
oro y se puede combinar con embolización del vaso sangrante, si es necesario.
Tratamiento de lesiones de las glándulas parótidas y sus conductos
Las lesiones de las parótidas pueden implicar la glándula en sí, el conducto parotídeo o ambos.
Es muy útil dividir las lesiones en las siguientes: (1) los que implican sólo el parénquima de la
glándula, (2) los que implican el conducto parotídeo, y (3) los que implican ambos. Esta
clasificación se correlaciona con el pronóstico y con la incidencia de complicaciones. El resultado
óptimo se puede asegurar con un reconocimiento y tratamiento precoz de estas lesiones.
Tratamiento de las lesiones de la glándula parótida
A veces la glándula parótida se puede lesionar y el conducto parotídeo estar intacto. Este
escenario es el más conveniente para el cirujano. La herida debe ser cuidadosamente limpiada y
la cápsula parotídea lacerada debe ser reparada con suturas reabsorbibles. Es imperativo
aplicar un vendaje compresivo durante 48 horas para minimizar el riesgo de formación de
sialocele. Una laceración amplia causará un edema extenso de la región parotídea y se
recomienda la canulación del conducto por un período de 2 semanas para mantener el lumen del
conducto abierto. De lo contrario, la obliteración del conducto debido al edema puede conducir a
sialoadenitis. Las lesiones del parénquima generalmente se resuelven más rápido que las
lesiones de los conductos parotídeos y da lugar a menor número de complicaciones. Es
obligatorio un estrecho seguimiento del paciente.
Tratamiento de las lesiones del conducto parotídeo
El trayecto del conducto parotídeo corresponde a una línea que conecta el trago de la oreja y la
superficie medial del labio superior (Fig. 7). Ante un traumatismo penetrante que implique esta
línea imaginaria debe sospecharse una lesión del conducto parotídeo. Tras el lavado y
desbridamiento de la herida, se debe intentar canular el conducto con un catéter intravenoso de
16 Gauge a través del orificio intraoral e inyectar solución salina o azul de metileno (Fig. 8). Si la
solución salina o el colorante fluye por la herida, se confirma la laceración del conducto. El azul
de metileno se debe inyectar con precaución ya que puede colorear el campo quirúrgico y
dificultar la identificación del nervio facial. El siguiente paso es identificar los dos muñones
ductales. El muñón distal ha sido ya identificado con facilidad al canular el conducto a través del
orificio intraoral. La identificación del muñón proximal puede ser más dificultoso. Se puede
aproximar los bordes de la herida y seguir la dirección de la sonda para buscar el extremo
proximal ductal. Otra maniobra es ejercer presión sobre la glándula parótida y buscar en la
herida flujo de saliva. A veces es imposible la identificación de ambos muñones especialmente
en heridas avulsionadas. La transección parcial del conducto tiene un mejor pronóstico que la
transección completa y el tiempo de curación es más corto.
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Figura 7. Las laceraciones en la región de la mejilla a lo largo de una línea que va desde el trago de la
oreja hasta la mitad del labio superior pueden implicar a la glándula parótida y/o su conducto.
Figura 8. El muñón proximal del conducto parotídeo seccionado se identifica con una sonda lagrimal.
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Van Sickels ha propuesto una clasificación de trauma del conducto parotídeo para establecer un
protocolo de tratamiento, dependiendo del sitio de la lesión (Fig. 9). Una lesión del sitio A
corresponde a la parte más proximal del conducto que se encuentra intraglandular en el borde
posterior del músculo masetero y el tratamiento implica sólo el cierre de la cápsula parótida
lacerada. No es necesario anastomosar el conducto debido a que estas lesiones tienen una baja
tasa de complicaciones y la curación es generalmente rápida y sin incidentes. La lesión del
sitio B corresponde a la parte del conducto superficial al músculo masetero. En ese caso se
recomienda la anastomosis directa de los muñones ductales. La lesión del sitio C corresponde
a la porción de la glándula anterior al músculo masetero. Una vez más se recomienda la
anastomosis de los muñones ductales pero es más difícil de lograr. Si la anastomosis no es
factible se recomienda la creación de un drenaje intraoral suturando el muñón proximal a una
apertura de la mucosa artificial (reimplantación oral).
Cuando existe una lesión en el sitio B o C y ambos extremos ductales son identificados, deben
ser suturados sin tensión. Inicialmente, se inserta un pequeño catéter de silicona o una sonda a
través de ambos extremos y los muñones se aproximan y se suturan sobre el catéter para evitar
la sutura de la pared anterior de un muñón con la pared posterior del otro (fig. 10). Se
recomienda que el catéter se suture a la mucosa bucal y dejarlo en su lugar durante 2 semanas
para prevenir la estenosis y permitir el flujo salival sin obstrucciones. La sutura se realiza o bien
con nylon 9-0 o 10-0 o con seda 7-0 o 8-0 y se necesitan al menos tres suturas (Fig. 11 y 12). No
se recomiendan suturas reabsorbibles porque tienden a producir cicatrización masiva en
comparación con el tamaño ductal y pueden conducir a estenosis u obstrucción ductal
secundaria. Si los dos muñones no pueden ser suturados sin tensión o no pueden ser
aproximados, se puede usar un injerto de vena autóloga. El catéter se deja durante 10 a 14 días
para evitar la estenosis del conducto. Durante este tiempo se recomiendan los antisialogogos y
antibióticos. Se aplica presión externa sobre la región parotídea durante 2 días. Después de la
operación, se puede realizar la sialoendoscopia para comprobar la permeabilidad del conducto
(Fig. 13).
Figura 9. El conducto parotídeo se divide en tres sitios distintos. Sitio A corresponde a la parte más
proximal del conducto. Sitio B corresponde a la parte del conducto que se encuentra superficial al
músculo masetero. Sitio C corresponde a la parte del conducto situado anterior al músculo masetero.
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Figura 10. Identificación, canulación y sutura de muñones secciones del conducto parotídeo.
Figura 11. Identificación y canulación de ambos extremos del conducto de Stenon lesionado.
Figura 12. Reaproximación y sutura con prolene 9-0 de los cabos distal y proximal del conducto de Stenon.
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Cuando no se pueden encontrar ambos muñones del conducto lacerado o no se pueden suturar
debido a extensas laceraciones, se recomienda la identificación y la ligadura del extremo
proximal. Esto se hace con la intención de promover la atrofia de la glándula y reducir el riesgo
de formación de sialocele o fístula. Esta maniobra se puede combinar con antisialogogos y los
vendajes compresivos para reducir aún más el flujo de saliva. No se produce asimetría notable
después de la atrofia unilateral de la glándula parótida.
Figura 13. Reparación exitosa con flujo salival a través del orificio del conducto de Stenon.
Algunos estudios recomiendan reimplantación oral cuando se identifica el muñón proximal pero
la anastomosis termino-terminal no se puede realizar. El muñón proximal es llevado a través del
músculo buccinador y suturada a una abertura realizada en la mucosa oral, ubicada detrás del
orificio del conducto Stensen, creando una fístula oral y desviando el flujo salival a la cavidad
oral.
Complicaciones
Las complicaciones más comunes después de un traumatismo en la región parotídea son los
sialoceles y fístulas. El pronóstico depende de la extensión y el lugar de la lesión. El tratamiento
depende del momento de su aparición, pero en general sigue dos direcciones: la desviación de
las secreciones parótidas a la boca y la disminución de la secreción de la parótida.
Sialocele
Los sialoceles se forman debido a la acumulación de saliva que no pueden drenar por vía
intraoral. Son quistes llenos de una colección de saliva mucoide en los tejidos que rodean la
glándula parótida. Se manifiestan como una tumefacción blanda sobre la región parotídea que
puede ser mal diagnosticada como hematoma o infección (absceso). El diagnóstico por lo
general se establece por aspiración. La aspiración revela un fluido que se asemeja a la saliva,
pero, si aún existen dudas, el líquido debe ser enviado para dosaje de amilasa, que son
superiores a los 100.000 U/L.
El tratamiento depende si el sialocele es una complicación inmediata o tardía. Si el sialocele
aparece inmediatamente o unos pocos días después del cierre de la herida (Fig. 14) es prudente
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re-explorar la herida. Se puede encontrar una laceración del parénquima de la glándula parótida
o del conducto parotídeo. Si se confirmara esto se procederá de acuerdo a las pautas de
tratamiento de estas estructuras. Si esto no es posible el sialocele debe ser drenado por vía
intraoral a través de un catéter que se lleva por lo general detrás de la papila (Fig. 15).
Figura 14. Sialocele inmediato postraumático
Figura 15. Colocación de cánula en sialocele para facilitar el drenaje
Si el sialocele aparece como una complicación tardía, se recomienda un tratamiento
conservador. Las aspiraciones repetidas (Fig. 16) con vendajes compresivos (Fig. 17) por lo
general tienen un resultado exitoso especialmente si el trauma se encuentra en el parénquima
en lugar del sistema ductal. Los medicamentos antisialogogos también son útiles porque reducen
el flujo salival. Una mayor reducción en la estimulación de la glándula se puede lograr si se
abstiene la ingesta oral. Está indicada la alimentación por sonda nasogástrica cuando se trata de
fistulas o sialoceles crónicos.
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Figura 16. Aspiración de sialocele. Figura 17. Vendaje compresivo.
La toxina botulínica se ha usado para tratar sialoceles. Se inyecta directamente en la lesión y se
menciona que pueden regresionar lentamente. La toxina botulínica tipo A afecta a las neuronas
presinápticas que inhiben la liberación de acetilcolina. Este bloqueo de las neuronas
parasimpáticas que inervan el sistema secretor de la glándula parótida reducirá el flujo salival.
Se recomienda la inyección de 0,1 a 0,2 ml de una solución de 25 mU/0,1 ml de toxina botulínica
en la glándula parótida preferiblemente con asistencia ecográfica. Este protocolo tiene éxito en la
reducción de la producción salival en unas pocas semanas sin tener grandes complicaciones.
Rara vez los sialoceles no se resuelven con estas medidas conservadoras. Si las medidas
conservadoras no han tenido éxito, se puede proceder a la radioterapia o el tratamiento
quirúrgico como la parotidectomía. Debe señalarse que la parotidectomía se llevara a cabo en un
lecho comprometido con fibrosis y tejido de granulación que conlleva un alto riesgo de daño al
nervio facial. La radiación induce fibrosis y atrofia de la glándula. Hoy en día se ha abandonado
porque se requiere más de 6 semanas para lograr la atrofia de la glándula. Por otra parte, la
radiación aumenta el potencial de malignidad.
Fístula
Una fístula es una comunicación entre la piel y la glándula parótida o el conducto parotídeo que
permite el drenaje externo de la saliva a través de la piel (Fig. 18). A veces, un sialocele se
puede convertir en fístula por ruptura de la piel que recubre el sialocele. El tratamiento depende
del tiempo transcurrido entre el momento de la lesión y su aparición. Cuando la fístula aparece
como complicación inmediata, se recomienda la re-exploración quirúrgica. Si se confirma
laceración del parénquima o del conducto se procederá de acuerdo a las pautas de tratamiento
de estas estructuras. Cuando la fístula aparece como complicación tardía, es más conveniente
tratarla de forma conservadora con fármacos antisialogogos y compresión externa.
Si fracasan las medidas conservadoras se han propuesto otras modalidades de tratamiento. La
neurectomía timpánica implica la trepanación del hueso temporal y la disrupción del nervio
timpánico, que lleva fibras nerviosas secretoras parasimpáticas para la glándula parótida. El
objetivo de esta técnica es reducir el flujo de saliva y causar la resolución espontanea de la
fístula. Sin embargo, los resultados fueron decepcionantes probablemente por reinervación de la
glándula. Este método tiende a ser abandonado debido a los pobres resultados.
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Figura 18. Fistula desarrollada después de un traumatismo penetrante de la región parótida.
Anatomía: Glándula submandibular y su conducto
La glándula submandibular es la segunda glándula salival más grande. Secreta saliva serosa y
mucosa aunque es predominantemente seroso. Se compone de una parte superficial y una
profunda. La parte superficial ocupa la mayor parte de la porción posterior del triángulo
submandibular. La glándula se pliega alrededor del borde posterior del músculo milohioideo de
tal forma que una porción de la glándula (porción profunda) se encuentra en la cavidad oral entre
el músculo hiogloso y la mandíbula. El conducto submandibular o de Warthon emerge de la
porción profunda de la glándula, es de unos 5 cm de longitud pasa por encima del borde
posterior del musculo milohioideo atravesando el piso de la boca a lo largo de la glándula
sublingual, y desemboca en la carúncula sublingual. A lo largo de su curso el nervio lingual cruza
dos veces al conducto (Fig. 19).
Trauma de la glándula submandibular
El traumatismo penetrante en el suelo o la boca o debajo de la mandíbula puede dañar las
glándulas submandibulares o sublinguales. Sin embargo, el trauma de la glándula submandibular
es muy raro porque la glándula está protegida por el cuerpo de la mandíbula. De hecho sólo hay
reportes de casos de trauma de la glándula submandibular en la literatura. La heridas
penetrantes, por bala o asociadas a fracturas mandibulares puede traumatizar la glándula
submandibular o de su conducto. Otras causas de la lesión de la glándula submandibular son
laceraciones del piso de boca que pueden involucrar el conducto de Wharton y un traumatismo
cerrado relacionado generalmente a accidentes de tránsito. Si durante la exploración quirúrgica
de una herida, se comprueba un traumatismo de la glándula submandibular, se recomienda la
extirpación de la glándula. Si el traumatismo se pasa por alto durante la exploración es probable
que aparezcan más adelante una fístula o un sialocele. En ese caso, el tratamiento conservador
con antisialagogos y aspiración, seguido de vendajes compresivos, por lo general conduce a la
resolución del sialocele. Si las medidas conservadoras no tienen éxito, se procederá a la
extirpación de la glándula. Las lesiones en el conducto de la glándula submandibular deben ser
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tratados con marsupialización de la glándula en una ubicación más distal, para evitar la
formación de estenosis.
Figura 19. Glándula submandibular y sus relaciones
Anatomía de las glándulas sublinguales y sus conductos
Es la más pequeña de las glándulas salivales mayores, es estrecha y aplanada y se encuentra
por debajo de la mucosa del surco gingivolingual bilateralmente en el piso de la boca, a cada
lado del frenillo lingual, por encima del musculo milohioideo. Su longitud es de 35 a 45 mm., su
peso es de 3 gr. y su coloración es semejante a la submaxilar. La secreción es de tipo mixto a
predominio mucoso. Cerca de 12 pequeños conductos sublinguales (conductos de Rivinus)
emanan del borde superior de la glándula y se abren por separado en el piso de la boca.
Anatomía de las glándulas salivales menores
Las glándulas salivales menores están localizadas en la submucosa en casi todas partes de la
cavidad oral. Sus secreciones representan poco menos del 10 % del volumen salival total. Por lo
general estas glándulas están formadas por varios grupos pequeños de unidades secretoras que
desembocan por medio de cortos conductos directamente en la boca. Carecen de cápsula
definida, mezclándose en cambio con el tejido conectivo de la submucosa o las fibras
musculares de la lengua o la mejilla (buccinador). Se les denomina de acuerdo a la región en la
que se encuentran se denominan: glándulas labiales, genianas, incisales, glosopalatinas,
palatinas y linguales.
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Lesiones de las glándulas salivales menores
La mayoría de las lesiones de las glándulas salivales menores se producen durante un trauma
penetrante intraoral. El tratamiento apropiado, en el momento del cierre de las laceraciones
intraorales, consiste en la extirpación de las glándulas salivales menores traumatizadas (Fig. 20).
Las complicaciones de estas glándulas lesionadas no tratadas es la probable formación de
fenómenos de retención de mucus (o mucocele) (Fig. 21).
Figura 20. Trauma de glándula salival menor labial Figura 20. Mucocele postraumático
WEBGRAFIA.
NOVIEMBRE 2014
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