1. El texto analiza la condenación del hombre religioso, enfocándose en los judíos como ejemplo. A pesar de tener a Jehová como Dios y la Ley como guía, los judíos se juzgan por no vivir como pueblo de Dios ni de acuerdo a su Ley, confiando en meras profesiones en lugar de la fe y obediencia internas.
2. Pablo muestra la hipocresía de los judíos, quienes predicaban no robar o cometer adulterio pero no guardaban sus propios corazones. A pesar
El Amor De Dios.................................pdf
Rom 02b
1. 2:17-3:8 / LA CONDENACIÓN DEL HOMBRE RELIGIOSO 43
C. LA CONDENACIÓN DEL HOMBRE RELIGIOSO, 2:17 - 3:8
Hemos considerado al hombre que ignora a Dios, y al hombre moralista y
hemos visto que ambos están condenados, pero ¿qué tal el hombre religioso? Hay
muchas personas religiosas que son muy sinceras y están convencidas que su
religión les va a salvar. Las iglesias cristianas tienen muchas personas religiosas
sentadas en sus bancas que creen que Dios les aceptará por ser miembros de una
iglesia cristiana. ¿Qué pasará con ellos? En este estudio los religiosos que Pablo
escoge como ejemplo son los judíos, pero mucho de lo que dice se puede aplicar
igualmente a cualquiera que confía en su religión para ser salvo.
No debemos olvidar que a pesar de ser la iglesia en Roma una iglesia
gentil, tenía un buen grupo de miembros judíos, los cuales tenían bastantes
interrogantes en cuanto a lo que Pablo estaba enseñando. Pablo estaba muy
consciente de lo que sus hermanos judíos pensarían acerca de cada nuevo
tema que iba introduciendo, y por eso tenía mucho cuidado en contestar las
preguntas que él sabía que harían. Los judíos no tenían ningún problema con
la condenación del que ignora a Dios, ni tampoco con
la condenación del hombre moralista (con tal que no
fuera judío). El judío todavía no estaba convencido en
cuanto a su propio pecado y a su perdición eterna. Este
pasaje prueba que el judío —el hombre religioso— de la misma manera que lo está
el hombre moralista y el que ignora a Dios, está bajo la condenación del pecado.
1. Juzgado según la realidad y no según una mera profesión religiosa, 2:17-29
a. La confianza y jactancia de los judíos en la Ley juzgada, vv. 17-20
vv. 17-20 Sin duda Pablo tenía al judío en mente y no solamente al gentil moralista cuando dijo:
“quienquiera que seas tú que juzgas”, pero en estos versículos habla al judío directa y personalmente:
“Tú, que llevas el nombre de Judío.” No está hablando a la nación judía, sino al individuo judío, quien se
jactaba de siete cosas:
i. “llevas el nombre de Judío”. El nombre “Judío” viene del nombre “Judá” que quiere decir
“alabado”. Cada judío se consideraba alabado por Dios solamente por el hecho de llevar “el
sobrenombre de judío” (RV60), pero para ser librado de la condenación tenía que ser más que un
judío, tenía que ser un judío “en lo interior” por medio de la fe en el Mesías Jesús (v. 29).
ii. “te apoyas en la ley”. Confiaba en el hecho de que Dios les había dado sólo a los judíos la Ley por
medio de Moisés. Sin embargo Dios les dio Su Ley para mostrarles su condición pecaminosa y
pérdida, y para que reconociesen su necesidad del Salvador (Ro. 3:19-20):
“Ahora bien, sabemos que cuanto dice la Ley, lo dice a los que están bajo la Ley, para
que toda boca se calle y todo el mundo sea hecho responsable ante Dios. Porque por
las obras de la Ley ningún ser humano será justificado delante de Él; pues por medio de
la Ley viene el conocimiento del pecado.”
Es como muchos que confían en tener una Biblia en la casa, aun cuando no la lean y no consideren
su mensaje.
iii. “te glorías en Dios”. “te jactas de tu relación con Dios” (NVI). Se jactaba en que pertenecía a la
única nación que adoraba al Dios verdadero. Él escogió a su nación y les dio muchas promesas.
Pero nadie puede ser salvo por pertenecer a cierta raza, nación o familia. Tampoco puede ser salvo
Aunque el texto se
refiere al judío, los
principios se
pueden aplicar a
cualquier religioso.
El judío tenía que ser
convencido de que
también era un
pecador condenado.
2. 44 LA CARTA DE PABLO A LOS CREYENTES EN ROMA
por asistir a cierta iglesia así ésta sea de buena doctrina. La fe tiene que ser personal —producida
por el Espíritu quien obra en uno— y no por la fe de otro.
iv. “conoces Su voluntad”. Los judíos tenían un conocimiento intelectual de la voluntad divina por
medio de las Escrituras. Lance Latham, uno de los fundadores de la Misión Nuevas Tribus, sabía el
libro de Romanos de memoria a los ocho años, pero no fue sino hasta que era un joven universitario
que reconoció su necesidad de un Salvador. El mero conocimiento de lo que Dios dice no puede
salvar o librar de condenación a nadie.
v. “apruebas las cosas que son esenciales, siendo instruido por la Ley”; “sabes discernir lo que es
mejor porque eres instruido por la ley” (NVI). Ningún país ha tenido una ley que iguale a la Ley de
Moisés en pureza. Por medio de ella el judío podía distinguir fácilmente entre las cosas y escoger lo
mejor. A través de la observancia de la Ley podía tener una ética superior, pero esto no le podía
salvar (Gá. 2:16):
“…sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino mediante la fe
en Cristo Jesús, también nosotros hemos creído en Cristo Jesús, para que seamos
justificados por la fe en Cristo, y no por las obras de la ley; puesto que por las obras de
la ley nadie será justificado.”
Una reformación sin la transformación de la salvación no salvará a nadie hoy día tampoco.
vi. “y te confías en que eres guía de los ciegos, luz de los que están en tinieblas, instructor de los
necios, maestro de los faltos de madurez”. El judío se consideraba muy apto para instruir a los
gentiles “inferiores”, pero no practicaba lo que predicaba (Mt. 23:15-19, 24, DHH):
“¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas!, que recorren tierra y mar
para ganar un adepto, y cuando lo han logrado, hacen de él una persona dos veces más
merecedora del infierno que ustedes mismos. ¡Ay de ustedes, guías ciegos!, que dicen:
‘Quien hace una promesa jurando por el templo, no se compromete a nada; pero si jura
por el oro del templo, entonces sí queda comprometido.’ ¡Tontos y ciegos! ¿Qué es más
importante: el oro, o el templo por cuya causa el oro queda consagrado? También
dicen ustedes: ‘Quien hace una promesa jurando por el altar, no se compromete a nada;
pero si jura por la ofrenda que está sobre el altar, entonces sí queda comprometido.’
¡Ciegos! ¿Qué es más importante: la ofrenda, o el altar por cuya causa la ofrenda
queda consagrada?… ¡Ustedes, guías ciegos, cuelan el mosquito, pero se tragan el
camello!”
La supuesta habilidad de guiar a otros no les iba a librar de la condenación.
vii. “que tienes en la Ley la expresión misma del conocimiento y de la verdad”. Esta era la razón para
considerarse aptos para enseñar a otros, pero como el Señor Jesús dijo a los fariseos, el tenerla no les
iba a salvar, porque no le reconocieron a Él, de quien la Ley y los profetas hablaron (Jn. 5:37-40,
NVI):
“Y el Padre mismo que me envió ha testificado en mi
favor. Ustedes nunca han oído su voz, ni visto su figura,
ni vive su palabra en ustedes, porque no creen en aquel a
quien él envió. Ustedes estudian con diligencia las
Escrituras porque piensan que en ellas hallan la vida
eterna. ¡Y son ellas las que dan testimonio en mi favor!
Sin embargo, ustedes no quieren venir a mí para tener esa vida.”
Los judíos confiaban en el hecho de
tener a Jehová como Dios, y a la Ley
como su guía de vida, pero se les
juzga por no vivir como pueblo de
Dios ni de acuerdo a Su santa Ley.
3. 2:17-3:8 / LA CONDENACIÓN DEL HOMBRE RELIGIOSO 45
b. La hipocresía de los judíos juzgada, vv. 21-24
vv. 21-22 Es fácil predicar sin practicar, hablar sin vivir, enseñar a otros pero no aplicar la
enseñanza a uno mismo. Habiéndoles mostrado que su confianza y jactancia en la Ley no tiene base y no
les puede librar de la condenación, ahora Pablo ataca su hipocresía, la cual es juzgada por Dios y les
condena. Pablo llama su atención a su hipocresía mencionando tres pecados que a menudo cometían:
i. “Tú que predicas que no se debe robar, ¿robas?”. Tal vez no atracaban a una persona para robarla,
pero quizás no tenían escrúpulo alguno a la hora de quitarle lo que le pertenecía; o bien no pagaban
sus deudas o especulaban en los negocios.
ii. “Tú que dices que no se debe cometer adulterio, ¿adulteras?”. Los fariseos tenían cuidado en no
cometer físicamente un acto de adulterio, pero no guardaban sus corazones. El Señor Jesús puso de
manifiesto la hipocresía de los fariseos en cuanto al adulterio mostrándoles que es en el corazón
donde nacen los pecados (Mt. 5:27-28):
“Ustedes han oído que se dijo: ‘NO COMETERÁS ADULTERIO’Ex. 20:14
. Pero Yo les digo que
todo el que mire a una mujer para codiciarla ya cometió adulterio con ella en su
corazón.”
iii. “Si odias a los ídolos, ¿por qué robas las riquezas de sus templos?” (DHH). El odio del judío en
contra de los ídolos, a veces le condujo incluso a entrar en los templos o santuarios paganos y hacer
daño en esos lugares sagrados para otros. Posiblemente tenían la fama de robar cosas de los
templos. Los efesios, como si fuera algo común, reconocieron que Pablo y sus compañeros no
habían hecho cosa semejante en Éfeso (Hch. 19:37):
“Porque han traído a estos hombres que ni roban templos, ni blasfeman a nuestra
diosa.”
Aunque un ídolo no es nada, y es abominación delante de Dios, es, a la vez, un pecado dañar a lo
ajeno, aun cuando esto sea un ídolo abominable.
vv. 23-24 Pablo sabía que le había mostrado claramente su culpabilidad, y,
por eso, le dice: “Tú que te jactas de la Ley, ¿violando la Ley deshonras a
Dios?”. Si el judío hubiera sido honesto, tendría que haber reconocido su
culpabilidad y su hipocresía. Por causa de su pecado e hipocresía los gentiles
blasfemaban a Dios. Quizás los gentiles decían: “¿Por qué debemos honrar a
Dios, cuando Su pueblo escogido no le honra?” Sería semejante a lo que oímos
de los incrédulos hoy en día: “¿Por qué debo creer en Dios, cuando los
‘cristianos’ no viven de acuerdo a lo que predican?”
c. La confianza de los judíos en la circuncisión juzgada, vv. 25-29
v. 25 Aunque Pablo había probado que el judío estaba condenado por ser un transgresor de la Ley,
éste todavía confiaba en su circuncisión. En los días de Pablo los rabinos enseñaron que ningún judío
circuncidado podía perderse, porque Abraham estaba pendiente en las puertas del infierno para asegurarse
de que ningún circuncidado pasara. Pero Pablo le dice que su circuncisión tendría valor únicamente si
guardaba la Ley. Al quebrantarla —lo cual Pablo acabó de probar— quedarían como si no fueran
circuncidados, iguales a un gentil.
v. 26 Por otro lado, si un gentil incircuncidado guardaba la Ley, sería tenido como circuncidado
aunque no lo fuera físicamente.
El judío se consideraba
guardador de la Ley,
pero sus acciones
decían todo lo
contrario y lo
condenaban.
4. 46 LA CARTA DE PABLO A LOS CREYENTES EN ROMA
v. 27 Pudo haber acontecido que un gentil
incircunciso que haya guardado la Ley, aunque no la
conociera como tal (v. 14), condenara al judío,
circuncidado según la Ley, por ser transgresor de la
misma aun cuando la tenía por escrito y la conocía.
La circuncisión no pudo salvar al judío, ni la
incircuncisión condenar al gentil.
vv. 28-29 El judío confiaba en su raza, su genealogía, pero Pablo le dice que tampoco podía confiar
en eso, porque no sería librado de la condenación por ser de raza judía. Ser un judío verdadero no es un
asunto de raza, o de observancias externas como el uso de las filacterias, el diezmo o la circuncisión. Ser
verdadero judío es un asunto del corazón, según el espíritu de la Ley, y no de señales en la carne ni de
letras. Es imprescindible tener un “corazón circuncidado”, esto es, un corazón nuevo, regenerado por el
poder de Dios, un corazón apartado del mundo y sus contaminaciones; un corazón dedicado a Dios (Jer.
4:4):
“Circuncídense para el SEÑOR,
y quiten los prepucios de sus corazones,
hombres de Judá y habitantes de Jerusalén,
no sea que Mi furor salga como fuego
y arda y no haya quien lo apague,
a causa de la maldad de sus obras.”
(Gá. 6:15): “Porque ni la circuncisión es nada, ni la incircuncisión, sino una nueva
creación.”
El de corazón circuncidado puede ser judío o gentil porque no
importa su condición física, sino su condición espiritual.
El “judío” es hijo de “Judá”, que quiere decir “alabado”, pero
sólo el verdadero “judío”, “el que lo es interiormente”, habiendo
creído en el Señor Jesús, es el que será alabado por Dios.
Hay personas que confían en el hecho de ser miembros de una
iglesia local, o en su bautismo, pero estas cosas tampoco tienen valor
alguno a menos que se haya sido bautizado, puesto, en el Cuerpo de
Cristo por el Espíritu Santo, y se haya llegado a ser miembro de la
Iglesia de Cristo por la fe.
2. Objeciones del judío en contra de su condenación, 3:1-8
A pesar de habérsele demostrado que ni su confianza en su propia justicia; ni en el hecho de ser
judío, ni por ser miembro de la nación escogida por Dios, ni el ser poseedor de la Ley, ni por conocer la
voluntad divina, ni por escoger las mejores cosas, ni por ser guía de los ignorantes y ni siquiera el mismo
hecho de su circuncisión le podía salvar de la condenación, el judío todavía no podía aceptar que estaba
condenado por Dios. Pablo sabía muy bien cuáles serían las objeciones del judío porque antes de conocer
al Señor, él era fariseo, miembro de la secta religiosa más estricta de los judíos. A continuación abre una
disputa imaginaria con un judío inconverso:
Objeción: v. 1 “¿Cuál es, entonces, la ventaja del Judío? ¿O cuál el beneficio de la circuncisión?”
En otras palabras, “Si el ser judío no otorga el perdón de pecados, ¿por qué dice Dios que Israel es la
nación escogida? ¿Para qué me sirve la circuncisión si no me identifica como persona apartada para
la salvación?”
La circuncisión hubiese tenido algún valor solamente si se
hubiera guardado la Ley, de lo contrario era igual que ser
incircunciso. Si un gentil hubiera guardado la Ley, habría
sido como un circunciso. La circuncisión no podía salvar
al judío, ni la incircuncisión condenar al gentil.
Lo que vale delante de Dios no es
la circuncisión física sino la espiritual,
la de un corazón regenerado por la
fe en Jesucristo.
Es la fe en la obra de Cristo lo que
salva, no el pertenecer a cierta
iglesia ni el hacer cualquier rito.
5. 2:17-3:8 / LA CONDENACIÓN DEL HOMBRE RELIGIOSO 47
Respuesta: v. 2 Una de las ventajas más grandes —porque habían muchas más (9:4-5)— que tenía
la nación de Israel era que Dios se había revelado a ella a través de Su Palabra. De todas las
naciones Dios había escogido la de Israel, los de la circuncisión, para que recibieran “las
palabras de Su boca” —este es el significado de “oráculos” en este versículo. La Biblia no
solamente “contiene” la Palabra de Dios, sino que ES la Palabra de Dios (2 Ti. 3:16a
, LBLA
margen):
“Toda Escritura es dada por el aliento de Dios”
La circuncisión es una señal en la carne de todo judío de que Dios hizo un pacto eterno con su
antepasado Abraham, un pacto que le incluye a él también (Ge. 17:7-11):
“ ‘Estableceré Mi pacto contigo y con tu descendencia después de ti, por todas sus
generaciones, por pacto eterno, de ser Dios tuyo y de toda tu descendencia después de
ti. Y te daré a ti, y a tu descendencia después de ti, la tierra de tus peregrinaciones,
toda la tierra de Canaán como posesión perpetua; y Yo seré su Dios.’ Dijo además
Dios a Abraham: ‘Tú, pues, guardarás Mi pacto, tú y tu descendencia después de ti, por
sus generaciones. Este es Mi pacto con ustedes y tu descendencia después de ti y que
ustedes guardarán: Todo varón de entre ustedes será circuncidado… y esto será la
señal de Mi pacto con ustedes.’ ”
Pero ni la circuncisión ni el pacto Abrahámico pueden garantizarle la salvación a una persona que
no comparta la fe de su padre Abraham, como el Señor explicó a los fariseos (Jn. 8:37, 44a
):
“Sé que ustedes son descendientes de Abraham; y sin
embargo, Me quieren matar porque Mi palabra no
tiene aceptación en ustedes… Ustedes son de su
padre el diablo y quieren hacer los deseos de su
padre.”
Objeción: v. 3 “¿Qué importa si a algunos les faltó la fe? ¿Acaso su falta de fe anulará la fidelidad
de Dios?” (NVI). Lo que el judío incrédulo insinúa aquí es que Dios no tiene ninguna alternativa;
tiene que ser fiel a Su pacto con Israel; no puede condenar a un judío porque eso sería frustrar Sus
propios propósitos con él. El judío está diciendo que Dios tiene que salvar a todo judío, aun cuando
éste sea pecador e incrédulo.
Respuesta: v. 4 ¿Puede Dios ser infiel? “¡Definitivamente NO!” dice Pablo: “Aunque el mundo
entero sea mentiroso, Dios no lo es” (BD). La fidelidad de Dios no le obliga a cerrar Sus ojos al
pecado de Su pueblo. Más bien, le obliga a juzgar a Su pueblo. Cuando David cometió el
adulterio con Betsabé y el homicidio de su esposo, Dios no cerró los ojos al crimen, sino que
mandó al profeta Natán para llamarle la atención y anunciarle el castigo (2 S. 12:9-14):
‘ “¿Por qué has despreciado la palabra del SEÑOR haciendo lo malo ante Sus ojos?
Has matado a espada a Urías Hitita, has tomado su mujer para que sea mujer tuya, y a
él lo has matado con la espada de los Amónitas. Ahora pues, la espada nunca se
apartará de tu casa, porque Me has despreciado y has tomado la mujer de Urías el
Hitita para que sea tu mujer.” Así dice el SEÑOR: “Por eso, de tu misma casa levantaré
el mal contra ti; y aun tomaré tus mujeres delante de tus ojos y las daré a tu compañero,
y éste se acostará con tus mujeres a plena luz del día. En verdad, tú lo hiciste en
secreto, pero Yo haré esto delante de todo Israel, y a plena luz del sol.” Entonces David
dijo a Natán: “He pecado contra el SEÑOR.” Y Natán dijo a David: “El SEÑOR ha
quitado tu pecado; no morirás. Sin embargo, por cuanto con este hecho has dado
Aunque Dios escogió a la nación de Israel
como pueblo Suyo, es la fe en Su Palabra
lo indispensable para la salvación.
6. 48 LA CARTA DE PABLO A LOS CREYENTES EN ROMA
ocasión de blasfemar a los enemigos del SEÑOR, ciertamente morirá el niño que te ha
nacido.” ’
Dios no puede dejar de disciplinar a Sus hijos cuando éstos pecan (He. 12:5-8):
“…han olvidado la exhortación que como a hijos se les dirige:
‘HIJO MÍO, NO TENGAS EN POCO LA DISCIPLINA DEL SEÑOR,
NI TE DESANIMES AL SER REPRENDIDO POR ÉL;
PORQUE EL SEÑOR AL QUE AMA, DISCIPLINA,
Y AZOTA A TODO EL QUE RECIBE POR HIJO.’ Pr. 10:11-12
Es para su disciplina (corrección) que sufren (lo soportan). Dios los trata como a hijos;
porque ¿qué hijo hay a quien su padre no discipline? Pero si están sin disciplina, de la
cual todos han sido hechos participantes, entonces son hijos ilegítimos y no hijos
verdaderos.”
David reconoció su pecado —lo que la mayoría de los judíos no quisieron hacer— y por eso
escribió estas palabras (Sal. 51:4, DHH):
“Contra ti he pecado, y sólo contra ti, haciendo lo malo, lo que tú condenas. Por eso tu
sentencia es justa; irreprochable tu juicio.”
No obstante, Dios no anuló Su pacto con David ni con sus hijos (Sal. 89:30-37):
“Si sus hijos abandonan Mi Ley
y no andan en Mis juicios,
si violan Mis estatutos
y no guardan Mis mandamientos,
entonces castigaré con vara su transgresión,
y con azotes su iniquidad.
Pero no quitaré de él Mi misericordia,
ni obraré falsamente en Mi fidelidad.
No quebrantaré Mi pacto,
ni cambiaré la palabra de Mis labios.
Una vez he jurado por Mi santidad;
no mentiré a David.
Su descendencia será para siempre,
y su trono como el sol delante de Mí.
Será establecido para siempre como la luna,
fiel testigo en el cielo.”
La fidelidad de Dios también exige que Él juzgue a los incrédulos (2 P. 2:9):
“…el Señor, pues, sabe rescatar de tentación (de prueba) a los
piadosos, y reservar a los injustos bajo castigo para el día del juicio,”
Si Dios no juzgara y condenara a los judíos incrédulos, no sería fiel y
justo.
Objeción: v. 5 El judío estaba muy consciente de la infidelidad de su pueblo a Jehová, pero no podía
aceptar que Dios condenara a alguien que pertenecía al pueblo escogido, aun cuando fuera
incrédulo. ¡Creía en la seguridad de la salvación aun para un judío incrédulo! Por eso pregunta:
Si Dios hiciera caso
omiso al pecado, no
sería fiel, por lo tanto
tiene que juzgarlo.
7. 2:17-3:8 / LA CONDENACIÓN DEL HOMBRE RELIGIOSO 49
“Pero si nuestra maldad sirve para poner de relieve que Dios es justo” (DHH), “¿es justo
que Dios nos castigue cuando con nuestros pecados lo estamos ayudando?” (BD).
Pablo se sentía muy apenado al hablar así, y confiesa que estos razonamientos son muy humanos y
ridículos.
Respuesta: v. 6 “¡DE NINGÚN MODO!” Porque en caso de
que Dios no pueda juzgar, inculpar y condenar al judío pecador,
tampoco podrá juzgar, inculpar y condenar al gentil pecador.
La justicia de Dios demanda que Él sea imparcial en el juicio
(2:9-12).
Objeción: v. 7 Aunque el judío no quiere que el mundo gentil escape del juicio de Dios, él sí quiere
escapar. Por eso sigue con su argumento, ahora algo redundante:
“Pero si mi mentira sirve para que la verdad de Dios resulte todavía más gloriosa, ¿por
qué se me juzga a mí como pecador?” (DHH).
Esto sería igual a decir, ¿qué derecho tiene un juez de condenar a un criminal quien por medio de
sus crímenes ha hecho todo lo posible para demostrar que las leyes del país son buenas?
Respuesta: v. 8 La paciencia de Pablo no aguanta más y dice que esta clase de razonamiento sólo
le lleva al punto extremo que dice: “Hagamos el mal para que resulte el bien” (NVI). Muchos
ya estaban diciendo esto en contra del Evangelio de la Gracia (Ro. 6:1, DHH):
“¿Qué diremos entonces? ¿Vamos a seguir pecando para que Dios se muestre aún más
bondadoso?”
Los que piensan de esta manera merecen la justa condenación de Dios porque están colocando en
tela de juicio a Dios mismo. Dios es santo y justo y todo pecado le es abominable (Sal. 5:4-6):
“Porque Tú no eres un Dios que se complace en la maldad;
el mal no mora contigo.
Los que se ensalzan no estarán delante de Tus ojos;
aborreces a todos los que hacen iniquidad.
Destruyes a los que hablan falsedad;
el SEÑOR aborrece al hombre sanguinario y engañador.”
Si el judío incrédulo con el cual Pablo sostiene
esta disputa hipotética piensa así, es una clara
evidencia de que está bajo la condenación de
Dios por ser un pecador no arrepentido.
davidchrisbrown@gmail.com
Si Dios no juzgara a los judíos
incrédulos, tampoco podría juzgar
a los pecadores gentiles.
Es necio pensar que Dios tiene una obligación con
los pecadores judíos por haberles dado la
oportunidad de mostrar por medio de su pecado la
excelencia de Su Ley y la magnificencia de Su gracia.