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2:1-16 / LA CONDENACIÓN DEL HOMBRE MORALISTA 27
B. LA CONDENACIÓN DEL HOMBRE MORALISTA, 2:1-16
En el primer capítulo de la carta de Pablo a los Romanos, les enseñó claramente que los que ignoran
a Dios están justamente condenados por Él. No tienen ninguna justicia propia que sea aceptable a Dios
porque han rechazado por su propio y libre albedrío la revelación que Dios hizo acerca de Sí mismo a sus
antepasados, así también a través de las cosas que hizo.
1. Condenado por sí mismo, v. 1.
v. 1 Cuando una persona habla de los pecados de otros, siempre habrá alguien
que estará 100% de acuerdo con todo lo que dice. Mientras Pablo hablaba de los
que ignoran a Dios y su descenso a la idolatría y completa perversión alguien
aprobaba todo lo que decía con sus “amenes”. De repente Pablo voltea, le mira y le
dice: “¡Eres inexcusable!” ¿Quién es? Es la persona que juzga a los demás; que se
considera mejor que los demás; es el buen ciudadano; la persona de una moralidad
recta —según su propio criterio— que confía en su superioridad de raza, lenguaje,
cultura y educación.
Leyendo los vv. 9-14 vemos que Pablo está hablando a judíos y gentiles. Los
judíos se consideraban mejores que los gentiles porque la ley que observaban
condenaba los actos impíos de los gentiles. Los judíos podían decir “amén” a todo lo que Pablo decía
porque siempre habían creído que los gentiles eran personas depravadas que se encontraban bajo el juicio
divino.
Los judíos, sin embargo, no eran los únicos que decían: “Amén”. Entre los gentiles había personas
que mantenían una moralidad más alta que los demás. Igual que los judíos se sentían justos delante de
Dios y dignos de señalar a los otros “paganos” que en verdad merecían el justo juicio de Dios. Aún hoy
en día hay muchos se consideran “buenas personas”, y piensan que por sus buenas obras serán salvas.
Pero no es la estimación del hombre lo que determina la aceptación o la culpabilidad de la persona
delante de Dios, sino la estimación del Dios justo y santo. Dios ve más allá de la fachada de
respetabilidad y cultura y contempla el corazón del hombre. Dios ve en el corazón y en la mente del
hombre moralista las mismas maldades que éste condena en los demás. El Señor Jesús condenó esta
misma actitud en los fariseos, mostrándoles que el pecado no es exclusivamente el acto externo del
mismo, sino un corazón pecaminoso que da a luz el acto (Mt. 5:21-22, 27-28):
“Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: ‘NO MATARÁS’ Ex. 20:13
y: ‘Cualquiera que
cometa homicidio será culpable ante la corte.’ Pero Yo les digo que todo aquel que esté
enojado con su hermano será culpable ante la corte; y cualquiera que diga: ‘Insensato
(Inútil)’ a su hermano, será culpable ante de la corte suprema (el Sanedrín); y cualquiera que
diga: ‘Idiota’, será merecedor del infierno de fuego… Ustedes han oído que se dijo: ‘NO
COMETERÁS ADULTERIO.’ Ex. 20:14
Pero Yo les digo que todo el que mire a una mujer para
codiciarla ya cometió adulterio con ella en su corazón.”
Dios considera el pecado que está naciendo en el corazón de igual gravedad que el acto mismo.
Los que ignoran a Dios pecan en contra de la luz que tienen y el moralista, quien muchas veces tiene
mucha más luz que el que ignora a Dios, ha hecho lo mismo. El hombre moralista puede decir cuáles son
las leyes, y cuáles cosas son pecado, pero hinchado por el orgullo de su propia justicia, hace las mismas
cosas que condena en los demás.
Fuimos a visitar a unos amigos católicos en Bogotá. Estaban muy contentos al vernos de nuevo e
invitaron a sus familiares a la casa para conocernos. Nos brindaron una Coca-Cola, y a los demás un
whisky. Al hablar a solas con nosotros la señora se justificaba diciéndonos que no es un pecado tomar
28 LA CARTA DE PABLO A LOS CREYENTES EN ROMA
bebidas alcohólicas porque el primer milagro que hizo nuestro Señor fue el de cambiar el agua en vino en
las bodas de Caná. El pecado está en emborracharse, dijo. Ella condenaría la irresponsabilidad de un
hombre que llegara a la casa borracho después de gastar el sustento de su familia.
A medida que pasaban las horas, nuestros amigos no esperaban que las copas
de sus invitados estuvieran vacías, y cuando nosotros, poco antes de la medianoche,
les pedimos disculpas y les dijimos que teníamos que irnos, nos despidieron con los
ojos rojizos. Pensaban que todavía tenían el control de sí mismos, pero yo temía
por los que iban a salir de allí más tarde y manejar a casa. Como personas
respetables, y aun religiosas, condenan la borrachera, pero hacen lo mismo.
2. Condenado por el juicio de Dios, vv. 2-16
a. Basado en la verdad, vv. 2-3
vv. 2-3 Dios juzgará a la persona que se escandaliza por los pecados de otros mientras que él hace
las mismas cosas (DHH):
“Pero sabemos que Dios juzga conforme a la verdad cuando condena a los que así se
portan”.
El juicio de Dios será justo y según la verdad, y no habrá lugar para preferencias ni excepciones. El
hombre respetable será igualmente juzgado al lado del que ignora a Dios. Su “cultura” y su religiosidad
no le salvarán, al contrario, será juzgado con más severidad debido a que ha recibido más luz (Lc. 12:47-
48):
“Y aquel siervo que sabía la voluntad de su señor, y que no se
preparó ni obró conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes; pero
el que no la sabía, e hizo cosas que merecían castigo, será azotado
poco. A todo el que se le haya dado mucho, mucho se demandará de
él; y al que mucho le han confiado, más le exigirán.”
b. Según su culpa acumulada, vv. 4-5
v. 4 A veces los hombres piensan que Dios ha olvidado su pecado por no haberles castigado
inmediatamente. Lo que no saben es que Dios odia el pecado (Is. 59:2):
“Pero las iniquidades de ustedes han hecho separación entre ustedes y su Dios,
y los pecados le han hecho esconder Su rostro para no escucharlos.”
(Hab.1:13a
): “Muy limpios son Tus ojos para mirar el mal,
y no puedes contemplar la opresión.”
Dios nunca olvida el pecado, ni lo deja sin castigo (Job 10:14):
“Si pecara, me lo tomarías en cuenta,
y no me absolverías de mi culpa.”
(Os. 7:2): “…ellos no consideran en su corazón
que yo recuerdo toda su maldad.
Ahora les rodean sus hechos,
ante Mi rostro están.”
El hombre moralista
igualmente se
condena a sí mismo,
puesto que hace
las mismas cosas.
Dios juzgará con la misma
medida a los que le ignoran y
a los que se creen buenos.
2:1-16 / LA CONDENACIÓN DEL HOMBRE MORALISTA 29
La razón por la cual Dios no castiga el pecado
inmediatamente es por ser paciente y longánimo. Él quiere que los
hombres vean Su bondad hacia ellos aplazando el castigo como
una oportunidad para arrepentirse.
i. ¿Qué es el arrepentimiento?
 No es un pesar de haber hecho una cosa, sino un cambio de actitud y una vida transformada
Según el Diccionario Larousse el arrepentimiento es: “pesar de haber hecho una cosa”. ¿Es éste el
significado bíblico del arrepentimiento? Cuando Juan el Bautista mandó a los israelitas, diciendo:
“Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mt. 3:2), ¿qué quiso decir? El judaísmo
de aquel entonces se había degenerado a tal punto que sólo practicaba una religión de ritos externos y
observancia de leyes y tradiciones. Juan no llamaba a la gente para que sintiera pesar por su pecado, sino
para que cambiara de actitud en cuanto a su pecado y se volviera al Señor con todo su corazón, porque el
mismo Rey se iba a manifestar y cumplir Su misión entre ellos (Mt. 3:5-12):
“Entonces Jerusalén, toda Judea y toda la región alrededor del Jordán acudían a él; y
confesando sus pecados, eran bautizados por Juan en el río Jordán. Pero cuando vio que
muchos de los Fariseos y Saduceos venían para el bautismo, les dijo: ‘¡Camada de víboras!
¿Quién les enseñó a huir de la ira que está al venir? Por tanto, den frutos dignos de
arrepentimiento; y no piensen que pueden decirse a sí mismos: “Tenemos a Abraham por
padre”, porque les digo que Dios puede levantar hijos a Abraham de estas piedras. El hacha
ya está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y
echado al fuego. Yo, en verdad, les bautizo a ustedes con agua para arrepentimiento, pero
Aquel que viene detrás de mí es más poderoso que yo, a quien no soy digno de quitar las
sandalias; Él los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego. El bieldo está en Su mano y
limpiará completamente Su era; y recogerá Su trigo en el granero, pero quemará la paja en
un fuego que no se apaga.’ ”
El Señor Jesús también predicaba el arrepentimiento del pecado en
preparación para el reino de Dios, y criticaba la religión de Su día por ser
hipócrita y hueca. Añadió a Su mensaje de arrepentimiento la necesidad de
creer las Buenas Nuevas, el testimonio de Dios acerca de Su Hijo, el Mesías
(Mr. 1:15):
“ ‘El tiempo se ha cumplido,’ decía, ‘y el reino de Dios se ha
acercado; arrepiéntanse y crean en el evangelio.’ ”
Los fariseos y escribas no se consideraban “pecadores” y no veían su necesidad de arrepentirse (Lc.
18:11-12):
“El Fariseo puesto en pie, oraba para sí de esta manera: ‘Dios, te doy gracias porque no soy
como los demás hombres: estafadores, injustos, adúlteros; ni aun como este recaudador de
impuestos. Yo ayuno dos veces por semana; doy el diezmo de todo lo que gano. ’ ”
Creían que sus actitudes en cuanto a la fe judía eran correctas, y en su orgullo no podían comprender
la razón de cambiarlas.
A diferencia de ellos hubo quienes recibieron el mensaje del arrepentimiento con gozo porque
sabían que eran pecadores y que necesitaban la ayuda de Cristo para reconciliarse con Dios (Mr. 2:13-15):
“Jesús salió de nuevo a la orilla del mar, y toda la multitud venía a Él, y les enseñaba. Al
pasar, vio a Leví (Mateo), hijo de Alfeo, sentado en la oficina de los tributos, y le dijo:
A pesar de Su odio por el pecado Dios
no juzga al pecador inmediatamente,
dándole tiempo a que se arrepienta.
Juan el Bautista y el Señor
Jesús predicaron el
arrepentimiento, esto es un
cambio de actitud en cuanto
al pecado que produce una
vida transformada.
30 LA CARTA DE PABLO A LOS CREYENTES EN ROMA
‘Sígueme.’ Y levantándose, Lo siguió. Y sucedió que estando Jesús sentado a la mesa en casa
de Leví, muchos recaudadores de impuestos y pecadores estaban comiendo con Jesús y Sus
discípulos; porque había muchos de ellos que Lo seguían.”
Cuando los fariseos y escribas vieron cómo respondieron los “pecadores” al mensaje de
arrepentimiento, en vez de estar contentos por el cambio hecho en esas personas, criticaron al Señor Jesús
por haberse asociado con ellas (Mr. 2:16):
“Cuando los escribas de los Fariseos vieron que Él comía con pecadores y recaudadores de
impuestos, decían a Sus discípulos: ‘¿Por qué Él come y bebe con recaudadores de impuestos
y pecadores?’ ”
Él les respondió diciendo que las personas sanas, o las que se consideran sanas, no van a los
médicos, mientras que las personas que saben que tienen una enfermedad buscan su ayuda. De la misma
manera, el Señor no vino aquí a este mundo para salvar a personas justas, o personas que se consideren
justas, sino a pecadores que saben que lo son y quieren encontrar una solución para su pecado (Mr. 2:17):
“Al oír esto, Jesús les dijo: ‘Los que están
sanos no tienen necesidad de médico, sino
los que están enfermos; no he venido a
llamar a justos, sino a pecadores.’ ”
Los fariseos y escribas se descalificaron a sí mismos para tomar parte en el plan de salvación porque
se estimaban aceptables a Dios por la justicia que supuestamente tenían. No podían recibir la justicia que
Cristo vino a traerles porque estaban demasiado ocupados estableciendo la suya (Ro. 10:3):
“Pues desconociendo la justicia de Dios y procurando establecer la suya propia, no se
sometieron a la justicia de Dios.”
Al contrario de aquellos que estaban tratando de justificarse a sí mismos, tenemos el ejemplo de
otras personas que reconocieron su pecado y necesidad de la justicia que únicamente Dios puede dar: La
mujer “pecadora” que lavó los pies del Señor con sus lágrimas (Lc. 7:37-38, 47-48, 50b
):
“Había en la ciudad una mujer que era pecadora, y cuando se enteró de que Jesús estaba
sentado a la mesa en casa del Fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume; y
poniéndose detrás de Él a Sus pies, llorando, comenzó a regar Sus pies con lágrimas y los
secaba con los cabellos de su cabeza, besaba sus pies y los ungía con el perfume… ‘Por lo
cual te digo que sus pecados, que son muchos, han sido perdonados, porque amó mucho; pero
a quien poco se le perdona, poco ama.’ Entonces Jesús le dijo a la mujer: ‘Tus pecados han
sido perdonados… Tu fe te ha salvado, vete en paz.’ ”
Zaqueo (Lc. 19:2, 8b
-10):
“Y un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de los recaudadores de impuestos y era rico…
dijo a Jesús: ‘Señor, la mitad de mis bienes daré a los pobres, y si en algo he defraudado a
alguien, se lo restituiré cuadruplicado.’ ‘Hoy ha venido la salvación a esta casa,’ le dijo
Jesús, ‘ya que él también es hijo de Abraham; porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar
y a salvar lo que se había perdido.’ ”
La mujer samaritana (Jn. 4:6-7, 17-18, 28-29, 39-42):
“…y allí estaba el pozo de Jacob. Entonces Jesús, cansado del camino, se sentó junto al
pozo. Era cerca del mediodía. Una mujer de Samaria vino a sacar agua, y Jesús le dijo:
‘Dame de beber.’… ‘No tengo marido,’ respondió la mujer. Jesús le dijo: ‘Bien has dicho:
“No tengo marido”, porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido;
El Señor Jesús no vino a salvar personas que se creen justas,
sino a aquellos que reconocen que son pecadores perdidos.
2:1-16 / LA CONDENACIÓN DEL HOMBRE MORALISTA 31
en eso has dicho la verdad’… Entonces la mujer dejó su cántaro, fue a la ciudad y dijo a los
hombres: ‘Vengan, vean a un hombre que me ha dicho todo lo que yo he hecho. ¿No será éste
el Cristo?’… Y de aquella ciudad, muchos de los Samaritanos creyeron en Él por la palabra
de la mujer que daba testimonio, diciendo: ‘Él me dijo todo lo que yo he hecho’. De modo
que cuando los Samaritanos vinieron, rogaban a Jesús que se quedara con ellos; y Él se
quedó allí dos días. Muchos más creyeron por Su palabra, y decían a la mujer: ‘Ya no
creemos por lo que tú has dicho, porque nosotros mismos Le hemos oído, y sabemos que Éste
es en verdad el Salvador del mundo.’ ”
Lo que Jesús quería no era únicamente un sentimiento de pesar por el pecado, sino vidas
transformadas (Lc. 5:8-10):
“Al ver esto, Simón Pedro cayó a los pies de Jesús, diciendo: ‘¡Apártate de mí, Señor, pues
soy hombre pecador!’ Porque el asombro se había apoderado de él y de todos sus
compañeros, por la gran de pesca que habían hecho; y lo mismo les sucedió también a Jacobo
y a Juan, hijos de Zebedeo, que eran socios de Simón. Y Jesús dijo a Simón: ‘No temas; desde
ahora serás pescador de hombres.’ ”
Habiendo escuchado el mensaje de Pedro en el Día de Pentecostés, que
terminó con la siguiente afirmación: “a este Jesús a quien ustedes crucificaron,
Dios Lo ha hecho Señor y Cristo”, los judíos que le escucharon fueron
profundamente conmovidos y dijeron: “Hermanos, ¿qué haremos?” Pedro no
les dijo que tenían que afligirse o tener un gran pesar, más bien les dijo,
“Arrepiéntanse” (Hch. 2:36-38). Debían tener un cambio de actitud en cuanto a
Jesús. Le habían crucificado como impostor y blasfemador. Ahora debían
cambiar de actitud reconociéndole como el Mesías e Hijo de Dios y creyendo
que murió en la Cruz como el Cordero de Dios para quitar sus pecados.
Comentando sobre el arrepentimiento como el pesar por el pecado, el Dr. Chafer dice:
“Se puede asegurar, sin temor a equivocarse, que pocos errores han causado tanto
impedimento a la salvación... como la costumbre de exigirles dolor de corazón antes de que
estuviesen en condiciones de ejercitar la fe en Cristo. Como quiera que tales emociones no
puedan producirse a voluntad, se imposibilita así el camino de la salvación a todos aquellos
que no experimentan la referida angustia. Este error da paso a otro muy serio, puesto que
desorienta al inconverso, y consiste en exhortarle a que mire hacia dentro de sí mismo [para
ver si está suficientemente angustiado -DGB], en vez de fijar la mirada en Cristo como su
Salvador; así se hace depender la salvación de sentimientos, en vez de la fe. De igual modo
este error puede conducir a la gente a medir la validez de su salvación por la intensidad de la
angustia que la precede o la acompaña, y es así como el dolor de corazón viene a ser la forma
más sutil de obra meritoria y, en este sentido, lo contrario de la gracia.
Como trasfondo de todo este falso supuesto de que las lágrimas y el dolor son necesarias
está el concepto erróneo, más serio todavía, de que Dios no es propicio, y por eso hay que
aplacarlo, por medio del pesar arrepentido, para que se apiade de nosotros. La Biblia nos
declara que Dios es propicio a causa de la muerte de Cristo por esos mismos pecados que nos
producen pesadumbre; no hay motivo alguno para ablandar o calmar el corazón de Dios; Su
actitud hacia el pecado y hacia el pecador es algo revelado; por eso el insinuar... que Dios
tiene que ser ablandado y aplacado mediante la angustia humana, es una forma terrible de
incredulidad” (Teología Sistemática por Chafer). (1 Jn. 2:2; 4:10):
El verdadero
arrepentimiento empieza
con un cambio de
actitud en cuanto al
Señor Jesús, llegando a
reconocerle como Dios
quien vino en forma
humana para salvarle.
32 LA CARTA DE PABLO A LOS CREYENTES EN ROMA
“Él mismo es la propiciación por nuestros pecados, y no sólo
por los nuestros, sino también por los del mundo entero… En
esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a
Dios, sino en que Él nos amó a nosotros y envió a su Hijo
como propiciación por nuestros pecados.”
Alguien dirá: “¿No dice en 2 Co. 7:10 que ‘la tristeza que es conforme a la voluntad de Dios
produce un arrepentimiento que conduce a la salvación’?” Es cierto, pero, ¿qué quiere decir esta frase en
su contexto? Hay que leer los versículos 8 y 9 para poder entenderlo:
“Si bien los entristecí con mi carta, no me pesa. Es verdad que antes me pesó, porque me di
cuenta de que por un tiempo mi carta los había entristecido. Sin embargo, ahora me alegro,
no porque se hayan entristecido sino porque su tristeza los llevó al arrepentimiento” (NVI).
La primera carta de Pablo a esta iglesia (1a
Corintios), les había contristado porque Pablo tuvo que
reprenderles fuertemente en cuanto a varios asuntos. Aunque le dio pesar escribirles de esa manera, no lo
lamentaba, porque por medio de la carta el Espíritu Santo les convenció de su pecado. La tristeza que
sintieron al ser convencidos por Él les condujo al arrepentimiento, motivándoles a confesarlo —un cambio
de actitud en cuanto a su pecado— y restaurar su comunión con Dios.
Tomando en cuenta el contexto de esta manera, vemos que la “salvación” de que se trata en 2 Co.
7:10 no es la salvación del alma, sino la restauración de la comunión del creyente con el Padre. El
arrepentimiento no se limita a la salvación eterna de una persona, sino que también incluye el cambio que
cada uno de nosotros, como creyentes, debemos tener al ser convencidos de pecado en nuestra vida por el
Espíritu (2 Ti. 2:25):
“Debe reprender tiernamente a los que se oponen, por si acaso Dios les da el arrepentimiento
que conduce al pleno conocimiento de la verdad,”
(Ap. 2:5, 16; 3:3a
, 19): “Recuerda, por tanto, de dónde has caído y
arrepiéntete, y haz las obras que hiciste al principio. Si no, vendré a ti
y quitaré tu candelero de su lugar, si no te arrepientes… Por tanto,
arrepiéntete; si no, vendré a ti pronto y pelearé contra ellos con la
espada de Mi boca… Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído;
guárdalo y arrepiéntete… Yo reprendo y disciplino a todos los que
amo. Sé, pues, celoso y arrepiéntete.”
 No es abandonar el pecado como prerrequisito para la salvación
Hoy en día muchos evangelistas y escritores de tratados ponen el arrepentimiento como un requisito
para la salvación. Dicen que el pecador tiene que “arrepentirse” antes de poner su fe en el Señor Jesús.
Definen el arrepentimiento como “dejar el pecado y no volver a él”. De esta manera exigen del pecador
algo que le es imposible hacer. Una persona inconversa nunca puede dejar de pecar porque es esclava del
pecado, de su naturaleza pecaminosa y de Satanás (Ro. 6:16; Pr. 5:22):
“De sus propias iniquidades será presa el impío,
y en los lazos de su pecado quedará atrapado.”
(Jer. 13:23): “¿Puede el etíope mudar su piel,
o el leopardo sus manchas?
Así ustedes, ¿podrán hacer el bien
estando acostumbrados a hacer el mal?”
El arrepentimiento no es un pesar por
el pecado. No tenemos que aplacar la
ira de Dios con nuestro pesar, ya que
esto lo hizo el Señor Jesús en la cruz.
Al ser convencido de su
pecado, por el Espíritu
Santo, el creyente, triste,
por haberle ofendido, tiene
un cambio de actitud por su
pecado y lo confiesa a Dios.
2:1-16 / LA CONDENACIÓN DEL HOMBRE MORALISTA 33
(Jn. 8:34): “Jesús les respondió: ‘En verdad, en verdad os digo que todo el que comete pecado
es esclavo del pecado;’ ”
El Señor Jesús vino para librar a los pecadores de esta esclavitud (Lc. 4:18):
“EL ESPÍRITU DEL SEÑOR ESTA SOBRE MÍ,
PORQUE ME HA UNGIDO PARA ANUNCIAR EL EVANGELIO A LOS POBRES.
ME HA ENVIADO PARA PROCLAMAR LIBERTAD A LOS CAUTIVOS,
Y LA RECUPERACIÓN DE LA VISTA A LOS CIEGOS;
PARA PONER EN LIBERTAD A LOS OPRIMIDOS;” Is. 61:1
El Señor Jesús dijo a Saulo en el camino a Damasco (Hch. 26:17b
-18):
“…los Gentiles, a los cuales Yo te envío, para que abras sus ojos a fin de que se conviertan de
las tinieblas a la luz, y del dominio de Satanás a Dios, para que reciban, por la fe en Mí, el
perdón de pecados y herencia entre los que han sido santificados.”
(Ro. 8:1-2): “…ahora no hay condenación para los que están en Cristo Jesús… Porque la ley
del Espíritu de vida en Cristo Jesús te ha libertado de la ley del pecado y de la muerte.”
En su primera carta a la iglesia en Tesalónica, Pablo les recordó (1 Ts. 1:9b
):
“…se convirtieron de los ídolos a Dios.”
No les dijo que habían abandonado primero a los ídolos y, luego, buscaron a Dios. No fueron dos
pasos, sino uno solo. Al creer el mensaje del Evangelio, ya no había cabida para la confianza en los
ídolos.
Leví (Mateo) también dio un solo paso cuando el Señor le llamó a seguirle (Lc. 5:28):
“Y él, dejándolo todo, se levantó y Lo seguía.”
Al seguir al Señor, dejó atrás todo lo que pertenecía a su vida anterior. Basta predicar el Evangelio e
invitar a los pecadores a poner su fe en la obra consumada de Cristo, sin agregarle condiciones.
Tampoco Pablo, al convertirse al Señor, tuvo que abandonar primero su misión de persecución, sino
que el hecho de creer en el Mesías Jesús puso fin a su misión anterior, dándole una dirección muy distinta
a su vida. Cuando le contó su conversión al rey Agripa, dijo (Hch. 26:19-20):
“Por tanto, oh rey Agripa, no fui desobediente a la visión celestial, sino que anunciaba,
primeramente a los que estaban en Damasco y también en Jerusalén, y después por toda la
región de Judea, y aun a los gentiles, que debían arrepentirse y volverse a Dios, haciendo
obras dignas de arrepentimiento.”
La vida de Pablo fue transformada al creer las Buenas Nuevas del Mesías Jesús, y el que antes fuera
el perseguidor más celoso de la Iglesia se convirtió en el más ardiente propagador del Evangelio. De la
misma manera, los que creyeran el mensaje de salvación por boca de Pablo, deberían tener vidas
transformadas, no siguiendo el rumbo de los incrédulos, sino lo que se espera de un hijo de Dios (Ef. 4:17,
22-24):
“Esto digo, pues, y afirmo juntamente con el Señor: que ya no anden así como andan también
los Gentiles (paganos), en la vanidad de su mente… que en cuanto a la anterior manera de
vivir, se despojen del viejo hombre, que se corrompe según los deseos engañosos, y que sean
renovados en el espíritu de su mente, y se vistan del nuevo hombre, el cual, en la semejanza de
Dios, ha sido creado en la justicia y santidad de la verdad.”
(Tit. 2:11-14): “Porque la gracia de Dios se ha manifestado, trayendo salvación a todos los
hombres, enseñándonos, que negando la impiedad y los deseos mundanos, vivamos en este
34 LA CARTA DE PABLO A LOS CREYENTES EN ROMA
mundo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la
manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador Cristo Jesús. Él se dio por
nosotros, para REDIMIRNOS DE TODA INIQUIDAD y PURIFICAR PARA SÍ UN PUEBLO PARA POSESIÓN
SUYA, Dt. 7:6-8
celoso de buenas obras.”
Los efesios y los cretenses no tenían que hacer “obras dignas de arrepentimiento” a fin de
calificarse para la salvación. Estas “obras” no preceden al arrepentimiento, sino son el “fruto” de una
actitud nueva, el resultado evidente de la nueva vida en Cristo (Mt. 3:8, RV60):
“
Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento,”
Un naranjo no lo es por el fruto que da, sino que
produce naranjas por ser ya un naranjo. De igual modo,
una persona arrepentida, no lo es por hacer “obras dignas
de arrepentimiento”, sino que demuestra por sus obras
que se ha arrepentido ya.
Considerando todos estos textos, podemos ver que en vez de un sentimiento de pesar por el pecado o
el abandono de él como prerrequisito para la salvación, el arrepentimiento es un cambio de actitud y
mente en cuanto a:
 El Padre y el Señor Jesús
Como vemos en el relato del sermón de Pedro en el Día de Pentecostés, los que fueron convencidos
tenían que tener un cambio de opinión en cuanto al Señor Jesús. Le crucificaron por blasfemador
porque dijo que era el Hijo de Dios, pero para ser salvos tenían que aceptar por la fe que “Dios Lo
ha hecho Señor y Cristo” (Hch. 2:36b
). El arrepentimiento carece de valor si no va acompañado de
una fe genuina en el Señor Jesucristo como Dios y Salvador.
Cuando una persona llega a Cristo, lo que creía antes, sea lo que sea,
tiene que cambiar. Los tesalonicenses al creer el Evangelio ya no
creían en sus ídolos, sino en Dios. Aun una persona que ha sido criada
en una sociedad “cristiana” experimenta un cambio de pensar en
cuanto al Señor Jesús cuando cree. Ya no es un asunto de que “Cristo
murió por todos los pecadores del mundo”, sino “El Señor murió en mi
lugar”. Pasa de lo impersonal a lo personal.
 El pecado.
El inconverso se deleita en su pecado (Ef. 2:1-3, NVI):
“En otro tiempo ustedes estaban muertos en sus transgresiones y pecados, en los cuales
andaban conforme a los poderes de este mundo. Se conducían según el que gobierna
las tinieblas, según el espíritu que ahora ejerce su poder en los que viven en la
desobediencia. En ese tiempo también todos nosotros vivíamos como ellos, impulsados
por nuestros deseos pecaminosos, siguiendo nuestra propia voluntad y nuestros
propósitos. Como los demás éramos por naturaleza objeto de la ira de Dios.”
Por medio del arrepentimiento el pecador acepta la evaluación divina de su pecado, rechazando la
suya. Cuando Zaqueo recibió al Señor Jesús en su casa, él también aceptó el mensaje del Señor,
creyendo en Él. Además, su perspectiva de pecado tuvo un cambio diametralmente opuesto a la que
tenía. En vez de estafar a la gente como solía, decidió devolver por cuadruplicado todo lo que había
procurado deshonestamente (Lc. 19:8, DHH):
Una persona no tiene que “abandonar el pecado y
no volver a él” antes de ser salvo. El arrepentirse
es parte integral de creer y el cambio de vida es
evidencia visible del arrepentimiento.
Junto con el creer está un
cambio de opinión y actitud
en cuanto al Señor Jesús. A
pesar de lo que pensábamos
de Él antes, ahora es nuestro
Dios y Salvador.
2:1-16 / LA CONDENACIÓN DEL HOMBRE MORALISTA 35
“
Zaqueo se levantó entonces y le dijo al Señor: ‘Mira, Señor, voy a dar a los pobres la
mitad de todo lo que tengo; y si le he robado algo a alguien, le devolveré cuatro veces
más.’ ”
Zaqueo no fue salvo por haber cambiado de deshonesto a honesto, sino por
haber creído en el Señor Jesús. El dejó su pecado debido a que era nueva
criatura por la fe en Cristo. Parte de su arrepentimiento tenía que ver con dejar
el pecado y actuar de una manera completamente distinta. Sin embargo, esto
fue el resultado de haber creído y no un paso anterior al creer.
 El ejemplo del hijo pródigo
Podemos ver estos dos aspectos del arrepentimiento ilustrados en la parábola del hijo pródigo. El hijo
pródigo representa a los pecadores incrédulos del tiempo de Jesús, personas que habían rechazado las
normas divinas de la Palabra de Dios, (Lc. 15:1-3):
“Todos los recaudadores de impuestos y los pecadores se acercaban a Jesús para oírle; y los
Fariseos y los escribas murmuraban: ‘Este recibe a los pecadores y come con ellos.’
Entonces Él les dijo esta parábola…”
El Señor Jesús llegó precisamente cuando estos “pecadores” estaban en “la marranera”, miserables en
su pecado como lo era el hijo pródigo (Lc. 15:14-16):
“Cuando lo había gastado todo, vino una gran hambre en aquel país, y comenzó a pasar
necesidad. Entonces fue y se acercó a uno de los ciudadanos de aquel país, y él lo mandó a
sus campos a apacentar cerdos. Y deseaba llenarse el estómago de las algarrobas que
comían los cerdos, pero nadie le daba nada.”
El hijo pródigo volvió en sí, y se dio cuenta que no había razón alguna para seguir en su miseria ya
que había comida abundante en la casa de su padre. Su actitud hacia su pecado cambió reconociendo que
había pecado contra Dios y contra su padre (Lc. 15:17-18):
‘Entonces, volviendo en sí, dijo: “¡Cuántos de los trabajadores de mi padre tienen pan de
sobra, pero yo aquí perezco de hambre! Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: ‘Padre, he
pecado contra el cielo y ante ti;’ ” ’
De la misma manera, los pecadores, al escuchar al Señor Jesús, llegaron a saber que el Padre Dios
tiene provisiones abundantes para todos los Suyos, y su actitud hacia su pecado cambió al darse cuenta de
la enormidad de dicho pecado contra Él.
La actitud del hijo pródigo hacia su padre cambió, porque pudo ver que su padre era bueno, que lo
perdonaría y lo aceptaría (Lc. 15:19):
“…ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo; hazme como uno de tus trabajadores.”
Así también, los pecadores, confiaban en la palabra de Jesús, y su actitud hacia su Dios cambió,
viéndole como un Padre amoroso que los perdonaría y aceptaría a pesar de sus muchos pecados.
Convencido del perdón y la bondad de su padre, el hijo pródigo emprendió su viaje de regreso a
casa. Cuando su padre lo vio acercándose, corrió a él y lo abrazó, mientras el hijo confesó que lo que a él
lo parecía antes como una aventura era pecado contra su Dios y su padre (Lc. 15:20-21):
‘Levantándose, fue a su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y sintió
compasión por él, y corrió, se echó sobre su cuello y lo besó. Y el hijo le dijo: “Padre, he
pecado contra el cielo y ante ti; ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo.” ’
El arrepentido ha
cambiado lo que
pensaba acerca de
su pecado y lo ve
como Dios lo ve.
36 LA CARTA DE PABLO A LOS CREYENTES EN ROMA
De igual modo los pecadores convencidos por Jesús del perdón y bondad de su Padre Dios,
decidieron acercarse a Él y encontraron que les estaba esperando en amor. Ellos también confesaron a
Dios su error, aceptando delante de Él que habían pecado.
El arrepentimiento del hijo pródigo implicaba:
un cambio de actitud hacia su padre (Dios), viéndole como un Padre perdonador;
un cambio de dirección, que va hacia Él en vez de buscar el pecado; e
incluía un cambio en la manera de pensar en cuanto a su pecado, viéndolo como Dios lo ve y no
como lo veía antes como una aventura.
El cambio físico también es notable: de la marranera a la
mansión del Padre, de las garras del pecado a los brazos del
Padre, del camino al infierno a camino al Cielo.
 El arrepentimiento es un proceso
Estos cambios de actitud no tienen lugar de un momento a otro, sino que se producen a través de un
proceso. Empieza cuando el incrédulo en marcha hacia el infierno oye el Evangelio. El Espíritu Santo
usa la Palabra de Dios para convencerle de su pecado de no creer en Cristo; de la justicia de Dios revelada
en la muerte, resurrección y ascensión del Señor Jesús, del juicio de Satanás y el pecado en la Cruz y del
juicio de todos los que no creen (Jn. 16:8-11):
“Y cuando Él [Espíritu Santo] venga, convencerá (culpará) al mundo de pecado, de justicia y
de juicio; de pecado, porque no creen en Mí; de justicia, porque Yo voy al Padre y no me
verán más; y de juicio, porque el príncipe de este mundo ha sido juzgado.”
El incrédulo deja de correr con tanto entusiasmo hacia el infierno, y presta más atención al Evangelio.
Sus opiniones en cuanto a su pecado empiezan a cambiar y está más de acuerdo con la Verdad. Claro, en
cualquier momento antes de creer, él puede decidir rechazar la luz que ha recibido y seguir su carrera
hacia el infierno. Pero si sigue prestando atención al Mensaje divino, el Espíritu Santo le conducirá hacia
Cristo, produciendo en él la fe para aceptar el Evangelio. Al creer en el Señor Jesús como su Salvador, da
media vuelta y emprende su caminar hacia el Cielo. Sus actitudes y opiniones en cuanto a su pecado y al
Señor Jesús habrán experimentado un cambio completo.
¿Dónde, en este
proceso, podemos colocar
el arrepentimiento? ¿Antes
de creer? Es verdad que el
arrepentimiento se inicia
antes de creer, pero si lo
dejamos únicamente allí,
estaríamos diciendo que el
incrédulo tiene que realizar
un cambio de actitud y
dirección antes de creer, lo
que le es imposible.
¿Qué tal si lo
colocamos después del
creer? La media vuelta se
completa al creer el
La parábola del hijo pródigo ilustra el
arrepentimiento, y cómo el pecador cambia
de opinión en cuanto a su pecado y a Dios.
2:1-16 / LA CONDENACIÓN DEL HOMBRE MORALISTA 37
Evangelio y la persona emprende su caminar hacia el Cielo, pero no podemos decir que esto es todo lo que
hay en el arrepentimiento, porque es indispensable que tenga en parte un cambio de mente en cuanto a su
pecado y al Señor Jesús aun antes de creer.
Al considerar todo lo que hemos estudiado,
podemos ver que el arrepentimiento se inicia cuando el
incrédulo en camino al infierno escucha el Evangelio y el
Espíritu Santo lo usa en su corazón para convencerle de
su pecado, y de Su justicia y de Su juicio divino contra
Satanás y contra los incrédulos. El arrepentimiento se
completa cuando el pecador ha creído en Cristo y ha
dado media vuelta en cuanto a sus actitudes y la
dirección de su vida, y ya está en camino al Cielo.
 El arrepentimiento en relación con el v. 4
v. 4 ¿Dónde encaja esta descripción del arrepentimiento con Ro. 2:4? El pasaje (2:1-16) trata de la
condenación del moralista que se considera mejor que los demás. Esta clase de personas son como los
fariseos que se oponían al Señor Jesús cuando Él estaba aquí en la tierra. Este “moralista” puede ver las
fallas de los demás y está de acuerdo en que Dios debe castigar a los paganos y pecadores, pero no puede
ni quiere ver sus propias fallas.
Es como el hijo mayor en la parábola del hijo pródigo que no quiso entrar a la fiesta que su padre
hacía para celebrar la llegada de su hermano que había malgastado su herencia viviendo perversamente.
Aunque su padre le imploraba que entrara, rehusó hacerlo (Lc. 15:25-32):
“Y su hijo mayor estaba en el campo, y cuando vino y se acercó a la casa, oyó música y
danzas. Llamando a uno de los criados, le preguntó qué era todo aquello. Y él le dijo: ‘Tu
hermano ha venido, y tu padre ha matado el becerro engordado porque lo ha recibido sano y
salvo.’ Entonces él se enojó y no quería entrar. Salió su padre y le rogaba que entrara. Pero
é, le dijo al padre: ‘Mira, por tantos años te he servido y nunca he desobedecido ninguna
orden tuya, y sin embargo, nunca me has dado un cabrito para regocijarme con mis amigos;
pero cuando vino este hijo tuyo, que ha consumido tus bienes con rameras, mataste para él el
becerro engordado.’ Y su padre le dijo: ‘Hijo mío, tú siempre has estado conmigo, y todo lo
mío es tuyo. Pero era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque éste, tu hermano, estaba
muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado.’ ”
Los fariseos eran como este hijo mayor y criticaban al Señor Jesús por asociarse con “pecadores” y
no aceptaron el arrepentimiento de personas como Leví, Zaqueo y las prostitutas.
Hoy en día hay personas que rehúsan aceptar el Evangelio porque no
se consideran “pecadoras”. Aunque Dios les implora pacientemente a través
de la proclamación del Evangelio, ellos rechazan Su amor y perdón.
Obstinadamente rehúsan reconocer que Dios está siendo longánimo y
bondadoso con ellos. Como los fariseos en el tiempo de Jesús se quedan
afuera, y nunca entran a gozar de la salvación que Dios ofrece a todo aquel
que cree.
ii. La ira de Dios se manifestará en contra de los no arrepentidos, v. 5
v. 5 Entre tanto que estas “personas buenas” se niegan arrepentirse, la ira de Dios se acumula como
el agua detrás de un dique hecho de palos y tierra. Y, como el dique se revienta cuando el río crece, de la
La persona moralista no
acepta que Dios tiene que
salvarle, porque no se
considera pecador y, por lo
tanto, rechaza el Evangelio y
el sacrificio de Cristo por él.
El arrepentimiento es un proceso en el cual el
pecador que está en el camino al infierno es
convencido de pecado por medio de la Palabra de
Dios y la consecuente intervención del Espíritu
Santo. Éste hace que el pecador reconozca su
condición de hombre perdido y que ponga su fe en
la obra de Cristo para su salvación. Ya que al creer,
el pecador se devuelve de su camino al infierno y
toma el camino en dirección opuesta al cielo.
38 LA CARTA DE PABLO A LOS CREYENTES EN ROMA
misma manera vendrá el día que Dios ha prefijado para juzgar a todos los pecadores, y Su ira que se habrá
amontonado será derramada sobre ellos.
Así fue en los días de Noé cuando él estaba construyendo el gran barco que Dios le mandó que
hiciera. Por 120 años Dios esperó pacientemente para que la gente considerara sus hechos y se
arrepintiera. Durante todos esos años mientras Noé les predicaba y les advertía, la ira de Dios se
acumulaba cada vez más, hasta el día que decidió castigarles, y fue entonces cuando a través del diluvio
destruyó al mundo entero.
“¡Qué idea más terrible está aquí expresada: que el pecador mismo
está acumulando como si fuese un tesoro, una abundancia siempre
creciente de ira divina, que le irrumpirá en ‘el día de la ira y de la
revelación del justo juicio de Dios’! Y esto está dicho no de los
temerarios, sino de los que se jactan de su pureza de fe y de vida”
(Jamieson, Fausset y Brown).
c. Según sus obras a la luz de la Ley, vv. 6-11
v. 6 Bajo el acuerdo de la Ley, Dios dijo que juzgaría a todos los pecadores, judíos y gentiles, según
sus hechos, no solamente el acto externo, sino también el motivo del corazón (Ec. 12:14):
“Porque Dios traerá toda obra a juicio,
junto con todo lo oculto,
sea bueno o sea malo.”
v. 7 Este versículo no enseña una salvación por obras. Según el acuerdo de la Ley quien obedeciera
perfectamente a todas las leyes de Dios en su corazón y en sus hechos, sería recompensado con la vida
eterna (Lv. 18:5):
“Por tanto, guardarán Mis estatutos y Mis leyes, por los cuales el hombre vivirá si los
cumple; Yo soy el SEÑOR.”
(Lc. 10:25-28): “Cierto intérprete de la ley (experto en la Ley de Moisés) se levantó, y para
poner a prueba a Jesús dijo: ‘Maestro, ¿qué haré para heredar la vida eterna?’ Y Jesús le
dijo: ‘¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?’ Respondiendo él, dijo: ‘AMARÁS AL
SEÑOR TU DIOS CON TODO TU CORAZÓN, Y CON TODA TU ALMA, Y CON TODA TU FUERZA, Y CON
TODA TU MENTE; Y A TU PRÓJIMO COMO A TI MISMO.’ Dt. 6:5; Lv. 19:18b
Entonces Jesús le dijo: ‘Has
respondido correctamente; HAZ ESTO Y VIVIRÁS.’ Lv. 18:5
”
Pero si una persona fallara en un solo punto llegaría a ser transgresor de toda la Ley (Stg. 2:10-11):
“Porque cualquiera que guarda toda la Ley, pero falla en un punto, se ha hecho culpable de
todos. Pues el que dijo: ‘NO COMETAS ADULTERIO’ Ex. 20:14
, también dijo: ‘NO MATES’ Ex. 20:13
.
Ahora bien, si tú no cometes adulterio, pero matas, te has convertido en transgresor de la
Ley.”
O si no matas pero mientes una sola vez, te has convertido
igualmente en transgresor de la Ley. Según este acuerdo nadie
podía ser salvo, porque todos han transgredido la Ley de Dios (Ec.
7:20):
“Ciertamente no hay hombre justo en la tierra
que haga el bien y nunca peque.”
La ira de Dios se va acumulando
para el moralista que rehúsa
arrepentirse, lista para ser
derramada cuando Dios lo juzgue.
Una persona podría ser salva si guardara
toda la Ley sin pecar, pero en el
momento que peque sea de hecho,
palabra o aun en pensamiento, es
condenada como transgresor de la misma.
2:1-16 / LA CONDENACIÓN DEL HOMBRE MORALISTA 39
Pero Dios en Su gracia proveyó una manera por la cual el hombre pecador, transgresor de la Ley,
todavía puede ser salvo.
Recuerdan la historia de Caín y Abel? Ambos trajeron una
ofrenda al Señor. La ofrenda de Abel fue aceptada, mientras que la
de Caín fue rechazada. Cuando Caín se desanimó por no haber sido
aceptada su ofrenda, Dios le dijo: “Si bien hicieres, ¿no serás
enaltecido?” ¿Cuál fue el bien que hizo Abel? Verdad, trajo un
cordero y lo inmoló, derramando su sangre delante del Señor,
porque “sin derramamiento de sangre no se hace remisión” de
pecado (He. 9:22). Caín confiaba en las obras de sus manos,
mientras que Abel confiaba en la provisión divina. Para hacer bien
hay que aprovecharse de esta provisión divina, el sacrificio perfecto
(Jn. 6:28-29):
“Entonces Le preguntaron [a Jesús]: ‘¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras
de Dios?’ Jesús les respondió: ‘Esta es la obra de Dios: que crean en El que Él ha enviado.’ ”
Que “hacer el bien” es creer el Evangelio, se ve en el contraste entre los
versículos siete y ocho. El no hacer el bien es ser contencioso y no obedecer la
Verdad, no creyéndola. El “hacer el bien” tiene que ser lo opuesto al no hacer
el bien, entonces “hacer el bien” es estar de acuerdo y obedecer la Verdad.
v. 8 El hombre inconverso no es neutral en cuanto a la Verdad, es
“contencioso” (RV60), palabra que tiene la idea de alguien que por su ambición
egoísta se alza en contra de la Verdad, creyendo que su propia manera de pensar
es mejor y forma facciones en contra de la Verdad. A menudo las personas que
se jactan de su cultura, su buena crianza y su religiosidad, son los que se oponen
más a la Verdad. No están dispuestos a reconocer su propia insuficiencia y su
necesidad de la justicia que sólo Dios puede dar. Fueron los fariseos, los más
estrictos en cuanto a la religión judía, los que se opusieron fanáticamente al
ministerio del Señor Jesús.
La persona que desobedeciera la Ley de Dios y rechazara aprovechar la
provisión divina del sacrificio por los pecados, sufriría la “ira y enojo” de
Dios. “‘Ira’ (thumos), se tiene que distinguir de ‘enojo’ (orgé) en que
‘thumos’ indica una condición más agitada de los sentimientos, una explosión
de ira debida a la indignación interna, en tanto que ‘orgé’ sugiere una
condición más fija o permanente de la mente, frecuentemente con vistas a
tomar venganza. ‘Thumos’ y ‘orgé’ están emparejados en dos lugares en el
Apocalipsis: en 16:19: ‘del ardor [thumos] de Su ira [orgé]’; y 19:15: ‘del
furor [thumos] y la ira [orgé] del Dios Todopoderoso’ ” (Vine). No sufrirá la
ira de Dios por un momento sino por toda la eternidad sin reposo (Ap. 14:10-
11):
“…él también beberá del vino del furor de Dios, que está preparado puro en la copa de su
ira. Será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y en presencia del
Cordero. El humo de su tormento asciende por los siglos de los siglos. No tienen reposo, ni
de día ni de noche, los que adoran a la bestia y a su imagen, y cualquiera que reciba la marca
de su nombre.”
40 LA CARTA DE PABLO A LOS CREYENTES EN ROMA
vv. 9-11 Dios no tiene favoritos. Las bases de Su juicio son
supremamente justas. Raza, familia, trasfondo religioso, el cumplimiento de
ritos como el bautismo o la circuncisión, la membresía en una iglesia, sus
obras de caridad, etc., no impresionan en lo más mínimo a Dios. Él que hace
lo malo, rechazando la Palabra de Verdad, e ignorando la provisión que Dios
ha hecho para nuestra salvación sufrirá tribulación cuando la ira de Dios le
caiga encima, y sentirá indescriptible angustia sin fin. Los primeros en ser
juzgados serán los judíos, ya que son ellos que han recibido más luz, y después, a pesar de haber tenido
menos luz, los gentiles. Nadie se escapará.
Nadie, esto es, nadie fuera de los que hacen lo bueno. “Lo bueno” no se refiere a las buenas obras,
o ritos religiosos, sino a la fe en la Palabra de Dios, y en la obra de Dios: Su provisión para el pecador, el
cual consiste en un sacrificio perfecto para el perdón del pecado. Dios tampoco tiene predilectos en este
aspecto. Todos los que creen, sin importar su raza, color, clase social, educación, trasfondo cultural y
religioso o sus buenas obras, serán premiados con “gloria, honra y paz”
eternamente en la presencia del Señor. Serán salvos de la ira de Dios
únicamente porque esa ira cayó sobre el Cordero de Dios, el Señor Jesucristo.
Los judíos creyentes serán premiados primero, los gentiles salvos después,
pero igualmente serán premiados con la vida, gloria, honra y paz eternas,
“porque en Dios no hay acepción de personas”.
d. Según el conocimiento de lo que Dios demanda del hombre, vv. 12-16
v. 12 Dios dio Su Ley a los judíos por medio de Moisés, y Dios les juzgará según esa Ley. Los
gentiles que no han tenido la Ley de Dios como los judíos no se escaparán porque Dios les juzgará de
acuerdo al conocimiento de Sus demandas que Él ha puesto en sus conciencias. Por ejemplo, todas las
personas en el mundo tienen una idea de lo que es bueno y lo que es malo. Hay ciertas cosas que son
consideradas pecado por casi todas las culturas, como por ejemplo, el homicidio, el robo, el adulterio y la
desobediencia a los padres. A pesar de esta revelación en el corazón de cada persona, nadie ha vivido de
acuerdo al conocimiento que tiene. Todos han pecado, el judío en contra de la Ley escrita, y el gentil en
contra del conocimiento de lo bueno en su conciencia.
v. 13 El hecho de tener u oír la Ley de Dios no hace justos a los judíos, ni tampoco el no tenerla
hace automáticamente a una persona gentil injusta. Para que una persona sea justificada por la Ley tendría
que obedecerla sin fallar en lo más mínimo. Sin embargo, veremos que nadie puede ser justificado por la
Ley porque todos han pecado.
vv. 14-16 Al hacer lo que la Ley dice sin saberlo, el gentil demuestra que Dios ha puesto algunos
principios en su conciencia. Aunque no ha oído la Ley de Dios, su propia conciencia le sirve como ley.
El hombre por su maldad puede hacer daño a su conciencia, pero esto no cambia el hecho de que Dios ha
dado a cada persona una conciencia que puede diferenciar entre el bien y el mal.
¿Es Dios injusto al condenar a la persona que nunca ha oído Su Palabra? No, porque aun las
personas más primitivas han violado sus propias conciencias con las cosas que hacen. Cuando Dios
juzgue a los hombres todos se quedarán sin excusa, porque el judío tendrá la Ley que testificará en su
contra, y la conciencia del gentil testificará en contra de él. En el día del juicio, Dios mostrará que los
deseos y pensamientos que los hombres guardan en sus corazones, inclusive en aquellos que se consideran
religiosos y moralmente rectos, son malignos, corruptos y en contra de Su voluntad. El veredicto será
igual para todos: “¡condenado!” Todos aquellos que no hayan creído la Palabra de Dios serán juzgados y
condenados por el Señor Jesucristo (Ap. 20:11-15):
No estar a favor de la Verdad
es estar en contra de ella y de
la persona que la dijo. Por
eso sufrirán el ardor de la ira
de Dios por toda la eternidad.
Dios juzga sin acepción de
personas en base al rechazo
de éstas a la Verdad —“lo
malo”—, o a la fe que
tienen en ella —“lo bueno”.
2:1-16 / LA CONDENACIÓN DEL HOMBRE MORALISTA 41
“Vi un gran trono blanco y a Aquel [el Señor Jesús] que estaba sentado en él, de
cuya presencia huyeron la tierra y el cielo, y no se halló lugar para ellos.
También vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie delante del trono, y los
libros (rollos) fueron abiertos. Otro libro fue abierto, que es el Libro de la Vida,
y los muertos fueron juzgados por lo que estaba escrito en los libros, según sus
obras. El mar entregó los muertos que estaban en él, y la Muerte y el Hades (la
región de los muertos) entregaron a los muertos que estaban en ellos. Y fueron
juzgados, cada uno según sus obras. La Muerte y el Hades fueron arrojados al
lago de fuego. Esta es la muerte segunda: el lago de fuego. Y el que no se
encontraba inscrito en el Libro de la Vida fue arrojado al lago de fuego.”
davidchrisbrown@gmail.com
El judío ha
violado la Ley
de Dios, y el
gentil ha pecado
en contra de su
conciencia; por
eso ambos serán
igualmente
condenados.
42 LA CARTA DE PABLO A LOS CREYENTES EN ROMA

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  • 1. 2:1-16 / LA CONDENACIÓN DEL HOMBRE MORALISTA 27 B. LA CONDENACIÓN DEL HOMBRE MORALISTA, 2:1-16 En el primer capítulo de la carta de Pablo a los Romanos, les enseñó claramente que los que ignoran a Dios están justamente condenados por Él. No tienen ninguna justicia propia que sea aceptable a Dios porque han rechazado por su propio y libre albedrío la revelación que Dios hizo acerca de Sí mismo a sus antepasados, así también a través de las cosas que hizo. 1. Condenado por sí mismo, v. 1. v. 1 Cuando una persona habla de los pecados de otros, siempre habrá alguien que estará 100% de acuerdo con todo lo que dice. Mientras Pablo hablaba de los que ignoran a Dios y su descenso a la idolatría y completa perversión alguien aprobaba todo lo que decía con sus “amenes”. De repente Pablo voltea, le mira y le dice: “¡Eres inexcusable!” ¿Quién es? Es la persona que juzga a los demás; que se considera mejor que los demás; es el buen ciudadano; la persona de una moralidad recta —según su propio criterio— que confía en su superioridad de raza, lenguaje, cultura y educación. Leyendo los vv. 9-14 vemos que Pablo está hablando a judíos y gentiles. Los judíos se consideraban mejores que los gentiles porque la ley que observaban condenaba los actos impíos de los gentiles. Los judíos podían decir “amén” a todo lo que Pablo decía porque siempre habían creído que los gentiles eran personas depravadas que se encontraban bajo el juicio divino. Los judíos, sin embargo, no eran los únicos que decían: “Amén”. Entre los gentiles había personas que mantenían una moralidad más alta que los demás. Igual que los judíos se sentían justos delante de Dios y dignos de señalar a los otros “paganos” que en verdad merecían el justo juicio de Dios. Aún hoy en día hay muchos se consideran “buenas personas”, y piensan que por sus buenas obras serán salvas. Pero no es la estimación del hombre lo que determina la aceptación o la culpabilidad de la persona delante de Dios, sino la estimación del Dios justo y santo. Dios ve más allá de la fachada de respetabilidad y cultura y contempla el corazón del hombre. Dios ve en el corazón y en la mente del hombre moralista las mismas maldades que éste condena en los demás. El Señor Jesús condenó esta misma actitud en los fariseos, mostrándoles que el pecado no es exclusivamente el acto externo del mismo, sino un corazón pecaminoso que da a luz el acto (Mt. 5:21-22, 27-28): “Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: ‘NO MATARÁS’ Ex. 20:13 y: ‘Cualquiera que cometa homicidio será culpable ante la corte.’ Pero Yo les digo que todo aquel que esté enojado con su hermano será culpable ante la corte; y cualquiera que diga: ‘Insensato (Inútil)’ a su hermano, será culpable ante de la corte suprema (el Sanedrín); y cualquiera que diga: ‘Idiota’, será merecedor del infierno de fuego… Ustedes han oído que se dijo: ‘NO COMETERÁS ADULTERIO.’ Ex. 20:14 Pero Yo les digo que todo el que mire a una mujer para codiciarla ya cometió adulterio con ella en su corazón.” Dios considera el pecado que está naciendo en el corazón de igual gravedad que el acto mismo. Los que ignoran a Dios pecan en contra de la luz que tienen y el moralista, quien muchas veces tiene mucha más luz que el que ignora a Dios, ha hecho lo mismo. El hombre moralista puede decir cuáles son las leyes, y cuáles cosas son pecado, pero hinchado por el orgullo de su propia justicia, hace las mismas cosas que condena en los demás. Fuimos a visitar a unos amigos católicos en Bogotá. Estaban muy contentos al vernos de nuevo e invitaron a sus familiares a la casa para conocernos. Nos brindaron una Coca-Cola, y a los demás un whisky. Al hablar a solas con nosotros la señora se justificaba diciéndonos que no es un pecado tomar
  • 2. 28 LA CARTA DE PABLO A LOS CREYENTES EN ROMA bebidas alcohólicas porque el primer milagro que hizo nuestro Señor fue el de cambiar el agua en vino en las bodas de Caná. El pecado está en emborracharse, dijo. Ella condenaría la irresponsabilidad de un hombre que llegara a la casa borracho después de gastar el sustento de su familia. A medida que pasaban las horas, nuestros amigos no esperaban que las copas de sus invitados estuvieran vacías, y cuando nosotros, poco antes de la medianoche, les pedimos disculpas y les dijimos que teníamos que irnos, nos despidieron con los ojos rojizos. Pensaban que todavía tenían el control de sí mismos, pero yo temía por los que iban a salir de allí más tarde y manejar a casa. Como personas respetables, y aun religiosas, condenan la borrachera, pero hacen lo mismo. 2. Condenado por el juicio de Dios, vv. 2-16 a. Basado en la verdad, vv. 2-3 vv. 2-3 Dios juzgará a la persona que se escandaliza por los pecados de otros mientras que él hace las mismas cosas (DHH): “Pero sabemos que Dios juzga conforme a la verdad cuando condena a los que así se portan”. El juicio de Dios será justo y según la verdad, y no habrá lugar para preferencias ni excepciones. El hombre respetable será igualmente juzgado al lado del que ignora a Dios. Su “cultura” y su religiosidad no le salvarán, al contrario, será juzgado con más severidad debido a que ha recibido más luz (Lc. 12:47- 48): “Y aquel siervo que sabía la voluntad de su señor, y que no se preparó ni obró conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes; pero el que no la sabía, e hizo cosas que merecían castigo, será azotado poco. A todo el que se le haya dado mucho, mucho se demandará de él; y al que mucho le han confiado, más le exigirán.” b. Según su culpa acumulada, vv. 4-5 v. 4 A veces los hombres piensan que Dios ha olvidado su pecado por no haberles castigado inmediatamente. Lo que no saben es que Dios odia el pecado (Is. 59:2): “Pero las iniquidades de ustedes han hecho separación entre ustedes y su Dios, y los pecados le han hecho esconder Su rostro para no escucharlos.” (Hab.1:13a ): “Muy limpios son Tus ojos para mirar el mal, y no puedes contemplar la opresión.” Dios nunca olvida el pecado, ni lo deja sin castigo (Job 10:14): “Si pecara, me lo tomarías en cuenta, y no me absolverías de mi culpa.” (Os. 7:2): “…ellos no consideran en su corazón que yo recuerdo toda su maldad. Ahora les rodean sus hechos, ante Mi rostro están.” El hombre moralista igualmente se condena a sí mismo, puesto que hace las mismas cosas. Dios juzgará con la misma medida a los que le ignoran y a los que se creen buenos.
  • 3. 2:1-16 / LA CONDENACIÓN DEL HOMBRE MORALISTA 29 La razón por la cual Dios no castiga el pecado inmediatamente es por ser paciente y longánimo. Él quiere que los hombres vean Su bondad hacia ellos aplazando el castigo como una oportunidad para arrepentirse. i. ¿Qué es el arrepentimiento?  No es un pesar de haber hecho una cosa, sino un cambio de actitud y una vida transformada Según el Diccionario Larousse el arrepentimiento es: “pesar de haber hecho una cosa”. ¿Es éste el significado bíblico del arrepentimiento? Cuando Juan el Bautista mandó a los israelitas, diciendo: “Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mt. 3:2), ¿qué quiso decir? El judaísmo de aquel entonces se había degenerado a tal punto que sólo practicaba una religión de ritos externos y observancia de leyes y tradiciones. Juan no llamaba a la gente para que sintiera pesar por su pecado, sino para que cambiara de actitud en cuanto a su pecado y se volviera al Señor con todo su corazón, porque el mismo Rey se iba a manifestar y cumplir Su misión entre ellos (Mt. 3:5-12): “Entonces Jerusalén, toda Judea y toda la región alrededor del Jordán acudían a él; y confesando sus pecados, eran bautizados por Juan en el río Jordán. Pero cuando vio que muchos de los Fariseos y Saduceos venían para el bautismo, les dijo: ‘¡Camada de víboras! ¿Quién les enseñó a huir de la ira que está al venir? Por tanto, den frutos dignos de arrepentimiento; y no piensen que pueden decirse a sí mismos: “Tenemos a Abraham por padre”, porque les digo que Dios puede levantar hijos a Abraham de estas piedras. El hacha ya está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado al fuego. Yo, en verdad, les bautizo a ustedes con agua para arrepentimiento, pero Aquel que viene detrás de mí es más poderoso que yo, a quien no soy digno de quitar las sandalias; Él los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego. El bieldo está en Su mano y limpiará completamente Su era; y recogerá Su trigo en el granero, pero quemará la paja en un fuego que no se apaga.’ ” El Señor Jesús también predicaba el arrepentimiento del pecado en preparación para el reino de Dios, y criticaba la religión de Su día por ser hipócrita y hueca. Añadió a Su mensaje de arrepentimiento la necesidad de creer las Buenas Nuevas, el testimonio de Dios acerca de Su Hijo, el Mesías (Mr. 1:15): “ ‘El tiempo se ha cumplido,’ decía, ‘y el reino de Dios se ha acercado; arrepiéntanse y crean en el evangelio.’ ” Los fariseos y escribas no se consideraban “pecadores” y no veían su necesidad de arrepentirse (Lc. 18:11-12): “El Fariseo puesto en pie, oraba para sí de esta manera: ‘Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: estafadores, injustos, adúlteros; ni aun como este recaudador de impuestos. Yo ayuno dos veces por semana; doy el diezmo de todo lo que gano. ’ ” Creían que sus actitudes en cuanto a la fe judía eran correctas, y en su orgullo no podían comprender la razón de cambiarlas. A diferencia de ellos hubo quienes recibieron el mensaje del arrepentimiento con gozo porque sabían que eran pecadores y que necesitaban la ayuda de Cristo para reconciliarse con Dios (Mr. 2:13-15): “Jesús salió de nuevo a la orilla del mar, y toda la multitud venía a Él, y les enseñaba. Al pasar, vio a Leví (Mateo), hijo de Alfeo, sentado en la oficina de los tributos, y le dijo: A pesar de Su odio por el pecado Dios no juzga al pecador inmediatamente, dándole tiempo a que se arrepienta. Juan el Bautista y el Señor Jesús predicaron el arrepentimiento, esto es un cambio de actitud en cuanto al pecado que produce una vida transformada.
  • 4. 30 LA CARTA DE PABLO A LOS CREYENTES EN ROMA ‘Sígueme.’ Y levantándose, Lo siguió. Y sucedió que estando Jesús sentado a la mesa en casa de Leví, muchos recaudadores de impuestos y pecadores estaban comiendo con Jesús y Sus discípulos; porque había muchos de ellos que Lo seguían.” Cuando los fariseos y escribas vieron cómo respondieron los “pecadores” al mensaje de arrepentimiento, en vez de estar contentos por el cambio hecho en esas personas, criticaron al Señor Jesús por haberse asociado con ellas (Mr. 2:16): “Cuando los escribas de los Fariseos vieron que Él comía con pecadores y recaudadores de impuestos, decían a Sus discípulos: ‘¿Por qué Él come y bebe con recaudadores de impuestos y pecadores?’ ” Él les respondió diciendo que las personas sanas, o las que se consideran sanas, no van a los médicos, mientras que las personas que saben que tienen una enfermedad buscan su ayuda. De la misma manera, el Señor no vino aquí a este mundo para salvar a personas justas, o personas que se consideren justas, sino a pecadores que saben que lo son y quieren encontrar una solución para su pecado (Mr. 2:17): “Al oír esto, Jesús les dijo: ‘Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos; no he venido a llamar a justos, sino a pecadores.’ ” Los fariseos y escribas se descalificaron a sí mismos para tomar parte en el plan de salvación porque se estimaban aceptables a Dios por la justicia que supuestamente tenían. No podían recibir la justicia que Cristo vino a traerles porque estaban demasiado ocupados estableciendo la suya (Ro. 10:3): “Pues desconociendo la justicia de Dios y procurando establecer la suya propia, no se sometieron a la justicia de Dios.” Al contrario de aquellos que estaban tratando de justificarse a sí mismos, tenemos el ejemplo de otras personas que reconocieron su pecado y necesidad de la justicia que únicamente Dios puede dar: La mujer “pecadora” que lavó los pies del Señor con sus lágrimas (Lc. 7:37-38, 47-48, 50b ): “Había en la ciudad una mujer que era pecadora, y cuando se enteró de que Jesús estaba sentado a la mesa en casa del Fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume; y poniéndose detrás de Él a Sus pies, llorando, comenzó a regar Sus pies con lágrimas y los secaba con los cabellos de su cabeza, besaba sus pies y los ungía con el perfume… ‘Por lo cual te digo que sus pecados, que son muchos, han sido perdonados, porque amó mucho; pero a quien poco se le perdona, poco ama.’ Entonces Jesús le dijo a la mujer: ‘Tus pecados han sido perdonados… Tu fe te ha salvado, vete en paz.’ ” Zaqueo (Lc. 19:2, 8b -10): “Y un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de los recaudadores de impuestos y era rico… dijo a Jesús: ‘Señor, la mitad de mis bienes daré a los pobres, y si en algo he defraudado a alguien, se lo restituiré cuadruplicado.’ ‘Hoy ha venido la salvación a esta casa,’ le dijo Jesús, ‘ya que él también es hijo de Abraham; porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido.’ ” La mujer samaritana (Jn. 4:6-7, 17-18, 28-29, 39-42): “…y allí estaba el pozo de Jacob. Entonces Jesús, cansado del camino, se sentó junto al pozo. Era cerca del mediodía. Una mujer de Samaria vino a sacar agua, y Jesús le dijo: ‘Dame de beber.’… ‘No tengo marido,’ respondió la mujer. Jesús le dijo: ‘Bien has dicho: “No tengo marido”, porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; El Señor Jesús no vino a salvar personas que se creen justas, sino a aquellos que reconocen que son pecadores perdidos.
  • 5. 2:1-16 / LA CONDENACIÓN DEL HOMBRE MORALISTA 31 en eso has dicho la verdad’… Entonces la mujer dejó su cántaro, fue a la ciudad y dijo a los hombres: ‘Vengan, vean a un hombre que me ha dicho todo lo que yo he hecho. ¿No será éste el Cristo?’… Y de aquella ciudad, muchos de los Samaritanos creyeron en Él por la palabra de la mujer que daba testimonio, diciendo: ‘Él me dijo todo lo que yo he hecho’. De modo que cuando los Samaritanos vinieron, rogaban a Jesús que se quedara con ellos; y Él se quedó allí dos días. Muchos más creyeron por Su palabra, y decían a la mujer: ‘Ya no creemos por lo que tú has dicho, porque nosotros mismos Le hemos oído, y sabemos que Éste es en verdad el Salvador del mundo.’ ” Lo que Jesús quería no era únicamente un sentimiento de pesar por el pecado, sino vidas transformadas (Lc. 5:8-10): “Al ver esto, Simón Pedro cayó a los pies de Jesús, diciendo: ‘¡Apártate de mí, Señor, pues soy hombre pecador!’ Porque el asombro se había apoderado de él y de todos sus compañeros, por la gran de pesca que habían hecho; y lo mismo les sucedió también a Jacobo y a Juan, hijos de Zebedeo, que eran socios de Simón. Y Jesús dijo a Simón: ‘No temas; desde ahora serás pescador de hombres.’ ” Habiendo escuchado el mensaje de Pedro en el Día de Pentecostés, que terminó con la siguiente afirmación: “a este Jesús a quien ustedes crucificaron, Dios Lo ha hecho Señor y Cristo”, los judíos que le escucharon fueron profundamente conmovidos y dijeron: “Hermanos, ¿qué haremos?” Pedro no les dijo que tenían que afligirse o tener un gran pesar, más bien les dijo, “Arrepiéntanse” (Hch. 2:36-38). Debían tener un cambio de actitud en cuanto a Jesús. Le habían crucificado como impostor y blasfemador. Ahora debían cambiar de actitud reconociéndole como el Mesías e Hijo de Dios y creyendo que murió en la Cruz como el Cordero de Dios para quitar sus pecados. Comentando sobre el arrepentimiento como el pesar por el pecado, el Dr. Chafer dice: “Se puede asegurar, sin temor a equivocarse, que pocos errores han causado tanto impedimento a la salvación... como la costumbre de exigirles dolor de corazón antes de que estuviesen en condiciones de ejercitar la fe en Cristo. Como quiera que tales emociones no puedan producirse a voluntad, se imposibilita así el camino de la salvación a todos aquellos que no experimentan la referida angustia. Este error da paso a otro muy serio, puesto que desorienta al inconverso, y consiste en exhortarle a que mire hacia dentro de sí mismo [para ver si está suficientemente angustiado -DGB], en vez de fijar la mirada en Cristo como su Salvador; así se hace depender la salvación de sentimientos, en vez de la fe. De igual modo este error puede conducir a la gente a medir la validez de su salvación por la intensidad de la angustia que la precede o la acompaña, y es así como el dolor de corazón viene a ser la forma más sutil de obra meritoria y, en este sentido, lo contrario de la gracia. Como trasfondo de todo este falso supuesto de que las lágrimas y el dolor son necesarias está el concepto erróneo, más serio todavía, de que Dios no es propicio, y por eso hay que aplacarlo, por medio del pesar arrepentido, para que se apiade de nosotros. La Biblia nos declara que Dios es propicio a causa de la muerte de Cristo por esos mismos pecados que nos producen pesadumbre; no hay motivo alguno para ablandar o calmar el corazón de Dios; Su actitud hacia el pecado y hacia el pecador es algo revelado; por eso el insinuar... que Dios tiene que ser ablandado y aplacado mediante la angustia humana, es una forma terrible de incredulidad” (Teología Sistemática por Chafer). (1 Jn. 2:2; 4:10): El verdadero arrepentimiento empieza con un cambio de actitud en cuanto al Señor Jesús, llegando a reconocerle como Dios quien vino en forma humana para salvarle.
  • 6. 32 LA CARTA DE PABLO A LOS CREYENTES EN ROMA “Él mismo es la propiciación por nuestros pecados, y no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero… En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros y envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados.” Alguien dirá: “¿No dice en 2 Co. 7:10 que ‘la tristeza que es conforme a la voluntad de Dios produce un arrepentimiento que conduce a la salvación’?” Es cierto, pero, ¿qué quiere decir esta frase en su contexto? Hay que leer los versículos 8 y 9 para poder entenderlo: “Si bien los entristecí con mi carta, no me pesa. Es verdad que antes me pesó, porque me di cuenta de que por un tiempo mi carta los había entristecido. Sin embargo, ahora me alegro, no porque se hayan entristecido sino porque su tristeza los llevó al arrepentimiento” (NVI). La primera carta de Pablo a esta iglesia (1a Corintios), les había contristado porque Pablo tuvo que reprenderles fuertemente en cuanto a varios asuntos. Aunque le dio pesar escribirles de esa manera, no lo lamentaba, porque por medio de la carta el Espíritu Santo les convenció de su pecado. La tristeza que sintieron al ser convencidos por Él les condujo al arrepentimiento, motivándoles a confesarlo —un cambio de actitud en cuanto a su pecado— y restaurar su comunión con Dios. Tomando en cuenta el contexto de esta manera, vemos que la “salvación” de que se trata en 2 Co. 7:10 no es la salvación del alma, sino la restauración de la comunión del creyente con el Padre. El arrepentimiento no se limita a la salvación eterna de una persona, sino que también incluye el cambio que cada uno de nosotros, como creyentes, debemos tener al ser convencidos de pecado en nuestra vida por el Espíritu (2 Ti. 2:25): “Debe reprender tiernamente a los que se oponen, por si acaso Dios les da el arrepentimiento que conduce al pleno conocimiento de la verdad,” (Ap. 2:5, 16; 3:3a , 19): “Recuerda, por tanto, de dónde has caído y arrepiéntete, y haz las obras que hiciste al principio. Si no, vendré a ti y quitaré tu candelero de su lugar, si no te arrepientes… Por tanto, arrepiéntete; si no, vendré a ti pronto y pelearé contra ellos con la espada de Mi boca… Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; guárdalo y arrepiéntete… Yo reprendo y disciplino a todos los que amo. Sé, pues, celoso y arrepiéntete.”  No es abandonar el pecado como prerrequisito para la salvación Hoy en día muchos evangelistas y escritores de tratados ponen el arrepentimiento como un requisito para la salvación. Dicen que el pecador tiene que “arrepentirse” antes de poner su fe en el Señor Jesús. Definen el arrepentimiento como “dejar el pecado y no volver a él”. De esta manera exigen del pecador algo que le es imposible hacer. Una persona inconversa nunca puede dejar de pecar porque es esclava del pecado, de su naturaleza pecaminosa y de Satanás (Ro. 6:16; Pr. 5:22): “De sus propias iniquidades será presa el impío, y en los lazos de su pecado quedará atrapado.” (Jer. 13:23): “¿Puede el etíope mudar su piel, o el leopardo sus manchas? Así ustedes, ¿podrán hacer el bien estando acostumbrados a hacer el mal?” El arrepentimiento no es un pesar por el pecado. No tenemos que aplacar la ira de Dios con nuestro pesar, ya que esto lo hizo el Señor Jesús en la cruz. Al ser convencido de su pecado, por el Espíritu Santo, el creyente, triste, por haberle ofendido, tiene un cambio de actitud por su pecado y lo confiesa a Dios.
  • 7. 2:1-16 / LA CONDENACIÓN DEL HOMBRE MORALISTA 33 (Jn. 8:34): “Jesús les respondió: ‘En verdad, en verdad os digo que todo el que comete pecado es esclavo del pecado;’ ” El Señor Jesús vino para librar a los pecadores de esta esclavitud (Lc. 4:18): “EL ESPÍRITU DEL SEÑOR ESTA SOBRE MÍ, PORQUE ME HA UNGIDO PARA ANUNCIAR EL EVANGELIO A LOS POBRES. ME HA ENVIADO PARA PROCLAMAR LIBERTAD A LOS CAUTIVOS, Y LA RECUPERACIÓN DE LA VISTA A LOS CIEGOS; PARA PONER EN LIBERTAD A LOS OPRIMIDOS;” Is. 61:1 El Señor Jesús dijo a Saulo en el camino a Damasco (Hch. 26:17b -18): “…los Gentiles, a los cuales Yo te envío, para que abras sus ojos a fin de que se conviertan de las tinieblas a la luz, y del dominio de Satanás a Dios, para que reciban, por la fe en Mí, el perdón de pecados y herencia entre los que han sido santificados.” (Ro. 8:1-2): “…ahora no hay condenación para los que están en Cristo Jesús… Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús te ha libertado de la ley del pecado y de la muerte.” En su primera carta a la iglesia en Tesalónica, Pablo les recordó (1 Ts. 1:9b ): “…se convirtieron de los ídolos a Dios.” No les dijo que habían abandonado primero a los ídolos y, luego, buscaron a Dios. No fueron dos pasos, sino uno solo. Al creer el mensaje del Evangelio, ya no había cabida para la confianza en los ídolos. Leví (Mateo) también dio un solo paso cuando el Señor le llamó a seguirle (Lc. 5:28): “Y él, dejándolo todo, se levantó y Lo seguía.” Al seguir al Señor, dejó atrás todo lo que pertenecía a su vida anterior. Basta predicar el Evangelio e invitar a los pecadores a poner su fe en la obra consumada de Cristo, sin agregarle condiciones. Tampoco Pablo, al convertirse al Señor, tuvo que abandonar primero su misión de persecución, sino que el hecho de creer en el Mesías Jesús puso fin a su misión anterior, dándole una dirección muy distinta a su vida. Cuando le contó su conversión al rey Agripa, dijo (Hch. 26:19-20): “Por tanto, oh rey Agripa, no fui desobediente a la visión celestial, sino que anunciaba, primeramente a los que estaban en Damasco y también en Jerusalén, y después por toda la región de Judea, y aun a los gentiles, que debían arrepentirse y volverse a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento.” La vida de Pablo fue transformada al creer las Buenas Nuevas del Mesías Jesús, y el que antes fuera el perseguidor más celoso de la Iglesia se convirtió en el más ardiente propagador del Evangelio. De la misma manera, los que creyeran el mensaje de salvación por boca de Pablo, deberían tener vidas transformadas, no siguiendo el rumbo de los incrédulos, sino lo que se espera de un hijo de Dios (Ef. 4:17, 22-24): “Esto digo, pues, y afirmo juntamente con el Señor: que ya no anden así como andan también los Gentiles (paganos), en la vanidad de su mente… que en cuanto a la anterior manera de vivir, se despojen del viejo hombre, que se corrompe según los deseos engañosos, y que sean renovados en el espíritu de su mente, y se vistan del nuevo hombre, el cual, en la semejanza de Dios, ha sido creado en la justicia y santidad de la verdad.” (Tit. 2:11-14): “Porque la gracia de Dios se ha manifestado, trayendo salvación a todos los hombres, enseñándonos, que negando la impiedad y los deseos mundanos, vivamos en este
  • 8. 34 LA CARTA DE PABLO A LOS CREYENTES EN ROMA mundo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador Cristo Jesús. Él se dio por nosotros, para REDIMIRNOS DE TODA INIQUIDAD y PURIFICAR PARA SÍ UN PUEBLO PARA POSESIÓN SUYA, Dt. 7:6-8 celoso de buenas obras.” Los efesios y los cretenses no tenían que hacer “obras dignas de arrepentimiento” a fin de calificarse para la salvación. Estas “obras” no preceden al arrepentimiento, sino son el “fruto” de una actitud nueva, el resultado evidente de la nueva vida en Cristo (Mt. 3:8, RV60): “ Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento,” Un naranjo no lo es por el fruto que da, sino que produce naranjas por ser ya un naranjo. De igual modo, una persona arrepentida, no lo es por hacer “obras dignas de arrepentimiento”, sino que demuestra por sus obras que se ha arrepentido ya. Considerando todos estos textos, podemos ver que en vez de un sentimiento de pesar por el pecado o el abandono de él como prerrequisito para la salvación, el arrepentimiento es un cambio de actitud y mente en cuanto a:  El Padre y el Señor Jesús Como vemos en el relato del sermón de Pedro en el Día de Pentecostés, los que fueron convencidos tenían que tener un cambio de opinión en cuanto al Señor Jesús. Le crucificaron por blasfemador porque dijo que era el Hijo de Dios, pero para ser salvos tenían que aceptar por la fe que “Dios Lo ha hecho Señor y Cristo” (Hch. 2:36b ). El arrepentimiento carece de valor si no va acompañado de una fe genuina en el Señor Jesucristo como Dios y Salvador. Cuando una persona llega a Cristo, lo que creía antes, sea lo que sea, tiene que cambiar. Los tesalonicenses al creer el Evangelio ya no creían en sus ídolos, sino en Dios. Aun una persona que ha sido criada en una sociedad “cristiana” experimenta un cambio de pensar en cuanto al Señor Jesús cuando cree. Ya no es un asunto de que “Cristo murió por todos los pecadores del mundo”, sino “El Señor murió en mi lugar”. Pasa de lo impersonal a lo personal.  El pecado. El inconverso se deleita en su pecado (Ef. 2:1-3, NVI): “En otro tiempo ustedes estaban muertos en sus transgresiones y pecados, en los cuales andaban conforme a los poderes de este mundo. Se conducían según el que gobierna las tinieblas, según el espíritu que ahora ejerce su poder en los que viven en la desobediencia. En ese tiempo también todos nosotros vivíamos como ellos, impulsados por nuestros deseos pecaminosos, siguiendo nuestra propia voluntad y nuestros propósitos. Como los demás éramos por naturaleza objeto de la ira de Dios.” Por medio del arrepentimiento el pecador acepta la evaluación divina de su pecado, rechazando la suya. Cuando Zaqueo recibió al Señor Jesús en su casa, él también aceptó el mensaje del Señor, creyendo en Él. Además, su perspectiva de pecado tuvo un cambio diametralmente opuesto a la que tenía. En vez de estafar a la gente como solía, decidió devolver por cuadruplicado todo lo que había procurado deshonestamente (Lc. 19:8, DHH): Una persona no tiene que “abandonar el pecado y no volver a él” antes de ser salvo. El arrepentirse es parte integral de creer y el cambio de vida es evidencia visible del arrepentimiento. Junto con el creer está un cambio de opinión y actitud en cuanto al Señor Jesús. A pesar de lo que pensábamos de Él antes, ahora es nuestro Dios y Salvador.
  • 9. 2:1-16 / LA CONDENACIÓN DEL HOMBRE MORALISTA 35 “ Zaqueo se levantó entonces y le dijo al Señor: ‘Mira, Señor, voy a dar a los pobres la mitad de todo lo que tengo; y si le he robado algo a alguien, le devolveré cuatro veces más.’ ” Zaqueo no fue salvo por haber cambiado de deshonesto a honesto, sino por haber creído en el Señor Jesús. El dejó su pecado debido a que era nueva criatura por la fe en Cristo. Parte de su arrepentimiento tenía que ver con dejar el pecado y actuar de una manera completamente distinta. Sin embargo, esto fue el resultado de haber creído y no un paso anterior al creer.  El ejemplo del hijo pródigo Podemos ver estos dos aspectos del arrepentimiento ilustrados en la parábola del hijo pródigo. El hijo pródigo representa a los pecadores incrédulos del tiempo de Jesús, personas que habían rechazado las normas divinas de la Palabra de Dios, (Lc. 15:1-3): “Todos los recaudadores de impuestos y los pecadores se acercaban a Jesús para oírle; y los Fariseos y los escribas murmuraban: ‘Este recibe a los pecadores y come con ellos.’ Entonces Él les dijo esta parábola…” El Señor Jesús llegó precisamente cuando estos “pecadores” estaban en “la marranera”, miserables en su pecado como lo era el hijo pródigo (Lc. 15:14-16): “Cuando lo había gastado todo, vino una gran hambre en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. Entonces fue y se acercó a uno de los ciudadanos de aquel país, y él lo mandó a sus campos a apacentar cerdos. Y deseaba llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba nada.” El hijo pródigo volvió en sí, y se dio cuenta que no había razón alguna para seguir en su miseria ya que había comida abundante en la casa de su padre. Su actitud hacia su pecado cambió reconociendo que había pecado contra Dios y contra su padre (Lc. 15:17-18): ‘Entonces, volviendo en sí, dijo: “¡Cuántos de los trabajadores de mi padre tienen pan de sobra, pero yo aquí perezco de hambre! Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: ‘Padre, he pecado contra el cielo y ante ti;’ ” ’ De la misma manera, los pecadores, al escuchar al Señor Jesús, llegaron a saber que el Padre Dios tiene provisiones abundantes para todos los Suyos, y su actitud hacia su pecado cambió al darse cuenta de la enormidad de dicho pecado contra Él. La actitud del hijo pródigo hacia su padre cambió, porque pudo ver que su padre era bueno, que lo perdonaría y lo aceptaría (Lc. 15:19): “…ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo; hazme como uno de tus trabajadores.” Así también, los pecadores, confiaban en la palabra de Jesús, y su actitud hacia su Dios cambió, viéndole como un Padre amoroso que los perdonaría y aceptaría a pesar de sus muchos pecados. Convencido del perdón y la bondad de su padre, el hijo pródigo emprendió su viaje de regreso a casa. Cuando su padre lo vio acercándose, corrió a él y lo abrazó, mientras el hijo confesó que lo que a él lo parecía antes como una aventura era pecado contra su Dios y su padre (Lc. 15:20-21): ‘Levantándose, fue a su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y sintió compasión por él, y corrió, se echó sobre su cuello y lo besó. Y el hijo le dijo: “Padre, he pecado contra el cielo y ante ti; ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo.” ’ El arrepentido ha cambiado lo que pensaba acerca de su pecado y lo ve como Dios lo ve.
  • 10. 36 LA CARTA DE PABLO A LOS CREYENTES EN ROMA De igual modo los pecadores convencidos por Jesús del perdón y bondad de su Padre Dios, decidieron acercarse a Él y encontraron que les estaba esperando en amor. Ellos también confesaron a Dios su error, aceptando delante de Él que habían pecado. El arrepentimiento del hijo pródigo implicaba: un cambio de actitud hacia su padre (Dios), viéndole como un Padre perdonador; un cambio de dirección, que va hacia Él en vez de buscar el pecado; e incluía un cambio en la manera de pensar en cuanto a su pecado, viéndolo como Dios lo ve y no como lo veía antes como una aventura. El cambio físico también es notable: de la marranera a la mansión del Padre, de las garras del pecado a los brazos del Padre, del camino al infierno a camino al Cielo.  El arrepentimiento es un proceso Estos cambios de actitud no tienen lugar de un momento a otro, sino que se producen a través de un proceso. Empieza cuando el incrédulo en marcha hacia el infierno oye el Evangelio. El Espíritu Santo usa la Palabra de Dios para convencerle de su pecado de no creer en Cristo; de la justicia de Dios revelada en la muerte, resurrección y ascensión del Señor Jesús, del juicio de Satanás y el pecado en la Cruz y del juicio de todos los que no creen (Jn. 16:8-11): “Y cuando Él [Espíritu Santo] venga, convencerá (culpará) al mundo de pecado, de justicia y de juicio; de pecado, porque no creen en Mí; de justicia, porque Yo voy al Padre y no me verán más; y de juicio, porque el príncipe de este mundo ha sido juzgado.” El incrédulo deja de correr con tanto entusiasmo hacia el infierno, y presta más atención al Evangelio. Sus opiniones en cuanto a su pecado empiezan a cambiar y está más de acuerdo con la Verdad. Claro, en cualquier momento antes de creer, él puede decidir rechazar la luz que ha recibido y seguir su carrera hacia el infierno. Pero si sigue prestando atención al Mensaje divino, el Espíritu Santo le conducirá hacia Cristo, produciendo en él la fe para aceptar el Evangelio. Al creer en el Señor Jesús como su Salvador, da media vuelta y emprende su caminar hacia el Cielo. Sus actitudes y opiniones en cuanto a su pecado y al Señor Jesús habrán experimentado un cambio completo. ¿Dónde, en este proceso, podemos colocar el arrepentimiento? ¿Antes de creer? Es verdad que el arrepentimiento se inicia antes de creer, pero si lo dejamos únicamente allí, estaríamos diciendo que el incrédulo tiene que realizar un cambio de actitud y dirección antes de creer, lo que le es imposible. ¿Qué tal si lo colocamos después del creer? La media vuelta se completa al creer el La parábola del hijo pródigo ilustra el arrepentimiento, y cómo el pecador cambia de opinión en cuanto a su pecado y a Dios.
  • 11. 2:1-16 / LA CONDENACIÓN DEL HOMBRE MORALISTA 37 Evangelio y la persona emprende su caminar hacia el Cielo, pero no podemos decir que esto es todo lo que hay en el arrepentimiento, porque es indispensable que tenga en parte un cambio de mente en cuanto a su pecado y al Señor Jesús aun antes de creer. Al considerar todo lo que hemos estudiado, podemos ver que el arrepentimiento se inicia cuando el incrédulo en camino al infierno escucha el Evangelio y el Espíritu Santo lo usa en su corazón para convencerle de su pecado, y de Su justicia y de Su juicio divino contra Satanás y contra los incrédulos. El arrepentimiento se completa cuando el pecador ha creído en Cristo y ha dado media vuelta en cuanto a sus actitudes y la dirección de su vida, y ya está en camino al Cielo.  El arrepentimiento en relación con el v. 4 v. 4 ¿Dónde encaja esta descripción del arrepentimiento con Ro. 2:4? El pasaje (2:1-16) trata de la condenación del moralista que se considera mejor que los demás. Esta clase de personas son como los fariseos que se oponían al Señor Jesús cuando Él estaba aquí en la tierra. Este “moralista” puede ver las fallas de los demás y está de acuerdo en que Dios debe castigar a los paganos y pecadores, pero no puede ni quiere ver sus propias fallas. Es como el hijo mayor en la parábola del hijo pródigo que no quiso entrar a la fiesta que su padre hacía para celebrar la llegada de su hermano que había malgastado su herencia viviendo perversamente. Aunque su padre le imploraba que entrara, rehusó hacerlo (Lc. 15:25-32): “Y su hijo mayor estaba en el campo, y cuando vino y se acercó a la casa, oyó música y danzas. Llamando a uno de los criados, le preguntó qué era todo aquello. Y él le dijo: ‘Tu hermano ha venido, y tu padre ha matado el becerro engordado porque lo ha recibido sano y salvo.’ Entonces él se enojó y no quería entrar. Salió su padre y le rogaba que entrara. Pero é, le dijo al padre: ‘Mira, por tantos años te he servido y nunca he desobedecido ninguna orden tuya, y sin embargo, nunca me has dado un cabrito para regocijarme con mis amigos; pero cuando vino este hijo tuyo, que ha consumido tus bienes con rameras, mataste para él el becerro engordado.’ Y su padre le dijo: ‘Hijo mío, tú siempre has estado conmigo, y todo lo mío es tuyo. Pero era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque éste, tu hermano, estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado.’ ” Los fariseos eran como este hijo mayor y criticaban al Señor Jesús por asociarse con “pecadores” y no aceptaron el arrepentimiento de personas como Leví, Zaqueo y las prostitutas. Hoy en día hay personas que rehúsan aceptar el Evangelio porque no se consideran “pecadoras”. Aunque Dios les implora pacientemente a través de la proclamación del Evangelio, ellos rechazan Su amor y perdón. Obstinadamente rehúsan reconocer que Dios está siendo longánimo y bondadoso con ellos. Como los fariseos en el tiempo de Jesús se quedan afuera, y nunca entran a gozar de la salvación que Dios ofrece a todo aquel que cree. ii. La ira de Dios se manifestará en contra de los no arrepentidos, v. 5 v. 5 Entre tanto que estas “personas buenas” se niegan arrepentirse, la ira de Dios se acumula como el agua detrás de un dique hecho de palos y tierra. Y, como el dique se revienta cuando el río crece, de la La persona moralista no acepta que Dios tiene que salvarle, porque no se considera pecador y, por lo tanto, rechaza el Evangelio y el sacrificio de Cristo por él. El arrepentimiento es un proceso en el cual el pecador que está en el camino al infierno es convencido de pecado por medio de la Palabra de Dios y la consecuente intervención del Espíritu Santo. Éste hace que el pecador reconozca su condición de hombre perdido y que ponga su fe en la obra de Cristo para su salvación. Ya que al creer, el pecador se devuelve de su camino al infierno y toma el camino en dirección opuesta al cielo.
  • 12. 38 LA CARTA DE PABLO A LOS CREYENTES EN ROMA misma manera vendrá el día que Dios ha prefijado para juzgar a todos los pecadores, y Su ira que se habrá amontonado será derramada sobre ellos. Así fue en los días de Noé cuando él estaba construyendo el gran barco que Dios le mandó que hiciera. Por 120 años Dios esperó pacientemente para que la gente considerara sus hechos y se arrepintiera. Durante todos esos años mientras Noé les predicaba y les advertía, la ira de Dios se acumulaba cada vez más, hasta el día que decidió castigarles, y fue entonces cuando a través del diluvio destruyó al mundo entero. “¡Qué idea más terrible está aquí expresada: que el pecador mismo está acumulando como si fuese un tesoro, una abundancia siempre creciente de ira divina, que le irrumpirá en ‘el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios’! Y esto está dicho no de los temerarios, sino de los que se jactan de su pureza de fe y de vida” (Jamieson, Fausset y Brown). c. Según sus obras a la luz de la Ley, vv. 6-11 v. 6 Bajo el acuerdo de la Ley, Dios dijo que juzgaría a todos los pecadores, judíos y gentiles, según sus hechos, no solamente el acto externo, sino también el motivo del corazón (Ec. 12:14): “Porque Dios traerá toda obra a juicio, junto con todo lo oculto, sea bueno o sea malo.” v. 7 Este versículo no enseña una salvación por obras. Según el acuerdo de la Ley quien obedeciera perfectamente a todas las leyes de Dios en su corazón y en sus hechos, sería recompensado con la vida eterna (Lv. 18:5): “Por tanto, guardarán Mis estatutos y Mis leyes, por los cuales el hombre vivirá si los cumple; Yo soy el SEÑOR.” (Lc. 10:25-28): “Cierto intérprete de la ley (experto en la Ley de Moisés) se levantó, y para poner a prueba a Jesús dijo: ‘Maestro, ¿qué haré para heredar la vida eterna?’ Y Jesús le dijo: ‘¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?’ Respondiendo él, dijo: ‘AMARÁS AL SEÑOR TU DIOS CON TODO TU CORAZÓN, Y CON TODA TU ALMA, Y CON TODA TU FUERZA, Y CON TODA TU MENTE; Y A TU PRÓJIMO COMO A TI MISMO.’ Dt. 6:5; Lv. 19:18b Entonces Jesús le dijo: ‘Has respondido correctamente; HAZ ESTO Y VIVIRÁS.’ Lv. 18:5 ” Pero si una persona fallara en un solo punto llegaría a ser transgresor de toda la Ley (Stg. 2:10-11): “Porque cualquiera que guarda toda la Ley, pero falla en un punto, se ha hecho culpable de todos. Pues el que dijo: ‘NO COMETAS ADULTERIO’ Ex. 20:14 , también dijo: ‘NO MATES’ Ex. 20:13 . Ahora bien, si tú no cometes adulterio, pero matas, te has convertido en transgresor de la Ley.” O si no matas pero mientes una sola vez, te has convertido igualmente en transgresor de la Ley. Según este acuerdo nadie podía ser salvo, porque todos han transgredido la Ley de Dios (Ec. 7:20): “Ciertamente no hay hombre justo en la tierra que haga el bien y nunca peque.” La ira de Dios se va acumulando para el moralista que rehúsa arrepentirse, lista para ser derramada cuando Dios lo juzgue. Una persona podría ser salva si guardara toda la Ley sin pecar, pero en el momento que peque sea de hecho, palabra o aun en pensamiento, es condenada como transgresor de la misma.
  • 13. 2:1-16 / LA CONDENACIÓN DEL HOMBRE MORALISTA 39 Pero Dios en Su gracia proveyó una manera por la cual el hombre pecador, transgresor de la Ley, todavía puede ser salvo. Recuerdan la historia de Caín y Abel? Ambos trajeron una ofrenda al Señor. La ofrenda de Abel fue aceptada, mientras que la de Caín fue rechazada. Cuando Caín se desanimó por no haber sido aceptada su ofrenda, Dios le dijo: “Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido?” ¿Cuál fue el bien que hizo Abel? Verdad, trajo un cordero y lo inmoló, derramando su sangre delante del Señor, porque “sin derramamiento de sangre no se hace remisión” de pecado (He. 9:22). Caín confiaba en las obras de sus manos, mientras que Abel confiaba en la provisión divina. Para hacer bien hay que aprovecharse de esta provisión divina, el sacrificio perfecto (Jn. 6:28-29): “Entonces Le preguntaron [a Jesús]: ‘¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios?’ Jesús les respondió: ‘Esta es la obra de Dios: que crean en El que Él ha enviado.’ ” Que “hacer el bien” es creer el Evangelio, se ve en el contraste entre los versículos siete y ocho. El no hacer el bien es ser contencioso y no obedecer la Verdad, no creyéndola. El “hacer el bien” tiene que ser lo opuesto al no hacer el bien, entonces “hacer el bien” es estar de acuerdo y obedecer la Verdad. v. 8 El hombre inconverso no es neutral en cuanto a la Verdad, es “contencioso” (RV60), palabra que tiene la idea de alguien que por su ambición egoísta se alza en contra de la Verdad, creyendo que su propia manera de pensar es mejor y forma facciones en contra de la Verdad. A menudo las personas que se jactan de su cultura, su buena crianza y su religiosidad, son los que se oponen más a la Verdad. No están dispuestos a reconocer su propia insuficiencia y su necesidad de la justicia que sólo Dios puede dar. Fueron los fariseos, los más estrictos en cuanto a la religión judía, los que se opusieron fanáticamente al ministerio del Señor Jesús. La persona que desobedeciera la Ley de Dios y rechazara aprovechar la provisión divina del sacrificio por los pecados, sufriría la “ira y enojo” de Dios. “‘Ira’ (thumos), se tiene que distinguir de ‘enojo’ (orgé) en que ‘thumos’ indica una condición más agitada de los sentimientos, una explosión de ira debida a la indignación interna, en tanto que ‘orgé’ sugiere una condición más fija o permanente de la mente, frecuentemente con vistas a tomar venganza. ‘Thumos’ y ‘orgé’ están emparejados en dos lugares en el Apocalipsis: en 16:19: ‘del ardor [thumos] de Su ira [orgé]’; y 19:15: ‘del furor [thumos] y la ira [orgé] del Dios Todopoderoso’ ” (Vine). No sufrirá la ira de Dios por un momento sino por toda la eternidad sin reposo (Ap. 14:10- 11): “…él también beberá del vino del furor de Dios, que está preparado puro en la copa de su ira. Será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y en presencia del Cordero. El humo de su tormento asciende por los siglos de los siglos. No tienen reposo, ni de día ni de noche, los que adoran a la bestia y a su imagen, y cualquiera que reciba la marca de su nombre.”
  • 14. 40 LA CARTA DE PABLO A LOS CREYENTES EN ROMA vv. 9-11 Dios no tiene favoritos. Las bases de Su juicio son supremamente justas. Raza, familia, trasfondo religioso, el cumplimiento de ritos como el bautismo o la circuncisión, la membresía en una iglesia, sus obras de caridad, etc., no impresionan en lo más mínimo a Dios. Él que hace lo malo, rechazando la Palabra de Verdad, e ignorando la provisión que Dios ha hecho para nuestra salvación sufrirá tribulación cuando la ira de Dios le caiga encima, y sentirá indescriptible angustia sin fin. Los primeros en ser juzgados serán los judíos, ya que son ellos que han recibido más luz, y después, a pesar de haber tenido menos luz, los gentiles. Nadie se escapará. Nadie, esto es, nadie fuera de los que hacen lo bueno. “Lo bueno” no se refiere a las buenas obras, o ritos religiosos, sino a la fe en la Palabra de Dios, y en la obra de Dios: Su provisión para el pecador, el cual consiste en un sacrificio perfecto para el perdón del pecado. Dios tampoco tiene predilectos en este aspecto. Todos los que creen, sin importar su raza, color, clase social, educación, trasfondo cultural y religioso o sus buenas obras, serán premiados con “gloria, honra y paz” eternamente en la presencia del Señor. Serán salvos de la ira de Dios únicamente porque esa ira cayó sobre el Cordero de Dios, el Señor Jesucristo. Los judíos creyentes serán premiados primero, los gentiles salvos después, pero igualmente serán premiados con la vida, gloria, honra y paz eternas, “porque en Dios no hay acepción de personas”. d. Según el conocimiento de lo que Dios demanda del hombre, vv. 12-16 v. 12 Dios dio Su Ley a los judíos por medio de Moisés, y Dios les juzgará según esa Ley. Los gentiles que no han tenido la Ley de Dios como los judíos no se escaparán porque Dios les juzgará de acuerdo al conocimiento de Sus demandas que Él ha puesto en sus conciencias. Por ejemplo, todas las personas en el mundo tienen una idea de lo que es bueno y lo que es malo. Hay ciertas cosas que son consideradas pecado por casi todas las culturas, como por ejemplo, el homicidio, el robo, el adulterio y la desobediencia a los padres. A pesar de esta revelación en el corazón de cada persona, nadie ha vivido de acuerdo al conocimiento que tiene. Todos han pecado, el judío en contra de la Ley escrita, y el gentil en contra del conocimiento de lo bueno en su conciencia. v. 13 El hecho de tener u oír la Ley de Dios no hace justos a los judíos, ni tampoco el no tenerla hace automáticamente a una persona gentil injusta. Para que una persona sea justificada por la Ley tendría que obedecerla sin fallar en lo más mínimo. Sin embargo, veremos que nadie puede ser justificado por la Ley porque todos han pecado. vv. 14-16 Al hacer lo que la Ley dice sin saberlo, el gentil demuestra que Dios ha puesto algunos principios en su conciencia. Aunque no ha oído la Ley de Dios, su propia conciencia le sirve como ley. El hombre por su maldad puede hacer daño a su conciencia, pero esto no cambia el hecho de que Dios ha dado a cada persona una conciencia que puede diferenciar entre el bien y el mal. ¿Es Dios injusto al condenar a la persona que nunca ha oído Su Palabra? No, porque aun las personas más primitivas han violado sus propias conciencias con las cosas que hacen. Cuando Dios juzgue a los hombres todos se quedarán sin excusa, porque el judío tendrá la Ley que testificará en su contra, y la conciencia del gentil testificará en contra de él. En el día del juicio, Dios mostrará que los deseos y pensamientos que los hombres guardan en sus corazones, inclusive en aquellos que se consideran religiosos y moralmente rectos, son malignos, corruptos y en contra de Su voluntad. El veredicto será igual para todos: “¡condenado!” Todos aquellos que no hayan creído la Palabra de Dios serán juzgados y condenados por el Señor Jesucristo (Ap. 20:11-15): No estar a favor de la Verdad es estar en contra de ella y de la persona que la dijo. Por eso sufrirán el ardor de la ira de Dios por toda la eternidad. Dios juzga sin acepción de personas en base al rechazo de éstas a la Verdad —“lo malo”—, o a la fe que tienen en ella —“lo bueno”.
  • 15. 2:1-16 / LA CONDENACIÓN DEL HOMBRE MORALISTA 41 “Vi un gran trono blanco y a Aquel [el Señor Jesús] que estaba sentado en él, de cuya presencia huyeron la tierra y el cielo, y no se halló lugar para ellos. También vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie delante del trono, y los libros (rollos) fueron abiertos. Otro libro fue abierto, que es el Libro de la Vida, y los muertos fueron juzgados por lo que estaba escrito en los libros, según sus obras. El mar entregó los muertos que estaban en él, y la Muerte y el Hades (la región de los muertos) entregaron a los muertos que estaban en ellos. Y fueron juzgados, cada uno según sus obras. La Muerte y el Hades fueron arrojados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda: el lago de fuego. Y el que no se encontraba inscrito en el Libro de la Vida fue arrojado al lago de fuego.” davidchrisbrown@gmail.com El judío ha violado la Ley de Dios, y el gentil ha pecado en contra de su conciencia; por eso ambos serán igualmente condenados.
  • 16. 42 LA CARTA DE PABLO A LOS CREYENTES EN ROMA