Los alimentos tienen un valor máximo de consumo después de ser cosechados o elaborados. Existen alimentos perecederos como carnes, pescado y frutas que se deterioran rápidamente debido a su alto contenido de agua, y alimentos no perecederos como conservas y harinas que son más duraderos gracias a tratamientos especiales. El deterioro de los alimentos puede deberse a cambios biológicos, físicos o por la acción de microorganismos.