2. Dentro de la jerarquía de los seres vivos, el hombre
constituye una radical novedad. El ser humano es
una criatura singular. La acción de Dios narrada en
Gén. 2,7, apunta claramente esta singularidad y
expresa la solución de continuidad que, en último
término, existe entre el hombre, imagen de Dios, y
el resto de la creación material y sensible.
3. El hombre es, por deseo de Dios un ser
esencialmente distinto a los demás seres que
que componen el reino animal. “Ya a la luz de las
primeras frases de la Biblia el hombre no puede ser
comprendido ni explicado hasta el fondo con las
categorías derivadas del mundo físico, es decir, del
conjunto visible de los cuerpos” (S. Juan Pablo II).
4. Es contraria a la Sagrada Escritura y a
la fe cristiana la opinión según la cual
el hombre provendría de la
transformación espontánea de una
naturaleza inferior. (un importante Concilio celebrado en
1860 en Colonia insiste en esta postura y afirma que “los primeros
progenitores fueron creados directamente por Dios).
5. El llamado Evolucionismo absoluto es incompatible
con la doctrina cristiana sobre el origen del mundo
y del hombre. El transformismo moderado, como
teoría que intenta explicar el origen del cuerpo
humano a partir de vivientes inferiores puede, sin
embargo, aportar algunas luces para aclarar el
proceso natural biológico que ha conducido hasta
la especie humana.
6. La Iglesia ha mantenido abierta la vía a desarrollos
doctrinales y establecido al menos dos principios
básicos:
• Se puede concebir la existencia de un vínculo
físico de descendencia entre el primer ser
humano y un viviente inferior, si bien tal vínculo
no puede ser llamado verdadera generación.
7. • Debe hablarse de modificaciones en el
nuevo organismo, que le impiden ser hijo o
descendiente en sentido propio del
organismo anterior puesto “que solamente
del hombre podía venir otro hombre que
lo llamase padre o progenitor” (Pio XII).