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Imaginarios, símbolos y coreografías viales: una perspectiva antropológica 
Dr. Pablo Wright 
Universidad de Buenos Aires/Culturalia-CONICET 
C. Casares 1357 (1644) Victoria, Bs.As. 
Tel 4745-0313, fax 4745-6577 
pwright@filo.uba.ar 
Resumen 
Este trabajo es parte de una investigación en antropología vial que desarrolla el grupo Culturalia en la Facultad de Filosofía y Letras (UBA). Se trata de una exploración antropológica de los imaginarios viales en la Argentina. El estudio parte de la idea de que los hechos viales son hechos sociales y que, como tales, son parte de la trama de representaciones colectivas que definen las múltiples dimensiones de la ocupación del espacio público por parte de los ciudadanos, en una tensa y ambigua relación entre las normas estatales y las prácticas concretas que uno puede observar en la calle. Dado que la conducta social es una acción simbólica, nos interesa identificar los principales símbolos que condensan estos imaginarios viales en situaciones cotidianas, entre las que incluiremos objetos, lugares y acciones significativos, como por ejemplo, qué es un automóvil, qué es una bocacalle, qué es la velocidad, qué hago cuando veo un signo vial, cuáles son las coreografías más recurrentes de nuestras maniobras viales? El objetivo del trabajo es hacer explícita la urdimbre de significados culturales que dan sentido a los principales patrones de comportamiento vial, comenzando por el área de Buenos Aires y el Conurbano. Este conjunto de datos antropológicos servirán de insumos conceptuales y empíricos para la elaboración a largo plazo de una necesaria política de estado sobre el campo vial en nuestro país. Una política tal debe necesariamente aproximarse al fenómeno vial, que es una suma de variables de gran complejidad, desde un enfoque igualmente complejo, en donde la seguridad es un aspecto clave aunque no el único de este sistema de interacciones sociales en el espacio público. 
I. 
Hace unos días presencié una escena típica de nuestra experiencia vial argentina: una madre con su hija de unos 5 años llevando un cochecito de bebé cruzaba una calle que terminaba en una avenida del barrio de San Fernando, en el Conurbano bonaerense. Sobre esa misma calle venía un automóvil a cierta velocidad, pero al ver a la mujer bajó un poco la marcha, aunque no se sabía si iba a parar completamente, para dejar pasarla o bien seguir y que la que se detuviera fuera ella. La mujer que al principio parecía decidida a cruzar caminó unos pasos pero al ver el vehículo que se acercaba mucho, paró y volvió sobre sus pasos hacia la vereda. El conductor, al ver este movimiento, entonces siguió su curso y entró en la avenida. 
Me preguntaba qué pensaron estos actores viales cuando realizaban esas maniobras en la calle; qué imaginario vial (Ricoeur 1994) nutría esos movimientos, y ese
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intercambio de miradas y esa kinesis corporal de dudas y cierto riesgo. Se habría violado alguna norma escrita en ese espacio ínfimo, encerrando un potencial de peligro que felizmente no tuvo consecuencias trágicas? 
Lo que me llamó mucho la atención fue el cuerpo de la mujer que desplegó una corporalidad ambigua en esta situación, de resolución primero, y de duda después, lo que generó un movimiento medio espasmódico de brazos y piernas, tanto de ella como de su niña. Es como si por un instante se hubiera guiado por un código y después por otro; un cuerpo desmañado y titubeante en una escena de cierto riesgo me hizo pensar en cómo nuestros cuerpos cuando nos enfrentamos a situaciones viales: cruzar una calle como peatones, con o sin semáforo, o nos trasladamos en auto a cierta velocidad, no estuvieran guiados por un sistema claro de derecho de paso o de precedencia, quedando entonces la resolución de las situaciones a una negociación no siempre clara ni distinta, y menos aún justa. Es como si no tuviéramos un código único que nos disciplinara, (siguiendo las ideas de Michel Foucault 1980), en nuestra práctica vial. 
La imagen de estos cuerpos cruzando, y la duda y después el poder en marcha del conductor me llevaron a pensar sobre un tema que estamos trabajando en el equipo de investigación en antropología vial: estos cuerpos, nuestros cuerpos, por qué clase de procesos de educación y disciplinamiento pasaron para desarrollar esta clase de conducta vial. Es posible rastrear su origen en un momento y lugar definidos? Qué factores intervienen en la regulación de nuestra conducta como peatones y conductores? Podría esa escena representar un caso testigo de una falta de instrucciones motoras estandarizadas para guiar a los ciudadanos por el espacio público. O sea, poseemos un habitus vial fragmentado? 
II. 
Para analizar esto, primero es necesario señalar que la conducta vial, como cualquier conducta humana es un hecho social, y por lo tanto es aprendida. Así, nos conducimos de cierta forma por los espacios viales según nos hayan enseñado en la casa, en la escuela, y en la acción de control pedagógico y/o represivo de las fuerzas del orden y de las normativas estatales correspondientes. 
Así, es posible imaginar otras escenas similares a la descripta, que condensan las mismas ambigüedades, negociaciones y falta de disciplinamiento o de automatismo frente a las situaciones viales. 
Según afirmara Max Weber, (cf. Giddens 1990) el rol de los estados modernos en la interiorización de las normas sociales, los límites y los castigos a su infracción es clave. Posee, como afirmó, el “monopolio de la violencia”, es decir, de los medios de
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coerción legítimos para mantener el orden social. El estado tiene, en teoría, la necesidad de generar, es decir, de producir, a través de mecanismos de educación, ejemplo y control, el disciplinamiento foucaultiano de los cuerpos ciudadanos, tornándolos dóciles a las normas y a su potencial de castigo por infracciones a esas normas. Pero esta idea de estado weberiana en términos históricos, y en relación con el caso argentino merece una aclaración conceptualmente significativa. La génesis de los estados, la organización de su burocracia, la división de funciones y el control territorial son procesos progresivos plenos de contradicciones, conflictos de poderes en el ejercicio del poder político y del control territorial. En el caso argentino, el devenir del estado fue un proceso lento y desordenado de integración de autoridad, mantenimiento de la legitimidad política y del control legal efectivo. En relación con la cuestión vial, específicamente, la progresiva complejización del tránsito y el aumento demográfico, llevaron a la creación de normas que regularan las interacciones para preservar la seguridad de las personas. Así, las normas surgían al compás de la vida vial, pero sin un plan ordenado o sistemático. Desde el origen y por mucho tiempo se dio una dispersión normativa y una multiplicación de autoridades de aplicación y de jurisdicciones. Esto conformó las condiciones estructurales de dispersión normativa, y de imposibilidad de construcción de un habitus vial homogéneo. 
III 
Es posible hipotetizar entonces que esa dispersión legal-jurisdiccional histórica de la normatividad vial haya contribuido a la imposibilidad del ejercicio de un disciplinamiento vial estatal centralizado y a largo plazo, con la consecuente ambigüedad normativa de los cuerpos ciudadanos transitando por la vía pública. No se lograron entonces cuerpos dóciles al decir de Foucault, sino cuerpos indóciles, cuerpos que practican estrategias más antidisciplinarias que su opuesto, constituidos por una legalidad hojaldrada, dispersa en múltiples capas poco articuladas entre sí. 
En términos de Pierre Bourdieu (1979, 1999), podríamos decir que históricamente la carencia de una política homogénea tanto en lo legal como en la autoridad de aplicación de la misma no pudieron cristalizar un habitus vial uniforme en los ciudadanos. Tampoco el sistema educativo tuvo entre su agenda la educación vial sistemática. Es más, siempre estuvo atrasada con respecto a la historia social de calles y veredas, y solo muy recientemente la educación vial aparece como contenido transversal en la currícula escolar.Por ello, podemos afirmar que la construcción histórica del habitus vial argentino (Wright y Otamendi 2010) se relaciona con esa dispersión organizativa, por un lado, y también con las crisis de legitimidad institucional que atravesaron copiosamente la historia patria. Esto llevó a la imposibilidad de poder
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transmitir esos saberes normativos con la debida legitimidad social y política a conductores y peatones. 
IV. 
Es posible afirmar que la cuestión vial fue una agenda muy poco desarrollada por mucho tiempo en el estado. Investigaciones realizadas sobre el surgimiento histórico de la misma señalan que la organización general del estado argentino fue un largo proceso de normalización de regulaciones para la marcha de los asuntos públicos, en donde la organización del tránsito primero de caballos y carruajes y, más tarde de vehículos a motor, fue muy gradual y atendió a las necesidades que iban surgiendo según el ritmo de la vida. En general hubo superposición de normativas en las diferentes jurisdicciones administrativas del país. En este contexto el ACA actuó como uno de los primeros agentes centralizadores en la construcción del campo vial argentino. En efecto, como representante de un sector de la elite modernizadora porteña, tuvo un rol protagónico en la propuesta de regulaciones normativas del tránsito desde su fundación en la segunda década del siglo XX. A través de su publicación, inicialmente llamada “Automovilismo”, (hoy “Autoclub”) se observa un incremento de su interés “modernizador” y de “progreso” en la cuestión vial nacional. Uno de sus aportes, por ejemplo, fue promover el cambio de mano hacia la derecha en 1945, para facilitar la integración del tráfico panamericano. 
V. 
Nuestro imaginario vial entonces se asienta sobre el proceso histórico sintéticamente descripto y está cristalizado en un sistema cultural que tiene rasgos o patrones fácilmente identificables a la mirada etnográfica o bien, a la mirada del extranjero turista que intenta caminar o manejar en nuestros espacios viales. Éste sistema se caracteriza por la legalidad hojaldrada señalada antes, en donde se nos superpone un universo múltiple de coreografías y maniobras posibles tanto en las veredas como en las calles, según nuestra situación vial. Llevamos adelante un sistema de prácticas viales que funciona en paralelo con el normativo, y por eso cualquier bocacalle nos muestra un sistema de flujos más que de precedencia por la derecha, y una primacía absoluta de vehículos por sobre peatones. Los criterios de tamaño, velocidad, y en menor medida, de género y/o clase de vehículo determinan los derechos de paso. Se trata de un sistema de presencia, que ignora el peso teórico de las normas escritas (que se observaría en un sistema de ausencia) (Wright, Moreira y Soich 2007) valorando la dimensión performativa in situ del acto vial. Es un sistema de comunicación conocido que se aprende en la misma calle. Este sistema, además se
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basa en la transformación pragmática de signos viales en símbolos, lo cual lleva a que los signos sean interpretados (esa es la cualidad y necesidad de los símbolos) y caprichosamente por los actores viales (Wright 2000). El color del semáforo, o la figura de parar o seguir, las cebras en la calle, el poder de las líneas amarillas dobles en la ruta, los círculos que indican velocidades máximas o mínimas, entre otros, son interpretados según la necesidad y/o interés particulares. Esto va tanto para particulares como profesionales, obviamente con matices según de qué clase de vehículos que se traten. 
VI. 
Estos rasgos culturales de la conducta vial, por su misma naturaleza social, no son necesarios, o sea, no son parte de una naturaleza inmutable; por eso pueden modificarse. Pero esa modificación tiene que reconocer los aspectos estructurales que conformaron históricamente el habitus vial argentino, para poder actuar sobre ellos teniendo en cuenta su complejidad. Aquí el poder del estado, que más que una entidad homogénea es una serie de instituciones, agencias, y organismos que tienen su propia interpretación de la realidad vial, mediando intereses estratégicos de políticas locales, provinciales y nacionales, es clave. Asimismo debe lidiar con intereses del mercado que pugnan por instalar tópicos particulares como necesarios, aunque quizás no lo sean tanto. En especial sobre la transformación material de la infraestructura como única solución, cuando en realidad debe ir en paralelo absoluto con la construcción de lo que podríamos denominar infraestructura moral. Son dos clases de materialidad dialécticamente complementarias: la ruta, la calle los puentes, por un lado, con la educación necesaria para conducirse en ellos, por la otra. La tendencia histórica en la Argentina, y que es parte del sentido común, y de muchos medios de comunicación hegemónicos, fue creer que mejores vehículos, o más multas o bien más rutas o más asfalto por sí solos iban a solucionar la seguridad vial, lo cual revela una ingenuidad flagrante para el análisis de la conducta humana como un hecho social, y de lo que significa llevar a la práctica un proceso democrático de transformación cultural. 
Es necesario entonces aportar elementos para el diseño y la implementación de políticas públicas (y eventualmente también privadas) que apunten a la transformación del habitus vial argentino a través de planes de educación vial realistas en términos históricos, conceptuales y metodológicos, generando una cadena de transformación de cuerpos indóciles en cuerpos disciplinados cuya legalidad esté integrada y no hojaldrada. Al mismo tiempo, en el plano de la acción política, es necesario instalar la idea de campo vial, como aquel conjunto de actores individuales e
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institucionales que disputan capitales sociales, culturales y económicos dentro de este sistema. Desde esta perspectiva analítica, la transformación del habitus vial supone la modificación de los procesos de producción del sujeto vial, en donde intervienen todos los actores que se hallan en situación de poder dentro del campo. Este proceso de producción supone intereses económicos y políticos en disputa que tienen consecuencias directas sobre las condiciones de materialidad del campo. Ejemplos de esto son, por ejemplo, mejorar las condiciones estructurales del transporte público de pasajeros tanto urbanos como de media y larga distancia, sin privilegiar solo el aspecto punitivo o de control per se y considerando esencial una profunda transformación, a partir de capacitaciones prolongadas, de la cultura de manejo de colectiveros, taxistas y choferes. 
Para concluir, el análisis antropológico aquí expuesto brinda una mirada que introduce el factor histórico y cultural en el estudio del sentido de nuestra conducta vial. Esta mirada facilita un análisis menos esencialista, individualista y voluntarista de la conducta vial, relativizando también los enfoques que enfatizan solo la coerción o bien la materialidad de la construcción o los dispositivos tecnológicos como únicas panaceas, reintroduciendo el factor social y cultural en la misma. Este factor provee una dimensión poco reconocida en las políticas públicas de seguridad vial, pero que tiene un potencial analítico esencial para objetivar el sentido cultural de los hechos viales, muchos de los cuales son opacos tanto al sentido común como a las políticas unilaterales de control y coerción. 
Bibliografía 
Bourdieu, Pierre 1979 [1972]. Outline of a Theory of Practice. Cambridge: Cambridge University Press 
Bourdieu, Pierre 1999 [1997] Meditaciones pascalianas. Barcelona: Anagrama 
Foucault, Michael 1980 [1966] Las Palabras y las Cosas. Una arqueología de las ciencias humanas. Madrid:Siglo XXI 
Giddens, Anthony 1990. Capitalism, and modern social theory. An analysis of the writings of Marx, Durkheim and Max Weber. Cambridge: Cambridge University Press 
Goffman, Erving 1959. The Presentation of the Self in Everyday Life. Garden City, New York: Doubleday Anchor Books 
Ricoeur, Paul. 1983 [1965]. Freud: una interpretación de la cultura. Madrid: Siglo XXI
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Ricoeur, Paul. 1994 `1986] Ideología y Utopía. Compilado por George H. Taylor. Barcelona: GEDISA 
Wright, Pablo 2000. Los viajes de Foucault y la materialidad de los signos: Philadelphia, Buenos Aires. VI Congreso Argentino de Antropología Social, Mar del Plata 
Wright, Pablo, María Verónica, y Darío Soich, 2007,Antropología vial: símbolos, metáforas y prácticas en el “juego de la calle” de conductores y peatones en Buenos Aires.Seminario. Centro de Investigaciones Etnográficas, Universidad Nacional de San Martín. 
Wright, Pablo y Alejandro Otamendi 2010. La construcción histórica del habitus vial argentino. M.I.

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Wright, pablo. 2010. imaginarios, símbolos y coreografías viales

  • 1. 1 Imaginarios, símbolos y coreografías viales: una perspectiva antropológica Dr. Pablo Wright Universidad de Buenos Aires/Culturalia-CONICET C. Casares 1357 (1644) Victoria, Bs.As. Tel 4745-0313, fax 4745-6577 pwright@filo.uba.ar Resumen Este trabajo es parte de una investigación en antropología vial que desarrolla el grupo Culturalia en la Facultad de Filosofía y Letras (UBA). Se trata de una exploración antropológica de los imaginarios viales en la Argentina. El estudio parte de la idea de que los hechos viales son hechos sociales y que, como tales, son parte de la trama de representaciones colectivas que definen las múltiples dimensiones de la ocupación del espacio público por parte de los ciudadanos, en una tensa y ambigua relación entre las normas estatales y las prácticas concretas que uno puede observar en la calle. Dado que la conducta social es una acción simbólica, nos interesa identificar los principales símbolos que condensan estos imaginarios viales en situaciones cotidianas, entre las que incluiremos objetos, lugares y acciones significativos, como por ejemplo, qué es un automóvil, qué es una bocacalle, qué es la velocidad, qué hago cuando veo un signo vial, cuáles son las coreografías más recurrentes de nuestras maniobras viales? El objetivo del trabajo es hacer explícita la urdimbre de significados culturales que dan sentido a los principales patrones de comportamiento vial, comenzando por el área de Buenos Aires y el Conurbano. Este conjunto de datos antropológicos servirán de insumos conceptuales y empíricos para la elaboración a largo plazo de una necesaria política de estado sobre el campo vial en nuestro país. Una política tal debe necesariamente aproximarse al fenómeno vial, que es una suma de variables de gran complejidad, desde un enfoque igualmente complejo, en donde la seguridad es un aspecto clave aunque no el único de este sistema de interacciones sociales en el espacio público. I. Hace unos días presencié una escena típica de nuestra experiencia vial argentina: una madre con su hija de unos 5 años llevando un cochecito de bebé cruzaba una calle que terminaba en una avenida del barrio de San Fernando, en el Conurbano bonaerense. Sobre esa misma calle venía un automóvil a cierta velocidad, pero al ver a la mujer bajó un poco la marcha, aunque no se sabía si iba a parar completamente, para dejar pasarla o bien seguir y que la que se detuviera fuera ella. La mujer que al principio parecía decidida a cruzar caminó unos pasos pero al ver el vehículo que se acercaba mucho, paró y volvió sobre sus pasos hacia la vereda. El conductor, al ver este movimiento, entonces siguió su curso y entró en la avenida. Me preguntaba qué pensaron estos actores viales cuando realizaban esas maniobras en la calle; qué imaginario vial (Ricoeur 1994) nutría esos movimientos, y ese
  • 2. 2 intercambio de miradas y esa kinesis corporal de dudas y cierto riesgo. Se habría violado alguna norma escrita en ese espacio ínfimo, encerrando un potencial de peligro que felizmente no tuvo consecuencias trágicas? Lo que me llamó mucho la atención fue el cuerpo de la mujer que desplegó una corporalidad ambigua en esta situación, de resolución primero, y de duda después, lo que generó un movimiento medio espasmódico de brazos y piernas, tanto de ella como de su niña. Es como si por un instante se hubiera guiado por un código y después por otro; un cuerpo desmañado y titubeante en una escena de cierto riesgo me hizo pensar en cómo nuestros cuerpos cuando nos enfrentamos a situaciones viales: cruzar una calle como peatones, con o sin semáforo, o nos trasladamos en auto a cierta velocidad, no estuvieran guiados por un sistema claro de derecho de paso o de precedencia, quedando entonces la resolución de las situaciones a una negociación no siempre clara ni distinta, y menos aún justa. Es como si no tuviéramos un código único que nos disciplinara, (siguiendo las ideas de Michel Foucault 1980), en nuestra práctica vial. La imagen de estos cuerpos cruzando, y la duda y después el poder en marcha del conductor me llevaron a pensar sobre un tema que estamos trabajando en el equipo de investigación en antropología vial: estos cuerpos, nuestros cuerpos, por qué clase de procesos de educación y disciplinamiento pasaron para desarrollar esta clase de conducta vial. Es posible rastrear su origen en un momento y lugar definidos? Qué factores intervienen en la regulación de nuestra conducta como peatones y conductores? Podría esa escena representar un caso testigo de una falta de instrucciones motoras estandarizadas para guiar a los ciudadanos por el espacio público. O sea, poseemos un habitus vial fragmentado? II. Para analizar esto, primero es necesario señalar que la conducta vial, como cualquier conducta humana es un hecho social, y por lo tanto es aprendida. Así, nos conducimos de cierta forma por los espacios viales según nos hayan enseñado en la casa, en la escuela, y en la acción de control pedagógico y/o represivo de las fuerzas del orden y de las normativas estatales correspondientes. Así, es posible imaginar otras escenas similares a la descripta, que condensan las mismas ambigüedades, negociaciones y falta de disciplinamiento o de automatismo frente a las situaciones viales. Según afirmara Max Weber, (cf. Giddens 1990) el rol de los estados modernos en la interiorización de las normas sociales, los límites y los castigos a su infracción es clave. Posee, como afirmó, el “monopolio de la violencia”, es decir, de los medios de
  • 3. 3 coerción legítimos para mantener el orden social. El estado tiene, en teoría, la necesidad de generar, es decir, de producir, a través de mecanismos de educación, ejemplo y control, el disciplinamiento foucaultiano de los cuerpos ciudadanos, tornándolos dóciles a las normas y a su potencial de castigo por infracciones a esas normas. Pero esta idea de estado weberiana en términos históricos, y en relación con el caso argentino merece una aclaración conceptualmente significativa. La génesis de los estados, la organización de su burocracia, la división de funciones y el control territorial son procesos progresivos plenos de contradicciones, conflictos de poderes en el ejercicio del poder político y del control territorial. En el caso argentino, el devenir del estado fue un proceso lento y desordenado de integración de autoridad, mantenimiento de la legitimidad política y del control legal efectivo. En relación con la cuestión vial, específicamente, la progresiva complejización del tránsito y el aumento demográfico, llevaron a la creación de normas que regularan las interacciones para preservar la seguridad de las personas. Así, las normas surgían al compás de la vida vial, pero sin un plan ordenado o sistemático. Desde el origen y por mucho tiempo se dio una dispersión normativa y una multiplicación de autoridades de aplicación y de jurisdicciones. Esto conformó las condiciones estructurales de dispersión normativa, y de imposibilidad de construcción de un habitus vial homogéneo. III Es posible hipotetizar entonces que esa dispersión legal-jurisdiccional histórica de la normatividad vial haya contribuido a la imposibilidad del ejercicio de un disciplinamiento vial estatal centralizado y a largo plazo, con la consecuente ambigüedad normativa de los cuerpos ciudadanos transitando por la vía pública. No se lograron entonces cuerpos dóciles al decir de Foucault, sino cuerpos indóciles, cuerpos que practican estrategias más antidisciplinarias que su opuesto, constituidos por una legalidad hojaldrada, dispersa en múltiples capas poco articuladas entre sí. En términos de Pierre Bourdieu (1979, 1999), podríamos decir que históricamente la carencia de una política homogénea tanto en lo legal como en la autoridad de aplicación de la misma no pudieron cristalizar un habitus vial uniforme en los ciudadanos. Tampoco el sistema educativo tuvo entre su agenda la educación vial sistemática. Es más, siempre estuvo atrasada con respecto a la historia social de calles y veredas, y solo muy recientemente la educación vial aparece como contenido transversal en la currícula escolar.Por ello, podemos afirmar que la construcción histórica del habitus vial argentino (Wright y Otamendi 2010) se relaciona con esa dispersión organizativa, por un lado, y también con las crisis de legitimidad institucional que atravesaron copiosamente la historia patria. Esto llevó a la imposibilidad de poder
  • 4. 4 transmitir esos saberes normativos con la debida legitimidad social y política a conductores y peatones. IV. Es posible afirmar que la cuestión vial fue una agenda muy poco desarrollada por mucho tiempo en el estado. Investigaciones realizadas sobre el surgimiento histórico de la misma señalan que la organización general del estado argentino fue un largo proceso de normalización de regulaciones para la marcha de los asuntos públicos, en donde la organización del tránsito primero de caballos y carruajes y, más tarde de vehículos a motor, fue muy gradual y atendió a las necesidades que iban surgiendo según el ritmo de la vida. En general hubo superposición de normativas en las diferentes jurisdicciones administrativas del país. En este contexto el ACA actuó como uno de los primeros agentes centralizadores en la construcción del campo vial argentino. En efecto, como representante de un sector de la elite modernizadora porteña, tuvo un rol protagónico en la propuesta de regulaciones normativas del tránsito desde su fundación en la segunda década del siglo XX. A través de su publicación, inicialmente llamada “Automovilismo”, (hoy “Autoclub”) se observa un incremento de su interés “modernizador” y de “progreso” en la cuestión vial nacional. Uno de sus aportes, por ejemplo, fue promover el cambio de mano hacia la derecha en 1945, para facilitar la integración del tráfico panamericano. V. Nuestro imaginario vial entonces se asienta sobre el proceso histórico sintéticamente descripto y está cristalizado en un sistema cultural que tiene rasgos o patrones fácilmente identificables a la mirada etnográfica o bien, a la mirada del extranjero turista que intenta caminar o manejar en nuestros espacios viales. Éste sistema se caracteriza por la legalidad hojaldrada señalada antes, en donde se nos superpone un universo múltiple de coreografías y maniobras posibles tanto en las veredas como en las calles, según nuestra situación vial. Llevamos adelante un sistema de prácticas viales que funciona en paralelo con el normativo, y por eso cualquier bocacalle nos muestra un sistema de flujos más que de precedencia por la derecha, y una primacía absoluta de vehículos por sobre peatones. Los criterios de tamaño, velocidad, y en menor medida, de género y/o clase de vehículo determinan los derechos de paso. Se trata de un sistema de presencia, que ignora el peso teórico de las normas escritas (que se observaría en un sistema de ausencia) (Wright, Moreira y Soich 2007) valorando la dimensión performativa in situ del acto vial. Es un sistema de comunicación conocido que se aprende en la misma calle. Este sistema, además se
  • 5. 5 basa en la transformación pragmática de signos viales en símbolos, lo cual lleva a que los signos sean interpretados (esa es la cualidad y necesidad de los símbolos) y caprichosamente por los actores viales (Wright 2000). El color del semáforo, o la figura de parar o seguir, las cebras en la calle, el poder de las líneas amarillas dobles en la ruta, los círculos que indican velocidades máximas o mínimas, entre otros, son interpretados según la necesidad y/o interés particulares. Esto va tanto para particulares como profesionales, obviamente con matices según de qué clase de vehículos que se traten. VI. Estos rasgos culturales de la conducta vial, por su misma naturaleza social, no son necesarios, o sea, no son parte de una naturaleza inmutable; por eso pueden modificarse. Pero esa modificación tiene que reconocer los aspectos estructurales que conformaron históricamente el habitus vial argentino, para poder actuar sobre ellos teniendo en cuenta su complejidad. Aquí el poder del estado, que más que una entidad homogénea es una serie de instituciones, agencias, y organismos que tienen su propia interpretación de la realidad vial, mediando intereses estratégicos de políticas locales, provinciales y nacionales, es clave. Asimismo debe lidiar con intereses del mercado que pugnan por instalar tópicos particulares como necesarios, aunque quizás no lo sean tanto. En especial sobre la transformación material de la infraestructura como única solución, cuando en realidad debe ir en paralelo absoluto con la construcción de lo que podríamos denominar infraestructura moral. Son dos clases de materialidad dialécticamente complementarias: la ruta, la calle los puentes, por un lado, con la educación necesaria para conducirse en ellos, por la otra. La tendencia histórica en la Argentina, y que es parte del sentido común, y de muchos medios de comunicación hegemónicos, fue creer que mejores vehículos, o más multas o bien más rutas o más asfalto por sí solos iban a solucionar la seguridad vial, lo cual revela una ingenuidad flagrante para el análisis de la conducta humana como un hecho social, y de lo que significa llevar a la práctica un proceso democrático de transformación cultural. Es necesario entonces aportar elementos para el diseño y la implementación de políticas públicas (y eventualmente también privadas) que apunten a la transformación del habitus vial argentino a través de planes de educación vial realistas en términos históricos, conceptuales y metodológicos, generando una cadena de transformación de cuerpos indóciles en cuerpos disciplinados cuya legalidad esté integrada y no hojaldrada. Al mismo tiempo, en el plano de la acción política, es necesario instalar la idea de campo vial, como aquel conjunto de actores individuales e
  • 6. 6 institucionales que disputan capitales sociales, culturales y económicos dentro de este sistema. Desde esta perspectiva analítica, la transformación del habitus vial supone la modificación de los procesos de producción del sujeto vial, en donde intervienen todos los actores que se hallan en situación de poder dentro del campo. Este proceso de producción supone intereses económicos y políticos en disputa que tienen consecuencias directas sobre las condiciones de materialidad del campo. Ejemplos de esto son, por ejemplo, mejorar las condiciones estructurales del transporte público de pasajeros tanto urbanos como de media y larga distancia, sin privilegiar solo el aspecto punitivo o de control per se y considerando esencial una profunda transformación, a partir de capacitaciones prolongadas, de la cultura de manejo de colectiveros, taxistas y choferes. Para concluir, el análisis antropológico aquí expuesto brinda una mirada que introduce el factor histórico y cultural en el estudio del sentido de nuestra conducta vial. Esta mirada facilita un análisis menos esencialista, individualista y voluntarista de la conducta vial, relativizando también los enfoques que enfatizan solo la coerción o bien la materialidad de la construcción o los dispositivos tecnológicos como únicas panaceas, reintroduciendo el factor social y cultural en la misma. Este factor provee una dimensión poco reconocida en las políticas públicas de seguridad vial, pero que tiene un potencial analítico esencial para objetivar el sentido cultural de los hechos viales, muchos de los cuales son opacos tanto al sentido común como a las políticas unilaterales de control y coerción. Bibliografía Bourdieu, Pierre 1979 [1972]. Outline of a Theory of Practice. Cambridge: Cambridge University Press Bourdieu, Pierre 1999 [1997] Meditaciones pascalianas. Barcelona: Anagrama Foucault, Michael 1980 [1966] Las Palabras y las Cosas. Una arqueología de las ciencias humanas. Madrid:Siglo XXI Giddens, Anthony 1990. Capitalism, and modern social theory. An analysis of the writings of Marx, Durkheim and Max Weber. Cambridge: Cambridge University Press Goffman, Erving 1959. The Presentation of the Self in Everyday Life. Garden City, New York: Doubleday Anchor Books Ricoeur, Paul. 1983 [1965]. Freud: una interpretación de la cultura. Madrid: Siglo XXI
  • 7. 7 Ricoeur, Paul. 1994 `1986] Ideología y Utopía. Compilado por George H. Taylor. Barcelona: GEDISA Wright, Pablo 2000. Los viajes de Foucault y la materialidad de los signos: Philadelphia, Buenos Aires. VI Congreso Argentino de Antropología Social, Mar del Plata Wright, Pablo, María Verónica, y Darío Soich, 2007,Antropología vial: símbolos, metáforas y prácticas en el “juego de la calle” de conductores y peatones en Buenos Aires.Seminario. Centro de Investigaciones Etnográficas, Universidad Nacional de San Martín. Wright, Pablo y Alejandro Otamendi 2010. La construcción histórica del habitus vial argentino. M.I.