1. Exposición “GIVERNY”, de Julia Lorenzo
UNED‐GIRONA, marzo 2012
Monet y el Impresionismo.
Los pintores impresionistas abren nuevos caminos en las décadas que transcurren a caballo entre los
siglos XIX y XX. No sólo introducen nuevas formas en el producto final, el cuadro, sino en la forma de
obtenerlo.
Para ellos, no sólo importa el color más que la forma, también aportan como novedad su entusiasmo
por la pintura al aire libre. Se busca la emoción de la Naturaleza, ese cambio de luz y de color que se
experimenta desde el amanecer hasta el atardecer. Por ellos se desarrollan nuevas técnicas, como la
pintura ya preparada en tubos, y se mejoran los caballetes portátiles y los equipos de pintor.
Cézanne, Manet, Corot, Berta Morisot, Renoir y tantos otros, forman un grupo especial en el que
destaca Claude Monet. De hecho, su cuadro "Impresión" es el que da nombre al movimiento. Los
impresionistas constituyen la más vital corriente artística anterior a las denominadas "vanguardias".
Y pintores como Sorolla elevan esta forma de entender la luz y el color a niveles no alcanzados por
otras escuelas.
Giverny. La casa y el jardín soñados.
Desde sus primeros momentos de arrebatada pasión por captar la vibración de la luz, Monet fue
simplificando su pintura en la búsqueda del alma de las cosas.
En la última etapa de su vida adquirió en Giverny, una aldea a 70 Km de París, una propiedad con
casa y huerto, donde fijó su residencia definitiva. Allí pudo crear su retiro, su fuente de inspiración, a
suficiente distancia de la capital como para no ver turbada la paz de su retiro, y lo bastante cerca
como para formar parte de la vida artística de la ciudad de la Luz.
A partir del sencillo huerto de un pueblecito cercano al Sena, Monet creó su pequeño paraíso.
Constantemente, durante años, plantó macizos, frutales y todo tipo de árboles.
Desvió el pequeño río Hepte (afluente del Sena), creó un estanque, diseñó paseos, rincones y
puentes. Todo un universo propio donde, rodeado de árboles y flores, reflejó como nadie la luz que
se posa en un estanque de nenúfares, buscó las sombras de los árboles y encontró los destellos de
Dios en cada rincón de su apreciado pequeño mundo.
Este esfuerzo no sólo fue beneficioso para él. Giverny constituyó, desde su concepción, un centro
magnético que atrajo a artistas y amantes del arte. Ya en vida de Monet, jóvenes pintores, como
Sargent, se establecían para crear su obra y dar vida a tertulias apasionadas y amistosas, de
compañerismo artístico, lejos de la rivalidad suicida de las ciudades.
2. Tras la muerte de Monet, el jardín cayó poco a poco en el descuido: se perdieron las flores y el
estanque quedó abandonado. Hoy ha sido restaurado fielmente. Todos los rincones del jardín
original quedaron plasmados en la obra del artista y, gracias a ello, hoy día podemos disfrutar del
jardín recuperado.
Jardín que constituye un lugar de peregrinación para los amantes del Arte. Miles de visitantes
procedentes de todas partes del mundo rinden homenaje al artista y su sueño. Y el ambiente es tan
fiel al original que no parecería extraño encontrarse, sentado en un banco, a un anciano sereno y
barbudo que sonríe silencioso al paseante bajo su sombrero de ala ancha. Feliz de ver cómo la gente
comparte con él su trabajo y su sueño.
Monet y Japón.
Tras la apertura de Japón hacia Occidente, a mediados del siglo XIX, los pintores europeos comienzan
a apreciar su sensibilidad artística. Su forma de hacer arte impacta fuertemente en el naciente grupo
renovador que daría lugar a los impresionistas.
Coincidían estos con la sensibilidad hacia la Naturaleza, experimentada de modo directo, que se
encuentra en todo el Arte japonés. No sólo en Pintura, sino en sus otras manifestaciones, como el
Ikebana o el jardín Zen.
Monet apreció y valoró, de una manera especial, ese amor profundo de Japón hacia la Naturaleza; lo
emuló y persiguió en cada pincelada.
Por eso, no es extraño encontrar, por todo Giverny huellas de Japón. Las paredes de la casa están
cubiertas por estampas y grabados japoneses. El puente sobre el estanque, su propio jardinero, eran
japoneses. Y entre las visitas ilustres al jardín, además de su amigo Clémenceau, el presidente de
Francia, se cuentan diplomáticos japoneses. En la actualidad, hay flores traídas de Japón y
aclimatadas a Giverny, como homenaje al amor del pintor por la sensibilidad japonesa.
Julia Lorenzo y Giverny.
De escuela impresionista clásica y formada por discípulos de la línea de Sorolla, Julia es además una
enamorada de las flores y las plantas, a las que se dedica como profesora de Arte Floral Japonés. Julia
tenía que acabar llegando a Monet y a Giverny, a su casa y a sus jardines.
Tras años de admiración e inspiración en su pintura, desde su primera visita al santuario, algo de ella
se quedó para siempre en él. Desde entonces, los repetidos viajes la llevaron a querer dar vida de
nuevo al plan inicial del artista. El jardín recuperado volvería a ser lugar de partida de una aventura
artística en pos de la luz cambiante, de la variedad del color de las flores en el año, de las penumbras
y reflejos de la intimidad del estanque.
3. El proyecto de Julia Lorenzo sobre Giverny.
En este paseo por Giverny que se presenta como exposición, Julia encuentra y ofrece atmósferas y
rincones, colores y reflejos. Trae los crisantemos de otoño, las glicinias de primavera, los nenúfares y
hortensias de verano. Su mirada abarca los espejos de agua del estanque o se concentra en los
macizos de flores, con su explosiva variedad de colores y formas.
Julia Lorenzo ha encontrado en Monet una hermandad de artista más allá del tiempo y del espacio.
No ha copiado las obras, no ha repetido las técnicas. Le ha bastado con recrear la actitud ante la
naturaleza que ella admira y respeta. El amor profundo por las flores, cuyo lenguaje se hace evidente
a la sensibilidad humana. Y esa misma actitud espera que nazca en el espectador o destinatario final
de sus obras. Esa corriente de serenidad sonora y rumorosa que une a Monet, a Julia y a todos los
amantes del arte; a las personas sensibles cuando se adentran en los paisajes y flores de la
exposición que les lleva por los evocadores rincones del jardín. Ese jardín soñado una vez por el
artista.