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De las Heras: "La Iglesia debe asumir su
realidad y repartir entre laicos y consagrados
más responsabilidades"
Cristina Centeno | 25/10/2020
Religión Entrevista al obispo electo de León
Luis Ángel de las Heras (Segovia, 1963) tomará posesión como nuevo obispo de la Diócesis de
León el próximo 19 de diciembre. El Papa Francisco le nombró el pasado miércoles para dar el
relevo a Julián López, que presentó su renuncia en abril al alcanzar los 75 años de edad. Todavía
con la «sorpresa» que supuso su nombramiento, hace balance de más de cuatro años al frente
del Obispado de Mondoñedo-Ferrol (Galicia) de la que aún es administrador diocesano, reflexiona
sobre su llegada a León y analiza los principales retos a los que se enfrenta la Iglesia en la
actualidad y su papel en la pandemia.
– ¿Cómo recibió la noticia de su nombramiento como obispo de León?
– Recibí la noticia por teléfono. El nuncio me llamó a principios de octubre y es un hombre muy
simpático. Me preguntó que qué tal iba el tema de la pandemia aquí, comentamos algunas cosas
y después de un rato hablando sobre cosas intranscendentes me dijo «bueno y tenía que decirle
que el Papa le va a nombrar obispo de León». Entonces me quedé en un silencio de teléfono que
no es que se cortara la línea, es que se me cortó la respiración, porque no me esperaba nada
parecido. Así fue la cosa, pero él es un hombre que hace fácil la conversación y eso fue una
ayuda para poder hablar. Pero sí por teléfono, una noche.
– ¿Qué significó para usted el nombramiento?
– Ha significado volver a recordar la esencia de lo que yo he sido siempre, un misionero. Yo soy
obispo pero antes que obispo soy misionero claretiano y por tanto ha sido recordar lo que es mi
vocación, siempre disponible para cuando mis superiores me lo han pedido. En este caso es el
Papa y no hay más que el Señor por encima de él. Esto es lo que me ha supuesto, decir eres
misionero, tienes que responder a la necesidad donde te pide tu superior que vayas, donde tienes
que ser enviado. Eso te cueste o no te cueste, independientemente de eso. Por tanto me ha
supuesto disponibilidad, dejar lo que estoy haciendo para ir donde se me requiere y bueno supone
también dejar un lugar de misión que me gusta, donde he estado a gusto, con un sentimiento por
supuesto de pena pero con inmensa gratitud por lo vivido hasta ahora, tengo que dar muchas
gracias y con eso es con lo que me quedo, no vale para nada el lamento y la pena y hay que
seguir adelante. Doy gracias a Dios por todo lo vivido y miro hacia León.
– ¿Había tenido la oportunidad de conocer León en alguna ocasión anterior?
– León lo conozco de visita, es una ciudad preciosa en la que he estado varias veces. Y he estado
también en una comunidad claretiana que hay en León en la avenida de Asturias, cerca de lo que
es el Seminario Menor. Conozco León de eso, de visita nada más.
Necesitamos unidad para afrontar las dificultades de la pandemia, no es momento de andar
divididos– Lleva casi cuatro años y medio en la Diócesis de Mondoñedo-Ferrol, su primer
destino como obispo. ¿Qué balance hace de este periodo?
– Me voy con pena porque me cuesta dejar a la gente que te quiere y que quieres, pero me voy
también con mucha satisfacción porque creo que en estos cuatro años hemos recorrido un camino
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muy interesante, algunos pensarán que todavía está en ciernes y algunas cosas están
empezando, pero creo que por decirlo de alguna manera está encauzado. Las claves más
importantes de estos cuatro años han sido la invitación a trabajar en equipo, a trabajar en conjunto
con todos los responsables de todas las áreas pastorales de la Diócesis. Organicé dos áreas, el
área de evangelización y luego otra vicaría de acción caritativa que denominé de misión
misericordiosa y samaritana. En estos tiempos hay que trabajar en red como se suele decir y eso
es coordinación y equipo. Esa es una de las cosas más importantes encauzada. Y luego hay un
plan ambicioso, un plan diocesano de unidades pastorales que agrupa a las 422 parroquias que
hay en Mondoñedo-Ferrol en 24 unidades pastorales. En todas las diócesis de España se está
trabajando en esta clave, organizar unidades pastorales por la despoblación, por la falta de
vocaciones… en fin por muchas razones. Nosotros lo que hemos hecho estos años ha sido un
trabajo conjunto con los sacerdotes, con laicos, con personas consagradas en los arciprestazgos y
en los concejos, ha sido poner sobre el papel todas las parroquias en 24 unidades pastorales, de
manera que ahora si uno en una parroquia mira cuál es su unidad pastoral, cómo tiene que
trabajar ahí… pues sabe que a la otra punta de la Diócesis están igual.
– Esa reestructuración también se ha llevado a cabo aquí por los mismos problemas, ¿es
extrapolable el plan que ha comenzado en Mondoñedo-Ferrol?
– Primero tengo que conocer lo que hay allí y mi primera tarea va a ser conocer la Diócesis
lógicamente, tengo que visitarla, hablar con los sacerdotes, con los laicos, con las personas
consagradas… Tengo que conocerlo. Pero de todos modos yo creo que sí que puede ser
extrapolable, porque hace falta en todas partes un plan que nos ayude a responder a los desafíos
que tenemos ahora y esos son comunes. Son los mismos en Mondoñedo-Ferrol, que en León,
que en Burgos… con distinta población pues hay distintas organizaciones, con más o menos
vocaciones también hay mayor o menor urgencia, pero en todas partes tenemos desafíos
similares. En ese sentido sí es extrapolable. Después el plan que se está haciendo en León o que
se vaya a hacer será diferente porque cada lugar es diferente y cada diócesis también tiene una
historia distinta y una plasmación distinta, eso es con lo que hay también que tener cuidado. No
valen los mismos esquemas, pero efectivamente es extrapolable.
– En el anuncio de su nombramiento aseguró haber hablado ya con su predecesor, Julián
López. ¿Qué le dijo?
– He hablado con él, está muy emocionado, muy agradecido porque hubiera aceptado ir allí. Él
está retirándose y bueno ese también es un momento especial en la vida. Lo que con más
satisfacción y alegría recibí fue que me habló muy bien de todos los leoneses y leonesas. Muy
contento, porque también hablar bien de la gente habla bien del pastor, porque quiere decir que
los quiere, y también pues que ha estado a gusto allí y es una buena carta de presentación. Eso
fue lo que más resalto de la conversación. Ahora tenemos que ponernos de acuerdo,
encontraremos algún momento, para que me vaya informando de algunas cosas.
De diciembre a junio es tiempo de conocimiento, de aterrizar, y a partir de ahí trazar unos
objetivos– Una de sus principales preocupaciones en los últimos años ha sido la alta edad
media de los sacerdotes de la Diócesis de León. ¿Cómo se puede solucionar teniendo en
cuenta la escasez de vocaciones?
– La edad media no tiene solución, son los que son. Pero esto lo que hace es cambiar un perfil y
una configuración de Iglesia, si hubiese todavía muchos sacerdotes eso sería evitable porque
estarían en cada parroquia pero ahora eso no se da. Yo pienso que podría haber algunas
vocaciones más de las que tenemos, ahí tenemos que examinar cómo hacemos los
acompañamientos de las personas, también a veces el mucho trabajo de los sacerdotes y su edad
no les permite dedicarse a las personas que podrían. Pero de todos modos en la sociedad en la
que estamos, con los pocos hijos que tienen los matrimonios en estos tiempos por diversas
razones, hay una serie de causas en esta escasez vocacional y tenemos que asumir esta
realidad, ver que la edad de los sacerdotes es alta, que hay pocas vocaciones y que esa es la
fotografía de este momento. Eso significa que con los laicos, los consagrados que también van
teniendo edad, hay que repartir más las responsabilidades de lo que se había hecho antes. Antes
un sacerdote a veces asumía él todas las tareas de una parroquia, ahora ya nos dijo el Concilio
Vaticano II que fuéramos caminando hacia la corresponsabilidad y el Papa Francisco nos invita a
una iglesia sinodal también. En este sentido, los laicos tienen que tomar mayor protagonismo.
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Pero no quiero verlo como un problema contra el que chocar continuamente, si no como una
nueva configuración, un nuevo modo de trabajar y de afrontar el desafío que la Iglesia tiene en
este momento.
– Llega en un momento complicado, en mitad de una pandemia. ¿Cómo puede ayudar la
Iglesia a mitigar sus efectos?
– Esperanza, esa es la palabra. La palabra de lo que tiene que hacer la Iglesia ahora y toda la
sociedad, levantar el ánimo, estar alegres, optimistas… la Iglesia tiene que dar esperanza. La
tiene que dar siempre, antes de la pandemia ya había muchos problemas y muchas crisis y en la
Iglesia sabemos mucho de problemas y de crisis, porque muchas personas que tienen problemas
acuden mucho a nosotros, esa es la verdad. Aunque no lo digamos habitualmente, la Iglesia está
para muchas cosas pero una de estas es atender al que sufre, escuchar al que sufre, acompañar
al que sufre y ayudar al que sufre. En ese sentido, ahora nos encontramos en una situación
general en la que la Iglesia tiene que responder en esa clave de esperanza, escuchando,
alentando, animando y haciendo ver que desde luego con los lamentos no avanza la humanidad,
la humanidad necesita esperanza. Parte de esta esperanza es la de sentirnos unidos, que nadie
se sienta solo y la Iglesia también tiene que ayudar a tender lazos, no solo con los cristianos, con
todos los demás. Necesitamos unidad también y fraternidad para afrontar las dificultades, no es
momento de andar divididos, es el momento de unidad. Ahí la Iglesia también tiene que colaborar.
– ¿Ya ha fijado los objetivos de su primera etapa en León?
– Todavía no he fijado nada, esa es la verdad. Cuando vaya allí lo que he dicho es eso, tengo que
conocer primero. El primer objetivo es el conocimiento del lugar, los encuentros que tenga que
organizar para ver a los sacerdotes que son muchos, tengo que tener conversaciones personales
también con cada uno de los responsables que hay ahora mismo en la Diócesis, yo de entrada no
cambio nada hasta que no conozco lo que hay. De diciembre a junio es tiempo de conocimiento,
tiempo de aterrizar, de darme cuenta de dónde estoy, de con quién estoy y a partir de ahí trazar
los objetivos. Sin embargo, aunque es muy genérico, nos encomendó el Papa Francisco, la
transformación misionera de la Iglesia, es decir, todos los lugares de la Iglesia en clave misionera.
Ese es un objetivo que he puesto aquí sobre la mesa en Mondoñedo-Ferrol y desde luego y con
las particularidades de León pondré también allí.