Los hábitos se producen porque el cerebro siempre está buscando la forma de ahorrar esfuerzo mental para consumir menos energía. Cuando el cerebro piensa, razona o analiza puede consumir hasta el 50% de la energía que el cuerpo requiere para su vida diaria. Si dejamos que el cerebro use sus mecanismos, intentará convertir casi toda rutina en un hábito. Ahorrar esfuerzo mental es engañoso porque el cerebro puede descansar en el momento inadecuado al cederle el control a un hábito pre determinado que ha decidido usar. El cerebro puede ser nuestro mejor amigo o nuestro peor enemigo; hay que hacerle saber quién manda y sacarlo de su zona de confort.
instrumentos de mercados financieros para estudiantes
Cambio de hábitos ponga en forma su cerebro y transforme su organización
1. ¿Cambio de hábitos?: ponga en forma su cerebro y transforme
su organización!!!
Se le atribuye a Aristóteles esta sabia frase: “Siembra un pensamiento, cosecha una acción; siembra una acción,
cosecha un hábito; siembra un hábito, cosecha un carácter; siembra un carácter, cosecha un destino”. Lo cierto es
que la neurociencia ha validado que nuestro cerebro se esfuerza en crear hábitos desde nuestra más temprana edad,
con el fin de optimizar el uso de sus recursos. Toda nuestra vida no es más que un conjunto de hábitos. Un estudio de
la universidad de Duke, en el 2006, revelaba que entre el 40% y el 90% de las acciones que realizamos a diario no eran
producto de decisiones de ese momento sino de nuestros hábitos Los hábitos actúan en nuestro sistema neurológico
formando patrones de comportamiento que se ponen en funcionamiento de manera automática (subconsciente e
inconscientemente). La primera buena noticia es que los hábitos se pueden cambiar si entendemos su funcionamiento.
No hay nada imposible si la persona adquiere buenos hábitos, uno por uno. Cuando una persona se focaliza en cambiar
un hábito negativo reemplazándolo por uno positivo y lo logra, está en condiciones de cambiar otros hábitos negativos.
Tratar de emprender varios propósitos a la vez agobia al consciente y lo colapsa según la neurocientífica Cordelia Fine
(https://www.youtube.com/watch?v=gX8y8dedX8A ). La otra buena noticia es que no solo las personas pueden
realizar estos cambios individualmente, pues cuando las empresas se centran en cambiar sus hábitos, pueden
transformarse.
Los hábitos se producen porque el cerebro siempre está buscando la forma de ahorrar esfuerzo mental para consumir
menos energía. Cuando el cerebro piensa, razona o analiza puede consumir hasta el 50% de la energía que el cuerpo
requiere para su vida diaria. Si dejamos que el cerebro use sus mecanismos, intentará convertir casi toda rutina en un
hábito. Ahorrar esfuerzo mental es engañoso porque el cerebro puede descansar en el momento inadecuado al
cederle el control a un hábito pre determinado que ha decidido usar. El cerebro puede ser nuestro mejor amigo o
nuestro peor enemigo; hay que hacerle saber quién manda y sacarlo de su zona de confort.
En las organizaciones los hábitos básicos inician un proceso que con el tiempo transforma todo. Los hábitos básicos
dicen que el éxito no depende de que todo salga bien, sino de identificar unas cuantas prioridades clave y convertirlas
en poderosas palancas. Los hábitos que más importan son aquellos que, cuando empiezan a cambiar, desplazan y
rehacen otros patrones. Cuando se trata de organizaciones no se puede pretender que todo el mundo trabaje más o
sea más productivo, se necesita algo que una a las personas, que les dé una razón para cambiar su forma de trabajar
y de comunicarse. Este cometido requiere que toda la jerarquía rígida de la organización cambie. A medida de que se
cambian algunos patrones básicos cambian otros aspectos de la empresa con una rapidez sorprendente. Normas que
hacía años habían sido rechazadas son aceptadas en “una”. Si nos concentramos en cambiar y cultivar los hábitos
esenciales, podemos producir cambios generalizados. Detectar los hábitos básicos significa buscar ciertas
características denominadas “pequeños triunfos”, los cuales ayudan a que florezcan otros hábitos creando nuevas
estructuras que establecen sistemas de trabajo en los que el cambio se vuelve contagioso. (“viralizar” el cambio).
Cuando se ha logrado un pequeño triunfo, se ponen en marcha las fuerzas para lograr otro pequeño triunfo. Si la
jerarquía no cambia, el líder debe tender un canal de comunicación directo con los colaboradores.
2. Los hábitos básicos hacen que las decisiones difíciles, como despedir a alguien con un alto cargo, sean más fáciles,
porque si esa persona no respeta la cultura de trabajo es evidente que se ha de ir. Las culturas empresariales se
desarrollan a partir de los hábitos básicos que define cada organización, tanto si sus líderes son conscientes de ello
como si no. Para triunfar se requiere un hábito básico que cree una cultura que les ayude a encontrar la fuerza
necesaria para superar los obstáculos. Los hábitos básicos nos transforman creando culturas que nos aclaran los
valores que solemos olvidar en los momentos difíciles o de incertidumbre. Crear rutinas cuando las personas están
expuestas a situaciones difíciles es de gran ayuda para convertir a la fuerza de voluntad en un hábito.
Las culturas corrosivas pueden provocar desastres y aunque son pocos quienes lo manifiestan, la mayoría de los
lugares de trabajo están constituidos por feudos donde los ejecutivos compiten por el poder y los méritos,
normalmente en escaramuzas ocultas que hacen que sus propias actuaciones parezcan superiores y reduzcan las de
sus rivales. Las áreas y/o departamentos compiten por los recursos y se sabotean entre ellas para “apropiarse” la
gloria, con la misma habilidad que utilizan para culpabilizar a otros de sus incapacidades y/o incompetencias. A pesar
de esta capacidad para la guerra intestina, la mayoría de las compañías funciona con una paz relativa, porque tienen
rutinas – hábitos – que crean treguas que permiten que todo el mundo deje a un lado sus rivalidades durante el tiempo
suficiente para completar el trabajo del día. Este tipo de hábito organizacional ofrece una promesa básica: si sigues los
patrones establecidos y acatas las treguas, las rivalidades no destruirán a la compañía, obtendremos utilidades y al
final todos estaremos felices y contentos. Las rutinas y las treguas proporcionan una especie de justicia en la
organización, y debido a ello, Nelson y Winter escribieron que el conflicto dentro de las empresas “sigue caminos
bastante predecibles y permanece también dentro de unos límites predecibles que se corresponden con la rutina en
curso. La mayoría de las veces, las rutinas y las treguas funcionan perfectamente; no obstante a veces una tregua
resulta ser insuficiente: una paz inestable puede ser tan destructiva como una guerra civil”. Para que una organización
funcione, sus directivos han de cultivar hábitos que creen una paz real y equilibrada, así como dejar bien claro, aunque
parezca contradictorio, quien manda y cuáles son las prioridades. Los buenos líderes aprovechan las crisis para rehacer
los hábitos de una organización. Una empresa con hábitos disfuncionales no puede cambiar simplemente porque lo
ordene un directivo. Los ejecutivos inteligentes buscan el momento de crisis – o crean una percepción de crisis – y
cultivan ese sentimiento de que algo va a cambiar, hasta que al final todo el mundo está dispuesto a superar los
patrones con los que viven todos los días.
Para graficar los desastres en las organizaciones veremos 2 casos de empresas que coincidentemente rompieron la
tregua y relegaron a segundo plano, el hábito de la calidad que los había encumbrado:
1.- En 1994 CNC (Compañía Nacional de Cerveza) colapsó por sacar y mantener en el mercado durante varias semanas
un lote intomable de la emblemática Pilsen Callao, lo que derivó en una estrepitosa caída de sus ventas y su imagen
de marca. Los directivos de aquella época optaron primero por ignorar el problema y, después de muchas semanas y
reclamos, sólo atinaron a echarle la culpa a la competencia. Una vez corregido el problema, pretendieron seguir como
si nada hubiese pasado pero los consumidores “pasaron la factura”. El resultado fue que su rival, Backus y Johnston,
adquirió el 62% de las acciones comunes de la Compañía Nacional de Cerveza S.A. y el control de una marca que
publicitaba su calidad a los 4 vientos. Bajo el comando de B&J, Pilsen pidió disculpas públicas años después y empezó
la reconstrucción de la marca. (https://www.youtube.com/watch?v=d9C0U3b__0w). Hoy Pilsen es una marca con un
posicionamiento sólido habiendo logrado algo tan difícil como “pellizcar vidrio”.
2.- En el 2009 Toyota tuvo que retirar más de 8 millones de autos vendidos debido a que el pedal del freno y el tapete
defectuoso originaban una aceleración involuntaria en el modelo Prius. La debacle se produjo porque Toyota puso
equivocadamente en segundo término la calidad, la cual había sido su principal fortaleza. Las acciones cayeron 18%
en una semana y el presidente de Toyota, Akio Toyoda, tuvo que admitir públicamente su error y disponer la
reparación de los defectos en 8 modelos. Irónicamente, por vender más, el resultado fue de 52 muertos, 38 heridos y
un costo financiero de 5.5 billones de dólares.
Los buenos hábitos cuestan adquirirlos y mantenerlos, pero cuando la alta dirección no los impulsa y sostiene, el
desastre es inminente; por ello, quien debe dar el primer paso para poner en forma su cerebro y así auto instalarse
buenos hábitos es quien tiene la máxima autoridad. Peter Senge llama a esta fuerza generadora de cambio “Tensión
Creativa” y el mejor momento para ponerlo en práctica es ahora.
3. Si desea más información sobre cómo hacer para transformar a su organización, escríbanos a este correo:
servicioalcliente@goldenage.pe , o visite la página web: www.goldenage.pe
Sandro Barreto Reyes