Este documento discute los cambios en la relación médico-paciente hacia una mayor participación del paciente. Explica que aunque el cambio ha sido lento, los pacientes ahora buscan más información por otras vías y deberían participar más en la toma de decisiones, especialmente cuando hay más de una opción de tratamiento razonable. Finalmente, argumenta que la participación del paciente en las decisiones de tratamiento, incluyendo fármacos, debería traducirse en una mayor satisfacción del paciente y mejores resultados en salud y calidad de vida.

1. EL MÉDICO ANTE UNA NUEVA FORMA DE RELACIÓN CON
EL PACIENTE
Josep Casajuana Brunet. Médico especialista en Medicina Familiar y Comunitaria. EAP
Alt Camp Est. Tarragona. Institut Català de la Salut.
¿Qué ha cambiado en los últimos años en la relación con el paciente?
La relación médico-paciente no puede ser ajena a los grandes cambios que ha originado
en nuestro día a día la actual Sociedad de la información y el conocimiento. La relación
unidireccional del que “sabe” y “manda” al que “desconoce” y “obedece” está
evolucionando hacia una decisión del que “sabe” “informa” para el que ”no sabe”
“sepa”, de modo que deja el rol de receptor de instrucciones para pasar al de tomar
decisiones.
Este cambio se produce de forma bastante más lenta de lo que podría pensarse y ello
obedece a diferentes causas: el peso del rol clásico del médico, la implicación
emocional por las consecuencias de los resultados de las decisiones, la sobrestimación
de la “ciencia” médica, las dificultades inherentes para la práctica.
¿Demanda el paciente más información? ¿Participa en la toma de decisiones?
¿Cómo implicarles?
En general, el paciente, al menos en nuestro entorno, aún no demanda mucha
información directamente al médico, aunque sí tiene mayor tendencia a informarse por
otras vías. Su participación en la toma de decisiones es escasa en buena parte porque los
médicos no ofrecen esta alternativa en general.
Lógicamente, el primer paso para implicar al paciente en la toma de decisiones es
ofrecerle esa posibilidad, y ello debería hacerse en los casos en los cuales existe más de
una alternativa razonable, es decir, cuando hay incertidumbre en relación a la mejor
alternativa.
La participación en las decisiones ¿debe abarcar también los tratamientos
farmacológicos?
Por supuesto. Hay un conjunto de elementos que hacen necesaria esta participación:

2. 1) la existencia de la medicina basada en la evidencia (MBE) y sus numerosos efectos
secundarios (por ejemplo, las guías de práctica clínica) que tienden a generar una
sobreactuación farmacológica sobre los pacientes
2) el pensamiento dicotómico simple a la hora de decidir entre enfermo/sano, sin aplicar
“escala de grises”
3) el escaso conocimiento que tenemos para el manejo de enfermos que contrasta con el
grado elevado de conocimiento para manejar enfermedades
4) la difusa frontera entre beneficio y riesgo de muchas de nuestras actuaciones
terapéuticas
5) la necesidad de personalizar la decisión en cada paciente considerando la “carga
terapéutica” que está dispuesto a asumir.
La implicación del paciente en las decisiones ¿se traduce en unos mejores
resultados en salud?
Debería traducirse en una mayor satisfacción del individuo con los servicios que recibe,
en unos mejores resultados en calidad de vida por el hecho de ajustar las actuaciones a
los valores y preferencias del paciente, y en una mayor responsabilización de cada
individuo en su salud, de la cual, por cierto, andamos bastante necesitados.