1. No es lo mismo Santa Cruz...
Las mañanas de agosto iban pareciéndose demasiado a las mañanas del mes precedente. Un
antecedente que aun por su anterioridad le dotaba de un lapso espacial, difícil de transitar, que le
convertía en intervalo. En circunstancia. Nada del pasado, sino la más sagaz conquista de un presente
inacabable. Tedioso en su amplitud. Malintencionado en su determinación.
El acaecimiento matinal resultó deforma inesperada.Aquella tempranera proposición provocó
en mí una nada irrisoriatembladera.El temblor insidioso seintensificó por todo mi cuerpo, a sacudidas
breves y frecuentes. _¡La madre que me parió!, pensé_; espetando el momento. Tuve que asegurarme
de tal encadenamiento afianzándome en el sitio, digiriendo un bolo ci líndrico harinoso cuya mezcla la
componían espinas pequeñas y puntiagudas. Inclinadas no solo a incrustarse, sino a penetrar en
cualquier tejido, en cualquier momento. Ya se sabe: una vez preparada la urdimbre, se pasa a la trama.
Los antiguos que yo conozco y quiero conocer, nunca desfasados en principios, por muy
anticuados se empeñe la antítesis de la posmodernidad en apartarlos, saben muy conscientemente que
no es lo mismo Santa Cruz en Sevilla que en Granada, sin que pierda ésta por ello la celebérrima
ostentación en sus títulos.
En realidad son muy pocos integrantes los que existen en este selecto grupo. Porque, Don
Miguel, aunque le parezca mentira, continuamos aún en el siglo XXI sufriendo la irrupción y la
interrupción cortocircuitada de demasiados hidalgos. También hidalgas, pero sin incurrir en
desproporciones lingüísticas sexistas. Es, ahora, un híper complicado entramado social como para
comprender su estructura de forma sistematizada. La conquista de las hidalguías presentes, en
oposición a lo asimilado por individuos cultivados declases modestas y conformistas, va renovando sus
métodos de proyección, de intercambio de favores y de solariega búsqueda continuada de privilegios
inmerecidos. Destacando por bajeza en un estadio superior retratado por el 'postureo'. Don Miguel,
entre ellos continúan incluso tratándose de forma despectiva, si alguna cuota de desfachatez han
perdido en favor de ese otro 'fidalgo' por bondad de costumbres. El liberalismo abolió su régimen
jurídico, pero permaneció su régimen social.
Es aburrido. Lo prometo. Desconsolador. Nuestra organización social está regulada por las
acciones subrepticiasdelos infanzones posindustriales.Continúa existiendo una excesiva preocupación
por poseer más que el otro. Empero, tras su posesión a costa de quien fuera, desea quedar situado en
un escalafón sin regúlelo. Dueños con limitaciones, incluso materiales.
Sin remedio ni remisión hay que admitir o aceptar lo que al hijodalgo de turno se le sitúe en su
zona inguinal.El quepromueve la obligación hacialos demás de contribuir al esquema rancio. Mientras
consigue, una vez sí y otra también, alejarse de cualquier similitud conferida. Creando el espacio
euclídeo de referencia. Ungir el alejamiento es precisamente la práctica más lamentabl e. Y así parece
que hay seguir conformándose, porque la insinuación escrita galopante es tan solo un ejercicio de
engreimiento ineficaz.Volcarseen esta rumia incesante, de concéntrico movimiento, es precisamente la
salidamás honesta.Sin hidalguías, porque es esperable la existencia de consecuencias por los tributos
obtenidos.
Las mañanas de invierno vuelven por sus fueros. Y Santa Cruz, será siempre Santa Cruz.
lunes,7 de diciembrede 2015
Félix Sánchez.