El documento discute los diferentes tipos de entrevistas periodísticas, incluyendo la entrevista pregunta-respuesta, la entrevista romanceada, y la entrevista temática. Explica que la entrevista pregunta-respuesta es la más difícil de realizar ya que requiere seleccionar y editar las respuestas del entrevistado. La entrevista romanceada es preferida por el autor porque permite contextualizar las respuestas del entrevistado sin necesidad de incluir las preguntas. Finalmente, recomienda prepararse bien para la entrevista estudiando al
Entrevistas periodísticas: tipos, preparación y construcción
1. Laentrevistacomoreportaje(I)
Los medios en español prefieren el tipo pregunta- respuesta por la ilusión
de ser más 'objetivos'
MIGUEL ANGEL BASTENIER
19 DIC 2014 - 20:56 CET
La entrevista se puede considerar como un género en sí mismo, pero yo tiendo a
entenderla como sub-género del reportaje; como un reportaje que se hace a una
persona en un ambiente determinado; una excursión del periodista a la realidad, pero
con características propias. De ahí lo de sub-género.
Hay tres clases, básicas, de entrevistas: pregunta-respuesta; la que yo llamo y
explicaré romanceada; y temática; amén de todas las combinaciones o híbridos que
se quiera entre todas ellas, de lo que prescindo porque me gusta la geometría del
pensamiento. Empecemos por esta última, que es la menos común. Se emplea casi
exclusivamente en la prensa norteamericana y consiste en una entradilla de
presentación del personaje y una selección de temas, de ahí lo de temática, bajo cuyo
epígrafe se agrupa todo lo que el entrevistado/a haya dicho de interés sobre los
mismos. Sirve para encuentros en los que lo que más importe sea dejar constancia de
unos puntos de vista normalmente muy técnicos sobre asuntos de alguna
complejidad política, científica, cultural. Casi no se practica actualmente.
En la pregunta-respuesta, su nombre ya nos dice de qué formato se trata, y es
probablemente la más difícil de hacer. Evidentemente, no se trata de transcribir una
conversación, lo que resultaría impublicable por extensión, sentido y respeto al
lector, sino de una selección de respuestas, que normalmente se producirán en forma
dispersa, sin relación forzosamente directa con la pregunta que hayamos formulado,
con lo que hay que hacer mucho corte y confección. Si todavía ponemos en limpio
lo grabado —yo tomo notas a mano y con eso construyo la conversación, aunque
grabe como testimonio— buscaremos la entrevista en el interior de los 40 o 50
minutos de diálogo, entendiendo que hay siempre varias entrevistas a elegir,
parecidas pero no idénticas, porque de que arranquemos con una u otra pregunta se
2. deducirá una secuencia distinta de las mismas, y hasta habrá preguntas que entren o
no entren, según la que ponga en circulación el texto. Hay que apiezar la entrevista
de una forma que prácticamente nunca coincidirá con la conversación tal cual se
desarrolló. Por esa razón es una ficción veraz, porque no ocurrió como se lee, pero sí
que ha de responder a la intención genuina del personaje. E igualmente, no hay
razón para que las preguntas sean exactamente las que se espetaron en la
conversación, sino que al agrupar fragmentos por sentido no por cronología de
cuándo se dijeron, escribo la pregunta una vez que he decidido cuáles son las
respuestas que me interesan, y esos interrogantes han de ser lo más breves y
concretos posible, lo justo para que se sepa de qué hablamos.
Abomino, casi no hace falta decirlo, de las entrevistas en las que hay un presunto
duelo entre periodista y personaje, a ver quién es más listo; el periodista en mi
concepción es apenas un médium que elige y decide, pero no un rival de aquel a
quien vamos a ver. No diré que la fórmula magistral no pueda existir, pero es
excepcional, y solo vale cuando son dos potencias las que se encuentran, y es más
un diálogo para la posteridad que una entrevista de periódico: Gabo y Fidel, por
ejemplo.
La romanceada es aquella en que el autor cuenta, sitúa al personaje, recrea un
ambiente, entra y sale de los contextos necesarios para intercalar cuando lo
considera oportuno los entrecomillados de aquellas declaraciones que deben llegar
textuales al lector. En esta fórmula, que es la que yo prefiero, ni siquiera hace falta
consignar preguntas, sino que se va directamente a las respuestas escalonadas dentro
de una lógica narrativa, o sea que agotamos los temas de una vez, sin esparcirlos por
el texto donde buenamente caigan o en el orden de su presunta importancia, lo que
sería más factible en el formato anterior. La entrevista romanceada vale para todo,
pero seguramente en el dominio de la cultura es donde mejor funciona, aunque la
prensa británica, por ejemplo, casi no usa otra fórmula, porque es la que mejor
expresa la realidad.
Romancear es desentrañar, poner en contexto, hacer tanto un perfil y un análisis
como una entrevista, que es el cascarón que encierra las respuestas a un sinnúmero
de interrogantes, mientras que la pregunta-respuesta es solo una fantasía con
apariencias de realidad, con la que es cierto que también hay que aspirar al análisis y
3. perfil, pero la tarea es mil veces más ímproba, aunque también más cómoda si nos
conformamos con solo salir del paso. Y, sin embargo, los periódicos en español se
inclinan muy mayoritariamente por la anterior, pienso que por la ilusión de ser más
objetivos; lo que es solo eso, una ilusión.
Quedan muchas cosas por decir como preparación de la entrevista; formas de
arrancar la conversación; diferencias entre entrevistas hechas en la lengua de la
publicación o que exijan traducción; los secretos de la tribu, en definitiva, como dice
mi admirado Daniel Samper. Y tantas cosas más que dejo para la próxima entrega.
Pero no me cabe duda de que la entrevista es una apasionante culminación de
nuestro trabajo.
LINK:
http://cultura.elpais.com/cultura/2014/12/19/actualidad/1419018971_886196.html
La entrevista como reportaje (II)
Hay que estudiar el personaje, leer sobre su persona, informarse
con quienes le conocen
Hablaba de la entrevista como subgénero del reportaje, puesto que es la
visita del reportero a la realidad, pero centrada en una sola persona y su
ambiente, y en esta segunda apropiación del tema quisiera que viésemos su
preparación y construcción. Lo primero es lo primero: familiarizarse con el
personaje, pero añadiré que mis entrevistas han sido casi siempre de
política y en bastantes casos a no hispano-hablantes, lo que da una mayor
latitud para expresar en castellano lo que nos han dicho, como corresponde
a una traducción-versión, que no traición.
No se entrevista a quien no se conoce. Hay que estudiar el personaje, leer
sobre su persona, informarse con quienes le conocen, normalmente
periodistas del país, próximos de quien se trate. De aquí que un periodista
con agenda lo tiene más fácil que el que va a pelo. Esa preparación es
necesaria no solo para preguntar adecuadamente, sino por cuestiones
técnicas: romper el hielo, demostrando al interesado que has hecho los
deberes, que no caes por allí solamente porque te lo han mandado; que
vale la pena que se tome en serio los 45 o 50 minutos que suelen hacer
falta para trabajar como es debido.
4. Las preguntas más delicadas es mejor que queden para el final,
cuando se haya creado algo parecido a un lazo funcional con la
persona
Y en esa investigación preliminar hay que buscar algo significativo que
pueda agradar e incluso adormecer al personaje. Poco antes de que
muriera asesinado entrevisté al primer ministro de la India, Rajiv Gandhi,
hijo de Indira, y le sorprendí preguntándole por el osito Biswa, que tenía en
gran estima cuando era un niño interno en un colegio super-exclusivo de las
estribaciones del Himalaya. Rajiv Gandhi, que era extremadamente tímido,
se relajó ya para toda la entrevista y por eso dijo una barbaridad: que el
derribo por un misil norteamericano de un avión de pasajeros iraní con más
de 100 muertos —él, como piloto comercial que había sido— estaba seguro
de que no podía ser un error. Es la pregunta ganzúa que abre de par en par
la entrevista, y que a veces se encuentra y otras, no.
Ni remotamente todas las preguntas son para publicar, sino que bastantes
pretenden llevar pausadamente al entrevistado hacia donde convenga,
crear una situación de aparente complacencia, que puede romperse, sin
embargo, cuando llegamos al meollo de la cuestión. Una docena de
preguntas a las que se conteste con sentido e interés suelen bastar, aunque
es seguro que tendrás que hacer muchas más. Las preguntas, tanto en la
versión pregunta-respuesta como la novelada, romanceada como yo la
llamo, pueden ser todo lo largas y explicativas como sea preciso, pero la
publicación debe ser escueta porque lo que importa es la respuesta, y
excuso decir que no deben incluir, ni inducir, una respuesta determinada.
Igualmente, una entrevista sin repreguntas es probable que cojee porque
casi nada, si es mínimamente, trascendente queda claro en una primera
tentativa, si bien que no lo publicaremos como repregunta, sino como una
pregunta más de la que la respuesta vendrá a será una síntesis de las
diversas y fragmentarias contestaciones recibidas.
Puede haber un momento en que el periodista sonría casi
imperceptiblemente cuando ha oído de boca del entrevistado el titular. Mi
fotógrafo preferido, Raúl Cancio, y yo nos mirábamos y sonreíamos cuando
eso pasaba, porque ya podíamos respirar tranquilos. Habíamos llegado a
Itaca. En nuestro trato durante esos tres cuartos de hora no tratamos de ser
simpáticos ni lo contrario con el personaje, mantenemos una actitud
correcta pero profesional, no le damos la razón con vigorosos asentimientos
de cabeza, ni nos mostramos despectivos por mucho que en nuestro fuero
interior nos rebelemos contra lo que estamos oyendo, aunque es verdad
que las excepciones existen y puede que convenga en algún caso mimar al
entrevistado.
5. Ni remotamente todas las preguntas son para publicar, sino que
bastantes pretenden llevar pausadamente al entrevistado hacia
donde convenga
Las preguntas más delicadas es mejor que queden para el final, cuando se
haya creado algo parecido a un lazo funcional con la persona y lo esencial
de la entrevista esté ya conseguido. Al primer ministro israelí Simón Peres
tenía que preguntarle inevitablemente por el asesinato de un alto dirigente
de la OLP, que se había atribuido a su dirección, y costó Dios y ayuda que
no cortara la entrevista; y al presidente peruano Alberto Fujimori le
pregunté, ya como despedida, qué le evocaba la palabra España, a lo que
contestó, impertérrito, “saqueo, exterminio, destrucción”, tal como salió
publicado en EL PAÍS. Carlos Castaño, el mayor líder paramilitar que haya
conocido Colombia, admitió, también sin enarcar una ceja, que los paras
vivían del narco porque su misión superior, salvar a Colombia aún contra su
voluntad, no les permitía pasarse de pulcros. No había que correr el riesgo
de que se frustrara el resto de la conversación.
No pretendo ni pienso haber agotado el tema, por lo que algún día
podríamos seguir elaborando el discurso de cómo entrevistar a personajes
de alguna entidad internacional. Lo que aquí he querido reflejar es que este
subgénero es una fabricación a posteriori, de cuando escribimos, y que
nunca puede ser una literalidad del diálogo sostenido. Es una fabulación
que debe ser, sin embargo, enteramente veraz.
LINK:
http://internacional.elpais.com/internacional/2015/01/02/actualidad/1420238
455_951022.html
6. Ni remotamente todas las preguntas son para publicar, sino que
bastantes pretenden llevar pausadamente al entrevistado hacia
donde convenga
Las preguntas más delicadas es mejor que queden para el final, cuando se
haya creado algo parecido a un lazo funcional con la persona y lo esencial
de la entrevista esté ya conseguido. Al primer ministro israelí Simón Peres
tenía que preguntarle inevitablemente por el asesinato de un alto dirigente
de la OLP, que se había atribuido a su dirección, y costó Dios y ayuda que
no cortara la entrevista; y al presidente peruano Alberto Fujimori le
pregunté, ya como despedida, qué le evocaba la palabra España, a lo que
contestó, impertérrito, “saqueo, exterminio, destrucción”, tal como salió
publicado en EL PAÍS. Carlos Castaño, el mayor líder paramilitar que haya
conocido Colombia, admitió, también sin enarcar una ceja, que los paras
vivían del narco porque su misión superior, salvar a Colombia aún contra su
voluntad, no les permitía pasarse de pulcros. No había que correr el riesgo
de que se frustrara el resto de la conversación.
No pretendo ni pienso haber agotado el tema, por lo que algún día
podríamos seguir elaborando el discurso de cómo entrevistar a personajes
de alguna entidad internacional. Lo que aquí he querido reflejar es que este
subgénero es una fabricación a posteriori, de cuando escribimos, y que
nunca puede ser una literalidad del diálogo sostenido. Es una fabulación
que debe ser, sin embargo, enteramente veraz.
LINK:
http://internacional.elpais.com/internacional/2015/01/02/actualidad/1420238
455_951022.html