1. Revolución permanente.
Con la ruptura de la tradición marcado con la Revolución francesa, se dio un
cambio muy notorio en la forma en la vivían y trabajaban los artistas; las
exposiciones, las academias y los críticos intentaron hacer lo posible por
establecer una diferencia entre el “arte” y la simple idea de hacer arte. A su vez la
revolución industrial destruyo las tradiciones de hacer arte manualmente a hacerlo
atreves de máquinas .
De este cambio de hacer algo manual a hacerlo atreves de una máquina se
vio rápidamente reflejado en la arquitectura; este momento del siglo XIX fue la
etapa de mayor extensión de ciudades de Europa y América en donde campos
enteros eran transformados en áreas de construcción. Sin embargo, esta época de
construcción arquitectónica carecía de estilo propio pues los libros y modelos de
habían cumplido con los cánones de la época anterior.
Las iglesias a menudo eran construidas bajo un estilo gótico debido a que
había sido el predominante en la llamada época de fe; para teatro y palacios de
opera estaba un estilo del barroco y era este estilo porque se le consideraba el
más apropiado mientras que para palacios y ministerios se retomaba un estilo del
renacimiento italiano.
En la pintura y la escultura, no hubo grandes avances haciendo más notorio
el fenómeno de la ruptura. Aún y cuando había retablos que pintar para iglesias,
retratos que pintar y la gente compraba estos cuadros para mejorar su salas de
fiesta y el artista debía de trabajar sobre estas líneas preestablecidas
entregándoselas al cliente. Es en este siglo XIX en donde los artistas pierden el
sentimiento de seguridad pues la ruptura de la tradición había abierto un campo
ilimitado para escoger pues ellos eran quienes escogían si pintar paisajes,
escenas dramáticas del pasado, si querían escoger temas clásicos si querían
retomar el neoclasicismo de David o tomar un rumbo de los romancistas.
Pero con este gran campo a elegir menos fácil se había hecho los gustos
de los artistas coincidieran con los del público. El gusto del comprador se había
fijado en un sólo sentido y el artista no se sentía conforme con él para poder
satisfacer la demanda. Si se veía obligado a hacer algún pedido así era porque
necesitaba dinero, sentía que había hecho concesiones y perdía en su propia
estimación y en la de los demás, sin embargo si decidía no hacer ningún encargo
que cumpliera con sus estándares de arte y seguir su voz interior se hallase en
peligro de morirse de hambre.
De esta forma se hizo la ruptura en el siglo XIX en donde encontrábamos a
artistas que intentaban satisfacer las exigencias del publico y de aquellos que
seguían sus propias virtudes. Lo que empeoró las cosas fue la revolución
industrial y la decadencia del oficio, el surgimiento de una nueva clase social y la
2. producción de obras a bajo precio con el nombre de Arte acabaron con el gusto
del publico.
El recelo entre el publico y el artista fue recíproco; el hombre de negocios
pues para él el artista era como un impostor que pedía precios absurdos por algo
que apenas podía considerarse como un trabajo honrado.
Se considero al arte como un medio de expresión