El documento argumenta que la narración permite una forma de enseñanza de la historia más cercana a la experiencia de los niños. Propone que las clases de historia se centren menos en conceptos abstractos y más en escuchar las voces de los profesores y estudiantes, así como relatar historias personales. También sugiere que la escuela debe ser un lugar para compartir relatos personales y donde los estudiantes puedan conectar su propia historia con la cultura, desarrollando su humanidad e identidad.