El documento discute si es posible construir una sociedad del conocimiento inclusiva en países como Perú. Argumenta que actualmente tanto estudiantes como docentes están siendo excluidos de la sociedad del conocimiento debido a deficiencias en el acceso y capacitación. Propone varias ideas para aprovechar mejor la sociedad del conocimiento en las universidades, incluyendo complementar la educación tradicional con nuevas tecnologías, capacitar a los docentes en el uso de herramientas tecnológicas, e involucrar a la comunidad y los medios de comunicación en
1. ¿ES POSIBLE UNA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO INCLUSIVA Y REAL?
Cuando llegué a la universidad en Lima, la capital de Perú, sabía que no ingresaría en la
primera postulación. Yo había estudiado en provincia y allí la educación tenía serias
desventajas frente a la ciudad. Esto lo escuchaba en la escuela, la radio, la televisión y
de mis amigos. Se decían que las mejores casas de estudio estaban centralizadas en la
capital y que para una migrante era casi un reto entrar por la puerta grande. En la
academia de preparación, obviamente los alumnos limeños se encontraban veinte
veces mejor preparados que yo. Tal es así que ya me había dado por vencida, inclusive
a postular. La mentalidad de inferioridad frenaba mis deseos. Finalmente lo hice, por
presión de mi madre, y no ingresé. La indefensión aprendida que me provocó la
sociedad se generalizó por mi mente y cuerpo. Decidí continuar con mi preparación, en
esos meses me presentaron a los Ipods (no sabía para qué me servirían), Facebook y
los blogs. Entre en contacto con un mundo desconocido. Finalmente ingresé y durante
mi carrera universitaria pude ver más películas que en mis 18 años de vida, conocí a
mis cantantes, bandas y libros favoritos, descubrí a la escuela de Frankfurt, a Laswell y
entendí el verdadero significado de que todo lo que me estaba ocurriendo era gracias
a la teoría de la “aldea global” de Mc Luhan.
Esta realidad aún se vive en países como Perú, tanto estudiantes como docentes están
siendo ajenos a la sociedad del conocimiento y, por supuesto, a los incansables
avances tecnológicos. Este problema no solo se centra en deficiencias de cobertura y
acceso, también abarca el desarrollo de capacidades y competencias que se debe
lograr para aprovechar sus beneficios. Es por ello que en la actualidad me pregunto si
es posible construir una sociedad del conocimiento eficaz e inclusiva, basada en el
desarrollo de saberes, investigación, creación de nuevos conceptos y si con ello se
puede generar una real interacción entre redes de personas e instituciones que
promuevan mayores oportunidades de estar informados y formados en las nuevas
tecnologías.
Este reto delimita claramente que para que una red funcione, depende de sus
unidades, en este caso personas, que indistintamente de la profesión que hayan
seguido, o de dónde provengan deben afrontarse a una realidad que puede
convertirse en avasalladora sino se está preparado.
Desde mi posición de comunicadora siento esta transición apabullante pero
enriquecedora. La misma que debe aterrizar en las aulas universitarias a nivel de
docentes y estudiantes. Para ello propongo algunas ideas que considero pueden ser
útiles para aprovechar la sociedad del conocimiento:
La oferta educativa debe centrarse en necesidades reales de los estudiantes,
teniendo en cuenta sus intereses y el contexto en el que se desenvuelven.
Las sesiones educativas deben complementar a la educación tradicional con el
uso de nuevas estrategias, didácticas y tecnologías de manera dosificada, para
no generar confusión en el alumno y en el propio docente.
Estas sesiones educativas deben también suponer retos para el estudiante y
motivarlo a investigar, aplicar y re plantear el conocimiento que va
adquiriendo.
2. En el caso del uso de las tecnologías, es el docente quien debe estar capacitado
para utilizar las herramientas. Los alumnos nativos o en transición pueden
conocer fácilmente cómo funcionan los programas, aplicaciones o software
usados y, en muchos casos, retar al docente.
Los recursos tecnológicos no deben ser vistos solo como medios de
información, sino que su uso debe innovar las sesiones de clase.
El docente debe dejar de impartir clases y comenzar a compartir conocimiento
con sus estudiantes y viceversa. La horizontalidad en las relaciones contribuye
grandemente al desarrollo de una clase, fomenta el diálogo y la participación.
El avance tecnológico genera acercamiento pero también brechas sociales si es
que estas no son zanjadas por políticas de estado coherentes a la realidad del
país. Por ejemplo no se puede hablar de alfabetización digital en zonas rurales
que solo cuentan con servicios básicos. Para ello los gobiernos deben invertir
en la generación de accesos a los recursos tecnológicos; o idear otro tipo de
estrategias, que sean flexibles a las de este tipo, pues tal y como se recomienda
en Finlandia, la tecnología no es un determinante del aprendizaje.
La política de estado también debe apostar por la capacitación del recurso
humano. En formar docentes con sentido común, capacidad de crítica y
cuestionamiento, y tolerantes al cambio. La formación debe incidir en la idea
del docente como guía del estudiantes, propulsor del desarrollo de capacidades
y competencias; más que un medio de transmisión de teoría. De otro lado, esta
capacitación debe considerar el uso efectivos de recursos tecnológicos.
Así mismo, no existe educación sin el involucramiento de la comunidad. Los
nuevos planteamientos deben generar la participación activa de la sociedad en
los procesos educativos universitarios y escolares. Debe estar informada de lo
que está aconteciendo en las casas de estudio y debe estar a disposición de las
mismas para impulsar la formación de profesionales. En este caso, los medios
de comunicación son los llamados a efectuar esta tarea; son el estado y las
instituciones educativas los que deben exigirles.
Finalmente, para generar una verdadera sociedad del conocimiento, este debe
traspasar las barreras de una universidad o escuela. Los conceptos que una
persona arraiga, tienen como último propósito convertirlos en mejores seres
humanos y ciudadanos. Es a esto a donde todo proceso de enseñanza debería
apuntar.