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Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 
1 
INSTITUTO BÍBLICO DEL AIRE 
FASCÍCULO INTERNACIONAL NÚMERO 33 
EL SERMÓN DEL MONTE 
VERSÍCULO POR VERSÍCULO 
(Mateo 5, 6 y 7) 
Introducción 
El primer retiro cristiano 
(Mateo 4:23-5:1) 
Muchas personas que ni siquiera afirman ser seguidores de 
Cristo aprueban las enseñanzas de Jesús que podemos encontrar en el 
Sermón del Monte. Intelectuales, políticos y poetas de todas las 
épocas han citado porciones de su enseñanza sin haber conocido 
jamás a Aquel que predicó ese sermón. Quizá no haya pasaje alguno 
de la Biblia más citado —y menos comprendido— que este discurso 
de Jesús que vamos a estudiar ahora. 
El contexto del Sermón del Monte 
Es importante ver el contexto antes de estudiar el contenido 
de este gran discurso. Encontramos la descripción que Mateo hace 
del contexto en que fue predicado este sermón cuando leemos: 
“Y recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de 
ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda 
enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Y se difundió su fama por 
toda Siria; y le trajeron todos los que tenían dolencias, los afligidos 
por diversas enfermedades y tormentos, los endemoniados, lunáticos 
y paralíticos; y los sanó. Y le siguió mucha gente de Galilea, de 
Decápolis, de Jerusalén, de Judea y del otro lado del Jordán. 
“Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a 
él sus discípulos. Y abriendo su boca les enseñaba, diciendo:...” 
(Mateo 4:23; 5:1, 2).
Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 
2 
Después, leemos el quinto, sexto y séptimo capítulo del 
Evangelio de Mateo, que registran la profunda enseñanza que Jesús 
dio en este contexto. ¿Se da cuenta usted del contexto en que fue 
dada esta gran enseñanza? Yo lo llamo “el primer retiro cristiano”. 
No fue, en realidad, un sermón como los que conocemos hoy en día, 
sino una enseñanza dada por Jesús en medio de lo que podríamos 
llamar un retiro en la cima de una montaña. 
Cuando Jesús terminó sus tres años de ministerio público, 
pasó sus últimas horas recluido en un aposento alto con los apóstoles 
a los que había convocado y formado antes de ser arrestado y de 
morir en la cruz. En ese contexto, compartió con ellos el discurso 
suyo más prolongado del que tengamos registro. Yo llamo a ese 
discurso “el último retiro cristiano” que Jesús tuvo con sus discípulos 
(Juan 13-16). 
Ya he citado la descripción que Mateo hace del contexto en 
que se realizó este primer retiro cristiano. Jesús estaba sanando toda 
enfermedad imaginable de quienes se habían reunido a las orillas del 
Mar de Galilea. Según Mateo, estas personas eran “todos los que 
tenían dolencias, los afligidos por diversas enfermedades y 
tormentos, los endemoniados, lunáticos y paralíticos” (Mateo 4:24). 
Leemos que quienes se habían reunido alrededor del Mar de 
Galilea habían viajado “de Galilea, de Decápolis, de Jerusalén, de 
Judea y del otro lado del Jordán” (v. 25). Se necesitaban 
aproximadamente cuatro días para pasar desde el otro lado del Jordán 
hasta Galilea, donde Jesús estaba sanando a los enfermos. 
Hoy, en muchas culturas, institucionalizamos estos 
problemas: los enfermos, los moribundos, los que tienen problemas 
mentales, los ancianos y los veteranos de nuestras guerras 
generalmente están fuera de nuestra vista y, muchas veces, también, 
fuera de nuestra mente. Cuando Jesús organizó su retiro, todos los 
problemas que he mencionado estaban representados en la multitud 
que se había reunido alrededor del Mar de Galilea. 
Si usted obtiene un título o asiste a un seminario sobre cómo 
ser un ejecutivo exitoso, le dirán que, para serlo, debe aprender a 
analizar, organizar, delegar, supervisar... ¡y luego agonizar! 
Jesús decidió no ministrar sanidad a todas esas personas. 
Invitó a algunos de sus discípulos a reunirse con Él en un nivel 
superior, cerca de la cima de las colinas que se elevan gradualmente 
desde el Mar de Galilea (Marcos 3:13). Esto dividió a la multitud en 
dos grupos: al pie del monte estaban aquellos que eran parte del 
problema. En un nivel superior de la colina, con Jesús, estaban 
aquellos que deseaban ser parte de la solución de Jesús para todos los 
problemas que estaban al pie del monte. 
Jesús sabía bien que, dado que había aceptado las 
limitaciones de un cuerpo humano y el breve tiempo que tenía aquí 
en la tierra, nunca podría resolver todos esos problemas Él solo. Por 
lo tanto, “analizó”, aunque sabemos que era parte de su plan desde el 
principio utilizar a frágiles seres humanos como parte de su Plan 
Maestro. Después, organizó este primer retiro cristiano. Marcos dice
Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 
3 
que Jesús, personalmente, invitó a quienes asistieron a este retiro 
“para que estuviesen con él, y para enviarlos” (Marcos 3:14, 15). 
Por la forma en que Jesús organizó este retiro, el desafío que 
quería presentar era: “¿Eres parte del problema, o parte de la 
solución?”. La estrategia de Jesús era demostrar a quienes asistieron 
a ese retiro cómo podían ser parte de la solución a todos esos 
problemas de la vida que representaban las personas reunidas al pie 
del monte. 
Juan hace una fugaz referencia al contexto de este retiro. 
Escribe que grandes multitudes se acercaron a Jesús para pedir 
sanidad mientras Él estaba en una colina con sus discípulos (Juan 
6:1-3). Juan escribió su Evangelio muchas décadas después que 
fueron escritos los Evangelios de Mateo y Marcos. Probablemente 
conocía lo que Mateo había escrito, pero, dado que sus prioridades 
eran otras, prefirió no explayarse sobre el contexto de este discurso. 
Es Mateo quien nos da la mayor cantidad de detalles sobre el 
contexto y el contenido del Sermón del Monte. 
Un estudioso resume el entorno en que fue dada esta gran 
enseñanza diciendo que Jesús presenta tres profundas verdades al 
crear el contexto para este gran sermón. Cuando convoca a discípulos 
de en medio de esa multitud para que sean parte de su solución, 
vemos la crisis que implica llegar a ser cristiano. Las ocho 
bienaventuranzas son el sermón y bosquejan el tipo de carácter que 
implica ser cristiano. Las cuatro metáforas que siguen a las 
bienaventuranzas y todo el resto de su enseñanza en los capítulos 5, 6 
y 7 representan el desafío de la confrontación del carácter cristiano 
con una cultura pagana. 
Con esta breve introducción, mi oración es que, juntos, nos 
adentremos en la Palabra de Dios, y permitamos que la Palabra de 
Dios entre en nosotros. Lo invito a estudiar este Sermón del Monte 
porque estoy seguro de que cambiará su vida, como cambió la de 
aquellos que lo escucharon aquel día y luego salieron a dar vuelta el 
mundo. 
Capítulo 1 
El contenido del Sermón del Monte 
Actitudes para venir 
(Mateo 5:3-6) 
Jesucristo predicó este sermón en la cima de un monte de 
Galilea en el cual desafió a personas que profesaban ser sus 
discípulos a ubicarse estratégicamente entre el amor de Dios y el 
dolor de las personas sufrientes de este mundo. Jesús desafió a sus 
discípulos a colaborar con Él y ser canales de su amor. Y concluyó su 
sermón con un impresionante llamado al compromiso. Después, 
designó a doce hombres que habían escuchado este sermón para que 
fueran sus “apóstoles” o “enviados”. Esos apóstoles vivieron y 
murieron por Jesús haciendo discípulos para Él por todo el mundo.
Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 
4 
Ahora que hemos considerado el contexto, estamos listos para 
estudiar el contenido de este gran sermón. Leemos: 
“Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino 
de los cielos. Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán 
consolación. Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la 
tierra por heredad. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de 
justicia, porque ellos serán saciados” (5:3-6). 
Jesús comienza enseñando a sus discípulos ocho actitudes, 
llamadas “bienaventuranzas”, porque cada una comienza con la 
palabra “bienaventurados” (es decir, “benditos”). Jesús está 
prometiendo bendecir al discípulo que tiene cada una de estas 
actitudes. Esta palabra, “bienaventurados”, puede significar ‘felices’, 
‘espiritualmente prósperos’, o ‘en estado de gracia’. Cada actitud, 
además, incluye una promesa referida a la forma en que esta 
bendición llegará a la vida de ese discípulo. 
Estas ocho actitudes benditas reflejan la mentalidad de un 
discípulo de Jesús. El contexto en el que Él enseña dichas actitudes 
expresa que esta forma de ver la vida hará que sus discípulos sean 
parte de la solución y la respuesta de Cristo para todo el sufrimiento 
del mundo representado por la multitud reunida al pie del monte. 
Como discípulos de Jesús, cuando decidimos que deseamos 
ser parte de la solución y dejar de ser parte del problema, lo primero 
que debemos hacer es estudiar estas actitudes hasta comprenderlas y, 
después, comprometernos a vivirlas cada día de nuestra vida. 
Recuerde que, como aprendimos del contexto de este sermón, las 
bienaventuranzas son, de hecho, el sermón mismo. El resto de su 
enseñanza es la aplicación de este sermón, es decir, de las 
bienaventuranzas. 
Más adelante en su discurso, Jesús enseñará que las actitudes 
correctas constituyen la diferencia entre una vida llena de luz 
(pureza, verdad y felicidad) y una vida llena de oscuridad o 
infelicidad (Mateo 6:22, 23). Y agrega el comentario de que, cuando 
nuestra vida está llena de oscuridad porque tenemos actitudes 
equivocadas, puede llegar a ser sumamente oscura, y seremos 
sumamente desdichados. 
Podríamos agregar que, cuando personas como Adolfo Hitler, 
José Stalin u otros líderes perversos practican el genocidio porque 
tienen una mentalidad equivocada, pueden producir una gran 
oscuridad en las vidas de millones de personas. Por eso, Jesús 
predicó y aplicó en su primer retiro lo que podríamos llamar “un 
control del cuello para arriba”. 
Actitudes para venir 
Las ocho bienaventuranzas se dividen en dos grupos de 
cuatro actitudes cada uno. A lo largo de toda la Biblia, cuando Dios 
recluta líderes para su obra, vemos emerger un patrón. Estos líderes 
tienen lo que podríamos llamar “una experiencia de venir” y “una 
experiencia de ir”. Tienen una experiencia de venir a Dios muy 
significativa, antes de tener una salida fructífera en nombre de Dios. 
Las primeras cuatro bienaventuranzas presentan las actitudes que 
implica el venir a Dios, y las segundas cuatro bienaventuranzas
Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 
5 
presentan las actitudes que implica el salir para Dios. 
Algunas cosas, como los talentos, pueden desarrollarse en la 
soledad, pero el carácter debe desarrollarse en medio de la corriente 
de la humanidad, mientras nos relacionamos con otras personas. Las 
primeras cuatro bienaventuranzas se desarrollan en la cima del 
monte, en lo que Jesús luego llamará nuestro “aposento”, es decir, 
nuestras experiencias privadas con Dios (Mateo 6:6). Aprendemos y 
cultivamos las primeras cuatro bienaventuranzas en nuestra relación 
privada con Dios, pero el segundo conjunto de bienaventuranzas 
deben ser aprendidas y desarrolladas mientras nos relacionamos con 
las personas. 
Los pobres en espíritu 
La primera bienaventuranza es: “Bienaventurados los pobres 
en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5:3). 
Esta primera actitud bendita está relacionada con la pregunta que los 
líderes religiosos le hicieron a Juan el Bautista: “¿Qué dices de ti 
mismo?” (Juan 1:22). Si no tenemos la actitud correcta hacia 
nosotros mismos, nunca seremos una de las soluciones del Señor. 
La promesa que describe la bendición que esta actitud trae a 
la vida de un discípulo significa, simplemente, que hemos hecho de 
Jesucristo nuestro Salvador, Señor y Rey personal. Ser parte del reino 
de los cielos es otra manera de decir que somos súbditos del Rey de 
reyes y Señor de señores, Aquel que es la Solución. Esta es la 
primera actitud que debemos tener para ser parte de la solución para 
la necesidad humana que Cristo desea llevar, a través de sus 
discípulos, a las personas que sufren en este mundo. 
Los estudiosos nos dicen que las palabras “pobres en espíritu” 
pueden traducirse, también, como ‘quebrantados en espíritu’. Lo cual 
significa que esta actitud es de quebrantamiento, algo que vemos en 
las vidas de quienes Dios llama y prepara para un ministerio especial. 
A medida que lee la Biblia, observe cómo Dios enseña esta primera 
bienaventuranza a quienes llama para hacer grandes obras para gloria 
de Él. Por ejemplo, Jacob experimentó el quebrantamiento cuando 
luchó toda la noche con un ángel (Génesis 32:24-32). 
Personas como Jacob, Moisés y el apóstol Pedro tuvieron que 
aprender tres lecciones mientras Dios los hacía pobres en espíritu: 
Aprendieron que no eran nadie; aprendieron que eran alguien, y 
aprendieron lo que Dios puede hacer con alguien que ha aprendido 
que no es nadie. Una conocida paráfrasis de esta primera 
bienaventuranza que Jesús enseñó dice: “Eres bendecido cuando 
estás al final de tus fuerzas. Si hay menos de ti, hay más de Dios y de 
su gobierno” (5:3). 
En resumen, el estado de gracia al que Jesús llama “ser pobre 
en espíritu” es la humildad. La humildad es un concepto difícil de 
comprender. Si usted piensa que es humilde, probablemente no lo 
sea. Una iglesia le dio a su pastor una medalla en reconocimiento de 
su humildad... ¡pero después tuvo que quitársela, porque la exhibía 
todos los domingos! Demostramos que comprendemos lo que es ser 
humildes cuando oramos de esta forma: “Dios, yo no soy la solución.
Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 
6 
Ni siquiera puedo resolver mis propios problemas, y mucho menos, 
los de otras personas. Pero sé que tú puedes. Tú eres la solución para 
ellos. Si tú estás en mí, y yo estoy en relación contigo, entonces, 
tengo el potencial de ser un vehículo y un canal de tu solución y tu 
respuesta a medida que me relaciono con otras personas y sus 
problemas”. 
Los que lloran 
La segunda actitud bendita es: “Bienaventurados los que 
lloran, porque ellos recibirán consolación” (5:4). Jesús nos da una 
lección sobre valores. ¿Nos consideramos bendecidos cuando 
sufrimos? Pero Jesús promete, claramente, una bendición y un 
consuelo especial para los momentos en que sufrimos. ¡De hecho, 
declara un valor: que cuando sufrimos, somos bienaventurados! 
Salomón, el hombre más sabio que haya vivido jamás, 
concuerda con Jesús cuando escribe: “Mejor es ir a la casa del luto 
que a la casa del banquete; porque aquello es el fin de todos los 
hombres, y el que vive lo pondrá en su corazón. Mejor es el pesar que 
la risa; porque con la tristeza del rostro se enmendará el corazón. El 
corazón de los sabios está en la casa del luto; mas el corazón de los 
insensatos, en la casa en que hay alegría. […]. En el día del bien goza 
del bien; y en el día de la adversidad considera. Dios hizo tanto lo 
uno como lo otro” (Eclesiastés 7:2-4, 14). 
En otras palabras: “Bienaventurados los que lloran”. Salomón 
escribe que es una experiencia solemne para nosotros ir a un funeral 
y ver el cuerpo de alguien que amamos o conocemos y que ha 
dejado esta vida. Nos conmueve profundamente, porque sabemos, sin 
duda alguna, que en algún momento, será nuestro cuerpo el que vaya 
a ser sepultado. Salomón declara que nuestro sistema de valores está 
más de acuerdo con los valores eternos que Dios desea enseñarnos 
cuando estamos en un funeral. Así que es mejor ir a un funeral que a 
una fiesta. 
Los creyentes, a veces, tienen el concepto equivocado de que, 
si demuestran señales de dolor por la pérdida de un ser querido, su fe 
es débil. Jesús asistió al funeral de alguien que amaba, y lloró tanto 
que los que lo veían dijeron: “Mirad cómo le amaba” (Juan 11:36). 
Una interpretación y aplicación preliminar de esta segunda 
bienaventuranza es que nunca debemos reprimir nuestro dolor. 
Pablo escribió que, cuando perdemos a seres amados que son 
creyentes, no debemos sufrir como los incrédulos que no tienen 
esperanzas de volver a ver a su ser amado (1 Tesalonicenses 4:13). 
Cuando David perdió a su hijo, expresó la esperanza y el dolor del 
duelo piadoso cuando dijo: “Yo voy a él, mas él no volverá a mí” (2 
Samuel 12:23). Nuestra esperanza es que veremos en el cielo a ese 
ser amado que también llegó a conocer a Jesucristo como su Señor y 
Salvador. Pero el dolor genuino que sufrimos está basado en la 
realidad innegable de que pasaremos el resto de nuestra vida sin esa 
persona amada. 
Si queremos descubrir la bendición y el consuelo que Jesús 
nos prometió en nuestro duelo, debemos permitir que Dios utilice
Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 
7 
nuestro dolor para conmovernos de tres maneras: Primero, debemos 
permitir que nuestro dolor nos lleve al punto en que hagamos las 
preguntas correctas, tal vez, por primera vez en nuestra vida. Muchas 
personas andan por la vida sin hacer jamás las preguntas correctas. 
Pero hay preguntas que Dios desea que hagamos cuando estamos de 
duelo. 
Job es un buen ejemplo de esto. Perdió a diez hijos, todas sus 
posesiones y, finalmente, su salud. A lo largo de su experiencia de 
sufrir grandes pérdidas, Job permitió que ese dolor lo llevara al punto 
en que hizo las preguntas correctas. Formuló grandes preguntas, 
como por ejemplo: Un hombre muere. Su espíritu lo abandona. 
Expira... ¿y adónde va después? Si un hombre muere, ¿puede volver 
a vivir? (Job 14:10-14). Estos son ejemplos de las preguntas 
correctas que Dios quiere que hagamos. 
La segunda forma en que Dios desea conmovernos cuando 
estamos de duelo es que ese sufrimiento nos lleve al punto en que 
escuchemos sus respuestas para las preguntas correctas. Job recibió 
una gran respuesta a su pregunta en medio de lo peor de su 
sufrimiento, cuando recibió una revelación del Mesías. Entonces 
exclamó: “Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el 
polvo” (Job 19:25). 
Quizá, Dios no nos dé a nosotros una revelación sobrenatural, 
como le dio a Job, pero la Biblia está llena de respuestas suyas a esas 
preguntas correctas. Mi salmo favorito es el Salmo del Pastor, de 
David (el Salmo 23), donde encuentro muchas respuestas. 
Jesús nos dio una gran respuesta cuando asistió a aquel 
funeral en el que lloró tanto. Junto al sepulcro, desafió a una persona 
amada que también estaba sufriendo el duelo, con estas palabras: 
“Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté 
muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá 
eternamente. ¿Crees esto?” (Juan 11:25, 26). 
La pregunta de Jesús al final de ese desafío junto al sepulcro 
nos indica la tercera forma en que Dios desea llevarnos hacia la 
bendición prometida por Jesús cuando estamos sufriendo: Si 
queremos descubrir la bendición y el consuelo que Jesús prometió a 
quienes lloran, debemos permitir que nuestro dolor nos lleve al punto 
en que creamos las respuestas de Dios para las preguntas correctas, y 
confiemos en ellas. 
Cuando creemos en las respuestas que Dios da a las preguntas 
correctas, descubrimos que la bendición y el consuelo que Jesús 
prometió a los que lloran es lo que la Biblia llama “salvación”. Esta 
palabra, simplemente, significa ‘ser librado’. Podemos experimentar 
la liberación inicial de la salvación o la liberación que necesitamos 
de la angustia y la depresión. Podemos vivir las experiencias más 
importantes de nuestra vida cuando nuestro dolor nos lleva a 
preguntar, escuchar y creer. 
El contexto de esta enseñanza revela otra interpretación y 
aplicación de la segunda bienaventuranza. La estrategia de Jesús, en 
este retiro, es: “Miren hacia abajo. ¿Ven toda esa gente? Esas 
personas están sufriendo. ¿Verdaderamente creen que pueden bajar y
Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 
8 
ser parte de su solución, parte de la respuesta para sus trágicos 
problemas, sin sufrir ustedes mismos en algún momento?”. La 
palabra “compasión” significa ‘sentir con’. ¿Cómo podremos 
“sentir con” las personas que sufren si no sufrimos jamás? 
Alguien ha dicho que “un evangelista es un mendigo que le 
dice a otro mendigo dónde puede encontrar pan”. Un sanador herido, 
que ha sufrido y ha sido consolado por Dios, es “un corazón sufriente 
que le dice a otro corazón sufriente Quién es el Consolador, y dónde 
está”. Muchas personas pueden testificar que creían en Dios y sabían 
acerca de Él, pero no lo conocieron hasta que experimentaron un 
grado tal de sufrimiento en el que solo Dios podía consolarlas. 
Cuando se vieron forzadas a descubrir al Consolador, establecieron 
una relación con Dios. 
Una conocida paráfrasis expresa elocuentemente esta segunda 
bienaventuranza: “Eres bendito cuando sientes que has perdido lo 
que era más valioso para ti. Solo entonces podrá abrazarte Aquel que 
es el más valioso para ti” (Mateo 5:4, * The Message). 
Descubrimos otra faceta de esta segunda bienaventuranza 
cuando la relacionamos con la primera. Muchas veces, lloramos 
mientras aprendemos que somos pobres en espíritu. El temor al 
fracaso acosa y moviliza a muchas personas, porque es muy doloroso 
fallar. Cuando fracasamos, lloramos. Pero el fracaso personal es la 
herramienta preferida de Dios para convencernos de que no podemos 
hacer nada sin Él. Moisés y Pedro sufrieron dolorosos fracasos 
mientras aprendían que eran pobres en espíritu, antes que Dios 
pudiera usarlos con poder. 
Los mansos 
La próxima actitud bendita que Jesús pone delante de 
nosotros tiene que ver con lo que deseamos: “Bienaventurados los 
mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad”. ¿Qué es la 
mansedumbre? La mansedumbre, quizá, es la peor comprendida y 
aplicada de estas ocho hermosas actitudes. La mansedumbre no es 
debilidad. Escuchamos a Jesús decir: “Yo soy manso” (Mateo 
11:29). Cuando llegamos a conocer al Jesucristo que nos presenta la 
Biblia, nos damos cuenta de que no era manso en el sentido de ser un 
hombre débil y flojo. 
El Antiguo Testamento dice que Moisés fue el hombre más 
manso que jamás haya vivido (Números 12:3). Al leer el Antiguo 
Testamento, cuando llegamos a conocer a Moisés, ¿da la impresión 
de ser un hombre débil? Ni Jesús ni Moisés eran débiles por ser 
mansos. 
Podemos comprender mejor el significado de la palabra 
bíblica “manso” si pensamos en un caballo brioso que no ha sido 
domado. Es un animal muy fuerte, de voluntad firme. Las personas 
que son expertas en el manejo de estos animales deslizan suavemente 
la brida sobre la cabeza del caballo y colocan el bocado con mucho 
cuidado en su boca. Después, ajustan la montura sobre su lomo. 
Cuando finalmente llegan al punto en que el caballo toma el bocado 
* Traducción libre de la paráfrasis de la Biblia en inglés The Message
Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 
9 
y acepta ser controlado por él, por la brida y la persona que está 
sentada sobre la montura —cuando se quebranta la voluntad del 
caballo, se lo domestica—, ese caballo sigue siendo poderoso, pero 
ahora es manso. 
La siguiente sería una paráfrasis de lo que el Señor le 
preguntó a Saulo de Tarso cuando este se encontró con el Cristo 
resucitado en el camino a Damasco: “¿Por qué me persigues? ¿Por 
qué tiras del bocado? ¡Es tan duro para ti!” (Hechos 9:4, 5). 
Pero al hacer la pregunta: “Señor, ¿qué quieres que haga?”, 
Saulo de Tarso aceptó el control del bocado, que, junto con otras 
cosas, era la voluntad del Cristo resucitado para su vida. Entonces, 
Saulo se volvió manso. Eso es, precisamente, lo que es la 
mansedumbre. 
Jesús declaró: “Yo soy manso” mientras hacía una de sus más 
importantes invitaciones: “Venid a mí todos los que estáis trabajados 
y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y 
aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis 
descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi 
carga” (Mateo 11:28-30). 
Las palabras utilizadas en el original indican que estas 
palabras fueron dirigidas a personas que estaban trabajando al punto 
de caer exhaustas para poder soportar sus agotadoras cargas. 
En su invitación, Jesús llama a las personas que tienen cargas 
pesadas a acercarse para aprender acerca de su carga, su corazón y su 
yugo. Quiere que sepan que el yugo de Él es ligero. (Esto es 
sorprendente, ya que literalmente, Jesús tenía todo el peso del mundo 
sobre sus hombros). Quiere que sepan que su corazón es humilde y 
manso; quiere enseñarles que es su yugo el que hace que su carga sea 
ligera y su vida, fácil. 
Un yugo no es una carga. Un yugo es un instrumento que 
hace posible que un animal, como un buey, mueva una carga pesada. 
Muchos hemos visto carros arrastrados por bueyes, con grandes 
cargas apiladas. Es el yugo que lleva el buey el que hace posible que 
ese animal tan fuerte pueda ser controlado de modo tal que, 
fácilmente, pueda mover esa enorme carga. 
Esta sencilla y profunda metáfora define la mansedumbre. La 
tercera bienaventuranza, de la mansedumbre, es la fuerza bajo 
control. Básicamente, Jesús enseña: “Yo tomo el yugo de la voluntad 
de mi Padre sobre mí cada día”. Recuerde que Él dijo: “Yo hago 
siempre lo que le agrada [al Padre]” (Juan 8:29). Ese era el yugo que 
llevaba Jesús. Se sometía al yugo del Padre y estaba controlado por 
el Padre en un ciento por ciento, absolutamente todo el tiempo. Esa 
es la bienaventuranza de la mansedumbre que Jesús enseña a sus 
discípulos. 
Un yugo que encajaba bien, y que estaba bien alisado por un 
buen carpintero, le hacía la vida más fácil al animal; hacía que la 
carga pareciera ligera. Un carpintero como Jesús seguramente hacía 
yugos que encajaban muy bien, lisos por dentro, para no irritar al 
animal. Jesús enseña la bienaventuranza de la mansedumbre porque
Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 
10 
sabe que el yugo que Él lleva cada día hará ligeras las cargas y fácil 
la vida de quienes se debaten porque no tienen yugo. 
Cuando enseña la tercera bienaventuranza, Jesús dice, 
básicamente: “Hay una forma correcta de vivir la vida. Si tú vives la 
vida como yo lo hago, descubrirás que no estarás cargado, cansado y 
trabajando hasta caer exhausto para solucionar tus problemas”. En 
realidad, estaba diciendo: “Toma la vida como yo la tomo. Si aceptas 
mi yugo de mansedumbre, descubrirás que puede aligerar tu carga y 
facilitarte la vida, por grandes que sean los desafíos que debes 
enfrentar”. 
En resumen, esencialmente, les está diciendo a los que están 
reunidos en la cima de la colina: “Esas personas que están allá abajo 
sufren porque no saben cómo llevar la carga de la vida. No pueden 
mover sus cargas porque no tienen Yugo. Pero, si ustedes confiesan 
mis valores, si viven mi vida con mis actitudes, si se entrenan con las 
disciplinas espirituales que yo les mostraré a medida que me sigan, 
aprenderán algo acerca de mi carga, mi corazón y mi yugo, que les 
dará descanso para sus almas”. 
La mansedumbre es la disciplina de nuestro “querer”, de 
nuestra voluntad. La palabra “disciplina” y la palabra “discípulo” 
tienen la misma raíz. La promesa de Jesús que acompaña esta actitud 
bendita es que el discípulo manso heredará la tierra. Esto, 
simplemente, significa dos cosas: (1) Es de esperar que un discípulo 
de Jesús sea una persona disciplinada, y (2) el discípulo disciplinado 
gana todo cuando tiene el yugo de Jesús y de su Padre sobre su vida 
todo el día, todos los días. 
Los que tienen hambre y sed de justicia 
La cuarta actitud bendita es: “Bienaventurados los que tienen 
hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados” (Mateo 5:6). 
Cuando somos mansos, es decir, cuando podemos decir que Jesús es 
nuestro Señor y estamos sometiendo nuestra vida a su control, Jesús 
nos enseña que, ahora, debemos tener hambre y sed de justicia. 
Ahora podemos ver que existe un patrón: las 
bienaventuranzas vienen en pares, en duplas. Lloramos mientras 
aprendemos a ser pobres en espíritu y, cuando nos volvemos mansos, 
tenemos hambre y sed de justicia. Justicia es, simplemente, hacer lo 
correcto. Tener hambre y sed de justicia es tener hambre y sed de 
saber lo que es correcto; especialmente, lo que es correcto para cada 
uno de nosotros. 
Apenas Pablo se volvió manso, en el camino a Damasco, 
quiso saber lo que era bueno para él. Cuando llamó a Jesús “Señor” y 
le preguntó qué era lo que su Señor deseaba que él hiciera, no solo 
estaba ilustrando lo que es la mansedumbre, sino también, lo que es 
tener hambre y sed de justicia. 
La explicación de la justa indignación, o la ira de Jesús sobre 
la que leemos en los Evangelios, es que lo que los líderes religiosos 
estaban haciendo con el templo era contrario a lo correcto. Observe 
la pasión de Jesús para hacer la voluntad de su Padre. Después, fíjese
Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 
11 
que la pasión por hacer lo correcto implica la pasión por confrontar y 
corregir aquello que, claramente, es incorrecto. 
En este Sermón del Monte, observe el énfasis de Jesús en la 
vital importancia de la justicia. La última bienaventuranza es: 
“Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la 
justicia, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5:10). Dos 
de las ocho bienaventuranzas tratan sobre la justicia. Más adelante, 
en este capítulo, Jesús enseña: “Porque os digo que si vuestra justicia 
no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el 
reino de los cielos” (5:20). Además, al comienzo del sexto capítulo, 
Jesús enseña: “Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los 
hombres, para ser vistos de ellos” (6:1). En la segunda mitad del 
capítulo sexto, Jesús enseña valores, y llega a la conclusión de su 
enseñanza sobre los valores cuando enseña el principal valor: “Mas 
buscad primeramente el reino de Dios y su justicia” (6:33). 
La promesa que acompaña esta bienaventuranza es que el 
discípulo será lleno de esa justicia de la que tiene hambre y sed. Las 
palabras utilizadas en el griego original sugieren que estará tan lleno 
de justicia que se ahogará. Esto también significa que será 
completamente lleno del Espíritu Santo de Dios, quien es Justicia, y 
que será lleno de hambre y sed por saber que es lo que Él desea que 
haga. 
No pase por alto el hecho de que esta bienaventuranza no 
dice: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de felicidad, 
porque serán hechos muy felices”. Tampoco dice: “Bienaventurados 
los que tienen hambre y sed de satisfacción”. Tampoco: 
“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de prosperidad, 
porque serán muy prósperos”. La bienaventuranza dice: 
“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia”. Y la 
promesa es que serán llenos por completo de justicia y de la pasión 
de hacer lo correcto. 
Los grandes héroes que han enfrentado injusticias, como 
quienes lograron la abolición de la esclavitud, eran devotos 
discípulos de Jesucristo. Junto con el hambre y la sed de hacer lo 
correcto, también tenían la pasión de atacar lo que no era correcto. 
Ha habido ganadores del Premio Nobel, como Martin Luther King y 
Nelson Mandela, que demostraron su hambre y sed de justicia 
clamando pacíficamente contra la injusticia del racismo. Si 
rastreamos la palabra “justicia” en toda la Biblia, veremos que Jesús 
estaba siendo coherente con las Escrituras al hacer énfasis en el 
concepto de que el discípulo que está lleno de justicia confronta la 
injusticia. 
Uno de mis versículos preferidos sobre la justicia es: 
“Ofreced sacrificios de justicia, y confiad en Jehová” (Salmos 4:5). 
El salmista no puede dormir, porque es un hombre espiritual que está 
haciendo lo conveniente en lugar de hacer lo correcto. Y resuelve 
hacer cualquier sacrificio que sea necesario para hacer lo correcto. 
Solo entonces puede experimentar paz, dormir y descansar. Su 
motivación para tomar tal decisión es que sabe que está rodeado de
Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 
12 
personas que buscan algo bueno. Están buscando a alguien que haga 
lo que es correcto, en lugar de lo más conveniente. 
Cuando Jesús hace énfasis en esta integridad y justicia 
personal que debe caracterizar a sus discípulos, está declarando que 
la única razón por la que las personas que están al pie del monte son 
miserables y desdichadas es porque están haciendo lo que casi todos 
hacen. Están haciendo lo conveniente, en lugar de lo correcto. 
Otro versículo que debo citar, entre los muchos que hablan de 
la justicia, declara que el pueblo de Dios será llamado “árboles de 
justicia, plantío de Jehová, para gloria suya” (Isaías 61:3). 
El plan de Dios —y, por lo tanto, la estrategia de Jesús en 
este retiro— es reclutar discípulos que sean canales de justicia 
cuando regresen a esa multitud que ha quedado al pie del monte, y 
que representa a los perdidos de este mundo. Su designio es que sus 
discípulos sean plantados en este mundo como árboles de justicia, 
para la gloria de Dios. 
Capítulo 2 
Actitudes para ir 
(Mateo 5:7-12) 
“Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos 
alcanzarán misericordia. Bienaventurados los de limpio corazón, 
porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los pacificadores, porque 
ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los que padecen 
persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los 
cielos. 
“Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os 
persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. 
Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; 
porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros” 
(Mateo 5:7-12). 
Subir a la montaña 
Uno de mis eruditos preferidos escribe que las 
bienaventuranzas son como subir a una montaña: las primeras dos — 
ser pobres en espíritu y llorar— nos llevan hasta la mitad del camino. 
La mansedumbre nos lleva a las tres cuartas partes del camino, 
mientras que tener hambre y sed, y ser saciados, nos lleva a la cima. 
En otras palabras, subimos a la montaña mientras aprendemos estas 
actitudes “para venir”. 
Cuando un discípulo aprende las actitudes que llevan hasta la 
cima del monte, ¿en qué clase de persona se transformará antes de 
comenzar a descender por el otro lado de la montaña y aprender las 
actitudes para ir que Cristo quiere enseñarle? ¿Será como los 
fariseos, porque está lleno de justicia? ¿Mirará con desprecio a la 
gente, y citará capítulos y versículos que condenan el
Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 
13 
comportamiento de sus conocidos? Las actitudes para ir nos dan la 
respuesta a estas preguntas. 
Los misericordiosos 
La quinta actitud bendita es “Bienaventurados los 
misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia” (v. 7). La 
palabra “misericordia” significa ‘amor incondicional’. Cuando David 
escribe que la misericordia de Dios lo seguirá todos los días de su 
vida, la palabra “seguir” significa, en realidad, ‘perseguir’. David 
está convencido de que el amor incondicional de Dios lo perseguirá 
todos los días de su vida (Salmos 23:6). 
Después de todos los horrores de la conquista de los judíos 
por parte de Babilonia, Jeremías escribió sus Lamentaciones. 
Mientras escribía, tuvo una revelación. Dios, básicamente, le hizo 
saber que nunca iba a dejar de amar a su pueblo. Entonces, Jeremías 
escribió que las misericordias, la compasión de Dios, se renuevan 
cada mañana (Lamentaciones 3:22, 23). 
Los primeros versículos de la profecía de Malaquías dicen: 
“Profecía de la palabra de Jehová contra Israel, por medio de 
Malaquías. Yo os he amado, dice Jehová”. Todo el mensaje del 
profeta Oseas es sobre el amor incondicional de Dios. Dios siempre 
ha amado, y es amor incondicional (1 Juan 4:16). La misericordia de 
Dios retiene de nosotros lo que merecemos por causa de nuestros 
pecados, y la gracia de Dios nos da en abundancia toda clase de 
bendiciones que no merecemos. Una buena paráfrasis de esta 
bienaventuranza sería: “Bienaventurados los que están llenos hasta 
rebosar del amor incondicional de Dios”. 
Es maravilloso darnos cuenta de que esta palabra, 
“misericordia”, se encuentra 366 veces en la Biblia, porque Dios 
sabía que la necesitaríamos todos los días (incluyendo el día extra de 
los años bisiestos). Doscientas ochenta de estas menciones a la 
misericordia de Dios se encuentran en el Antiguo Testamento. Dios 
siempre ha sido un Dios de amor incondicional. 
La promesa de Jesús para los misericordiosos es que 
“alcanzarán misericordia”, lo que no solo significa que recibirán 
misericordia de Dios y de aquellos a quienes muestren misericordia, 
sino que serán canales del amor incondicional de Dios para las 
personas que necesitan ser amadas incondicionalmente. 
Para poder bajar de la cima de la montaña y ser parte de la 
solución de Cristo para quienes sufren, debemos estar llenos del 
amor incondicional de Dios. Los discípulos que son soluciones y 
respuestas de Jesús no son fariseos que se consideran a sí mismos 
justos, sino canales del amor incondicional de Dios y de Cristo. 
Según Jesús, ser llenos de justicia es ser llenos del amor de Dios. 
Los de limpio corazón 
Cuando amamos, con frecuencia tenemos motivaciones 
egoístas. Por eso es que la siguiente bienaventuranza es: 
“Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios” 
(v. 8). El seguidor de Cristo no ama porque desee llenar una
Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 
14 
necesidad personal. Ama porque está lleno del amor del Cristo vivo y 
resucitado, y sus motivos son puros. 
La palabra “limpio”, en esta bienaventuranza, es un término 
griego del cual deriva la palabra “sonda”. La misma palabra se 
traduce como “purificad” en Santiago 4:8. Básicamente, lo que esta 
bienaventuranza dice es que, cuando un discípulo ama con el amor 
incondicional de Dios, toda motivación egoísta será “drenada”, como 
por medio de una sonda, de su corazón. Por aplicación personal, 
debemos orar cada día para que, si existe algo que no sea el amor de 
Cristo en nuestro corazón, el Espíritu Santo lo haga drenar hacia 
fuera. 
Cuando hacemos algo bueno por una persona, 
inmediatamente ella se pregunta cuál será nuestra verdadera 
motivación. Pero el discípulo misericordioso de Jesús puede decir a 
quienes ama: “No quiero nada de ti, excepto el privilegio de amarte 
con el amor de Cristo”. 
La promesa de Jesús para los de limpio corazón es que ellos 
verán a Dios. Los canales del amor de Cristo que tienen motivos 
puros verán a Dios al dar todo el amor que Cristo es, y que se aplica 
a todo el dolor de las personas que sufren en este mundo. A medida 
que el amor de Dios fluye a través de ellos, ellos viven en Dios, y 
Dios en ellos, según el apóstol del amor (1 Juan 4:16). 
Los pacificadores 
La séptima bienaventuranza es: “Bienaventurados los 
pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios”. La esencia 
de esta actitud es que el discípulo que es una solución y una 
respuesta de Jesús es un ministro de reconciliación. Uno de los 
orígenes de los terribles problemas que se encuentran al pie de la 
montaña es la separación. Las personas están separadas de Dios, de 
los demás, y aun de sí mismas. Jesús desafía a sus discípulos a 
aprender y adquirir las dinámicas actitudes que les darán la 
experiencia de la reconciliación en estas tres direcciones y, después, 
convertirse en ministros de reconciliación al regresar a la multitud. 
Pablo escribe que a todo creyente que ha experimentado el 
milagro de la reconciliación con Dios por medio de Cristo se le ha 
encomendado el mensaje y el ministerio de la reconciliación (2 
Corintios 5:14-6:2). Basándose en este pasaje, un teólogo ha escrito: 
“Es voluntad del Reconciliador que los reconciliados sean agentes de 
reconciliación en las vidas de quienes no han sido reconciliados”. 
Esa es la esencia de la estrategia de Jesús al enseñar la séptima 
bienaventuranza. 
Durante la Guerra Fría, un cirujano de uno de los terribles 
campos de concentración de esclavos en Siberia se hizo creyente. 
Después de confiar en Jesús como su Salvador y Señor, este cirujano 
judío llamado Boris Kornfeld decidió convertirse en ministro de 
reconciliación en ese terrible lugar. Kornfeld operó a un paciente a 
quien le predicó a Cristo después de la operación. Debido a este acto 
de valentía, esa misma noche, fue asesinado mientras dormía. Su 
paciente se recuperó y, finalmente, llegó a contar a todo el mundo los
Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 
15 
horrores de los campos de esclavos. Este hombre se llamaba 
Alexander Solzhenitsyn. 
Aquel cirujano, que era un devoto discípulo, no tenía forma 
de saber que su paciente llegaría a ser famoso y escribiría muchos 
libros maravillosos. Simplemente estaba haciendo lo que Jesús 
enseñó en la séptima bienaventuranza. La promesa de Jesús para 
estos ministros de la reconciliación es que ellos serán llamados hijos 
de Dios. Dios tuvo un solo Hijo, y Él fue un misionero. No es de 
extrañarse, entonces, que Dios considere hijos suyos a sus enviados. 
Naturalmente, esto es genérico y se aplica tanto a las mujeres como a 
los hombres que son considerados hijos de Dios. 
Los perseguidos 
“Bienaventurados los que padecen persecución por causa de 
la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos”. He dicho que 
estas bienaventuranzas vienen en pares, y así es. La séptima está 
relacionada con la octava. 
Boris Kornfeld dio su vida para convertirse en agente de 
reconciliación para Alexander Solzynitzen. Eso mismo han sufrido 
otros ministros de la reconciliación a lo largo de toda la historia de la 
iglesia. Es por esto que la séptima bienaventuranza significa, 
básicamente: “Bienaventurados los agentes de reconciliación”, y la 
octava: “Bienaventurados los que son perseguidos por causa de la 
justicia, porque de ellos es el reino de los cielos”. Quienes son 
perseguidos porque son ministros de reconciliación son quienes 
reconocen verdaderamente el reinado del Rey sobre sus corazones, 
aunque les cueste la vida. 
Observe que no se limita a decir “Bienaventurados los que 
son perseguidos” por cualquier razón (especialmente, por las cosas 
que ellos mismos se han buscado). Es: “Bienaventurados los que son 
perseguidos por causa de la justicia”. Porque compartieron el 
evangelio, porque se identificaron con Jesucristo, serán perseguidos. 
Podemos ver claramente por qué estas dos últimas bienaventuranzas 
van de la mano. 
Los ministros de la reconciliación son perseguidos porque 
están ubicados estratégicamente en el centro del conflicto y la 
separación. Van donde las personas apartadas están luchando entre 
sí. Piense en los lugares del mundo que están “al rojo vivo”, como el 
Oriente Medio, o cualquier otro lugar donde haya graves conflictos. 
Los ministros de la reconciliación van allí, y es un lugar 
tremendamente peligroso. 
Jesús enseña estas ocho hermosas actitudes y después, a partir 
del versículo 11, comienza a aplicarlas. Observe los pronombres en 
las ocho bienaventuranzas: “Bienaventurados los que...”. Son 
generales e impersonales. Pero a partir del versículo 11, Jesús dice: 
“Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os 
persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros”. 
Ahora, Jesús se vuelve hacia los que están sentados a su 
alrededor, y su mensaje se torna personal. La aplicación de estas
Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 
16 
ocho bienaventuranzas comienza aquí, y la enseñanza de ellas será, 
ahora, aplicada durante el resto de su discurso. 
Uno pensaría que, si hubiera personas que tuvieran estas 
hermosas actitudes, nuestro mundo las aplaudiría. Pero estas últimas 
bienaventuranzas nos dicen que, a causa de todas estas benditas 
actitudes, el discípulo de Jesucristo es perseguido. ¿Por qué? 
La respuesta es que el discípulo que tiene estas actitudes 
confronta a las personas con el modelo de lo que ellas deberían ser. 
Cuando las personas de este mundo se ven confrontadas por la vida 
de un discípulo que tiene estas actitudes, les quedan dos opciones: 
pueden reconocer que este es el modelo de cómo deberían vivir, y 
desear esas benditas actitudes que las harán como ese discípulo, o 
pueden atacar al discípulo que es ejemplo de la mentalidad y los 
valores de Jesucristo. Durante más de dos mil años, este mundo sin 
Dios ha elegido la segunda opción. 
Resumen sobre las ocho bienaventuranzas 
Estas ocho benditas actitudes son el sermón, y el resto de la 
enseñanza es la aplicación que Jesús hace de ese sermón. El contexto 
de este sermón presenta la versión que Mateo da de la crisis que 
implica ser cristiano. Según Mateo, ser cristiano no es cuestión de lo 
que Jesús vaya a hacer por nosotros. El énfasis está en lo que 
nosotros vamos a hacer por Él. ¿Somos parte del problema o parte de 
la solución de Jesús? ¿Somos una de sus respuestas, o simplemente 
un signo de pregunta más? 
Las actitudes benditas representan el carácter que implica ser 
cristiano. Las cuatro metáforas que siguen a las bienaventuranzas: 
sal, luz, ciudad, lámpara, presentan el desafío que se produce cuando 
el carácter cristiano hace impacto en la cultura secular. 
Es como si hubiera una línea divisoria imaginaria entre la 
cuarta y la quinta bienaventuranzas. Estas ocho bienaventuranzas se 
dividen en dos grupos de cuatro actitudes. Las primeras cuatro son 
las actitudes que implica venir a Cristo, y las otras cuatro son las que 
implica el ir para Cristo. Las cuatro primeras se desarrollan en la 
cima del monte, en nuestra relación individual con Dios y con Cristo, 
pero las segundas cuatro deben ser aprendidas y desarrolladas en 
nuestras relaciones con las personas. 
Las bienaventuranzas también se dividen en cuatro pares: los 
pobres en espíritu que lloran; los mansos que tienen hambre y sed de 
justicia; los misericordiosos que tienen corazón limpio; y los 
pacificadores que son perseguidos. 
Cada par de bienaventuranzas presenta un secreto espiritual 
que el discípulo de Jesús debe aprender para poder ser parte de su 
solución, una de sus respuestas. Las dos primeras —ser pobre en 
espíritu y llorar— presentan este concepto: “No es asunto de qué 
puedo hacer yo, sino de lo que Él puede hacer”. 
El segundo par —mansedumbre, y hambre y sed de justicia— 
presenta este secreto espiritual: “No es asunto de lo que yo deseo, 
sino de lo que Él desea”. El tercer par —los misericordiosos de 
corazón limpio— representa este secreto espiritual: “No es asunto de
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17 
quién o qué soy yo, sino de Quién y Qué es Él”. 
El cuarto par —los pacificadores que son perseguidos— se 
refiere al secreto espiritual, que debemos confesar cuando Cristo nos 
usa, de que “No se trata de lo que yo haya hecho, sino de lo que Él 
hizo”. El apóstol Pablo escribe a los corintios que, cuando él 
desarrolló su dinámico ministerio en la ciudad de ellos, nada 
provenía de él, y todo de Dios (2 Corintios 3:5). 
Debemos definir la palabra “bienaventurados”. En algunas 
traducciones se la presenta como ‘felices’. Esto refleja el gozo, que 
es fruto del Espíritu (Gálatas 5:22, 23). Este bendito gozo puede 
explicarse como una felicidad que no tiene sentido, porque viene de 
la presencia del Espíritu Santo en nuestra vida y no depende de las 
circunstancias. 
‘Espiritualmente prósperos’ es otra forma en que se ha 
traducido esta palabra, “bienaventurados”. Ser espiritualmente 
próspero no significa gozar de riqueza económica. Si la prosperidad 
económica es la definición de lo que significa ser bienaventurado, 
entonces, ninguno de los apóstoles fue bienaventurado. Por vivir de 
acuerdo con estas bienaventuranzas de Jesús, ellos no fueron ricos y 
murieron de formas horribles. 
Capítulo 3 
Una tortuga sobre la cerca 
(Mateo 5:13-16) 
Después de perfilar el carácter de un discípulo semejante a Él, 
Jesús nos da cuatro profundas metáforas que nos muestran lo que 
sucede cuando el carácter que perfilan estas bienaventuranzas hace 
impacto en la cultura pagana: “Vosotros sois la sal de la tierra; pero 
si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para 
nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres. Vosotros 
sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se 
puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un 
almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en 
casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean 
vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los 
cielos” (Mateo 5:13-16). 
La sal de la tierra 
Con estas cuatro metáforas, Jesús inicia la sección de 
aplicación de este gran sermón. La primera metáfora es que un 
discípulo que tiene estas actitudes es la sal de la tierra. En el idioma 
original dice, literalmente: “Ustedes, y solo ustedes, son la sal de la 
tierra”. 
Una interpretación y aplicación de esta metáfora está basada 
en el hecho de que, en la época de Jesús, no había sistemas de
Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 
18 
refrigeración. La única forma en que se podía conservar el pescado u 
otro tipo de carne era frotándola con sal. Jesús, entonces, está 
haciendo una declaración sobre sus discípulos y el mundo, diciendo 
que este mundo se está pudriendo como carne echada a perder, y que 
sus discípulos son la sal que el mundo necesita para ser preservado 
de la corrupción moral. La única forma en que sus discípulos podían 
preservar al mundo de la corrupción era “frotarse” contra la gente de 
este mundo. Entonces, la influencia de sal del carácter cristiano 
preservaría al mundo de la corrupción moral. 
Otra interpretación y aplicación de lo que Jesús quiso decir 
cuando usó la metáfora de la sal de la tierra está basada en el hecho 
de que la palabra “salario” proviene de las palabras “dinero de sal”. 
Estas palabras se remontan a la época del Imperio Romano. Los 
romanos sabían que ningún organismo vivo puede vivir sin sal. Por 
lo tanto, controlaban la sal del mundo, y les pagaban a sus esclavos 
con cubos de sal. 
Jesús, entonces, estaba diciéndoles a sus discípulos: “Esas 
personas que están allí, al pie del monte, no tiene vida. Si ustedes 
comprenden, creen y aplican lo que he presentado por medio de estas 
ocho hermosas actitudes, entonces, tendrán vida, y serán la fuente 
por medio de la cual estas hallarán, conservarán y sacarán lo mejor 
de la vida. Por lo tanto, ustedes son la única posibilidad que esas 
personas tienen de hallar vida”. 
Como en todas las inspiradas metáforas de Jesús, existen 
muchas y profundas aplicaciones al reflexionar y meditar sobre ellas. 
La sal irrita cuando se introduce en las heridas abiertas de los 
pecadores. De la misma forma, la vida de un discípulo de Jesús es 
irritante cuando se la vive junto a la de un pecador. La sal tiene 
efecto purificador y sanador, y el discípulo que vive las 
bienaventuranzas que Jesús enseñó tiene esas influencias positivas en 
las vidas de quienes conoce en este mundo. 
¿Qué es la cultura? “Cultura” es una palabra que significa ‘la 
forma en que hacemos las cosas’. Jesús vino al mundo a cambiar la 
cultura, a revolucionarla. Su estrategia deliberada era cambiar los 
corazones de los hombres y luego enviarlos a la cultura para 
revolucionarla. Estos tres capítulos de la Biblia registran la 
enseñanza de Jesús que tenía, y tiene, como fin revolucionar al 
mundo. La estrategia es clara, si entendemos lo que Jesús quiso decir 
cuando les dijo a esos discípulos: “Ustedes, y solo ustedes, son la sal 
de la tierra”. 
Algunas veces, los creyentes creen que deben vivir en una 
fortaleza, se esconden y no se relacionan con los no creyentes. No 
podemos influir sobre las personas de este mundo si todos estamos 
“dentro del salero”. Solo en la medida en que nos relacionemos con 
otras personas de este mundo podremos mostrarles las actitudes 
propias de un discípulo de Cristo, cuando Dios nos da la gracia para 
vivir esas actitudes. 
Cuando Jesús oró por sus apóstoles, le rogó al Padre que no 
los quitara del mundo (Juan 17:15). Una forma en que Dios esparce 
la sal a nuestro alrededor es por medio de la dura realidad de que
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19 
debemos trabajar para mantener a nuestra familia. Esto nos permite 
relacionarnos con personas no creyentes a las que debemos impactar 
con nuestras actitudes, semejantes a las de Cristo. Para esto, Él 
también ha utilizado la persecución de la iglesia a lo largo de la 
historia. 
Escuché a un líder de misioneros, muy elocuente, confrontar 
la “mentalidad de fortaleza” de sus misioneros en un país extranjero 
con estas palabras: “Los misioneros son como el estiércol. Si están 
todos juntos, hieden; pero si se los esparce por todos lados, entonces 
sirven para algo”. 
Por la gracia de Dios, ¿es usted sal de la tierra? El milagro de 
que Cristo le haya dado estas actitudes, ¿revoluciona a las personas 
con las que se encuentra? Si usted profesa ser discípulo de Jesús, y 
ese milagro no es una realidad en su vida, hay una señal de alerta 
terrible. Según Jesús, ¡usted no sirve para nada! Debe ser arrojado 
fuera y pisoteado. Esta es una de las palabras más duras de Jesús. 
Estas dos metáforas de la sal y la luz también dan a entender 
que los discípulos de Jesús han sido cambiados. El mero hecho de 
frotar carne con carne no preserva esa carne de la corrupción. El 
discípulo “salado” debe ser diferente de las personas sobre las cuales 
ejercerá su influencia. Otra aplicación de esta metáfora es que el 
discípulo “salado” hace que otros tengan sed de lo que él es y lo que 
tiene en Cristo. Para tener ese efecto sobre las personas, debemos 
cambiar, ser diferentes. Jesús hará esta pregunta al final del capítulo: 
“¿Qué hacéis de más?” (v. 47). Las bienaventuranzas nos muestran 
esa diferencia y nos dan la respuesta para esta pregunta de Jesús. 
La luz del mundo 
La segunda metáfora también hace una declaración sobre el 
discípulo de Jesús y el mundo. Una vez más, las palabras, 
literalmente, significan: “Ustedes, y solo ustedes, son la luz del 
mundo”. Cuando Jesús lloró por la multitud, lo que lo movió a 
compasión, más que nada, fue que eran como ovejas que no tenían 
pastor (9:36). No sabían distinguir su mano derecha de la izquierda. 
Así como los discípulos eran la única sal que podía dar o preservar la 
vida, también son la única fuente de luz para la multitud. 
Al final de sus tres años de ministerio público, Jesús hizo su 
“oración sacerdotal”, que está registrada en el capítulo 17 de Juan. 
En esa oración, Jesús menciona diecinueve veces al mundo. ¡El 
mundo estaba en su corazón! Pero, en ella, dijo: “No ruego por el 
mundo, sino por los que me diste. El mundo no conoce, pero yo les 
he dado tu Palabra a mis discípulos, y ellos conocen” (ver Juan 17:8, 
9). 
La única luz que este mundo tiene, proviene de los discípulos 
de Cristo. Así como la sal no puede influir en el mundo si está dentro 
del salero, los discípulos debemos ir adonde está oscuro, y hacer que 
la luz que somos por la gracia de Dios brille en esa oscuridad. Si 
usted es el único creyente en su familia, su trabajo, su vecindario, su 
pueblo o su universidad, recuerde que una vela en la oscuridad tiene
Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 
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más valor que cincuenta en un ornamentado candelero. Si usted es el 
único creyente, entonces, sabe que está estratégicamente ubicado en 
la oscuridad y que usted, y solo usted, es la luz del mundo para 
quienes lo conocen. 
Cuando Jesús ordena: “Así alumbre vuestra luz delante de los 
hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a 
vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:16), sabe que ellos se 
darán cuenta de que el Padre es, sin duda, quien ha dado luz a su 
vela, porque, de otra forma, no podría nunca ser ni hacer lo que ellos 
observan en su vida . 
Una vela en un candelero 
Esta es una metáfora excepcionalmente profunda. Jesús nos 
da la interpretación y aplicación obvias al señalar que, cuando se 
enciende una vela en un hogar, no se la coloca debajo de una canasta, 
sino en un candelero. Por lo tanto, no debemos poner nuestro 
testimonio debajo de una “canasta”, donde no podrá tener impacto 
alguno sobre la oscuridad. 
Es imposible que una vela produzca luz sin consumirse. La 
única forma en que una vela podría salvarse o preservarse a sí misma 
sería extinguiendo su luz. Jesús, básicamente, está enseñando: “Antes 
de convertirte en mi discípulo, tú eras como una vela apagada. Pero 
ahora que has vivido la crisis que implica llegar a ser cristiano, tu luz 
ha sido encendida. Yo he encendido tu vida, y cada vez que enciendo 
una vela, tengo un candelero especial en el que planeo ubicar 
estratégicamente esa vela”. 
Al final de los tres años que pasó con ellos, Jesús dijo a sus 
apóstoles: “No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a 
vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro 
fruto permanezca” (Juan 15:16). La palabra griega que se traduce 
como “puesto” significa ‘ubicado estratégicamente’. Es una palabra 
griega que se encuentra solo tres veces en la Biblia. Literalmente, 
Jesús está diciendo: “Los he elegido deliberadamente y los he 
dispuesto estratégicamente en un lugar para que ustedes sean 
fructíferos”. 
¿Alguna vez vio usted una tortuga sobre una cerca? Cuando 
vemos una tortuga sobre una cerca, podemos estar seguros de algo: 
no llegó allí por sí misma; alguien tuvo que ponerla en ese lugar, 
porque una tortuga no puede subir a una cerca. Todo auténtico 
seguidor de Cristo debería sentirse como una tortuga sobre una cerca. 
Deberíamos mirar a nuestro alrededor, darnos cuenta de dónde 
hemos sido ubicados estratégicamente en este mundo y, pensando en 
la tortuga sobre la cerca, exclamar: “¡Yo no podría estar aquí si 
Cristo no me hubiera ubicado en este lugar!”. 
Una ciudad sobre un monte 
La cuarta metáfora es: “Una ciudad asentada sobre un monte 
no se puede esconder” (v. 14). Jesús, ahora, repite, para mayor 
énfasis, su enseñanza de que, cuando tenemos las ocho
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bienaventuranzas en nuestra vida, no podemos esconderlas como una 
vela debajo de una canasta. No existen los discípulos secretos de 
Jesucristo. Jesús lo hace oficialmente imposible cuando comisiona a 
sus discípulos para que bauticen a toda persona que profesa ser su 
discípulo (Mateo 28:18-20). 
Jesús enseña, aquí, que si somos la sal de la tierra y la luz del 
mundo, no podremos esconder esa bendita realidad. Jesús era el 
realista más grande que haya existido. Valoraba con creces la 
práctica por encima de la declaración. Estas cuatro metáforas 
enfatizan la realidad de lo que somos, más que lo que decimos ser. 
Somos sal, luz, una vela que da luz y una ciudad sobre una colina. 
Marcos nos dice en su Evangelio que las personas estaban tan 
ansiosas por estar con Jesús que Él tenía que buscar lugares retirados 
para tener un tiempo a solas con Dios, porque no podía ocultar Quién 
era y Qué era (Marcos 7:24). 
En las bienaventuranzas, Jesús nos dijo que miráramos hacia 
adentro. En estas metáforas, básicamente, nos está diciendo: “Ahora, 
miren a su alrededor. Miren al mundo que los rodea y piensen en el 
desafío que implica que el tipo de carácter que se está formando en 
ustedes por mi gracia haga impacto en una cultura que se está 
corrompiendo, una cultura que no tiene vida y que está en 
oscuridad”. 
Capítulo 4 
Justicia en las relaciones 
(Mateo 5:17-48) 
“No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; 
no he venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os 
digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde 
pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido. De manera que 
cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, 
y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de 
los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será 
llamado grande en el reino de los cielos. Porque os digo que si 
vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no 
entraréis en el reino de los cielos” (5:17-20). 
Nos aproximamos ahora a la sección más extensa y difícil del 
Sermón del Monte (Mateo 5:17-48). El pasaje comienza con una 
fuerte declaración de Jesús sobre su manera de ver la Ley de Dios y 
la justicia personal. Algunas personas, erróneamente, creen que Jesús 
está contradiciendo a Moisés en estos versículos. Por tanto, 
preguntan: “¿Para qué leer el Antiguo Testamento, si Jesús hizo que 
quedara obsoleto?”. Jesús no hizo obsoleto el Antiguo Testamento ni 
contradijo a Moisés en estos versículos. Simplemente, estaba 
confrontando la enseñanza de los escribas y fariseos. 
Cuando Jesús menciona “la ley y los profetas”, se refiere a lo 
que nosotros llamamos “el Antiguo Testamento”. Básicamente, les
Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 
22 
estaba diciendo a sus discípulos: “Todo lo que yo les estoy 
enseñando se encuentra en la Palabra de Dios, pero está en conflicto 
directo con lo que sus líderes religiosos les han estado enseñando a 
ustedes”. Además, esencialmente, les estaba diciendo: “Cuando 
ustedes desciendan y vayan a vivir entre esa gente, si quieren ser 
parte de mi solución, deben comprender cómo aplicar la Palabra de 
Dios a las vidas de las personas”. 
Jesús comienza declarando que no ha venido para abolir la 
Ley de Dios, y que todo lo que está enseñando está totalmente de 
acuerdo con la Ley de Dios y la cumple. En los siguientes veintiocho 
versículos, Jesús se explayará sobre su declaración inicial acerca de 
las diferencias entre su manera de ver la Palabra de Dios, y la 
enseñanza de los escribas y fariseos. La esencia de tal diferencia es 
puesta de relieve por la afirmación de Jesús en el sentido de que Él 
ha venido a cumplir la Ley de Dios, y que cada letra de las palabras 
hebreas escritas en la Ley se cumplirá por medio de sus enseñanzas. 
El apóstol Pablo llamará a esta diferencia “el espíritu de la 
ley” en oposición a “la letra de la ley” (2 Corintios 3:6). Pablo 
escribe que el espíritu de la Ley da vida, pero la letra de la Ley mata. 
El espíritu de la Ley da vida porque es amor. El espíritu de la Ley 
nos recuerda que toda la Ley de Dios —es decir, la Palabra de 
Dios— nació a causa del amor de Dios por el hombre. Jesús siempre 
tuvo esto muy en claro. 
Jesús cumplió el propósito de la Ley, es decir, de la Palabra 
de Dios, interpretando y aplicando siempre el espíritu de la Ley. Otra 
manera de expresar esto es decir que Él pasaba la Ley de Dios por el 
“prisma” del amor de Dios antes de aplicarla a las vidas de los hijos 
de Dios. Los escribas y fariseos quizá no sabían que debían hacer 
esto, o habían olvidado que la Ley de Dios había sido hecha para el 
bienestar del pueblo de Dios. Ellos devastaban al pueblo de Dios con 
la manera en que aplicaban despiadadamente la letra de la Ley de 
Dios —o Palabra de Dios— a las vidas de los hijos de Dios. 
Jesús declara que la justicia personal, o la vida recta de sus 
discípulos, debe ser mayor que la justicia de los escribas y fariseos. Y 
advierte a sus discípulos que cualquiera de ellos que quebrante el 
menor de los mandamientos de Dios, y enseñe a otros a hacer lo 
mismo, será el menor en el reino de los cielos. Declara que, si sus 
discípulos no practican y enseñan los mandamientos de la Ley, no 
serán grandes en el reino de los cielos que Él presenta en su 
enseñanza. 
Al aplicar las bienaventuranzas en el resto de su enseñanza 
(5:17-7:27), Jesús presenta el contraste entre la justicia que Él enseña 
y requiere de sus discípulos y la hipócrita “justicia” de estos líderes 
religiosos. Esa “justicia” (siempre deberíamos ponerla entre 
comillas) de los escribas y fariseos era externa, pero la justicia del 
discípulo de Jesús debía ser interna. Jesús tuvo un diálogo hostil con 
estos líderes religiosos, porque ellos hacían énfasis en las formas 
externas de religión y pasaban por alto los asuntos internos básicos 
del corazón (Marcos 7:8, 15).
Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 
23 
La justicia del aparato religioso era meramente horizontal. 
Ellos hacían énfasis en la apariencia de las cosas, para parecer 
religiosos delante de los hombres. Era un espectáculo montado para 
los hombres, para que vieran lo que ofrendaban o cómo oraban. Pero 
Jesús, básicamente, les enseña a sus discípulos: “La justicia de 
ustedes no debe ser horizontal. Debe ser vertical. Debe ser delante de 
Dios, como para Él”. Por eso, indica a sus discípulos que no 
practiquen su justicia delante de los hombres (6:1). 
La justicia que Jesús enseñó a sus discípulos era bíblica, 
mientras que la justicia de estos líderes religiosos era, en su mayor 
parte, tradicional. La justicia de los fariseos, generalmente, no estaba 
basada en la Biblia y, cuando era bíblica, no constituía una 
interpretación adecuada de las Escrituras. 
Jesús resume la diferencia entre la justicia que Él enseñaba y 
la del aparato religioso cuando llama a los líderes “hipócritas”. Esta 
era la palabra griega que se utilizaba para referirse al falso rostro o 
máscara que utilizaban los actores en las obras de teatro griegas, que 
eran parte de la civilización griega que precedió al Imperio Romano. 
Cuando Jesús eligió ese nombre como su descripción favorita de 
estos líderes, estaba declarando que la justicia de ellos era hipócrita, 
mientras que la justicia de sus discípulos debía ser real. 
Cuando comprendemos lo que Jesús dice en estos versículos 
acerca de las Escrituras y de la justicia, nos damos cuenta de por qué 
estaba continuamente en conflicto con los escribas y fariseos. 
También tenemos la introducción a este extenso y difícil pasaje al 
que nos acercamos. 
En estos veintiocho versículos, escucharemos a Jesús decir 
seis veces algo así como: “Oísteis que fue dicho”, es decir: “Esto es 
lo que les han estado enseñando a ustedes durante mucho tiempo, 
pero ahora, escuchen lo que la Palabra de Dios realmente dice”. Seis 
veces, Jesús hace referencia a la enseñanza de los líderes religiosos, 
seguida de su propia enseñanza. 
Hay ocasiones en que discrepa sobre la forma en que los 
líderes religiosos interpretan y aplican la Ley de Dios. Después, 
cumple la Ley de Dios enseñando el espíritu de la Ley. Algunas 
veces, Jesús se opone directamente a una enseñanza tradicional del 
Talmud que no estaba incluida en la Palabra de Dios. Mateo y 
Marcos presentan a Jesús en una confrontación hostil con estos 
líderes, porque ellos les daban más autoridad a sus tradiciones que a 
la Palabra de Dios (Mateo 15:3-6; Marcos 7:9-13). 
Con esta perspectiva en mente, consideremos seis enseñanzas 
de los escribas y fariseos que Jesús cuestiona, sobre: 
Nuestro hermano 
“Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y 
cualquiera que matare será culpable de juicio. Pero yo os digo que 
cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y 
cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el 
concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al
Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 
24 
infierno de fuego. Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te 
acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda 
delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y 
entonces ven y presenta tu ofrenda” (5:21-24). 
A lo largo de toda la Biblia, hay dos palabras que resumen la 
verdad que Dios enseña a su pueblo. Esas dos palabras son: “¡Dios 
primero!”. En este pasaje, tenemos una excepción a ese énfasis. 
Cuando Jesús nos muestra cómo aplicar las bienaventuranzas a 
nuestro hermano, es decir, a otro creyente, enseña: “Primero... tu 
hermano; después, Dios”. 
Jesús hace aquí un firme énfasis en la vital importancia de 
nuestra relación con nuestros hermanos en la fe. Básicamente, está 
enseñando que debemos aplicar la quinta y la sexta bienaventuranza 
del discípulo misericordioso —que solo tiene el amor de Dios en su 
corazón— a aquellos con quienes adoramos, vivimos y servimos a 
Cristo. Ni siquiera se nos permite acercarnos a Dios en adoración 
privada si hay algo que ha creado una separación en nuestra relación 
con aquel que Jesús llama nuestro “hermano”. 
En otro lugar, Jesús enseña que, si somos nosotros quienes 
tenemos algo contra otro, debemos reconciliarnos con nuestro 
hermano (Marcos 11:25). También enseña esta disciplina espiritual 
en el contexto de la comunidad espiritual de la iglesia (Mateo 18:15- 
17). 
Una vez escuché al director de una gran organización 
misionera internacional decirles a varios cientos de sus misioneros: 
“¡No podemos ganar al mundo si nos perdemos unos a otros!”. 
Entonces, les mostró un libro muy poco común. El título de la tapa 
era: El problema más grande de los misioneros. Cuando abrió el 
libro, en su interior había escritas solo dos palabras: “¡Los 
misioneros!”. 
Quizá esa era la carga de Jesús al presentar esta dura 
enseñanza acerca de la importancia fundamental de que los creyentes 
cultiven y mantengan relaciones de amor. 
Los líderes religiosos enseñaban que, mientras no se asesinara 
al hermano ni se le causara un daño físico, la relación con él era 
aceptable delante de Dios. Jesús va directamente al origen de un 
conflicto hostil entre dos hijos de Dios cuando habla de la ira que 
causa ese conflicto. Y enseña que la ira y el disgusto contra nuestro 
hermano deben ser solucionados para que podamos tener una 
relación aceptable delante de Dios con nuestro hermano en la fe. 
Nuestro adversario 
“Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que 
estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, 
y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel. De cierto te digo que 
no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante” (Mateo 5:25, 
26). 
En los últimos versículos de este capítulo, Jesús nos muestra 
cómo aplicar las bienaventuranzas a nuestro enemigo. Este 
“adversario” es lo que podríamos llamar nuestro “competidor”.
Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 
25 
Vivimos en un mundo muy competitivo. Algunas veces, cuando 
hacemos negocios con ciertas personas, ellas se llevan el dinero, y 
nosotros... la experiencia. Este adversario es una de esas personas 
que está decidida a sacarnos nuestro dinero y dejarnos solamente la 
experiencia. 
Algunas veces, nuestra relación con este adversario se vuelve 
hostil, y la persona solo desea hacernos juicio o aun mandarnos a la 
cárcel. La bienaventuranza que Jesús desea que apliquemos a 
nuestros adversarios y enemigos es, obviamente, “Bienaventurados 
los pacificadores”. Los discípulos que practican la séptima y la 
octava bienaventuranza no se enojan ni buscan venganza, aun cuando 
sus adversarios les demuestren la dura realidad de que no desean 
nada bueno para ellos. 
Aunque no podemos controlar lo que hace el adversario, el 
discípulo de Jesús acepta la responsabilidad de ocuparse de no ser 
causa de conflicto con personas hostiles. Pablo escribe que, en lo que 
a nuestra responsabilidad respecta, debemos vivir en paz con todos 
los hombres (Romanos 12:18). Nuestra responsabilidad en estas 
relaciones tiene un principio y un fin. No podemos controlar lo que 
nuestro adversario va a hacer y, por lo tanto, no somos responsables 
por ello. 
Las mujeres 
“Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os 
digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró 
con ella en su corazón. Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de 
caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus 
miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno. Y si tu 
mano derecha te es ocasión de caer, córtala, y échala de ti; pues 
mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu 
cuerpo sea echado al infierno” (vv. 27-30). 
Dado que esta enseñanza está dirigida a los hombres, 
podemos suponer que este retiro era solo para hombres. Obviamente, 
la enseñanza también se aplica a las mujeres que quieren ser sal y luz 
para Jesús. La interpretación y aplicación de esta enseñanza se refiere 
a nuestras relaciones con el sexo opuesto. 
Como hizo con la ira y el asesinato, Jesús va al origen del 
pecado del adulterio. No enseña que la lujuria —lo que Él llama 
“adulterar en el corazón”— sea un pecado igual al del adulterio 
literal. Lo que Jesús deseaba dejar en claro era que, si realmente 
queremos ser parte de su solución y su respuesta y tener un impacto 
como sal y luz en el mundo, debemos aprender a controlar nuestros 
deseos sexuales. 
Si no queremos cometer adulterio, debemos ganar la batalla 
enfrentando las cosas que nos llevan al adulterio: mirar con lujuria y 
abrigar pensamientos adúlteros. Santiago, el hermano de Jesús, 
presenta una anatomía detallada de un pecado en su epístola. Escribe 
que a la mirada le sigue un fuerte deseo, o codicia. Esa codicia 
lujuriosa lleva a la tentación, la cual es seguida por el pecado, y el
Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 
26 
pecado siempre nos lleva a ese banquete de consecuencias que la 
Biblia llama “muerte” (Santiago 1:13-15; Romanos 6:23). 
Jesús y su hermano Santiago enseñan que es más fácil vencer 
el pecado sexual antes de mirar por segunda vez, pensar cosas 
impuras y alimentar la lujuria. Debemos ganar esa batalla antes que 
nuestra lujuria nos lleve a confrontarnos con la tentación. Jesús 
enseñó que sus discípulos deben orar cada día para ser librados de la 
tentación (Mateo 6:13). 
La enseñanza de Jesús sobre arrancarnos el ojo derecho o 
cortarnos la mano derecha no debe ser aplicada literalmente. El 
espíritu de esta enseñanza es que, si lo que estamos mirando nos 
lleva a pecar, debemos dejar de mirar. Solo el Señor sabe cuánto 
pecado se origina en este mundo porque las personas miran imágenes 
pornográficas o películas provocativas que los incitan a la codicia 
sexual y al pecado. 
De la misma forma, Jesús enseña que, si lo que hacemos con 
nuestra mano nos lleva a pecar, debemos dejar de hacerlo. En otro 
lugar, Jesús incluye al pie, y la aplicación es que, si el lugar adonde 
nuestros pies nos conducen, nos hace pecar, no debemos ir allí 
(Mateo 18:8). 
Nuestra esposa 
“También fue dicho: Cualquiera que repudie a su mujer, dele 
carta de divorcio. Pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a no 
ser por causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casa 
con la repudiada, comete adulterio” (Mateo 5:31, 32). 
Toda la enseñanza de Jesús en este monte debe ser 
interpretada y aplicada recordando el contexto en el que fue 
pronunciada. La estrategia de Jesús es entrenar discípulos que sean 
enviados para ser sal y luz y, como tales, hacer impacto sobre las 
personas que están abrumadas por sus problemas allá abajo, al pie del 
monte. Debemos recordar que esa gente representa un mundo de 
personas perdidas. 
Salomón escribió que los hijos son como flechas, y sus 
padres, como el arco desde el cual ellos son lanzados a la vida 
(Salmos 127:3-5). Los valores, el propósito y la dirección de las 
vidas de los hijos dependen del arco que los ha lanzado a la vida. En 
la actualidad, en todo el mundo, el diablo está tratando de cortar la 
cuerda de ese arco. El divorcio y la separación son epidemia en 
muchas culturas. En este párrafo, Jesús enseña que, si queremos ser 
parte de su solución y su respuesta, debemos aplicar sus benditas 
actitudes a la relación con nuestro cónyuge. 
Esto es un ejemplo de un caso en que los escribas y fariseos 
citaban a Moisés, pero Jesús discrepaba con su interpretación de lo 
que Moisés enseñaba. Moisés ordenó, en efecto, que, si un hombre se 
divorciaba de su esposa, le diera una carta o certificado de divorcio 
(ver Deuteronomio 24:1-4). 
Como Jesús señaló a estos mismos líderes en otra ocasión, 
Moisés permitió ese certificado de divorcio como concesión, debido
Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 
27 
a la dureza de sus corazones (Mateo 19:7, 8). Allá por los comienzos 
del período de la historia hebrea comprendido en el Antiguo 
Testamento, los líderes espirituales judíos interpretaron que Moisés 
quería decir que, si un hombre estaba disconforme con su esposa por 
prácticamente cualquier razón, podía divorciarse de ella y, 
simplemente, despedirla. No era necesario que el esposo le dijera a 
su mujer, ni a ninguna otra persona, por qué se divorciaba de ella. 
Podía sugerir que ella le había sido infiel. 
Moisés, por lo tanto, decretó que, si un hombre se divorciaba 
de su esposa, debía darle un certificado de divorcio. Ese certificado 
establecía la causa del divorcio y requería que el esposo previera 
algunos aspectos del cuidado de la mujer de la que se divorciaba. 
Dado que una mujer prácticamente no podía sobrevivir en la cultura 
hebrea si no estaba casada, en realidad, al ordenar que se diera ese 
certificado de divorcio, Moisés estaba tratando de proteger a las 
mujeres. 
Jesús no está enseñando que el divorcio sea aceptable. Dios 
odia el divorcio (Malaquías 2:16). Jesús enseña que, si hay razón 
para divorciarse, su discípulo debe actuar de manera recta aun en 
esto. (Para mayor información sobre este punto, favor de ver los 
fascículos 6, 7 y 13 sobre el matrimonio y la familia, y 1 y 2 
Corintios). 
Nuestra palabra 
“Además habéis oído que fue dicho a los antiguos: No 
perjurarás, sino cumplirás al Señor tus juramentos. Pero yo os digo: 
No juréis en ninguna manera; ni por el cielo, porque es el trono de 
Dios; ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por 
Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey. Ni por tu cabeza jurarás, 
porque no puedes hacer blanco o negro un solo cabello. Pero sea 
vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal 
procede” (Mateo 5:33-37). 
Ahora, retornamos a una enseñanza de los líderes espirituales 
judíos que no figuraba en la Ley de Dios. En su tradición, ellos 
tenían un sistema muy complejo de juramentos vinculantes y 
juramentos no vinculantes (Mateo 23:16). Decían: “Lo juro por el 
templo”, o “Lo juro por el oro del templo”. O: “Lo juro por el altar”, 
o “Lo juro por el sacrificio del altar”. Juraban por el cielo o por la 
tierra, o por Jerusalén. 
Quienes estaban dentro del círculo de los iniciados sabían 
cuándo estos juramentos eran de cumplimiento obligatorio y cuándo 
no. Los incautos, que no comprendían estas complejas distinciones, 
se sorprendían al descubrir que lo que ellos creían que era un acuerdo 
solemne no era, en realidad, nada obligatorio. 
Este sistema era complicado al punto de volverse absurdo y 
ridículo. Además, estaba en conflicto directo con el mandamiento de 
que no debemos dar falso testimonio. No es de extrañarse que Jesús 
haya demolido todas estas tonterías con su osada declaración de que
Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 
28 
cualquier cosa que no fuera “sí” o “no” provenía del diablo. El 
espíritu de esta enseñanza es que sus discípulos deben ser conocidos 
como hombres de la Palabra y hombres de palabra. 
Los malos 
“Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. Pero 
yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te 
hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; y al que quiera 
ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; y a 
cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos. 
Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo 
rehúses” (vv. 38-42). 
Jesús, una vez más, está en desacuerdo con la forma en que 
los escribas y fariseos interpretaban y aplicaban la Ley de Moisés. 
Estos líderes religiosos enseñaban: “ojo por ojo, diente por diente”. 
Podemos encontrar este principio en Éxodo, Levítico y 
Deuteronomio. Pero Jesús declara: “Yo no estoy de acuerdo con el 
espíritu de la Ley con que enseñan este principio”. 
Como había hecho al permitir el certificado de divorcio, 
cuando Moisés ordenó “ojo por ojo y diente por diente”, estaba 
marcando un límite para los duros corazones de las personas 
obstinadas y difíciles. Estaba limitando su pecaminoso deseo de 
venganza. Si alguien les hacía caer un diente de un golpe, su actitud 
era: “¡Ahora le romperé el cuello!”. Si alguien les sacaba un ojo, su 
actitud era: “¡Le cortaré la cabeza!”. 
Eso no es justicia, sino un deseo pecaminoso de venganza. 
Justicia sería un ojo por un ojo, y un diente por un diente. Este es, 
con frecuencia, el espíritu del deseo que motiva las demandas 
judiciales. Jesús, por tanto, habla de cómo debemos aplicar sus 
bienaventuranzas cuando somos demandados y llevados a juicio. 
Cuando escuchamos, en países como Estados Unidos, que hay 
personas que hacen juicios por millones y millones de dólares, es 
obvio que persiguen algo más que justicia; buscan venganza o 
ganancia. Si tomáramos esta enseñanza de Jesús realmente en serio, 
¿cómo repercutiría esto en nuestras vidas, nuestro sistema legal y los 
tribunales de nuestros países? 
Jesús estaba cumpliendo, y aun yendo más allá, del espíritu 
de la Ley de Moisés, cuando enseñó: “Pero yo os digo: No resistáis al 
que es malo”. Después, explica en mayor detalle esta frase y 
obviamente aplica las bienaventuranzas para los pacificadores que 
son perseguidos cuando indica a sus discípulos que den la otra 
mejilla, que entreguen su capa cuando alguien les hace juicio para 
quitarles la túnica, que lleven la carga por una distancia mayor que la 
requerida, que den con generosidad y no nieguen un préstamo 
cuando alguien se lo pide. ¿Qué estaba enseñando Jesús en este 
difícil pasaje? 
Cierta vez le pregunté a un empresario cómo era trabajar en el 
mundo altamente competitivo de los negocios, y me respondió: “¡No 
tomamos prisioneros, y matamos a nuestros propios heridos!”. Hay
Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 
29 
un verso de un poema que dice: “Toda la naturaleza tiene las garras y 
los dientes rojos de sangre”. 
La vida puede ser una pelea de perros, y tan competitiva 
como una carrera de ratas. Pero solo será una pelea de perros o una 
carrera de ratas si nosotros somos perros o ratas. Jesús estaba 
enseñando que, cuando sus discípulos viven las ocho benditas 
actitudes en sus relaciones con la gente de este mundo, les 
demuestran que hay otra manera de hacer las cosas. 
En aquellos días, un conquistador romano podía ordenarle a 
un ciudadano judío que le llevara su carga un par de kilómetros. Los 
judíos tenían que obedecer cuando se les ordenaba hacerlo, pero no 
tenían por qué someterse servilmente. Jesús enseña: “Si te obligan a 
recorrer un kilómetro, ve dos”. En las primeras generaciones de la 
iglesia, algunos de los primeros convertidos fueron soldados romanos 
que vieron cómo devotos creyentes vivían en la práctica las 
bienaventuranzas en su relación con los conquistadores. 
Nuestro enemigo 
“Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a 
tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a 
los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los 
que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre 
que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y 
que hace llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os 
aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los 
publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué 
hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? Sed, pues, 
vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es 
perfecto” (vv. 43-48). 
Creo que estos seis versículos son los más difíciles de 
interpretar y aplicar en las enseñanzas de Jesús. La iglesia nunca se 
ha puesto de acuerdo sobre su significado ni sobre la forma en que 
deben ser aplicados. Ellos enseñan la ética más elevada que haya 
conocido jamás este mundo. 
Por sexta vez en este capítulo, Jesús comienza una enseñanza 
haciendo referencia a lo que enseñaban los líderes religiosos. Esta 
vez, Jesús enseña: “Ustedes oyeron que se dice: ‘Amarás a tu 
prójimo y odiarás a tu enemigo’”. La mitad de esto había sido dicho 
por Moisés, y la otra mitad era un agregado de las tradiciones que 
ellos enseñaban. Moisés ordenó, en efecto, “Amarás a tu prójimo” 
(ver Levítico 19:18), pero no ordenó “Odiarás a tu enemigo”. Es 
cierto que, en los Salmos, encontramos a David, un hombre 
conforme al corazón de Dios, diciéndonos que él odia a los enemigos 
de Dios. Pero en la Palabra de Dios no se nos ordena que odiemos a 
nuestros enemigos. 
Al leer los últimos once versículos de este capítulo, es muy 
importante que recordemos que esta enseñanza del “primer retiro 
cristiano” no fue dada a quienes estaban al pie del monte. Jesús dio 
esta enseñanza a quienes, con su presencia en ese monte, 
manifestaban ser sus discípulos. El hecho mismo de que fueran
Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 
30 
llamados “discípulos” significa que tenían un elevado grado de 
compromiso para con Jesús cuando participaron de ese retiro. 
Esta es la esencia del compromiso total que Jesús pedía de un 
discípulo: “Si quieres seguirme, pero no estás dispuesto a tomar tu 
cruz y morir por mí, no puedes ser mi discípulo. Si no estás dispuesto 
a ponerme a mí primero, antes que todas las personas importantes de 
tu vida: esposo, esposa, padre, madre, hijos, padres, no puedes ser mi 
discípulo. Si no estás dispuesto a dejar de lado todas tus posesiones, 
no puedes ser mi discípulo” (ver Lucas 14:25-33). 
Quienes asistieron a este retiro se habían comprometido de 
esa forma con Jesús. Le habían dicho que estaban dispuestos a tomar 
sus cruces y seguirlo. Probablemente habían visto a las patéticas 
víctimas de la crucifixión romana cargando sus cruces hasta el lugar 
de la ejecución. Conocían el significado de esta tremenda metáfora. 
Cuando Jesús dio la enseñanza que registran estos seis versículos, 
simplemente les estaba diciendo el por qué, el dónde, y el cómo de 
esa cruz que ellos habían prometido llevar para seguirlo. 
Esta enseñanza de Jesús es, también, un desafío para la forma 
en que estos líderes espirituales interpretaban y aplicaban la Ley de 
Moisés. ¿Recuerda usted la pregunta que formuló el intérprete de la 
ley, y que llevó a Jesús a enseñar la Parábola del Buen Samaritano? 
Esa pregunta fue “¿Quién es mi prójimo?” (Lucas 10:29). Era una 
pregunta muy profunda, porque la ética tradicional, que enseñaban 
los escribas y fariseos, era que el prójimo era el judío, pero todos los 
que no eran judíos en este mundo eran enemigos. Por lo tanto, la 
aplicación que surgía era: ama a los que son judíos como tú, pero 
odia a todos los demás. 
No olvide que la motivación para amar a nuestros enemigos 
es: “para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos”. Esta 
es la bendición que Jesús prometió a quienes viven su séptima y 
octava bienaventuranza como pacificadores perseguidos. 
Debe existir, al menos, en nosotros, otro principio de 
compromiso para que podamos tomar en serio esta enseñanza de 
Jesús. Si leemos estos versículos y decimos: “Si hiciera eso, perdería 
todo”, entonces, esta enseñanza no tendrá sentido para nosotros. 
Debemos comprender que la autopreservación no es la ética suprema 
de un discípulo de Jesús. 
El apóstol Pablo comprendía el compromiso del discipulado 
cuando escribió: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no 
vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo 
vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí 
mismo por mí” (Gálatas 2:20). 
¿Qué significa estar crucificado con Cristo? Significa estar 
dispuesto a llevar mi cruz y seguirlo. Cuando Jesús enfrentó su 
propia cruz, dijo: “Si el grano de trigo no cae a la tierra y muere, es 
solo un grano de trigo. Solo cuando muere y es enterrado puede dar 
fruto”. Después, oró: “Padre, mi alma está muy turbada. ¿Qué diré? 
¿’Padre, sálvame de esta hora’? Este es el motivo por el que vine al 
mundo”.
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Así que oró: “Padre, glorifícate a ti mismo”. Y la voz del 
cielo le contestó, básicamente: “Lo he hecho, y lo volveré a hacer”. 
(Ver Juan 12:23-28). En el contexto de su crisis, Jesús ordenó a sus 
discípulos que aceptaran, como Él, el compromiso total que les 
demostró con su ejemplo al enfrentar su cruz (Juan 12:25, 26). 
Un pastor piadoso exhortaba a todo discípulo de Jesús a orar 
esta paráfrasis de aquella oración del Señor: “Padre, glorifícate a ti 
mismo, y envíame la cuenta. Cualquier cosa, Padre. Simplemente, 
glorifícate a ti mismo”. Solo cuando hagamos junto con el Señor esta 
oración que Él hizo a la sombra de su cruz comprenderemos, 
aceptaremos y aplicaremos la pauta ética más elevada que el mundo 
haya conocido jamás. 
Durante las Guerras Santas, Francisco de Asís estaba 
atendiendo a un turco que había sido herido. Un cruzado que pasaba 
por allí le dijo: “Si ese turco se recupera, Francisco, te matará”. 
Francisco respondió: “Pero antes de hacerlo, habrá conocido lo que 
es el amor divino”. 
Observe que Jesús termina su enseñanza diciendo: “Sed, 
pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es 
perfecto” (v. 48). La palabra “perfecto” no implica una perfección sin 
pecado. Significa ‘sean maduros, completos, todo lo que Dios los 
creó para que fueran’. Si la palabra “perfecto” le molesta, omítala al 
principio y al final del versículo. Como resumen de toda su 
enseñanza sobre el espíritu de la Ley, Jesús enseña que debemos ser 
como es nuestro Padre celestial. Enseña que, como hijos de Dios, 
debemos ser como nuestro Padre. Pero ¿cómo es Él? 
El apóstol Pablo indica a los esposos que amen a sus esposas 
como Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella (Efesios 
5:25). Cuando Pablo les dice a estos esposos que amen como Cristo 
amó y ama, y que den como Él dio y da, en realidad, está enseñando 
lo mismo que Jesús enseña aquí: debemos ser... como es Cristo. ¿Es 
esto posible? 
¿Cuál es la enseñanza más dinámica del Nuevo Testamento? 
Para mí, es: “Cristo en vosotros, la esperanza de gloria”. Pablo, 
literalmente, escribió: “He sido levantado por Dios para compartir un 
secreto con la iglesia. Y ese secreto es simplemente este: que Cristo 
en sus corazones es la única esperanza que ustedes tienen” (Ver 
Colosenses 1:27). 
Esta enseñanza ética de Jesús es absolutamente imposible, 
aun ridícula, si no se produce este gran milagro: “Cristo en ustedes, y 
ustedes en Cristo”. Y “juntos con Él”. ¡Pero la más dinámica 
enseñanza del Nuevo Testamento sí es real! Por tanto, podemos 
tomar esta enseñanza muy en serio y atrevernos a responder estas 
preguntas: “¿Qué dijo Jesús?, ¿qué quiso decir?, ¿qué significa esto 
para mí?”. 
El versículo más profundo de este extraordinario pasaje 
bíblico encaja con la estrategia y el objetivo de la misión de Jesús 
para este retiro. Jesús preguntó: “¿Qué hacen ustedes, que sea más 
que lo que hacen los otros?”.
Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 
32 
Como señalé anteriormente, la sal debe ser diferente de la 
carne en la cual se frota para poder preservarla de corrupción. Una 
traducción dice: “Si ustedes aman solo a quienes los aman, ¿qué 
gracia están poniendo en práctica?” (Mateo 5:46). El significado es 
que no se necesita gracia para amar a los que nos aman, pero sí se 
necesita una gracia sobrenatural para amar a quienes son nuestros 
enemigos. 
Este difícil pasaje —en realidad, todo el capítulo— nos 
desafía con la pregunta: “¿Hay algo en nuestra vida que solo pueda 
explicarse por medio del secreto espiritual de que nuestro Señor 
Jesucristo resucitado vive en nuestro corazón?”. 
Capítulo 5 
Disciplinas espirituales y valores verticales 
(Mateo 6:1-34) 
Jesús ya desafió a sus discípulos a mirar hacia adentro y 
considerar las actitudes benditas que deben estar en sus corazones 
(5:3-12). Después, los desafió a mirar a su alrededor y aplicar esas 
bienaventuranzas en sus relaciones (5:13-48). Para cuando terminó 
de enseñarles cómo aplicar esas actitudes en sus relaciones — 
especialmente las relaciones con sus adversarios, los malos y los 
enemigos—, ellos estaban más que preparados para lo que les iba a 
enseñar a continuación. 
El sexto capítulo nos muestra a Jesús indicando a sus 
discípulos que miren en otra dirección. Entonces, Él los desafía a 
encontrar la dinámica que, ahora, están convencidos de que 
necesitan... mirando hacia arriba. Dado que, por definición, un 
discípulo debe ser una persona disciplinada, les indica un régimen 
diario de mirar hacia arriba enseñándoles la vital prioridad de vivir su 
vida según algunas disciplinas y valores espirituales, verticales. 
La disciplina espiritual de dar 
“Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, 
para ser vistos de ellos; de otra manera no tendréis recompensa de 
vuestro Padre que está en los cielos. 
“Cuando, pues, des limosna, no hagas tocar trompeta delante 
de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para 
ser alabados por los hombres; de cierto os digo que ya tienen su 
recompensa. Mas cuando tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que 
hace tu derecha, para que sea tu limosna en secreto; y tu Padre que ve 
en lo secreto te recompensará en público” (6:1-4). 
Ya he comentado que la “justicia” de los escribas y fariseos 
era horizontal, mientras que la justicia que Jesús enseñaba y exigía de 
sus discípulos era vertical. Los primeros cuatro versículos del sexto 
capítulo demuestran elocuentemente esta distinción. Aunque nos 
resulta difícil imaginarlo en la actualidad, los fariseos, realmente,
Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 
33 
llevaban entre sus ropas una pequeña trompeta y, cada vez que daban 
una moneda a un mendigo, hacían sonar la trompeta. Querían que los 
hombres vieran lo que daban y los honraran por ser píos y generosos. 
Jesús tachó esta práctica con su palabra favorita para ellos: 
“¡Hipócritas!”. Como los actores griegos, estos fariseos llevaban 
puesta una máscara y simplemente representaban un papel cuando 
actuaban de esa forma. Obviamente, estaban practicando su justicia 
delante de los hombres, para ser vistos y honrados por ellos, lo que 
llevó a Jesús a dar estas instrucciones para sus discípulos en cuanto al 
acto de dar. La instrucción era que sus discípulos deben dar de forma 
anónima, en secreto, sin que siquiera su mano izquierda sepa lo que 
su mano derecha da. 
Cuando estos hipócritas recibían las alabanzas de los 
hombres, esa era la única recompensa que iban a recibir por lo que 
habían dado. Los discípulos de Jesús deben dar en secreto al Dios 
que ve lo que se da en secreto. Él los recompensará abiertamente por 
lo que dan en privado y con corazón piadoso, lo cual es, 
verdaderamente, la esencia de la fe y la adoración. El capítulo de la 
fe en la Biblia nos dice que quien se acerca a Dios deseando 
agradarlo debe creer que Él existe, y que recompensa a quienes lo 
buscan diligentemente porque creen que Él existe (Hebreos 11:6). 
Antes de juzgar con demasiada dureza a estos fariseos, 
debemos preguntarnos si nosotros, en sentido figurado, no hacemos 
“sonar la trompeta” cuando damos de manera que las personas sepan 
lo que hemos dado. Como pastor, he descubierto que, en general, las 
grandes ofrendas son entregadas personalmente, de tal modo que el 
pastor —y, algunas veces, toda la iglesia— sepa que se ha dado esa 
ofrenda. Me han dicho que es una maravillosa experiencia dar una 
abultada ofrenda anónimamente... ¡y luego ser descubierto! 
Debemos observar que la primera disciplina espiritual que 
Jesús requiere de quienes quieren ser una de sus soluciones y sus 
respuestas —sal de la tierra y luz del mundo— es la disciplina de la 
mayordomía. Jesús enseña, más adelante, que Dios retiene la 
verdadera riqueza, es decir, las bendiciones espirituales, del discípulo 
que no es un fiel administrador (Lucas 16:10, 11). Esto hace que el 
dar sea una de las disciplinas espirituales más importantes en la vida 
de un discípulo. 
La disciplina espiritual de la oración 
Jesús exige el mismo tipo de mentalidad cuando enseña a sus 
discípulos cómo orar: “Y cuando ores, no seas como los hipócritas; 
porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de 
las calles, para ser vistos de los hombres; de cierto os digo que ya 
tienen su recompensa. Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y 
cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que 
ve en lo secreto te recompensará en público. 
“Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, 
que piensan que por su palabrería serán oídos. No os hagáis, pues, 
semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis 
necesidad, antes que vosotros le pidáis. Vosotros, pues, oraréis así:
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  • 1. Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 1 INSTITUTO BÍBLICO DEL AIRE FASCÍCULO INTERNACIONAL NÚMERO 33 EL SERMÓN DEL MONTE VERSÍCULO POR VERSÍCULO (Mateo 5, 6 y 7) Introducción El primer retiro cristiano (Mateo 4:23-5:1) Muchas personas que ni siquiera afirman ser seguidores de Cristo aprueban las enseñanzas de Jesús que podemos encontrar en el Sermón del Monte. Intelectuales, políticos y poetas de todas las épocas han citado porciones de su enseñanza sin haber conocido jamás a Aquel que predicó ese sermón. Quizá no haya pasaje alguno de la Biblia más citado —y menos comprendido— que este discurso de Jesús que vamos a estudiar ahora. El contexto del Sermón del Monte Es importante ver el contexto antes de estudiar el contenido de este gran discurso. Encontramos la descripción que Mateo hace del contexto en que fue predicado este sermón cuando leemos: “Y recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Y se difundió su fama por toda Siria; y le trajeron todos los que tenían dolencias, los afligidos por diversas enfermedades y tormentos, los endemoniados, lunáticos y paralíticos; y los sanó. Y le siguió mucha gente de Galilea, de Decápolis, de Jerusalén, de Judea y del otro lado del Jordán. “Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus discípulos. Y abriendo su boca les enseñaba, diciendo:...” (Mateo 4:23; 5:1, 2).
  • 2. Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 2 Después, leemos el quinto, sexto y séptimo capítulo del Evangelio de Mateo, que registran la profunda enseñanza que Jesús dio en este contexto. ¿Se da cuenta usted del contexto en que fue dada esta gran enseñanza? Yo lo llamo “el primer retiro cristiano”. No fue, en realidad, un sermón como los que conocemos hoy en día, sino una enseñanza dada por Jesús en medio de lo que podríamos llamar un retiro en la cima de una montaña. Cuando Jesús terminó sus tres años de ministerio público, pasó sus últimas horas recluido en un aposento alto con los apóstoles a los que había convocado y formado antes de ser arrestado y de morir en la cruz. En ese contexto, compartió con ellos el discurso suyo más prolongado del que tengamos registro. Yo llamo a ese discurso “el último retiro cristiano” que Jesús tuvo con sus discípulos (Juan 13-16). Ya he citado la descripción que Mateo hace del contexto en que se realizó este primer retiro cristiano. Jesús estaba sanando toda enfermedad imaginable de quienes se habían reunido a las orillas del Mar de Galilea. Según Mateo, estas personas eran “todos los que tenían dolencias, los afligidos por diversas enfermedades y tormentos, los endemoniados, lunáticos y paralíticos” (Mateo 4:24). Leemos que quienes se habían reunido alrededor del Mar de Galilea habían viajado “de Galilea, de Decápolis, de Jerusalén, de Judea y del otro lado del Jordán” (v. 25). Se necesitaban aproximadamente cuatro días para pasar desde el otro lado del Jordán hasta Galilea, donde Jesús estaba sanando a los enfermos. Hoy, en muchas culturas, institucionalizamos estos problemas: los enfermos, los moribundos, los que tienen problemas mentales, los ancianos y los veteranos de nuestras guerras generalmente están fuera de nuestra vista y, muchas veces, también, fuera de nuestra mente. Cuando Jesús organizó su retiro, todos los problemas que he mencionado estaban representados en la multitud que se había reunido alrededor del Mar de Galilea. Si usted obtiene un título o asiste a un seminario sobre cómo ser un ejecutivo exitoso, le dirán que, para serlo, debe aprender a analizar, organizar, delegar, supervisar... ¡y luego agonizar! Jesús decidió no ministrar sanidad a todas esas personas. Invitó a algunos de sus discípulos a reunirse con Él en un nivel superior, cerca de la cima de las colinas que se elevan gradualmente desde el Mar de Galilea (Marcos 3:13). Esto dividió a la multitud en dos grupos: al pie del monte estaban aquellos que eran parte del problema. En un nivel superior de la colina, con Jesús, estaban aquellos que deseaban ser parte de la solución de Jesús para todos los problemas que estaban al pie del monte. Jesús sabía bien que, dado que había aceptado las limitaciones de un cuerpo humano y el breve tiempo que tenía aquí en la tierra, nunca podría resolver todos esos problemas Él solo. Por lo tanto, “analizó”, aunque sabemos que era parte de su plan desde el principio utilizar a frágiles seres humanos como parte de su Plan Maestro. Después, organizó este primer retiro cristiano. Marcos dice
  • 3. Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 3 que Jesús, personalmente, invitó a quienes asistieron a este retiro “para que estuviesen con él, y para enviarlos” (Marcos 3:14, 15). Por la forma en que Jesús organizó este retiro, el desafío que quería presentar era: “¿Eres parte del problema, o parte de la solución?”. La estrategia de Jesús era demostrar a quienes asistieron a ese retiro cómo podían ser parte de la solución a todos esos problemas de la vida que representaban las personas reunidas al pie del monte. Juan hace una fugaz referencia al contexto de este retiro. Escribe que grandes multitudes se acercaron a Jesús para pedir sanidad mientras Él estaba en una colina con sus discípulos (Juan 6:1-3). Juan escribió su Evangelio muchas décadas después que fueron escritos los Evangelios de Mateo y Marcos. Probablemente conocía lo que Mateo había escrito, pero, dado que sus prioridades eran otras, prefirió no explayarse sobre el contexto de este discurso. Es Mateo quien nos da la mayor cantidad de detalles sobre el contexto y el contenido del Sermón del Monte. Un estudioso resume el entorno en que fue dada esta gran enseñanza diciendo que Jesús presenta tres profundas verdades al crear el contexto para este gran sermón. Cuando convoca a discípulos de en medio de esa multitud para que sean parte de su solución, vemos la crisis que implica llegar a ser cristiano. Las ocho bienaventuranzas son el sermón y bosquejan el tipo de carácter que implica ser cristiano. Las cuatro metáforas que siguen a las bienaventuranzas y todo el resto de su enseñanza en los capítulos 5, 6 y 7 representan el desafío de la confrontación del carácter cristiano con una cultura pagana. Con esta breve introducción, mi oración es que, juntos, nos adentremos en la Palabra de Dios, y permitamos que la Palabra de Dios entre en nosotros. Lo invito a estudiar este Sermón del Monte porque estoy seguro de que cambiará su vida, como cambió la de aquellos que lo escucharon aquel día y luego salieron a dar vuelta el mundo. Capítulo 1 El contenido del Sermón del Monte Actitudes para venir (Mateo 5:3-6) Jesucristo predicó este sermón en la cima de un monte de Galilea en el cual desafió a personas que profesaban ser sus discípulos a ubicarse estratégicamente entre el amor de Dios y el dolor de las personas sufrientes de este mundo. Jesús desafió a sus discípulos a colaborar con Él y ser canales de su amor. Y concluyó su sermón con un impresionante llamado al compromiso. Después, designó a doce hombres que habían escuchado este sermón para que fueran sus “apóstoles” o “enviados”. Esos apóstoles vivieron y murieron por Jesús haciendo discípulos para Él por todo el mundo.
  • 4. Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 4 Ahora que hemos considerado el contexto, estamos listos para estudiar el contenido de este gran sermón. Leemos: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación. Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados” (5:3-6). Jesús comienza enseñando a sus discípulos ocho actitudes, llamadas “bienaventuranzas”, porque cada una comienza con la palabra “bienaventurados” (es decir, “benditos”). Jesús está prometiendo bendecir al discípulo que tiene cada una de estas actitudes. Esta palabra, “bienaventurados”, puede significar ‘felices’, ‘espiritualmente prósperos’, o ‘en estado de gracia’. Cada actitud, además, incluye una promesa referida a la forma en que esta bendición llegará a la vida de ese discípulo. Estas ocho actitudes benditas reflejan la mentalidad de un discípulo de Jesús. El contexto en el que Él enseña dichas actitudes expresa que esta forma de ver la vida hará que sus discípulos sean parte de la solución y la respuesta de Cristo para todo el sufrimiento del mundo representado por la multitud reunida al pie del monte. Como discípulos de Jesús, cuando decidimos que deseamos ser parte de la solución y dejar de ser parte del problema, lo primero que debemos hacer es estudiar estas actitudes hasta comprenderlas y, después, comprometernos a vivirlas cada día de nuestra vida. Recuerde que, como aprendimos del contexto de este sermón, las bienaventuranzas son, de hecho, el sermón mismo. El resto de su enseñanza es la aplicación de este sermón, es decir, de las bienaventuranzas. Más adelante en su discurso, Jesús enseñará que las actitudes correctas constituyen la diferencia entre una vida llena de luz (pureza, verdad y felicidad) y una vida llena de oscuridad o infelicidad (Mateo 6:22, 23). Y agrega el comentario de que, cuando nuestra vida está llena de oscuridad porque tenemos actitudes equivocadas, puede llegar a ser sumamente oscura, y seremos sumamente desdichados. Podríamos agregar que, cuando personas como Adolfo Hitler, José Stalin u otros líderes perversos practican el genocidio porque tienen una mentalidad equivocada, pueden producir una gran oscuridad en las vidas de millones de personas. Por eso, Jesús predicó y aplicó en su primer retiro lo que podríamos llamar “un control del cuello para arriba”. Actitudes para venir Las ocho bienaventuranzas se dividen en dos grupos de cuatro actitudes cada uno. A lo largo de toda la Biblia, cuando Dios recluta líderes para su obra, vemos emerger un patrón. Estos líderes tienen lo que podríamos llamar “una experiencia de venir” y “una experiencia de ir”. Tienen una experiencia de venir a Dios muy significativa, antes de tener una salida fructífera en nombre de Dios. Las primeras cuatro bienaventuranzas presentan las actitudes que implica el venir a Dios, y las segundas cuatro bienaventuranzas
  • 5. Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 5 presentan las actitudes que implica el salir para Dios. Algunas cosas, como los talentos, pueden desarrollarse en la soledad, pero el carácter debe desarrollarse en medio de la corriente de la humanidad, mientras nos relacionamos con otras personas. Las primeras cuatro bienaventuranzas se desarrollan en la cima del monte, en lo que Jesús luego llamará nuestro “aposento”, es decir, nuestras experiencias privadas con Dios (Mateo 6:6). Aprendemos y cultivamos las primeras cuatro bienaventuranzas en nuestra relación privada con Dios, pero el segundo conjunto de bienaventuranzas deben ser aprendidas y desarrolladas mientras nos relacionamos con las personas. Los pobres en espíritu La primera bienaventuranza es: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5:3). Esta primera actitud bendita está relacionada con la pregunta que los líderes religiosos le hicieron a Juan el Bautista: “¿Qué dices de ti mismo?” (Juan 1:22). Si no tenemos la actitud correcta hacia nosotros mismos, nunca seremos una de las soluciones del Señor. La promesa que describe la bendición que esta actitud trae a la vida de un discípulo significa, simplemente, que hemos hecho de Jesucristo nuestro Salvador, Señor y Rey personal. Ser parte del reino de los cielos es otra manera de decir que somos súbditos del Rey de reyes y Señor de señores, Aquel que es la Solución. Esta es la primera actitud que debemos tener para ser parte de la solución para la necesidad humana que Cristo desea llevar, a través de sus discípulos, a las personas que sufren en este mundo. Los estudiosos nos dicen que las palabras “pobres en espíritu” pueden traducirse, también, como ‘quebrantados en espíritu’. Lo cual significa que esta actitud es de quebrantamiento, algo que vemos en las vidas de quienes Dios llama y prepara para un ministerio especial. A medida que lee la Biblia, observe cómo Dios enseña esta primera bienaventuranza a quienes llama para hacer grandes obras para gloria de Él. Por ejemplo, Jacob experimentó el quebrantamiento cuando luchó toda la noche con un ángel (Génesis 32:24-32). Personas como Jacob, Moisés y el apóstol Pedro tuvieron que aprender tres lecciones mientras Dios los hacía pobres en espíritu: Aprendieron que no eran nadie; aprendieron que eran alguien, y aprendieron lo que Dios puede hacer con alguien que ha aprendido que no es nadie. Una conocida paráfrasis de esta primera bienaventuranza que Jesús enseñó dice: “Eres bendecido cuando estás al final de tus fuerzas. Si hay menos de ti, hay más de Dios y de su gobierno” (5:3). En resumen, el estado de gracia al que Jesús llama “ser pobre en espíritu” es la humildad. La humildad es un concepto difícil de comprender. Si usted piensa que es humilde, probablemente no lo sea. Una iglesia le dio a su pastor una medalla en reconocimiento de su humildad... ¡pero después tuvo que quitársela, porque la exhibía todos los domingos! Demostramos que comprendemos lo que es ser humildes cuando oramos de esta forma: “Dios, yo no soy la solución.
  • 6. Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 6 Ni siquiera puedo resolver mis propios problemas, y mucho menos, los de otras personas. Pero sé que tú puedes. Tú eres la solución para ellos. Si tú estás en mí, y yo estoy en relación contigo, entonces, tengo el potencial de ser un vehículo y un canal de tu solución y tu respuesta a medida que me relaciono con otras personas y sus problemas”. Los que lloran La segunda actitud bendita es: “Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación” (5:4). Jesús nos da una lección sobre valores. ¿Nos consideramos bendecidos cuando sufrimos? Pero Jesús promete, claramente, una bendición y un consuelo especial para los momentos en que sufrimos. ¡De hecho, declara un valor: que cuando sufrimos, somos bienaventurados! Salomón, el hombre más sabio que haya vivido jamás, concuerda con Jesús cuando escribe: “Mejor es ir a la casa del luto que a la casa del banquete; porque aquello es el fin de todos los hombres, y el que vive lo pondrá en su corazón. Mejor es el pesar que la risa; porque con la tristeza del rostro se enmendará el corazón. El corazón de los sabios está en la casa del luto; mas el corazón de los insensatos, en la casa en que hay alegría. […]. En el día del bien goza del bien; y en el día de la adversidad considera. Dios hizo tanto lo uno como lo otro” (Eclesiastés 7:2-4, 14). En otras palabras: “Bienaventurados los que lloran”. Salomón escribe que es una experiencia solemne para nosotros ir a un funeral y ver el cuerpo de alguien que amamos o conocemos y que ha dejado esta vida. Nos conmueve profundamente, porque sabemos, sin duda alguna, que en algún momento, será nuestro cuerpo el que vaya a ser sepultado. Salomón declara que nuestro sistema de valores está más de acuerdo con los valores eternos que Dios desea enseñarnos cuando estamos en un funeral. Así que es mejor ir a un funeral que a una fiesta. Los creyentes, a veces, tienen el concepto equivocado de que, si demuestran señales de dolor por la pérdida de un ser querido, su fe es débil. Jesús asistió al funeral de alguien que amaba, y lloró tanto que los que lo veían dijeron: “Mirad cómo le amaba” (Juan 11:36). Una interpretación y aplicación preliminar de esta segunda bienaventuranza es que nunca debemos reprimir nuestro dolor. Pablo escribió que, cuando perdemos a seres amados que son creyentes, no debemos sufrir como los incrédulos que no tienen esperanzas de volver a ver a su ser amado (1 Tesalonicenses 4:13). Cuando David perdió a su hijo, expresó la esperanza y el dolor del duelo piadoso cuando dijo: “Yo voy a él, mas él no volverá a mí” (2 Samuel 12:23). Nuestra esperanza es que veremos en el cielo a ese ser amado que también llegó a conocer a Jesucristo como su Señor y Salvador. Pero el dolor genuino que sufrimos está basado en la realidad innegable de que pasaremos el resto de nuestra vida sin esa persona amada. Si queremos descubrir la bendición y el consuelo que Jesús nos prometió en nuestro duelo, debemos permitir que Dios utilice
  • 7. Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 7 nuestro dolor para conmovernos de tres maneras: Primero, debemos permitir que nuestro dolor nos lleve al punto en que hagamos las preguntas correctas, tal vez, por primera vez en nuestra vida. Muchas personas andan por la vida sin hacer jamás las preguntas correctas. Pero hay preguntas que Dios desea que hagamos cuando estamos de duelo. Job es un buen ejemplo de esto. Perdió a diez hijos, todas sus posesiones y, finalmente, su salud. A lo largo de su experiencia de sufrir grandes pérdidas, Job permitió que ese dolor lo llevara al punto en que hizo las preguntas correctas. Formuló grandes preguntas, como por ejemplo: Un hombre muere. Su espíritu lo abandona. Expira... ¿y adónde va después? Si un hombre muere, ¿puede volver a vivir? (Job 14:10-14). Estos son ejemplos de las preguntas correctas que Dios quiere que hagamos. La segunda forma en que Dios desea conmovernos cuando estamos de duelo es que ese sufrimiento nos lleve al punto en que escuchemos sus respuestas para las preguntas correctas. Job recibió una gran respuesta a su pregunta en medio de lo peor de su sufrimiento, cuando recibió una revelación del Mesías. Entonces exclamó: “Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo” (Job 19:25). Quizá, Dios no nos dé a nosotros una revelación sobrenatural, como le dio a Job, pero la Biblia está llena de respuestas suyas a esas preguntas correctas. Mi salmo favorito es el Salmo del Pastor, de David (el Salmo 23), donde encuentro muchas respuestas. Jesús nos dio una gran respuesta cuando asistió a aquel funeral en el que lloró tanto. Junto al sepulcro, desafió a una persona amada que también estaba sufriendo el duelo, con estas palabras: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?” (Juan 11:25, 26). La pregunta de Jesús al final de ese desafío junto al sepulcro nos indica la tercera forma en que Dios desea llevarnos hacia la bendición prometida por Jesús cuando estamos sufriendo: Si queremos descubrir la bendición y el consuelo que Jesús prometió a quienes lloran, debemos permitir que nuestro dolor nos lleve al punto en que creamos las respuestas de Dios para las preguntas correctas, y confiemos en ellas. Cuando creemos en las respuestas que Dios da a las preguntas correctas, descubrimos que la bendición y el consuelo que Jesús prometió a los que lloran es lo que la Biblia llama “salvación”. Esta palabra, simplemente, significa ‘ser librado’. Podemos experimentar la liberación inicial de la salvación o la liberación que necesitamos de la angustia y la depresión. Podemos vivir las experiencias más importantes de nuestra vida cuando nuestro dolor nos lleva a preguntar, escuchar y creer. El contexto de esta enseñanza revela otra interpretación y aplicación de la segunda bienaventuranza. La estrategia de Jesús, en este retiro, es: “Miren hacia abajo. ¿Ven toda esa gente? Esas personas están sufriendo. ¿Verdaderamente creen que pueden bajar y
  • 8. Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 8 ser parte de su solución, parte de la respuesta para sus trágicos problemas, sin sufrir ustedes mismos en algún momento?”. La palabra “compasión” significa ‘sentir con’. ¿Cómo podremos “sentir con” las personas que sufren si no sufrimos jamás? Alguien ha dicho que “un evangelista es un mendigo que le dice a otro mendigo dónde puede encontrar pan”. Un sanador herido, que ha sufrido y ha sido consolado por Dios, es “un corazón sufriente que le dice a otro corazón sufriente Quién es el Consolador, y dónde está”. Muchas personas pueden testificar que creían en Dios y sabían acerca de Él, pero no lo conocieron hasta que experimentaron un grado tal de sufrimiento en el que solo Dios podía consolarlas. Cuando se vieron forzadas a descubrir al Consolador, establecieron una relación con Dios. Una conocida paráfrasis expresa elocuentemente esta segunda bienaventuranza: “Eres bendito cuando sientes que has perdido lo que era más valioso para ti. Solo entonces podrá abrazarte Aquel que es el más valioso para ti” (Mateo 5:4, * The Message). Descubrimos otra faceta de esta segunda bienaventuranza cuando la relacionamos con la primera. Muchas veces, lloramos mientras aprendemos que somos pobres en espíritu. El temor al fracaso acosa y moviliza a muchas personas, porque es muy doloroso fallar. Cuando fracasamos, lloramos. Pero el fracaso personal es la herramienta preferida de Dios para convencernos de que no podemos hacer nada sin Él. Moisés y Pedro sufrieron dolorosos fracasos mientras aprendían que eran pobres en espíritu, antes que Dios pudiera usarlos con poder. Los mansos La próxima actitud bendita que Jesús pone delante de nosotros tiene que ver con lo que deseamos: “Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad”. ¿Qué es la mansedumbre? La mansedumbre, quizá, es la peor comprendida y aplicada de estas ocho hermosas actitudes. La mansedumbre no es debilidad. Escuchamos a Jesús decir: “Yo soy manso” (Mateo 11:29). Cuando llegamos a conocer al Jesucristo que nos presenta la Biblia, nos damos cuenta de que no era manso en el sentido de ser un hombre débil y flojo. El Antiguo Testamento dice que Moisés fue el hombre más manso que jamás haya vivido (Números 12:3). Al leer el Antiguo Testamento, cuando llegamos a conocer a Moisés, ¿da la impresión de ser un hombre débil? Ni Jesús ni Moisés eran débiles por ser mansos. Podemos comprender mejor el significado de la palabra bíblica “manso” si pensamos en un caballo brioso que no ha sido domado. Es un animal muy fuerte, de voluntad firme. Las personas que son expertas en el manejo de estos animales deslizan suavemente la brida sobre la cabeza del caballo y colocan el bocado con mucho cuidado en su boca. Después, ajustan la montura sobre su lomo. Cuando finalmente llegan al punto en que el caballo toma el bocado * Traducción libre de la paráfrasis de la Biblia en inglés The Message
  • 9. Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 9 y acepta ser controlado por él, por la brida y la persona que está sentada sobre la montura —cuando se quebranta la voluntad del caballo, se lo domestica—, ese caballo sigue siendo poderoso, pero ahora es manso. La siguiente sería una paráfrasis de lo que el Señor le preguntó a Saulo de Tarso cuando este se encontró con el Cristo resucitado en el camino a Damasco: “¿Por qué me persigues? ¿Por qué tiras del bocado? ¡Es tan duro para ti!” (Hechos 9:4, 5). Pero al hacer la pregunta: “Señor, ¿qué quieres que haga?”, Saulo de Tarso aceptó el control del bocado, que, junto con otras cosas, era la voluntad del Cristo resucitado para su vida. Entonces, Saulo se volvió manso. Eso es, precisamente, lo que es la mansedumbre. Jesús declaró: “Yo soy manso” mientras hacía una de sus más importantes invitaciones: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mateo 11:28-30). Las palabras utilizadas en el original indican que estas palabras fueron dirigidas a personas que estaban trabajando al punto de caer exhaustas para poder soportar sus agotadoras cargas. En su invitación, Jesús llama a las personas que tienen cargas pesadas a acercarse para aprender acerca de su carga, su corazón y su yugo. Quiere que sepan que el yugo de Él es ligero. (Esto es sorprendente, ya que literalmente, Jesús tenía todo el peso del mundo sobre sus hombros). Quiere que sepan que su corazón es humilde y manso; quiere enseñarles que es su yugo el que hace que su carga sea ligera y su vida, fácil. Un yugo no es una carga. Un yugo es un instrumento que hace posible que un animal, como un buey, mueva una carga pesada. Muchos hemos visto carros arrastrados por bueyes, con grandes cargas apiladas. Es el yugo que lleva el buey el que hace posible que ese animal tan fuerte pueda ser controlado de modo tal que, fácilmente, pueda mover esa enorme carga. Esta sencilla y profunda metáfora define la mansedumbre. La tercera bienaventuranza, de la mansedumbre, es la fuerza bajo control. Básicamente, Jesús enseña: “Yo tomo el yugo de la voluntad de mi Padre sobre mí cada día”. Recuerde que Él dijo: “Yo hago siempre lo que le agrada [al Padre]” (Juan 8:29). Ese era el yugo que llevaba Jesús. Se sometía al yugo del Padre y estaba controlado por el Padre en un ciento por ciento, absolutamente todo el tiempo. Esa es la bienaventuranza de la mansedumbre que Jesús enseña a sus discípulos. Un yugo que encajaba bien, y que estaba bien alisado por un buen carpintero, le hacía la vida más fácil al animal; hacía que la carga pareciera ligera. Un carpintero como Jesús seguramente hacía yugos que encajaban muy bien, lisos por dentro, para no irritar al animal. Jesús enseña la bienaventuranza de la mansedumbre porque
  • 10. Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 10 sabe que el yugo que Él lleva cada día hará ligeras las cargas y fácil la vida de quienes se debaten porque no tienen yugo. Cuando enseña la tercera bienaventuranza, Jesús dice, básicamente: “Hay una forma correcta de vivir la vida. Si tú vives la vida como yo lo hago, descubrirás que no estarás cargado, cansado y trabajando hasta caer exhausto para solucionar tus problemas”. En realidad, estaba diciendo: “Toma la vida como yo la tomo. Si aceptas mi yugo de mansedumbre, descubrirás que puede aligerar tu carga y facilitarte la vida, por grandes que sean los desafíos que debes enfrentar”. En resumen, esencialmente, les está diciendo a los que están reunidos en la cima de la colina: “Esas personas que están allá abajo sufren porque no saben cómo llevar la carga de la vida. No pueden mover sus cargas porque no tienen Yugo. Pero, si ustedes confiesan mis valores, si viven mi vida con mis actitudes, si se entrenan con las disciplinas espirituales que yo les mostraré a medida que me sigan, aprenderán algo acerca de mi carga, mi corazón y mi yugo, que les dará descanso para sus almas”. La mansedumbre es la disciplina de nuestro “querer”, de nuestra voluntad. La palabra “disciplina” y la palabra “discípulo” tienen la misma raíz. La promesa de Jesús que acompaña esta actitud bendita es que el discípulo manso heredará la tierra. Esto, simplemente, significa dos cosas: (1) Es de esperar que un discípulo de Jesús sea una persona disciplinada, y (2) el discípulo disciplinado gana todo cuando tiene el yugo de Jesús y de su Padre sobre su vida todo el día, todos los días. Los que tienen hambre y sed de justicia La cuarta actitud bendita es: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados” (Mateo 5:6). Cuando somos mansos, es decir, cuando podemos decir que Jesús es nuestro Señor y estamos sometiendo nuestra vida a su control, Jesús nos enseña que, ahora, debemos tener hambre y sed de justicia. Ahora podemos ver que existe un patrón: las bienaventuranzas vienen en pares, en duplas. Lloramos mientras aprendemos a ser pobres en espíritu y, cuando nos volvemos mansos, tenemos hambre y sed de justicia. Justicia es, simplemente, hacer lo correcto. Tener hambre y sed de justicia es tener hambre y sed de saber lo que es correcto; especialmente, lo que es correcto para cada uno de nosotros. Apenas Pablo se volvió manso, en el camino a Damasco, quiso saber lo que era bueno para él. Cuando llamó a Jesús “Señor” y le preguntó qué era lo que su Señor deseaba que él hiciera, no solo estaba ilustrando lo que es la mansedumbre, sino también, lo que es tener hambre y sed de justicia. La explicación de la justa indignación, o la ira de Jesús sobre la que leemos en los Evangelios, es que lo que los líderes religiosos estaban haciendo con el templo era contrario a lo correcto. Observe la pasión de Jesús para hacer la voluntad de su Padre. Después, fíjese
  • 11. Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 11 que la pasión por hacer lo correcto implica la pasión por confrontar y corregir aquello que, claramente, es incorrecto. En este Sermón del Monte, observe el énfasis de Jesús en la vital importancia de la justicia. La última bienaventuranza es: “Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5:10). Dos de las ocho bienaventuranzas tratan sobre la justicia. Más adelante, en este capítulo, Jesús enseña: “Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos” (5:20). Además, al comienzo del sexto capítulo, Jesús enseña: “Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de ellos” (6:1). En la segunda mitad del capítulo sexto, Jesús enseña valores, y llega a la conclusión de su enseñanza sobre los valores cuando enseña el principal valor: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia” (6:33). La promesa que acompaña esta bienaventuranza es que el discípulo será lleno de esa justicia de la que tiene hambre y sed. Las palabras utilizadas en el griego original sugieren que estará tan lleno de justicia que se ahogará. Esto también significa que será completamente lleno del Espíritu Santo de Dios, quien es Justicia, y que será lleno de hambre y sed por saber que es lo que Él desea que haga. No pase por alto el hecho de que esta bienaventuranza no dice: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de felicidad, porque serán hechos muy felices”. Tampoco dice: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de satisfacción”. Tampoco: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de prosperidad, porque serán muy prósperos”. La bienaventuranza dice: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia”. Y la promesa es que serán llenos por completo de justicia y de la pasión de hacer lo correcto. Los grandes héroes que han enfrentado injusticias, como quienes lograron la abolición de la esclavitud, eran devotos discípulos de Jesucristo. Junto con el hambre y la sed de hacer lo correcto, también tenían la pasión de atacar lo que no era correcto. Ha habido ganadores del Premio Nobel, como Martin Luther King y Nelson Mandela, que demostraron su hambre y sed de justicia clamando pacíficamente contra la injusticia del racismo. Si rastreamos la palabra “justicia” en toda la Biblia, veremos que Jesús estaba siendo coherente con las Escrituras al hacer énfasis en el concepto de que el discípulo que está lleno de justicia confronta la injusticia. Uno de mis versículos preferidos sobre la justicia es: “Ofreced sacrificios de justicia, y confiad en Jehová” (Salmos 4:5). El salmista no puede dormir, porque es un hombre espiritual que está haciendo lo conveniente en lugar de hacer lo correcto. Y resuelve hacer cualquier sacrificio que sea necesario para hacer lo correcto. Solo entonces puede experimentar paz, dormir y descansar. Su motivación para tomar tal decisión es que sabe que está rodeado de
  • 12. Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 12 personas que buscan algo bueno. Están buscando a alguien que haga lo que es correcto, en lugar de lo más conveniente. Cuando Jesús hace énfasis en esta integridad y justicia personal que debe caracterizar a sus discípulos, está declarando que la única razón por la que las personas que están al pie del monte son miserables y desdichadas es porque están haciendo lo que casi todos hacen. Están haciendo lo conveniente, en lugar de lo correcto. Otro versículo que debo citar, entre los muchos que hablan de la justicia, declara que el pueblo de Dios será llamado “árboles de justicia, plantío de Jehová, para gloria suya” (Isaías 61:3). El plan de Dios —y, por lo tanto, la estrategia de Jesús en este retiro— es reclutar discípulos que sean canales de justicia cuando regresen a esa multitud que ha quedado al pie del monte, y que representa a los perdidos de este mundo. Su designio es que sus discípulos sean plantados en este mundo como árboles de justicia, para la gloria de Dios. Capítulo 2 Actitudes para ir (Mateo 5:7-12) “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. “Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros” (Mateo 5:7-12). Subir a la montaña Uno de mis eruditos preferidos escribe que las bienaventuranzas son como subir a una montaña: las primeras dos — ser pobres en espíritu y llorar— nos llevan hasta la mitad del camino. La mansedumbre nos lleva a las tres cuartas partes del camino, mientras que tener hambre y sed, y ser saciados, nos lleva a la cima. En otras palabras, subimos a la montaña mientras aprendemos estas actitudes “para venir”. Cuando un discípulo aprende las actitudes que llevan hasta la cima del monte, ¿en qué clase de persona se transformará antes de comenzar a descender por el otro lado de la montaña y aprender las actitudes para ir que Cristo quiere enseñarle? ¿Será como los fariseos, porque está lleno de justicia? ¿Mirará con desprecio a la gente, y citará capítulos y versículos que condenan el
  • 13. Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 13 comportamiento de sus conocidos? Las actitudes para ir nos dan la respuesta a estas preguntas. Los misericordiosos La quinta actitud bendita es “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia” (v. 7). La palabra “misericordia” significa ‘amor incondicional’. Cuando David escribe que la misericordia de Dios lo seguirá todos los días de su vida, la palabra “seguir” significa, en realidad, ‘perseguir’. David está convencido de que el amor incondicional de Dios lo perseguirá todos los días de su vida (Salmos 23:6). Después de todos los horrores de la conquista de los judíos por parte de Babilonia, Jeremías escribió sus Lamentaciones. Mientras escribía, tuvo una revelación. Dios, básicamente, le hizo saber que nunca iba a dejar de amar a su pueblo. Entonces, Jeremías escribió que las misericordias, la compasión de Dios, se renuevan cada mañana (Lamentaciones 3:22, 23). Los primeros versículos de la profecía de Malaquías dicen: “Profecía de la palabra de Jehová contra Israel, por medio de Malaquías. Yo os he amado, dice Jehová”. Todo el mensaje del profeta Oseas es sobre el amor incondicional de Dios. Dios siempre ha amado, y es amor incondicional (1 Juan 4:16). La misericordia de Dios retiene de nosotros lo que merecemos por causa de nuestros pecados, y la gracia de Dios nos da en abundancia toda clase de bendiciones que no merecemos. Una buena paráfrasis de esta bienaventuranza sería: “Bienaventurados los que están llenos hasta rebosar del amor incondicional de Dios”. Es maravilloso darnos cuenta de que esta palabra, “misericordia”, se encuentra 366 veces en la Biblia, porque Dios sabía que la necesitaríamos todos los días (incluyendo el día extra de los años bisiestos). Doscientas ochenta de estas menciones a la misericordia de Dios se encuentran en el Antiguo Testamento. Dios siempre ha sido un Dios de amor incondicional. La promesa de Jesús para los misericordiosos es que “alcanzarán misericordia”, lo que no solo significa que recibirán misericordia de Dios y de aquellos a quienes muestren misericordia, sino que serán canales del amor incondicional de Dios para las personas que necesitan ser amadas incondicionalmente. Para poder bajar de la cima de la montaña y ser parte de la solución de Cristo para quienes sufren, debemos estar llenos del amor incondicional de Dios. Los discípulos que son soluciones y respuestas de Jesús no son fariseos que se consideran a sí mismos justos, sino canales del amor incondicional de Dios y de Cristo. Según Jesús, ser llenos de justicia es ser llenos del amor de Dios. Los de limpio corazón Cuando amamos, con frecuencia tenemos motivaciones egoístas. Por eso es que la siguiente bienaventuranza es: “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios” (v. 8). El seguidor de Cristo no ama porque desee llenar una
  • 14. Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 14 necesidad personal. Ama porque está lleno del amor del Cristo vivo y resucitado, y sus motivos son puros. La palabra “limpio”, en esta bienaventuranza, es un término griego del cual deriva la palabra “sonda”. La misma palabra se traduce como “purificad” en Santiago 4:8. Básicamente, lo que esta bienaventuranza dice es que, cuando un discípulo ama con el amor incondicional de Dios, toda motivación egoísta será “drenada”, como por medio de una sonda, de su corazón. Por aplicación personal, debemos orar cada día para que, si existe algo que no sea el amor de Cristo en nuestro corazón, el Espíritu Santo lo haga drenar hacia fuera. Cuando hacemos algo bueno por una persona, inmediatamente ella se pregunta cuál será nuestra verdadera motivación. Pero el discípulo misericordioso de Jesús puede decir a quienes ama: “No quiero nada de ti, excepto el privilegio de amarte con el amor de Cristo”. La promesa de Jesús para los de limpio corazón es que ellos verán a Dios. Los canales del amor de Cristo que tienen motivos puros verán a Dios al dar todo el amor que Cristo es, y que se aplica a todo el dolor de las personas que sufren en este mundo. A medida que el amor de Dios fluye a través de ellos, ellos viven en Dios, y Dios en ellos, según el apóstol del amor (1 Juan 4:16). Los pacificadores La séptima bienaventuranza es: “Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios”. La esencia de esta actitud es que el discípulo que es una solución y una respuesta de Jesús es un ministro de reconciliación. Uno de los orígenes de los terribles problemas que se encuentran al pie de la montaña es la separación. Las personas están separadas de Dios, de los demás, y aun de sí mismas. Jesús desafía a sus discípulos a aprender y adquirir las dinámicas actitudes que les darán la experiencia de la reconciliación en estas tres direcciones y, después, convertirse en ministros de reconciliación al regresar a la multitud. Pablo escribe que a todo creyente que ha experimentado el milagro de la reconciliación con Dios por medio de Cristo se le ha encomendado el mensaje y el ministerio de la reconciliación (2 Corintios 5:14-6:2). Basándose en este pasaje, un teólogo ha escrito: “Es voluntad del Reconciliador que los reconciliados sean agentes de reconciliación en las vidas de quienes no han sido reconciliados”. Esa es la esencia de la estrategia de Jesús al enseñar la séptima bienaventuranza. Durante la Guerra Fría, un cirujano de uno de los terribles campos de concentración de esclavos en Siberia se hizo creyente. Después de confiar en Jesús como su Salvador y Señor, este cirujano judío llamado Boris Kornfeld decidió convertirse en ministro de reconciliación en ese terrible lugar. Kornfeld operó a un paciente a quien le predicó a Cristo después de la operación. Debido a este acto de valentía, esa misma noche, fue asesinado mientras dormía. Su paciente se recuperó y, finalmente, llegó a contar a todo el mundo los
  • 15. Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 15 horrores de los campos de esclavos. Este hombre se llamaba Alexander Solzhenitsyn. Aquel cirujano, que era un devoto discípulo, no tenía forma de saber que su paciente llegaría a ser famoso y escribiría muchos libros maravillosos. Simplemente estaba haciendo lo que Jesús enseñó en la séptima bienaventuranza. La promesa de Jesús para estos ministros de la reconciliación es que ellos serán llamados hijos de Dios. Dios tuvo un solo Hijo, y Él fue un misionero. No es de extrañarse, entonces, que Dios considere hijos suyos a sus enviados. Naturalmente, esto es genérico y se aplica tanto a las mujeres como a los hombres que son considerados hijos de Dios. Los perseguidos “Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos”. He dicho que estas bienaventuranzas vienen en pares, y así es. La séptima está relacionada con la octava. Boris Kornfeld dio su vida para convertirse en agente de reconciliación para Alexander Solzynitzen. Eso mismo han sufrido otros ministros de la reconciliación a lo largo de toda la historia de la iglesia. Es por esto que la séptima bienaventuranza significa, básicamente: “Bienaventurados los agentes de reconciliación”, y la octava: “Bienaventurados los que son perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos”. Quienes son perseguidos porque son ministros de reconciliación son quienes reconocen verdaderamente el reinado del Rey sobre sus corazones, aunque les cueste la vida. Observe que no se limita a decir “Bienaventurados los que son perseguidos” por cualquier razón (especialmente, por las cosas que ellos mismos se han buscado). Es: “Bienaventurados los que son perseguidos por causa de la justicia”. Porque compartieron el evangelio, porque se identificaron con Jesucristo, serán perseguidos. Podemos ver claramente por qué estas dos últimas bienaventuranzas van de la mano. Los ministros de la reconciliación son perseguidos porque están ubicados estratégicamente en el centro del conflicto y la separación. Van donde las personas apartadas están luchando entre sí. Piense en los lugares del mundo que están “al rojo vivo”, como el Oriente Medio, o cualquier otro lugar donde haya graves conflictos. Los ministros de la reconciliación van allí, y es un lugar tremendamente peligroso. Jesús enseña estas ocho hermosas actitudes y después, a partir del versículo 11, comienza a aplicarlas. Observe los pronombres en las ocho bienaventuranzas: “Bienaventurados los que...”. Son generales e impersonales. Pero a partir del versículo 11, Jesús dice: “Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros”. Ahora, Jesús se vuelve hacia los que están sentados a su alrededor, y su mensaje se torna personal. La aplicación de estas
  • 16. Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 16 ocho bienaventuranzas comienza aquí, y la enseñanza de ellas será, ahora, aplicada durante el resto de su discurso. Uno pensaría que, si hubiera personas que tuvieran estas hermosas actitudes, nuestro mundo las aplaudiría. Pero estas últimas bienaventuranzas nos dicen que, a causa de todas estas benditas actitudes, el discípulo de Jesucristo es perseguido. ¿Por qué? La respuesta es que el discípulo que tiene estas actitudes confronta a las personas con el modelo de lo que ellas deberían ser. Cuando las personas de este mundo se ven confrontadas por la vida de un discípulo que tiene estas actitudes, les quedan dos opciones: pueden reconocer que este es el modelo de cómo deberían vivir, y desear esas benditas actitudes que las harán como ese discípulo, o pueden atacar al discípulo que es ejemplo de la mentalidad y los valores de Jesucristo. Durante más de dos mil años, este mundo sin Dios ha elegido la segunda opción. Resumen sobre las ocho bienaventuranzas Estas ocho benditas actitudes son el sermón, y el resto de la enseñanza es la aplicación que Jesús hace de ese sermón. El contexto de este sermón presenta la versión que Mateo da de la crisis que implica ser cristiano. Según Mateo, ser cristiano no es cuestión de lo que Jesús vaya a hacer por nosotros. El énfasis está en lo que nosotros vamos a hacer por Él. ¿Somos parte del problema o parte de la solución de Jesús? ¿Somos una de sus respuestas, o simplemente un signo de pregunta más? Las actitudes benditas representan el carácter que implica ser cristiano. Las cuatro metáforas que siguen a las bienaventuranzas: sal, luz, ciudad, lámpara, presentan el desafío que se produce cuando el carácter cristiano hace impacto en la cultura secular. Es como si hubiera una línea divisoria imaginaria entre la cuarta y la quinta bienaventuranzas. Estas ocho bienaventuranzas se dividen en dos grupos de cuatro actitudes. Las primeras cuatro son las actitudes que implica venir a Cristo, y las otras cuatro son las que implica el ir para Cristo. Las cuatro primeras se desarrollan en la cima del monte, en nuestra relación individual con Dios y con Cristo, pero las segundas cuatro deben ser aprendidas y desarrolladas en nuestras relaciones con las personas. Las bienaventuranzas también se dividen en cuatro pares: los pobres en espíritu que lloran; los mansos que tienen hambre y sed de justicia; los misericordiosos que tienen corazón limpio; y los pacificadores que son perseguidos. Cada par de bienaventuranzas presenta un secreto espiritual que el discípulo de Jesús debe aprender para poder ser parte de su solución, una de sus respuestas. Las dos primeras —ser pobre en espíritu y llorar— presentan este concepto: “No es asunto de qué puedo hacer yo, sino de lo que Él puede hacer”. El segundo par —mansedumbre, y hambre y sed de justicia— presenta este secreto espiritual: “No es asunto de lo que yo deseo, sino de lo que Él desea”. El tercer par —los misericordiosos de corazón limpio— representa este secreto espiritual: “No es asunto de
  • 17. Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 17 quién o qué soy yo, sino de Quién y Qué es Él”. El cuarto par —los pacificadores que son perseguidos— se refiere al secreto espiritual, que debemos confesar cuando Cristo nos usa, de que “No se trata de lo que yo haya hecho, sino de lo que Él hizo”. El apóstol Pablo escribe a los corintios que, cuando él desarrolló su dinámico ministerio en la ciudad de ellos, nada provenía de él, y todo de Dios (2 Corintios 3:5). Debemos definir la palabra “bienaventurados”. En algunas traducciones se la presenta como ‘felices’. Esto refleja el gozo, que es fruto del Espíritu (Gálatas 5:22, 23). Este bendito gozo puede explicarse como una felicidad que no tiene sentido, porque viene de la presencia del Espíritu Santo en nuestra vida y no depende de las circunstancias. ‘Espiritualmente prósperos’ es otra forma en que se ha traducido esta palabra, “bienaventurados”. Ser espiritualmente próspero no significa gozar de riqueza económica. Si la prosperidad económica es la definición de lo que significa ser bienaventurado, entonces, ninguno de los apóstoles fue bienaventurado. Por vivir de acuerdo con estas bienaventuranzas de Jesús, ellos no fueron ricos y murieron de formas horribles. Capítulo 3 Una tortuga sobre la cerca (Mateo 5:13-16) Después de perfilar el carácter de un discípulo semejante a Él, Jesús nos da cuatro profundas metáforas que nos muestran lo que sucede cuando el carácter que perfilan estas bienaventuranzas hace impacto en la cultura pagana: “Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres. Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:13-16). La sal de la tierra Con estas cuatro metáforas, Jesús inicia la sección de aplicación de este gran sermón. La primera metáfora es que un discípulo que tiene estas actitudes es la sal de la tierra. En el idioma original dice, literalmente: “Ustedes, y solo ustedes, son la sal de la tierra”. Una interpretación y aplicación de esta metáfora está basada en el hecho de que, en la época de Jesús, no había sistemas de
  • 18. Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 18 refrigeración. La única forma en que se podía conservar el pescado u otro tipo de carne era frotándola con sal. Jesús, entonces, está haciendo una declaración sobre sus discípulos y el mundo, diciendo que este mundo se está pudriendo como carne echada a perder, y que sus discípulos son la sal que el mundo necesita para ser preservado de la corrupción moral. La única forma en que sus discípulos podían preservar al mundo de la corrupción era “frotarse” contra la gente de este mundo. Entonces, la influencia de sal del carácter cristiano preservaría al mundo de la corrupción moral. Otra interpretación y aplicación de lo que Jesús quiso decir cuando usó la metáfora de la sal de la tierra está basada en el hecho de que la palabra “salario” proviene de las palabras “dinero de sal”. Estas palabras se remontan a la época del Imperio Romano. Los romanos sabían que ningún organismo vivo puede vivir sin sal. Por lo tanto, controlaban la sal del mundo, y les pagaban a sus esclavos con cubos de sal. Jesús, entonces, estaba diciéndoles a sus discípulos: “Esas personas que están allí, al pie del monte, no tiene vida. Si ustedes comprenden, creen y aplican lo que he presentado por medio de estas ocho hermosas actitudes, entonces, tendrán vida, y serán la fuente por medio de la cual estas hallarán, conservarán y sacarán lo mejor de la vida. Por lo tanto, ustedes son la única posibilidad que esas personas tienen de hallar vida”. Como en todas las inspiradas metáforas de Jesús, existen muchas y profundas aplicaciones al reflexionar y meditar sobre ellas. La sal irrita cuando se introduce en las heridas abiertas de los pecadores. De la misma forma, la vida de un discípulo de Jesús es irritante cuando se la vive junto a la de un pecador. La sal tiene efecto purificador y sanador, y el discípulo que vive las bienaventuranzas que Jesús enseñó tiene esas influencias positivas en las vidas de quienes conoce en este mundo. ¿Qué es la cultura? “Cultura” es una palabra que significa ‘la forma en que hacemos las cosas’. Jesús vino al mundo a cambiar la cultura, a revolucionarla. Su estrategia deliberada era cambiar los corazones de los hombres y luego enviarlos a la cultura para revolucionarla. Estos tres capítulos de la Biblia registran la enseñanza de Jesús que tenía, y tiene, como fin revolucionar al mundo. La estrategia es clara, si entendemos lo que Jesús quiso decir cuando les dijo a esos discípulos: “Ustedes, y solo ustedes, son la sal de la tierra”. Algunas veces, los creyentes creen que deben vivir en una fortaleza, se esconden y no se relacionan con los no creyentes. No podemos influir sobre las personas de este mundo si todos estamos “dentro del salero”. Solo en la medida en que nos relacionemos con otras personas de este mundo podremos mostrarles las actitudes propias de un discípulo de Cristo, cuando Dios nos da la gracia para vivir esas actitudes. Cuando Jesús oró por sus apóstoles, le rogó al Padre que no los quitara del mundo (Juan 17:15). Una forma en que Dios esparce la sal a nuestro alrededor es por medio de la dura realidad de que
  • 19. Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 19 debemos trabajar para mantener a nuestra familia. Esto nos permite relacionarnos con personas no creyentes a las que debemos impactar con nuestras actitudes, semejantes a las de Cristo. Para esto, Él también ha utilizado la persecución de la iglesia a lo largo de la historia. Escuché a un líder de misioneros, muy elocuente, confrontar la “mentalidad de fortaleza” de sus misioneros en un país extranjero con estas palabras: “Los misioneros son como el estiércol. Si están todos juntos, hieden; pero si se los esparce por todos lados, entonces sirven para algo”. Por la gracia de Dios, ¿es usted sal de la tierra? El milagro de que Cristo le haya dado estas actitudes, ¿revoluciona a las personas con las que se encuentra? Si usted profesa ser discípulo de Jesús, y ese milagro no es una realidad en su vida, hay una señal de alerta terrible. Según Jesús, ¡usted no sirve para nada! Debe ser arrojado fuera y pisoteado. Esta es una de las palabras más duras de Jesús. Estas dos metáforas de la sal y la luz también dan a entender que los discípulos de Jesús han sido cambiados. El mero hecho de frotar carne con carne no preserva esa carne de la corrupción. El discípulo “salado” debe ser diferente de las personas sobre las cuales ejercerá su influencia. Otra aplicación de esta metáfora es que el discípulo “salado” hace que otros tengan sed de lo que él es y lo que tiene en Cristo. Para tener ese efecto sobre las personas, debemos cambiar, ser diferentes. Jesús hará esta pregunta al final del capítulo: “¿Qué hacéis de más?” (v. 47). Las bienaventuranzas nos muestran esa diferencia y nos dan la respuesta para esta pregunta de Jesús. La luz del mundo La segunda metáfora también hace una declaración sobre el discípulo de Jesús y el mundo. Una vez más, las palabras, literalmente, significan: “Ustedes, y solo ustedes, son la luz del mundo”. Cuando Jesús lloró por la multitud, lo que lo movió a compasión, más que nada, fue que eran como ovejas que no tenían pastor (9:36). No sabían distinguir su mano derecha de la izquierda. Así como los discípulos eran la única sal que podía dar o preservar la vida, también son la única fuente de luz para la multitud. Al final de sus tres años de ministerio público, Jesús hizo su “oración sacerdotal”, que está registrada en el capítulo 17 de Juan. En esa oración, Jesús menciona diecinueve veces al mundo. ¡El mundo estaba en su corazón! Pero, en ella, dijo: “No ruego por el mundo, sino por los que me diste. El mundo no conoce, pero yo les he dado tu Palabra a mis discípulos, y ellos conocen” (ver Juan 17:8, 9). La única luz que este mundo tiene, proviene de los discípulos de Cristo. Así como la sal no puede influir en el mundo si está dentro del salero, los discípulos debemos ir adonde está oscuro, y hacer que la luz que somos por la gracia de Dios brille en esa oscuridad. Si usted es el único creyente en su familia, su trabajo, su vecindario, su pueblo o su universidad, recuerde que una vela en la oscuridad tiene
  • 20. Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 20 más valor que cincuenta en un ornamentado candelero. Si usted es el único creyente, entonces, sabe que está estratégicamente ubicado en la oscuridad y que usted, y solo usted, es la luz del mundo para quienes lo conocen. Cuando Jesús ordena: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:16), sabe que ellos se darán cuenta de que el Padre es, sin duda, quien ha dado luz a su vela, porque, de otra forma, no podría nunca ser ni hacer lo que ellos observan en su vida . Una vela en un candelero Esta es una metáfora excepcionalmente profunda. Jesús nos da la interpretación y aplicación obvias al señalar que, cuando se enciende una vela en un hogar, no se la coloca debajo de una canasta, sino en un candelero. Por lo tanto, no debemos poner nuestro testimonio debajo de una “canasta”, donde no podrá tener impacto alguno sobre la oscuridad. Es imposible que una vela produzca luz sin consumirse. La única forma en que una vela podría salvarse o preservarse a sí misma sería extinguiendo su luz. Jesús, básicamente, está enseñando: “Antes de convertirte en mi discípulo, tú eras como una vela apagada. Pero ahora que has vivido la crisis que implica llegar a ser cristiano, tu luz ha sido encendida. Yo he encendido tu vida, y cada vez que enciendo una vela, tengo un candelero especial en el que planeo ubicar estratégicamente esa vela”. Al final de los tres años que pasó con ellos, Jesús dijo a sus apóstoles: “No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca” (Juan 15:16). La palabra griega que se traduce como “puesto” significa ‘ubicado estratégicamente’. Es una palabra griega que se encuentra solo tres veces en la Biblia. Literalmente, Jesús está diciendo: “Los he elegido deliberadamente y los he dispuesto estratégicamente en un lugar para que ustedes sean fructíferos”. ¿Alguna vez vio usted una tortuga sobre una cerca? Cuando vemos una tortuga sobre una cerca, podemos estar seguros de algo: no llegó allí por sí misma; alguien tuvo que ponerla en ese lugar, porque una tortuga no puede subir a una cerca. Todo auténtico seguidor de Cristo debería sentirse como una tortuga sobre una cerca. Deberíamos mirar a nuestro alrededor, darnos cuenta de dónde hemos sido ubicados estratégicamente en este mundo y, pensando en la tortuga sobre la cerca, exclamar: “¡Yo no podría estar aquí si Cristo no me hubiera ubicado en este lugar!”. Una ciudad sobre un monte La cuarta metáfora es: “Una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder” (v. 14). Jesús, ahora, repite, para mayor énfasis, su enseñanza de que, cuando tenemos las ocho
  • 21. Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 21 bienaventuranzas en nuestra vida, no podemos esconderlas como una vela debajo de una canasta. No existen los discípulos secretos de Jesucristo. Jesús lo hace oficialmente imposible cuando comisiona a sus discípulos para que bauticen a toda persona que profesa ser su discípulo (Mateo 28:18-20). Jesús enseña, aquí, que si somos la sal de la tierra y la luz del mundo, no podremos esconder esa bendita realidad. Jesús era el realista más grande que haya existido. Valoraba con creces la práctica por encima de la declaración. Estas cuatro metáforas enfatizan la realidad de lo que somos, más que lo que decimos ser. Somos sal, luz, una vela que da luz y una ciudad sobre una colina. Marcos nos dice en su Evangelio que las personas estaban tan ansiosas por estar con Jesús que Él tenía que buscar lugares retirados para tener un tiempo a solas con Dios, porque no podía ocultar Quién era y Qué era (Marcos 7:24). En las bienaventuranzas, Jesús nos dijo que miráramos hacia adentro. En estas metáforas, básicamente, nos está diciendo: “Ahora, miren a su alrededor. Miren al mundo que los rodea y piensen en el desafío que implica que el tipo de carácter que se está formando en ustedes por mi gracia haga impacto en una cultura que se está corrompiendo, una cultura que no tiene vida y que está en oscuridad”. Capítulo 4 Justicia en las relaciones (Mateo 5:17-48) “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido. De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos. Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos” (5:17-20). Nos aproximamos ahora a la sección más extensa y difícil del Sermón del Monte (Mateo 5:17-48). El pasaje comienza con una fuerte declaración de Jesús sobre su manera de ver la Ley de Dios y la justicia personal. Algunas personas, erróneamente, creen que Jesús está contradiciendo a Moisés en estos versículos. Por tanto, preguntan: “¿Para qué leer el Antiguo Testamento, si Jesús hizo que quedara obsoleto?”. Jesús no hizo obsoleto el Antiguo Testamento ni contradijo a Moisés en estos versículos. Simplemente, estaba confrontando la enseñanza de los escribas y fariseos. Cuando Jesús menciona “la ley y los profetas”, se refiere a lo que nosotros llamamos “el Antiguo Testamento”. Básicamente, les
  • 22. Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 22 estaba diciendo a sus discípulos: “Todo lo que yo les estoy enseñando se encuentra en la Palabra de Dios, pero está en conflicto directo con lo que sus líderes religiosos les han estado enseñando a ustedes”. Además, esencialmente, les estaba diciendo: “Cuando ustedes desciendan y vayan a vivir entre esa gente, si quieren ser parte de mi solución, deben comprender cómo aplicar la Palabra de Dios a las vidas de las personas”. Jesús comienza declarando que no ha venido para abolir la Ley de Dios, y que todo lo que está enseñando está totalmente de acuerdo con la Ley de Dios y la cumple. En los siguientes veintiocho versículos, Jesús se explayará sobre su declaración inicial acerca de las diferencias entre su manera de ver la Palabra de Dios, y la enseñanza de los escribas y fariseos. La esencia de tal diferencia es puesta de relieve por la afirmación de Jesús en el sentido de que Él ha venido a cumplir la Ley de Dios, y que cada letra de las palabras hebreas escritas en la Ley se cumplirá por medio de sus enseñanzas. El apóstol Pablo llamará a esta diferencia “el espíritu de la ley” en oposición a “la letra de la ley” (2 Corintios 3:6). Pablo escribe que el espíritu de la Ley da vida, pero la letra de la Ley mata. El espíritu de la Ley da vida porque es amor. El espíritu de la Ley nos recuerda que toda la Ley de Dios —es decir, la Palabra de Dios— nació a causa del amor de Dios por el hombre. Jesús siempre tuvo esto muy en claro. Jesús cumplió el propósito de la Ley, es decir, de la Palabra de Dios, interpretando y aplicando siempre el espíritu de la Ley. Otra manera de expresar esto es decir que Él pasaba la Ley de Dios por el “prisma” del amor de Dios antes de aplicarla a las vidas de los hijos de Dios. Los escribas y fariseos quizá no sabían que debían hacer esto, o habían olvidado que la Ley de Dios había sido hecha para el bienestar del pueblo de Dios. Ellos devastaban al pueblo de Dios con la manera en que aplicaban despiadadamente la letra de la Ley de Dios —o Palabra de Dios— a las vidas de los hijos de Dios. Jesús declara que la justicia personal, o la vida recta de sus discípulos, debe ser mayor que la justicia de los escribas y fariseos. Y advierte a sus discípulos que cualquiera de ellos que quebrante el menor de los mandamientos de Dios, y enseñe a otros a hacer lo mismo, será el menor en el reino de los cielos. Declara que, si sus discípulos no practican y enseñan los mandamientos de la Ley, no serán grandes en el reino de los cielos que Él presenta en su enseñanza. Al aplicar las bienaventuranzas en el resto de su enseñanza (5:17-7:27), Jesús presenta el contraste entre la justicia que Él enseña y requiere de sus discípulos y la hipócrita “justicia” de estos líderes religiosos. Esa “justicia” (siempre deberíamos ponerla entre comillas) de los escribas y fariseos era externa, pero la justicia del discípulo de Jesús debía ser interna. Jesús tuvo un diálogo hostil con estos líderes religiosos, porque ellos hacían énfasis en las formas externas de religión y pasaban por alto los asuntos internos básicos del corazón (Marcos 7:8, 15).
  • 23. Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 23 La justicia del aparato religioso era meramente horizontal. Ellos hacían énfasis en la apariencia de las cosas, para parecer religiosos delante de los hombres. Era un espectáculo montado para los hombres, para que vieran lo que ofrendaban o cómo oraban. Pero Jesús, básicamente, les enseña a sus discípulos: “La justicia de ustedes no debe ser horizontal. Debe ser vertical. Debe ser delante de Dios, como para Él”. Por eso, indica a sus discípulos que no practiquen su justicia delante de los hombres (6:1). La justicia que Jesús enseñó a sus discípulos era bíblica, mientras que la justicia de estos líderes religiosos era, en su mayor parte, tradicional. La justicia de los fariseos, generalmente, no estaba basada en la Biblia y, cuando era bíblica, no constituía una interpretación adecuada de las Escrituras. Jesús resume la diferencia entre la justicia que Él enseñaba y la del aparato religioso cuando llama a los líderes “hipócritas”. Esta era la palabra griega que se utilizaba para referirse al falso rostro o máscara que utilizaban los actores en las obras de teatro griegas, que eran parte de la civilización griega que precedió al Imperio Romano. Cuando Jesús eligió ese nombre como su descripción favorita de estos líderes, estaba declarando que la justicia de ellos era hipócrita, mientras que la justicia de sus discípulos debía ser real. Cuando comprendemos lo que Jesús dice en estos versículos acerca de las Escrituras y de la justicia, nos damos cuenta de por qué estaba continuamente en conflicto con los escribas y fariseos. También tenemos la introducción a este extenso y difícil pasaje al que nos acercamos. En estos veintiocho versículos, escucharemos a Jesús decir seis veces algo así como: “Oísteis que fue dicho”, es decir: “Esto es lo que les han estado enseñando a ustedes durante mucho tiempo, pero ahora, escuchen lo que la Palabra de Dios realmente dice”. Seis veces, Jesús hace referencia a la enseñanza de los líderes religiosos, seguida de su propia enseñanza. Hay ocasiones en que discrepa sobre la forma en que los líderes religiosos interpretan y aplican la Ley de Dios. Después, cumple la Ley de Dios enseñando el espíritu de la Ley. Algunas veces, Jesús se opone directamente a una enseñanza tradicional del Talmud que no estaba incluida en la Palabra de Dios. Mateo y Marcos presentan a Jesús en una confrontación hostil con estos líderes, porque ellos les daban más autoridad a sus tradiciones que a la Palabra de Dios (Mateo 15:3-6; Marcos 7:9-13). Con esta perspectiva en mente, consideremos seis enseñanzas de los escribas y fariseos que Jesús cuestiona, sobre: Nuestro hermano “Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio. Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al
  • 24. Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 24 infierno de fuego. Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda” (5:21-24). A lo largo de toda la Biblia, hay dos palabras que resumen la verdad que Dios enseña a su pueblo. Esas dos palabras son: “¡Dios primero!”. En este pasaje, tenemos una excepción a ese énfasis. Cuando Jesús nos muestra cómo aplicar las bienaventuranzas a nuestro hermano, es decir, a otro creyente, enseña: “Primero... tu hermano; después, Dios”. Jesús hace aquí un firme énfasis en la vital importancia de nuestra relación con nuestros hermanos en la fe. Básicamente, está enseñando que debemos aplicar la quinta y la sexta bienaventuranza del discípulo misericordioso —que solo tiene el amor de Dios en su corazón— a aquellos con quienes adoramos, vivimos y servimos a Cristo. Ni siquiera se nos permite acercarnos a Dios en adoración privada si hay algo que ha creado una separación en nuestra relación con aquel que Jesús llama nuestro “hermano”. En otro lugar, Jesús enseña que, si somos nosotros quienes tenemos algo contra otro, debemos reconciliarnos con nuestro hermano (Marcos 11:25). También enseña esta disciplina espiritual en el contexto de la comunidad espiritual de la iglesia (Mateo 18:15- 17). Una vez escuché al director de una gran organización misionera internacional decirles a varios cientos de sus misioneros: “¡No podemos ganar al mundo si nos perdemos unos a otros!”. Entonces, les mostró un libro muy poco común. El título de la tapa era: El problema más grande de los misioneros. Cuando abrió el libro, en su interior había escritas solo dos palabras: “¡Los misioneros!”. Quizá esa era la carga de Jesús al presentar esta dura enseñanza acerca de la importancia fundamental de que los creyentes cultiven y mantengan relaciones de amor. Los líderes religiosos enseñaban que, mientras no se asesinara al hermano ni se le causara un daño físico, la relación con él era aceptable delante de Dios. Jesús va directamente al origen de un conflicto hostil entre dos hijos de Dios cuando habla de la ira que causa ese conflicto. Y enseña que la ira y el disgusto contra nuestro hermano deben ser solucionados para que podamos tener una relación aceptable delante de Dios con nuestro hermano en la fe. Nuestro adversario “Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel. De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante” (Mateo 5:25, 26). En los últimos versículos de este capítulo, Jesús nos muestra cómo aplicar las bienaventuranzas a nuestro enemigo. Este “adversario” es lo que podríamos llamar nuestro “competidor”.
  • 25. Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 25 Vivimos en un mundo muy competitivo. Algunas veces, cuando hacemos negocios con ciertas personas, ellas se llevan el dinero, y nosotros... la experiencia. Este adversario es una de esas personas que está decidida a sacarnos nuestro dinero y dejarnos solamente la experiencia. Algunas veces, nuestra relación con este adversario se vuelve hostil, y la persona solo desea hacernos juicio o aun mandarnos a la cárcel. La bienaventuranza que Jesús desea que apliquemos a nuestros adversarios y enemigos es, obviamente, “Bienaventurados los pacificadores”. Los discípulos que practican la séptima y la octava bienaventuranza no se enojan ni buscan venganza, aun cuando sus adversarios les demuestren la dura realidad de que no desean nada bueno para ellos. Aunque no podemos controlar lo que hace el adversario, el discípulo de Jesús acepta la responsabilidad de ocuparse de no ser causa de conflicto con personas hostiles. Pablo escribe que, en lo que a nuestra responsabilidad respecta, debemos vivir en paz con todos los hombres (Romanos 12:18). Nuestra responsabilidad en estas relaciones tiene un principio y un fin. No podemos controlar lo que nuestro adversario va a hacer y, por lo tanto, no somos responsables por ello. Las mujeres “Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón. Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno. Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala, y échala de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno” (vv. 27-30). Dado que esta enseñanza está dirigida a los hombres, podemos suponer que este retiro era solo para hombres. Obviamente, la enseñanza también se aplica a las mujeres que quieren ser sal y luz para Jesús. La interpretación y aplicación de esta enseñanza se refiere a nuestras relaciones con el sexo opuesto. Como hizo con la ira y el asesinato, Jesús va al origen del pecado del adulterio. No enseña que la lujuria —lo que Él llama “adulterar en el corazón”— sea un pecado igual al del adulterio literal. Lo que Jesús deseaba dejar en claro era que, si realmente queremos ser parte de su solución y su respuesta y tener un impacto como sal y luz en el mundo, debemos aprender a controlar nuestros deseos sexuales. Si no queremos cometer adulterio, debemos ganar la batalla enfrentando las cosas que nos llevan al adulterio: mirar con lujuria y abrigar pensamientos adúlteros. Santiago, el hermano de Jesús, presenta una anatomía detallada de un pecado en su epístola. Escribe que a la mirada le sigue un fuerte deseo, o codicia. Esa codicia lujuriosa lleva a la tentación, la cual es seguida por el pecado, y el
  • 26. Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 26 pecado siempre nos lleva a ese banquete de consecuencias que la Biblia llama “muerte” (Santiago 1:13-15; Romanos 6:23). Jesús y su hermano Santiago enseñan que es más fácil vencer el pecado sexual antes de mirar por segunda vez, pensar cosas impuras y alimentar la lujuria. Debemos ganar esa batalla antes que nuestra lujuria nos lleve a confrontarnos con la tentación. Jesús enseñó que sus discípulos deben orar cada día para ser librados de la tentación (Mateo 6:13). La enseñanza de Jesús sobre arrancarnos el ojo derecho o cortarnos la mano derecha no debe ser aplicada literalmente. El espíritu de esta enseñanza es que, si lo que estamos mirando nos lleva a pecar, debemos dejar de mirar. Solo el Señor sabe cuánto pecado se origina en este mundo porque las personas miran imágenes pornográficas o películas provocativas que los incitan a la codicia sexual y al pecado. De la misma forma, Jesús enseña que, si lo que hacemos con nuestra mano nos lleva a pecar, debemos dejar de hacerlo. En otro lugar, Jesús incluye al pie, y la aplicación es que, si el lugar adonde nuestros pies nos conducen, nos hace pecar, no debemos ir allí (Mateo 18:8). Nuestra esposa “También fue dicho: Cualquiera que repudie a su mujer, dele carta de divorcio. Pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a no ser por causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casa con la repudiada, comete adulterio” (Mateo 5:31, 32). Toda la enseñanza de Jesús en este monte debe ser interpretada y aplicada recordando el contexto en el que fue pronunciada. La estrategia de Jesús es entrenar discípulos que sean enviados para ser sal y luz y, como tales, hacer impacto sobre las personas que están abrumadas por sus problemas allá abajo, al pie del monte. Debemos recordar que esa gente representa un mundo de personas perdidas. Salomón escribió que los hijos son como flechas, y sus padres, como el arco desde el cual ellos son lanzados a la vida (Salmos 127:3-5). Los valores, el propósito y la dirección de las vidas de los hijos dependen del arco que los ha lanzado a la vida. En la actualidad, en todo el mundo, el diablo está tratando de cortar la cuerda de ese arco. El divorcio y la separación son epidemia en muchas culturas. En este párrafo, Jesús enseña que, si queremos ser parte de su solución y su respuesta, debemos aplicar sus benditas actitudes a la relación con nuestro cónyuge. Esto es un ejemplo de un caso en que los escribas y fariseos citaban a Moisés, pero Jesús discrepaba con su interpretación de lo que Moisés enseñaba. Moisés ordenó, en efecto, que, si un hombre se divorciaba de su esposa, le diera una carta o certificado de divorcio (ver Deuteronomio 24:1-4). Como Jesús señaló a estos mismos líderes en otra ocasión, Moisés permitió ese certificado de divorcio como concesión, debido
  • 27. Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 27 a la dureza de sus corazones (Mateo 19:7, 8). Allá por los comienzos del período de la historia hebrea comprendido en el Antiguo Testamento, los líderes espirituales judíos interpretaron que Moisés quería decir que, si un hombre estaba disconforme con su esposa por prácticamente cualquier razón, podía divorciarse de ella y, simplemente, despedirla. No era necesario que el esposo le dijera a su mujer, ni a ninguna otra persona, por qué se divorciaba de ella. Podía sugerir que ella le había sido infiel. Moisés, por lo tanto, decretó que, si un hombre se divorciaba de su esposa, debía darle un certificado de divorcio. Ese certificado establecía la causa del divorcio y requería que el esposo previera algunos aspectos del cuidado de la mujer de la que se divorciaba. Dado que una mujer prácticamente no podía sobrevivir en la cultura hebrea si no estaba casada, en realidad, al ordenar que se diera ese certificado de divorcio, Moisés estaba tratando de proteger a las mujeres. Jesús no está enseñando que el divorcio sea aceptable. Dios odia el divorcio (Malaquías 2:16). Jesús enseña que, si hay razón para divorciarse, su discípulo debe actuar de manera recta aun en esto. (Para mayor información sobre este punto, favor de ver los fascículos 6, 7 y 13 sobre el matrimonio y la familia, y 1 y 2 Corintios). Nuestra palabra “Además habéis oído que fue dicho a los antiguos: No perjurarás, sino cumplirás al Señor tus juramentos. Pero yo os digo: No juréis en ninguna manera; ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey. Ni por tu cabeza jurarás, porque no puedes hacer blanco o negro un solo cabello. Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede” (Mateo 5:33-37). Ahora, retornamos a una enseñanza de los líderes espirituales judíos que no figuraba en la Ley de Dios. En su tradición, ellos tenían un sistema muy complejo de juramentos vinculantes y juramentos no vinculantes (Mateo 23:16). Decían: “Lo juro por el templo”, o “Lo juro por el oro del templo”. O: “Lo juro por el altar”, o “Lo juro por el sacrificio del altar”. Juraban por el cielo o por la tierra, o por Jerusalén. Quienes estaban dentro del círculo de los iniciados sabían cuándo estos juramentos eran de cumplimiento obligatorio y cuándo no. Los incautos, que no comprendían estas complejas distinciones, se sorprendían al descubrir que lo que ellos creían que era un acuerdo solemne no era, en realidad, nada obligatorio. Este sistema era complicado al punto de volverse absurdo y ridículo. Además, estaba en conflicto directo con el mandamiento de que no debemos dar falso testimonio. No es de extrañarse que Jesús haya demolido todas estas tonterías con su osada declaración de que
  • 28. Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 28 cualquier cosa que no fuera “sí” o “no” provenía del diablo. El espíritu de esta enseñanza es que sus discípulos deben ser conocidos como hombres de la Palabra y hombres de palabra. Los malos “Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos. Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses” (vv. 38-42). Jesús, una vez más, está en desacuerdo con la forma en que los escribas y fariseos interpretaban y aplicaban la Ley de Moisés. Estos líderes religiosos enseñaban: “ojo por ojo, diente por diente”. Podemos encontrar este principio en Éxodo, Levítico y Deuteronomio. Pero Jesús declara: “Yo no estoy de acuerdo con el espíritu de la Ley con que enseñan este principio”. Como había hecho al permitir el certificado de divorcio, cuando Moisés ordenó “ojo por ojo y diente por diente”, estaba marcando un límite para los duros corazones de las personas obstinadas y difíciles. Estaba limitando su pecaminoso deseo de venganza. Si alguien les hacía caer un diente de un golpe, su actitud era: “¡Ahora le romperé el cuello!”. Si alguien les sacaba un ojo, su actitud era: “¡Le cortaré la cabeza!”. Eso no es justicia, sino un deseo pecaminoso de venganza. Justicia sería un ojo por un ojo, y un diente por un diente. Este es, con frecuencia, el espíritu del deseo que motiva las demandas judiciales. Jesús, por tanto, habla de cómo debemos aplicar sus bienaventuranzas cuando somos demandados y llevados a juicio. Cuando escuchamos, en países como Estados Unidos, que hay personas que hacen juicios por millones y millones de dólares, es obvio que persiguen algo más que justicia; buscan venganza o ganancia. Si tomáramos esta enseñanza de Jesús realmente en serio, ¿cómo repercutiría esto en nuestras vidas, nuestro sistema legal y los tribunales de nuestros países? Jesús estaba cumpliendo, y aun yendo más allá, del espíritu de la Ley de Moisés, cuando enseñó: “Pero yo os digo: No resistáis al que es malo”. Después, explica en mayor detalle esta frase y obviamente aplica las bienaventuranzas para los pacificadores que son perseguidos cuando indica a sus discípulos que den la otra mejilla, que entreguen su capa cuando alguien les hace juicio para quitarles la túnica, que lleven la carga por una distancia mayor que la requerida, que den con generosidad y no nieguen un préstamo cuando alguien se lo pide. ¿Qué estaba enseñando Jesús en este difícil pasaje? Cierta vez le pregunté a un empresario cómo era trabajar en el mundo altamente competitivo de los negocios, y me respondió: “¡No tomamos prisioneros, y matamos a nuestros propios heridos!”. Hay
  • 29. Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 29 un verso de un poema que dice: “Toda la naturaleza tiene las garras y los dientes rojos de sangre”. La vida puede ser una pelea de perros, y tan competitiva como una carrera de ratas. Pero solo será una pelea de perros o una carrera de ratas si nosotros somos perros o ratas. Jesús estaba enseñando que, cuando sus discípulos viven las ocho benditas actitudes en sus relaciones con la gente de este mundo, les demuestran que hay otra manera de hacer las cosas. En aquellos días, un conquistador romano podía ordenarle a un ciudadano judío que le llevara su carga un par de kilómetros. Los judíos tenían que obedecer cuando se les ordenaba hacerlo, pero no tenían por qué someterse servilmente. Jesús enseña: “Si te obligan a recorrer un kilómetro, ve dos”. En las primeras generaciones de la iglesia, algunos de los primeros convertidos fueron soldados romanos que vieron cómo devotos creyentes vivían en la práctica las bienaventuranzas en su relación con los conquistadores. Nuestro enemigo “Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (vv. 43-48). Creo que estos seis versículos son los más difíciles de interpretar y aplicar en las enseñanzas de Jesús. La iglesia nunca se ha puesto de acuerdo sobre su significado ni sobre la forma en que deben ser aplicados. Ellos enseñan la ética más elevada que haya conocido jamás este mundo. Por sexta vez en este capítulo, Jesús comienza una enseñanza haciendo referencia a lo que enseñaban los líderes religiosos. Esta vez, Jesús enseña: “Ustedes oyeron que se dice: ‘Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo’”. La mitad de esto había sido dicho por Moisés, y la otra mitad era un agregado de las tradiciones que ellos enseñaban. Moisés ordenó, en efecto, “Amarás a tu prójimo” (ver Levítico 19:18), pero no ordenó “Odiarás a tu enemigo”. Es cierto que, en los Salmos, encontramos a David, un hombre conforme al corazón de Dios, diciéndonos que él odia a los enemigos de Dios. Pero en la Palabra de Dios no se nos ordena que odiemos a nuestros enemigos. Al leer los últimos once versículos de este capítulo, es muy importante que recordemos que esta enseñanza del “primer retiro cristiano” no fue dada a quienes estaban al pie del monte. Jesús dio esta enseñanza a quienes, con su presencia en ese monte, manifestaban ser sus discípulos. El hecho mismo de que fueran
  • 30. Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 30 llamados “discípulos” significa que tenían un elevado grado de compromiso para con Jesús cuando participaron de ese retiro. Esta es la esencia del compromiso total que Jesús pedía de un discípulo: “Si quieres seguirme, pero no estás dispuesto a tomar tu cruz y morir por mí, no puedes ser mi discípulo. Si no estás dispuesto a ponerme a mí primero, antes que todas las personas importantes de tu vida: esposo, esposa, padre, madre, hijos, padres, no puedes ser mi discípulo. Si no estás dispuesto a dejar de lado todas tus posesiones, no puedes ser mi discípulo” (ver Lucas 14:25-33). Quienes asistieron a este retiro se habían comprometido de esa forma con Jesús. Le habían dicho que estaban dispuestos a tomar sus cruces y seguirlo. Probablemente habían visto a las patéticas víctimas de la crucifixión romana cargando sus cruces hasta el lugar de la ejecución. Conocían el significado de esta tremenda metáfora. Cuando Jesús dio la enseñanza que registran estos seis versículos, simplemente les estaba diciendo el por qué, el dónde, y el cómo de esa cruz que ellos habían prometido llevar para seguirlo. Esta enseñanza de Jesús es, también, un desafío para la forma en que estos líderes espirituales interpretaban y aplicaban la Ley de Moisés. ¿Recuerda usted la pregunta que formuló el intérprete de la ley, y que llevó a Jesús a enseñar la Parábola del Buen Samaritano? Esa pregunta fue “¿Quién es mi prójimo?” (Lucas 10:29). Era una pregunta muy profunda, porque la ética tradicional, que enseñaban los escribas y fariseos, era que el prójimo era el judío, pero todos los que no eran judíos en este mundo eran enemigos. Por lo tanto, la aplicación que surgía era: ama a los que son judíos como tú, pero odia a todos los demás. No olvide que la motivación para amar a nuestros enemigos es: “para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos”. Esta es la bendición que Jesús prometió a quienes viven su séptima y octava bienaventuranza como pacificadores perseguidos. Debe existir, al menos, en nosotros, otro principio de compromiso para que podamos tomar en serio esta enseñanza de Jesús. Si leemos estos versículos y decimos: “Si hiciera eso, perdería todo”, entonces, esta enseñanza no tendrá sentido para nosotros. Debemos comprender que la autopreservación no es la ética suprema de un discípulo de Jesús. El apóstol Pablo comprendía el compromiso del discipulado cuando escribió: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20). ¿Qué significa estar crucificado con Cristo? Significa estar dispuesto a llevar mi cruz y seguirlo. Cuando Jesús enfrentó su propia cruz, dijo: “Si el grano de trigo no cae a la tierra y muere, es solo un grano de trigo. Solo cuando muere y es enterrado puede dar fruto”. Después, oró: “Padre, mi alma está muy turbada. ¿Qué diré? ¿’Padre, sálvame de esta hora’? Este es el motivo por el que vine al mundo”.
  • 31. Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 31 Así que oró: “Padre, glorifícate a ti mismo”. Y la voz del cielo le contestó, básicamente: “Lo he hecho, y lo volveré a hacer”. (Ver Juan 12:23-28). En el contexto de su crisis, Jesús ordenó a sus discípulos que aceptaran, como Él, el compromiso total que les demostró con su ejemplo al enfrentar su cruz (Juan 12:25, 26). Un pastor piadoso exhortaba a todo discípulo de Jesús a orar esta paráfrasis de aquella oración del Señor: “Padre, glorifícate a ti mismo, y envíame la cuenta. Cualquier cosa, Padre. Simplemente, glorifícate a ti mismo”. Solo cuando hagamos junto con el Señor esta oración que Él hizo a la sombra de su cruz comprenderemos, aceptaremos y aplicaremos la pauta ética más elevada que el mundo haya conocido jamás. Durante las Guerras Santas, Francisco de Asís estaba atendiendo a un turco que había sido herido. Un cruzado que pasaba por allí le dijo: “Si ese turco se recupera, Francisco, te matará”. Francisco respondió: “Pero antes de hacerlo, habrá conocido lo que es el amor divino”. Observe que Jesús termina su enseñanza diciendo: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (v. 48). La palabra “perfecto” no implica una perfección sin pecado. Significa ‘sean maduros, completos, todo lo que Dios los creó para que fueran’. Si la palabra “perfecto” le molesta, omítala al principio y al final del versículo. Como resumen de toda su enseñanza sobre el espíritu de la Ley, Jesús enseña que debemos ser como es nuestro Padre celestial. Enseña que, como hijos de Dios, debemos ser como nuestro Padre. Pero ¿cómo es Él? El apóstol Pablo indica a los esposos que amen a sus esposas como Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella (Efesios 5:25). Cuando Pablo les dice a estos esposos que amen como Cristo amó y ama, y que den como Él dio y da, en realidad, está enseñando lo mismo que Jesús enseña aquí: debemos ser... como es Cristo. ¿Es esto posible? ¿Cuál es la enseñanza más dinámica del Nuevo Testamento? Para mí, es: “Cristo en vosotros, la esperanza de gloria”. Pablo, literalmente, escribió: “He sido levantado por Dios para compartir un secreto con la iglesia. Y ese secreto es simplemente este: que Cristo en sus corazones es la única esperanza que ustedes tienen” (Ver Colosenses 1:27). Esta enseñanza ética de Jesús es absolutamente imposible, aun ridícula, si no se produce este gran milagro: “Cristo en ustedes, y ustedes en Cristo”. Y “juntos con Él”. ¡Pero la más dinámica enseñanza del Nuevo Testamento sí es real! Por tanto, podemos tomar esta enseñanza muy en serio y atrevernos a responder estas preguntas: “¿Qué dijo Jesús?, ¿qué quiso decir?, ¿qué significa esto para mí?”. El versículo más profundo de este extraordinario pasaje bíblico encaja con la estrategia y el objetivo de la misión de Jesús para este retiro. Jesús preguntó: “¿Qué hacen ustedes, que sea más que lo que hacen los otros?”.
  • 32. Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 32 Como señalé anteriormente, la sal debe ser diferente de la carne en la cual se frota para poder preservarla de corrupción. Una traducción dice: “Si ustedes aman solo a quienes los aman, ¿qué gracia están poniendo en práctica?” (Mateo 5:46). El significado es que no se necesita gracia para amar a los que nos aman, pero sí se necesita una gracia sobrenatural para amar a quienes son nuestros enemigos. Este difícil pasaje —en realidad, todo el capítulo— nos desafía con la pregunta: “¿Hay algo en nuestra vida que solo pueda explicarse por medio del secreto espiritual de que nuestro Señor Jesucristo resucitado vive en nuestro corazón?”. Capítulo 5 Disciplinas espirituales y valores verticales (Mateo 6:1-34) Jesús ya desafió a sus discípulos a mirar hacia adentro y considerar las actitudes benditas que deben estar en sus corazones (5:3-12). Después, los desafió a mirar a su alrededor y aplicar esas bienaventuranzas en sus relaciones (5:13-48). Para cuando terminó de enseñarles cómo aplicar esas actitudes en sus relaciones — especialmente las relaciones con sus adversarios, los malos y los enemigos—, ellos estaban más que preparados para lo que les iba a enseñar a continuación. El sexto capítulo nos muestra a Jesús indicando a sus discípulos que miren en otra dirección. Entonces, Él los desafía a encontrar la dinámica que, ahora, están convencidos de que necesitan... mirando hacia arriba. Dado que, por definición, un discípulo debe ser una persona disciplinada, les indica un régimen diario de mirar hacia arriba enseñándoles la vital prioridad de vivir su vida según algunas disciplinas y valores espirituales, verticales. La disciplina espiritual de dar “Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de ellos; de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos. “Cuando, pues, des limosna, no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. Mas cuando tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha, para que sea tu limosna en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público” (6:1-4). Ya he comentado que la “justicia” de los escribas y fariseos era horizontal, mientras que la justicia que Jesús enseñaba y exigía de sus discípulos era vertical. Los primeros cuatro versículos del sexto capítulo demuestran elocuentemente esta distinción. Aunque nos resulta difícil imaginarlo en la actualidad, los fariseos, realmente,
  • 33. Fascículo No. 33: El Sermón del Monte 33 llevaban entre sus ropas una pequeña trompeta y, cada vez que daban una moneda a un mendigo, hacían sonar la trompeta. Querían que los hombres vieran lo que daban y los honraran por ser píos y generosos. Jesús tachó esta práctica con su palabra favorita para ellos: “¡Hipócritas!”. Como los actores griegos, estos fariseos llevaban puesta una máscara y simplemente representaban un papel cuando actuaban de esa forma. Obviamente, estaban practicando su justicia delante de los hombres, para ser vistos y honrados por ellos, lo que llevó a Jesús a dar estas instrucciones para sus discípulos en cuanto al acto de dar. La instrucción era que sus discípulos deben dar de forma anónima, en secreto, sin que siquiera su mano izquierda sepa lo que su mano derecha da. Cuando estos hipócritas recibían las alabanzas de los hombres, esa era la única recompensa que iban a recibir por lo que habían dado. Los discípulos de Jesús deben dar en secreto al Dios que ve lo que se da en secreto. Él los recompensará abiertamente por lo que dan en privado y con corazón piadoso, lo cual es, verdaderamente, la esencia de la fe y la adoración. El capítulo de la fe en la Biblia nos dice que quien se acerca a Dios deseando agradarlo debe creer que Él existe, y que recompensa a quienes lo buscan diligentemente porque creen que Él existe (Hebreos 11:6). Antes de juzgar con demasiada dureza a estos fariseos, debemos preguntarnos si nosotros, en sentido figurado, no hacemos “sonar la trompeta” cuando damos de manera que las personas sepan lo que hemos dado. Como pastor, he descubierto que, en general, las grandes ofrendas son entregadas personalmente, de tal modo que el pastor —y, algunas veces, toda la iglesia— sepa que se ha dado esa ofrenda. Me han dicho que es una maravillosa experiencia dar una abultada ofrenda anónimamente... ¡y luego ser descubierto! Debemos observar que la primera disciplina espiritual que Jesús requiere de quienes quieren ser una de sus soluciones y sus respuestas —sal de la tierra y luz del mundo— es la disciplina de la mayordomía. Jesús enseña, más adelante, que Dios retiene la verdadera riqueza, es decir, las bendiciones espirituales, del discípulo que no es un fiel administrador (Lucas 16:10, 11). Esto hace que el dar sea una de las disciplinas espirituales más importantes en la vida de un discípulo. La disciplina espiritual de la oración Jesús exige el mismo tipo de mentalidad cuando enseña a sus discípulos cómo orar: “Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público. “Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis. Vosotros, pues, oraréis así: