2. Liderazgo: “El arte de influir”
Estamos tan acostumbrados a pensar en el liderazgo como
poder coercitivo, que implica “forzar” a alguien a hacer algo
que preferiría no hacer. Pero no es así. La autoridad del líder
no emana de su puesto en la jerarquía, ni de su mando,
sino de su poder de convicción para invitar a la gente a
trabajar con entusiasmo en la consecución de objetivos
orientados al bien común. La mejor forma de ejercer el poder
formal es no tener que recurrir a él para hacerlo valer.
Margaret Thatcher decía que “Lo de tener poder es como lo
de ser una señora. Si tienes que recordárselo a la gente,
malo.”
3. El rol del líder es servir
Un buen líder es capaz de darse cuenta de las legítimas
necesidades de sus colaboradores y darle una respuesta
que las satisfaga. Al servir a otros y sacrificarse por ellos,
se está forjando la autoridad del líder, su capacidad de influir
sobre los demás. Se le reconoce autoridad moral y es
aceptado como un líder respetado y querido por lo que hace.
4. Por sus actos los conoceréis
El líder consecuente, que genuinamente es capaz de
comprometerse con sus colaboradores, va a crear una
corriente de aprecio y simpatía, porque sus actos van a
conseguir que ésta sea una realidad, si es que ya no existía.
5. El amor del líder no es un
sentimiento: es un
comportamiento
El amor como “agápe” se refiere a un amor de tipo incondicional,
fundado en nuestro comportamiento hacia los demás,
independientemente de sus méritos. Es el amor de la elección
deliberada.
En el capítulo 13 de la “Primera Carta a los Corintios” se presenta el
famoso texto sobre el amor, que no se refiere a sentimientos, sino
a una forma de conducirse: “el amor es paciente, es afable, no es
jactancioso ni engreído, no es grosero, no busca lo suyo, no lleva cuentas
del mal, no se regocija con la injusticia, sino con la verdad, todo lo
sufre, todo lo soporta. El amor no falla nunca.
6. El líder incompleto
Un líder no tiene por qué ser perfecto para ser efectivo: puede ser “incompleto”.
No se le puede exigir al líder que tenga todas las habilidades en grado
superlativo. Basta que sepa dónde se encuentran en la organización las
personas que con su visión, atributos y talentos pueden suplir sus limitaciones
y carencias. Ciertamente se precisa tener confianza en si mismo, para no ver
en este apoyo de personas de menor nivel jerárquico un desmedro a su
posición. Y, aunque parezca paradójico, al actuar de esta manera, el líder
aparece como más cercano, pues muestra que tiene la humildad, sabiduría y
entereza de recurrir a quienes pueden apoyarlo. El respeto de sus seguidores
crece. Si, por el contrario, muestra temor a parecer vulnerable, este
comportamiento termina por dañar a la persona del líder y a toda la
organización.
7. El líder no es el que hace sino
el que permite que se haga
No por ser “el jefe”, debe demostrar que es capaz de hacer
más y mejor las cosas que cualquiera de sus colaboradores,
que es el más hábil de todos. Por el contrario, es “el jefe
invisible” e “incompleto”, que crea las condiciones en que
otros pueden florecer y expresar sus talentos. En este
ambiente, cada persona decide por si misma cuánto cambiar
y hasta donde crecer
8. Es preciso esforzarse para ser
un buen líder
Qué fácil es decir que un líder debe comportarse bien y
crear el ambiente adecuado, pero qué difícil es lograrlo.
No es algo que ocurra de un modo natural. Requiere
destreza y disciplina. Se precisa un trabajo considerable para
que esta forma de actuar de un líder se transforme en algo
natural y habitual, y para que el modo adecuado de
comportarse surja en forma espontánea y no fruto de un
esfuerzo denodado.
9. Vale la pena ser líder
Un buen líder trasciende, pues influye sobre la vida de
muchas personas. Y si es un buen líder, esta influencia va a
ser positiva. Un antiguo dicho de una tribu india reza:
“Cuando naciste lloraste y el mundo se llenó de gozo. Vive tu
vida de manera que cuando mueras el mundo llore y tú te
llenes de gozo”.