1. IMPORTANCIA DE LOS PRINCIPIOS DE LA INTERVENCIÓN EDUCATIVA
EN ADULTOS.
Al momento de abordar el tema de la intervención educativa en adultos, implica
fundamentalmente tener en cuenta la concepción dinámica de las sociedades
humanas, que tras un extenso rodaje evolutivo se caracterizan por su
dinamismo, por sufrir cambios más o menos rápidos, que exigen a sus individuos
el conocimiento y el dominio de una multitud de recursos de toda índole, para de
esta manera sentirse integrados en ellas, y en segundo lugar sentirse sujetos
activos y protagonistas de la vida que les tocó vivir.
Con el fin de justificar esta intervención educativa en personas adultas se puede
interpretar en dos dimensiones, por un lado esta intervención tendría su razón
de ser en la compensación global de las desigualdades sociales producidos por
la falta de recursos de numerosos adultos, que por unas u otras razones carecen
de aprendizajes básicos de carácter instrumental, cultural, académico,
profesional… lo que impide su correcta inserción y proyección en la sociedad.
Por otro lado, esta intervención será siempre necesaria para enfrentar los retos
y los cambios que el dinamismo social impone a los individuos, estos se ven
sometidos a adquirir de modo continuo nuevos aprendizajes y competencias a lo
largo de toda su vida, y en todas las dimensiones de esta, no solo en la dimensión
profesional o laboral, aunque aparentemente sea esta la más llamativa e
interesada de todas.
Según sea el desarrollo global de una sociedad en un momento dado, el peso
específico de estas dos dimensiones de la intervención educativa en personas
adultas variara. En cuanto una sociedad disfruta de mayores niveles en materia
de igualdad de oportunidades, las necesidades de compensación se irán
reduciendo, a favor de una intervención más centrada en el desarrollo personal
de sus individuos y en el ejercicio de su derecho a la educación en el sentido
más amplio.
Si entendemos que la educación es un derecho, y lo es para todas las personas,
sin ningún tipo de discriminación, las personas adultas tienen derecho a la
educación a lo largo de toda su vida, y por ende los poderes públicos tienen la
obligación de garantizárselo. Pero en realidad, sabemos que la intervención con
personas adultas no es, en la mayoría de ocasiones, prioridad entre los objetivos
y actuaciones educativas. Además, no depende en exclusiva de los poderes
públicos, sino que va mucho más allá.
Esta realidad no quita sin embargo que le competa a los poderes públicos,
establecer en su marco legislativo, a través de sus respectivos “sistemas
educativos”, el desarrollo, la planificación, la regulación y la evaluación de la
educación de las personas adultas, debidamente integrada. El derecho a la
educación de las personas adultas, no debe entenderse únicamente como un
derecho individual, que afecta a cada individuo, sino desde una dimensión
2. colectiva en donde las personas adultas ejercen una ciudadanía activa y
participativa, convirtiéndose en agentes de la dinámica social, económica y
productiva de su sociedad.
La educación de las personas adultas no es un planteamiento nuevo. Quizá la
mayoría de las personas estén demasiado influenciados por el hecho de asociar
el término educación a las primeras edades del desarrollo humano. No
negaremos que la transformación de los seres humanos respecto al progreso y
la evolución tanto individual como social, se produce muy llamativamente
durante los primeros años. Pero tampoco se puede negar, más bien se afirma
que está continua de modo ininterrumpido a lo largo de toda la vida, aunque
resulte menos llamativo.
Algunas de las características que debe tener la persona adulta para que su
aprendizaje sea óptimo son:
La necesidad de aprender.
Motivación y compromiso consigo mismo.
Bagaje experiencial, para crear conexiones con nuevos aprendizajes.
Responsabilidad en sus acciones.
Ritmo propio.
Otros puntos a destacar sobre la intervención educativa en adultos, es que estas
personas deben tener ciertas necesidades, intereses y expectativas para que su
educación se lleve a cabo de una manera óptima. En definitiva, la educación de
personas adultas garantizara la consecución por parte de todos los adultos de
las competencias instrumentales y culturales establecidas para la obtención de
reconocimiento académico, y profesional, en su caso, que establezca el
correspondiente sistema educativo para la educación.
En conclusión, lo que ha venido poniéndose de manifiesto a lo largo de los
últimos treinta años, en el contexto internacional de la educación, es que las
personas adultas se encuentran de manera permanente en situación de
aprendizaje, y corresponde a los poderes públicos de todos los países, impulsar,
favorecer y desarrollar todo tipo de iniciativas que tengan como consecuencia el
acceso de sus ciudadanos a una educación y una formación permanentes, ya
que las personas conforman de modo dinámico las sociedades en las que viven,
y su calidad, vendrá determinada por el factor humano de las mismas.