La ira es una emoción vinculada a la frustración y la percepción de injusticia que activa procesos fisiológicos y conductuales de defensa o ataque. Se experimenta y expresa de diferentes formas, y está relacionada a procesos cognitivos como la interpretación de situaciones. El trastorno explosivo intermitente se caracteriza por accesos extremos e incontrolados de ira desproporcionados a las circunstancias, y su tratamiento implica terapia cognitivo-conductual y medicación.
2. La ira es una reacción emocional que tiene una variedad de funciones adaptativas, que
incluye la organización y regulación de procesos internos psicológicos y fisiológicos
relacionados con la auto-defensa, a la vez que la regulación y construcción de conductas
interpersonales y sociales
Emoción vinculada al enfrentamiento de
acontecimientos frustrantes o
perjudiciales y, a aquellos interpretados
como premeditados, injustificables y
evitables. Un estallido de ira (rabia)
aparentemente calma, sin embargo se
ha observado que, con frecuencia, el
hecho de enfadarnos nos provoca una
reacción todavía más intensa de rabia.
La ira es el nodo de una extensa familia emocional que va
desde el simple enfado hasta la furia, pasando por la rabia o
la indignación. Sus estímulos más comunes implican el
insulto real o percibido, la injusticia, la traición, la falta de
equidad, los obstáculos al logro, las acciones incompetentes
o las agresiones físicas de los demás (Schieman, 2006:
496). La ira emerge cuando el individuo pierde poder o
status, cuando esta pérdida se considera remediable, y
cuando el otro es considerado culpable (Kemper, 1990). La
ira activa la dimensión del poder en forma de hostilidad o
agresividad del yo hacia el otro, a quién se considera
responsable de un resultado negativo e injustificado. Existen
cuatro formas de ira: frustración (por resultados
indeseables), resentimiento (por resultados ajenos),
reproche (atribuciones de culpa) e ira (por resultados
indeseables y atribución de culpa.
3. El experimentar ira, estaría
relacionado a procesos subjetivos,
a las emociones relacionadas con
la ira y a los procesos cognitivos
asociados con la hostilidad. Esta
experiencia, estaría referida a la
periodicidad, intensidad y/o
duración del estado emocional en
el que predominan sentimientos
de rabia. Por otro lado la
expresión de la ira, correspondería
a una respuesta de intercambio
frente a la hostilidad del medio y
que serviría como una manera de
normalizar el displacer emocional
producto de las relaciones
interpersonales conflictivas.
La ira es el componente emocional del complejo AHI
(Agresividad-Hostilidad-Ira). La hostilidad hace referencia al
componente cognitivo y la agresividad al conductual. Dicho
síndrome está relacionado con trastornos psicofisiológicos,
especialmente las alteraciones cardiovasculares.
Entre las definiciones pioneras de la ira se encuentran la ofrecida
por Buss (1961), que incluye factores faciales-esqueléticos y
autonómicos en la definición de la ira; la dada por Feshbach
(1964) en la que la ira es un estado indiferenciado de activación o
arousal emocional; o la dada por Kaufman (1970) que la ve como
un estado de activación física que coexiste con actos
fantaseados o intencionados y que culmina con efectos
perjudiciales para otras personas.
4. Elevada actividad neuronal y
muscular. Reactividad
cardiovascular intensa
(elevación en los índices de
frecuencia cardiaca, presión
sistólica y diastólica)
Focalización de la atención en
los obstáculos externos que
impiden la consecución del
objetivo o son responsables
de la frustración.
Obnubilación, incapacidad o
dificultad para la ejecución
eficaz de procesos cognitivos.
Movilización de energía para las
reacciones de autodefensa o de
ataque. Eliminación de los
obstáculos que impiden la
consecución de los objetivos
deseados y generan frustración. Si
bien la ira no siempre concluye en
agresión, al menos sirve para
inhibir las reacciones indeseables
de otros sujetos e incluso evitar una
situación de confrontación.
5. La primera es
una respuesta
corporal, en la que
nuestro cuerpo se
activa para la defensa
o el ataque. Nuestro
ritmo cardiaco
aumenta al igual que
nuestra respiración se
acelera, nuestros
músculos se tensan y
el flujo sanguíneo se
dispara preparándonos
para actuar ante una
amenaza percibida.
Cuando este estado de
excitación permanece
estamos más
predispuestos a actuar
de forma impulsiva
llegando a emitir
conductas agresivas.
La segunda es
una respuesta cognitiva,
es decir, depende de
nuestra manera de
interpretar las situaciones.
Cuando estamos inmersos
en una situación, esta por
si sola no tiene ningún
valor emocional, es la
valoración personal que
hacemos de ella la que le
confiere un significado. De
esta manera, las
emociones están en
función de nuestros
pensamientos, así que
cuando interpretamos una
situación como un abuso,
una injusticia, una falta de
respeto o como un
obstáculo para conseguir
una meta, sentimos ira.
La última respuesta de la ira
tiene que ver con la gestión
conductual en estas
situaciones. La conducta en
estas circunstancias está
orientada para defendernos
de aquello que se interpone
un nuestro camino y para
ello se genera una energía
interna que mueve a la
"destrucción" del obstáculo.
Ahora bien, no debemos
confundir la emoción de la
ira con la agresividad, ya que
ésta es una de las múltiples
maneras de gestión
emocional. Experimentar y
expresar la ira a través de la
agresividad depende de las
conductas que hayamos
aprendido a lo largo de
nuestra vida.
6. Respecto del control o afrontamiento emocional en
relación a la ira, se habla de 3 estilos:
• Ira interna, quien experimenta sentimientos de enojo
o irritación, suprime o anula esos sentimientos antes de
expresarlos ya sea de forma verbal o física.
• Ira externa, al contrario del anterior, la persona que
experimenta estos sentimientos los exterioriza mediante
conductas agresiva, verbales o físicas, orientándolas hacia
terceras personas, u objetos.
• Control de la ira, el sujeto que tiene sentimientos de rabia,
busca mecanismos que le permitan disminuir, tanto la
intensidad, como la duración de ellos, resolviendo de forma
juiciosa la situación o problema que haya generado los
sentimientos negativos de rabia o enojo.
7. El trastorno explosivo intermitente (abreviado TEI) es un trastorno del comportamiento caracterizado
por expresiones extremas de enfado, a menudo hasta el punto de rabia incontrolada, que son
desproporcionadas respecto a las circunstancias en que se producen. Actualmente, dentro del Manual
diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-IV TR) se categoriza dentro de
los trastornos del control de impulsos, junto a la cleptomanía (robo de objetos llamativos para la
persona afectada), la piromanía (provocación de incendios), la tricotilomanía (descontrol en comerse y
arrancarse el cabello) y al juego patológico antes conocido como ludopatía, entre otros.
La agresión impulsiva no es
premeditada, y se define como
una reacción desproporcionada
ante cualquier provocación, real o
percibida como tal. Algunos
pacientes han referido
experimentar cambios afectivos
justo antes del estallido de ira
(estrés, cambios de humor, etc.)
El tratamiento puede conllevar una mezcla de terapia cognitivo-conductual y
tratamiento farmacológico. La terapia puede ayudar al paciente a reconocer los
impulsos para facilitar la adquisición de un mayor nivel de conciencia y control de los
accesos de ira, así como a tratar el estrés emocional que acompaña estos episodios.
Existen diversos tratamientos farmacológicos indicados para este tipo de pacientes.
Los antidepresivos tricíclicos y los inhibidores selectivos de la recaptación de
serotonina (ISRS) como la fluoxetina, la fluvoxamina y la sertralina parecen aliviar
algunos de los síntomas psicopatológicos. Los estabilizadores de
ánimo gabaérgicos y las drogas anticonvulsivas como la gabapentina, el litio y
la carbamazepina parecen ayudar a controlar la aparición de los accesos de
ira. Los ansiolíticos ayudan a aliviar la tensión y pueden favorecer la reducción de los
ataques de ira mediante el incremento de la tolerancia a los estímulos que los
provocan, y están especialmente indicados en pacientes que también sufren de
un trastorno obsesivo-compulsivo, u otros trastornos de ansiedad.