58. La psicología nos ayuda a conocernos a
nosotros mismos. A comprender como somos, a
aceptarnos. De esta forma aprendemos a ser
más libres, a confiar en nuestro criterio.
Esto incrementará nuestro bienestar mental,
aprendiendo estrategias que nos permitan
afrontar con garantías de éxito los momentos
complicados de nuestras vidas.
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Notas del editor
Puede resultar un poco difícil e incluso pretencioso, tratar de inventar una nueva definición de la disciplina que me apasiona Por eso les cuento lo que puede significar la psicología para entender(nos) a los demás
Mi intención al proponer esta reflexión no es otra que intentar “ normalizar ” por un lado, “ desdramatizar ” por el otro y “ positivar ” por encima de todo, el planteamiento vital que nos rodea. La sensación dominante es que las personas sufren “ por todo ” , la crisis, los malos ratos, los problemas en el trabajo, etc. En el enfoque que me gustaría plantear proponemos un modelo de persona “ resiliente ” y positiva. Resiliente es aquella persona que aborda los problemas, las circunstancias adversas de la vida de un modo constructivo.. Son esas personas que lloran, por supuesto, cuando pierden a alguien querido, pero que a continuación pasan a recordar los buenos momentos vividos y reconstruyen su vida incorporando el recuerdo del mismo. Esto es un ejemplo de a lo que me refiero. Se trata de dar permiso para estar triste como parte de un proceso natural de cambio y de reformulación de nuestras vidas. La sociedad actual ha olvidado que el sufrimiento forma parte de ese proceso que nos hace vivir plenamente y propone, por otro lado una esfera de emociones “ planas ” , en la cual las personas se “ ajusten ” haciendo uso, en muchos casos de la medicación y evitando así, que la gente utilice sus propios recursos para afrontar los problemas
RESILIENCIA Probablemente esta es la cuestión clave. El ser humano es capaz de adaptarse a las circunstancias más extremas y salir adelante Superamos situaciones de lo más increíbles Y, sin embargo, no nos vemos capaces de conseguir cambiar nuestras vidas para ser más felices
¿A que la pregunta es genial?. A casi todos los que preguntemos nos dirán, tras fruncir el ceño, que si. Que con la que está cayendo, comparado con otros, se consideran razonablemente felices. La felicidad en si puede ser definida de muchas formas. Puede dividirse en componentes, puede ser el trabajo de toda una vida o simplemente una sensación efímera, difícilmente etiquetable. Pero, a pesar de ello, todos estamos, de una u otra forma empeñados en conseguir este escurridizo objetivo.
En estos tiempos que corren, la pregunta quizás debería ser otra más relacionada con las necesidades básicas que el dinero deja de cubrir pero este es un espacio de psicología y no de economía, ¿o si?. La investigación ha encontrado, sorprendentemente muy poca relación entre el dinero y la felicidad. ¿Por que un montón de dinero no nos hace más felices? Según el equipo de investigación de Elisabet Dunn esto ocurre porque probablemente no lo estemos utilizando adecuadamente. Su trabajo trata de explicar la siguiente paradoja: Las personas acomodadas no solo tienen mejores juguetes; tienen mejor nutrición y mejor atención médica, más tiempo libre y una labor más significativa, mucho más de lo necesario de cada ingrediente que compone la receta de una vida feliz. Pero, sin embargo, no son mucho más felices que aquellos que tienen menos. ¿Si el dinero puede comprar la felicidad, porque no lo hace? Sus conclusiones no son solo útiles para la gente acomodada, lo son para todos nosotros. Su respuesta es que le damos tanta importancia al dinero porque somos asombrosamente torpes para descubrir que nos hace feliz.
La motivación es otro de los tópicos recurrentes que la psicología ha aportado al lenguaje popular. Tengo o no motivación se suele asociar con el empeño que le ponemos a una labor determinada. Se supone que si tenemos “ más motivación ” nos dedicaremos con más esfuerzo o entusiasmo a ella. Pero esto no es del todo cierto. La motivación está compuesta por infinidad de matices que pueden propiciar que alguien se dedique con más o menos dedicación a lo que hace. Dos tipos de motivación, la que viene de fuera (extrínseca) o la que viene de nuestro interior (intrínseca). Ambas son necesarias y, en cierto punto, se complementan, pero la clave viene precisamente de esto, como se relacionan ambos tipos de motivación. Les cuento una historia. Ana tiene éxito. Compite los fines de semana en pruebas de triatlón a lo largo de toda la geografía de Canarias. En su categoría de veteranas siempre está en los primeros puestos. Todos la saludan por su nombre y le alaban sus logros deportivos. Es feliz. El lunes Ana llega a su oficina. Se sienta tras su mesa a completar su tarea diaria. Apenas habla con nadie. Apenas cuestiona su trabajo. Piensa que podría hacer otras cosas pero no lo comenta. No la escucharían. La misma persona con dos tipos de motivaciones. Los fines de semana hace algo que le gusta, le llena. El sentido de la motivación viene desde dentro, aunque también el reconocimiento que obtiene juega un papel muy importante en lo que hace. Al llegar el lunes la motivación es exclusivamente externa, su salario a fin de mes. Es verdad que en los tiempos que corren (¡ya esta! he utilizado la frase de marras), no parece que estemos para experimentar mucho con nuestro trabajo asalariado o no. Tenemos suerte si lo tenemos. Pero lo paradójico es que esto mismo es lo que nos lleva a no levantar cabeza, tanto a nivel individual como colectivo. Si no innovamos, si no nos adaptamos o, en definitiva, si no cambiamos nuestra fuente de motivación es muy probable que no consigamos superar la coyuntura actual. Y esto no tiene que ver solo con Ana, tiene que ver con sus jefes, sus clientes o sus compañeros. Es un cambio de actitud imprescindible y radical que nos puede llevar a un modelo de sociedad distinto.
Parece que se admite por todo el mundo, que si tenemos fuerza de voluntad podemos llegar a conseguir aquello que nos propongamos.. ¿Todo? Quizás esto es un poco categórico y, por qué no decirlo, injusto. O al menos bastante confuso Vamos por partes. ¿A qué nos referimos cuando decimos que puedes hacer todo aquello que te propongas? Dedicación, perseverancia y tiempo. Significa que estos tres pilares, en contra de cualquier adversidad sostendrán el éxito en aquello que nos propongamos. Todo lo que hay que hacer es trabajar duro durante el tiempo que sea necesario. Esta perspectiva puede o no incluir la idea de que “ todos somos creados iguales ” . Puede o no conceder que a algunas personas les resulta más fácil determinadas cosas. Pero en realidad lo que nos quiere hacer entender es que, a largo plazo, ningún talento inherente o habilidad adquirida jugará un papel importante, más allá de los tres factores mencionados, en conseguir aquello que deseamos. Es, desde luego, un planteamiento muy positivo y motivador. Nos da esperanza y nos hace un poquito más iguales. ¿O no? El otro lado de la moneda motivacional nos propone algo diferente, no opuesto, pero si que parte de otro planteamiento Somos diferentes, tenemos diferentes condiciones innatas, diferentes habilidades. ¿Por qué no dedicamos tiempo a descubrirlas y a potenciarlas? O dicho de otra forma ¿no será mejor conocernos, aceptarnos y entendernos para avanzar? Esto provocaría que fuésemos capaces de desarrollar aquello que “ se nos da bien ” , en lugar de enfrascarnos en una ardua tarea de conseguir algo para lo cuál quizás no estamos cualificados. Hablamos de características físicas, rasgos personales o formas de ser. Potenciarlos nos conducirá a sentirnos más plenos, más capaces. Si, lo sé, hablamos de cambiar , ¿por qué nos dices ahora que tenemos que aceptarnos?¿No es eso conformarnos en cierta manera? No. El cambio es precisamente éste, reconocernos, aceptarnos sin juzgar y no enfrascarnos en una lucha improductiva y cosmética para conseguir ser alguien que no somos.
En psicología social, atribución es el proceso de inferir las causas de los eventos o conductas. En la vida real, la atribución es algo que hacemos todos los días, frecuentemente sin ser conscientes de los procesos y sesgos que nos llevan a nuestras conclusiones. A lo largo del día hacemos innumerables atribuciones acerca de nuestra conducta o la de los demás. Cuando obtenemos un mal resultado en una prueba, podemos culpar al profesor por no explicar adecuadamente el material, olvidando completamente el hecho de que no estudiamos para el examen. Cuando un compañero obtiene un buen resultado en la misma prueba podemos atribuirlo a su suerte, obviando el hecho de que tiene excelentes hábitos de estudio.
Sternberg divide el amor verdadero en tres partes. Vamos a verlas de forma que sea sencillo el poder aplicarlas a nuestra realidad. Esto nos podrá ayudar a saber si lo que tenemos en nuestra relación es amor verdadero o no. Pasión. Incluye atracción física y sexual. Puedes oir música o tintineos y no puedes dejar de pensar en la persona amada. La atracción es abrumadora. Es el reino de las feromonas. Saltan chispas de electricidad y burbujeos químicos. Tienes una necesidad imperiosa de reciprocidad en tus sentimientos. Para la mayoría de las personas este es el inicio del enamoramiento. Intimidad. La intimidad lleva al apego. Crea cercanía y conectividad. Llamamos a este proceso estar vinculado con otra persona. La intimidad crece, en primer lugar, pasando mucho tiempo con la otra persona. Sigue creciendo al compartir más y más aspectos de nuestra vida. Se sustenta en la confianza y la seguridad. Si no puedes confiar en una persona ni te sientes seguro con ella, la intimidad desaparece y degenera en desconfianza y sospecha. La intimidad requiere paciencia, y muchos no están preparados para esta tarea. Cuesta. Implica mucha comunicación y generosidad. Si una persona ha sido dañada por relaciones previas, pueden tener muchas dificultades debido a expectativas negativas. La tendencia es a proyectar el pasado sobre la relación actual. Compromiso. Implica la habilidad para estar conectado pase lo que pase. Una persona madura sobrelleva los malosentendidos y los enfados. La clave para permanecer juntos es creer en la otra persona, no prejuzgarla, nunca. Es trabajar de forma positiva para resolver los problemas. Para construir una relación se deben superar las barreras y asumir que la pareja también está trabajando para solucionarlo. El compromiso implica ser conciliadores, por encima de nuestras emociones transitorias. No es sencillo, es un contrato que asumimos y por el cual debemos trabajar. Se puede romper, sin duda, no es una tarea para débiles. El compromiso implica estar al lado del otro aunque las cosas se pongan difíciles. Desde luego que el compromiso no implica que se deba estar de acuerdo en todo, significa entender las diferencias del otro, y respetarlas. El amor verdadero tiene estos tres componentes, …………… . al menos para Robert Sternberg.
De acuerdo a los expertos en percepción temporal, la razón porque el tiempo parece pasar tan rápido es porque repetimos las mismas rutinas y experimentamos los mismos eventos una y otra vez. Hacer las cosas por primera vez nos deja una impresión duradera (un nuevo trabajo o el primer día de colegio), pero a medida que repetimos estos eventos una y otra vez nos deja poca huella en la memoria y así el tiempo parece que pasa volando. Desde luego que hay varias teorías que explican el paso del tiempo. Una de ellas sugiere una formula matemática que se centra en el tiempo que hemos vivido. Cuando tenemos 10 años, los últimos cinco, la mitad de nuestra vida, los recordamos perfectamente. A medida que pasa el tiempo, ésta ecuación cambia y, por ejemplo, cuando tenemos veinte años, los últimos cinco significan un cuarto, y así sucesivamente.
De acuerdo a los expertos en percepción temporal, la razón porque el tiempo parece pasar tan rápido es porque repetimos las mismas rutinas y experimentamos los mismos eventos una y otra vez. Hacer las cosas por primera vez nos deja una impresión duradera (un nuevo trabajo o el primer día de colegio), pero a medida que repetimos estos eventos una y otra vez nos deja poca huella en la memoria y así el tiempo parece que pasa volando. Desde luego que hay varias teorías que explican el paso del tiempo. Una de ellas sugiere una formula matemática que se centra en el tiempo que hemos vivido. Cuando tenemos 10 años, los últimos cinco, la mitad de nuestra vida, los recordamos perfectamente. A medida que pasa el tiempo, ésta ecuación cambia y, por ejemplo, cuando tenemos veinte años, los últimos cinco significan un cuarto, y así sucesivamente. ¿Cómo podemos cambiar esto? Si, el tiempo puede pasar más despacio si lo llenamos de contenido. Cambiando nuestras rutinas, probando nuevas experiencias, por muy pequeñas que sean, introducen novedad en nuestra rutina diaria y consiguen reactivar nuestra memoria mucho mas que repetir todo una y otra vez. Por ejemplo, comer siempre en el mismo restaurante, nos lleva a la rutina y nos hace sentir que el tiempo ha pasado muy rápido. Cambiemos de sitio a menudo y veremos como cada día tiene otro significado y nuestros recuerdos serán más variados. En definitiva, cuando más variemos nuestras rutinas, introduciendo nuevas experiencias, cambiando nuestra ruta hacia el trabajo o nuestro sitio de vacaciones, conseguiremos aumentar nuestro tiempo o, al menos, la percepción del mismo.
Somos optimistas por naturaleza. Pensamos, además, que somos mejores que los demás en prácticamente todo lo que hacemos. Incluso podemos llegar a creer que a pesar de fumar dos cajetillas de tabaco al día, es altamente improbable que padezcamos cáncer. Nosotros no. Esta forma de pensar deriva de un curioso fenómeno, el sesgo optimista . Este sesgo puede provocar que triunfemos o fracasemos estrepitosamente. Puede hacer que tomemos las decisiones más sabias o las más tontas. Veamos como funciona. Este fenómeno nos lleva a pensar siempre en lo bueno de prácticamente todo lo que nos acontece, nos beneficie o no. Nos lleva a pensar que tendremos éxito a pesar de que todo este en contra nuestra. Es la parte de nuestro cerebro que nos ayuda a tomar decisiones arriesgadas en contra de toda lógica. Nos lleva a pensar que no nos pondremos enfermos y no contratar un seguro o que el tabaco no nos matará a nosotros. Asimismo, nos hace pensar que podemos ganar en las quinielas y que esto nos hará feliz. El sesgo optimista nos hace sentirnos excitados con la posibilidad de algo que es bastante improbable que ocurra o que no lo haga. El lado positivo de este fenómeno es la capacidad que tiene de impulsarnos a hacer cosas meramente por la ilusión que nos produce la posibilidad de conseguirlas. Nos motiva para avanzar, y eso, en principio es algo bueno. Pero por otro lado también es cierto que nos aparta de un examen realista de las situaciones, y puede conducirnos a grandes frustraciones basadas en la posibilidad de conseguir algo inalcanzable. Es el lado amargo de este sesgo. Nos puede conducir a tomar decisiones literalmente absurdas como pensar que tomarnos unas copas y conducir no tienen porque llevarnos a un accidente. Que no tomemos los riesgos en serio debido a que nuestro cerebro tiene una tendencia a mirar el lado bonito de las cosas puede ser un verdadero problema. Pero la alternativa de no asumir riesgos por lo que pueda pasar puede conducirnos a una vida realmente aburrida e insulsa. La psicóloga británica Tali Sharot , que ha estudiado los mecanismos cerebrales de este fenómeno nos da la solución. Al parecer, el mero conocimiento de la existencia de este sesgo, de este optimismo digamos, falso, nos permite evitar la toma de decisiones absurdas. Es decir, nos permite seguir siendo optimistas pero con los pies en el suelo. Tomar decisiones atrevidas, pero considerando todas las posibilidades.
La autoestima, ese concepto que resulta tan recurrente cuando oímos hablar a los psicólogos, tiene mucho que ver con nuestra percepción de nosotros mismos. Aspectos tales como nuestra apariencia física, nuestra capacidad adquisitiva, nuestra vida social y otras cuestiones conforman como nos sentimos con nosotros. Es decir si nos gustamos o no. Esto es la autoestima, que cuando la tenemos baja significa que no nos gustamos (o que no nos gusta lo que hemos hecho) o si es alta significa que si lo hacemos. Teniendo una mención aparte para como educar la autoestima en nuestros hijos que sería algo a tratar en un programa específico dedicado a la educación en la familia, hay algunas cuestiones interesantes a tener en cuenta para incrementar nuestra consideración hacia nosotros mismos. En primer lugar es muy importante que estemos atentos al lenguaje que empleamos, intentemos hablar en positivo, reafirmando nuestras fortalezas que ya tienes y no empezando las conversaciones con autoafimaciones negativas “ yo se que soy un pesado, pero …. “ . De forma paralela a esto debemos incorporar a nuestra personalidad atributos que desees tener. Con pequeños ejercicios como puede ser preguntar por el detalle de una factura que nos parece cara o solicitar permiso para pasar en una calle estrecha, estaremos consiguiendo pequeños triunfos que nos van a hacer sentir mejor. En segundo lugar podemos empezar conociendo cuales son nuestras creencias y quien nos las inculcó. Ayuda mucho h acer un listado de todas ellas e identificar cuales “ nos frenan ” . Junto con esto deberíamos intentar cambiar el punto de referencia sobre hechos que ocurrieron en el pasado y sentimos que nos “ marcaron ” . Muchas veces vivimos atormentándonos con hechos del pasado que nos causaron algún dolor. Cambiando el punto de referencia, cambiaremos nuestro punto de vista y si lo hacemos, no cambiaremos nuestro pasado, pero si la interpretación que tenemos de él. El segundo punto está íntimamente ligado al perdón. Debemos liberarnos de rencores y avanzar ya que no somos conscientes hasta que punto el rencor condiciona nuestra vida y nos obliga a ir por un camino determinado apartandonos de otro. El mejor ejemplo de esto lo constituye como “ tachamos ” a familares de nuestra vida por el simple hecho de que nos llevemos mal con su padre o con su madre. En tercer lugar debemos cultivar nuestras fortalezas en lugar de concentrarnos en lo que no sabemos o no podemos hacer. La mejor manera de liberarnos de nuestras debilidades es aumentar nuestras cualidades.
Puede ser vivir feliz para siempre, ir al cielo o incluso encontrarlo en el puesto de trabajo. Lo que quiera que sea, el sentido en nuestras vidas tiene que ver con alcanzar metas y sentirse lleno. Necesitamos propósitos continuamente, aunque sean difíciles de conseguir o decaigamos en nuestro intento.
Necesitamos una estructura moral para entender lo que está bien o lo que está mal. Hay mucho donde elegir. Puede venir de la religión, de la filosofía o, la más común, de la familia o el grupo de amigos.
Queremos marcar la diferencia y tener algo de control sobre nuestro entorno. Sin esto, percibimos una disminución en nuestro sentido de la vida. No la sentimos nuestra, luego no tiene porque significar nada para nosotros.
Todos queremos sentir que somos gente que vale la pena. Esto puede ser de forma individual o asociándonos a una causa significativa.
En un estudio llevado a cabo en 2012, examinando estas tres posibilidades, se halló que la compasión era sorprendentemente potente. Comparada con las otras dos posibilidades, este estudio encontró que la compasión con nosotros mismos ayudaba a los participantes a: Ver las posibilidades de cambio Incrementar la motivación para cambiar Tomar acciones para producir un cambio Al compararnos con aquellos que lo están haciendo mejor, nos motivamos a cambiar. Lo más curioso que se deriva de este estudio es que la autocompasión resulta no ser la opción suave, de hecho es todo lo contrario. Siendo comprensivos y no juzgándonos, somos capaces de evitar la autocrítica dañina y el desempeño frágil. En el estudio de Breines y Chen citado, se invitaba a los participantes a recordar inseguridades sociales o ansiedades sociales que hubiesen sufrido en el pasado. Mostrar compasión al rememorarlos era la mejor forma de superarlos. Esto ocurre debido a que la autocompasión construye una forma mas equilibrada de reaccionar tanto a nuestros errores como a las situaciones difíciles en las cuales nos podamos encontrar, ayudándonos a no atascarnos en el juicio de una acción pasada y centrándonos en un desempeño actual más constructivo. Esta forma de conocernos, sin juzgarnos, nos fortalece, siendo de hecho la manera más resiliente de abordar situaciones difíciles.
Los expertos aseguran que hacer actividad física es igual de bueno que tomar un antidepresivo para mejorar el ánimo. Treinta minutos de ejercicio es el mejor antídoto contra la tristeza y el estrés.
Algunas personas se saltan el desayuno porque no tienen tiempo o porque no quieren engordar. Estudios demuestran que desayunar ayuda a tener energía, pensar y desempeñar exitosamente las actividades.
Escribe en un papel 10 cosas que tienes en tu vida que te dan felicidad. Cuando hacemos una lista de gratitud nos obligamos a enfocarnos en cosas buenas.
Pide lo que quieras y di lo que piensas. Está demostrado que ser asertivo ayuda a mejorar la autoestima. Ser dejado y aguantar en silencio todo lo que te digan y hagan, genera tristeza y desesperanza.
Llena tu frigorífico, tu ordenador, tu escritorio, tu dormitorio, en fin, tu vida de recuerdos bonitos.
Más de 100 investigaciones afirman que el sólo hecho de sonreír cambia el estado de ánimo.
Un estudio descubrió que el 75% de las personas se sentía más feliz cuando invertía su dinero en viajes, cursos y clases. En tanto, sólo el 34% dijo sentirse más feliz cuando compraba cosas.
No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy. Estudios demuestran que cuanto más postergas algo que sabes que tienes que hacer, más ansiedad y tensión generas. Escribe pequeñas listas semanales de tareas a realizar y cúmplelas.
Si te duelen los pies es seguro que te pondrás de mal genio, asegura el doctor Keinth Wapner, Presidente de la Asociación Americana de Ortopedia.
Caminar derecho con los hombros ligeramente hacia atrás y la vista hacia el frente ayuda a mantener un buen estado de ánimo.
Está comprobado que escuchar música te despierta deseos de cantar y bailar, lo que alegra la vida.
Lo que consumes tiene un impacto importante en tu estado de ánimo. Por esta razón, lo recomendables es comer algo ligero cada tres o cuatro horas para así mantener los niveles de glucosa estables; no saltarse comidas; evitar el exceso de harinas blancas y el azúcar; comer de todo y variar los alimentos.
El 41% de la gente dice que se siente más feliz cuando piensa que se ve bien.