1. EL MATRIMONIO EN LA ANTIGUA ROMA
El matrimonio en la antigua Roma evolucionó a lo largo de los siglos y se vio
influenciado por diversas costumbres y tradiciones. Su origen se remonta a la
fundación de Roma y se desarrolló a lo largo de los siguientes periodos:
1. Matrimonio por captura: En los primeros tiempos de Roma, se cree que
el matrimonio se basaba en la captura de mujeres de grupos vecinos
durante incursiones militares. Esta práctica evolucionó con el tiempo
hacia un proceso más formal y consensuado.
2. Confarreatio y Coemptio: Durante la monarquía romana, surgieron dos
formas de matrimonio: la “confarreatio”, que era un rito religioso y formal
realizado principalmente por las clases altas, y la “coemptio”, que
involucraba la compra simbólica de la esposa y era más común entre las
clases bajas.
3. Usus y matrimonio sine manu: En la República romana, se introdujeron
nuevas formas de matrimonio, como el “usus” (basado en la convivencia
continua) y el “matrimonio sine manu” (unión sin transferencia de la
autoridad de la esposa al marido). Estos permitieron mayor flexibilidad
en la institución del matrimonio.
4. Influencias externas: A medida que Roma se expandió y entró en
contacto con otras culturas, como la griega, se produjo una influencia en
las prácticas matrimoniales. El matrimonio romano adoptó elementos de
estas culturas, como la costumbre de intercambiar anillos.
5. Matrimonio cristiano: A partir del siglo III d.C., con la adopción del
cristianismo, las prácticas matrimoniales en Roma se vieron influenciadas
por la doctrina cristiana. El matrimonio se convirtió en un sacramento y
se enfatizó la monogamia y la indisolubilidad del vínculo matrimonial.
En resumen, el matrimonio en la antigua Roma tuvo un desarrollo gradual,
pasando de ritos más primitivos a formas más formalizadas y legalmente
reconocidas. Su evolución refleja la interacción de las tradiciones romanas con
influencias externas y cambios en la sociedad a lo largo de los siglos.
2. MATRIMONIO EN EL SIGLO IV al IX
Los matrimonios en los siglos IV al IX variaron ampliamente según la cultura y la
región. En la Europa medieval, por ejemplo, los matrimonios eran a menudo
arreglados por cuestiones políticas y económicas, y las parejas tenían poco o
ningún control sobre con quién se casaban. La Iglesia Católica también
desempeñó un papel importante en la regulación de los matrimonios.
Sin embargo, en otras partes del mundo, como en Asia y el mundo islámico, las
prácticas matrimoniales variaban. En algunas culturas, los matrimonios eran más
flexibles y se basaban en el consentimiento mutuo.
Es importante recordar que las prácticas matrimoniales eran diversas y
evolucionaron a lo largo de los siglos, por lo que no se puede generalizar
completamente sobre cómo eran los matrimonios en ese período. ¿Tienes
alguna pregunta más específica sobre este tema?
3. EL MATRIMONIO EN ROMA SIGLO IV al IX
En la antigua Roma, las prácticas matrimoniales evolucionaron
significativamente a lo largo de los siglos IV al IX. Aquí tienes algunas
características clave de los matrimonios en esa época:
Siglo IV:
1. Matrimonio era una institución importante: El matrimonio se consideraba
una parte fundamental de la vida y la sociedad romana. Era una
institución reconocida y regulada por las leyes romanas.
2. Matrimonio por conveniencia: A menudo, los matrimonios se realizaban
por razones políticas, económicas y sociales. Las alianzas entre familias
eran comunes, y se esperaba que el matrimonio beneficiara a ambas
partes.
3. Rol de la mujer: Las mujeres tenían un estatus legal y social inferior al de
los hombres en la sociedad romana. Estaban bajo la autoridad del
paterfamilias (el cabeza de familia, generalmente el esposo o padre) y
tenían limitaciones en cuanto a la propiedad y la toma de decisiones.
Siglo IX:
1. Cristianización: Durante el período comprendido entre los siglos IV y IX,
el cristianismo se convirtió en la religión dominante en el Imperio
Romano y, más tarde, en la Europa medieval. La Iglesia desempeñó un
papel fundamental en la regulación y la santificación del matrimonio.
2. Monogamia: La Iglesia promovió la monogamia como el estándar, lo que
significa que un hombre y una mujer se casaban entre sí, y se esperaba
que este matrimonio fuera de por vida.
3. Consentimiento mutuo: La idea de que el consentimiento mutuo de las
partes era esencial para un matrimonio válido se fortaleció. Esto
significaba que los contrayentes debían dar su consentimiento
libremente.
4. Celebración religiosa: Los matrimonios solían llevarse a cabo en el
contexto de una ceremonia religiosa en la iglesia, lo que marcó el inicio
de la tradición de las bodas cristianas.
Estos son algunos de los cambios significativos en las prácticas matrimoniales
en Roma desde el siglo IV hasta el siglo IX, que reflejan la influencia de la Iglesia
cristiana en la evolución de la institución matrimonial.
4. EL MATRIMONIO CRISTIANA PRIMEROS SIGLOS
En los primeros siglos del cristianismo, el matrimonio cristiano estaba
influenciado por las costumbres y tradiciones de la época, así como por las
enseñanzas religiosas. Algunos puntos clave incluyen:
1. Influencia del contexto cultural: En el período comprendido entre el
siglo I y el III, el mundo romano era predominantemente pagano, y las
prácticas matrimoniales variaban. Los cristianos vivían en este contexto
cultural y se casaban de acuerdo con las costumbres de la sociedad en la
que vivían.
2. Énfasis en la fidelidad y la monogamia: Desde el principio, los
cristianos enfatizaron la importancia de la fidelidad conyugal y la
monogamia, en contraste con algunas de las prácticas matrimoniales más
laxas de la sociedad romana.
3. Ceremonias matrimoniales: No había una liturgia matrimonial
estandarizada en esta época, pero los matrimonios cristianos
generalmente se celebraban con una bendición o una oración. La
presencia de testigos era importante.
4. Papel de la Iglesia primitiva: La Iglesia desempeñó un papel cada vez
más importante en la regulación y supervisión de los matrimonios a
medida que se desarrollaba la doctrina cristiana. Los líderes eclesiásticos
a menudo abogaban por la castidad antes del matrimonio y condenaban
la infidelidad conyugal.
5. Divorcio: Aunque el divorcio era permitido en la sociedad romana, la
Iglesia cristiana primitiva se oponía a él en la mayoría de los casos,
promoviendo la idea de que el matrimonio era indisoluble.
Es importante recordar que las prácticas matrimoniales cristianas variaban
según la región y la comunidad específica, y las enseñanzas y prácticas
evolucionaron a lo largo de los primeros siglos del cristianismo a medida que la
Iglesia se desarrollaba y se organizaba más formalmente.
5. MATRIMONIO CRISTIANO SIGLO IV al IX
El matrimonio cristiano en los siglos IV al IX experimentó evoluciones
significativas. Aquí hay algunos aspectos destacados:
1. Rituales Matrimoniales: Durante el siglo IV, la Iglesia comenzó a tomar
un papel más activo en la celebración de matrimonios. Los rituales
matrimoniales cristianos se volvieron más formales y se realizaron en
iglesias.
2. Monogamia: El concepto de la monogamia se consolidó, en gran parte
gracias a la influencia del cristianismo. Los matrimonios múltiples y la
poligamia, que eran más comunes en algunas culturas, fueron
desalentados.
3. Consentimiento Mutuo: Se enfatizó la importancia del consentimiento
mutuo de los cónyuges en el matrimonio. Esto marcó una desviación de
los matrimonios arreglados que eran más comunes en épocas anteriores.
4. Indisolubilidad: La indisolubilidad del matrimonio se estableció como un
principio, aunque esto se aplicaba principalmente a la Iglesia. El divorcio
era posible en algunos casos, pero se hacía cada vez más difícil.
5. Bendición Religiosa: La bendición religiosa se convirtió en un elemento
esencial de los matrimonios cristianos. Los sacerdotes tenían un papel
importante en la bendición y la presencia de Dios en el matrimonio.
6. Dote y Propiedad: Aunque la Iglesia promovía el matrimonio por amor,
la cuestión de la propiedad y la dote aún estaba presente en algunos
casos. La Iglesia intentó regular esto para evitar abusos.
7. Separación de la Iglesia y el Estado: Durante estos siglos, hubo una
separación gradual entre los matrimonios civiles y religiosos. La Iglesia
ganó autoridad sobre los asuntos matrimoniales, mientras que el Estado
regulaba los aspectos legales.
En resumen, el matrimonio cristiano en los siglos IV al IX experimentó un
proceso de formalización y regulación por parte de la Iglesia, estableciendo
principios como la monogamia, el consentimiento mutuo y la bendición
religiosa, que continúan siendo fundamentales en la actualidad.
6. MATRIMONIO CATÓLICO CUANDO SE RITUALIZA
CUANDO SE RITUALIZA EL MATRIMONIO CRISTIANO
El matrimonio católico se ha ritualizado a lo largo de la historia de la
Iglesia Católica. Sin embargo, el rito matrimonial en su forma actual se
consolidó en el Concilio de Trento, que se llevó a cabo entre 1545 y
1563. En este concilio, se establecieron las normas y rituales específicos
para el matrimonio católico, incluyendo la necesidad de que se realice
ante un sacerdote y con testigos. Estos rituales se han mantenido en
gran medida hasta el día de hoy, aunque ha habido algunas
modificaciones menores en la liturgia matrimonial a lo largo de los
años.
7. EL CONTEXTO DEL CONCILIO DE TRENTO
CONCILIO DE TRENTO
El período que abarca entre 1545 y 1563 se conoce como el Concilio de Trento, un concilio
ecuménico de la Iglesia Católica que tuvo un papel crucial en la historia de la Iglesia y que
respondió a las tensiones y reformas religiosas de la época. Algunos puntos destacados de
este período son:
1. Reforma católica: El Concilio de Trento fue convocado en respuesta a la Reforma
Protestante, que había comenzado en el siglo XVI. La Iglesia católica buscaba
abordar las críticas y reformar algunas de sus prácticas en este contexto.
2. Doctrina y liturgia: El concilio revisó y afirmó muchas de las doctrinas y prácticas
católicas, incluyendo la transubstanciación (la creencia en la conversión del pan y el
vino en el cuerpo y la sangre de Cristo durante la Eucaristía), así como la
importancia de los sacramentos y la liturgia.
3. Autoridad papal: Se reafirmó la autoridad del Papa en la Iglesia Católica y se
estableció la necesidad de obediencia a la autoridad eclesiástica.
4. Educación y formación del clero: Se establecieron normas para la educación y la
formación del clero católico con el fin de mejorar la calidad del liderazgo religioso.
5. Lucha contra la herejía: El concilio abordó las herejías y la difusión de ideas
protestantes, tomando medidas en contra de las ideas que consideraban
heterodoxas.
6. Libros canónicos: Se definió el canon de la Biblia católica, que incluye libros que no
se encuentran en la Biblia protestante.
El Concilio de Trento tuvo un impacto duradero en la Iglesia Católica y ayudó a definir la fe
y las prácticas católicas en respuesta a los desafíos planteados por la Reforma Protestante.
8. CONCILIO DE TRENTO SOBRE EL
MATRIMONIO
CONCILIO DE TRENTO SOBRE EL MATRIMONIO
El Concilio de Trento (1545-1563) tuvo un importante impacto en las enseñanzas y
regulaciones de la Iglesia Católica sobre el matrimonio. Algunas de las decisiones clave
relacionadas con el matrimonio tomadas en el Concilio de Trento incluyen:
1. La confirmación de que el matrimonio es un sacramento.
2. La reafirmación de la indisolubilidad del matrimonio, lo que significa que el divorcio
no está permitido en la Iglesia Católica.
3. La necesidad de que las bodas se celebren públicamente y ante un sacerdote.
4. La edad mínima para el matrimonio, que se estableció en 16 años para los hombres
y 14 años para las mujeres.
5. La prohibición de los matrimonios clandestinos, es decir, bodas secretas o no
oficialmente registradas.
Estas decisiones del Concilio de Trento influyeron en gran medida en la doctrina y las
prácticas matrimoniales de la Iglesia Católica, y muchas de estas normas siguen siendo
válidas en la actualidad.
9. CONCILIO VATICANO II SOBRE EL
MATRIMONIO
El Concilio Vaticano II, que tuvo lugar entre 1962 y 1965, emitió varios documentos que
abordan cuestiones relacionadas con el matrimonio. Uno de los documentos más
relevantes es "Gaudium et Spes" (Alegría y Esperanza), que trata sobre la Iglesia en el
mundo contemporáneo. Este documento aborda temas matrimoniales, como la
importancia del matrimonio y la familia, la igualdad entre esposos y la regulación de la
natalidad. Sin embargo, para obtener información detallada sobre las enseñanzas
específicas del Concilio Vaticano II sobre el matrimonio, te recomendaría consultar
directamente el documento "Gaudium et Spes" o fuentes autorizadas sobre teología
católica.
La Gaudium et spes trata en profundidad de la familia al inicio de la Segunda
Parte (nrr. 46-53). No viene al caso citar sus afirmaciones, porque no es más que
la doctrina católica tradicional que todos conocemos, a parte del relevo dado al
mutuo amor entre los cónyuges, reconocido ya abiertamente como un bien,
también primario, del matrimonio, junto a la procreación.
A propósito de matrimonio y familia, la Gaudium et spes, según su buen conocido
procedimiento, destaca primero las conquistas positivas del mundo moderno
(“las alegría y las esperanzas”), y en segundo lugar los problemas y los peligros
(“las tristezas y las angustias”). Yo me propongo seguir el mismo método, pero
teniendo en cuenta los cambios dramáticos sucedidos, en este campo, en el
medio siglo que ha pasado desde entonces. Llamaré velozmente la atención
sobre el proyecto de Dios sobre matrimonio y familia, porque es siempre desde
este que nosotros creyentes debemos partir, para después ver qué puede aportar
la revelación bíblica a la solución de los problemas actuales. Me abstengo
deliberadamente de tocar algunos problemas particulares discutidos en el
sínodo de los obispos, sobre los cuáles solo el Papa ya tiene el derecho de decir
todavía una palabra.
1. Matrimonio y familia en el proyecto divino y en el Evangelio de Cristo
El libro del Génesis tiene dos historias distintas de la creación de la primera
pareja humana, que se remontan a dos tradiciones diferentes: la jahwista (siglo
X a.C.) y la más reciente (siglo VI. a.C.) llamada “sacerdotal”. En la tradición
sacerdotal (Gen 1, 26-28) el hombre y la mujer son creados simultáneamente, no
uno del otro; se pone en relación el ser masculino y femenino con el ser a imagen
de Dios: “Dios creó al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó, hombre y
mujer los creó”. El fin primario de la unión entre el hombre y la mujer es visto en
el ser fecundos y llenar la tierra.
10. En la tradición jahwista que es más antigua (Gen 2, 18-25), la mujer sale del
hombre; la creación de dos sexos es vista como remedio a una petición (“No está
bien que el hombre esté solo; le quiero dar una ayuda que sea parecido”); más
que el factor procreativo, se acentúa el factor unitivo (“el hombre se unirá a su
mujer y los dos serán una sola carne”); cada uno es libre frente a la propia
sexualidad y a la del otro: “Entonces los dos estaban desnudos, el hombre y su
mujer, pero no sentían vergüenza”.
La explicación más convincente del porqué de esta “invención” divina de la
distinción de los sexos la he encontrado no en un exegeta; sino en un poeta, Paul
Claudel:
“El hombre es un ser orgulloso; no había otro modo de hacerle comprender al
prójimo que introduciéndolo en su carne. No había otro medio de hacerle
entender la dependencia y la necesidad, más que mediante la ley de otro ser
diferente [la mujer] sobre él, debida al sencillo hecho de que existe” [1].
Abrirse al otro sexo es el primer paso para abrirse al otro que es el prójimo, hasta
el Otro con la letra mayúscula que es Dios. El matrimonio nace en el signo de la
humildad; es reconocimiento de dependencia y por tanto de la propia condición
de criatura. Enamorarse de una mujer o de un hombre es hacer el acto más
radical de humildad. Es un hacerse mendicante y decir al otro: “Yo no me basto
por mí mismo, necesito de tu ser”.
Más que en las particulares transgresiones prácticas, el desapego del ideal
inicial es visible en la concepción de fondo que se tiene del matrimonio en Israel.
El oscurecimiento principal tiene que ver con dos puntos cardinales. El primero
es que el matrimonio, de fin, se convierte en medio. El Antiguo Testamento, en
su conjunto, considera el matrimonio como una estructura de autoridad de tipo
patriarcal, destinada principalmente a la perpetuación del clan. En este sentido
se entienden las instituciones del levirato (Dt 25, 5-10), del concubinato (Gen 16)
y de la poligamia provisoria. El ideal de una comunión de vida entre el hombre y
la mujer, fundada sobre una relación personal y recíproca, no es olvidada, pero
pasa a un segundo plano respecto al bien de la prole. El segundo oscurecimiento
grave tiene que ver con la condición de la mujer: de compañera del hombre,
dotada de igual dignidad, esta aparece cada vez más subordinada al hombre y
en función del hombre.
2. Qué nos dice hoy la enseñanza bíblica
“El cuerpo humano, con su sexo, y su masculinidad y feminidad, …es no sólo
fuente de fecundidad y de procreación, como en todo el orden natural, sino que
encierra desde el principio el atributo esponsal, o bien, de expresar el amor: ese
amor precisamente en el que el hombre-persona se convierte en don y, mediante
este don, realiza el sentido mismo de su ser y existir” [4].
En su encíclica “Deus caritas est”, el papa Benedicto XVI ha escrito cosas
profundas y nuevas a propósito del eros en el matrimonio y en las relaciones
mismas entre Dios y el hombre. “Esta estrecha relación entre eros y matrimonio
que presenta la Biblia no tiene prácticamente paralelo alguno –escribía– en la
literatura fuera de ella” [5].
11. Una de los equivocaciones más grandes que hacemos a Dios es terminar
haciendo de todo lo relacionado con el amor y la sexualidad un ámbito saturado
de malicia, donde Dios no debe entrar y sobra. Como si Satanás, y no Dios, fuera
el creador de los sexos y el especialista en el amor.
Nosotros, los creyentes -y también muchos no creyentes- estamos lejos de
aceptar las consecuencias que algunos sacan hoy de estas premisas: por
ejemplo, que baste con cualquier tipo de eros para constituir un matrimonio,
incluido aquél entre personas del mismo sexo, pero este rechazo adquiere otra
fuerza y credibilidad si se une al reconocimiento de la bondad de fondo de la
instancia, e igualmente a una sana autocrítica.
No podemos en efecto silenciar la contribución que los cristianos dieron a la
formación de aquella visión puramente objetivista del matrimonio contra la cual
la cultura occidental moderna se ha lanzado con vehemencia. La autoridad de
Agustín, reforzada en este punto por Tomás de Aquino, acabó por arrojar una luz
negativa sobre la unión carnal de los cónyuges, considerada el medio de
transmisión del pecado original y no privada, ella misma, de pecado “al menos
venial”. Según el doctor de Hipona, los cónyuges debían acudir al acto conyugal
“con disgusto” (cum dolore) y solo porque no había otro modo de dar ciudadanos
al Estado y miembros a la Iglesia [6].
3. Un ideal que es necesario redescubrir
No menos importante que la tarea de defender el ideal bíblico del matrimonio y
de la familia es para los cristianos la tarea de redescubrirlo y vivirlo en plenitud,
de manera que se vuelva a proponer al mundo con los hechos, más que con las
palabras. Los primeros cristianos, con sus costumbres, cambiaron las leyes del
Estado sobre la familia; nosotros no podemos pensar que se haga lo contrario, o
sea cambiar las costumbres de la gente con leyes del Estado, aunque como
ciudadanos tengamos el deber de contribuir a que el Estado haga leyes justas.
Después de Cristo, nosotros leemos justamente el relato de la creación del
hombre y de la mujer a la luz de la revelación de la Trinidad. Bajo esta luz, la frase:
“Creó Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, macho y
hembra los creó”, revela por fin su significado, que había sido enigmático e
incierto antes de Cristo. ¿Qué relación puede haber entre ser “a imagen de Dios”
y ser “macho y hembra?”. El Dios bíblico carece de connotaciones sexuales; no
es ni varón ni mujer.
La semejanza consiste en esto. Dios es amor y el amor exige comunión,
intercambio interpersonal; requiere que haya un “yo” y un “tú”. No existe amor
que no sea amor por alguien; donde no hay más que un sujeto no puede haber
amor, sino sólo egoísmo o narcisismo. Allí donde Dios es concebido como Ley o
como Potencia absoluta, no hay necesidad de una pluralidad de personas (¡el
poder se puede ejercer también solos!). El Dios revelado por Jesucristo, siendo
amor, es único y solo, pero no es solitario; es uno y trino. En Él coexisten unidad
y distinción: unidad de naturaleza, de voluntad, de intención, y distinción de
características y de personas.
12. Dos personas que se aman -y el caso del hombre y la mujer en el matrimonio es
el más fuerte- reproducen algo de lo que ocurre en la Trinidad. Allí dos personas
-el Padre y el Hijo-, amándose, producen (“exhalan”) el Espíritu que es el amor
que les une. Alguien ha definido el Espíritu Santo como el “Nosotros” divino, esto
es, no la “tercera persona de la Trinidad”, sino la primera persona plural [7].
En esto precisamente la pareja humana es imagen de Dios. Marido y mujer son
en efecto una carne sola, un solo corazón, una sola alma, aún en la diversidad de
sexo y de personalidad. En la pareja se reconcilian entre sí unidad y diversidad.
En esta luz se descubre el sentido profundo del mensaje de los profetas acerca
del matrimonio humano, que eso es por lo tanto símbolo y reflejo de otro amor,
el de Dios por su pueblo. Esto no significaba sobrecargar de un significado
místico una realidad puramente mundana. No era cuestión sólo de simbolismo;
era más bien revelar el verdadero rostro y el objetivo último de la creación del
hombre varón y mujer.
¿Cuál es la causa de la inconclusión y de la insatisfacción que deja la unión
sexual, dentro y fuera del matrimonio? ¿Por qué este impulso cae siempre sobre
sí mismo y por qué esta promesa de infinito y de eterno resulta siempre
decepcionada? A esta frustración se busca un remedio que no hace más que
acrecentarla. En lugar de modificar la calidad del acto, se aumenta su cantidad,
pasando de un partner a otro. Se llega así al estrago del don de Dios de la
sexualidad, en marcha en la cultura y en la sociedad de hoy.
4 Casados y consagrados en la Iglesia
También si nosotros los consagrados no vivimos la realidad del matrimonio, he
dicho al inicio, debemos conocerla para ayudar a quienes viven en esa. Añado
ahora un ulterior motivo: ¡tenemos necesidad de conocerla para ser, también
nosotros, ayudados por ellos!
Hablando de matrimonio y virginidad el apóstol dice: “Cada uno tiene el propio
don (chárisma) de Dios, quien de una manera y quien en otra”. (1 Cor 7, 7); o sea:
los casados tienen su carisma y quien no se casa “por el Señor” tiene su carisma.
El carisma -dice el mismo apóstol- es “una manifestación particular del Espíritu,
para la utilidad común” (1 Cor 12, 7). Aplicado a la relación entre casados y
consagrados en la Iglesia, esto significa que el celibato y la virginidad son
también para los casados y que el matrimonio es también para los consagrados,
o sea para su ventaja. Tal es la naturaleza intrínseca del carisma aparentemente
contradictoria: algo de “particular” (“una manifestación particular del Espíritu”)
que entretanto nos sirve a todos (“para la utilidad común”).