1. San Elredo: Cristología Afectiva 1
LA CRISTOLGÍA AFECTIVA Y MEDITATIVA
DE SAN ELREDO
I. INTRODUCCIÓN
El siglo XII es un momento importante en la reflexión teológica con el naciente
surgimiento de las Escuelas, que más tarde darán lugar a las Universidades, y a la
Escolástica. Como sabemos, los Padres Cistercienses se mueven dentro de la teología
monástica, basada en la Escritura y la experiencia. El Misterio es saboreado en el
seguimiento de Cristo y por lo tanto, da un conocimiento sapiencial, y encendido en una
continua búsqueda y encuentro con el Amado. Esto no quita, que nuestros Padres fueran
ajenos a su tiempo desconocieran las nacientes corrientes teológicas de su época; y
también los errores que surgían cuando ciertas reflexiones se apartaban del Dogma de la
Iglesia y del depósito de la Tradición recibida.
Un ejemplo descollante, por su personalidad multifacética, es San Bernardo, que sin
duda es una figura insoslayable en la Espiritualidad Cisterciense en su Siglo de Oro. Sin
embargo, Dom Anselm Lebail, fue el primero en hablar de “Los Cuatro Evangelistas del
Cister”: Bernardo de Claraval, Elredo de Rieval, Guillermo de Saint Thierry y Guerrico
de Igny, indicando de esta forma las cuatro figuras más relevantes de la época áurea. Es
de notar que Elredo es colocado en segundo lugar, y eso condice con la opinión de sus
contemporáneos, que valoraron su calidez human, su doctrina y aún sus habilidades
diplomáticas.
Elredo, recibe la influencia “bernardiana” a través de la fundación de Claraval en
Inglaterra: Rieval. Bernardo, Padre Inmediato, solicita al joven Maestro de Novicios que
escriba “El espejo de la Caridad”, solicitud a través de una carta que aparece como
proemio a la obra y muestra “a todo color” los argumentos que traslucen las
personalidades de estos autores. Elredo, por otra parte sin duda alguna leyó las obras de
Bernardo, ya que el grupo fundador, llevaría a Inglaterra los escritos que disponían de
su Abad. Tampoco podemos descontar algún encuentro personal, aunque no podamos
precisarlo con exactitud.
Así, pues, aunque Elredo no es un creador absolutamente original, no es menos cierto
que su meditación Cristológica, tiene características personales bien significativas, y por
eso podemos decir que se trata de una “Cristología Afectiva”1. Su fina sensibilidad,
profunda reflexión, y rica experiencia pastoral, da a su doctrina rasgos propios, que a
continuación trataremos de explicitar.
1
En estas líneas de reflexión seguimos el enjundioso artículo de MAIORINO, ANNA
La Christologie Affective D’aelred De Rievaulx, Collectanea. Cisterciencia, Tome 29,
1967, 1
Curso Formadores de REMILA 2009. Trabajo del P. SantiagoMaría (AZUL)
2. San Elredo: Cristología Afectiva 2
II. CRISTOLOGÍA AFECTIVA Y MEDITATIVA DE ELREDO DE
RIEVAL2
A. ELREDO TEÓLOGO MONÁSTICO
Lo primero que se puede constatar es que Elredo, no afronta jamás el problema de
Cristo verdadero Dios y Verdadero hombre con el fin de responder a los múltiples
interrogantes que se planteaban sus contemporáneos. Cuando surge alguna cuestión
puntual, no se detiene a analizarla, sino que se limita a recurrir a ala autoridad de los
Padres. No tiene ningún gusto en detenerse en disputas teológicas como un fin en sí
mismas, sino más bien detenerse en la contemplación del Misterio, desde la fe y el
amor, que enciende el deseo en la esperanza de la plenitud de los bienes futuros.
A.1 ALGUNOS TEXTOS:
TEXTO 1
Con respecto al problema de la naturaleza humana y divina de Cristo, Elredo recurre a
la autoridad de San Agustín3 y cita sus Palabras:
« unde beatus augustinus patrem alloquens: "tantum", inquit, "cognoueram, non
haesisse carnem illam uerbo tuo, nisi cum anima et mente humana". 4» (De anima,
Libro I, nº 49-50)
Esta frase puesta en su contexto: en el nº 49 Elredo hace una afirmación importante:
“De ningún modo el cuerpo humano puede vivir sin el alma racional… [Luego
haciendo alusión a una controversia cristológica, continúa:]…Desde el momento que
comienza a vivir tiene un alma racional no animal, lo cual no tuvieron en cuenta
algunos herejes cuando decían que nuestro Salvador tomó la carne sin el alma
racional… Así el Verbo, de Dios en cuya comparación en cierto modo todas las cosas
pueden llamarse corpóreas, de ningún modo podría adherirse a la carne, para que
formara con él una persona, sino mediante aquella naturaleza que es más sutil que
todas las demás y más cercana a la divina naturaleza, esto es al espíritu racional. De
ahí que San Agustín, hablando al Padre dice que ‘tanto había conocido que aquella
carne no estaba unida a tu Verbo, sino con el alma y la mente humanas’.5
La argumentación es clara: existe entre en Cristo, entre lo humano y lo divino, un
“médium el alma, como en el hombre entre el cuerpo y el alma existe una “vis
sentiendi”, casi tan sutil como el espíritu, pero muy cercana a los elementos materiales
que componen el cuerpo.
2
Otro trabajo importante, que tomamos como referencia es: TOMASSINI, LORIS, OCSO: “La
Cristología afectiva y meditativa de Elredo de Rieval”
3
En su tratado “Dialogus de anima” redactado al final de su vida, y de hecho inconcluso, Elredo cita 33
veces a San Agustín. Según su Bigrafo, Walter Daniel, siempre llevaba en su mano algún volumen de las
obras del Hiponenense.
4
Dialogus de anima. L.1, línea 619, CLCLT-5 Library of Latin Text (Brepols).
5
San Agustín Del Génesis a la letra, 1. VII, c. 16,22.
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3. San Elredo: Cristología Afectiva 3
Es claro que a Elredo no le interesa discutir sobre la relación entre humanidad-divinidad
en Cristo, sino, relación que existe en el hombre entre cuerpo y alma.
TEXTO 2
Con respecto a la afirmación evangélica: “Jesús crecía en sabiduría y gracia”.
9. Otros, teniendo reparos en igualar la criatura al Creador, dijeron que Jesús había
crecido en sabiduría como en edad, apoyándose en la autoridad del Evangelio que
dice: “Más Jesús crecía en sabiduría, edad y gracia.” No hay por qué admirarse,
añaden, si se dice inferior en sabiduría, porque con toda verdad se afirma que era
mortal y pasible y, por lo tanto, inferior en bienaventuranza.
Piense cada uno lo que quiera de estas opiniones. A mí me basta saber y creer que el
Señor Jesús, desde el momento de su unión personal con Dios, fue Dios perfecto y, por
lo mismo, fue y es sabiduría perfecta, justicia perfecta, felicidad perfecta y además
virtud perfecta. No dudo; todo cuanto se puede decir de Dios por razón de su
substancia, se puede afirmar también de Cristo, ya desde cuando estaba en el seno de
su Madre. No negamos por esto su condición de mortal y pasible antes de la
resurrección; al contrario, confesamos el fue hombre no sólo en apariencia, sino en
toda verdad, y que tuvo verdadera naturaleza humana, según la cual pudo crecer en
edad. En cuanto a la sabiduría, que hablen los que saben disputar de estas cosas.
10. Pero tú, hijo mío, no buscas cuestiones, sino devoción; no sutilezas en el lenguaje,
sino algo que te excite el afecto” (Iesu, Primera parte, nº’s 9-10)
El planteamiento es claro: si Jesús, en cuanto hombre crecía en sabiduría y gracia, hay
un afirmación de un desarrollo progresivo, como todo ser humano, que va creciendo en
Edad. Al lado de esto, Elredo menciona, la teoría de aquellos, que sostienen, por el
contrario, que el alma de Cristo, creada por Dios y asumida por Dios, tenía una
sabiduría en todo semejante a la de Dios.
Elredo no entra en discusiones, ni pretende dar un juicio definitivo sobre el tema. Le
basta su afirmación de creyente, que es la fe ortodoxa de la Iglesia:
1. Toda la perfección que se le atribuye a Dios se le puede atribuir a Cristo.
2. La humanidad de Cristo, es bien real, no una cosa fantasmagórica o etérea, es
decir sólo una apariencia humana.
3. A su vez desde el momento que el asume la naturaleza humana, admite que
crecía en edad.
Estamos muy lejos de la solución que san Bernardo da este problema: que hace una
distinción entre la sabiduría que Cristo tenía por un conocimiento divino a priori, de la
sabiduría que adquiere por el contacto directo de las cosas. Si la primera está necesaria e
integralmente en Cristo, en cuanto Dios, la segunda la va adquiriendo desde el primer
momento de su vida terrena, por la experiencia cotidiana de la vida 6. Por lo tanto se
puede hablar de un crecimiento en sabiduría en Cristo, manteniendo que en cuanto Dios
conocía todas las cosas de una manera perfecta y eterna.
Elredo sigue su camino de acercamiento al misterio de Cristo, a través de la devoción, la
lectio y la rumia contemplativa que excitando el afecto nos hacen crecer en el amor a
Él.
6
Cf. San Bernardo, Hum, nº 10
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4. San Elredo: Cristología Afectiva 4
TEXTO 3
Con respecto a las dos naturalezas de Cristo.
“… consideremos secretos más profundos. Allí, en la intimidad profunda del PADRE,
trató de la recepción del bautismo, de la elección de los discípulos, de la promulgación
del evangelio, de la realización de los milagros y, en fin, de los tormentos de la pasión
y de la gloria de la resurrección. Arreglado todo al modo divino, al día siguiente
concedió a los coros de los ángeles y arcángeles gozar de la suavidad de su vista y
alegró a toda la ciudad de Dios al anunciar que la antigua defección de los ciudadanos
de las alturas sería reparada en breve.
Por fin, al tercer día, visitando las filas de los patriarcas y profetas, les confirmó con la
manifestación de sí mismo lo que ya habían oído de boca del santo anciano Simeón.
Cambió en consuelo la impaciencia de la espera con la promesa de la redención
inminente y a todos infundió nuevos ánimos y mayor alegría.
“Con razón, pues, ‘fue encontrado al tercer día en el Templo en medio de los doctores
y ancianos’. Después de haber revelado, según parece, a los ángeles y santos,
libertados ya de la carne, la voluntad de la bondad de su PADRE sobre la restauración
de los hombres, comenzaba a revelarla poco a poco en el lugar más santo de todo el
mundo, el Templo de Jerusalén, y en primer lugar a los que conservaban en las
Sagradas Escrituras el tesoro preciosísimo de esta pro mesa; escuchando y
preguntando primero, y después siendo interrogado, manifestaba estos misterios
sacratísimos. Finalmente se lee: “Todos se admiraban de su prudencia y de sus
respuestas.” (Iesu, Primera parte, 5-6)
Le gusta a Elredo imaginar a Cristo, antes del comienzo de su vida pública, en presencia
de su Padre, en el Templo de Jerusalén, para conocer sus designios y su divina voluntad.
Al mismo tiempo “arreglando todo al modo divino” (cunctis diuino modo dispositis),
Elredo no disimula que Cristo, en cuanto Dios igual y consubstancial al Padre, había
decidido, Él mismo, la manera en que sería cumplida la redención del género Humano.
Sin embargo, Cristo, toma voluntariamente la forma de servidor, prefiere mostrarse
como un Hijo obediente, más que resaltar su igualdad con Dios, igual en poder que el
Padre.
Otra vez, Elredo no se tiene en un interés por el discurso teológico, prefiere acentuar la
importancia del aspecto moral o pedagógico, que se desprende de esta actitud concreta
de Cristo, y que se destaca a lo largo de toda su obra.
Para ser más precisos, Elredo vacila aún más en definir la relación consubstancial entre
el Padre y el Hijo, y la coexistencia en Cristo de dos naturalezas, que esta meditación
saca a relucir a través de la consideración de las atrayentes virtudes del Hijo de Dios,
como su humildad y obediencia. Más bien aprovecha la oportunidad para sacar de este
ejemplo de Cristo la enseñanza moral aplicable a todo ser humano.
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5. San Elredo: Cristología Afectiva 5
B. LA ENCARNACIÓN OBRA DE AMOR
Elredo considera la Encarnación, en el conjunto de toda la obra de la Salvación –en la
más genuina línea cisterciense- desde las consecuencias que se derivan para el hombre,
por lo tanto desde un punto de vista psicológico y pedagógico. Esto implica que el
desarrollo doctrinal, tiene como esquema de fondo las diversas etapas de esta historia
salvífica:
1. Es fundamental considerar la situación del hombre, antes de la venida de Cristo a
nuestra tierra, y el cambio radical que se producirá con ella, para apreciar en su justa
medida la importancia, o mejor la necesidad que Elredo atribuye a la obra redentora de
Cristo.
La convicción de que el hombre fue creado a imagen de Dios7 es la base de la
meditación cisterciense, el alma humana, es en efecto, inmortal, ella tiene la virtud de
vivificar el cuerpo y posee tres facultades indivisibles: la memoria la inteligencia y la
voluntad. Se Descubre así una trinidad creada que refleja a la Trinidad Creadora. Allí
las Personas divinas tienen sus propios atributos: el Padre, La Creación; el Hijo, la
Sabiduría; y el Espíritu Santo, el Amor. El hombre creado tan noblemente es capaz de
la bienaventuranza; y ha nacido para ser feliz y gozar de la posesión de Dios. Pero Adán
cree poder aumentar más aún esta semejanza y es precisamente por este engaño que la
serpiente lo tienta y lo hacer caer en el pecado. Desobedeciendo la ley de Dios, lejos de
ser más semejante a Él, se hace semejante a un animal.
En efecto, el mal uso de su inteligencia y de su voluntad trae como consecuencia una
distorsión que, anteriormente esta vuelto a Dios como su Bien Supremo, ahora ciego se
vuelve hacia propio placer. Por esta falta la imagen de Dios impresa en el alma, se
degrada. La memoria, esta sujeta al olvido, la inteligencia al error; la voluntad es
turbada por las pasiones8. El hombre olvida así a su Dios, aplastado por el peso de su
cuerpo que, de instrumento dócil, se ha convertido un fardo, no llega a ver más que las
imágenes corporales. El hombre pierde así a Dios, pero a la vez se pierde a sí mismo; se
hace un extraño para sí mismo. Se da cuenta que está en el exilio, en la “regio
longinqua”, es el hijo pródigo en “regio dissimilitudinis”. Expulsado de la presencia
del Padre, es privado se su alimento: el Verbo divino; está preso, como congelado, en un
estado de egoísmo, de iniquidad, de falta de amor9.
7
“…Únicamente la criatura racional es capaz de [la] bienaventuranza. Creada a imagen de su Creador,
posee la capacidad de adherirse a aquel de quien es imagen, y esto es un bien exclusivo de la criatura
racional”… (DSC I, III, 9
8
“Nuestro primer padre, dotado del libre albedrío, con la ayuda de la gracia de Dios podía deleitarse
perpetuamente, amando siempre a Dios con su recuerdo y conocimiento, y ser siempre dichoso. También
pudo dirigir su amor a otra realidad inferior, y de ese modo enfriarse al apartarse de su amor y
condenarse a la miseria. Si la dicha única de la criatura racional es adherirse a Dios, su miseria
consiste en apartarse de Dios. Pero encumbrado en dignidad, no comprendió...que quienes abandonan a
Dios por la soberbia caen en la necedad, y que quien usurpa la semejanza con Dios por la rapiña, se
viste justamente con la desemejanza de los jumentos”.(DSC I, IV, 11)
9
Pero vino nuestro Señor y ha puesto fuego a la tierra para aquel frío, como él mismo dice: He venido a
poner fuego a la tierra, ¿y qué quiero sino que arda? Este fuego fundió este hielo y la tierra empezó a
derretirse y a moverse con lágrimas”.Sermón Pedro y Pablo, 5
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6. San Elredo: Cristología Afectiva 6
Y sin embargo la semejanza con Dios subsiste todavía en él: oscurecida, es verdad,
empañada; pero siempre presente. El libre arbitrio no ha desaparecido después del
pecado; tampoco ha desaparecido la sed de bienaventuranza10, aún más, y Elredo no lo
olvida, si muy frecuentemente la saciedad y la inconstancia lo invaden para quitarle
todo alivio y sosiego al hombre, que se entrega al placer efímero, y, como las cosas no
son Dios, nunca le serán suficientes11. El hombre podrá reencontrar su dignidad
primitiva, pero para ello necesita ayuda. Dios está cerca de él, pero sus ojos enfermos no
pueden soportar su luz ni verlo. Dios está siempre presente en la intimidad del hombre,
pero la memoria está frecuentemente oscurecida por el olvido: y aún si el hombre
alcanzara a reencontrar en sí mismo el recuerdo de Dios, al no saber ni amarlo ni
adorarlo, perece sin remedio.
A partir de estas consideraciones, es evidente que Elredo evaluando la importancia de la
memoria considerada como facultad principal del alma, a imagen del Padre, que tiene
también cierta prioridad sobre las otras personas de la Trinidad, y al juzgar necesario,
para reencontrar a Dios, un retorno del hombre a su propia interioridad, se inspira en
San Agustín. Más que una referencia a San Bernardo, en este tema Elredo se relaciona
con Guillermo de Saint Thierry, que edifica su doctrina sobre la enseñanza agustiniana.
Está de acuerdo con San Bernardo al afirmar que el conocimiento teórico de Dios, no es
suficiente para salvar a al humanidad. Para no perecer, es necesario amar a Dios. La
Encarnación y la Redención se consideran con toda razón, como los actos de amor de
Dios capaces de suscitar en amor en el corazón de los hombres.
Esta tendencia a remarcar la iniciativa del amor de Dios12 es propia de los
cistercienses, es su ofrenda de amor al hombre, la que “reivindica” el intercambio de
amor con su criatura. Extraviado en las tinieblas de las cosas sensibles, el hombre está
en busca de un camino; y Cristo se muestra sobre la tierra, perceptible a los sentidos a
fin de ofrecerse como Camino para retornar al Padre. El hombre esta afectado de una
doble debilidad: la del cuerpo y la que viene del pecado. Cristo se ha sometido a la
esclavitud del cuerpo para enseñar a los hombres por su ejemplo como vencer la
esclavitud del pecado y para triunfar de la muerte corporal en nombre de toda la
humanidad. El hombre no puede con sus ojos enfermos ver a Dios: Cristo se cubre de
una sombra a asumir un cuerpo y un alma 13. El hombre está hambriento porque ha
perdido su alimento: el Verbo divino, Pan de los Ángeles, se convierte en alimento de
los hombres. El Hombre ha enmascarado por el contacto con las cosas corporales y
terrenas su primigenia semejanza con Dios: Cristo toma un cuerpo para restaurar su
imagen en las almas. Todos estos temas tan queridos a San Bernardo y a la
espiritualidad cisterciense encuentran su expresión fiel en las palabras de Elredo. Para
nuestro autor, el objeto esencial de la Encarnación es la de hacer posible, de parte del
10
“A ti, alma racional, te está reservado un privilegio que no poseen los demás seres animados: superar
los instintos carnales y tender hacia realidades más dignas, y no saciar el apetito hasta que llegue en
alas de una gozosa curiosidad al bien sumo y óptimo, al más excelso y maravilloso de todos” DSC; L.
III, XXII, 62.
11
“¿Qué haces, alma humana, qué haces? ¿Por qué te enredas con tantas cosas? Sólo una cosa es
necesaria. ¿Para qué más? Lo que ansías en tantas cosas lo tienes en uno”. DSC L. I, V, 15.
12
[la Iglesia]... por sí misma nunca podría acercarse a Dios y llegar a él. Consiguientemente era
necesario que ya que ella no podía llegar a Dios, su salvación, el mismo Dios, su salvación, se allegase a
ella” Sermón 2, 11
13
“Hoy nuestro José se ha puesto su túnica de muchos colores, variados y bellos, con la que el Padre le
ha enviado para que visite a sus hermanos y las ovejas. Hoy ha hecho lo que había preanunciado por el
profeta Isaías, lo que nosotros tomamos como inicio de este sermón: Subirá el Señor sobre una nube leve
y entrará en Egipto, y temblarán los ídolos en su presencia”. Sermón 9, En la Anunciación, 3
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7. San Elredo: Cristología Afectiva 7
hombre, una respuesta de amor al Amor que Dios le ofrece, y así en una activa
colaboración con la gracia reencontrar su dignidad perdida. El fin último de la redención
es justamente la deificatio del alma. Esta doctrina es común a toda la patrística.
El hombre debe tender a reencontrar y a perfeccionar su semejanza con Dios. Elredo
que, en su tratado De anima, ha especificado muy bien las potencias del alma y su
degradación por el pecado puede, mejor que otro, subrayar el retorno de estas facultades
a su plenitud mediante la obra redentora de Cristo.
Cristo, en efecto, solicita la memoria para el testimonio de la Sagradas Escrituras;
solicita la inteligencia para que se ponga al servicio de la Fe, y el amor, para el aumento
cotidiano de la caridad14. El hombre se convierte cada día más en semejante a Dios por
el ejercicio de las virtudes aprendidas de Cristo, puede unirse Aquel de quien lleva la
imagen que lo hace semejante, y realizar una identificación cada vez más perfecta con
Dios, y así reencontrarse a sí mismo al mismo tiempo que reencuentra a su Bien
Supremo.
C. LA MEDITATIO VITAE CHRISTI
El valor de la humanidad de Cristo, la humanidad de un Hombre-Dios, es por lo tanto
indispensable para la salvación del hombre. Solamente, Cristo viniendo a nuestra tierra
y haciéndose hombre entre los hombre, podría establecer con sus discípulos una
relación de amor en forma directa. Así es como, Cristo pudo instruirlos por sus
enseñanzas, y suscitar en ellos el deseo de imitar sus virtudes; al mismo tiempo que en
cuanto Dios los hacía fuertes en la fe por sus milagros, y consumaba la Redención por la
efusión de su propia sangre.
Pero la misión de la salvación de Cristo no se agota en la acción directa que tuvo sobre
los hombres de su tiempo, en el momento en el cual Dios quiso que su Verbo se
encarnara, insertándose así en nuestra historia. Su mensaje se dirige a todos los hombres
a través de todos los siglos. Ya hemos dicho que la memoria de los hombres es vacilante
y falible, y Dios quería que conservar en los Evangelios un testimonio de la vida y los
hechos de Cristo con una perenne actualidad, de manera que los hombres que no lo
habían podido ver con sus ojos corporales al Hombre-Dios pudieran contemplarlo
continuamente con sus ojos interiores15. Se puede decir lo mismo de los otros libros de
la Sagrada Escritura, porque también ellos contienen la única historia del Verbo de Dios
apenas cubierta por el velo de la alegoría.
EL DINAMISMO DE LA LECTIO DIVINA
14
..."aplacado Dios Padre por aquella hostia única de la cruz, la memoria se repara de nuevo por la
doctrina de la Sagrada Escritura, el entendimiento por el sacramento de la fe y el amor por el
crecimiento diario"..DSC L. I, V, 14
15
“Todas estas cosas, hermanos, aunque hayan sido hechas una sola vez porque, como dice el Apóstol:
Cristo se entregó una sola vez para quitar los pecados de muchos, vosotros, en cambio, habéis visto
todas estas cosas mucho mejor y más claro con los ojos de vuestro corazón que muchos lo vieron
entonces con los ojos del cuerpo cuando de hecho tuvieron lugar.” Sermón de Pascua, 3
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8. San Elredo: Cristología Afectiva 8
Si el lugar donde se puede reencontrar a Cristo es la Sagrada Escritura, se comprende
cuanta importancia tiene para el hombre de todos los tiempos la lectura y la meditación
de los Libros Sagrados. Esta lectio divina, por lo tanto jamás debe ser olvidada o dejada
de lado. Cada detalle debe ser repensado “rumiado”, asimilado como un divino
alimento. Así, Cristo, el Verbo, que está siempre cerca del hombre, le hará “sentir” su
presencia a aquellos que llegan a crear en el presente una relación directa de
familiaridad y de amor similar a la que tuvo Cristo con sus discípulos en Galilea. No se
trata aquí de una relación sentimental basada en una excitación momentánea de los
afectos o de la imaginación. El equilibrio que manifiesta Elredo en este tema es
admirable. Con una preparación concienzuda efectuada por el control de los
sentimientos, de los pensamientos y acciones 16, se pone en presencia de Cristo y busca
en una tensión constante, “conservar” lo más posible esta sensación que nace de un
estado emocional y de una fe conciente.
Elredo sabe bien que el alma humana puede sostener tal esfuerzo durante mucho
tiempo. Por lo cual aconseja a sus monjes, alternar los ayunos, las vigilias y el trabajo
manual, con la oración y la meditación. Pero insiste sobre todo en la necesidad de
volver con frecuencia a la lectura de los Libros Santos como a una fuente inagotable
donde, incesantemente, se pueden tomar nuevas fuerzas. Aquí especialmente, Cristo, a
quien se ha encontrado y se ha hecho tan próximo, parece esconderse y alejarse, dejando
al hombre en las tinieblas y el desierto, a merced de sus pasiones en especial de la
acedia. Sin embargo, mediante la lectura de la Sagrada Escritura podrá reencontrar a
Cristo y nuevamente invadido por un impulso de amor hacia Él, sabrá desbaratar los
engaños del demonio. La meditación de la Escritura sugerida por Elredo se desarrolla en
gran parte según el esquema medieval clásico de la cuádruple interpretación 17: sentidos
histórico, moral, alegórico, anagógico. Sin embargo muy frecuentemente, con toda
libertad, se aleja de este esquema y toma un carácter netamente original. En los
ejemplos de “Lecturas” que recomienda a su hermana reclusa, a sus amigos y a sus
novicios, como una estrategia a seguir, su interés no se dirige tanto hacia la
comprensión del “sacramento” oculto en el hecho histórico de Cristo 18, -para emplear el
término bernardino-, sino más la contemplación de los hechos.
El hombre asiste al desarrollo de la acción, escucha hablar a Cristo, lo ve actuar en
medio de otros personajes, y se inserta él mismo en la acción para tomar aparte
directamente en ella. Elredo invita a la reclusa, a llorar con las santas mujeres, a hablar
con Cristo, a tocarlo, a besar sus pies. Ya San Bernardo, estimulado por todo el
pensamiento monástico nutrido de la patrística, había trazado las grandes líneas de este
nuevo método de meditación; pero Elredo fue ciertamente el primero en dar un ejemplo
práctico del mismo. La influencia ejercida por sus obras fue muy grande: se puede
16
"Cuando el hombre se recoge de este tumulto exterior a la soledad de su espíritu, y cerrando la puerta
a la multitud de vanidades que le rodean contempla las riquezas interiores, nada le inquieta, nada está
desordenado, nada le remuerde ni alborota; al contrario, todo es gozo, concordia, paz y tranquilidad, y a
semejanza de una familia ordenada y pacífica, la multitud de sus pensamientos, palabras y obras sonríen
a su espíritu como la casa al padre de familia". DSC L. III, III,6
17
“Sabéis que la rueda que vio Ezequiel tenía cuatro cara. Aquella rueda se refiere a la Sagrada
Escritura, por lo que dice el salmista: Una voz de trueno en la rueda. Esta rueda tiene cuatro caras, y
unas veces nos fijamos en una sola de ellas, otras en dos, otras en tres, y otras en las cuatros. Su primera
cara es la historia, la segunda la moral, la tercera la alegoría, la cuarta la anagogía, es decir, el sentido
de las cosas superiores”. Sermón en el domingo de Ramos, 2
18
"Sería largo desmenuzar todas aquellas cosas que se hacían materialmente en aquellos ritos antiguos y
que el Señor ha instituido para que celebremos espiritualmente. Pues nuestro Señor nos ha encomendado
estos y muchos otros sacramentos" …Sermón 11 en el día de Pascua, 18
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9. San Elredo: Cristología Afectiva 9
encontrar en la espiritualidad franciscana, en la elaboración de los ejercicios espirituales
de san Ignacio, y hasta en la piedad moderna.
UNA MEDITACIÓN AFECTIVA
Esta meditación es esencialmente afectiva, y es comprensible que los temas
evangélicos más utilizados sean los emotivos o conmovedores: escenas de la Infancia de
Jesús y de su Pasión.
La Devoción de Elredo hacia el Crucifijo es atestiguada por su biógrafo, Walter Daniel,
pero sobre todo por el testimonio de sus mismas obras.
La cruz es para él, la única imagen necesaria en la celda de la reclusa; ella es signo
glorioso hacia el cual deben volver siempre los ojos del cristiano, y en la cual, debe
reencontrar su propia imagen como en un espejo. En efecto, solo la cruz puede, según
Elredo, hacer comprender que el cristianismo no es una religión fácil y cómoda. En la
cruz no hay nada tierno, nada muelle, nada delicado ni agradable. Este es el motivo por
el cual, Elredo invita a sus monjes a esta meditación y a convertirse no solo adoradores
de la cruz de Cristo: “Vos alloquor fratres meos, filios meos, non solum adoratores
crucis Christi, sed etiam professores; non solum professores, sed etiam ipsius crucis
amatores.19, en una palabra los invita a estar crucificados con cristo y morir con él al
mundo..
Pero el Crucifijo no le sugiere solamente una meditación moral o pedagógica. Elredo se
imagina una visión grandiosa en la cual, Cristo está suspendido de la cruz entre el Cielo
y la tierra y sobrecogido por el asombro, lo ve como el verdadero Mediador entre Dios
y los hombres. Sus brazos abiertos, le parecen ensancharse en un abrazo, su pecho
descubierto ofrece el suave alimento de su consuelo 20. Un impulso de amor espontáneo,
una emoción profunda lo animan mucho más de lo que podrían hacerlo las meditaciones
teológicas o búsquedas exegéticas, y lo sitúan en una relación estrecha con Dios, en la
cual el hombre queda implicado en su totalidad: sentimientos, afectos y racionalidad.
D. CRISTO ENTRE LOS HOMBRES Y EN LOS HOMBRES
Cristo “absens corpore” (ausente en su cuerpo) está siempre “praesens divinitate”,
presente por su divinidad en medio de los hombres 21. Elredo no acepta solamente por la
fe esta afirmación: la siente y quiere que los otros lo experimente como un hecho real y
concreto. Esta seguridad da a cada una de sus acciones, aún pequeñas, un valor
particular, porque se vive en cada instante la realidad de una relación personal y directa
con Cristo. El saludo y el deseo que el dirige a su amigo Ivo al comienzo de su diálogo
sobre la amistad, es un buen ejemplo de esto: “ecce ego et tu, et spero quod tertius inter
nos Christus sit”.22
19
CCCM Sermones i-xlvi, sermo 10, línea 243.
20
Cf. De Inst. Incl nº 31
21
"Y para que no sintamos mucho de que se haya ido de nosotros corporalmente, oigamos qué les dijo
según otro evangelista: Sabed, dice, que yo estoy con vosotros hasta el fin del mundo. ¿Cómo, pues, se
fue de nosotros? Claro está, con su presencia corporal. Con su divinidad está siempre con nosotros. Con
su amorosa providencia siempre está cerca de nosotros". Sermón 13, en la Ascensión del Señor, 25
22
DSA Libro I, 1
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10. San Elredo: Cristología Afectiva 10
Cada palabra que pronuncia Elredo en este diálogo, cada sentimiento que vibra en su
discurso brota del amor que el siente por Cristo presente ante él.
La enfermedad, la muerte, las tentaciones, todos los males de la vida adquieren por la
presencia de Cristo un valor nuevo, en cuanto que estas cosas permiten conformarse con
Dios, quien nos dio el ejemplo, al sufrir tanto por nosotros los hombres, y así poder
testimoniar el amor por Cristo colaborando con Él en la obra de la redención (64), estas
adversidades le permiten gustar la alegría y la dulzura de la ayuda continua de Cristo, ya
que Él no nos abandona jamás en un momento de dolor. Sentir a Cristo siempre cerca de
sí aviva naturalmente el amor de Elredo y lo enriquece con matices siempre nuevos sus
impulsos espontáneos, que serían totalmente imposibles con respecto a un Dios que,
después de haber salvado a la humanidad, permaneciera lejano y extraño a la vida del
hombre, como un concepto abstracto sin implicancia en las profundidades del tiempo y
del espacio humano.
Ser conciente de la presencia de un guía maternal, de un médico pronto a curar las
llagas, de un amigo tan dulce capaz de guiar y animar, provoca en Elredo una
renovación total del alma que tiende siempre hacia adelante para conformar sus
sentimientos y su voluntad a los de Cristo. Y esta renovación, este mimetismo
espiritual, es el que Elredo quiere suscitar en sus novicios y en sus monjes poniéndolos
siempre en presencia de Cristo. Así cada sentimiento humano nacerá en el nombre de
Cristo, encontrará su valor en Cristo, y se concluirá por un nuevo impulso de amor por
Cristo.
EL DINAMISMO DE LA AMISTAD EN CRISTO:
DEL AMIGO HACIA TODOS
Por ejemplo, la amistad que nace entre los hombres por un movimiento espontáneo, si
es guiada por la razón iluminada por Cristo, puede convertirse en un nuevo medio de
elevación espiritual.
Cristo le ayuda también al hombre a comportarse de la mejor manera en cada acto de la
vida. Es suficiente seguir su ejemplo para dominar el amor instintivo y llegar a un amor
racional y conciente hacia los otros. Cristo llora sobre Jerusalén, pero no deja de exigir
que actúe según la justicia. Ama a Juan con un amor de predilección, pero no lo elige a
Él como Jefe de la Iglesia, sino a Pedro, más apto para este cargo. El abad sabe que no
debe dejarse descarriar por los sentimientos cuando tiene que tomar una decisión
concerniente a sus monjes. Esto es un ejemplo banal, pero convincente de la manera en
que siempre podemos, en cada circunstancia de nuestra vida, regir nuestro
comportamiento según el comportamiento de Cristo.
Si el Amor instintivo debe encontrar su fuerza y su validez en el amor de Cristo, para
Elredo, de esta fuente de amor debe brotar una caridad más abundante, aún por aquellos
que no nos son naturalmente simpáticos, o que nos repugnan. Admite entonces un amor
“in Deo” y un amor “propter Deum”. Se pasa entonces de un amor afectivo aun amor
efectivo , y la relación de amor con Dios se transforma constantemente en solidaridad
humana. Elredo continúa su diálogo con Dios Dialogando con los hombres; el aplaca el
tormento místico después del éxtasis, que lo hace suspirar siempre más ardientemente
por Cristo, buscando y reencontrando a Cristo en los hombres. El santo Abad, “reposa”
en su amor al prójimo derramando sobre él, el amor tiene por Cristo; es por lo cual su
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11. San Elredo: Cristología Afectiva 11
sentimiento tiene raíces tan profundas y tan nobles, que abre su corazón a todos con
unas delicadezas admirables. De allí se deriva su paciencia, su comprensión de las
necesidades humanas, las excusas que tiene hacia las debilidades, y su abnegación que
llega hasta prevenir las demandas de ayuda de sus hermanos.
Su concepción de la caridad es de las más realistas. El se propone como objeto, no
solamente la salud del alma de sus hermanos, sino también el cuidado de sus cuerpos.
En efecto, afirma que no se ama verdaderamente al hombre si se es descuidado con su
cuerpo que es una parte integrante de su ser.23
Pero el amor mismo del prójimo, da un impulso nuevo al alma que tiende hacia Cristo;
la caridad es entonces no solamente la manifestación que uno tiene por Dios y que se
extiende a los hombres, sino también el medio necesario, para hacer más firme y más
viva la relación afectiva del hombre con Dios.
En efecto, la oración por las necesidades de un amigo se convierte en causa de un
acercamiento más íntimo a Cristo. Es fácil pasar de la dulzura de una amistad terrestre a
la de una amistad celeste, del amor por un amigo al amor por el verdadero y único
Amigo.
Todo sentimiento del corazón humano se trasforma en deseo de Cristo: el Único
necesario para el hombre, el Uno siempre idéntico a sí mismo, de quien se puede gozar
sin hastío, sin saciarnos jamás.
Esta aspiración a la Unidad, propia de la tradición patrística, es fuertemente
experimentada por Elredo que, a través de San Agustín la recibe de la filosofía
neo-platónica. Se da cuenta que solamente en el Paraíso nuestra tendencia al Uno será
colmada por la contemplación de Dios, quien será Todo en todos, por la participación
real en la Unidad. No obstante es posible, tener sobre la tierra un pregusto de esta
felicidad. Todos los hombres tienden a Dios; en todos Cristo opera por su gracia –al
menos en aquellos que aceptan su presencia-. El mismo fin para todos. El mismo amor
por Cristo, actúa en todos como un catalizador de los sentimientos y de la racionalidad,
uniendo a hombre con hombre, en una relación más estrecha de fraternidad. Cuando
Elredo se pasea con sus monjes en los claustros del monasterio experimenta a veces los
efluvios de un amor que lo une a sus hermanos. sentiebam quippe meum spiritum
transfusum in omnibus, et in me omnium transmigrasse affectum, ut dicerem cum
propheta: ecce quam bonum et quam iucundum, habitare fratres in unum”. 24
En el nombre de Cristo se realiza una unión íntima de los hombres, unión que, aunque
dure poco y sea imperfecta se presenta como un ejemplo de la realidad del paraíso.
E. LA IGLESIA Y EL CUERPO DE CRISTO:
LOS SERMONES LITÚRGICOS
23
"Así si viese que mi hermano, de cuya alma y cuerpo he de cuidar – pues no amo a todo el hombre, si
descuido alguno de ellos -, si viese que tiene alguna necesidad, sea por la aspereza de los alimentos, o la
pesadez de las vigilias, si le viere, digo, que sufre en el cuerpo o es tentado en el espíritu – es muy difícil
que se sufra mucho en el cuerpo sin que no se sienta la tentación en el corazón -, si le viese, pues, así
afligido y tuviese bienes de este mundo y le cierro mis entrañas, ¿cómo habrá amor de Dios en mí ?
Sermón III, 34
24
DSA Libro III, 2
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12. San Elredo: Cristología Afectiva 12
En enredo la viva angustia de unirse a Cristo y de colaborar con Él, se serena cuando
considera el Misterio de la Iglesia, es decir de realización concreta sobre la tierra del
Cuerpo Místico de Cristo. Este concepto de San Pablo le fascina y lo repite
frecuentemente en sus obras25.
La inserción de cada hombre en el Cuerpo Místico de Cristo, adviene por intermedio de
la Iglesia. Por el Bautismo el cristiano se une a Cristo y se convierte en un todo con Él.
Como la harina que de muchos granos de trigo mezclada con el agua se convierte en
una sola masa. “Quia multi unus panis, unum corpus sumus in Christo”, le gusta
repetir con el Apóstol (1 Cor 10, 17)26 Cristo es nuestra Cabeza y, naturalmente,
nuestros pensamientos, nuestros deseos, toda nuestra alma deben estar vueltos hacia el
Cielo, allí donde vive nuestra Cabeza; no hacia la tierra, donde todavía sus miembros
son forzados a permanecer. Así la dirección de nuestro comportamiento debe
conducirnos a nuestra misma Cabeza, a Cristo mismo, que continua viviendo entre
nosotros y nos ofrece su vida como modelo.
Es fácil al hombre, en el seno de la Iglesia, conservar siempre vivo el sentido de la
presencia de Cristo y vivir con Él y de Él.
Si bien está siempre presente en la Iglesia, Cristo se presenta de un modo especial en
las Ceremonias Solemnes de la Liturgia. Navidad, Pascua, la Ascensión, son otras tantas
ocasiones de las “visitas de Cristo”. Por otra parte Él visita a los hombres por
intermedio de los Santos o de su Santa Madre, en las Fiestas que a Ellos son dedicadas.
Esta actualización de la presencia de Cristo, que regresa constantemente despierta la
memoria del hombre debilitada por el pecado, y hace aún más concreta la conciencia de
un contacto directo con Cristo27.
La Iglesia es el lugar de nuestra unión efectiva y de nuestra colaboración con
Cristo; es la reina de Saba, que desde las naciones paganas viene a encontrar a
Salomón, a Cristo para prosternarse ante Él. Ella es la estrella que ilumina a los
paganos; ella es la Jerusalén Celeste donde se reúnen los hombres venidos de todas
partes del mundo.
Cristo en efecto, funda la Iglesia para unir a los hombres con un vínculo indisoluble en
su Nombre. Y, en la Iglesia, como en la Abadía, habrá una estrecha colaboración entre
los hombres para obtener la gracia y aumentar los méritos ante Dios: lo particular es
gracia de todos y la gracia de todos es para cada uno: “…in hoc autem beatitudine
omnes aequales, quod, una operante in omnibus caritate, singula erunt omnium, et
omnia singulorum”28.
25
"Tengamos presente únicamente esto para que nos unamos a él con todo corazón, con toda el alma,
con todas las fuerzas, pensando quién es nuestra cabeza, dónde está nuestra cabeza. Vivamos como
deben vivir los miembros de tal cabeza, teniendo nuestro espíritu no aquí, donde está lo más bajo de
nosotros, sino allí donde ha ascendido hoy nuestra cabeza, pidiendo a Dios Padre todopoderoso se digne
concedernos su gracia, para que todo el afecto de nuestra devoción tienda allí donde todo nuestro ser
está con él, Jesucristo nuestro Señor.." Sermón en la Ascensión , 38
26
Sermón XII en la Pascua.
27
Cf. El Sermón en la Solemnidad de todos los Santos.
28
Anima Libro III, 47.
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De la multiplicidad se llega así, aún en nuestra vida terrena y de una manera concreta, a
una unidad que refleja como en un espejo la perfecta Unidad que alcanzaremos en el
Cielo.
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