Artículo sobre la importancia de la brecha tecnológica en el aumento de la pobreza.

1. La brecha tecnológica hace más pobres a los
pobres
Paula Carrión - Madrid - 20/07/2007
Sólo el 3,6% de la ayuda a los países menos avanzados se dedica a
investigación, según denuncia la Unctad
En la capital económica de Níger, Maradi, sólo hay un ordenador con conexión a internet
y pertenece a una ONG. Además, la electricidad no llega ni al 10% de la población. Ni
hablar de teléfonos móviles. Ni siquiera lavadoras. Maradi es la capital económica del
país y no es porque se den grandes transacciones económicas. Sólo porque allí se
organiza casi todos los días un gran mercado de alimentos en el que el gran protagonista
sigue siendo el trueque. La tecnología no se asoma a los despachos y mucho menos al
campo.
Situaciones de este tipo se repiten en los 50 países que la agencia especial de la ONU
dedicada a la ayuda al desarrollo (Unctad) considera como países menos adelantados
del mundo.
El informe que esta agencia hizo público ayer sugiere que la clave para erradicar la
pobreza en países como Bangladesh o Malawi está en la ciencia, la tecnología y la
innovación. Aspectos que el secretario general de la Unctad, Supachai Panitchpakdi,
considera 'necesidades básicas y no un lujo'. A menos que los llamados países menos
adelantados (PMA) adopten políticas para recuperar su retraso tecnológico seguirán
rezagados y 'se verán abocados a una marginación más acusada en la economía
mundial'.
A pesar de esta denuncia, la ciencia sigue siendo inaccesible en Cabo Verde, Haiti o
Somalia. En esos países hay sólo 94,3 investigadores por millón de habitantes; una cifra
tres veces menor que en otras naciones en vías de desarrollo y 38 veces menor que en
los países desarrollados, donde tienen 3.728 científicos investigadores (media de la
OCDE).
Los países menos adelantados tampoco aprueban en tecnología. En Burkina Faso, que
posee la plata en el ranking de países más pobres del mundo, comienza ahora a verse
tímidamente.
Hace diez años el magnate pakistaní Karim Aga Khan compró la empresa pública
Sociedad Azucarera de la Comoé e introdujo en ella sistemas de regadío novedosos que
ayudan alanzar agua a las 4.000 hectáreas de caña de azúcar que posee. Desde
entonces, es el segundo empleador del país y el soporte económico de la región sur del
estado subsahariano.
Esto se queda en anécdota porque los inversores extranjeros 'no apuestan por la
tecnología en los PMA' según denuncia, Rolf Traeger, economista de la Unctad. Y es
que, aunque la inversión extranjera directa en el periodo 2000-2005 fue tres veces mayor
que en los diez años anteriores, más de la mitad fue a parar a países productores de
petróleo (Angola, Chad, Sudan y Guinea Ecuatorial), donde le interesa Occidente.
Por ello, Traeger explica cómo la inversión extranjera no se destina a ayudar a crecer a
estos países 'sino sólo como ayuda humanitaria', lo que hace de los pobres 'más pobres'.

2. Un dato lo prueba: sólo el 3,6% de la ayuda que reciben es para formación e
investigación.
'Para reducir la pobreza es imprescindible cerrar la brecha tecnológica que separa los
países ricos de los más pobres', apunta Traeger.
Inversiones estatales
Las financiación interna de los PMA tampoco es ejemplar: invierten 18 dólares por
habitante en maquinaria o equipamiento industrial, frente a los 207 de los otros países en
vías de desarrollo (12 veces más que los PMA).
La situación no parece que vaya a cambiar ya que los gobiernos locales invierten sólo el
0,3% de su PIB a investigación y desarrollo (I+D) frente al 0,8 % de otros países en vías
de desarrollo. La brecha tecnológica se hace abismal frente a Japón que destina más del
3% de su PIB a la tecnología. En España se está aún por debajo del 2% pero muy por
encima de estas regiones.
La política económica de los países menos desarrollados tampoco ayuda. El modelo que
prevalece actualmente es de liberalización económica sin aprendizaje, y la integración en
la economía mundial 'sin innovación', lo que significa, según la Unctad, que aumentará 'la
marginalización' de habitantes en esos países.
El aspecto digital es incluso, más alarmante. Mientras que en Estados Unidos el 58% de
las personas eran usuarias de internet en 2004, en regiones como Liberia el porcentaje
se reduce hasta llegar al 0,03%, con lo que sólo hay tres usuarios de internet por cada
10.000 personas.
En los PMA viven alrededor de 767 millones de personas y el 70% de la fuerza laboral
trabaja en la agricultura. Sin embargo, sólo se invirtió 43 millones de dólares (31,4
millones de euros) en el campo. Además, entre 2003 y 2005, los donantes extranjeros
asignaron tan sólo 22 millones de dólares anuales a la investigación agrícola en los PMA,
lo que equivale a apenas el 0,03% de su PIB agrícola. Tampoco en esto se invierte.
Fuga masiva de cerebros de África y América
Más de la mitad de los universitarios de Haití, Cabo Verde, Samoa, Gambia y Somalia han dejado su país en
los últimos años después de licenciarse, en busca de mejores condiciones de trabajo. Estos países viven una
auténtica fuga de cerebros (emigración de trabajadores cualificados), muy superior a la que se produce en el
mundo desarrollado.
Los pocos individuos que consiguen acabar una carrera en las escasas facultades que hay se marchan a
'Occidente' en busca de un trabajo que en ocasiones llega a pagarse 20 veces mejor. Un éxodo intelectual
que en media se encuentra en el 15%, según la Unctad, y que repercute en el subdesarrollo del país. 'Muchos
de los que se van a estudiar un doctorado no vuelven a su país porque no pueden desarrollar su trabajo',
asegura Traeger.
'El trabajo de los profesionales cualificados es un requisito previo para la modernización de las estructuras
productivas y exportación de estos países', indica. Mientras miles de haitianos se marchan de su país
buscando mejores condiciones de vida, siguen haciendo falta agrónomos, biólogos, ingenieros o médicos.
Pero los cerebros que se han fugado aportan más de lo que parece. Al menos en Asia, donde lo hacen a
través de las remesas. En estos países, los envíos de dinero de los inmigrantes suponen la entrada de 7.000
millones de dólares anuales frente a los 3.000 millones que reciben de ayuda internacional al desarrollo.