Hemos terminado la cincuentena pascual con la solemnidad de Pentecostés; el domingo pasado era el noveno domingo del tiempo ordinario (solemnidad de la Santísima Trinidad). Hoy nos encontramos en el décimo domingo. Jesús se muestra como nuestro salvador, pues nos cura de las enfermedades, perdona los pecados, expulsa los demonios y resucita los muertos. Compadecido de la viuda le devuelve a su hijo. Nosotros hoy, en esta eucaristía, pidamos que nos dé la luz para seguir el camino que nos ha enseñado en su Evangelio de vida. Puestos de pie, cantamos con alegría para recibir la procesión.
2. Hoy nos trae el
evangelio uno de los
grandes milagros de
Jesucristo, una de las
tres resurrecciones
que nos narran los
evangelios: la
resurrección del hijo
de la viuda de Naín.
3. Parece ser que fue la primera resurrección que Jesús
realizó.
4. Una gran muchedumbre seguía a Jesús, cuando
llegaron a la pequeña ciudad de Naín, donde se
encontraron con un entierro que salía de la ciudad.
Muchos le seguían atraídos simplemente por los
milagros que hacía; otros, de mejor fe, queriendo captar
los mensajes de amor y gracia, para seguirle con sus
obras.
Lc 7, 11-17
Así nos lo dice el
evangelio:
5. En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad
llamada Naín, e iban con él sus discípulos y mucho
gentío.
Cuando se acercaba a la entrada de la ciudad, resultó
que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su
madre, que era viuda; y un gentío considerable de la
ciudad la acompañaba. Al verla el Señor, le dio lástima
y le dijo: «No llores.» Se acercó al ataúd, lo tocó (los
que lo llevaban se pararon) y dijo: "¡Muchacho, a ti te lo
digo, levántate!"
El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús se
lo entregó a su madre. Todos, sobrecogidos, daban
gloria a Dios, diciendo: “Un gran Profeta ha surgido
entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo”. La noticia
del hecho se divulgó por toda la comarca y por Judea
entera.
6. Llora la madre por su hijo muerto,
las plañideras gritan en Naín.
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7. El Señor se acerca, todos se detienen,
al muchacho muerto Jesús le dice así:
9. Levántate y anda, Yo soy la Vida.
Levántate y anda, naciste para vivir.
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10. Lo narra san Lucas, que es el evangelista de la
misericordia. Toda esta narración es un canto
expresivo a la gran misericordia de Jesús.
11. Uno rebosando de vida y esperanza, otro de
muerte y tristeza. Donde el Señor está presente
hay esperanza, donde está ausente hay
desesperación y muerte. Es todo un símbolo.
Hay un gran
contraste
entre los
dos grupos
que se
encuentran.
12. Al acercarse a la pequeña ciudad de Naín Jesús se
encuentra con un entierro muy concurrido, no
precisamente porque se tratara de alguien muy
importante, sino porque se trataba de una defunción que
había conmovido profundamente:
Quien había
muerto era un
joven, un
muchacho que
además era el
hijo único de
una viuda.
13. Al decir el evangelio que la
madre del difunto era viuda,
nos muestra la condición y el
dolor por la que esta mujer
estaba pasando. Las mujeres
en aquellos tiempos
dependían del sostén de su
esposo, y si él faltaba, el de
su hijo mayor. Por eso era
una calamidad para una
mujer judía el no tener hijo
varón. Al decir el evangelio
que era viuda y su único hijo
acababa de morir, nos
muestra que esta mujer
había quedado sola, y sin
ningún sostén para vivir.
14. Podíamos decir que
allí se encuentra la
mayor miseria, pero
también está la
inmensa
misericordia de
Dios en la persona
de Jesús.
Quizá el evangelista no pudo encontrar un cúmulo
mayor de desgracias en una sola mujer, viuda y con su
hijo muerto. Ha perdido la compañía, el apoyo, el
sustento y toda defensa. En aquel tiempo una viuda no
tenía seguridad social, ni derechos legales ni
posibilidades laborales. Son circunstancias que
aumentan el sentido trágico de la muerte.
15. Al verla el Señor, tuvo lástima. Es la primera vez que el
evangelio de Lucas llama a Jesús "el Señor", título que
los judíos reservaban para el Dios de Israel y los
romanos para el emperador, que se había hecho
divinizar. Aquí podemos ver el sentido de Señor de la
Vida, en su encuentro con la muerte.
Es el título con
que los
cristianos
empezaron a
designar a Jesús
después de su
resurrección.
16. Es un sentimiento profundo que viene de muy
dentro. La compasión es sufrir con. No fue solo
una idea fría, sino que sintió el dolor tan grande
que estaba sufriendo esa viuda por su hijo.
Cuando Jesús
vio a la mujer
llorando sin
encontrar
remedio, fue
movido a
misericordia.
17. Conmoverse significa hacer
compañía y también procurar
ayuda. Hacer compañía y
procurar ayudar es comulgar
con el dolor del hermano,
sentirlo como propio. Sin
necesidad de que nos lo pidan,
sin querer tampoco asumir
ningún protagonismo: con
sencillez, es decir, con amor. A
Jesús le dio lástima aquella
mujer que había perdido su
mejor tesoro.
Comprendió aquel dolor, lo compartió y, como
podía, lo remedió de la manera más total.
18. Este es el ejemplo que
debemos imitar de
Jesús, tener compasión
de todos cuantos sufren.
Porque el que sufre
inspira compasión al
que conoce de
sentimientos y, si nos
sentimos impresionados
por el dolor y llegamos a
los oprimidos, a llorar
junto con ellos, estamos
sintiendo a un hermano
como lo sentía Cristo.
19. No tenemos porqué dar explicaciones y, en general, las
palabras suelen servir de poco ante el dolor o la tragedia
humana. A veces estorban y sobran. Pero tampoco
podemos hacer milagros como Jesús. Entonces, ¿qué
hacer? Hay algo que hizo Jesús y nosotros también
podemos hacer: conmoverse.
20. Jesús, sin que le llamen, sin que clamen a Él, sin que le
busquen, se acerca a la viuda madre y le dice:”No llores”.
Quiere consolarla y aliviar su gran dolor y tristeza.
Quiere mostrarle y decirle: “Mírame a mí, yo puedo quitar
la causa de tus lágrimas”.
Quiere darle
ánimos y fe,
aunque no se la
pide, para realizar
el milagro.
21. "Y le dijo: No llores". A veces nuestras palabras de
pésame son superficiales, dichas a destiempo y faltas
de esperanza, por no ponernos en el lugar del que
sufre. No por tener siempre el nombre de Dios en los
labios somos más cristianos y nuestras palabras son
más consoladoras.
¡Cuántas veces nuestra
presencia silenciosa es
más respetuosa y
solidaria que esas
fórmulas aprendidas de
memoria, y que nunca
nos hemos parado a
pensar si creemos en
ellas!
22. Para la realización del milagro no precisa ni de una
oración especial de súplica ni de una especie de
transmisión de la vida, como el ritual de echarse tres
veces sobre el cadáver que realiza el profeta Elías en la
primera lectura. Pronuncia breves palabras no sólo de
hombre que consuela, sino de Dios que vivifica.
Ordena
levantarse al
muerto
diciéndole:
“Joven, a ti
te digo,
levántate”.
23. Levántate del egoísmo, y ábrete más a los demás;
levántate de pensar tanto en ti y piensa más en los
demás; levántate del pesimismo que te hace pensar que
no vale la pena esforzarse, que todo seguirá igual, y cree
de verdad en la fuerza del amor de Dios que a cada uno
de nosotros puede cambiarnos.
También Jesús,
una y otra vez,
nos dice a cada
uno de nosotros,
como a aquel
muchacho,:
"Levántate".
24. Por eso, amigo,
hoy te digo que,
aunque estés
muerto a la vida
de la gracia,
aunque el vicio o
el egoísmo te
aprisionen,
¡Libérate! Porque
siempre el Señor,
lleno de
misericordia, está
contigo, está
junto a nosotros:
Libérate.
30. Por la palabra de poder
de Jesús aquel joven
volvió a la vida. Pasó de
muerte a vida. Eso es lo
que hace Jesús con
nosotros a nivel
espiritual, nos da la vida
que no merecemos.
Pasamos del reino de las
tinieblas al reino de la luz
y de la vida eterna..
31. "El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús se lo
entregó a su madre". Con este hecho Jesús quiere
desvelarnos el sentido de la vida que nos debe llevar
hacia el gozo de la resurrección. Nos hace vivir la alegría
de una madre que reencuentra al hijo muerto, la plenitud
de una vida que parecía truncada y vuelve a encontrar de
nuevo sus raíces.
Las lágrimas
de tristeza se
convertirían
en lágrimas
de gozo.
32. El evangelio de hoy termina
diciéndonos que la gente
exclamaba: "Un gran Profeta
ha surgido entre nosotros.
Dios ha visitado a su
pueblo". A veces pensamos
que profeta es aquel que
nos anticipa el futuro; pero
la gente intuyó cuál era la
verdadera misión del
profeta: el que habla en
nombre de Dios.
33. Y allí Jesús, como gran
profeta, nos anuncia que
Dios no quiere el dolor, el
llanto, la muerte, que el
destino del hombre no es
la muerte sino la vida,
que él, Dios, se
conmueve y sufre ante el
dolor y la tragedia que
padece cada hombre o
mujer.
34. Al principio de ver la resurrección quedarían
atemorizados y perplejos, pero después, al darse cuenta
de la maravilla que había ocurrido, no pudieron sino
glorificar a Dios por ello. Así también nosotros debemos
vivir de tal manera que la gente a través de nuestras
vidas glorifiquen a Dios nuestro Padre.
No sólo la
multitud temió
y reconoció
que Jesús era
un gran
profeta, que lo
era, sino que
las gentes
glorificaban a
Dios.
35. Cuando hablaban de
“un gran profeta”, quizá
algunos tendrían en la
mente un gran profeta,
que para los israelitas
había sido Elías. Dios
por medio de este
profeta había hecho
volver a la vida al hijo
de una viuda en
Sarepta. Así nos dice la
1ª lectura de hoy:
1Reyes 17, 17-24
36. En aquellos días, cayó enfermo el hijo de la señora de la
casa. La enfermedad era tan grave que se quedó sin
respiración. Entonces la mujer dijo a Elías: "¿Qué tienes
tú que ver conmigo? ¿Has venido a mi casa para avivar el
recuerdo de mis culpas y hacer morir a mi hijo?“ Elías
respondió: "Dame a tu hijo.“ Y, tomándolo de su regazo,
lo subió a la habitación donde él dormía y lo acostó en su
cama. Luego invocó al Señor: "Señor, Dios mío, ¿también
a esta viuda que me hospeda la vas a castigar, haciendo
morir a su hijo?“ Después se echó tres veces sobre el
niño, invocando al Señor: “Señor, Dios mío, que vuelva al
niño la respiración”. El Señor escuchó la súplica de Elías:
al niño le volvió la respiración y revivió. Elías tomó al
niño, lo llevó al piso bajo y se lo entregó a su madre,
diciendo: "Mira, tu hijo está vivo”. Entonces la mujer dijo
a Elías: “Ahora reconozco que eres un hombre de Dios y
que la palabra del Señor en tu boca es verdad”.
38. Esta resurrección que hizo Jesús, con su poder divino,
como las otras resurrecciones obradas por medio de los
apóstoles y las del Antiguo Testamento, son sólo
resurrecciones parciales, para un cierto tiempo
determinado, porque esas personas resucitadas tuvieron
que morir otra vez.
39. Jesucristo sí que resucitó
plenamente para una nueva
vida. No fue un triunfo
momentáneo, provisional,
sino un triunfo total y
definitivo sobre la muerte.
Por eso Jesucristo es la
resurrección y la vida, Él es
el dador de la vida eterna.
Además la resurrección
plena de Jesús es la
esperanza de nuestra propia
resurrección.
40. La escena del evangelio se repite todos los días en
nuestro mundo. Hay grandes comitivas llenas de muertos,
de muertos vivientes, de muertos que andan y se mueven
pero que no tienen vida: Es la gran comitiva de los
parados, los drogadictos, los analfabetos, los que no
tienen hogar, los terroristas, los minusválidos y los
subnormales, las mujeres que gritan el derecho a su
cuerpo… Y muchos más los que llevan dentro los odios e
injusticias. Es la gran comitiva de la muerte.
41. Caminando hacia esa comitiva puede y debe ir otra
comitiva de hombres llenos de vida. Es la de aquellos
que acompañan a Cristo. Unas personas comprometidas
seriamente con el gran problema de responder a la
muerte con la vida.
¿Qué
respuesta
damos los
cristianos a
todos
cuantos
caminan en la
comitiva de la
muerte?
42. Ante tantos males que hay en el mundo, materiales,
psicológicos, espirituales, seamos consoladores. Si
compartimos nuestra alma podemos ser consuelo para el
mundo.
Nosotros
no tenemos
poder de
resucitar;
pero sí
tenemos
obligación
de tener
compasión.
43. Estoy viendo en torno a mí,
gente que pasa vacía,
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