El documento resume el capítulo 1 del libro "Gálatas, Efesios, Filipenses, Colosenses, 1 y 2 Tesalonicenses, 1 y 2 Timoteo, Tito y Filemón". Pablo escribió la carta a los gálatas porque estaba enojado de que estaban alterando el evangelio que él les había predicado, predicando en su lugar un "evangelio apóstata" que requería la circuncisión y obedecer la ley de Moisés. Pablo defendió enérgicamente el "evangelio absoluto" de salvación por gracia
1. FASCÍCULO INTERNACIONAL NÚMERO 14
Instituto Bíblico del Aire
Gálatas, Efesios, Filipenses, Colosenses,
1 y 2 Tesalonicenses, 1 y 2 Timoteo,
Tito y Filemón
FASCÍCULO INTERNACIONAL NÚMERO 14
Capítulo 1
La Epístola de Pablo a los Gálatas
La epístola que Pablo escribió a los gálatas es una clase
diferente de carta de las que hemos estudiado. Gálatas es una carta
emotiva e inspirada. Cuando Pablo la escribe, ¡está enojado! (Sería
más exacto decir que está “lleno de justa indignación”). Aunque, con
frecuencia, Pablo trata problemas de la iglesia en sus cartas, en esta
ocasión está particularmente alterado. Al escribir a los gálatas, trata
un problema mucho más serio que los problemas de los pecaminosos
corintios.
El evangelio apóstata
Al leer Gálatas, uno tiene una idea de lo que les había
sucedido a estos creyentes. Después que Pablo les predicó el
evangelio de “salvación por gracia a través de la fe, sin nada
agregado”, los líderes judíos mesiánicos de la iglesia, como Santiago,
complementaron esta enseñanza de Pablo a los gálatas diciéndoles a
los recién convertidos: “Lo que Pablo les dijo es cierto, pero ustedes
no pueden ser salvos si no son circuncidados y guardan la ley de
Moisés”. Trataban de hacer judíos a estos discípulos gentiles de
Jesucristo.
2. 2
El evangelio absoluto
Cuando Pablo se enteró de que esto había sucedido, y de que
estaban circuncidando a muchos Gálatas que eran cristianos, escribió
esta carta tan emotiva. Después de un saludo frío y breve, escribe:
“Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del
que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio
diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y
quieren pervertir el evangelio de Cristo. Mas si aun nosotros, o un
ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os
hemos anunciado, sea anatema. Como antes hemos dicho, también
ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que
habéis recibido, sea anatema” (Gálatas 1:6-9).
En griego, la última palabra significa ‘maldito’. Ahora bien,
esta es una afirmación muy fuerte, la más dura que hace este apóstol
en todas sus cartas. Pablo dice: “Hay solo un evangelio; el evangelio
que yo les prediqué. Las personas que continuaron mi ministerio les
están predicando otro evangelio, algo que es una perversión del
evangelio que yo les prediqué a ustedes”.
Pablo está hablando, aquí, de la apostasía. Encontramos esa
palabra en los libros de la Ley y en el Libro de los Jueces
(Deuteronomio 13). Apostasía significa ‘abandonar aquello que
alguna vez se creyó’. Pablo ve la apostasía como un cáncer espiritual
mucho peor que cualquier problema de la iglesia de Corinto. Por lo
tanto, al escribir su carta a los gálatas, él contrasta este evangelio
apóstata que se está enseñando a los gálatas con el evangelio absoluto
que él les predicó. Esta carta se convierte, entonces, en una
extraordinaria declaración del evangelio de gracia que Pablo
predicaba. Sus cartas a los corintios, los romanos y los gálatas dejan
clara y enfáticamente establecido el evangelio que Pablo predicaba, el
que Jesús comisionó a su iglesia para que predicara a toda criatura.
Un apóstol absoluto
En los dos primeros capítulos de esta carta, Pablo afirma cosas
verdaderamente extraordinarias sobre su vida y su ministerio. Dice
que, después de convertirse en el camino a Damasco, pasó tres años
en Arabia bajo la instrucción del mismísimo Cristo resucitado.
También dice que, catorce años más tarde, viajó a Jerusalén y fue
confirmado por Jacobo, Pedro, y otros líderes de la iglesia como
apóstol legítimo. Los apóstoles decidieron, entonces, que Pablo
llevaría el evangelio a los gentiles, y los demás predicarían a los
judíos (ver Gálatas 2:7).
Esta carta de Pablo a los gálatas es la única que escribió con su
propia mano. Cuando escribió sus otras cartas, tuvo un estenógrafo,
quizá, porque no veía bien. Al menos, parte de su “aguijón en la
carne” era la mala visión, casi hasta el punto de la ceguera (2
Corintios 12:7). Probablemente, Pablo estaba tan molesto cuando
escribió esta carta que no pudo esperar a que llegara el estenógrafo.
Escribió esta carta lleno de emoción, porque el mensaje de la Gracia
que había predicado cuando los gálatas se convirtieron estaba siendo
pervertido.
3. 3
Tarea: Vemos que Pablo estaba airado porque estaban
alterando el evangelio. Vuelva a leer esta carta y trate de definir,
primero, cuál es el evangelio apóstata y, después, el evangelio
absoluto que Pablo había predicado. Esto lo ayudará a comprender el
mensaje de Pablo y el evangelio de Cristo. Compare el primer
capítulo de esta carta con el primer capítulo de Filipenses. Dado que
Pablo estaba en la cárcel, y no podía predicar el evangelio, predicaban
otros hermanos creyentes. Pablo se gozaba en esto, porque estaban
predicando el evangelio verdadero. Compare esta situación con lo que
Pablo sentía hacia ese evangelio pervertido que era predicado a los
gálatas.
El evangelio en reversa
En el capítulo 1, aprendemos que el tema de la breve carta de
Pablo a los gálatas es el evangelio de Jesús. En el capítulo 2, vemos
una demostración de lo que yo llamo “el evangelio en reversa”.
Aquí, la gran enseñanza evangélica del apóstol Pablo se da en
el contexto de una fuerte confrontación que tuvo con Pedro. El
problema tenía que ver con el hecho de que muchos que eran judíos
antes de convertirse en discípulos de Jesús querían retener su calidad
de judíos en el mayor grado posible después de convertirse.
El primer concilio de la iglesia fue convocado en Jerusalén, y
fue allí donde se resolvió este problema. Se decidió que, mientras no
confiaran en esas tradiciones judías para su salvación, no había nada
de malo en que los discípulos judíos de Jesús conservaran sus
costumbres judías como discípulos de su Mesías judío. Pero también
se decidió que los discípulos gentiles de Jesús no tenían por qué
practicar esas costumbres judías, y se indicó expresamente a los
discípulos judíos que no pusieran esa carga sobre los creyentes
gentiles.
Pero, después de este concilio en Jerusalén, el asunto seguía
siendo controvertido. Por ejemplo, en la iglesia de Antioquía había
muchos creyentes, tanto judíos como gentiles. Ellos vivían en
comunidad y compartían muchas comidas. Dado que muchos de los
asuntos cuestionados estaban relacionados con las comidas y la forma
de comer, aparentemente, a la hora de la comida, se preparaban dos
mesas diferentes. En una mesa se observaban las leyes judías con
respecto de los alimentos, y en la otra, no.
Cuando el apóstol Pablo visitó Antioquía, todos se
preguntaban qué mesa elegiría. Pablo se sentó a la mesa de los
gentiles, y comió las comidas “no judías”. Pedro quedó tan
impresionado con ese proceder, que se sentó con Pablo a la misma
mesa y, aparentemente, continuó haciendo esto durante bastante
tiempo.
Pero, un día, algunos hermanos de Jerusalén, que guardaban la
ley judía de manera muy rígida, aparecieron a la hora de la comida.
Pablo, seguramente, estaba de espaldas a la puerta, mientras que,
según parece, Pedro estaba mirando hacia ella. Cuando Pedro vio
aparecer a estos legalistas discípulos judíos, se levantó de la mesa de
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los gentiles y fue hacia la mesa de los judíos. Bernabé, que había
estado comiendo con Pablo y Pedro a la mesa de los gentiles,
aparentemente tuvo la intención de seguir el ejemplo de Pedro. En ese
momento, Pablo se volvió y vio quién estaba a la puerta.
¡Pablo se puso furioso! El apóstol dice en Gálatas 2:11: “Pero
cuando Pedro vino a Antioquía, le resistí cara a cara, porque era de
condenar”. El texto original, en griego, sugiere aquí que se
enfrentaron a solo centímetros de distancia. En este contexto, Pablo
nos da lo que yo llamo “el evangelio en reversa”.
Al final del enfrentamiento con Pedro, Pablo nos presenta esta
gran declaración: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no
vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo
vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo
por mí. No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la
justicia, entonces por demás murió Cristo” (Gálatas 2:20, 21).
Pablo, básicamente, está diciendo: “El evangelio dice que
Cristo murió para que ustedes pudieran vivir. Pero este es el evangelio
en reversa: Ahora, ustedes deben morir para que Cristo viva”.
Sabemos que Pablo no habla de morir literalmente, en Gálatas 2:20,
porque tres veces, en este mismo versículo, dice: “yo vivo”. Pablo
habla de vivir verdaderamente. En este versículo, nos da tres razones
por las que realmente vive.
Primero, básicamente, Pablo dice: “Yo vivo realmente, porque
vivo por fe”. Vivo abundantemente en este mundo presente, y viviré
eternamente, porque vivo por la fe en Cristo, y no, por tratar de
abrirme camino hacia el cielo guardando un montón de leyes y reglas.
Segundo, dice: “Yo vivo, porque Cristo vive en mí”. Pablo les
pregunta a los discípulos de Cristo nacidos de nuevo: “¿Acaso no se
dan cuenta de que Cristo vive en ustedes? ¿No saben que su cuerpo es
templo del Espíritu Santo, y que Cristo vive, realmente, en ustedes?”
(ver 1 Corintios 6:19). Esta es una enseñanza dinámica: “Cristo en
vosotros, la esperanza de gloria” (Colosenses 1:27).
Finalmente, la esencia de lo que Pablo le dijo a Pedro era: “Yo
vivo, porque estoy crucificado con Cristo”. Le estaba diciendo a
Pedro, a los creyentes de Antioquía, a los gálatas, y a usted y a mí
que, dado que Cristo murió para que nosotros pudiéramos vivir,
ahora, nosotros debemos “morir” para que Cristo pueda vivir su vida
a través de nosotros. Esto es similar a lo que Pablo enseña en
Romanos, cuando dice: “Así que, hermanos, os ruego [...], que
presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo” (Romanos 12:1). ¿Vive
usted, realmente, porque vive por fe? ¿Vive usted, realmente, porque
Cristo vive en usted? ¿Vive usted, realmente, porque está crucificado
con Cristo? ¿Vive, realmente, porque cree que Cristo murió para que
usted pudiera vivir? ¿Muere usted a sí mismo para que Cristo pueda
vivir? ¿Vive usted el evangelio en reversa?
El evangelio en alegoría
En Gálatas 3 y 4, Pablo describe lo que me gusta llamar “el
evangelio en alegoría”. En el capítulo 3, el apóstol formula ocho
5. 5
preguntas. Si escuchamos y respondemos las preguntas de Pablo,
veremos que nos presenta un argumento muy convincente a favor de
la justificación por fe, y no, por obras. Pablo enseña que no somos
salvos porque obedezcamos la ley de Moisés.
En este tercer capítulo, Pablo presenta dos alegorías. La
primera es la de Abraham, que nos muestra, con su experiencia, que la
fe no es asunto de inteligencia ni de obras; es un don que recibimos de
Dios. Abraham recibió este don de la fe. No ganó la fe como si fuera
un pago que Dios le debía. Por eso pudo creerle cuando, a los setenta
y cinco años, Dios le dijo que iba a tener una descendencia tan
numerosa como los granos de arena de todas las playas del mundo, y
las estrellas de los cielos. Abraham le creyó a Dios y, por eso, Dios lo
declaró justo. En este ejemplo, Pablo nos dice que, si tenemos fe
salvadora, porque creemos en el evangelio de Cristo, somos hijos de
Abraham.
La segunda ilustración de Pablo nos da perspectiva sobre el
propósito de la ley. El apóstol escribe: “La ley ha sido nuestro ayo,
para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe”
(Gálatas 3:24). En otras palabras, la función de la ley es
quebrantarnos y mostrarnos que necesitamos un Salvador. Pablo
escribe: “Si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió
Cristo” (Gálatas 2:21). La verdad es que una persona nunca podría
salvarse a sí misma, porque nunca podría guardar todas esas leyes. La
ley era un tutor disciplinario que nos preparaba para la salvación por
medio de Cristo.
En el capítulo 4, Pablo presenta otra alegoría. Aquí
encontramos un importante principio de la interpretación bíblica. Hay
muchos hechos bíblicos que contienen tanto historia como alegoría.
Una alegoría es una historia en la que las personas, los lugares y las
cosas tienen otro significado que nos instruye moral y
espiritualmente. Cuando digo que un hecho o un personaje de la
Biblia es una alegoría, de ninguna manera estoy diciendo que ese
hecho o ese personaje no sea histórico.
Por ejemplo, Pablo escribe: “Abraham tuvo dos hijos”. Eso es
un hecho histórico. Pero los dos hijos también representan una
alegoría. El primer hijo, Ismael (a quien Abraham concibió a través de
la esclava egipcia de Sara, llamada Agar), era una imagen de las obras
de la carne, es decir, de la “naturaleza humana sin intervención de
Dios”. Dios le había dicho a Abraham que le iba a dar un hijo, y
Abraham trató de ayudar a acelerar el proceso. Ahora bien, tener un
hijo por medio de Agar era una costumbre aceptada en esa época.
Pero el problema era que traer a Ismael al mundo era el plan de
Abraham, y no, de Dios. La historia de Agar e Ismael es una alegoría
de la carne. Cuando hacemos las cosas según nuestro parecer y le
pedimos a Dios que bendiga nuestros planes, Pablo dice que esto es
una obra de la carne.
En cambio, la historia de Isaac, el hijo que Abraham tuvo con
Sara, es una alegoría del Espíritu, porque solo Dios podía hacer que
eso sucediera. Se nos dice que “Abraham y Sara eran viejos, de edad
avanzada; y a Sara le había cesado ya la costumbre de las mujeres”
6. 6
(Génesis 18:11). El nacimiento de Isaac fue un milagro.
Pablo les dice a los gálatas, y a usted y a mí, que no somos
salvos por obras. Dios tuvo que lograr nuestra salvación por medio de
Jesucristo. El Espíritu Santo nos ha dado el don de la fe y el
arrepentimiento para que podamos recibir la salvación de Dios. Esa
salvación es un regalo de Dios. No somos salvos porque cumplamos
la ley de Moisés; obedecemos la ley de Moisés, porque somos salvos.
Ese es, en esencia, el evangelio absoluto en esta carta de Pablo a los
gálatas.
Sea sincero consigo mismo. ¿Alguna vez pensó que podía ser
suficientemente bueno, o que tenía que seguir un conjunto de normas,
para ser salvo? Según Pablo, esa es una “salvación” de la carne. El
evangelio absoluto que Pablo predicó a los gálatas es que debemos
nacer de nuevo, milagrosamente, por el Espíritu. Esa es la salvación
que viene del Espíritu.
El evangelio cosechado
Pablo concluye su carta a los gálatas presentando un contraste
entre lo que él llama “las obras de la carne” y “el fruto del Espíritu”.
La carne y el Espíritu son dos fuerzas que están obrando —mejor
dicho, están en guerra— en la vida del auténtico creyente.
Aquí, Pablo describe lo que podríamos llamar “el evangelio
cosechado”. La metáfora de Pablo habla de sembrar y cosechar. Es
como si nuestras vidas fueran huertos. Pablo dice que, en el huerto de
nuestra vida, hay potencial para dos cosas. Podemos plantar y hacer
crecer las obras de la carne, o podemos plantar y hacer crecer el fruto
del Espíritu. Cuando las “semillas” del Espíritu han sido plantadas en
el “huerto” de nuestra vida, el resultado será lo que llamamos “el fruto
del Espíritu”.
Pablo escribe: “Y manifiestas son las obras de la carne, que
son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías,
enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías,
envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas;
acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que
los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios. Mas el
fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad,
fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley” (Gálatas
5:19-23).
Este pasaje es muy realista en cuanto al comportamiento
humano. Nos dice que, cuando recibimos el Espíritu Santo, nuestra
naturaleza carnal no es erradicada; el mal aún está presente en
nosotros. Aquí, en Gálatas 5, Pablo dice: “Estas dos naturalezas están
en guerra dentro de ustedes”. Cada día, se libra una batalla en nuestro
hombre interior.
El fruto del Espíritu
Cuando llegamos al capítulo 6, encontramos estas palabras tan
conocidas: “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo
que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra
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para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para
el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna” (7-9). Pablo nos dice que
los que somos espirituales debemos vivir en el Espíritu, andar en el
Espíritu, plantar las semillas de las cosas espirituales en nuestras
vidas, y dar el fruto del Espíritu.
Mirar hacia adentro
Según Pablo, hay nueve evidencias de la gloriosa realidad de
que el Espíritu Santo reside en nosotros. Si el Espíritu Santo vive en
nosotros, cuando miremos hacia adentro, veremos los tres primeros
componentes del fruto del Espíritu: amor, gozo y paz.
El amor del que habla Pablo aquí es el amor agape que
describió en el capítulo 13 de 1 Corintios. En ese gran capítulo del
amor de la Biblia, nos dijo que esta clase de amor es indestructible,
porque es incondicional, y es irresistible, porque inspira a quienes
amamos de esa forma. Cuando este amor agape surge de nuestra vida,
no viene de nosotros, sino de Dios.
Pablo escribe que el gozo también es fruto del Espíritu, y brota
de la gloriosa realidad de que el Espíritu Santo está en nuestro
corazón. Pablo pudo escribir su “epístola del gozo” (su carta a los
filipenses) desde la prisión, porque estaba lleno del Espíritu Santo de
Dios. Usted y yo también podemos estar llenos de gozo, sin importar
las circunstancias, porque el Espíritu Santo vive en nosotros. Dado
que el Espíritu Santo vive en nosotros, quizá el dolor y el sufrimiento
sean inevitables, pero sentirnos miserables siempre será opcional.
El siguiente componente del fruto del Espíritu es la paz. Si
hemos recibido el Espíritu Santo, podemos tener paz aun en
momentos en que no parece natural que la tengamos. Pablo llama a
esto “la paz que sobrepasa todo entendimiento”, es decir, una paz que
no tiene sentido (ver Filipenses 4:7).
Mirar alrededor
Para encontrar el amor, el gozo y la paz del Espíritu Santo,
miramos hacia dentro. Para encontrar los tres siguientes componentes
del fruto del Espíritu (paciencia, benignidad, bondad) debemos mirar
a nuestro alrededor. Experimentaremos este componente del fruto del
Espíritu en la relación con los demás.
Si usted no es, naturalmente, una persona paciente, y el
Espíritu Santo vive en usted, apreciará el milagro de que hay una
cualidad de paciencia que proviene del Espíritu Santo. Cuando usted
es paciente en su relación con Dios, esa paciencia es “fe que espera”.
Cuando usted demuestra paciencia en sus relaciones con las personas,
esa paciencia podría ser llamada “amor que espera”. Por ejemplo:
algunas veces tenemos que esperar que el Señor obre en las vidas de
nuestros hijos. Eso requiere paciencia: la clase de paciencia
sobrenatural que es un amor que espera, porque es fruto del Espíritu.
El siguiente componente del fruto del Espíritu es la
benignidad. Es tratar a toda persona como si fuera de nuestra propia
familia.
El tercer componente del fruto del Espíritu que se demuestra
8. 8
en nuestras relaciones es la bondad. El Nuevo Testamento dice que
Jesús “anduvo haciendo bienes” (Hechos 10:38). Las buenas obras no
nos salvan, pero no está mal ser bueno o hacer buenas obras. John
Wesley dijo: “Haz todo el bien que puedas, dondequiera que puedas, a
quien puedas, en todo lugar que puedas, de toda manera que puedas,
durante todo el tiempo que puedas”. Simplemente, hagamos cosas
buenas. Existen una benignidad, una bondad y una paciencia que son
fruto del Espíritu Santo y se demuestran cuando miramos a nuestro
alrededor.
Mirar hacia arriba
Los últimos tres componentes del fruto del Espíritu: fe
(“fidelidad”, NVI), mansedumbre y templanza, se aplican cuando
miramos hacia arriba y nos concentramos en nuestra relación con
Dios.
Una manera de resumir el significado de fidelidad es
‘confiabilidad’. Antes de convertirnos, muchos no teníamos ninguna
clase de disciplina. Pero, cuando el Espíritu Santo entró a residir en
nosotros, descubrimos que con Él entraban la disciplina y la
confiabilidad.
La mansedumbre es otro componente del fruto del Espíritu.
Mansedumbre no es debilidad. Cuando un caballo brioso muerde el
freno y es domado, ese animal no es débil; es manso. Cuando Saulo
de Tarso se encontró con el Cristo resucitado en el camino a
Damasco, cierta versión de la Biblia traduce lo que Cristo le dice a
Saulo (“¿Por qué me persigues? [...] dura cosa te es dar coces contra
el aguijón”) de la siguiente manera: “¿Por qué tiras del freno?”.
Cuando Saulo respondió: “Señor, ¿qué quieres que haga?”, “mordió el
freno” y se volvió manso.
La mansedumbre es fortaleza bajo control. La mansedumbre
que se presenta como fruto del Espíritu es la que existe en una vida
que ha aceptado el control del Espíritu Santo y del Cristo resucitado.
El último componente del fruto del Espíritu Santo que Pablo
menciona aquí es la templanza, o dominio propio. El director general
de una empresa muy importante, que tenía miles de empleados, me
dijo: “Algunas personas son como las ruedas; no trabajan si no se las
empuja. Otras son como los remolques: hay que tirar de ellas.
Algunas son como las cometas: si no se las tiene de la cuerda, salen
volando. Pero otras son como un buen reloj: de oro puro, claro,
siempre a tiempo, confiables, trabajan en silencio y están llenas de
buenas obras”.
En el quinto capítulo de Gálatas, el apóstol Pablo dice que, si
el Espíritu Santo habita en nosotros y nos controla, no tendrán que
empujarnos, ni tirar de nosotros, ni tener tirante la cuerda.
Funcionaremos como un buen reloj: tendremos dominio propio,
seremos confiables, trabajaremos en silencio y estaremos llenos de
buenas obras.
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Capítulo 2
La Epístola de Pablo a los Efesios
Pablo pasó más tiempo en la ciudad de Éfeso que en cualquier
otro lugar donde haya plantado una iglesia en sus viajes misioneros.
Fue en Éfeso que Pablo tuvo un “seminario” en la escuela de Tirano,
donde enseñaba diariamente desde las once de la mañana hasta las
cinco de la tarde. Es posible que sus alumnos del seminario hayan
sido pastores de iglesias satélites iniciadas por la iglesia de Éfeso, a la
cual había sido asignado Timoteo. Esas iglesias satélites estaban en
las ciudades de Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y
Laodicea. En el segundo y tercer capítulo del Apocalipsis leemos
sobre estas seis ciudades, más Éfeso. Es posible que la carta escrita a
los efesios fuera una carta circular para las siete iglesias y la iglesia de
Colosas.
La carta que Pablo envió a los efesios bien puede ser la más
profunda que haya escrito. El corazón del mensaje de esta carta se
encuentra en Efesios 1:3: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro
Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los
lugares celestiales en Cristo”. Pablo nos dice: “Ustedes tienen todas
las bendiciones espirituales que necesitan para vivir como creyentes
nacidos de nuevo y controlados por el Espíritu Santo”. Después, dice
que estas bendiciones están “en los lugares celestiales en Cristo” (v.
3). Pablo les dice a los efesios (y a usted y a mí) que tenemos todo lo
que necesitamos para vivir como personas espirituales en este mundo.
Pero todas esas bendiciones espirituales están en los lugares
celestiales, en Cristo.
Éfeso y las otras iglesias estaban situadas en lo que
actualmente es Turquía. En la época de Pablo, esta parte del mundo
que hoy llamamos Asia Menor era la mitad oriental del Imperio
Romano. Éfeso era una ciudad balnearia de extraordinaria belleza;
emperadores, senadores y millonarios tenían casas de veraneo en ella.
Toda la gloria de Roma estaba en su cenit cuando Pablo estuvo en
Éfeso.
Había muchas cosas más que habían alcanzado su cenit en
Éfeso cuando Pablo estaba allí. Hoy, en lugares como Éfeso, se
pueden ver evidencias arqueológicas de la adoración a los ídolos, la
inmoralidad y la pornografía. Pablo les escribía, básicamente, a los
creyentes de esta parte tan inmoral del Imperio Romano: “Ustedes
pueden vivir como personas santas en los lugares celestiales, en
Cristo, aun estando en medio del Imperio Romano y toda su
inmundicia y pecado”.
Pablo relata la experiencia de haber sido arrebatado al tercer
cielo (2 Corintios 12). Los eruditos creen que esto le sucedió cuando
fue apedreado en Listra (Hechos 14:19). Creo que Pablo siempre
mantuvo un pie en la dimensión celestial después de esa experiencia.
Y nos dice que podemos, verdaderamente, vivir en Cristo, en la
dimensión celestial, mientras estamos aquí en la Tierra. Dado que
Cristo es eterno, nosotros somos eternos en la medida que vivamos
nuestra vida en Cristo. Pablo se refiere a esto como vivir “en los
10. 10
lugares celestiales, en Cristo”.
Como en todas las cartas de Pablo, en esta descubriremos una
sección sobre doctrina y una sección práctica. Efesios tiene seis
capítulos. La mayoría de los eruditos cree que los primeros tres
capítulos son la parte doctrinal, o didáctica, mientras que los tres
últimos, capítulos 4, 5 y 6, son la parte práctica, la parte de la
aplicación de esta carta.
Yo creo que la sección doctrinal continúa hasta los primeros
dieciséis versículos del capítulo 4. En esos primeros dieciséis
versículos, Pablo nos enseña algunas grandes verdades sobre la
iglesia. En el capítulo 3 habla del gran misterio de la iglesia. Misterio
significa ‘un secreto que, tarde o temprano, se revela’. Hasta
Pentecostés, nadie sabía que, un día, los judíos y los gentiles serían
hechos uno por medio de Cristo y se reunirían en su iglesia. Pablo
concluye su enseñanza sobre la iglesia en los primeros dieciséis
versículos del capítulo 4 enseñándonos cómo debe funcionar la
iglesia.
Además de la inspirada instrucción de Pablo sobre la
naturaleza y la función de la iglesia, hay otro tema en el Libro de
Efesios. Dado que Pablo había pasado tanto tiempo en Éfeso (tres
años y medio), y había enseñado tanto en ese “seminario”, la palabra
clave en los primeros tres capítulos es “recordar”. Pablo les señala a
los efesios, que habían sido bien enseñados, que ellos ya conocían las
verdades que él ahora reforzaba con esta carta.
Después de decirles que recuerden lo que se les ha enseñado,
Pablo comienza la parte de aplicación de la carta en el capítulo 4.
Aquí, la palabra clave es “andar”. Pablo escribe: “Os ruego que andéis
como es digno de la vocación con que fuisteis llamados” (Efesios
4:1). El apóstol les indica a los efesios que anden en humildad,
mansedumbre, paciencia, verdad y amor. En otras palabras, que anden
de tal manera que demuestren todas las verdades que él les había
enseñado cuando estuvo en Éfeso.
Al estudiar Efesios, pídale al Señor que abra sus ojos
espirituales para que pueda aprender a “vivir en los lugares
celestiales” y a “andar de manera digna de su llamado” cada día, sin
excepción.
Harapos y túnicas
El propósito de la carta de Pablo a los efesios es mostrar a la
iglesia de Jesucristo lo que ella debe ser en este mundo. Esta carta es
su obra maestra sobre el tema de la iglesia. Permita que Efesios lo
aliente a usted, y a su congregación local, a ser, por la gracia de Dios,
la auténtica iglesia de Jesucristo en este mundo. Nunca antes el
mundo ha necesitado el testimonio de la iglesia tanto como ahora.
Un bosquejo muy sencillo, basado en algunas palabras clave,
le dará un panorama del contenido de este libro.
La palabra clave en el capítulo 1 es reflexión. Pablo nos da
muchas cosas en las cuales pensar en este primer capítulo de Efesios.
Primero, reflexione sobre lo que él dice acerca de los “lugares
11. 11
celestiales”. Pablo nos dice que, en los lugares celestiales, tendremos
todas las bendiciones espirituales que necesitamos para vivir nuestra
vida en Cristo. De hecho, Cristo existe en esta dimensión celestial, y
nosotros podemos existir allí con Él.
No todo lo que existe en esta dimensión celestial es bueno.
“Los lugares celestiales” significa el mundo invisible de lo espiritual.
En la dimensión espiritual, está el Espíritu Santo y están los espíritus
malignos. Se nos dice en esta carta que nuestra batalla, como
creyentes, es contra las fuerzas espirituales negativas en los lugares
celestiales. Según Pablo, el creyente que está en Cristo puede vencer a
los poderes malignos de la oscuridad que existen en el mundo
espiritual, o en los lugares celestiales.
Reflexione sobre lo que Pablo dice acerca de la soberanía de
Dios en el capítulo 1. En los versículos 1 al 6 hay algunas
afirmaciones muy contundentes acerca de que Dios nos eligió antes
que el mundo tuviera sus cimientos. Dice que, en la mente de Dios,
aun desde antes que el tiempo comenzara, ya estaba la idea de que
hubiera una iglesia, un pueblo “llamado afuera” que viviría vidas
santas y sería un testimonio para este mundo.
Observe, también, lo que Pablo dice en el capítulo 1 acerca del
proceso de la salvación. En los versículos 13 y 14, tenemos una bella
imagen de esto: Escuchamos el evangelio, creemos el evangelio, y
somos sellados con el Espíritu Santo. Todo esto es la manera en que
Dios dice: “Esta es posesión mía”.
También, reflexione sobre las oraciones de Pablo en Efesios.
Vemos dos magníficas oraciones en Efesios 1:15-23 y 3:14-21. Es
evidente, al leer estas oraciones, que Pablo tenía una lista de motivos
de oración, y que era un gran guerrero de oración intercesora. Cuando
Pablo se enteraba de que alguien había llegado a la fe en Cristo y
había demostrado que realmente estaba involucrado en la obra de
Jesucristo, comenzaba a orar por esa persona y nunca más dejaba de
hacerlo.
Es interesante comparar nuestra lista de oración con la de
Pablo. Espiritualmente hablando, nosotros oramos por los perdedores;
Pablo pasaba su tiempo orando por personas que él sabía que iban a
ser ganadores para Jesús. Oraba para que les fuera dado un espíritu de
revelación en el conocimiento de Dios.
Otra palabra clave que se aplica a los primeros tres capítulos
de Efesios es recordar. Pablo ya les había enseñado tanto a los efesios,
que lo único que debía decirles era: “recuerden”. Les dice:
“Recuerden cómo era todo antes que ustedes llegaran a Cristo, y lo
que significó para ustedes cuando Él entró en su vida y la hizo nueva
en Cristo”.
En el capítulo 3, la palabra clave es revelación. Como fariseo
que era, Pablo había odiado a Cristo. Nunca soñó que, un día, Dios
iba a unir a judíos y no judíos en un cuerpo, y que formaría con ellos
la iglesia de Jesucristo. Pablo les revela a los efesios que la iglesia es
el gran misterio de Dios.
En el capítulo 4, Pablo nos presenta algunas hermosas
verdades sobre el comportamiento humano. Yo resumo este capítulo
12. 12
en la palabra resolución. Aquí, Pablo compara toda la vida espiritual
de una persona con un guardarropa. En un lado del guardarropa están
los harapos de nuestra vieja vida. En el otro lado, están las túnicas de
la nueva vida. Los harapos de la vieja vida son la alienación, la
ignorancia, la dureza de corazón, la conciencia entenebrecida, el estilo
de vida inmoral, la lascivia —que significa los sutiles deseos
pecaminosos que nos seducen— la falsedad, la mentira, la falta de
integridad y la ira (ver Efesios 4:25-32).
Esta metáfora de las vestiduras nos llama a proponernos dejar
de lado los harapos de la vieja vida. Ya no tenemos por qué vestirlos,
dice Pablo. Por el contrario, él nos anima a vestir las túnicas de
nuestra nueva vida. “Vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en
la justicia y santidad de la verdad” (24). “Desechando la mentira,
hablad verdad cada uno con su prójimo” (25). “Ninguna palabra
corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la
necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes” (29).
La capacidad de comunicar es un gran don espiritual. Pablo
dice que la comunicación es nuestra oportunidad de edificar a los
demás e impartirles gracia. Cada vez que nos encontramos con un
creyente, deberíamos dejarlo más edificado que cuando lo
encontramos.
Después de decirles cómo vestir, les dice: “Andad”. Vivir en
Cristo es una experiencia diaria; un “andar” diario. Se pone un pie
delante del otro, paso a paso, día a día. Esa es la forma en que debe
vivirse la nueva vida en Cristo.
Pablo les dice a los efesios: “Andad en amor” (Efesios 5:2),
como lo hizo Cristo. Después, les dice: “Andad como hijos de luz”
(8), haciendo siempre cosas que agraden al Señor. Todo lo que es
bueno y justo y verdadero es fruto de luz. Así que, andemos en las
cosas que son buenas, justas, y verdaderas, y no tengamos amistad
alguna con las infructuosas obras de las tinieblas.
Después, Pablo dice: “Mirad [...], con diligencia cómo andéis”
(15). Esto significa que andemos con la cabeza en alto y los ojos
abiertos, conscientes de las tremendas necesidades que tiene nuestro
mundo. Las grandes obras sociales y las grandes instituciones
sociales: los grandes hospitales, los hogares para madres solteras, los
hogares para personas sin techo, y otros similares, existen, en este
mundo, gracias a Cristo, y porque los creyentes supieron lo que
significa vivir en la dimensión celestial, en Cristo. Si usted está en
Cristo, tendrá la clase de compasión activa que quiere hacer algo con
respecto de las necesidades de este mundo. A esto se refiere Pablo
cuando dice que “Miremos con diligencia cómo andamos”.
Es en este contexto que Pablo ordena a los seguidores de
Cristo: “Sed llenos del Espíritu” (18). Lo que Pablo escribió,
literalmente, fue: “No se pongan bajo el descontrol de la influencia
del alcohol, sino bajo la influencia del Espíritu”. La traducción literal
del idioma original sería: ‘sed continuamente llenos del Espíritu’. Ser
llenos del Espíritu significa ser controlados por el Espíritu Santo. El
Espíritu Santo nos dará el poder para vivir y andar en la dimensión
espiritual, en Cristo, sin importar cuáles sean las circunstancias.
13. 13
Vestidura para las relaciones
Pablo nos dice que el Dios todopoderoso ha asignado la obra
del ministerio a “los santos” (Efesios 4:12). Esta era la expresión
preferida de Pablo para referirse a los que hoy llamamos “laicos” de
la iglesia. Según Pablo, el pastor-maestro es el “entrenador”, pero los
laicos de la iglesia son los jugadores del equipo. El objetivo del pastor
debería ser equipar, perfeccionar, edificar, inspirar, instruir y desafiar
a los laicos para que salgan y hagan la obra del ministerio. Esta es una
parte muy importante del modelo de la esencia, la función y el
propósito de la iglesia según el Nuevo Testamento.
Cuando Pablo escribe el capítulo 5, nos dice que la obra del
ministerio a través de los santos comienza en el lugar más difícil: el
hogar. ¿Por qué el hogar es el lugar más difícil para aplicar nuestra
fe? Porque allí nos mostramos tal como somos en realidad. Al mundo
le mostramos un lado de nosotros, pero, muchas veces, a nuestra
familia le mostramos otro lado (generalmente, mucho menos
atractivo). El hogar es el lugar donde somos verdaderamente nosotros
mismos, así que Pablo escribe que es allí donde la realidad de Cristo
debe ser vista primero en nuestra vida.
En Efesios 5:21-25, Pablo escribe: “Someteos unos a otros en
el temor de Dios. Las casadas estén sujetas a sus propios maridos,
como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como
Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador.
Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo
estén a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres, así
como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella”.
Aquí, Pablo nos da algunos de los consejos más bellos sobre el
matrimonio que podemos encontrar en la Biblia. Nos dice que las
mujeres deben someterse a sus esposos y estar sujetas a ellos en todo.
Esto es muy difícil de aceptar para muchas mujeres. Pero Pablo no
solo les dice a las mujeres que deben estar sujetas a sus esposos en
todo. También les dice a los hombres que amen a sus esposas “como
Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella” (25).
Cuando Pablo dice que el hombre es cabeza de la mujer,
quiere decir que el hombre es responsable por su esposa y por todo lo
demás en el matrimonio y la familia. Por eso, Dios le dice a la mujer
que le facilite las cosas a su esposo, porque él tiene una gran
responsabilidad. Cuando Pablo dice a las mujeres que se sujeten a sus
esposos, en realidad, les está diciendo: “Tu esposo fue creado para
ser, para ti, lo que Cristo es para la iglesia; y tú debes ser para tu
esposo lo que la iglesia es para Cristo”. Así que, la tarea que
encomienda a los hombres es, básicamente: “Amen (a sus esposas)
como amó Cristo; den como Él dio; y sean, para su esposa y sus hijos,
como Él es”.
Este es un rol muy importante que se les asigna a los esposos y
padres, y todos los hombres deben entender esta responsabilidad. El
problema mayor del matrimonio cristiano no son las mujeres que no
pueden o no quieren someterse a su esposo. El problema más grande
14. 14
son los hombres que no aceptan la responsabilidad de amar, dar y ser
como Cristo para su esposa y sus hijos.
Si usted es esposo y padre, acepte su responsabilidad de ser
todo lo que Dios desea que sea. Pídale que le dé el poder y la gracia
para ser como Cristo en su hogar.
Eslabones vitales en el matrimonio
Cuando Dios diseñó el matrimonio, ideó una relación en la
que dos personas deben ser una en espíritu, en mente y en unidad
física. Podemos visualizar cómo dos creyentes casados deben ser uno
si los imaginamos unidos por una cadena de cinco eslabones. El
primer eslabón representa la dimensión espiritual de su relación: que
son uno en espíritu. La relación espiritual es el fundamento de la
unidad en el matrimonio, y la relación espiritual mutua de esa pareja
será fuerte solo en la medida que la relación personal de cada
integrante de esa pareja con Jesucristo sea fuerte. Su unidad espiritual
puede ser ilustrada por medio de un triángulo, con Cristo en el vértice
y el esposo y la esposa en los extremos. Cuanto más se acerquen a
Cristo, más estrecha y fuerte será su relación entre sí.
El siguiente eslabón es la comunicación, es decir, el hecho de
que son uno en mente. La comunicación es la herramienta por medio
de la cual mantenemos la unidad en el matrimonio. Si tenemos una
buena comunicación, tenemos la herramienta con la cual podemos
trabajar en nuestra relación matrimonial. Las bacterias se multiplican
en la oscuridad, pero no pueden vivir en la luz. La comunicación echa
luz sobre la relación.
El siguiente eslabón representa la compatibilidad, que es la
prueba de la unidad. Algunas veces, no puedo evitar preguntarme
cómo dos personas que no tienen valores, metas o estilos de vida en
común pueden unirse. Cuando el fundamento espiritual está bien
asentado, habrá compatibilidad en muchos aspectos.
El eslabón del medio en esta cadena de cinco eslabones es el
amor agape que Pablo describe en 1 Corintios 13. El amor agape es
un amor desinteresado e incondicional. Una de las razones por la que
los matrimonios se terminan es que las personas son egoístas. Nunca
aprenden, en realidad, a centrarse en Cristo y en los demás. Les falta
comprender la enseñanza de Jesús: “Más bienaventurado es dar que
recibir”. El amor agape es la dinámica de la unidad.
El siguiente eslabón es la comprensión. La comprensión es el
crecimiento de la unidad. Los hombres y las mujeres son diferentes, y
cada uno debe comprender cómo se siente el otro, cómo piensa y
cómo actúa. Pedro les dice a los esposos que vivan con sus mujeres
“sabiamente” (1 Pedro 3:7). En otras palabras, dice que debemos
conocer al hombre o la mujer con quien estamos compartiendo la
vida.
El último eslabón de la cadena representa la unidad física
entre un hombre y su esposa. El sexo es la gozosa expresión de la
unidad. La relación física entre ese hombre y esa mujer es,
verdaderamente, una forma muy intensa de comunicación. Es por
medio de la unión sexual que el hombre y la mujer expresan todo lo
15. 15
que representan los demás eslabones de esta cadena de unidad.
Cuando la relación física es lo que debe ser, el sexo es el diez
por ciento de la relación. Cuando no lo es, puede llegar a ser el
noventa por ciento del problema. Muchas veces, una de las razones
principales por la que hay problemas sexuales en un matrimonio es
que esa pareja está tratando de expresar gozosamente una unidad que
no existe. Si no hay unidad en el espíritu o en la mente, si no hay
compatibilidad, amor ni comprensión para expresar, no es de
extrañarse que la unión sexual se convierta en algo vacío y estéril.
Otras relaciones
Además de poner énfasis en el matrimonio, en los capítulos 5
y 6 Pablo habla de las relaciones entre los esclavos y sus amos. Hasta
cierto punto, los creyentes pueden aplicar estas verdades, hoy, como
empleados y empleadores (ver Efesios 6:5-9). También hay
principios para aplicar en la relación entre padres e hijos (ver Efesios
6:1-4). En estos capítulos, Pablo dice que la aplicación de las
verdades que contiene esta carta comienza con la persona que
tenemos más cerca. Podríamos llamar a la parte de aplicación de esta
carta “Vestidura para las relaciones”.
En el capítulo 6, Pablo usa la expresión “lugares celestiales”
en sentido negativo. En el mundo espiritual, hay espíritus buenos y
espíritus malos. Pablo dice que nuestra batalla es espiritual, y que
nuestro enemigo está en el mundo espiritual. Nuestro enemigo es
descrito como: “principados, potestades, gobernadores de las tinieblas
de este siglo, huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”
(v. 12).
La única manera de vivir en triunfo espiritual es vencer a estos
poderes espirituales. Para ser vencedores en lo espiritual, debemos
ponernos la armadura de Dios (13-17). Cada día, debemos ponernos
toda la armadura de Dios y salir a pelear nuestras batallas espirituales.
Pablo nos dice que debemos usar el casco de la salvación y la coraza
de la justicia, tomar el escudo de la fe y tener en la mano la espada del
Espíritu —que es la Palabra de Dios— y nuestro calzado debe ser
compartir el evangelio. Cada pieza de esta armadura debe ser
colocada con oración. Estas son las armas espirituales que debemos
tener para defender la causa del Señor en este mundo pecaminoso.
Debemos luchar, no con nuestras propias fuerzas, sino en el poder del
Espíritu Santo.
¿Se ha puesto usted el casco de la salvación? ¿Sabe, en su
mente, que ha sido salvado de los poderes del pecado? ¿Está
protegido su corazón por la coraza de la justicia, es decir, de hacer lo
correcto? ¿Utiliza el escudo de la fe? ¿Sabe cómo usar la espada del
Espíritu, que es la Palabra de Dios? ¿Se ha calzado para compartir el
evangelio con los demás? ¿Se está colocando cada pieza de la
armadura con oración?
16. 16
Capítulo 3
La Epístola de Pablo a los Filipenses
Antes de comenzar nuestro estudio de la carta escrita por el
apóstol Pablo a los filipenses, debemos recordar que la iglesia de
Filipos fue plantada como resultado de una visión celestial que Pablo
recibió, cuando vio a un hombre que le decía: “Ven a Macedonia y
ayúdanos” (ver Hechos 16:9). La difusión del evangelio hacia el oeste
y hacia la civilización europea fue resultado de esta visión celestial.
Cuando Pablo salió de Filipos, esta iglesia se convirtió en su
preferida. La palabra que describe el lazo que existía entre Pablo y la
iglesia filipense es “comunión”. Al hablar de la iglesia de Filipos,
Pablo se refiere a “vuestra comunión en el evangelio” (Filipenses
1:5). Es una hermosa imagen de lo que debería ser toda iglesia. Una
iglesia es, en realidad, una organización que existe para el beneficio
de quienes no son miembros de ella, porque su propósito es poner en
práctica la Gran Comisión y llevar el evangelio a un mundo perdido.
La iglesia filipense era el modelo de iglesia para Pablo,
fundamentalmente, porque era una iglesia misionera. Se puede ver
esto en Filipenses 1, si observamos cuántas veces Pablo menciona el
evangelio.
La carta de Pablo a los filipenses no es, en realidad, una carta
de enseñanza; es una carta de amor. Una bella, inspirada carta de
agradecimiento. La iglesia de Filipos había sido la base de sostén de
Pablo y lo había ayudado económicamente mientras él ministraba en
otras ciudades.
La carta de Pablo a los filipenses también fue una de las
“epístolas de la prisión”. Efesios, Filipenses, Colosenses, Filemón y 2
Timoteo son llamadas epístolas de la prisión porque fueron escritas
cuando Pablo estaba encarcelado. Los creyentes filipenses
continuaron sosteniendo a Pablo durante su encarcelamiento,
enviándole una ofrenda. Al agradecer a los filipenses por su ofrenda,
Pablo escribe que su deseo no es recibir esa contribución, sino “busco
fruto que abunde en vuestra cuenta” (Filipenses 4:17). Pablo sabía que
Dios iba a recompensar grandemente a los filipenses por enviarle esa
ofrenda.
Los cuatro capítulos de Filipenses presentan un perfil de la
vida vivida como Cristo. El tema del capítulo 1 es “La filosofía y la
pasión por vivir como Cristo”. Aquí, Pablo muestra en su propia vida
cómo es vivir como un seguidor de Cristo.
En el capítulo 2, Pablo escribe sobre las “Pautas para vivir
como Cristo”. Nos da muchos ejemplos de personas que realmente
fueron ejemplos de la filosofía y la pasión por vivir como Cristo.
En el capítulo 3, Pablo revela “El propósito y el premio de
vivir como Cristo”. Como lo hizo más de una vez en el Libro de los
Hechos, recuerda una vez más su experiencia de conversión en el
camino a Damasco. Esta vez, hace énfasis en los resultados de esa
experiencia y nos dice cómo conocer la voluntad de Dios. Pablo llama
a la voluntad de Dios “[el] premio del supremo llamamiento de Dios
17. 17
en Cristo Jesús” (Filipenses 3:14). Y nos dice cómo hallar ese premio,
cómo descubrir ese supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús
para nosotros mismos.
El capítulo 4 es muy práctico. Podríamos llamarlo “La receta
para vivir como Cristo”. En palabras muy concretas, Pablo nos dice
cómo vivir en Cristo, y centra sus comentarios en el tema de que Dios
nos mantiene en un estado de paz personal.
A partir del bosquejo presentado, veamos ahora la carta de
Pablo a su iglesia favorita, capítulo por capítulo.
Pasión y filosofía
En los versículos 20 y 21 del capítulo 1, Pablo escribe: “...mi
anhelo y esperanza de que en nada seré avergonzado; antes bien con
toda confianza, como siempre, ahora también será magnificado Cristo
en mi cuerpo, o por vida o por muerte. Porque para mí el vivir es
Cristo, y el morir es ganancia” (1:20, 21).
Según Pablo, la filosofía y la pasión de un seguidor de Cristo
están basadas en su disposición a entregarse. Así que nos presenta su
filosofía para vivir en Cristo cuando nos dice cómo su pasión por
vivir se relaciona con la realidad de que está en la cárcel. Pablo,
básicamente, dice: “Quiero que Cristo sea magnificado en mi cuerpo,
sea en la vida o en la muerte, en la libertad o en la prisión, en la salud
o en la enfermedad. Si vivo, magnificar a Cristo es el único propósito
por el que vivo. Si muero, quiero magnificar a Cristo con mi muerte”.
Esa es la filosofía de alguien que verdaderamente vive su vida
en Cristo.
Más allá del compromiso de cada creyente individual,
Filipenses 1 también enfatiza la idea de que la vida en Cristo es como
un deporte en equipo. El Señor quiere que la iglesia equipe a los
santos para el ministerio. Cuando los laicos comprendan que todo el
ministerio de la iglesia está dedicado a todos los miembros de la
iglesia, entonces cumpliremos la Gran Comisión, y la iglesia de
Jesucristo será, realmente, lo que debe ser.
Más adelante, en el capítulo 1, Pablo escribe una hermosa
descripción de una iglesia: “Solamente que os comportéis como es
digno del evangelio de Cristo, para que o sea que vaya a veros, o que
esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu,
combatiendo unánimes por la fe del evangelio” (Filipenses 1:27).
El ideal de Pablo para la iglesia puede parafrasearse de esta
manera: “Una iglesia en la que cada miembro está en Cristo, en la que
todos los que están en Cristo son semejantes a Cristo, y donde quienes
están en Cristo y son semejantes a Él lo son en unidad, de una manera
tan dinámica que otros creen en el evangelio”. ¿Es esta la descripción
de la iglesia local que usted integra? ¿Puede decir que todos los
miembros de su iglesia son verdaderos seguidores de Cristo, que
viven una vida digna del evangelio? Los que no son creyentes, ¿llegan
a creer en el evangelio porque ven la forma en que los miembros de
su iglesia, que son semejantes a Cristo, lo demuestran en unidad?
La carta del apóstol Pablo a la iglesia filipense nos demuestra,
con su ejemplo, la naturaleza, la esencia y la función de la iglesia. Ese
18. 18
ejemplo debería ser modelo para toda iglesia, y para todo auténtico
discípulo de Jesucristo, de la pasión y la filosofía para vivir la vida,
cada día, en Cristo y como Cristo.
Pautas para vivir como Cristo
El tema de la carta de Pablo a los filipenses es “vivir como
Cristo”. En el capítulo 2, Pablo nos presenta las pautas generales para
vivir como Cristo, y les dice a los filipenses que vivir como Cristo
implica tener una actitud de humildad, de amor y de armonía.
Cuando Pablo les enseña a los filipenses que tengan una
actitud humilde, les enseña humildad y amor. Pablo resume la
humildad en estas palabras: “...estimando cada uno a los demás como
superiores a él mismo” (Filipenses 2:3). No está hablando de timidez
ni de baja autoestima, sino de una calidad de amor desinteresado y
humilde que edifica a los demás.
Si tenemos una actitud amorosa, vamos más allá de esto. La
persona que tiene una actitud de amor aplica la Regla de Oro: “Así
que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros,
así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los
profetas” (Mateo 7:12). Pablo expresa la Regla de Oro de esta forma:
“No mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por
lo de los otros” (Filipenses 2:4). ¿Piensa usted en sus propios
problemas y presiones primero? ¿O pone las presiones y los
problemas de los demás antes que los suyos propios?
Cuando tenemos una actitud de humildad y amor, los
obstáculos del egocentrismo y el egoísmo son superados, y podemos
vivir en armonía. Pablo dice que debemos demostrar que tenemos
solo una mente y un Espíritu entre nosotros (ver Filipenses 1:27). Los
discípulos de Cristo, algunas veces, tienen conflictos en la iglesia.
Muchas veces, cuando esto sucede, en el fondo de los conflictos
encontramos orgullo y egoísmo. Si actuamos con humildad, con amor
y en armonía, resolveremos los conflictos en nuestras iglesias.
El ejemplo de Cristo
Después de presentar estas verdades, Pablo cita algunos
ejemplos. Primero, tenemos el ejemplo de Cristo (ver Filipenses 2:5-
11).
Jesús no se limitó a convertirse en Hombre. Se convirtió en el
Esclavo de los hombres, el Siervo de los hombres. Se humilló y
obedeció hasta la muerte; murió por los pecados del mundo. Dado que
Jesús se humilló así, el Padre lo ha exaltado hasta lo sumo (9).
Según Pablo, así como Cristo se rebajó con humildad y amor,
debemos hacerlo usted y yo. No debemos centrarnos en nosotros
mismos, sino en los demás, en Cristo y en el amor, para que nuestras
vidas sean un ejemplo para los demás de lo que significa vivir en
Cristo y ser semejantes a Cristo.
19. 19
El ejemplo de Pablo
En el capítulo 2, Pablo presenta, también, el ejemplo de su
propia vida. Escribe: “Y aunque sea derramado en libación sobre el
sacrificio y servicio de vuestra fe, me gozo y regocijo con todos
vosotros. Y asimismo gozaos y regocijaos también vosotros conmigo”
(17, 18). Pablo nos está diciendo que él mismo siguió el ejemplo de
Cristo. En la adoración, en el templo del Antiguo Testamento, se
entregaban “libaciones”, es decir, un sacerdote derramaba la ofrenda
sobre el altar. Pablo se compara con estas libaciones, diciendo que
derramaría hasta su vida para que los filipenses llegaran a la fe.
El ejemplo de Timoteo
Después, Pablo escribe: “Espero en el Señor Jesús enviaros
pronto a Timoteo, para que yo también esté de buen ánimo al saber de
vuestro estado; pues a ninguno tengo del mismo ánimo, y que tan
sinceramente se interese por vosotros. Porque todos buscan lo suyo
propio, no lo que es de Cristo Jesús. Pero ya conocéis los méritos de
él, que como hijo a padre ha servido conmigo en el evangelio” (19-
22). Timoteo era, obviamente, un devoto siervo de Cristo.
Al final de este segundo capítulo de su carta, Pablo exalta el
ejemplo del anciano —Epafrodito— que le llevó la ofrenda de la
iglesia de Filipos a la prisión. Observe cómo Pablo describe a
Epafrodito: “Mas tuve por necesario enviaros a Epafrodito, mi
hermano y colaborador y compañero de milicia, vuestro mensajero, y
ministrador de mis necesidades” (25). Hay diversos niveles de
comunión en el cuerpo de Cristo. Creo que Pablo nos muestra algo
sobre esos niveles de comunión al describir a este anciano,
Epafrodito, como “hermano, colaborador y compañero de milicia,
vuestro mensajero y ministrador de mis necesidades”.
¿Qué significan estos niveles de comunión? Creo que, según
la forma de pensar de Pablo, un hermano era otro hombre que estaba
en Cristo con él. Para Pablo, un colaborador era un hombre que
trabajaba a su lado, “bajo el yugo” con él, en Cristo y para Cristo. Y,
para Pablo, un compañero de milicia era alguien que arriesgaba su
vida junto con él, en Cristo y por Cristo. Epafrodito, ciertamente, es
un ejemplo de esos tres niveles de relación con Pablo, y el mensajero
y ministro enviado por los filipenses. Obviamente, este anciano es
otro tremendo ejemplo de alguien que vive como Cristo.
El premio de vivir como Cristo
Cuando llegamos al tercer capítulo de Filipenses, el apóstol
habla de asir el propósito para el cual Cristo lo asió en el camino
hacia Damasco. En los versículos 3 al 11, Pablo nos cuenta su
experiencia de conversión desde el punto de vista de los resultados de
esa experiencia. Menciona todas las cosas que alguna vez consideró
como grandes logros: su posición como fariseo, por ejemplo. Esos
logros eran cosas de las que Pablo estaba orgulloso antes de conocer a
Cristo. Pero, cuando se convirtió, su perspectiva cambió, y pasó a
considerarlas como “basura” (8). Dios le había dado, ahora, cosas más
20. 20
importantes que hacer. Este es un magnífico capítulo en que el apóstol
Pablo, por medio de su propio ejemplo, nos da una excelente receta
para descubrir la voluntad de Dios para nuestras vidas.
Primero, observe que Pablo sufrió una revolución cuando se
convirtió; y salió de esa experiencia revolucionaria con una
resolución, una feroz determinación de hallar la voluntad de Dios para
su vida. Después, trató de tener la dinámica del poder de la
resurrección de Cristo en su vida.
Es como si Pablo estuviera corriendo una carrera, y existiera
una regla para correrla. Para ganar el premio y conocer la voluntad de
Dios, la regla es que debemos ser obedientes según la medida de luz y
discernimiento que tengamos en este preciso momento. Si seguimos
la luz que Dios nos da ahora y actuamos basándonos en ella, Dios
continuará dándonos luz hasta que veamos su perfecta voluntad.
Pablo llama al premio que se recibe al final de esta carrera el “premio
del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (14).
Pablo nos da más pistas sobre cómo hallar la voluntad de
Dios. Él escribe que fue descartando prioridades hasta llegar a una
sola: “...olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a
lo que está delante” (13). Es notable que Pablo pudiera reducir sus
prioridades a una sola cosa: “Prosigo a la meta, al premio del supremo
llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (14).
¿Tiene usted esa magnífica obsesión? ¿Tiene la firme
convicción de que, cuando conoció a Jesucristo, Él y usted se
encontraron con un propósito? ¿Cree que hay algo específico que
Jesús quiere que usted haga para Él? ¿Está esforzándose por alcanzar
el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús?
Pablo nos da varias pistas sobre cómo ganar ese premio del
llamamiento de Dios: Descartar prioridades hasta quedarnos con una
sola. Olvidar las cosas que quedan atrás, y continuar extendiéndonos
para alcanzar aquellas que tenemos por delante. Vivir según la luz que
tenemos y avanzar en la voluntad de Dios para nosotros hoy hasta
donde podamos ver.
Una receta para la paz
Pablo escribe sobre la paz en el cuarto capítulo de Filipenses,
pero no sobre la paz mundial; ni siquiera sobre la paz con Dios que
Jesús nos trajo por medio de su sacrificio en la cruz. Pablo comparte
con nosotros la buena noticia de que hay una hermosa realidad que se
conoce como paz de Dios. Es un estado de paz continua en el cual
Dios puede mantenernos si cumplimos sus condiciones. En
Filipenses, capítulo 4, Pablo nos presenta doce condiciones que
debemos cumplir para tener y mantener esta paz.
La primera condición es: “Por nada estéis afanosos” (6). Pablo
nos dice que no nos preocupemos, porque la preocupación no solo es
improductiva, sino que es destructiva. Cuando nos preocupamos,
consumimos la energía que necesitamos para enfrentar los problemas.
La segunda condición para la paz es: “Sean conocidas vuestras
peticiones” (6). Sean cuales fueren nuestras circunstancias, por mayor
21. 21
que sea la adversidad que debemos enfrentar, siempre tenemos el
privilegio de orar a Dios. Ya sea que nuestra oración tenga como
resultado que seamos liberados de una situación difícil, o que
recibamos la gracia para atravesarla, siempre es muy productivo orar.
Así que, oremos siempre por todo.
La tercera condición que señala Pablo para la paz tiene que ver
con lo que pensamos. Pablo nos dice que pensemos en todo lo bueno
(ver v. 8). El apóstol nos alienta a pensar en todo lo que es verdadero,
todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo
que es de buen nombre. Decidamos cómo vamos a pensar. Nuestros
pensamientos son como ovejas, de las cuales somos pastores. No nos
dejemos controlar por nuestros pensamientos.
Francamente, creo que, cuando Pablo escribió esto, también
nos estaba dando la clave de su cordura personal. En la cárcel, Pablo
estaba expuesto a todo lo que era falso, deshonesto, injusto, impuro,
desagradable, y a las malas noticias. Él tenía que mantener su mente
centrada en cosas buenas y positivas para sobrevivir.
La cuarta condición de Pablo para la paz personal es muy
práctica. Dice: “Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en
mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros” (9). Algunas
veces perdemos la paz porque no tenemos el valor de hacer lo que
sabemos que es correcto. La receta de Pablo es hacer lo que sabemos
y creemos que es correcto (Salmo 4).
Encontramos la quinta condición para la paz en las palabras:
“Si hay virtud alguna” (8), es decir: “Si ustedes creen que hay algo
bueno”, que implican que es posible perder la fe en lo que es bueno.
Esto significa que nos cuestionamos el valor de todo lo bueno que
hemos hecho en nuestro viaje de fe. ¿De qué le sirvió a él servir a
Cristo como lo hizo, si salía de una prisión para entrar a otra? Eso es
lo que Pablo quiere decir cuando habla de creer en lo bueno o dudar
de ello. Dudar del valor de nuestras buenas obras puede llegar a
robarnos la paz.
La sexta condición de Pablo para la paz personal es,
simplemente, vivir “con acción de gracias” (6). La paz personal puede
ser resultado de una actitud positiva de gratitud. Cuando expresamos
adoración con gratitud, automáticamente estamos guiando nuestros
pensamientos, como ovejas, lejos de lo negativo y hacia los verdes
pastos de lo positivo. Ser agradecido es una manera muy constructiva
de ayudarnos a mantener nuestro estado de serenidad personal.
El séptimo paso de esta receta para la paz es la paciencia.
Cuando esperamos en el Señor, la paciencia es la fe que espera.
Cuando necesitamos paciencia para tratar a las personas, la paciencia
es el amor que espera. La impaciencia nos roba la paz. La paciencia es
fruto del Espíritu, que nos da paz (11).
Entonces, Pablo escribe su octava condición para la paz:
“Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres” (5). Esta es la
gentileza de la aceptación. Si aceptamos las circunstancias de nuestra
vida que no podemos cambiar, tendremos paz. La gentileza —o
mansedumbre— y la paciencia son parte del fruto del Espíritu
(Gálatas 5:22, 23).
22. 22
En sus cuatro últimas condiciones para la paz, Pablo se refiere
a nuestra relación con el Cristo resucitado. Nos da la novena
condición para la paz cuando escribe: “El Señor está cerca”, con lo
cual quiere decir “Nunca olviden que el Señor está cerca” (5). Pablo
nunca estaba solo, aunque todos los que conocía lo habían
abandonado cuando estaba en su último encarcelamiento. En sus
últimos días en este mundo, el apóstol escribió: “En mi primera
defensa ninguno estuvo a mi lado, sino que todos me desampararon;
[...]. Pero el Señor estuvo a mi lado” (2 Timoteo 4:16, 17). Si estamos
en una situación difícil, podemos tener paz si recordamos que el
Señor siempre está cerca y puede ministrarnos.
En el mismo contexto, Pablo escribe su décima condición para
la paz: “Regocijaos en el Señor siempre” (4). Al exhortar a los
filipenses a regocijarse en el Señor, Pablo está diciendo, en realidad:
“Aprendan a obtener gozo del hecho de conocer a Cristo”.
También escribe su undécima condición para la paz: “Si [hay]
algo digno de alabanza”, es decir: “Aprendan a valorar la aprobación
de Dios”. Si dependemos de la aprobación de las personas para
mantener nuestra paz, nuestro estado de paz personal es muy frágil.
Habrá momentos en que no podamos tener la aprobación de Dios y la
aprobación del hombre al mismo tiempo. Podemos tener un gozo y
una paz estables si aprendemos a valorar la aprobación de Dios. En la
Biblia se nos dice que Dios le dijo a Abraham, simplemente: “Anda
delante de mí” (Génesis 17:1).
La última condición de Pablo para la paz es: “Hagan descansar
sus corazones y sus mentes en Cristo” (ver v. 7). Que es otra forma de
decir: “Señor, yo no puedo, pero tú, sí. No es asunto de quién o qué
soy yo; es asunto de Quién y Qué eres tú. No importa lo que yo pueda
hacer; lo que importa es lo que tú puedes hacer. No es importante lo
que yo deseo; lo que tú deseas es importante. En última instancia, no
será lo que yo hice, sino lo que tú hiciste, lo que realmente importe”.
Esta actitud, que yo llamo “los cuatro secretos espirituales”, nos lleva
a la “paz que sobrepasa todo entendimiento”. Estos secretos
demuestran lo que significa hacer descansar nuestros corazones y
nuestras mentes en Cristo Jesús.
¿Tiene usted ese continuo estado de paz que la Biblia llama
“la paz de Dios”? Pídale al Señor que le dé la medida de gracia que
necesita para cumplir con estas condiciones. Dios puede mantenernos
en un estado de paz personal, pero es un estado condicional. Cuando
cumplimos las condiciones que Pablo y otros escritores de la Biblia
nos ordenan, Dios puede mantenernos en un estado de continua paz
personal.
23. 23
Capítulo 4
La Epístola de Pablo a los Colosenses
La ciudad de Colosas está ubicada a unos 160 kilómetros de
Éfeso. Es posible que la iglesia colosense fuera parte de ese grupo de
iglesias satélite, mencionadas en Apocalipsis, que surgieron de la
iglesia que Pablo plantó en Éfeso (Apocalipsis 2, 3).
La iglesia de Colosas tenía, al menos, tres clases de
problemas. Primero, había un ataque filosófico e intelectual sobre la
fe de los colosenses. Después, estaba el legalismo. Los judíos
mesiánicos ortodoxos estaban tratando de imponer las leyes judías a
los devotos discípulos de Colosas. Finalmente, había personas en la
iglesia colosense que estaban participando en actividades
cuestionables, como visiones, adoración de ángeles y otros fenómenos
místicos. Cuando estos problemas surgieron en la iglesia de Colosas,
Epafras, que era pastor de esa iglesia, buscó a Pablo en Roma para
que lo aconsejara. Probablemente, esa visita haya motivado esta carta
de Pablo a los colosenses.
El Libro de Efesios es la obra maestra de Pablo sobre el tema
de la iglesia. El Libro de Colosenses es la obra maestra de Pablo sobre
“el Cristo de la iglesia”. Parte del ataque filosófico sobre la fe de los
colosenses estaba basado en la persona de Jesucristo. Había personas
que hacían de Jesucristo mucho menos de lo que los credos afirman
que era: “Dios verdadero de Dios verdadero”. Esta filosofía atacaba la
deidad de Cristo, el hecho de que Jesucristo era Emanuel: “Dios con
nosotros”. Es por ello que la preeminencia de Jesucristo es el tema de
la carta de Pablo a los colosenses. En esta carta, Pablo dice: “Si
ustedes tienen a Cristo, tienen todo. Si no tienen a Cristo, no tienen
nada. Si Jesucristo significa algo para ustedes, entonces, debe
significar todo. Porque, hasta que Jesucristo no sea todo para ustedes,
entonces, en realidad, no será nada para ustedes”.
Creo que, en la actualidad, en nuestras iglesias, tenemos
problemas similares a los de la iglesia de Colosas. Hay personas que
tratan de poner ataduras legalistas a los creyentes, que son contrarias a
la enseñanza de que somos salvos por gracia por medio de la fe, y no,
de las obras. También hay personas que creen que todo lo que es
espiritual viene del Espíritu Santo, y eso las hace vulnerables al lado
oscuro del mundo espiritual. Hay quienes profesan ser creyentes y
reducen la fe a algo tan frío y rígido como el hielo. Y están aquellos
que tratan de hacer de Cristo algo tan nebuloso e intangible como el
vapor. Presentan a Cristo y a sus enseñanzas de forma tan complicada
que uno ni siquiera sabe de qué están hablando.
Estos son los problemas que Pablo trató cuando escribió a los
colosenses. En las palabras correctoras de Pablo en esta carta,
deberíamos encontrar aplicaciones que puedan ser utilizadas para
tratar el mismo tipo de problemas en nuestras iglesias, en la
actualidad.
En el capítulo 1, Pablo nos presenta una de las afirmaciones
más bellas de todo el Nuevo Testamento sobre quién es Cristo,
cuando escribe que Él es: “...la imagen del Dios invisible, el
24. 24
primogénito de toda creación. Porque en él fueron creadas todas las
cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e
invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean
potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de
todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten; y él es la cabeza del
cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre
los muertos, para que en todo tenga la preeminencia” (Colosenses
1:15-18).
¿Comprende usted que Pablo presenta a Cristo de tal manera
que refuta todos esos ataques filosóficos hacia su persona y su
deidad?
Además de decirnos quién es Cristo, observe que Pablo nos
dice, también, lo que Él ha hecho: “...nos ha librado de la potestad de
las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos
redención por su sangre, el perdón de pecado” (13, 14). ¿No es una
maravillosa declaración del evangelio y de la obra de Jesucristo?
En el capítulo 1, Pablo también les dice a los colosenses cómo
hacer suyo lo que Cristo ha hecho, cuando escribe: “...si en verdad
permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza
del evangelio que habéis oído, el cual se predica en toda la creación
que está debajo del cielo; del cual yo Pablo fui hecho ministro” (23).
¿Comprendemos Quién es Cristo y qué ha hecho por nosotros?
¿Comprende usted cómo hacer suyo lo que Cristo hizo por usted?
A continuación, observe que Pablo nos dice cómo vivir en
Cristo: “Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor
Jesucristo, andad en él; arraigados y sobreedificados en él, y
confirmados en la fe, así como habéis sido enseñados, abundando en
acciones de gracias” (2:6, 7). Es una bella expresión, muy práctica, de
cómo vivir en Cristo, y de cuáles son los resultados de hacerlo.
En el capítulo 2, Pablo nos dice lo que tenemos en Cristo,
cuando escribe: “Porque en él habita corporalmente toda la plenitud
de la Deidad, y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de
todo principado y potestad. En él también fuisteis circuncidados con
circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo
pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo; sepultados con él en
el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la
fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos” (9-12). Pablo
dirige estas palabras a los legalistas que les decían a los colosenses
que debían ser circuncidados para ser salvos.
La carta de Pablo a los colosenses demuestra su profunda
sabiduría espiritual. Una de las claves de la vida espiritual de Pablo
era la oración. Él nos muestra, con su ejemplo, la importancia de orar,
como lo hizo Jesús. Estudie la oración de Pablo por los fieles de la
iglesia de Colosas y compárela con sus propias oraciones. Después,
trate de aprender a orar como oraba Pablo, creyendo que Dios escucha
y responde la oración, y eso lo ayudará a comprender y seguir los
caminos de Dios.
25. 25
Capítulo 5
La Primera Epístola de Pablo a los Tesalonicenses
El tema de la primera carta escrita por Pablo a los
tesalonicenses es la segunda venida de Jesucristo. Este tema era
importante para los creyentes de Tesalónica, porque Pablo les enseñó
esta verdad, aun cuando estuvo con ellos durante un tiempo muy
breve.
En el Libro de los Hechos, hay un hermoso relato de cómo la
iglesia fue plantada en Tesalónica (Hechos 17:1-15). Estos versículos
también nos ayudan a comprender el extraordinario ministerio que
Pablo tuvo en esa ciudad cuando se fundó esta iglesia. Esta dinámica
iglesia fue fundada en menos de un mes, dado que Pablo estuvo solo
tres días de reposo con ellos. Aunque Pablo iba a la sinagoga y
predicaba, los primeros convertidos de Tesalónica no fueron judíos,
sino hombres y mujeres griegos de elevada posición. Por esto, los
judíos se volvieron muy celosos de Pablo y lo persiguieron tan
ferozmente que tuvo que salir de la ciudad. Primero fue a Berea,
después a Atenas y Corinto, desde donde escribió su primera carta a
los tesalonicenses. Timoteo y Silas se quedaron en Tesalónica y
alcanzaron a Pablo más tarde.
Pablo debe de haber hecho un fuerte énfasis en la segunda
venida de Jesucristo cuando pasó esas tres semanas en Tesalónica.
Cuando Timoteo se encontró con él en Corinto, lo informó sobre los
creyentes de aquella ciudad; le dijo que, aunque los creyentes de
Tesalónica estaban fuertes en el Señor, los judíos los perseguían de tal
manera que muchos de estos nuevos creyentes habían perdido la vida.
Timoteo le dijo, también, a Pablo, que los tesalonicenses
tenían muchas preguntas sobre su enseñanza acerca de la Segunda
Venida. Estaban preocupados por sus seres queridos que habían sido
martirizados en la persecución. ¿Se perderían las bendiciones de
cuando Jesucristo volviera por su iglesia?
Con esa perspectiva, considere estas palabras de Pablo, que
hablan de la segunda venida de Jesús y el arrebatamiento de la iglesia.
El arrebatamiento de la iglesia es la enseñanza de que los creyentes
serán “arrebatados” al cielo antes que Jesús regrese. Pablo nos
muestra su corazón lleno de amor por los tesalonicenses perseguidos,
cuando escribe: “Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca
de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que
no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así
también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. Por lo cual
os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que
habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los
que durmieron. Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de
arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos
en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los
que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en
las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con
el Señor. Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras”
(13-18).
26. 26
Este es uno de los muchos pasajes importantes de la Biblia
sobre la segunda venida de Cristo. Observe la carga del corazón de
Pablo al escribir este pasaje. Como gran maestro que es, Pablo no
desea que estos nuevos creyentes perseguidos de Tesalónica ignoren
ciertos aspectos de la segunda venida de Jesús (13).
Dado que es un gran misionero, Pablo no quiere que estos
creyentes tesalonicenses se queden sin fe. Básicamente, les escribe
que, si creemos que Jesús murió y resucitó, también podemos creer en
la resurrección de nuestros seres amados (14). Después les habla en
detalle sobre el arrebatamiento de la iglesia.
Pablo, que es un gran profeta, no quiere que los tesalonicenses
se queden sin una palabra del Señor. Por eso, escribe que les dice esto
“en palabra del Señor” (15).
Finalmente, dado que Pablo es un gran pastor, no quiere que
estos amados hermanos se queden sin esperanza ni consuelo. Esta es,
posiblemente, la motivación primaria por la que les habla de esta
verdad a los tesalonicenses, porque ellos estaban preocupados por sus
seres queridos que habían sido muertos. Pablo escribe: “Cuando
Cristo vuelva, los muertos en Él resucitarán primero” (ver v.16). El
arrebatamiento de la iglesia es la enseñanza más importante de este
dinámico pasaje de la Biblia. Pablo escribe, básicamente, esta misma
enseñanza a los corintios (1 Corintios 15:51, 52). Jesús enseña esta
misma verdad en su discurso del Monte de los Olivos (Mateo 24:40,
41).
Pablo enseña las implicaciones prácticas de creer en el regreso
de Cristo desde el comienzo mismo de esta carta a los tesalonicenses.
En su saludo, escribe: “Damos siempre gracias a Dios por todos
vosotros, haciendo memoria de vosotros en nuestras oraciones,
acordándonos sin cesar delante del Dios y Padre nuestro de la obra de
vuestra fe, del trabajo de vuestro amor y de vuestra constancia en la
esperanza en nuestro Señor Jesucristo” (1:2, 3).
Pablo tiene una razón para mencionar “la obra de vuestra fe” y
el “trabajo de vuestro amor” cuando escribe a esta iglesia. Los
tesalonicenses habían malentendido su enseñanza sobre la segunda
venida de Jesús, y algunos, aparentemente, habían dejado sus trabajos.
Ellos pensaban que la Segunda Venida era tan inminente que,
simplemente, se sentaban a esperar todo el día que llegara el Señor.
Pablo sugiere que, si tenemos fe en la segunda venida de Jesús,
debemos trabajar en amor para Cristo.
En el segundo capítulo de Primera de Tesalonicenses,
encontramos un maravilloso perfil de Pablo como modelo de
misionero. Observe el valor, la osadía, la sinceridad, la franqueza de
Pablo, y su fidelidad a Dios y al evangelio de Dios. Él les dice a los
tesalonicenses que el propósito de su vida era que ellos fueran
prósperos espiritualmente (1-12).
En el tercer capítulo, vemos el relato de cómo llegó a escribir
esta carta. Pablo escribe: “Por lo cual también yo, no pudiendo
soportar más, envié para informarme de vuestra fe, no sea que os
hubiese tentado el tentador, y que nuestro trabajo resultase en vano.
Pero cuando Timoteo volvió de vosotros a nosotros, y nos dio buenas
27. 27
noticias de vuestra fe y amor, y que siempre nos recordáis con cariño,
deseando vernos, como también nosotros a vosotros, por ello,
hermanos, en medio de toda nuestra necesidad y aflicción fuimos
consolados de vosotros por medio de vuestra fe; porque ahora
vivimos, si vosotros estáis firmes en el Señor” (5-8). Es una bella
imagen del gran corazón de Pablo el misionero, pastor, maestro, y
autor de la mitad del Nuevo Testamento.
¿Cree usted en el arrebatamiento de la iglesia de Jesucristo? El
apóstol Pablo nos habló de esto porque quería que tuviéramos
consuelo. No deje de lado el consuelo que puede hallar en la
enseñanza del arrebatamiento de la iglesia. Es la bendita esperanza de
todos los que creen, y la única esperanza de este mundo.
En el cuarto capítulo, además del pasaje que hemos estudiado,
Pablo comienza a presentar algunas aplicaciones prácticas de su
enseñanza, y les dice a los tesalonicenses, que estaban tan fascinados
por el hecho de que Cristo iba a volver, que debían ser buenos testigos
por medio de su vida reposada y su duro trabajo (11, 12).
En el capítulo 5, Pablo hace, primero, algunos comentarios
sobre la cronología de la Segunda Venida, y después se vuelve muy
práctico al enfatizar algunas aplicaciones claras y básicas de su
enseñanza. Escribe: “Pero acerca de los tiempos y de las ocasiones, no
tenéis necesidad, hermanos, de que yo os escriba. Porque vosotros
sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá así como ladrón en
la noche; que cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre
ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no
escaparán” (1-3).
En este pasaje, Pablo parece decir que debemos ser
“agnósticos” con relación al momento exacto del regreso de Cristo.
Pero, después, continúa diciendo: “Mas vosotros, hermanos, no estáis
en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como ladrón. Porque
todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día; no somos de la noche
ni de las tinieblas. Por tanto, no durmamos como los demás, sino
velemos y seamos sobrios”(4-6).
Además del arrebatamiento de la iglesia, hay otros eventos
que debemos considerar con relación a la Segunda Venida, como el
reino de los mil años (ver Apocalipsis 20:4-6). Algunas personas
toman ese reino literalmente; otras, de forma figurada. Si una persona
sostiene que ese reino es espiritual o simbólico, se la llama
“amileniarista”. Si cree que Jesucristo volverá antes de establecer su
reinado por mil años sobre la tierra, es llamada “premileniarista”. Si
cree que las cosas van a mejorar cada vez más, y que el reino de Dios
se convertirá en una gloriosa realidad aquí, en la Tierra, y que, en ese
momento, Jesucristo va a regresar, se la llama “posmileniarista”.
Pero, sea cual fuere su posición teológica sobre la Segunda
Venida, la sección de aplicación práctica de la primera carta de Pablo
a los tesalonicenses es muy concreta, especialmente el final del
capítulo 5 (12-22). Aquí, nos da una seguidilla de mandamientos
sobre cuáles deben ser las actitudes y las acciones del creyente a la luz
del hecho de que Cristo va a regresar.
28. 28
En esta primera carta de Pablo a los tesalonicenses, hay dos
verdades importantes que debemos aprender y aplicar a nuestras
vidas. Primero, el Señor Jesús va a regresar; y, segundo, debemos
participar en un trabajo de amor para Él mientras velamos y
esperamos su regreso.
Capítulo 6
La Segunda Epístola de Pablo a los Tesalonicenses
Esta segunda carta de Pablo a los tesalonicenses es muy breve
y fue escrita inmediatamente después de la primera. Los capítulos 1 y
3 son muy similares a Primera de Tesalonicenses, por lo cual, dado
que este es un estudio de ambas cartas, no comentaré en detalle esos
dos capítulos. De todos modos, no deje de leerlos y estudiarlos con
atención; pero el capítulo clave de Segunda de Tesalonicenses es el
capítulo 2.
En este capítulo, Pablo responde algunas preguntas y aclara la
confusión de la jovencísima iglesia de Tesalónica: “Pero con respecto
a la venida de nuestro Señor Jesucristo, y nuestra reunión con él, os
rogamos, hermanos, que no os dejéis mover fácilmente de vuestro
modo de pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por
carta como si fuera nuestra, en el sentido de que el día del Señor está
cerca” (1, 2).
Pablo, aquí, hace la distinción entre el arrebatamiento de la
iglesia, del que habló en Primera de Tesalonicenses, capítulo 4, y el
día del Señor, un acontecimiento sobre el que escribieron profetas
como Joel, Sofonías y Zacarías. En 2 Pedro 3, Pedro también predice
este acontecimiento.
El arrebatamiento de la iglesia y el día del Señor no son lo
mismo. El “día de Jehová, grande y terrible”, como es llamado
algunas veces, es un juicio catastrófico de Dios sobre la tierra. El
arrebatamiento de la iglesia se producirá cuando la iglesia sea quitada
de este mundo. Uno será tomado, y el otro será dejado, según lo
expresa Jesús (Mateo 24:40, 41).
Ahora podemos ver por qué los tesalonicenses estaban
confundidos. En la segunda carta que les escribe, Pablo distingue
claramente entre el arrebatamiento de la iglesia y el día del Señor.
En resumen
Este es el corazón de la profunda verdad que Pablo enseña
sobre los hechos que deben suceder antes que llegue el día del Señor.
Pablo enseña que el día del Señor no puede llegar hasta que al poder
de anarquía, que siempre ha estado obrando a través de Satanás y
ahora es contenido por poder de Cristo, se le dé rienda suelta sobre la
Tierra. Cuando eso suceda, cada persona seguirá con total desenfreno
sus propios impulsos pecaminosos. Será un tiempo terrible. Aquel que
se levante para liderar el mundo en ese momento será la persona que
la Biblia llama el Anticristo, que tratará de tomar el lugar del Cristo
29. 29
verdadero y hará guerra contra Él y contra todos los que lo aman y lo
siguen.
Algunos creen que la iglesia pasará un tiempo de gran
tribulación en la Tierra, mientras otros creen que no. En Primera de
Tesalonicenses, Pablo escribe: “Porque no nos ha puesto Dios para
ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor
Jesucristo, quien murió por nosotros para que ya sea que velemos, o
que durmamos, vivamos juntamente con él” (5:9, 10). Basándose en
estos dos versículos, muchos eruditos bíblicos premileniaristas creen
que Dios no permitirá que su ira sea derramada sobre su pueblo como
en la Gran Tribulación. Por medio del arrebatamiento, Él rescatará a
su pueblo y, después, hará caer toda su ira sobre el mundo incrédulo
que quede.
¿Le dan consuelo estas palabras? Si usted conoce a Jesucristo
como el Rey de reyes y Señor de señores que vendrá y reinará para
siempre, estas palabras de Pablo son fuente de esperanza y consuelo.
Si Jesús no es su Señor y Salvador, estas son palabras de juicio.
Confíe en Jesucristo como su Salvador. Comprométase a aceptarlo
como Señor ahora mismo, y estas palabras se convertirán en su
bendita esperanza, y en un gran consuelo para usted.
Capítulo 7
La Primera Epístola de Pablo a Timoteo
Las epístolas de Primera y Segunda de Timoteo, y Tito, son
las “epístolas pastorales” de Pablo, ya que están dirigidas a dos
hombres que Pablo había convocado y formado para que fueran
pastores. Pablo escribió Primera de Timoteo y Tito aproximadamente
al mismo tiempo, y ambas cartas son muy similares. Más tarde, bajo
la dureza extrema de su segundo encarcelamiento en Roma, escribió
su segunda epístola a Timoteo, que registra sus últimas palabras. Por
lo tanto, estudiaremos Primera de Timoteo, después Tito, la breve
carta de Pablo a Filemón, y concluiremos nuestro estudio de las cartas
de Pablo con Segunda de Timoteo.
Timoteo fue estratégicamente colocado por el apóstol Pablo
para que fuera pastor de la iglesia de Éfeso. Tito fue colocado en la
isla de Creta. Al leer las cartas dirigidas a Timoteo y Tito, vemos dos
personalidades completamente diferentes.
Es obvio que Timoteo era una persona joven, compasiva y
sensible, que Pablo muestra como ejemplo de un pastor amoroso, que
cuida de su congregación. Timoteo, también, debe de haber sido algo
tímido, ya que necesitaba que Pablo lo exhortara a ser más osado y
seguro.
El perfil de Tito que vemos en la carta de Pablo para él es muy
diferente. Tito era un hombre mayor, aparentemente, muy maduro y
estable. Lo sabemos por las tareas que Pablo le encomendó. Por
30. 30
ejemplo, Pablo usó a Tito para entregar personalmente sus cartas
correctivas a la convulsionada iglesia de Corinto. También ubicó,
estratégicamente, a Tito en la isla de Creta, que era un lugar muy
difícil para plantar y pastorear una iglesia. Los cretenses eran hostiles,
violentos, difíciles. Tito era, probablemente, el mejor hombre que
Pablo tenía para un desafío tan difícil en el pastorado.
Entre Pablo y Timoteo había una relación intensamente
personal, una relación de padre a hijo en la obra del ministerio.
Podemos suponer que, cuando Pablo enseñó en la escuela de Tirano,
en Éfeso, Timoteo fue uno de sus alumnos. Pero Timoteo había
conocido al apóstol Pablo en Listra (ver Hechos 16:1). Timoteo estaba
presente, probablemente, cuando Pablo fue apedreado en esa ciudad y
dado por muerto. ¡Imagine el impacto que ese episodio debe de haber
tenido en un joven como Timoteo, cuando Pablo, milagrosamente,
sobrevivió al ataque! Se me ocurre que, cuando Timoteo vio el valor y
el carisma de Pablo, este se convirtió en su héroe. Pablo convocó a
Timoteo en Listra, en su tercer viaje misionero, ya que, a partir de ese
momento, Timoteo es mencionado como parte del equipo misionero
de Pablo.
Los eruditos creen que Pablo escribió esta primera carta a
Timoteo después de ser liberado de su primer encarcelamiento en
Roma. El propósito de esta carta era que Timoteo supiera cómo la
iglesia de Dios, que es la columna y baluarte de la verdad, debía
funcionar, según el designio de Dios. En este plano del orden de la
iglesia, y en su carta a Tito, Pablo hace énfasis en el carácter que
deben tener los hombres que lideren la iglesia (ver 1 Timoteo 3:1-13).
Muchas personas creen que la iglesia es una “estación para la
salvación de personas”. Pero, en realidad, la iglesia debe ser una
“base de operaciones” para la salvación de las personas, el centro
desde el cual la verdad del evangelio es proclamada por laicos
espiritualmente activos. Para que la iglesia local sea este centro de
verdad, debe tener pautas espirituales definidas para sus miembros y,
especialmente, para sus líderes.
Al estudiar esta carta, encontramos que se hace énfasis en
muchas otras verdades. El apóstol Pablo las llama “palabra fiel”.
Cuando Pablo les escribe a estos pastores, algunas veces, dice:
“Palabra fiel es esta, y digna de ser recibida por todos”. Lo que quiere
decir con esto es: “Ahora voy a decir algo que es realmente
importante”.
La primera “palabra fiel” que Pablo le dice a Timoteo es:
“Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales
yo soy el primero” (1 Timoteo 1:15). Lo que Pablo dice aquí es que el
Señor quería darles un ejemplo a los pecadores. Algunas veces, las
personas piensan que son demasiado pecadoras como para ser salvas.
A estas personas, Pablo les dice, básicamente: “Jesús ya ha salvado al
peor pecador del mundo. Cuando Jesucristo me salvó, salvó al peor
pecador que jamás haya vivido. ¡Si Él puede salvarme a mí, sin duda
puede salvarlo a usted!”. Pablo no está simplemente actuando con
modestia al decir esto. Dado que había perseguido a la iglesia, él
realmente se consideraba el peor de los pecadores.
31. 31
En el capítulo 2, cuando le dice a Timoteo cómo debe
funcionar la iglesia diariamente, Pablo hace de la oración la primera
prioridad de la iglesia (1 Timoteo 2:1). Cuando ordena que se eleven
oraciones por todos los hombres, Pablo prescribe un tipo especial de
oración, que podríamos llamar “oración evangelística”. Es orar por
todos los hombres, porque Dios “quiere que todos los hombres sean
salvos” (v. 4).
La iglesia debe ser la columna y el baluarte desde el cual se
proclame la verdad del evangelio (1 Timoteo 3:15). Esa verdad del
evangelio debe ser proclamada con oración, porque solo el Espíritu
Santo puede convertir a las personas y hacer discípulos. Según Pablo,
la oración en la iglesia debe ser la primera prioridad del pastor (ver
2:1).
Piadosos supervisores
La primera carta de Pablo a Timoteo y su carta a Tito deberían
ser el libro de orden oficial de todas las iglesias. Pablo ordenó muchos
asuntos prácticos teñidos de color local en estas cartas pastorales.
También ordenó principios que son supraculturales —es decir, en los
cuales no influye el entorno cultural— y que deberían ser aplicados en
todo lugar y por todas las generaciones de la iglesia. Por ejemplo, hay
un pasaje que ha hecho que Pablo no sea demasiado apreciado por
muchas mujeres, en la actualidad. Pablo escribe: “Asimismo que las
mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con
peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con
buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad. La
mujer aprenda en silencio, con toda sujeción. Porque no permito a la
mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en
silencio” (1 Timoteo 2:9-12).
Pablo no dice que las mujeres no pueden ministrar, pero sí
dice algo que repite vez tras vez en todas sus cartas: Hay un orden
divino en el cual el hombre es la cabeza del hogar, Cristo es la Cabeza
del hombre, y el hombre es la cabeza de la mujer. Esto significa que,
así como Cristo supervisa y pastorea a la iglesia, el hombre debe
supervisar y pastorear a su mujer y su familia, y los hombres deben
supervisar o pastorear la iglesia local.
La Biblia enseña claramente que los hombres tienen la
responsabilidad de ser líderes del hogar y de la iglesia. Las Escrituras
enseñan la absoluta igualdad del hombre y la mujer a los ojos de Dios,
pero no enseñan que sus roles y funciones sean iguales. La Biblia
dice: “Varón y hembra los creó”, y les asignó ciertos roles,
responsabilidades y funciones a cada uno.
En mi opinión, una mujer puede desarrollar cualquier
ministerio en el contexto de una iglesia local, mientras lo haga bajo la
autoridad de quienes son los ancianos o líderes de la iglesia. Por lo
tanto, no veo ninguna razón por la que una mujer no pueda ser pastora
de una iglesia local, bajo la autoridad de los ancianos, así como un
pastor varón está bajo la autoridad de los ancianos.
Esto nos lleva a otro tema importante en estas cartas
pastorales. En Primera de Timoteo, encontramos mucha instrucción
32. 32
con relación a los requisitos, el rol y la responsabilidad de los líderes
de la iglesia. El obispo (o anciano) tiene la responsabilidad de
gobernar, supervisar o pastorear el rebaño de Dios. La otra clase de
líder de la iglesia es el diácono. Los diáconos sirven. Pueden servir en
ministerios espirituales o de naturaleza estrictamente práctica, pero no
tienen la responsabilidad de gobernar ni supervisar. Estas dos clases
de líderes de la iglesia se nos presentan por primera vez en el sexto
capítulo del Libro de los Hechos.
Estos líderes también son mencionados en estos libros de
orden de la iglesia, Primera de Timoteo y Tito, donde se presentan los
requisitos para ellos. Una de las razones por las que la iglesia no tiene
poder, en la actualidad, es que hace mucho tiempo que dejamos de
preocuparnos por que se cumplieran los requisitos definidos para ser
miembro de una iglesia, y los requisitos aun más definidos para ser
líder de una iglesia. La forma más importante en que una iglesia
proclama el evangelio en cualquier generación es por medio de las
vidas de sus líderes y sus miembros. Si usted es anciano en una iglesia
local, lea con cuidado y en oración los requisitos para los obispos en
estas cartas pastorales de Pablo, y pida a Dios que le dé la gracia para
cumplir con ellos.
Pablo hace énfasis en el hecho de que los obispos deben ser
espiritualmente maduros y tener las cualidades espirituales necesarias
para ser líderes. Una cualidad que con frecuencia es malentendida es
que el obispo debe ser “marido de una sola mujer” (2). Esto significa,
literalmente, “hombre de una sola mujer”, es decir, un hombre que
tiene una esposa. Después de estudiar estas palabras en el idioma
original, no creo que signifiquen que este hombre no pudo haber
tenido nunca otra esposa, sino que, en el momento actual, vive con
una sola mujer.
Observe que los requisitos para los diáconos son tan elevados
como los de los obispos. Igualmente estrictas son las pautas para las
esposas de estos líderes espirituales. Este es un énfasis muy
importante en los libros de Primera de Timoteo y Tito.
En esta carta, Pablo advierte a Timoteo sobre la apostasía, que
significa ‘apartarse de lo que alguna vez se creyó’. Pablo predice que,
en los últimos días, habrá gran apostasía. La apostasía, aquí, se
presenta en dos variedades: “espíritus engañadores” y “doctrinas de
demonios” (1 Timoteo 4:1).
“Espíritus engañadores” significa que no todo lo espiritual es
del Espíritu Santo. Mucha gente no tiene en cuenta esta distinción.
Simplemente se abren a cualquier cosa que provenga del mundo
espiritual, sin darse cuenta de que hay espíritus que pueden llegar a
engañar a las personas para apartarlas de su fe en Cristo.
La segunda forma de apostasía que Pablo cita es la que llama
“doctrinas de demonios”. La Palabra de Dios es la doctrina que
debemos enseñar y predicar en la iglesia. Pero también hay falsas
doctrinas, “doctrinas de demonios”. Estas doctrinas no se encuentran
en la Biblia, y no provienen de Dios. Provienen del diablo, y muchos
son engañados por falsas doctrinas que no se encuentran en la Biblia.
El pueblo de Dios jamás debe basar lo que cree en conceptos que no
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están en la Biblia.
Timoteo, aparentemente, tuvo una experiencia particular
cuando fue ordenado. Aquí se sugiere que, cuando los ancianos le
impusieron las manos, algo se transmitió a él. Pablo, básicamente, le
dice: “Dedica todas tus energías a aquello que comenzó cuando fuiste
ordenado”. Creo que se refiere al mismo “carisma” cuando escribe:
“Ocúpate en la lectura, la exhortación y la enseñanza” (ver vv. 13-16).
Pablo tiene algunas palabras para Timoteo sobre sus
relaciones con las personas en el cuerpo de Cristo. El consejo no
parece ser que se comporte de manera “profesional” con su pueblo.
Por el contrario, Pablo le dice a Timoteo que se relacione con la
familia de Dios como si todos fueran miembros de su propia familia
biológica (1 Timoteo 5:1, 2). No se trata de una relación
“profesional”, sino una relación familiar de amor e intimidad.
Pablo da a Timoteo ciertas instrucciones sobre la importancia
de hacer cumplir los elevados requisitos para los ancianos. Le dice
que, si un anciano peca —como es obvio que lo hará—, debe ser
censurado públicamente, porque su ministerio es público. Pablo
advierte a Timoteo que no sea parcial en cuanto a esta disciplina de la
iglesia, aunque el anciano censurado sea amigo suyo. Básicamente,
Pablo escribe: “No designes a las personas a la ligera, Timoteo. Te
ahorrarás muchos dolores si oras durante mucho tiempo antes de
designar a un hombre para la posición de anciano” (1 Timoteo 5:17-
25).
Aunque la principal preocupación de Pablo es el carácter de
los hombres que van a guiar a la iglesia, en el capítulo 6, también da
otros consejos. Por ejemplo, Pablo da a Timoteo algunos consejos
prácticos sobre los esclavos. Le dice que les enseñe a los esclavos que
honren a sus amos, de manera que el nombre de Dios no sea
blasfemado (1). Pablo era suficientemente realista como para saber
que el problema social de la esclavitud no iba a desaparecer. Muchos
de los primeros creyentes eran esclavos, y, dado que aún no estaban
emancipados en este mundo, Pablo les muestra cómo manejarse
dentro de su esclavitud.
En este capítulo, también encontramos un notable pasaje con
respecto a la ganancia y la piedad. En nuestra cultura, se hace gran
énfasis en el valor que tiene la ganancia. Desde el día que un niño va
a la escuela, se le enseña a basar su valor según sus logros. Pero, al
llegar a la edad adulta, esto se convierte en una fórmula inadecuada
para la realización personal. Hay muchas personas que llegaron a ser
las mejores en su profesión, pero no han hallado paz, realización
personal o felicidad por medio de sus logros. Creo que esas personas
pueden beneficiarse con las palabras de Pablo: “Gran ganancia es la
piedad acompañada de contentamiento” (6).
Pablo, entonces, continúa compartiendo algunas advertencias
relacionadas con el materialismo, cuando escribe: “Porque los que
quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias
necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y
perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero” (9, 10).