PARÁBOLA DEL HIJO PRÓDIGO: CLAVES PARA LA REFLEXIÓN.pdf
En el entretanto de un chaparrazo
1. En el entretanto de unchaparrazo
Es probable la inexistencia de una alegría superior en caridad fraternal para el
conjunto de la humanidad, y aun así los hay sin cabios entre el seso y la sesera. Dado
nuestro imperfecto humanitarismo por defecto, a pesar de la inalcanzable aspiración, sin
especular casi nada con la intención, por poseer y hasta demostrar doctrinas y prácticas
samaritanas. Se agradece, no se maldice. Aquel día de muchos perdidos en el calamitoso
ciclo de sequía: deseo en el tiempo, sed de la tierra; el don ciego de la naturaleza
manifiesta en armonía y plenitud todo lo que existe y determina con sus propias leyes,
precipitando la inclemencia para júbilo y regocijo de recientes en estado de escasez,
flamantes empapados de alborozo. Golpea pero se queda. Rueda sin rodillos, sin
arrodillarse. Rompe, y se une sin saciarse para rellenar y no para llenar. Alguien ha dicho
para complemento ecológico de este insinuativo escrito: [La naturaleza no es aquello que
hemos heredado de nuestros padres, sino que es aquello que hemos pedido prestado a
nuestros hijos.] Y con esta filosofía estamos aún por aquí: debiendo superar el chaparrón
sin humillar a nuestro hábitat.
Quizá por ello a la lluvia, cuando de complacencia rezuman las nubes, se la ha
rendido tributo en lienzos, libros y celuloides con pinceles, plumas e imágenes; tras la
combinación de óleos, poemas y fotogramas. Inspiración para pintores, poetas y cineastas;
virtuosos del arte tras su hechura con el cuadro, la obra y la película.
Admirados contemplamos la plaza de Europa bajo la lluvia, personificando su
afluencia, sobre un manto de charcos, y reflejos de cotidianeidad con trajes de una pieza,
paraguas y señoras prendidas al brazo; anegado el adoquinado para brillo de su tono
grisáceo. Cualquiera con el hábito puesto de leer y abrigarse desde lo más romántico,
esperar un beso en mitad del pavimento, incluso varios, sin que importe el instante en el
que se siente cual menudencia las gotas de la aguarrada. Y hasta para quien desee
proclamar la defensa de su llanto, ya que las pizcas con extracto de rocío no tienen forma
de lágrima, y las lágrimas surgen por exprimir el dolor de un corazón enfermo. Ni que
comentar el cantar bajo la lluvia a ritmo de punta y tacón, a golpe de caderas y brincos, con
la mínima intención de inadvertir el agua remansada por encima del suelo empedrado.
Saltando por los aires como cristales finos para espolvorear toda la pista de baile, calado
hasta para retozar con el placer y la ventura. Lo dijo el cantautor: la tormenta la llevamos
dentro.
Y a todo esto, perdedme campante y dichoso en circunlocuciones, debería
dirigirme a delinear la voz y el pensamiento que traía hasta este chance. Sin embargo,
disgusto individual apartado del catre con fondo de cofre, no pude resistir el estado de
relajación consecuente. Porque cuando el agua cae se aprovecha el poder que trae para
dejar bajo llave un estado de calma pausado, lento y sereno. Impacta sin cesar.
Permitiendo, en un acto de inducida benevolencia, que la melodía se convierta en el sonido
predominante. Un cuerpo a cuerpo, desarmado pero protegido en la corta distancia entre
el firmamento la superficie del duelo. Refrescando los desapacibles presagios con los que
cada cual avejenta.
2. Llegado a este punto, aunque tenga que mojarme hasta el gaznate, con todo el
ropaje adosado a la piel de mi inconcluso entendimiento, lo único que me ha dado tiempo
a pensar es que prefiero estar más cerca y debajo de las cosas reales, de verdad indudable.
En definitiva, la lluvia cae por encima de cualquiera sin distinguir los lucros, intereses
envenenados y rentas indebidas, sin atender sus propias maledicencias.
Domingo, 22 de octubre de 2017
Félix Sánchez
Un ciudadano más.