¿DIALOGAR PARA CONVIVIR O DISCUTIR HASTA MORIR?
Las ideas opuestas tienden a convertirnos en oponentes y, llevadas al extremo, terminan en la mutua deshumanización. Para integrarlas se han propuesto dos formas de debate: incidir en los acuerdos o en las discrepancias. No parece que estemos practicando la habilidad más afectiva.
1. ¿¿CCooaacchh oo ssooffiissttaa??
Efrén Martín, Gerente de y Socio-Director de Reddin Assessments para España
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“Los puñales y las lanzas dejaban
vestigios de sangre; las flechas
podían ser vistas a distancia, los
venenos terminaban por ser
detectados y evitados. Pero la
palabra conseguía destruir sin
dejar rastro”. Paulo Coelho
Somos muchos quienes nos ganamos la vida
hablando: formadores, vendedores, políticos,
directivos, etc. Debería incluirse escuchando,
pero es menos probable. Más importante:
¿construimos o destruimos con ello?
El arte de la conversación siempre será una
excelente destreza y casi todo fue ya
propuesto por los griegos. Existen dos tipos de
debates: el diálogo socrático y la discusión
sofista. Conviene no confundirlos porque la
segunda se disfraza de primero, anulándolo.
Sócrates, el hombre más sabio de Grecia,
preguntaba y escuchaba en busca de una
verdad honesta, aunque fuera incómoda, y
estaba dispuesto a cambiar sus prejuicios; es
más, prescindía de ellos desde el inicio, con su
“sólo sé que no se nada”.
Los sofistas, en cambio, eran exitosos
oradores que dominaban el arte de persuadir
por medio del gesto y la palabra. Cuidaban su
imagen, usaban ropas llamativas,
dramatizaban sus declamaciones y no
dudaban en utilizar -con astucia- la doblez de
las palabras. No buscaban que prevaleciese la
verdad sino su interés y, a cambio de dinero,
enseñaban a vencer en los debates.
El ingenio humano permite trucar el lenguaje
y hacer fama y fortuna desacreditando la
palabra; deformándola y cambiando a
conveniencia el significado de los términos.
El manipulador busca siempre convencer y
nunca ser convencido; engañando a quienes
suponen un uso honesto del lenguaje y no
perciben que el combate verbal está amañado.
Hoy en día se dice que cualquiera puede ser
un buen Coach. No es tan sencillo porque para
ello hace falta:
Abordar la conversación sin prejuicios, sin
suponer lo que el otro está pensando.
Ofrecer y pedir la aclaración del significado
atribuido a las palabras utilizadas.
Impedir malentendidos, equívocos y juegos
malabares con el lenguaje.
Anteponer el comprender al ser
comprendido, ayudando al otro a expresar
sus legítimos intereses e ideas.
Escuchar con la intención de descubrir en
qué tiene razón y no sólo en qué está
equivocado, abandonando la propia
convicción si es más débil que la del otro.
Mejor beber cicuta que comulgar con
ruedas de molino de palabras trucadas